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𝟜𝟙. 𝔼𝕝 𝕣𝕖𝕘𝕣𝕖𝕤𝕠 𝕒𝕝 𝕚𝕟𝕗𝕚𝕖𝕣𝕟𝕠

📅 LUNES 15 DE AGOSTO DE 2022

📅 DOS SEMANAS DESPUÉS

📍 ISLAS FIJI

Carlos colgó el teléfono pasándose las manos por su cara con rabia e indignación. Se sentía frustrado porque acababan de fastidiarle las vacaciones. Karisa emergió de la piscina cogiendo una de las toallas que había en el borde para secarse. Ajena a lo que en un momento tendría que contarle. Llevaban casi diez días en este paraíso. Solos los dos, alejados del mundo. Estos momentos junto a ella le habían servido para darse cuenta de que quería tenerla a su lado todo el tiempo del mundo, pero no por algún tipo de sentimiento de pertenencia que tuviera por ella, sino porque necesitaba tenerla junto a él.

Decidió no traer seguridad y darle vacaciones a Karolo. Estando todo el día junto a Karisa, él mismo sería el que los protegería a ambos. Y por suerte, no habían corrido peligro alguno. 

- ¿Qué te pasa? –le preguntó ella viendo su mirada preocupada. No le había pasado desapercibida como Carlos apretaba su mandíbula y dejaba el móvil a un lado bastante irritado. 

- No te va a gustar Karisa –le dijo él frunciendo el ceño. Ella dejó la toalla en una de las hamacas y se acercó hacia Carlos. Lo vio curvar su boca con desagrado y comprendió que algo no muy bueno sucedía.

- ¿Tan malo es? -le preguntó con cautela. 

- El cumpleaños de Nikolai es el viernes. Va a hacer una fiesta y nos quiere a los dos en Nusa.

Fue decir eso y el rostro de Karisa se volvió níveo. Sus ojos perdieron ese brillo que la caracterizaban y sintió un frío tan extremo, que los dientes le comenzaron a castañear. Carlos se dio cuenta inmediatamente de su reacción porque ella estaba con la vista perdida y temblaba considerablemente. La agarró de la cintura y la atrajo hacia su pecho intentando calmar esos escalofríos.

- Estoy aquí, Karisa. Estoy contigo –le dijo él acariciando su mojada espalda- no pienso permitir que te pase nada.

- No quiero ir –le pidió ella medio sollozando. Tenía un miedo terrible de volver a Nusa. De reencontrarse con las malas bestias que habían hecho de su vida un infierno- por favor, no me obligues a ir, Carlos.

El piloto no pudo prometérselo. Nikolai había sido muy claro en cuanto a Karisa. Contaban con su presencia y eso era algo indiscutible. Y cuando el jefe pedía algo, él tenía que obedecer.

- Escúchame, Karisa –Carlos la apartó de su cuerpo con suavidad e hizo que alzara sus ojos para mirarlo- solo serán un par de días. Y ni si quiera nos quedaremos en la mansión. Nos iremos a un hotel cercano. Vamos al cumpleaños, estamos un rato y nos volvemos, nada más.

- Si voy allí, creo que me moriré, Carlos. No puedo volver. No puedo.

Sus sollozos eran ahora un llanto desconsolado. A Carlos se le partía el alma de verla así, tan pequeña e indefensa y él sin poder hacer nada. Intentó calmarla sin mucho éxito, pues ella estaba asustada y no atendía a razones.

- Karisa, te prometo por mi vida que no dejaré que nadie te haga daño ni se acerque a ti. Ahora no eres ninguna chica de la Kasa, eres mi novia, mi prometida, casi mi mujer, y eso es sagrado para la Bratvá –le aseguró él con determinación. Quería borrarle todas las lágrimas que estaba derramando y que sus ojos grises volvieran a brillar de nuevo. Pero mucho temía que eso no iba a suceder. 

- Tal vez para ti lo sea, pero allí hay gente para la que sigo siendo una muñequita, y seguro que les encantará humillarme -le aseguró ella con una más que triste sonrisa. 

- Pues si alguien hace eso, se las verá conmigo. No llegué a ser uno de los Vor por portarme bien.

- ¿Matarías por mi? –le preguntó ella con sus ojos hinchados por las lágrimas.

- Daría mi vida por ti.

Esa noche ella no durmió bien. Las pesadillas y los sollozos volvieron de nuevo con más fuerza. Carlos fue quien la calmó. Quien le dijo tiernas palabras y le hizo preciosas promesas que sabía que cumpliría. Porque si, era cierto. Si alguien se atrevía a tocarla, no dudaría en matarlo.

Por fuego y sangre.

📅 VIERNES 19 DE AGOSTO DE 2022

📅 CUATRO DÍAS DESPUÉS

📍 NUSA

Carlos puso una de sus manos en el muslo de Karisa, sintiendo como la chica temblaba ostensiblemente. Llevaba ida desde que le dijera que tenían que venir aquí y el resto de días que les quedaron de vacaciones en Fiyi, apenas los habían disfrutado. Le dolía verla así. Tan triste y apagada. Pero más le dolía tener que obligarla a venir aquí, al lugar donde convirtieron su vida en un infierno.

Ella aún no le había contado todas las humillaciones y sufrimientos que sufrió. Él aún tenía ese correo electrónico que Karolo le envió una vez con toda la información sobre ella. Se resistía a saber más, pues sabía que a la altura de la relación que ambos tenían, seguramente, acabaría muy enfadado.

- No te separes de mi, Karisa. Y por lo que más quieras no hables a no ser que sea necesario –le pidió él casi rogándole.

- Tranquilo. No creo que me apetezca hablar con nadie –le contestó forzando una débil sonrisa. La mano de Carlos apretó su muslo y ella acabó poniendo la suya justo encima de la del piloto- no estoy enfadada contigo, Carlos, de verdad. Es que había olvidado que ambos no somos dueños de nuestro destino.

- Bueno...espero darle una buena patada en los huevos a ese puto destino.

Karisa se atrevió a sonreír esta vez. Todo esto no era culpa de Carlos. Lo obligaban. Y sabía que si se negaba, las consecuencias serían nefastas. En cuanto divisó la mansión de Nusa, su cuerpo empezó a temblar aún más. Retorció su otra mano en su regazo a medida que faltaban poco metros para llegar.

Había bastantes coches en la entrada, la cual estaba atestada con el resto de invitados a la fiesta. Mujeres con deslumbrantes joyas y vestidos de diseño, agarradas a los brazos de crueles y sanguinarios miembros de la Bratvá, así como del gobierno ruso, estrellas estelares de ésta fiesta.

Carlos bajó de su coche en cuanto el valet le hizo un gesto. El chico le abrió la puerta a Karisa, para que, segundos después, su novio le ofreciera su brazo y así poder caminar hacia las escaleras que llevaban a la mansión. Sus dedos temblorosos se agarraron a él jurándose a si misma, que no pensaba apartarse de su lado en toda la noche.

- Estás hermosa, Karisa –le dijo Carlos dejando un pequeño beso en su mejilla- demuéstrales lo que eres ahora, la prometida de uno de los Vor. Que se arrodillen ante ti los que antes te humillaron.

- ¿Y si no lo hacen? Algunos aquí son muy orgullosos y les joderá ver hasta donde he llegado.

- Pues entonces, seré yo quien los obligue. Y alza tu barbilla, Karisa. Que no te vean temblar.

Carlos le sonrió y ajustó su mano aún más a su brazo. Ella hizo lo que él le pidió. Alzó su barbilla al caminar. El piloto saludaba a unos y a otros con un gesto de su cabeza. Algunos la bajaban en señal de respeto, pues todos sabían quien era él y su posición en la Bratvá. También les sorprendió verlo aparecer del brazo de la chica. Afirmando entonces que los rumores eran ciertos, Carlos y Karisa Belikov eran pareja.

Al llegar a las escaleras, fue el mismo Nikolai el que los recibió, acompañado de su segunda esposa, una impresionante ucraniana que había sacado de un burdel y convertido en su mujer.

- ¡Carlos! ¡Al fin!

Ambos se fundieron en un cálido abrazo. El del jefe de la Bratvá, de orgullo, pues aquí estaba uno de sus mejores y más fieles hombres. Después de hablar de nimiedades, se percató de la presencia de Karisa a la que hizo un repaso de arriba abajo sin ningún tipo de disimulo, consiguiendo ponerla aún más nerviosa.

- Karisa Belikov –la nombró él con una media sonrisa- ya no eres esa pequeña florecilla. Está claro que te ha venido bien ser la mujer de Carlos. Me alegro de verte pequeña.

La chica recibió un beso de Nikolai que le revolvió el estómago, aunque, lo disimuló devolviéndole una cálida sonrisa. El ruso les hizo un gesto para que entraran dentro de la fiesta y se despidieron de él con la promesa de verse más tarde.

Dentro, el vestíbulo estaba lleno de aún más invitados, los cuales eran atendidos por varios camareros con las bandejas llenas de comida y de bebida. Un par de ellas fueron puestas en sus manos y ambos se pasearon por la sala forzando sus sonrisas a unos y a otros.

- Es extraño –le dijo Karisa a Carlos cuando ambos se pararon en una de las esquinas del salón.

- ¿El qué? –le preguntó él mientras ponía uno de sus brazos en su cintura.

- Esta fiesta. Apenas hay chicas de las Kasa y lo que si hay es mucho político.

- ¿Y cómo sabes tú que son del gobierno ruso?

- Porque mientras tú estabas corriendo haciéndoles ganar dinero, yo era una de esas chicas que los proveían de bebida y de otras sustancias mientras te veían por televisión. Pocas fiestas de Nikolai has ido tú, Carlos.

Carlos miró a Karisa y le dio un sorbo a su bebida. Pasó una de sus manos por su hombro desnudo consiguiendo que ella se relajara un poco. O bueno, quería hacerlo hasta que su demonio personal apareció en escena.

- Karisa Belikov, bienvenida a casa.

El piloto sintió el cuerpo de Karisa temblar ligeramente cuando la voz enérgica de Libor entró en escena. El ruso, un hombre algo obeso de pelo rubio y ojos azulados, se dirigió a ellos con paso decidido y abrió sus brazos esperando recibir a Karisa, algo que no sucedió pues ella se refugió en el pecho de Carlos.

- Oh, vamos muñequita, ¿aún me guardas rencor? –le dijo él de forma burlona.

- Si le pones un solo dedo encima a mi mujer, te los corto, Libor –le advirtió Carlos curvando su boca en una pequeña e irónica sonrisa.

- Guau. Tú mujer. Desde luego que te has llevado a lo mejor de mi Kasa. Seguro que ya has comprobado lo buena que es con la boca. ¿Aún sigues siendo virgen, Karisa? ¿o tu "prometido" ya ha tenido el placer de ser el primero en entrar en tu coño?

Carlos se apartó de Karisa apretando sus puños. Fue hasta Libor con toda la tranquilidad del mundo e hizo como si le apartara una inexistente pelusa de su traje.

- Cuidado, Libor. Te recuerdo que soy el Vor, y tú simplemente eres...¿nada comparado conmigo? Una puta palabra más sobre Karisa y mañana estarás cuidando los cerdos de la casa de campo de Sochi, ¿me has entendido?

Los dedos de Carlos habían subido hasta el cuello del rubio. Aunque era mayor que él, el piloto era más fuerte, y si, tenía más poder sobre él. El madrileño apretó sus dedos en su cuello haciendo algo de presión, lo cual le dificultó la respiración a Libor. Hasta que este no asintió con su cabeza, Carlos no lo soltó.

- Y ahora, lárgate. No te quiero ver cerca de mi ni de mi mujer.

Carlos se dio la vuelta y entrelazó sus dedos con los de la chica girándola hasta sacarla de allí y llevarla hacia el comedor donde tendría lugar la cena. Los ojos de Karisa estaban anegados en lágrimas.

- No les des el gusto de que te vean llorar –le dijo Carlos pegándola más a su pecho.

- No lloro por ellos. Es por tu culpa –le dijo ella apretando su agarre en su cintura- me has defendido. 

- Siempre lo haré, Karisa. 

- Has dicho que soy tu mujer -Carlos ladeó un poco su cabeza hasta curvar su boca en una pequeña sonrisa dedicada solo a ella. 

- Lo eres. Mía, pero...yo también soy tuyo.

📅 MÁS TARDE

La opulencia de la cena le revolvían a Karisa el estómago. Sobre todo cuando chicas jóvenes la servían, ganándose la mirada lasciva de la mayoría de los comensales. Hubo un tiempo que ella fue una de esas chicas. Que tenía que aguantar como manoseaban su cuerpo y lo besaban y acariciaban sin que pudiera hacer nada. Parpadeó con rapidez pues las lágrimas querían inundar sus ojos y apartó la mirada de esas pobres desgraciadas. La mano de Carlos buscó la suya y entrelazó sus dedos encima de su estómago.

- Ei, estoy aquí. Mírame a mí –le pidió él. La hizo girarse hasta que sus ojos grises impactaron con los suyos y le sonrió intentando tranquilizarla- ¿Dónde te gustaría ir cuando nos vayamos mañana? Aún nos quedan unos días de vacaciones.

- Me da igual –le respondió ella con desgana.

- Así no funciona, Karisa. Tú pides y yo obedezco –el piloto le guiñó uno de sus ojos consiguiendo que ella al fin, sonriera. Durante toda la cena había estado tensa y rehuyendo la mirada. Odiaba estar ahí tanto como él.

- Las montañas. Quiero perderme en las montañas –le pidió ella decidiendo al fin lo que quería.

Carlos le hizo un gesto con su cabeza y se acercó para besar su nuca con mucha delicadeza. Las conversaciones a su alrededor eran insulsas y nada profundas. Él estaba ajeno a todas porque estaba más preocupado por Karisa, pero, se había fijado en lo que ella le había dicho, destacados miembros del gobierno ruso, mantenían tensas conversaciones cerca de Nikolai, algo que le escamó bastante.

Unos minutos después, y acabada la cena, los invitados pasaron a una especie de salón donde se celebraría un pequeño baile. Karisa sabía que en las salas adyacentes, habría otro tipo de fiestas que harían las delicias de los más depravados invitados. Se agarró con fuerza a Carlos deseando que todo esto terminara y largarse de allí de una vez.

- ¿Quieres bailar? –le preguntó él señalando la pista de baile.

- En realidad quiero ir al baño. Me hago pis desde hace rato.

Le confesó ella algo avergonzada. Carlos se río y la agarró de la mano sacándola de la sala. Tampoco pensaba dejarla sola por esos pasillos que vete tú a saber a quien podría encontrarse.

- Un rato más y nos vamos –le prometió Carlos besando sus mejillas. Ella asintió y sonrió dándole un beso en la mejilla. La dejó que entrara al baño mientras él fijaba su vista en la ventana que había al lado.

- Señor Sainz –el piloto se giró al escuchar su nombre en los labios de una mujer. Se sorprendió al ver a Ekaterina, la esposa de Nikolai venir directamente hacia él.

- Señora –la saludó con un asentimiento de cabeza.

- Oh, por favor. No me hables de usted cuando soy más joven que tú –le dijo ella haciéndole un aspaviento con la mano. Se acercó más hacia él, hasta casi invadir su espacio personal, algo que le incomodó- ¿crees que podríamos ir a algún lugar más privado para...hablar?

Carlos la miró bastante confundido por su propuesta. Pero lo que vio en los ojos de la rubia no era lo que esperaba. Pues estaba bastante seria y temblaba ligeramente.

- Lo siento, Ekaterina, pero mi prometida está en el baño y no creo que sea correcto que...

- No quiero follar, Carlos, pero tengo que hablar contigo de algo muy importante. Por favor, sólo te pido unos minutos a solas... - La desesperación con la que le habló, le llamó bastante la atención.

- De verdad que no puedo Ekaterina, si Nikolai se entera...

- Las armas, los lanzacohetes, sé para que los quiere. Y ahí más armamento escondido esperado para ser usado, ¿quieres saber para qué?

El rostro de Carlos demudó hasta ponerse mas serio. Karisa salió del baño y se quedó mirándolos frunciendo el ceño. Conocía a la mujer de Nikolai. En alguna ocasión que se habían cruzado había sido  muy amable con ella.

- Le diré a mis hombres que la cuiden –Ekaterina le hizo un gesto a uno de ellos y este se situó detrás de Karisa ante su desconcierto.

- Karisa, tengo que hablar con ella, sólo serán unos minutos. Sus hombres estarán a tu lado. No vuelvas a la fiesta si no quieres –le dijo Carlos acariciando su mejilla e intentando tranquilizarla.

- Ve a las cocinas –le señaló la mujer de Nikolai con un gesto de cabeza- ahí estarás segura.

Carlos la agarró de la barbilla y la beso dulcemente para calmarla.

- Volveré a por ti. No tardo, te lo prometo.

Karisa asintió y se giró mientras uno de los guardaespaldas le ponía la mano en la espalda para llevarla a la cocina. Sabia por la cara de Ekaterina que algo importante tenía que hablar con Carlos, sino, no lo hubiera buscado. Giraron por un pasillo hasta bajar unas escaleras cuando se dio de bruces con su peor pesadilla, Nadia, su carcelera y la mujer de mirada lasciva que tantas veces intentó abusar de ella.

- Vaya con la muñequita. Me habían dicho que estabas aquí y nada menos que como la mujer del Vor. Desde luego que siempre se te dio bien chuparla, pero, no sabía yo que tus habilidades dieran para tanto.

A Karisa se le revolvió el estómago de verla y escucharla. Intentó que no se le notaran los nervios y el temblor que atenazaba todo su cuerpo. Alzó su barbilla intentando aparentar una calma que no tenía y siguió bajando esos malditos escalones.

- Tú lo has dicho –le recordó alzando su voz lo suficiente para que ella pudiera escucharla bien- ahora soy la mujer del Vor, así que apártate de mi camino o sufrirás las consecuencias de molestarme. Ya sabes como se las gasta él cuando tocan algo que es suyo.

La mujer abrió la boca por la sorpresa y se echó hacia atrás viendo la determinación de Karisa, esta, pasó a su lado casi sin mirarla retorciendo sus manos para que no notara lo nerviosa que estaba. Cuando llegó al final, respiró aliviada y deseosa de llegar a las cocinas. Rezaba porque Carlos terminara pronto de lo que fuera que hablara con Ekaterina y poder irse de allí.

Pero, sus intentos de esconderse fueron en vanos, pues su peor pesadilla, se situó frente a ella mirándola de la peor manera posible. 

- A mi no me vas a acojonar, muñequita.

Carlos acompañó a Ekaterina al invernadero que había justo detrás de la mansión. A estas horas el alcohol estaba causando estragos en los invitados y la mayoría se estaban entregando a otros placeres más mundanos.

- Siento meterte prisa, pero, no quiero dejar mucho tiempo a Karisa sola. Odia estar aquí –le confesó Carlos sin tapujo alguno.

- La entiendo. Si por mi fuera, también me iría. Y eso es lo que venía a decirte. Tienes que huir de Nusa. Y no volver más a pisar Rusia, Carlos. Aunque Nikolai te llame, aunque ésta noche te pida que te quedes, vete –le rogó ella con el rostro desencajado.

- ¿Qué es lo que pasa Ekaterina?

- Lo de esta noche no es simplemente un cumpleaños más. Miembros del gobierno y algunas personas de las altas esferas rusas han venido aquí a celebrar algo más que los años de mi marido... -ella retorció sus manos y un ligero suspiro nervioso salió de su boca a la vez que las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos.

- ¿Qué coño está pasando? -le preguntó él cada vez más intrigado. 

- Hoy, a medianoche, los tanques rusos invadirán la frontera con Ucrania atacando esa zona del país. Miles de soldados se encuentran escondidos en lugares estratégicos esperando la señal de Putin para comenzar una guerra contra el país que me vio nacer...y todos los que están ahí dentro han apoyado esta guerra de alguna u otra manera.

Carlos se llevó las manos a la cabeza y empezó a maldecir en español . Ahora empezaba a entender todo. Los putos lanzacohetes. La compra indiscriminada de armas de las que él había sido testigo. Y como Nikolai celebraba cada victoria suya de una manera exagerada.

- Cerrarán las fronteras a medianoche. Nadie podrá salir de Rusia ni entrar. Así que, será mejor que tú y tu prometida salgáis de aquí. Sin mirar atrás y sin despediros de nadie –le recomendó con las lágrimas saltadas.

- ¿Porqué me dices esto Ekaterina? ¿Porqué me ayudas? –le preguntó algo desconcertado.

- Lo hago por ella. Aún recuerdo su cara de pánico una noche que la dejaron sola, lloviendo y cayendo los rayos a su alrededor en uno de los patios. No pude ayudarla, y juré que si algún día surgía esa oportunidad, lo haría. Y tú, a pesar de ser quien eres, no naciste aquí, así que todavía puedes purgar tus pecados, Carlos Sainz.

El madrileño chasqueó su lengua para, a continuación no perderse cada una de las palabras de Ekaterina. Ella le indicó como salir de la mansión y llegar a la frontera más rápida.

- Ven conmigo, Ekaterina –le pidió él sujetando sus manos.

- Ojalá pudiera, Carlos. Pero, a pesar de todo, mi familia y yo estamos más seguros a este lado. Nikolai me permitió traer a mis padres antes de que toda la ofensiva tengo lugar. Con eso tengo bastante. No te preocupes por mi, tú solo cuida a la Dama de Santa Catalina.

Carlos se quedó un poco desconcertado ante sus últimas palabras, pero decidió no preguntar más y buscar rápidamente a Karisa y poder irse de allí antes de que fuera demasiado tarde. Se despidió de Ekaterina con mucho cariño y salió del invernadero como alma que lleva el diablo. Atravesó pasillos y escaleras hasta buscar las cocinas. Se extrañó al ver a los dos guardaespaldas de la ucraniana en uno de los pasillos de forma relajada.

- ¿Dónde está, Karisa? –les gritó Carlos sintiendo que el corazón le iba a estallar en el pecho pues se temía lo peor.

- Se fue a charlar con un amigo, o por lo menos, eso es lo que él nos dijo –le contestó uno de ellos.

- ¿Dónde coño está mi mujer?

Le señalaron una de las habitaciones al fondo del pasillo y hasta allí se dirigió sintiendo que le faltaba el aire. Se llevó la mano a la parte de atrás del pantalón y tocó su pistola. La agarró y la escondió en su cadera. Abrió la puerta que le habían dicho, y al hacerlo, sintió que el alma se le caía al suelo.

Libor, estaba de pie sosteniendo el pelo de Karisa en una coleta mientras ella estaba arrodillada delante de él. Vio sus lágrimas surcar sus mejillas y algo en su interior bramó por venganza. El miembro del jefe de una de las Kasa, aún estaba en su mano listo para entrar en la boca de la chica.

- ¡Carlos! ¡Te estaba esperando! Karisa y yo estábamos recordando viejos tiempos...

Fueron las últimas palabras que pronunció. Carlos alzó su pistola y de un tiro certero, atravesó la cabeza de Libor mientras sus manos dejaban de sujetar a Karisa.

La castaña gritó y se puso en pue para arrojarse a los brazos de Carlos temblando considerablemente. Él la abrazó y besó intentando calmarla pero ella sollozaba presa de un terrible ataque de nervios.

- Ya está chiquita, ya está. Nos largamos de una puta vez de aquí

Carlos la agarró de la mano y tiró de ella sacándola de esa habitación donde a punto había estado de ser abusada una vez más, por Libor. Caminaron por el pasillo con prisa sin mirar atrás. Por suerte, el ruido de la fiesta y el volumen de la música amortiguó su huída.

Llegaron al parking de la mansión y el madrileño cogió una de las llaves que estaban en un armario de la esquina. Pulsó el mando y al momento un Mercedes Clase A se desbloqueó.

- ¡Ay que joderse! Un puto Mercedes –bramó él fastidiado.

Karisa siguió su ritmo acelerado y se montó en el coche con él. El corazón le seguía latiendo tan rápido que creía que se le saldría del pecho en cualquier momento.

- ¿Te ha hecho algo? ¿estás bien? –le preguntó él sin apartar la vista de la carretera.

- Si, no llegó a hacerme nada. Me lo encontré en el pasillo y me obligó a ir con él. Los putos guardias pasaron de mi. Dios...estaba tan muerta de miedo...

- Ya estoy yo aquí...ya te dije que jamás volvería a tocarte nadie en su puta vida...

Durante unos segundos, ninguno de los dos dijo nada. Karisa veía como Carlos salía de la mansión sin dejar de pisar el acelerador, algo que la asustó un poco.

- ¿Porqué corremos tanto, Carlos?

*** Los siguientes capítulos van a ser algo frenéticos y por fin sabréis el pasado de Karisa, y os juro que es algo que no esperáis. Feliz Domingo a todo el mundo ***

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