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𝟛𝟠. 𝕄𝕚 ú𝕟𝕚𝕔𝕒 𝕪 𝕧𝕖𝕣𝕕𝕒𝕕𝕖𝕣𝕒 𝕗𝕒𝕞𝕚𝕝𝕚𝕒

📅 VIERNES 24 DE JUNIO DE 2022

📅 DIEZ DÍAS DESPUÉS

📍 MARANELLO

- Te lo pido por favor, no me hagas reír más, Charles. Aún me duelen las costillas.

Karisa se sujetaba el costado sintiendo aún punzadas en esa parte de su cuerpo. El monegasco levantó su mano en rendición y dejó de hacerla reír con sus anécdotas del Gran Premio de Canadá, el cual ganó Max completando el pódium Carlos y él.

Al final Karisa se quedó hospitalizada en el Princesa Grace hasta que Carlos volvió de Canadá. Querían seguir teniéndola en observación hasta que la inflamación en su cabeza disminuyera. Durante su estancia en el hospital, tanto Pascale, que alternaba las visitas con Arthur, como Karolo no se apartaron de ella cuidándola como si fuera su propia hija. Algo que agradeció porque no se sentía con fuerzas para valerse por si misma.

- ¿Aún no os habláis? –le preguntó Karisa a su amigo. El gesto de su cara cambió volviéndose algo más endurecido lo que confirmó que la respuesta sería negativa por parte de Charles. 

- No, y ni ganas Karisa –le respondió Charles chasqueando su lengua en desagrado. Porque a pesar de estar en la casa de Carlos, él había venido a ver a la chica y no quería cruzarse con su compañero de equipo.

- Pero...en algún momento tendréis que hablar -le sugirió ella bajando un poco el tono de voz. 

- Él ya me dijo lo que me tenía que decir. Parece que se te olvida que Arthur y tú casi no lo contáis. De hecho, esa noche murió alguien, ¿o es que no lo recuerdas?

- Si, si que me acuerdo Charles. Y doy gracias por estar viva. Pero, ¿sabes qué? Que Carlos no era el que iba en el coche que nos arrolló. Ni es la persona que nos sacó de la carretera. En vez de estar enfadada con tu amigo, deberías estarlo con el tal Russell. Porque mientras vosotros dos no os habláis, él sigue compitiendo como si tal cosa.

Carlos le había contado que en cualquier momento se vengaría de George. Se estaba tomando su tiempo porque su plan era metódico y muy calculado. Era una promesa que ésta vez iba a cumplir con gusto. Ni la propia Karisa intentó convencerlo de ello, pues el haber estado al borde de la muerte, podía más que decidir si algo estaba bien o mal. Sabía que Carlos no mataría  a George, pero, seguramente, cuando acabara con él, el británico desearía estar muerto. 

Charles apretó sus labios resoplando a continuación. Tenía que admitir que las palabras de la chica llevaban parte de razón. Se puso en pie porque no quería seguir con la conversación pues no quería tener que pelearse con Karisa, y menos en su estado. 

- No te olvides que él y su jefe provocaron esto. Los negocios de tu novio son los que casi matan a mi hermano. Y eso es algo que yo no olvido Karisa -volvió a recordarle Charles con evidentes signos de disgusto en su rostro. 

El monegasco se acercó a ella y besó sus mejillas con mucha dulzura. Se despidió de su amiga para salir posteriormente del comedor, justo en el momento en el que Carlos entraba por la puerta. Ambos se miraron, pero ninguno quiso abrir la boca para hablar.

- ¿Me dejas pasar? –le preguntó Charles a Carlos casi sin mirarlo. Al madrileño le dolía en el alma el rechazo de su compañero, aquel que consideraba parte de su vida y que ahora lo ignoraba de forma tan fría. 

- Claro, disculpa.

El madrileño se hizo a un lado y dejó que él saliera de su casa. Cerró la puerta resoplando pues odiaba estar así con Charles. Echaba de menos a su mejor amigo. Y mucho se temía que nada de lo que pudiera a hacer iba a devolverle su amistad.

Entró en el comedor y le sonrió a Karisa, la cual estaba recostada en el sofá. Seguía en reposo pero cada vez se movía algo más. Quería acompañar a Carlos al Gran Premio de Silverstone, el cual sería la semana que viene.

- ¿Cómo estás? –le preguntó él dejando un beso en su frente.

- Bien. Hoy no me ha hecho falta tomarme la pastilla de media mañana. Y bueno, Charles me ha hecho reír.

- Mira, por lo menos le habla a uno de los dos –Carlos esbozó una sonrisa y le apartó el pelo de la cara- ¿Qué hay de comer?

- Deberías hablar con él –le sugirió Karisa al igual que había hecho con Charles. 

- Ya le hablo. Somos compañeros de equipo.

- Sabes a lo que me refiero, Carlos -le dijo ella en un tono algo condescendiente. 

- Le conté todo, Karisa. Aún sabiendo que esto pasaría, fui sincero con él. No lo culpo, ¿sabes? Tiene que ser duro tener un amigo que es un puto delincuente,

Karisa dejó escapar un pequeño suspiró. Cogió una de las manos del chico y se la acarició muy despacio.

- Todo, todo, no se lo has contado, Carlos. Y si me lo contaste a mi, tal vez ya va siendo hora de que él también lo sepa. 

Carlos se llevó las manos a la cabeza revolviéndose el pelo. Acerco su frente hasta chocarla con la de Karisa sintiendo la respiración de ella en sus mejillas.

- Deberías estudiar para Psicóloga. Yo te pago la carrera. Eres un puto grano en el culo, Karisa.

Un nuevo beso fue dejado en la frente de la chica, al tiempo que una pequeña carcajada salía de su boca. Cuando él se apartó de su lado, se incorporó para levantarse del sofá.

- ¿Dónde crees que vas? –le preguntó Carlos viendo sus esfuerzos para mantenerse en pie.

- A ducharme. La señora de servicio ha dejado la comida hecha antes de irse y solo hay que calentarla.

Carlos puso sus manos detrás de sus rodillas y de un rápido movimiento la levanto del suelo mientras ella protestaba.

- ¡Carlos! ¡bájame!

- No quiero que hagas ningún esfuerzo -le dijo él mientras caminaba con ella para llevarla al dormitorio. 

- ¿También vas a ducharme?

Las palabras que salieron de su boca encendieron a Carlos. Ella se agarró a su cuello mordiendo sus labios de forma seductora.

- Chiquita, ya ni recuerdo la última vez que follamos. No me provoques porque te tengo muchas ganas.

Karisa si quería provocarlo. Quería volver a sentirlo dentro de ella y dejarse envolver por sus besos y sus caricias. Llevó su boca hasta su cuello y la punta de su lengua trazó un camino hasta subir a su mandíbula. Un gemido salió de la garganta de Carlos a medida que su boca marcaba la piel desnuda de su nuca. Su cuerpo sufrió una descarga eléctrica cada vez que Karisa lo acariciaba con su lengua. Abrió la puerta del dormitorio de una patada y la llevó hacia la cama consumido ya por el deseo.

- Dime como coño quieres que te ponga para no hacerte daño –le dijo Carlos dejándola en el suelo.

- Yo iba a ducharme, no sé de que me hablas –le contestó Karisa con una burlona sonrisa.

Carlos la agarró del brazo antes de que se diera la vuelta y la llevó hacia su pecho. Bajó su cabeza y devoró su boca sin ningún tipo de cuidado. Mordió su labio superior arrancando un buen gemido de la garganta de Karisa. Sus labios se recreaban en su boca tomando todo de ella. Cada centímetro de estos fue besado y después lamido por su lengua consiguiendo encenderla aún más.

Carlos se sentó en la cama y la agarró de la mano para que se colocara entre sus piernas. Puso sus manos en la cinturilla de sus pantalones y se los fue bajando lentamente, llevándose sus bragas de camino, hasta dejarla desnuda.

- Te voy a follar con mi boca. Luego si quieres, vas y te duchas, pero sino, te tumbas en la cama que te voy a follar otra vez.

Las rudas palabras del piloto la encendieron aún más. Iba a contestarle cuando sintió sus dedos en ese punto de placer repasándolo muy lentamente. Karisa se agarró a sus hombros temiendo caerse, pues su piernas ahora mismo le temblaban por el deseo. Vio como Carlos se mojaba los labios y acercaba su boca a su clítoris, sustituyendo sus dedos por su lengua. En cuanto lo hizo, los gemidos de su garganta salieron descontrolados y aumentando de volumen. Sus dedos recorrieron toda su sexo, rozando, pellizcando y acompañando cada lamida con la presión de sus dedos.

- ¡Oh, Carlos! ¡Joder!

Sus caderas se movieron por instinto buscando cada vez más su lengua. Carlos tenía razón. Llevaban muchos días sin estar juntos, y sentía que ya no podía aguantar más. Él la agarro del culo apretando fuerte para que no se moviera. A Carlos le encantaba sentir su sabor en su boca y en su lengua. Sus jugos mojando sus labios los cuales engullía para volver a atacar de nuevo su clítoris y mojarse aún más. Recorrió todo su sexo deleitándose en cada parte de el. Probando y besando cada centímetro para después ser su lengua quien volviera a acariciarlo.

- Carlos.

Ese fue el detonante para que él aumentara el ritmo y las lamidas de su lengua fueran acompañadas por dos de sus dedos entrando dentro de ella. Los movía al compás de su lengua, la cual decidió succionar su clítoris. Karisa se corrió con un fuerte grito que retumbó en las paredes de la habitación. Se abandonó a esa infernal boca que obraba maravillas en su sexo y que la habían llevado al borde de la locura. Aún seguía Carlos chupando su sexo a pesar de haberse corrido. Él se deleitó en sus jugos como si el más dulce de los néctar entrara en su boca. Alzó su mirada y le guiñó un ojo satisfecho de lo que había conseguido.

- A la cama, ahora –le exigió él mirándola con tanto deseo que Karisa no pudo negarse.

Mientras se tumbaba en la cama, Carlos aprovechó y se quitó la ropa que llevaba puesta. Ver su musculoso cuerpo desnudo siempre era una atracción para ella. Tragó saliva aún más excitada. Lo deseaba. Y mucho. Pero sabía que con él era algo más. Las ganas de perderse entres sus brazos. De sentirse suya y de que cada centímetro de su piel le perteneciera.

Carlos se puso entre sus piernas. Se inclinó un poco, con cuidado de no rozar la parte dañada de sus costillas. Puso sus manos a ambos lados de su cabeza y la besó esta vez muy lentamente. Haciendo que ella probara su propio sabor en su boca. Sus besos fueron subiendo de intensidad a medida que su deseo aumentaba.

- ¿Tienes muchas ganas, verdad Karisa? –le preguntó él con una traviesa sonrisa en su boca, pues además, se había cogido el pene y se lo estaba pasando por su vagina. De arriba a abajo.

- Por favor –le suplicó ella alzando un poco más sus piernas.

- Por favor, ¿qué? Pídemelo, Karisa –le exigió él con esa oscura mirada que sólo ponía cuando estaba con ella. Su miembro seguía subiendo y bajando por su sexo sin entrar aún en ella resultando ser una verdadera tortura.

- Fóllame, por favor.

Tres palabras. Sólo tres y él la embistió de una sola estocada mientras le buscaba la boca engullendo su grito de placer. Karisa se perdió en esa boca de pecado y alzó aún más sus caderas saliendo a recibir los embistes de Carlos. Cada vez que entraba en ella desataba un paraíso en su interior, pero cuando salía era un infierno de lo que lo echaba de menos.

- Quiero más –le pidió ella con gemidos entrecortados y su boca posándose en su cuello.

Carlos curvó su boca en una sonrisa satisfecha y empezó a aumentar el ritmo de sus embestidas. Sus manos se agarraron a su culo clavándole los dedos en su piel desnuda. Su ritmo era acelerado, casi salvaje, sólo podía pensar en que cuando salía de ella, quería hundirse de nuevo hasta casi el fondo. Karisa usaba su lengua para marcarle la piel. Recorriendo la parte expuesta de su cuello y buscando sus labios para perderse en ellos, y besarlo de una forma tan ardiente, que el miembro de Carlos se puso aún más duro.

- No puedo más –le anunció ella. Sus sonrojadas mejillas y sus ojos brillantes por el deseo así se lo confirmaban a él. Iba a correrse otra vez. 

Carlos siguió con su salvaje ritmo admitiendo que él tampoco podía aguantar más. Tantos días sin estar dentro de Karisa y ahora lo que más deseaba era derramarse en ella. Las piernas de la castaña se abrieron más, permitiéndole a él, enterrarse más profundo. Ella sintió el comienzo de su orgasmo pues todo su cuerpo convulsiono con miles de pequeños espasmos. Hundió su cara en su cuello y dejó que el orgasmo la poseyera por completo.

Carlos sintió esa corriente eléctrica y se dejó llevar. Se derramó en ella llenándola con su esencia. El choque de sus caderas algo más pausado anunciaba el final de su orgasmo, el cual, lo dejó exhausto. Su mirada se clavó en la de Karisa. Sus mejilla sonrosadas. Sus labios hinchados y su preciosa cara satisfecha le hicieron sonreír.

Porque ella era la única persona sobre la faz de la tierra que merecía cada una de sus sonrisas.

📅 MÁS TARDE

Él no era de ponerse nervioso. Hacía mucho tiempo que no lo hacía, por eso esta sensación lo estaba matando. Se tiró del cuello del polo de su camiseta y escuchó pasos detrás de la puerta. Ésta se abrió segundos después apareciendo un malhumorado Charles.

- Karisa me ha dicho que vendrías a hablar conmigo y que si no lo hacía, se encargaría ella misma de venir a darme una paliza... -le confesó el monegasco- seguro que está en la ventana mirando.

- Lo está –le admitió Carlos girándose para mirar en dirección a su casa, y si, para ver como la castaña estaba en una de las ventanas del salón mirándolos a ambos con los brazos cruzados y su ceño fruncido.

- No quiero sufrir su furia ni que por mi culpa le duelan las costillas. Yo por lo menos si pienso en las personas que quiero, no como tú, cabrón de mierda.

Carlos se tuvo que tragar los insultos de Charles a regañadientes. Quería hablar con él con tranquilidad pero el monegasco no le estaba poniendo las cosas muy fáciles. Se quedó en el umbral de la puerta mirando como su amigo lo observaba con hastío.

- Eres la única y verdadera familia que tengo Charles. Así que ya va siendo hora de que conozcas toda mi historia. No lo hago para darte pena pero si para que entiendas por el infierno que estoy pasando. Mi vida es una mierda. Y sólo tú y tu familia sois los que hacéis que todo valga la pena –le confesó con la voz entrecortada un emocionado Carlos

- ¿Y Karisa?

- Ella es la que ha venido a salvarme.

A Charles se le revolvió el estómago después de que Carlos acabara su relato. Se tuvo que sujetar al borde de la encimera de la cocina, pues sintió náuseas en la boca. Alzó su rostro para fijar su mirada en su amigo y si, ahora lo vio de otra manera. Más vulnerable. Presa de sus errores y de todo lo que tuvo que sacrificar para salvar a un padre que no se lo merecía.

Carlos esperaba paciente y si, algo nervioso a la reacción de su amigo después de haberle contado su historia completa. A Charles si le había dicho que trabajaba para la Bratvá, pero nunca el motivo. Tampoco quería implicarlo más de lo que estaba. Pero ahora, después de contárselo a Karisa, el que el monegasco lo supiera todo le dejaba aún más aliviado.

- Siempre pensé que lo hacías por alguien, lo de ésta doble y extraña vida –le dijo Charles cuando fue capaz de pronunciar palabra, pues su relato le estaba afectando más de lo que pensaba- y desde luego que tu padre no ha aprendido Carlos.

- Cualquier día lo matarán, y yo no podré hacer nada para impedirlo -le confesó encogiendo sus hombros. 

- Bastante has hecho ya, Carlos.

Charles se paseó por la habitación llevándose las manos a la cabeza. Dio un par de vueltas y su mirada volvió a su amigo. Tan fuerte que parecía. Y ahora estaba frente a él, mostrándose vulnerable y siendo ese joven piloto que quería comerse el mundo. Podría decirle miles de cosas. Reproches. Que su amistad se rompiera para siempre y que Carlos olvidara que alguna vez él existió. Pero, eso era lo último que él haría en la vida. Se acercó al madrileño, y sin que él se lo esperara, se fundió en un sincero abrazo que conmovió al castaño hasta el punto de sentir sus lágrimas en sus ojos.

- Eres un puto loco, Carlos –le dijo Charles cuando se separaron- pero eres mi loco.

Ese abrazo fue otra más de esas razones que el piloto madrileño coleccionaba para, que en algún momento, mandar a la mierda una parte de su vida. Y desde luego, dejar de ser piloto, no era una opción.

- Dime una cosa Carlos –le pidió Charles cogiendo sus manos entre las suyas- ¿porqué no lo dejas? Está claro que todo esto no te pega. No puedes ser un ángel y un diablo a la vez.

- Bueno, llevo 7 años haciéndolo, Charles. Y te juro que a veces no veo la diferencia –le confesó curvando su boca en una sonrisa torcida.

- La diferencia estará en el día que tenga que ir a tu funeral, Carlos. Y por dios, que ojalá que ese puto día no llegue nunca.

Sus palabras se clavaron en el pecho de Carlos como si de puñales se trataran. Porque Charles tenía razón. Y porque era una respuesta que ni a si mismo podría darse.

- Esperemos que ese día no llegue –le contestó Carlos sonriéndole levemente. Su teléfono sonó en ese momento en su bolsillo. Al cogerlo, vio que era Karisa y le contestó rápidamente- dime.

- No estoy escuchando voces ni nada –le dijo ella- ¿has matado a Charles?

- No, no lo he hecho –le contestó riéndose. Ella si que sabía sacarle una sonrisa en el momento perfecto.

- Pues mueve el culo que tengo hambre y quiero que me hagas tortitas.

Carlos no dejó de sonreír hasta que le colgó el teléfono a Karisa. Se estaba convirtiendo en una mandona con él, y lejos de enfadarse con ella cada vez que lo hacía, era algo que le encantaba.

- ¿Aún no te has enamorado de ella? –le preguntó Charles al ver la cara de tonto que ponía cuando hablaba con Karisa.

- Charles, no me jodas. Después de lo que te he contado, ¿crees que estoy para enamorarme de alguien?

- De alguien no, de ella. Y precisamente por eso deberías dejarte llevar por una vez por lo que sientes y no por lo que debes. Es una gran chica, que se nota que no lo ha pasado muy bien en la vida. Pero, te tiene a ti. Y si no te enamoras de ella y le entregas tu corazón, es que eres más gilipollas de lo que pensaba.

- Vaya, gracias Charles, si no fuera por ti y tus consejos no sé que haría en la vida –le respondió él con ironía.

Ambos se rieron mirándose el uno al otro. Acabaron fundiéndose en un nuevo abrazo, esta vez mucho más calmado.

- A mi nunca me vas a perder Carlos. Una vez te ofrecí mi casa y mi vida, y estoy orgulloso de que sigas queriendo estar en ella.

- Gracias. Significa tanto para mí que me admitas de nuevo en tu vida -le dijo Carlos visiblemente emocionado. 

- Nunca te fuiste idiota -le replicó Charles, para, segundos después, cambiar su rostro por una expresión algo más seria-  y ahora, ¿dime que cojones vamos a hacer para que Russell pague por lo que le ha hecho a nuestra familia?

- ¿Vamos? Charles, no creo... -a Carlos no le dio tiempo a terminar la frase cuando Charles alzó su mano haciendo que se callara al instante.

- Si, si que crees. Ese cabrón no se va a salir con la suya. No sabe donde se ha metido. Tú serás un mafioso. Un Vor. Pero yo, soy descendiente de la resistencia francesa, por parte de madre, y no te puedes imaginar la de cositas que me ha enseñado mi mami. 

*** Ayer hablaba con una amiga que ésta historia es la que más me ha gustado escribir y con la que más he disfrutado haciéndolo. De hecho, ya la tenía escrita antes de publicarla (últimamente me está pasando mucho esto). He querido hacer un personaje diferente, original, con una evolución que al final hiciera que vosotros, lectores, os enamorarais un poquito de él (si, es Carlos). Espero que os esté gustando tanto como a mi.

Y por cierto. Me faltan menos de 40 seguidores para llegar a los 3K aquí en wattpad. Si, es una locura, como todo lo que me pasa últimamente. Así que, te invito a seguirme (si te apetece) y pasar a formar parte de este perfil de locura. Te aseguro, que no te arrepentirás, porque aburrirte, no te voy a aburrir.

Muchos besos y abrazos para todos ***

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