𝟚𝟛. 𝔼𝕤𝕖 𝕞𝕠𝕞𝕖𝕟𝕥𝕠
📅 SÁBADO 9 DE ABRIL DE 2022
📅UNAS SEMANAS DESPUÉS
📍 CIRCUITO DE MELBOURNE, AUSTRALIA
La Q2 se le había dado bastante bien a Carlos. Estaba entre los cinco pilotos con mejor tiempo. En unas horas sería la Q3 y esperaba hacer pole. Bebió un trago de su botella de agua y fijó la vista en Karisa. Reía con el pequeño hijo de uno de sus mecánicos en brazos. La chica se había ganado la confianza y el cariño de todo el equipo de Ferrari. Su dulzura, simpatía y su sonrisa habían hecho el resto.
Un pequeño escalofrío recorrió su cuerpo al verla con ese bebé en los brazos. ¿Estaría así de feliz si fuera su propio hijo el que reclamara sus caricias? Hijos. Con ella. Joder, estaba pensando más allá y el problema es que para nada le disgustaba la idea. Aunque, ¿qué futuro tendría un hijo suyo siendo quien era?
- Tenemos un problema jefe –la voz de Karolo acercándose disimuladamente le hizo desviar su vista de Karisa.
- Espérame fuera –le dijo recibiendo un asentimiento de cabeza por parte de su guardaespaldas y amigo.
Se acercó a Karisa, la cual aún seguía entretenida con el bebé. Intentó que ella no notara su seriedad y le sonrió. Uno de sus brazos se posó en su cintura y dejó un pequeño beso en su mejilla.
- ¿Estarás bien si te dejo con Charles y los chicos? –le preguntó él en apenas un susurro.
- Si, claro, ¿pasa algo?
- Nada que deba preocuparte –sus labios se rozaron apenas unos segundos para después dejarla de nuevo sola.
Carlos pasó cerca de Charles y le hizo un gesto con su cabeza a su amigo, que él entendió perfectamente. Se encargaría de cuidar a Karisa. El piloto madrileño caminó despacio sin llamar la atención hasta alejarse de la zona del box y del paddock. Karolo lo esperaba cerca de los Home Trailer teléfono en mano, el cual colgó en cuanto su jefe llegó.
- Por tu cara, debe ser una puta mierda –le dijo Carlos confirmando sus sospechas.
- Lo es. Es tu padre.
Al momento la cara de Carlos adquirió el mismo gesto que el de Karolo. Su puto padre. Que no salía de una y se metía en otra. Que no aprendía. Se tuvo que sacrificar por él y al parecer no había servido de nada. Bueno, si, para convertirlo en lo que era ahora, un oscuro demonio cuyo nombre atormentaba a sus enemigos.
- ¿Qué ha hecho ahora? –preguntó con la mayor de las incertidumbres.
- Al parecer hizo caso omiso de lo que le dijiste, y se ha asociado con Cannavaro.
- ¡Me cago en la puta! –gritó Carlos más cabreado si cabe. Le había advertido a su padre que dejara sus negocios o llegaría un momento que no podría salvarle.
- Están vendiendo droga a espaldas de la Bratvá.
- Le di a Cannavaro en exclusiva la zona norte de Europa, ¿Qué coño están haciendo?
- No te va a gustar –le dijo Karolo sintiendo como su jefe se enfadaba cada vez más y con muchas razones.
- Sorpréndeme.
- Sabes que tu padre es socio de honor del Real Madrid... ha creado toda una red de venta cada vez que hay un partido, no sólo con los merengues, sino con algún club más de la liga.
- ¡Mierda! ¡Joder! ¡Joder!
Carlos acabó dándole una patada a uno de los bidones de agua que había repartidos por el parking de los tráiler. Se llevó sus manos a la cara, furioso y cabreado. Su padre era un inútil que amaba tanto el dinero que no podía parar.
- Podría salpicarte a ti si se enteran que el padre de Carlos Sainz es un traficante –le advirtió Karolo siendo consciente de su situación.
El madrileño ardía de rabia. Se lo había advertido más de una vez, pero, al parecer, la sed de poder y de codicia de su padre era aún más fuertes. Si Nikolai se enteraba, ésta vez no podría hacer nada. Nada lo salvaría. Y Carlos no tenía nada más que ofrecer. Agitó su cabeza y buscó un lugar apartado donde poder hablar. Sacó su teléfono móvil y buscó ese contacto que tanto odiaba. Pulsó el número y esperó. A los pocos segundos, su padre contestó.
- ¡Por fin te dignas a llamar! Se ve que se te ha subido el ir primero en la clasificación –ironizó su progenitor al otro lado de la línea.
- Corta el rollo. Lo sé todo –Carlos esperó. Fueron segundos en los que escuchaba a su padre resoplar y en los que todos los posibles escenarios de como él actuaría pasaron por su mente.
- ¿Y? –le contestó con prepotencia y con una chulería que al piloto le revolvía las tripas.
- Si la Bratvá se entera...
- ¡Me importa una polla la Bratvá! Ya estoy cansado de tener que hacer lo que ellos quieren. ¡Se acabó!
- ¡Casi mueres por tus decisiones! ¿o es que no lo recuerdas? Porque yo desde luego que no lo olvido –el tono de Carlos era de reproche mezclado con toda la rabia que llevaba aguantando después de siete años. Los años en los que su vida cambió por culpa del gran Carlos Sainz.
- Y tampoco te ha ido tan mal. Eres el gran Vor de la mafia. Todos se arrodillan cuando tú pasas.
El tono irónico de su voz no le gustó nada a Carlos. Tenía que hacerle comprender que estaba en peligro y que de seguir haciendo lo que hacía, ni él podría salvarlo.
- Te la estás jugando, padre –le advirtió una vez más.
- Es mi juego. No te necesito. Soy lo que soy gracias a mi, no a ti. Algo que tú no puedes decir.
- ¡Serás hijo de puta! Me sacrifiqué por ti. Casi te matan –Carlos sintió que le aguaban los ojos. Que tanto por lo que había luchado y en lo que tuvo que convertirse, no había servido para nada- te lo pido por favor, padre. Recapacita y deja lo que estás haciendo, o esta vez, ni yo podré terciar por ti.
- Nadie te lo está pidiendo.
Su padre le colgó el teléfono sin ni siquiera despedirse. Su boca se llenó de un extraño amargor y sintió temblar todo su cuerpo. No supo cuantas veces maldijo el nombre de su padre, pero, si, lo hizo. Guardó su teléfono sintiendo que ya no podría librar ésta batalla y que sería cuestión de tiempo que su padre cayera de nuevo. Y ésta vez, no estaría la mano de su hijo para levantarlo.
📅 MÁS TARDE
La Q3 fue un desastre para Carlos. No tenía la cabeza en la clasificación. Las duras palabras de su padre se repetían una y otra vez. Terminó el último. Con lo cual, mañana saldría décimo, siendo Charles el que había conseguido la pole. Cuando salió del coche recibió el rapapolvos de su nuevo jefe de equipo, merecido todo lo que le dijo. Dejó el casco con muy malos modos tirado por ahí y salió del box en dirección al Home Trailer de Ferrari sin querer hablar con nadie.
Una de las paredes recibió un puñetazo de su parte, y gracias a que eran de panel, pues podría haberse lesionado su mano y mañana podría perderse hasta la carrera. Bajó los escalones con rapidez y enfiló el camino hacia su habitación esquivando a todo el que podía y dando patadas a cuanta papelera se cruzara durante su paso.
- ¡Carlos! ¡Carlos! ¡Espera! –ni la voz agitada de Karisa logró que aminorara su caminar. Al contrario, tenía que alejarse de ella lo antes posible.
- ¡Ahora no, Karisa! –le gritó nada más abrir la puerta de su tráiler. Entró dentro y gritó un buen improperio buscando algo que romper.
- ¿Qué te pasa?
Karisa hizo caso omiso a sus palabras y lo siguió entrando ella también en esa habitación. Había seguido cada movimiento de Carlos desde que se bajara del coche y sabía que, aparte de estar así por la carrera, era por algo más.
- Te he dicho que me dejes Karisa, quiero estar solo.
- No.
Carlos se volteó nada más recibir la negativa que salió de sus labios. Karisa estaba de pie delante de él más bella si cabe. Su melena castaña caía sobre sus hombros y la determinación en su rostro no hizo sino desearla aún más. Y por eso tenía que salir de ahí.
- Karisa, soy una puta bomba a punto de estallar, y créeme, no te conviene estar cerca de mi.
La pequeña castaña se acercó lentamente y con mucho cuidado hacia él. Sentía su agitada respiración y como todo su cuerpo temblaba nervioso. Debería estar asustada de verlo en ese estado, pero, hace tiempo que dejó de tenerle miedo para sentir otra cosa.
- ¿Porqué? ¿Qué me vas a hacer? ¿es que me vas a hacerme daño? –le dijo provocándolo. El español apretó su mandíbula y pasó su lengua por su labio superior.
- Jamás te lo haría, pero estoy tan frustrado, que de lo que tengo ganas ahora, no es algo que tú puedas darme.
A Karisa le dolió un poco ese rechazo, pero, lejos de darse la vuelta para dejarlo, fue más decidida. Enderezó su espalda consiguiendo que sus pechos lo hicieran también. El escote de su top era algo pronunciado, algo que no le pasó desapercibido a Carlos.
- ¿Qué es lo que quieres Carlos? –Karisa puso una de sus manos en su cintura y se acercó a él hasta casi tener sus labios cerca de su cuello. El piloto aún estaba algo sudado de la carrera, pero a ella no le importó, lo deseaba. Ahora.
- Karisa, te estoy dando la posibilidad de que huyas, chiquita.
Pero ella no quería huir, ella lo quería todo. Su lengua se posó en su cuello y lamió la piel desnuda que la camiseta de cuello vuelto no tapaba. Se agarró a su cintura y trazó un camino hasta su mandíbula. Subió y atrapó los labios de Carlos con sus dientes tirando de uno de ellos. Un gemido de placer salió de la garganta del castaño admitiendo que ya estaba perdido.
- No voy a huir.-le dijo ella estrellando su boca con la de él esperando que le correspondiera a ese beso- este es ese momento, Carlos.
Ella no tuvo que decir nada más. La besó con fiereza, como si se le fuera la vida en ello. Su lengua buscó la suya y la tomó con ansías, mordiendo sus labios con deseo salvaje. Carlos la agarró de las caderas y la alzó sin dejar de besarla. La giró y se fue hacia la cama sentándose con ella en sus brazos.
- ¿Estás segura Karisa? –le preguntó intentando que ella se arrepintiera y parar con esta locura.
- ¿Lo estás tú?
La forma como lo miraba. La intensidad de esos ojos grisáceos sobre los suyos y como se entregaba con cada beso, fue lo que le convenció de que ella quería eso tanto como él. La besó esta vez más lento, saboreando su boca con cada movimiento. Él estaba cabreado, y mucho, pero, ella iba a perder su virginidad y por nada del mundo quería ser brusco. Quería que para ella fuera una experiencia que nunca olvidara, igual que para él.
Lleno su rostro de pequeños besos al igual que su cuello. Su lengua acarició su piel desnuda a la vez que sus manos le quitaban el top que llevaba dejando al aire su sujetador blanco de encaje. Quitó el cierre y la dejó con los pechos al aire. Carlos la miraba con adoración. No podía ser de otra manera. Ella era tan perfecta. Besó el inicio de su escote haciendo que ella soltara un pequeño suspiro.
El madrileño se concentró en besar sus pechos. Su lengua rozaba sus pezones en círculos mientras sus manos amasaban su trasero. Karisa se agarró a su cuello y echó su cabeza hacia atrás ofreciéndole aún más sus senos. Las caricias de Carlos estaban causando estragos en todo su cuerpo y no podía dejar de jadear excitada.
- Quítate la ropa Karisa.
Su sensual voz le produjo un espasmo en todo su cuerpo. Más si era acompañada por la mirada oscura con la que le ordenaba que se despojara de las prendas que llevara. Carlos hizo lo mismo. Ambos mirándose mientras todo caía al suelo. Sin apartar su mirada el uno del otro para no perderse ni un segundo de éste momento.
Carlos buscó un preservativo en una de los cajones de la mesita que había al lado de la cama. Nunca había traído a ninguna chica aquí y Karisa tendría el honor de estrenar los condones que la FIA les proporcionaba. Ella tomaba anticonceptivos, pero, la primera vez no quería arriesgarse con ella. Volvió a sentarse y la miró con el corazón latiéndole demasiado deprisa. Lo que tanto había ansiado desde que la conoció, por fin iba a hacerse realidad. Y porque ella lo quería.
Karisa temblaba ligeramente cuanto terminó de despojarse de su ropa. Carlos le tendió su mano para que volviera a sentarse encima de sus rodillas. Lo miró algo desconcertada sin entender muy bien que pretendía.
- Creía que estaría tumbada –le confesó ella algo ruborizada. Puso sus piernas a ambos lados de sus caderas sentándose con el miembro de Carlos rozando su vientre.
- La primera vez no, Karisa. Te dolerá, ya lo sabes. Y por eso quiero que tengas tú el control. Que decidas cuando parar o ir más rápido, ¿entiendes?
Ella asintió después de morderse los labios de nuevo. Los dedos de Carlos se posaron en su hombro y fueron bajando lentamente por la parte delantera de su cuerpo. Rozó sus pezones los cuales aún seguían excitados. Siguió su camino por su estómago hasta posarse en su clítoris. Estaba muy húmeda. Su pierna estaba mojada de sus fluidos y esto no había ni casi comenzado. Estimuló su sexo con sus dedos para que ella consiguiera relajarse. Los gemidos de placer que salían de su garganta, así se lo confirmaban. Dejó que su pene le rozara el clítoris pues ella se retorcía encima de él.
Muy despacio, coló un dedo dentro de ella para que se pudiera acostumbrar a lo que vendría después.
- Carlos –su gemido hizo que su pene se moviera buscándola, pero , aún no era el momento.
La boca del piloto se posó en su cuello y la marcó con su lengua y con sus dientes. Añadió un segundo dedo a su interior moviéndolos al principio despacio, para después buscar el ritmo que ella necesitaba. Karisa buscaba su mano y el roce de su miembro en su sexo con algo de desesperación. Sintió sus piernas temblar y ese maravilloso cosquilleo que anuncia el orgasmo. Se corrió buscando la boca de Carlos para acallar sus gemidos. Sus dedos aún seguían dentro de ella y era una sensación maravillosa.
Cuando terminó de venirse en la mano de él, no pudo evitar sonreír. Algo que él también hizo.
- Si vieras lo preciosa que estás así Karisa. Tu sonrisa podría destruir ciudades enteras.
Carlos la besó esta vez con más ganas. Agarró su pelo y tiró de él para unir aún más su boca con la de él. Estaba necesitado de ella, de sus besos, de sus manos en su cuerpo y de que aún lo siguiera mirando de esa manera.
La apartó un poco de su cuerpo y cogió el envoltorio plateado. Lo rasgó y después de sacarlo, se puso el preservativo. La agarró de las caderas y esbozó una pequeña sonrisa.
- No tenemos prisa, chiquita.
Carlos la levantó y con su otra mano posiciono su pene justo en su entrada. Podía ver como ella apretaba sus labios nerviosa y le llevó un gran esfuerzo no embestirla con dureza y clavarse completamente en ella.
- Sólo déjate caer despacio –le aconsejó mientras ella se agarraba de sus hombros.
Karisa así lo hizo. Sentía como el miembro de Carlos quería abrirse paso a través de ella, así que, fue deslizándose muy lentamente dejando que entrara en ella. Cuando llegó a esa barrera, la de su virginidad, ella no era capaz de seguir más abajo. Le dolía y tenía ganas de llorar. Carlos la besó. Muy despacio. Recreándose en su lengua. La ayudó a bajar, a empujar dentro de ella y que el dolor pudiera pasar más rápido. Fue una pequeña tortura sentir como su himen se rompía mientras ella bajaba. Se mordió los labios pero, continuó hasta que lo tuvo completamente dentro de ella.
- Karisa –la llamó Carlos viendo como ella escondía su cabeza en el hueco de su hombro sin articular palabra- háblame por favor, dime como te sientes.
- Duele, y mucho –le contestó ella intentando reprimir las lágrimas.
- ¿Quieres que lo dejemos?
Ella negó con su cabeza y se enderezó de nuevo. Lo que vio en los ojos de Carlos la sorprendió. Era verdadera preocupación por ella. Y dulzura. Y eso la tranquilizó. Se agarró a sus hombros y subió de nuevo, aunque le dolía, pero lo hizo. Apretó sus dientes y volvió a bajar sintiendo ésta vez un agradable cosquilleo.
- Tendrás que ayudarme –le pidió a Carlos algo avergonzada.
- Claro -Carlos sonrió al ver su preciosa cara sonrosada. La besó de nuevo y ancló sus dedos en su caderas para ayudarla a moverse. Despacio y al ritmo que ella quería. Porque si por él fuera se hundiría una y otra vez en ella hasta estar saciado de Karisa, algo que mucho se temía que jamás sucedería.
Para Karisa era como si un cuchillo atravesara su cuerpo. Le dolía, pero a la vez, era un dolor placentero, pues sentir a Carlos en su interior estaba empezando a ser agradable, hasta el punto que fue ella quien incrementó el ritmo de las embestidas para el deleite del castaño.
Carlos puso sus dedos en su clítoris ayudándola a aumentar ese placer. Sabía que ella estaba tan nerviosa que no sería capaz de correrse. Los movió en círculos a la vez que él apretaba sus dientes, pues el ritmo de Karisa le estaba volviendo loco hasta el punto de tener que aguantarse las ganas de estallar y correrse.
- Carlos –gimió ella sintiendo de nuevo ese cosquilleo. El que anuncia el orgasmo y te hace querer estallar en miles de pedazos.
- Sólo déjate llevar, Karisa.
La castaña cerró sus ojos unos segundos, concentrada en los movimientos de sus caderas y en como el bamboleo de sus pechos acompañaban las acometidas del pene de Carlos. Estaba cansada por el esfuerzo y eso lo notó el español, pues la agarró de la cintura y la hizo reposar su cabeza en su pecho mientras él alzaba sus caderas al encuentro de las de ella.
Cuando por fin sintió que iba a correrse, entonces fue cuando también se dejó llevar y se unió a ella gimiendo también su nombre con desesperación. Seria la primera vez para ella, pero, para él también era la primera vez que estaba con alguien a quien realmente, le estaba empezando a importar.
Dejó que ella aún siguiera abrazada a él. Podía sentir los últimos vestigios de su orgasmo palpitando alrededor de su miembro. El corazón de Karisa latía con fuerza intentando también recuperar la respiración. Se separó de Carlos y le regaló una preciosa sonrisa que a él lo desarmó por completo.
- Tenías razón Carlos, tenía que haber un momento y tú eres el mío.
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