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𝕃𝕒 𝕡𝕒𝕝𝕒𝕓𝕣𝕒 𝕁𝕒𝕞á𝕤, 𝕖𝕤𝕥á 𝕡𝕣𝕠𝕙𝕚𝕓𝕚𝕕𝕒

📅 CINCO AÑOS DESPUÉS

La pequeña de ojos grises miraba al bebé que descansaba en su cunita. Estaba deseando que despertara para poder jugar, aunque sus padres ya le habían dicho que aún era muy pequeño para compartir sus juegos con ella. Movió su boca de un lado a otro y alzó su mano para poder tocar su mejilla con mucho cuidado, bueno, más bien para intentar despertarlo.

- Tatiana, te estoy viendo cariño.

La voz de su padre le hizo pegar un respingo y guardar sus manos detrás de su cintura. En cuanto él llegó, le puso su mejor cara de inocente como si no hubiera intentado nada con su hermano. 

- No estaba haciendo nada, papi -le dijo mirándolo con sus enormes ojos grises, aquellos que había heredado de su madre. 

- ¿Segura? es que me da la sensación de que querías despertar al peque? -le preguntó su padre, para, seguidamente, coger a su hija en brazos no sin antes darle una mirada al bebé.

- Es que jo...es un rollo, papi. No puedo jugar con él -protestó airadamente. Su padre caminó con ella en sus brazos hasta sentarse en el sofá.

- Marco aún es muy pequeño, Tati. Ahora mismo depende de nosotros para todo, y él lo que necesita es saber que su hermanita mayor está a su lado. Ya verás como ya mismo puedes jugar con él -le prometió su padre acariciando su mejilla con mucho cuidado.

- ¿Y si vamos a despertar a mami? -le pidió ella juntando sus dos manos.

- No, peque. Marco ha pasado una mala noche y mamá no ha dormido casi nada. Dejémosla descansar. El tío Charles vendrá en un rato y si quieres, te puedes ir con él al circuito, ¿Qué te parece?

- ¡Que mola mucho papi! Voy a por mi patín.

Tatiana le dio un beso a su padre y se levantó de sus rodillas. Salió del salón en dirección a la habitación donde había dormido esa noche, buscando su patinete. Segundos después, apareció su mujer por la puerta con la cara aún adormilada. En cuando vio a su marido, le sonrío y se acercó a la cuna para revisar el estado del pequeño de la familia.

- Aún duerme, tranquila. Deberías aprovechar y dormir más, Karisa -le dijo Carlos levantándose del sofá. Se acercó a su esposa y rodeó con su brazo su cintura atrayéndola hacia su pecho.

- No podía dormir. Aun tengo en mi cabeza su llanto de ésta noche -le confesó ella agarrándose a su brazo, el cual puso encima de su estómago. 

- A lo mejor tenías que haberte quedado en casa, y no haber venido. Lo mismo todo esto es mucho para ti y los niños -Carlos le quitó un mechón de pelo de la cara para poder dejarlo un pequeño beso en su mejilla.

- Podemos, cariño. Teníamos que estar aquí viéndote correr tu primera carrera de la temporada. Además, que todos se mueren por conocer a Marco -le recordó ella, pensando en la de regalos que sus hijos habían recibido de los compañeros de Carlos desde que habían venido al mundo.

- ¡Lo encontré!

La pequeña castaña de bucles interminables, apareció en el comedor con su patín rojo, regalo de su tío Pierre. En su cabeza llevaba también la gorra negra con el logo de Mercedes, obsequio, esta vez, de la escudería de su tío Charles.

- Tati -le dijo su padre señalando su cabeza- hazme un favor, no lleves esa gorra cuando estemos en el paddock o todo el mundo se reirá de tu padre.

- ¡Pero es que es un regalo del tito! Jo, yo quiero llevarla, me gustan sus colores -la niña dio una patada al suelo cruzando sus brazos segundos después. Su boca se torció con gesto enfadado y tuvo que ser su madre la que acudiera a su rescate. 

- Anda, te llevaré a la habitación del tío Charles -Karisa le tendió su mano a su hija llevando en la otra el pequeño patín rojo. 

- Tati -le reclamó Carlos a su hija- ¿no le das un beso a tu padre?

- Claro que si, papi -la pequeña castaña se deshizo de la mano de su madre y se arrojó a los brazos de su padre. Besó sus mejillas repetidas veces y le cogió los mofletes pellizcándolos suavemente- te quiero mucho, papi. Prométeme que nunca te vas a ir de mi lado.

- Te lo prometo mi niña.

Carlos besó a su hija bastante emocionado. Alzó sus ojos para encontrarse con la mirada de su mujer, la cual le sonreía ampliamente. Ambas abandonaron el comedor y segundos después escuchó la puerta de la habitación abrirse y cerrarse de nuevo. 

El pequeño gorjeo del bebé le hizo ir hacia la cuna. Se acercó para ver como su pequeño hijo acababa de despertarse mirándolo todo con sus ojos bien abiertos. En cuanto vio a su padre, empezó a reír llamando su atención. Carlos lo cogió con mucho cuidado y lo acunó entre sus brazos.

- Hola pequeño, ¿ya no tienes más sueño? Claro, has oído que en un rato hay meneo y aquí estás tú listo para la acción, ¿verdad?

Carlos besó los mofletes de su pequeño. Apenas cuatro meses tenía Marco. Nació al día siguiente de ganar su tercer Campeonato de Fórmula Uno, llenándolos de dicha a él y a toda la familia. Si el nacimiento de Tatiana fue un acontecimiento especial para todos, el de su hijo pequeño lo fue aún más. Tanto sus tíos, Charles, Pierre y Arthur, los colmaban de atenciones y cariño sintiéndose muy queridos por ellos. Y que decir de Pascale y Karolo, los cuales ejercían de abuelos, unos que les daban todos los caprichos, todo hay que decirlo.

- ¿Se ha despertado? -Karisa se restregó sus ojos y se acercó hasta donde estaban su marido y su bebé. Besos los labios de Carlos y puso una de sus manos en su cintura.

- Ahora mismo -le dijo él sonriéndole al bebé- ¿te he dicho hoy que te quiero?

- Aún no -le contestó ella esbozando una amplia sonrisa- yo si que te quiero, amor.

- ¿Eres feliz, Karisa?

- ¡Claro que lo soy! Te tengo a ti. A mis hijos. Y por fin puedo decir que tengo una familia de verdad. No quiero más Carlos -le confesó ella poniendo su cabeza encima de sus hombros- ¿y tú, lo eres?

- Yo soy feliz desde el mismo momento que tus ojos me miraron aquella noche en Nusa.

- Y yo pensando que jamás saldría de allí.

- No digas esa palabra, chiquita. Ya sabes que la palabra jamás, está prohibida. 

*** Termino ésta historia feliz por lo que he escrito. A lo mejor no es de mis historias con más repercusión en mi perfil, pero, sinceramente, como que me da igual porque he disfrutado cada palabra que he escrito como no os podéis imaginar. Me he sentido emocionada con cada capítulo, con cada frase y con cada escena. Y creo que eso se ha notado en la historia.

Por cierto, NARDIÁN significa JAMÁS en romaní, por si todavía no sabéis porque mi historia se llama así. 

Gracias a todas esas personas que tanto os ha gustado la historia. Gracias por leerla, apoyarla y disfrutarla. Nos leemos pronto ***

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