CAPITULO XXVII
—¡Mía! ¡No!— gritó Eric.
—¡Muérete maldita!— gritó su hermano empujándola del segundo piso del edificio en el que vivían.
De repente todo tuvo sentido en la mente de Mía. Y eso no era un sueño. Lo estaba recordando todo. Paso a paso. Lo vivido con su familia, con Eric, todo, como si estuviera pasando en ese mismo instante. Esos eran los recuerdos más perturbadores que tenía y los había reprimido. Pero cómo lo había logrado, quién la había ayudado a hacerlo?
—Está volviendo, me oyes ¿Mía?— Preguntó Jonás.
—Mía, ¿cómo te sientes?— Añadió Saito tomando una de sus manos.
—Quiero la verdad, nada más, por favor, cómo llegó a suceder todo esto, si soy una asesina, debo saberlo, si asesiné a mi madre debo saberlo o si es una miserable pesadilla también. Por favor. Se los ruego— dijo hablando apenas debido a los tubos que tenía por su delicada condición a causa de su colapso.
—¿Quieres la verdad?— Dijo Eric entrando en la habitación. —Yo te la diré, aún si te pierdo luego de que la oigas, ya es suficiente de verte sufrir por tus recuerdos, todo sucedió hace más o menos dos años, todavía no cumplías los veinte años— inició su relato Eric.
—Tu hermano llamó avisando que tu madre estaba enferma y se negaba a verte— continuó narrando mientras Mía lo miraba atónita sin querer dar crédito a lo que decía Eric, pero aquello coincidía por completo con cada detalle de los recuerdos que había recuperado unos momentos antes.
—Recuerdo hasta que salté de la cornisa, aquella adrenalina y desesperación en ese segundo. Pero luego ¿que pasó?— Preguntó Mía.
Eric cerró los ojos como si quisiera remontarse en el tiempo al exacto momento en que sucedió todo para no omitir el más mínimo detalle de la escena de aquella trágica tarde.
—¡Mía!— gritó Eric corriendo al borde de la cornisa. —¡Maldito! ¡No lo hizo queriendo, no lo ves, ustedes la empujaron a la locura completa! ¿Que no entienden nada de lo que pasa aquí, están locos o qué?— dijo al hermano de Mía que recién había reaccionado de todo sucedido.
—Locos, monstruos, como quieras llamarnos no importa ya, nada importa ya no, que queda después de la vida, si no puedes amarte, ¿que derecho tienes a vivir o pretender amar a alguien más?— decía el hermano volviendo al departamento.
Eric se apresuró a bajar y ver cómo estaba Mía, le pareció ver que aún se movía, quería salvarla, no podía perderla, en ese momento al pasar frente al departamento vio el cuerpo sin vida de la madre de Mía y oyó un disparo.
—Qué demonios...— dijo entrando en el departamento. —¡No!—
La escena era escalofriante y macabra, el hermano de Mía sobre el pecho de su madre muerta. Realmente creía que no le quedaba nada más, había tomado un arma que tenían y se disparó en la sien muriendo junto con su madre.
El sonido de la ambulancia y la policía hizo que Eric se desesperara aún más. Bajó rápidamente las escaleras y vio a los doctores junto a Mía.
—Es un milagro. Es poco pero aún está con vida. Debemos llevarla rápido al hospital. Intúbenla y controlen sus signos— dijo el doctor.
—¿Jonás?— Dijo Eric sorprendido.
—¿Eric? ¿Qué haces aquí?—
—Es mi amiga, por favor ¡sálvala!— Dijo tomando de los hombros al doctor.
—Pero ¿cómo pasó esto? ¿ Que hay?—
— ¡Doctor! ¡Lo necesitamos urgente aquí arriba!— Gritó una enfermera desde el balcón.
—¡No te atrevas a huir! Tienes mucho que explicar— dijo en tono serio Jonás.
La cabeza de Eric parecía querer estallar de repente. No había espacio para nada más que no sea Mía y su estado de salud. Le preocupaba que pasara con su situación si alguien hablara acerca de lo que pasó allí. Lo único que se le ocurrió en ese momento fue llamar a su padre.
—¿Eric? ¿Está todo bien?— Preguntó su padre.
—Padre, ¿recuerdas aquella chica que te conté que había conocido?— Dijo Eric.
—Sí, que pasa, me asustas con tanto misterio— dijo Saito.
Eric contó lo sucedido a su padre. Del otro lado del teléfono Saito no podía asimilar todo lo que su hijo le había contado acerca de lo sucedió segundos antes con su hijo como testigo.
—¿Tú confías en la inocencia de esa chica? No crees que es demasiada coincidencia y que sólo se oculta tras...—
—Padre, confío en ella más que en mí mismo, necesita ayuda, cambiar su vida, olvidar todo su pasado, crear una nueva vida, ayúdame padre, te lo ruego, además— Continuó Eric
—Oh, por favor, ¿aún hay más?— Murmuró Saito.
—El vecino, es testigo, si el habla con la policía...—
—Déjame ver qué puedo hacer..—
—Pero hazlo rápido por favor padre, Mía no tiene mucho tiempo, perdón por llamar sólo para causarte molestias— dijo Eric.
—Ni lo digas hijo, sé tus motivos, no te preocupes, hablaré con mi contacto allí y te devolveré la llamada ni bien obtenga algún resultado y acerca de la chica, hazme saber si despierta o si sigue con vida para mañana, veremos el asunto de la memoria, cuídate y evita los problemas por favor, estaremos en contacto, no te apartes de tu teléfono ni te sobre exijas demasiado, por favor— dijo Saito cortando la comunicación.
Eric recordó lo que le había dicho Jonás y se sentó a esperar en la acera del edificio mientras pensaba en Mía, ya hacía mucho tiempo que la habían llevado al hospital, necesitaba noticias de ella, saber si sobrevivió, cómo estaba, que necesitaba, quería verla, necesitaba verla.
—Ah ¡Que molesto! ¡Al diablo! Jonás— Gritó desde la acera. — Vamos hombre ¡por favor!—
—Cállate que tú eres más molesto gritando así, ve al hospital, pronto, te indicarán como ayudar a tu amiga, yo iré luego, el desastre aquí es descomunal— dijo Jonás volviendo a entrar haciendo un gesto con la mano.
—Oh ¡Gracias! ¡Te debo una!—
—¡Ya vete mocoso molesto!— Terminó diciendo Jonás.
Eric salió corriendo hacia el hospital, sólo quería llegar y ver a Mía o al menos saber algo de ella.
—Hola, Mía— Dijo callando de repente, en todo este tiempo juntos no se dio cuenta que jamás había preguntado el apellido de Mía.
—Sí ¿El apellido?— Preguntó la enfermera.
—Oh. Esto. Lo siento pero no, lo sé yo, es una chica que cayó de una azotea. Me envía...—
—Ah. ¿El doctor Jonás? Debes ser ¿Eric?— Dijo la enfermera sonriendo —Sígueme— dijo caminando por un pasillo.
Quería correr, verla, abrazarla, nunca había sentido su corazón latir tan rápido como en ese momento. Un policía estaba parado frente a la entrada de terapia intensiva, eso le preocupó bastante.
—Espera aquí, no te preocupes, vas a verla— dijo la enfermera.
—Está bien— contestó él.
Mientras esperaba que ella volviera llamó a su padre nuevamente.
—¿Hijo? ¿Pasó algo? ¿Qué novedades tienes?— Preguntó el padre.
—No lo sé, estoy aquí en el hospital y hay un guardia de policía frente a la habitación de ella— explicó. —De seguro y el vecino habrá dicho papá, que haré, ella es inocente, yo fui testigo, la indujeron hacerlo— decía Eric desesperado.
—Lo sé. Lo sé hijo, te creo, ya he enviado alguien a hablar con ese vecino que dices. No te preocupes, lo solucionaré, confías en mí ¿no?— Dijo seguro el padre.
—Sí papá. Confío. Debo irme. Viene la enfermera.— Concluyó cortando la comunicación Eric.
—Puedes pasar, no por mucho tiempo pero puedes pasar— dijo acompañando a Eric hasta la puerta.
Al fin. La espera había terminado. Su corazón estaba tranquilo y feliz de que Mía estuviera con vida. Sólo bastaba esperar su recuperación. Eso corría de parte de él. La recuperaría y ayudaría hasta el final.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro