CAPITULO II
Comenzó a caminar dentro de la enorme mansión, los cuadros que decoraban las paredes llamaban la atención de la invitada que se detenía observando las extrañas figuras pintadas en cada uno de ellos, fue así que llegó hasta el recibidor donde antes había estado.
—¿Samael?— llamó con temor.
Un escalofrío la recorrió por completo haciendo que se abrazara a ella misma para calmar el miedo que la amenazaba.
—¿Samael dónde estás?— volvió a llamar sin conseguir respuesta.
Buscando alguna señal que la lleve hasta él giró encontrándose con una escalera la cual comenzó a subir preguntándose una y otra vez cuál había sido el error que cometió para que Samael desapareciera como lo hizo, sin mediar palabra, sin saber la lucha interna que éste experimentaba sentado a oscuras en una habitación.
—¿Por qué? ¿Por qué lo hice?—
—¡Sabías que está prohibido!— susurró una voz ronca y tenebrosa.
—¡Cállate!— gritó él. —¡Déjame en paz! ¿Por qué no te vas ya de una vez? ¡Déjame vivir!—
—¿Te oyes? ¿Oyes la locura que estás diciendo?— respondió la inquietante y burlona voz.
—Ninguna locura, te dije que te vayas y debes irte, no eres bienvenido entiendes ¡No lo eres!—
—Se me hace familiar esa reacción, creo que tendré que intervenir como lo hice la última vez. ¿Recuerdas?— susurró cercana a su oído la voz.
—¡No! Te lo prohíbo entiendes, te lo prohíbo, si haces eso te juro que...—
—¿Samael? ¿Estás bien?— preguntó Amaya entrando lentamente en la habitación.
—¡Estoy bien! ¡Vete! ¡Déjame solo tú a mí ahora! ¡Vete!— gritó como enajenado Samael a su invitada.
Sin comprender para nada aquella reacción, Amaya dio un giro violento y salió corriendo de aquel lugar. Corrió como si fuera el último esfuerzo que hacía.
Al darse cuenta Samael lo que había hecho y aún confundido y con las palabras de aquella voz resonando en su mente, a pesar de las amenazas, salió en busca de Amaya. Preguntándose cómo pudo haberle gritado así, cómo pudo ser tan cruel, corrió tan fuerte como pudo para alcanzarla.
—¡Amaya! ¡Amaya!— gritaba sin cesar.
—¡Amaya! Discúlpame no fue mi intención, ¡No te vayas! ¡Lo siento! ¡Amaya! ¡Por favor! ¡Amaya!— gritaba su letanía sin éxito alguno.
Ajena al desesperado llamado de su anfitrión Amaya seguía corriendo, en su raid de locura y llanto llegó hasta un bosque que iniciaba detrás de la casa en la que se hallaba, volviendo la vista hacia los lados como loca, tratando de hallar tal vez la salida de aquel laberinto para ella. Una raíz a modo de trampa la hizo caer rendida al suelo, sentada sin saber hacia dónde ir o que hacer
—¿Por qué? Que fue lo que hice de malo, por qué debo seguir viviendo así, por qué tan solo no me llevas a descansar. ¿Por qué?— ahogándose en los sollozos, golpeando la tierra sin encontrar respuesta a su pregunta.
—Amaya— suspiró aliviado Samael.
—Yo te lo advertí, no lo hagas— volvió a escucharse.
—Amaya, estás bien, lo siento, no sé qué me pasó, por favor ven— dijo tendiendo su mano, haciendo caso omiso a aquella voz.
—Tú te lo has buscado Samael, tú te lo has buscado— se escuchó como un susurro apenas.
—¿Por qué? ¿Qué fue lo que hice, acaso comí demasiado?— dijo Amaya enjugándose las lágrimas y con voz apenas audible.
Samael realmente no esperaba que hubiera llegado a esa conclusión y le enterneció en demasía su manera de pensar.
—¡Ah, mujer! ¡Que tonta eres! Ven, vamos a casa— dijo besando su cabeza.
—¿A casa?— susurró perdiéndose en la mirada de Samael.
—A casa— afirmó él entrelazando los dedos.
Al llegar pidió a su invitada que esperara un momento mientras preparaba lo necesario para su estadía.
—Rafael— llamó.
—Señor— contestó a lo lejos una voz fuerte.
—Por favor, prepara la habitación de huéspedes para nuestra invitada, ella es Amaya— los presentó al instante.
—Encantado señorita Amaya— dijo Rafael haciendo una reverencia.
—Sólo Amaya por favor— susurró ella sonrojada por tanta pleitesía.
La acompañó a recorrer el recibidor y la curiosidad de Amaya nuevamente la traicionó y no pudo contenerse de preguntar a Samael por todas las pinturas que decoraban el recibidor.
—Son retratos de mi familia, mis antepasados se hallan en aquel sector, es una tradición que cada generación se retrate para que sean recordados en la posteridad— explicó.
—Son tan elegantes— suspiró mirándose.
—No vayas por ese camino de pensamientos, quizás alguno de ellos tenía prejuicios pero no todos somos así, los tiempos han cambiado— dijo Samael.
No quería que su invitada se sintiera inferior porque no lo era, era tan humana y una persona como él, lo que cada uno poseía no los hacía diferentes o mejor que el otro.
—Habla por ti solo, ella no pertenece a este lugar—
"Vete" pensó Samael alejando de su mente aquella voz que lo mantenía atormentado.
—Sígueme— dijo visiblemente turbado.
Amaya volvió a notar el cambio en Samael y se preguntaba si nuevamente su curiosidad lo había puesto de esa manera por lo que sólo asintió y lo siguió en silencio.
La habitación se hallaba en el piso superior, el mismo donde había encontrado a Samael anteriormente, exactamente contigua a la habitación en la que él estuvo.
Nada más entrar el asombro se apoderó de ella, era enorme, nunca había estado en un lugar así antes.
Una enorme cama con dosel y cubierta de sábanas blancas la esperaba, muebles de un estilo colonial decoraban la misma. La sorprendió hallar tendido sobre la cama un vestido color pastel que parecía estar hecho a su medida, cosa que la puso en jaque por un momento, ¿Sería de su esposa? ¿Su novia?
—Ese es el baño, puedes ducharte, cambiarte, te dejé algo para que te cambies la ropa, cuando termines puedes unirte a mí en el comedor— explicó Samael abandonando la recámara.
Aquello la había sacado de su ensoñación y la maraña de pensamientos que oprimían su mente y su corazón.
—¿Perdón, puedo preguntarte algo?— dijo tímidamente Amaya deteniéndolo.
—Claro— respondió sonriendo.
—¿Dónde está el comedor?— dijo ruborizada.
Riendo a carcajadas, el anfitrión explicó la ubicación y esta vez sí abandonó la recámara.
Habiéndose bañado ya y pensando lo raro de todo lo acontecido, en la mente de Amaya se iba formando un torbellino de preguntas sin respuestas, cómo fue que llegó a esto, qué pasó en el camino para que tomara ese rumbo. Mirándose al espejo peinando su largo y negro cabello, recogiéndolo con sumo cuidado, arreglándose el vestido que había sido entregado por su protector al terminar de acicalarse se dirige al comedor.
Mientras bajaba la escalera oyó a Samael como discutiendo, con voz enérgica, pero no lograba entender qué decía, pero, con quién discutiría, ella creía que no había nadie más que ellos dos en la casa.
—¡Déjame en paz! ¡Vete!— repetía Samael.
—¿Con que eso es lo que quieres? ¿Por qué no cumples tu parte del trato entonces?— dijo la voz.
—¡Ya te dije que no lo haré! No esta vez, te he dado mil veces el gusto y no, ¡Esta vez no!— dijo Samael.
—No hay nadie más que él aquí— se dijo Amaya a sí misma, tratando entender lo que sucedía.
—¡No lo haré! ¡No lo haré! No esta vez, primero muerto— repitió Samael.
—Si así lo deseas, cumpliré tu deseo, pero primero, te veré sufrir— respondió burlonamente la voz.
—¿Muerto? ¿De qué está hablando? ¿Qué quiere decir? ¿Con quién está hablando? ¿No veo nadie más que Samael allí?— susurró abrazándose a sí misma.
Una fría brisa se coló cubriendo por completo el cuerpo de Amaya haciendo que su piel se erizase al instante, aquello era una mal presagio se dijo a sí misma abrazándose más fuerte.
HOLA MIS AMORES
VOLVIENDO AL RUEDO COMO DIRIAN EN MI TIERRA LUEGO DE AÑOS DE AUSENCIA CON ESTE REMAKE DE UNA ANTIGUA NOVELA DE MI AUTORIA
HABRAN CAMBIOS Y AQUELLOS QUE ME SIGUEN HACE TIEMPO CREO QUE SE SORPRENDERÁN CON LOS CAMBIOS QUE ENCONTRARAN EN AMOR Y LIBERACION, HE ENCONTRADO UNA MANERA DE DARLE MAS SENTIDO A LO ESCRITO CON ANTERIORIDAD.
NARCOLEPSIA, ENTRE EL SUEÑO Y LA REALIDAD
NO OLVIDEN COMENTAR Y SUS ESTRELLITAS, USTEDES ALIMENTAN MI IMAGINACION Y HACEN QUE LA HISTORIA SEA MAS ENTRETENIDA.
NOS LEEMOS, SERAN PUBLICADOS DOS CAPITULOS POR DIA.
SALUDOS A TODOS, LOS QUIERO Y EXTRAÑE MUCHISIMO
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