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Capítulo 9

Lección no#1: fenómenos
23 de febrero

7:30 pm

Hay algo hermoso en las historias que se enlazan. Cuando dos vidas se juntan, ya sea por amor, por amistad, o por casualidad, se enredan sucesos, memorias, creencias, almas, y demás, formando un gran hilo lleno de colores para apreciar.

Luego, a esas dos vidas, se le enlazan muchas más. Vienen más amigos, más conocidos que añaden su hilo y se forma una telaraña de vidas. Algunos hilos quedan casi sueltos a ella, y otros se adhieren tanto que nunca se podrán soltar. Más o menos así era la forma en la que estaban enlazados Cloe Nicols y Derek Osbone. Su amistad había crecido por los años hasta que ambos se convirtieron en pilares importantes en la vida del otro.

— No puedo creer que él aceptara ser parte de tu proyecto luego de esa sesión — le dijo Derek a Cloe, al tiempo en el que ambos se bajaban de su auto —. En su lugar, habría corrido lejos y te habria tomado por demente.

— ¿Qué te puedo decir? La demencia tiene su encanto — sonrió la chica rodeando el auto para llegar al lado de su amigo.

— Ya veo, porque tus sesiones son incluso mas confusas que las de Margaret, y eso es mucho decir.

¿Ves? Es hermoso. Solo dos vidas enlazadas en una amistad tan fuerte podían tener tanta sinceridad entre ellos. Cloe sabia que su mejor amigo tenía razón: su sesión fue confusa, muy confusa. No obstante, había decidido que así quería que funcionara su proyecto.

Ella no era normal, era algo que le fascinaba de sí misma. Disfrutaba de su propia rareza y la protegía como a un tesoro. Solo por eso, quería que su proyecto se empapara de su escencia propia. Quería escribir su nombre y el de Gabe en mayúsculas sobre el programa, como si fuese un pedazo tangible de papel. Así es, el nombre de Gabe también. Quería conocerlo a un punto en el que pudiese añadir su escencia al proyecto. Al final, esperaba que los dos pudiesen llevarse bien, al menos regular. Quería que su vida se entrelazara con la de Gabe. Se sentía ansiosa por hacer algo útil por él, incluso aunque fuera un pequeño detalle.

Y creía que añadir su rareza a una vida como la de él, que se limitaba a un reflejo musculoso, le seria muy útil.

Ambos, Derek y Cloe, caminaron hombro a hombro hacia pequeña la camineria de piedra que llevaba hasta la puerta del hogar de Dalia y Don. La pareja vivía en un vecindario lleno de casas del mismo diseño. Todas tenían la misma altura y ocupaban el mismo espacio, que no era demasiado exagerado. Además, los jardines no variaban demasiado en cuanto a la decoración. Seria sencillo confundir un townhouse con el otro, de no ser porque los colores eran distintos en cada hogar.

La casa frente a ellos era blanca, con puerta y techo de madera color caoba. Era bonita, pero lo que le encantó a Cloe fueron las separaciones entre las piedras de la camineria. Fueron pocos los pasos normales que dió. Luego, comenzó a saltar de una piedra a otra. Derek la miró con diversión.

— No tienes remedio, friki — le dijo, al tiempo en el que tocaba con su puño la puerta de madera.

Pocos minutos después de que él llamara a la puerta, cierta pelirroja abrió la entrada y los recibió con una sonrisa. Los había invitado a ambos a cenar y a pasar el rato junto a ella y a Don. Dali solo pudo soltar una pequeña carcajada al encontrar a Cloe saltando por la camineria.

— Amo ver que no cambia ni un poco con los años — le dijo a Derek y él asintió.

— Cierto — respondió —, aunque, siendo sincero, no sé si lo amo o me da miedo. A este punto, empiezo a creer que tendré que cuidar de esta friki hasta el día de mi muerte.

— ¿Disculpa, hablas de mi? — preguntó Cloe, deteniendo su saltar para mirar a Derek con sus brazos cruzados —, ¿Tengo que recordarte que tu novia le pidió a tu alumna estrella que te cuidara durante su ausencia?

— Ese fue un golpe bajo, Nicols — le dijo su amigo.

— No ataques si no puedes resistir el golpe de vuelta, Osbone.

Dalia volvió a reír y les pidió a ambos que nunca cambiaran. Ella también compartía un lazo importante con ellos dos;  un lazo que no quería perder o destruir. Amaba a Cloe y a Derek por muchas cosas. Entre ellas, estaba el hecho de que tanto él, como ella, tenían el don de ser todo aquello que no se esperaba de ellos. Nunca se cansaría de sus peleas infantiles, tampoco de las ideas extrañas que solían surgir en esas dos mentes. Los quería con locura, a pesar de no poder comprenderlos siempre.

Es hermosa la forma en la que terminamos amando aquello que nos cuesta entender.

Finalmente, Dalia los invitó a pasar, no sin antes disculparse por el desorden. Su excusa fue que aún estaba terminando detalles de la mudanza junto a Don, aunque la casa no se veía del todo mal. Tan solo habían unas pocas cajas pero nada que no se pudiese soportar.

Quién no pudo soportar lo que vió fue otro:

— No me jodas — soltó Gabe al ver el rostro conocido de Cloe —, ¿ella también?

— Dalia la invitó a ella y a Derek — Donovan se levantó del sillón en el que había estado sentado junto a su amigo y fue en dirección hacia los otros invitados a la cena —. Hola, chicos. Que bueno que hayan podido venir. 

— ¡Hola Ironman! — saludó Cloe con entusiasmo y dejó un beso en la mejilla de su amigo. Luego, desvió su mirada hacia Gabe —, y hola a ti, narciso.

— ¿Narciso? — Dalia frunció el entrecejo y luego soltó un suspiro. Su mirada fue directamente a la de Derek —, no me digas que...

— ¿Que lo llamo como una flor a pesar de que ella odiaba que la llamaran margarita? — Derek se encargó de culminar la oración de Dalia y lo hizo sin mucho esfuerzo —, pues, si te lo digo...porque es exactamente lo que hizo.

— Y es muy molesto, ¿sabes? — dijo Gabe, poniéndose de pie frente a ella —. De verdad, te agradecería que pararas.

— Mhm, verás...el problema es que no quiero — Cloe se encogió de hombros y le sonrió —. Además de que el nombre te pega, quiero enseñarte lo feo que es ponerle un apodo a alguien. Tu lo hiciste, y ahora yo te estoy dando una lección.

— ¿A quién le puse un apodo? — preguntó Gabe —, no recuerdo haber hecho eso.

— Le dijiste fenómeno a Linda — le recordó Cloe.

— No conozco a nadie llamada Linda.

— La alumna de Derek, aquella que conociste el mismo día que a Cloe — le explicó Don pero su amigo frunció el ceño.

— No recuerdo...

— Es más o menos de mi tamaño, de cabello oscuro y ojos como miel — la describió Cloe —, es imposible que la olvidaras, la conociste hace unos días tan solo.

El entrecejo de Gabe se frunció aún más, no podía recordar a ninguna Linda. Lo que si recordaba era su reflejo en el servilletero ese día. Al recordar su imagen, se felicitó a sí mismo de manera silenciosa pues había notado que sus músculos se veían cada vez más tonificados. Su progreso en alcanzar la fuerza que tanto buscaba cada vez rendía más frutos, pero su mala memoria y su poco interés le estaban dificultando el trabajo de concentrarse en la supuesta chica que, según todos en ese lugar, él conocía.

Dalia notó que a su amigo no le interesaba ni un poco tratar de hacer memoria y recordarla. El rostro de su amigo era demasiado expresivo como para no notar cosas así. Ella rodó los ojos con molestia, ¿cómo podía vivir siendo tan desconsiderado? ¡No podía recordar a la chica que había humillado!

— ¡Por amor al cielo, Gabe! — soltó la pelirroja—, Linda es la chica con cicatrices en su rostro. 

— ¡Ahh! — con esa descripción, Gabe logró recordar aquel perfil deformado que había conocido hacia días. De sus labios se escapó una carcajada, nunca había visto un rostro tan horroroso —,  les juro que jamás había conocido a un fenómeno tan extraño como ella.

— ¿Este idiota va a seguir hablando así de ella? — preguntó Derek, fijándose en los dueños de la casa —, porque si es así, yo me largo. 

— No, no, nadie se va a ir — Dalia tomó el control de la situación y detuvo a Derek en cuanto hizo el ademán de irse —. Gabe se controlará.

— Tu no me das órdenes — le dijo Gabe al instante.

— ¿De verdad quieres retarla? — le preguntó Donovan, cruzándose de brazos. 

Gabe sabía bien que Dalia era la persona más tierna del mundo, o al menos de su mundo. No obstante, cuando se molestaba, era capaz de causar hasta miedo. Al encontrarse con la ceja de su amiga alzada en su dirección, no pudo hacer más que rendirse y encogerse de hombros. A veces, sus ojos verdes intimidaban tanto que era imposible llevarle la contraria. Eran como una advertencia, una que podía ser peligrosa si no la tomabas. 

— Eso pensé — le dijo Don al notar la cobardía en su amigo.  

— Tendrás que ser muy educado con Linda de ahora en adelante, ¿comprendes, Gabe? — le advirtió Dalia —, porque la invité a cenar.

— Si hubiese sabido que ibas a hacer un festín con todas estas personas, no habría venido — Gabe se arrojó al sillón con cierto enojo. No le agradaban los extraños, ni los entrometidos, ni los fenómenos. Se sentía atrapado en una cena de la que no podría escapar.

— Por algo no te lo dije, tontito — Dalia le sonrió —. Vas a ver, la pasarás bien. Mis amigos son más agradables de lo que crees.

— Depende de las personas con las que estemos, pequeña Milestone — habló Derek.

— Tu también te vas a controlar — dijo ella, jalando en reproche la manga de la camisa de su amigo —. Tendremos una cena pacífica y divertida. No quiero que nadie se meta con nadie, ni que algo se salga de control. Así que quién decida pasarse se las tendrá que ver conmigo y eso no les va a gustar, ¿entendido?

— Si — respondieron Gabe y Derek al mismo tiempo lo que hizo reír a Cloe. 

— Amo que tenga el control sobre todos aquí — le dijo a la novia de su amigo —, es una pelirroja poderosa que da miedo si se lo propone. 

— Sin duda — carcajeó Donovan —, es algo que yo también amo. 

Y es que, cuando las vidas se enlazan, no existe actitud, defecto o peculiaridad que no se acepte en el otro. Cloe, Don, Derek y Dalia formaban una gran telaraña de vida entre ellos. Llevaban años conociéndose y habían aprendido a lidiar con las personalidades de los otros. No obstante, Gabe no quería enlazar su propio hilo de vida con personas que recién conocía. Era incapaz de reconocer sus propios defectos, ¿cómo iba a aceptar los de los demás?

No había vida enlazada a la de Gabe, ni siquiera las de sus dos mejores amigos. Comenzaba a alejarse de todo y de todos por una sencilla razón: a él no le agradaban los extraños, ni los entrometidos, ni los fenómenos...

🌻

Querido Jace:

No sé cocinar...

Eso es algo que mi mejor amiga no creyó hasta que quemé la cena que ella estaba preparando. Lo único que hice fue echarle una pizquita de sal—y subir un poco el fuego—, ¡y la pasta terminó del color de mi cabello! Ni siquiera negro, está marrón ¡Marrón! ¡¿Cómo carajo una pasta se pone color marrón?! 

Bueno, supongo que esta es una importante lección para Dalia. Ya sabe que no debe dejarme cerca de su cocina...o de ninguna cocina en general.

🌻

8:40pm

Con otra jugada en la mesa de billar, Derek Osbone iba ganando aquella partida que, a los ojos de Cloe, parecía eterna. Mientras los tres chicos se entretenían con ese juego en el sótano de la casa de Dalia y Don, ella le contaba a Jace todo lo ocurrido en la cena, sin prestarle demasiada atención al billar. Su cara estaba manchada por el desastre que había hecho en la cocina. No obstante, sonreía divertida al recordar ese evento. Incluso ella misma sabía que no tenía remedio. 

— ¿Cómo carajo eres tan bueno? — le preguntó Gabe a Derek al ver como el físico anotaba otros cuantos puntos. Ambos se estaban comportando de la mejor manera posible entre ellos por respeto a Dalia y para evitar algún drama innecesario.

— Seguro está usando alguno de sus trucos de nerd para ganarles — soltó Cloe desde dónde estaba sentada —, vi en una película que la gente hace cálculos para ganar estos juegos y Derek es como una calculadora humana.

— No se vale usar trucos físicos en el juego — le advirtió Don cuando tocó su turno —, o cualquier otro tipo de trampa. 

— No estoy usando física, al menos no intencionalmente — le aseguró Derek, quien miró con detenimiento el resultado del golpe de Don en la mesa del juego —. Tendría que usar más matemáticas que física para hacer trampa y, aunque soy bueno en ellas, no me gustan ni un poco. Supongo que es talento natural y ya. 

— Él es una especie de genio, ¿no es así? — preguntó Gabe.

— No, es solo un nerd con el ego de un genio — le informó Cloe, sin apartar la vista de Jace. 

— Te acostumbrarás a esto — le sonrió Don, no sin antes palmear el hombro de su amigo.

¿Acostumbrarse? No, Gabe no tenía pensado acostumbrarse a ninguna de esas personas. Estaba manteniendo su compostura porque le daba terror molestar a su amiga. No obstante, no quería ver tan seguido a Derek como para acostumbrarse a su forma de ser. Con Cloe no tenía opción, ya se había atado a su proyecto. Sin embargo, no le debía nada a ese profesor de física así que lo olvidaría luego de esa infernal cena.

Cómo siempre hacía.

Luego de que Derek hiciera otra jugada impresionante, unos pasos se escucharon bajando las escaleras hasta el sótano. Fue cuestión de tiempo para que Dalia, quien sostenía una caja de pizza familiar, junto con otra persona, aparecieran en el lugar.

Gabe reconoció al instante a aquella figura que acompañaba a la pelirroja. Sin duda, cada vez le parecía un fenómeno más horrible. Era espantosa en todo sentido, incluso le dió cierto asco dirigirle la mirada.

Pero no pudo apartar sus ojos de ella.

— ¡Linda llegó! — anunció Dalia, a pesar de que todos se habían dado cuenta de ello —, y trajo pizza para salvarnos del desastre que hizo Cloe.

— ¡Mi héroe! — Cloe saltó a darle un abrazo a Linda en ese instante. La chica la recibió a pesar de estar extrañada por tanto cariño y rió ante el grito de la chica —. Gracias al cielo trajiste eso, porque estuve a punto de quemar esta casa por una jodida pizquita de sal.

— No he terminado de mudarme y ya me quieres sacar de aquí a patadas — soltó Dalia, quién caminó hasta su novio. Este le sonrió y la rodeó por la cintura sin perder mucho tiempo —. Corrijo: no fueron patadas, fue fuego.

— Eso es porque le tengo celos a Don — aseguró la castaña, apoyándose en el hombro de Linda —, intenté que te mudaras a Detroit conmigo unas mil veces, pero él te pidió una vez que te vinieras a Los Ángeles y lo hiciste sin titubear ¿Qué tiene él que no tenga yo?

— Eh...una casa propia — le respondió la pelirroja —, encanto, y sin duda cocina mejor que tú.

— Auch...— soltó Derek, reprimiendo una carcajada.

— Gané, Nicols — bromeó Don —, ella me quiere más que a tí.

— Extraño la época en la que la amistad iba antes que un chico, pero hoy en día no existe el respeto de antes — soltó en un tono de voz que los hizo reír —. Cómo sea, volvamos al hecho de que Linda nos salvó y trajo una cena comenstible, ¿empezamos a comer?

— Y por fin dices algo que me interesa, friki — soltó Derek, abriendo la caja de pizza familiar —. Muero de hambre.

Cloe soltó una carcajada y aseguró que Derek siempre estaba hambriento. Pronto, el resto comenzó a servirse también. Los únicos que se abstuvieron de tomar un pedazo de aquella pizza fueron Linda y Gabe, pues estaban sumidos en uno de esos momentos incómodos en los que no existe vía de escape.

Y si existía, ninguno de los dos podía verla.

Gabe no podía dejar de ver su fealdad. Le resultaba imposible comprender cómo alguien con un rostro tan desfigurado podía salir de casa así, sin más. Para él, Linda era un adefesio, un error de la vida. Ella era la demostración que el destino puede ser cruel con las personas a un punto de darle una desgracia tan grande como un cuerpo lleno de cicatrices.

Esa chica era una desgracia en sí.

Por otro lado, Linda estaba sintiendo su mirada verde sobre ella. Y digo sintiendo porque ella había desviado la suya para no tener que enfrentarse a aquel que le había dicho fenómeno. Sabía que estaba pasando por la mente de aquel hombre musculoso. Seguro debía estar pensando que ella era horrorosa, que era un error y que debía cubrir su rostro o de lo contrario le causaría náuseas a todos allí. Lo sabía, porque era lo que ella también pensaba. Así que, sin perder mucho tiempo, subió la capucha de su abrigo y cubrió su horrible cara.

— ¿No tienes calor? — le preguntó Cloe al ver esa acción en ella.

— Un poco...— respondió Linda sin mirar a Cloe a la cara.

— Entonces, quítate el abrigo — soltó Cloe, como si eso fuese algo obvio.

— Si quieres me lo puedes dar y yo lo guardaré — sugirió Dalia, dejando su porción de pizza a un lado —. Así no te resultará incómodo cargarlo.

— No, creo que estoy mejor así —aseguró Linda.

— Sí, sin duda lo está — esas palabras salieron de forma casi involuntaria de los labios de Gabe.

Solo cuando ella se colocó esa capucha, él pudo dejar de analizar el horror de sus cicatrices. Cubierta, él no tenía que pensar en lo deforme de su cara o en la fealdad de cada parte de esa chica. Sus palabras sonaron rudas, eso es cierto. Tanto así, que lograron que Linda se abrazara a si misma como único método de defensa.

Así, rodeada con sus propios brazos, ella se veía incluso más pequeña de lo que ya era. Ya de por sí sentía que su cuerpo era una prisión diminuta que la encerraba junto con un millón de demonios que no solo jugaban en las noches, también la atormentaban en plena luz del sol. No sabía cómo protegerse, o como huir de las miradas que la juzgaban. Abrazarse a sí misma fue un impulso, pero no le sirvió de nada.

No sintió protección, tan solo sintió que estaba abrazando a su peor enemiga: ella misma.

Todos notaron lo mucho que la hostilidad de Gabe había afectado a la chica. Derek se puso en alerta al instante y Dalia ya estaba preparada para ir y darle un buen jalón de orejas a su amigo. No obstante, Cloe decidió intervenir esa vez. Quizá no era buena cocinando, pero era excelente dando lecciones de vida.

O eso creía ella.

— Muy bien, narciso — dijo, colocándose entre Gabe y Linda —, te daré tu primera lección del proyecto.

— ¿Ahora? — preguntó el chico.

— Sí, ahora — aseguró la chica —. Esto es un proyecto espontáneo, las lecciones surgirán de la nada cuando lo considere necesario. Ahora es un buen momento.

— ¿Espontáneo? ¿Quieres decir que no tienes nada planeado? — preguntó el chico.

— Sí, tengo planeado el que todo sea espontáneo ¿Acaso no escuchas?

— Ay, por Dios — Dalia llevo una mano hasta su rostro al escuchar aquello.

Cloe sin duda estaba llevando toda su esencia a aquel proyecto.

— Estás loca — soltó Gabe.

— Awe, gracias por el cumplido. Yo también creo que tú lo estás — sonrió con ternura, lo que confundió a Gabe —. Ahora, ¿te parece si empezamos con la lección?

Cloe era más observadora de lo que parecía. Había notado la forma en la que él miró a Linda desde su llegada: con asco. No podía permitirle hacer eso. Ella reconocía que el físico de Linda no era normal y que podía causar cierta impresión, pero no por eso él debía tratarla de una forma tan cruel.

Porque si el físico era su vara para medir perfección, entonces él estaba muy por debajo de algo hermoso.

— Linda — Cloe se acercó hasta ella y la miró con amabilidad —, ¿Puedes, por favor, quitarte la capucha?

— Cloe, no me siento muy segura... — le advirtió, con voz temblorosa.

— ¿Qué piensas hacer, friki? — preguntó Derek, acercandose hasta su amiga para tratar de entender que planeaba.

— Linda, te prometo que nada malo va a pasar — Cloe ignoró a Derek y continuó hablándole a la chica —. Ayúdame con este favor y te prometo que no permitiré que Gabe te haga daño.

— Y si lo hace, yo me encargaré de él — agregó Dalia, acercándose a esa conversación.

— Todo estará bien, ¿si? — continuó Cloe —, solo debes confiar en mí.

Linda tragó saliva. Comenzaba a sentirse asfixiada entre tantas peticiones. Eran demasiadas personas, demasiadas miradas capaces de juzgar ¿Cómo podía confiar en Cloe si recién la conocía? Entonces, se encontró con la mirada de su profesor, quien le regaló una sonrisa en forma de apoyo.

Solo con ese gesto se dió cuenta de que la cantidad de amigos en su vida era muy poca. Miró a Dalia y a Cloe, quienes le sonreían con amabilidad. Si quería más compañía, si quería dejar la soledad a un lado, debía aprender a confiar.

Y lo hizo, se quitó la capucha. Gabe sintió asco al instante y no se molestó en disimularlo, pero el resto la miró normal. Era normal para cuatro y un monstruo para uno...

— Hablemos de anatomía básica — comenzó Cloe, dirigiéndose a Gabe —, ¿o es biología? En verdad, no lo sé...

— Ve al punto, Cloe — le recomendó Don.

Y eso hizo.

— Solo quiero que me digas cuántos ojos tiene una persona — le pidió Cloe a Gabe.

— Dos — respondió él sin problema.

— ¿Y cuántos ojos tiene Linda?

— Dos...

— ¿Cuántas piernas tiene una persona? ¿Cuantos brazos, cuantas orejas, cuantas narices, cuantos labios? Te sabes todas las respuestas, y todas encajan a la perfección con Linda.

— ¿A qué quieres llegar con esto? — le preguntó el narciso.

Cloe sonrió de lado y caminó hasta Linda para rodearla por los hombros. La chica no sabía muy bien que estaba pasando, pero creía que eso significaba ser cómplice de la causa de Cloe Nicols. La estaba ayudando sin saber que pasaba en verdad. Era confuso, pero al menos se sentía útil.

— Llamaste fenómeno a alguien que tiene las características de un humano — señaló Cloe —, y estás mirando con asco a alguien que tiene la misma cantidad de ojos que tú ¿Acaso no te das cuenta de lo equivocado que estás?

» Linda es una persona, Gabe. Ella merece ser tratada como cualquiera de los que estamos aquí. Tiene dos ojos, una boca, una nariz y puedo seguir. Tienes más cosas en común con ella de las que puedes imaginar, y aún así la miras como si viniera de otro mundo. Eso está mal.

Gabe no tuvo el valor de mirar a Linda. No fue porque las palabras de Cloe le afectarán de algún modo, sino porque estaba completamente asqueado de ese rostro tan vulgar. En su lugar, miró a Cloe. Ella si que era linda, pero la detestaba tanto que le dió igual aquel detalle.

— La cosa es que la llamé fenómeno por su rostro, no por sus ojos — él se cruzó de brazos —. No es normal en una persona tener tantas cicatrices y que todas se vean así de horrorosas.

— Eso es mentira — soltó Dalia.

Tras un suspiro, levantó su camisa lo suficiente como para mostrar su abdomen. El estómago de la bailarina estaba decorado con tres largas cicatrices de color blanquecino. Linda quedó impresionada, ¿no era la única con marcas en ese lugar?

— Son de una operación que me hice hace años, para eliminar toda la piel que quedó luego de que perdí peso — contó, sin dejar de mirar a Gabe —, tengo una parecida en mi entrepierna y las marcas no terminan de desaparecer. Son horrosas, lo admito.

Ella se bajó la camisa y caminó hacia Gabe.

— Tengo cicatrices, ¿eso me hace un fenómeno, Gab? — le preguntó.

— Es diferente, Dal — le aseguró su amigo —, tú no eres...

— Tú no eres horrible, Dalia— soltó Linda, completando las palabras de Gabe —, pero yo sí. Eso es lo que me hace un fenómeno, ¿no es así?

— Linda...— Derek trató de detenerla, pero ella continuó caminando hacia Gabe.

— Ella no es fea, entonces está bien que tenga cicatrices. Su cuerpo no es asqueroso, por eso no importan las marcas...Es lo que piensas, ¿no es así, Gabe?

— Pues, sí — le respondió con sinceridad.

— ¡Oye! — Derek se preparó para defender a su alumna pero ella la detuvo.

— Está bien, Derek. Yo opino lo mismo que tú, Gabe — aseguró Linda.

— ¿A sí? — preguntó Gabe alzando una ceja —, al menos estás clara.

— Lo estoy — ella se cruzó de brazos —, y como tú piensas igual que un fenómeno, debes serlo también.

— ¿Qué? Estoy muy lejos de ser como tú.

— ¿En serio? No lo creo — Cloe intervino en ese momento —, ella tiene dos ojos, tú también los tienes. Ella piensa ser un fenómeno, tú crees que lo es. Son muy parecidos y, por lo tanto, son...

— Fenómenos — completo Linda. La voz de su conciencia estaba expulsando gritos de molestia mezclados con tristeza al exterior.

Pero sintió un alivio en la garganta al llamar así al hombre musculoso frente a ella.

— Poner apodos es feo, narciso — le dijo Cloe —, pero ella tiene derecho de hacerlo después de lo que tú le dijiste.

Cloe dejó esas palabras en el aire y volvió a sentarse en la silla en la que había dejado a Jace. Tomó un lápiz y comenzó a escribir con total calma, como si eso nunca hubiera pasado.

— Esta es tu primera lección, Gabe — dijo sin levantar la mirada —: aprende a mirarte bien al espejo, porque a veces el verdadero fenómeno puede tener tu color de ojos.

No dijo más nada, solo se limitó a escribir durante el resto de la velada. Era una chica rara, de eso no cabía duda, pero en algo tenía razón: los verdaderos fenómenos son los que creen que la apariencia hace a la persona. Ninguno de los dos sabía apreciar los defectos, las actitudes o las singularidades de otras personas más que de si mismos; aunque ni siquiera eso.

Eran fenómenos por creer que la perfección se mide por no tener defectos.

Así que Cloe acertó al decir que Linda y Gabe tenían más cosas en común de lo que podían imaginar. Sin embargo, ninguno de los dos tenía ganas de entrelazar sus vidas. Existen telarañas hermosas, que juntan historias interesantes e increíbles. No obstante, ninguno de los dos fenómenos tenía ganas de formar parte de la telaraña del otro. Solo querían alejarse.

Aunque, considerando que te estoy contando esto, sus historias no tomaron el rumbo que ellos querían...

Si los espejos hablaran:

Si los espejos hablaran,
lo harían estando enteros,
y el mío está roto.
Roto como tú imágen en mis ojos llenos de lágrimas.
Roto como los cristales incrustados en mi corazón.

Si los espejos hablaran,
No sé si el tuyo me cantaría con lástima,
O si empujaría hasta tu espinas,
de rosa sin alma.

Si los espejos hablaran,
El mío no lo haría
Y el tuyo se reiría
Justo en mi cara.

~Rina

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