Capítulo 7
Un pez dorado
22 de febrero
1:00 pm
Querido Jace:
Hoy estaba pensando en mi pez dorado, aquel que deje en Detroit al cuidado de mi sobrina de tres años. Sí, lo sé, no tomo las mejores decisiones del mundo...pero Cris se emocionó tanto cuando le dejé esa pecera que me fue imposible decirle que no a su pedido de cuidarlo.
El punto es que estaba pensando en ese pez al que ni siquiera le puse nombre. Me dí cuenta de que lo extraño un poco, y es raro porque nunca le presté mucha atención en realidad. Supongo que es lo que gano por tomarle cariño a las cosas: extrañar.
¿Y te digo algo? Es una sensación bonita.
Extrañar significa que hay algo tan valioso en tu vida que ocupa parte de tus pensamientos incluso estando lejos. Es una forma de querer y de amar. Extrañar es algo hermoso, aunque traiga cierta melancolía consigo y me alegra tener la capacidad de hacerlo.
Me pregunto si nuestro narciso sabe a lo que me refiero...
🌻
Gabe estaba confundido, ¿y cómo no iba a estarlo si la supuesta casamentera lo citó a una sesión en la calle? La encontró en una camineria frente a la playa, escribiendo sobre un libro de carátula azul.
Él rodó sus ojos con molestia e incluso pensó en dar la vuelta y largarse mientras podía. Después de todo, ella no lo había visto. No obstante, pensó en el reproche que Dalia y Donovan se encargarían de ofrecerle si descubrían que había dejado a Cloe y ese fue el impulso necesario para caminar hacia la castaña, quien estaba demasiado concentrada en lo que escribía. Una vez estuvo cerca de ella, carraspeó para llamar su atención.
Solo entonces, Cloe dejó de pensar en su pez dorado y levantó la vista para encontrarse con su muy esperado narciso.
— ¡Oh! ¡Hola, Gabe! — dijo con entusiasmo mientras cerraba la carátula de Jace —, el día está hermoso, ¿no lo crees?
— Está igual que siempre — respondió Gabe tras encojerse de hombros.
— Quizá para tí, pero yo vengo de Detroit — habló ella, metiendo a Jace en su mochila —, creo que estoy acostumbrada a agradecer un día soleado.
Ella se puso de pie y ese fue el momento en el que Gabe decidió detallarla con cuidado. Se notaba que la chica no era de California por la blancura de su piel, aunque esta le sentaba bien. Su cabello marrón estaba en un moño igual de desordenado que el del día anterior y mechones caían en su rostro, decorado por unos hoyuelos que complementaban su bonita sonrisa. Sus ojos azules soltaban una vibra chispeante que se contagiaba con facilidad.
Aunque él resultó ser inmune a ese encanto.
Se dió cuenta de lo peculiar que era el atuendo de su casamentera. Traía puesta una camisa de Superman y unos shorts cortos, junto con unas botas de tacón que le aumentaban unos cuantos centímetros. Aún así, era pequeña; como dos cabezas más bajas que Gabe. Luego estaba su mochila llena de pines de superhéroes y de videojuegos. Esa mujer no parecía alguien demasiado seria que se diga.
Más bien, se veía como una niña atrapada en el cuerpo de una adulta jóven demasiado animada.
— Estaba pensando que, para esta primera sesión, me dieras un recorrido por L.A — habló ella —, llevo aquí pocos días y no conozco mucho.
— ¿Tengo que recordarte que solo probaré tu trato? Deberías aprovechar para convencerme, no pedirme que te dé un tour — le dijo Gabe
— Lo sé. Puedo hablar y caminar al mismo tiempo, mis palabras bastarán para convencerte.
— Te ves demasiado segura de eso.
— Yo soy muy segura de mi misma, Gabe. Cuando me propongo algo, lo consigo y me propuse ayudarte así que créeme que haré lo posible por que confíes en mí y en este trato.
Gabe soltó un suspiro, veía eso como algo difícil pero no la iba a contradecir; eso solo la haría hablar más y a él no le interesaba ninguna conversación en la que él no fuese el tema principal. Le indicó con un movimiento de cabeza que empezaran su tour, esperaba que todo eso acabara pronto y que la chica resultara menos parlanchina de lo que había visto hasta ese momento.
— Juguemos un juego — soltó Cloe mientras caminaban. Al parecer era tan parlanchina como aparentaba.
— No gracias — habló Gabe, metiendo sus manos en los bolsillos de sus bermudas.
— No te estoy preguntando, gruñón — le dijo ella —, vas a jugar.
¿Qué se necesitaba para callarla? Normalmente, los recién llegados a Los Ángeles quedaban mudos con las vistas a la playa y las palmeras de gran tamaño ¿Por qué eso no le ocurría a Cloe? Cierto, porque ella era una excepción gigante. Gabe no lo sabía pero pronto lo tendría que descubrir.
— Juguemos el juego favorito de mi sobrina: "veo, veo" — continuó la chica —, alguien tiene que ver algo y describirlo sin decir el nombre, el otro tendrá que adivinarlo.
— Sé como se juega "veo, veo" — él rodó los ojos con fastidio —. Comencemos de una vez para terminar con esto rápido.
— Bien, comienzo yo.
La mirada atenta de Cloe dió una inspección rápida por el lugar. Le llamó la atención un gran letrero en la calle. Sonrió satisfecha al encontrar su objetivo y decidió comenzar el juego.
— Veo, veo algo alto...
— ¿Soy yo? — preguntó Gabe.
— No — negó Cloe —, es grande.
— ¿Yo? — repitió el chico.
— No. Además, es verde.
— Soy yo, estoy seguro.
— ¡¿Acaso eres verde, Gabe?!
— Mis ojos lo son — él se encogió de hombros.
— Dije es verde, no ojos de color verde — soltó Cloe —, ¿Acaso existe alguna característica que no te recuerde a tí?
— Sigue tratando...— la animó el chico.
— Bien, lo que veo es llamativo.
— Basta, Cloe. Me estás describiendo a mí.
— ¡No! ¡Es el letrero! Eres pésimo en este juego.
— No, tú eres pésima describiendo.
Cloe rodó los ojos ante el comentario del chico. No era difícil notar lo que estaba ocurriendo. Gabe estaba tan enfocado en su persona que no notaba la diferencia entre pensar en sí mismo y pensar en algo más. Podía desviar una conversación en cuestión de segundos y sin darse cuenta solo por estar fijándose en él y nada más que en él. Quisiera llamarlo "autoestima alta" pero la verdad es que a eso solo le puedo decir soberbia.
Soberbia...pero que palabra más horrible, ¿no es asI?
Más allá de su significado, es una palabra amarga. Con solo decirla queda cierto picor en la boca. La combinación de las sílabas causa hasta náuseas y, cuando la pronuncias por completo sientes como si un torbellino estuviera intentando jugar con tus entrañas. Luego, si le agregamos lo que esconden todas esas letras juntas que no es más que una superioridad exagerada con discriminación hacia el resto incluida, resulta ser un sustantivo repugnante. Lástima que para este caso no se pueda usar otro más que ese.
— Esta bien, como digas — soltó Cloe, rendida ante la actitud de su narciso. Ella también consideraba repugnante la palabra "soberbia", pero se le hizo fácil identificarla en Gabe —. Es tu turno.
Gabe soltó un resoplido, eso del juego era molesto e innecesario. Si las cosas seguían ese curso, enviaría a Cloe y su trato muy lejos de él y de su fuerte reflejo. Detuvo la caminata de ambos y con ella el tour al llegar frente a un paso peatonal. Solo entonces, la peculiar casamentera le dedicó una mirada suplicante incapaz de resistir. Sus ojos azules se tornaron brillosos y esbozó un puchero que suplicaba en silencio que continuara jugando. Gabe maldijo a sus adentros ¿Cómo, con veinticinco años de edad, había quedado atrapado en el infantil juego de "veo, veo"?
Se rindió ante la mirada de Cloe y se lo hizo saber cuando comenzó a mirar a su alrededor en busca de algo digno de describir. Buscó y buscó, pero no encontró nada. No habían palabras para describir lo que veía pues todo le parecía aburrido.
A pesar de que hablamos de Los Angeles, un lugar extremadamente turístico gracias a sus playas y sitios de interés, a él nada le pareció interesante.
— No hay nada bueno que describir — le dijo a Cloe en el instante en el que ambos atravesaron el pazo peatonal.
— Tienes que estar bromeando — habló Cloe —, vimos a un tipo disfrazado de hot dog hace como diez minutos.
— ¿En serio? No me fijé — él se encogió de hombros —. Igual, en este momento no hay nada interesante.
— Bien...
Ella no pudo evitar pensar que el juego habría resultado de una manera muy diferente si él hubiese tenido un espejo frente a él en ese instante...
Cloe lo examinó con rapidez, tratando de analizar lo mejor posible aquella contextura de tanque ¿Qué se estaba resguardando dentro de esa dura coraza? ¿Habría algo de sensibilidad en un tipo tan intimidante. Parecía que, de tanto enfocarse en sí mismo, comenzaba a aislarse del mundo. Al menos, eso pensó ella, y para comprobar su hipótesis, decidió probar algo distinto a su juego:
— Basta de "veo, veo"
— ¡Al fin! — exclamó Gabe.
— Ahora, te contaré una historia — dijo la chica.
— No puede ser— él levantó la mirada hacia el cielo, lamentándose —. Mataré a Don y a Dalia por hacerme esto.
Ignorando su comentario, Cloe lo detuvo en el medio de su caminata. Estaban a la distancia perfecta, en la cual las miradas pueden juntarse sin la necesidad de invadir espacio personal. Así, Clo pudo observar con mayor detenimiento el color verde en el iris de su narciso. Aquel tono le parecía tan autentico y bonito que no encajaba con el resto de su intimidante cuerpo ¿Qué podía esconder en la inmensidad de esa tonalidad?
— Hoy me levanté extrañando a mi pez dorado — le dijo y Gabe no perdió el tiempo para soltar una fuerte y sonora carcajada —. ¡No te rías! Es muy en serio.
Esa mujer cada vez le parecía más extraña...
— Es triste, porque mi pesecito esta allá y yo estoy aquí — continuó Cloe —, pero a la vez me hace sentir feliz porque extrañarlo me hizo recordar que lo quiero...
— Cloe, ¡es un pez! — soltó Gabe —, no sé porque te molestas en contarme esto. Ese pez debe tener el cerebro del tamaño de una pequeña semilla, no sabe quien eres y por lo tanto, no te extraña ¿Por qué habrías de extrañarlo tú?
— Porque siento cariño por él. Es como cuando una amigo o un familiar se va lejos. Es algo normal
— No, no lo creo.
— ¿Cómo que no lo crees? ¿Acaso nunca has sentido la necesidad de estar junto a alguien que está lejos? Ya sabes, extrañar...
Gabe frunció el entrecejo y ladeo su cabeza. Solo entonces, Cloe encontró lo que tanto temía en el tono verde de su narciso: él no sabía como se sentía extrañar. Por lo tanto, no conocía esa forma de amar. Su manera de actuar lo había privado de esa clase de cariño, así que Clo comenzó a preguntarse que tan lejos estaba ese narciso del amor.
Porque amor propio tenía, pero el amor hacia los demás era inexistente para él.
— Bien, la sesión de hoy terminó — dijo Cloe, apartándose de Gabe y tomando asiento en una banca en la calle —, puedes irte.
— ¡¿Qué?! — preguntó Gabe con confusión —, ¡pero si no hicimos nada! Sin duda eres un fiasco, no me preguntaste nada relevante. De hecho, ¡ni preguntaste! ¿Cómo se supone que vas a conseguirme novia si ni siquiera conoces mis gustos? No sirves de casamentera.
— Si sirvo, y si hice algo — se defendió la chica —: descubrí que eres maduro, así que no puedo conseguirte una cita con una chica que este pensando en juegos o en tonterías porque te aburrirás. También sé que pierdes el interés con facilidad, tendré que conseguir a alguien que sepa mantener una conversación interesante. Oh, y lo más importante que saqué de nuestra charla fue que tu tema favorito eres tu. Eso es algo que tenemos que cambiar, una cita no puede ser solo sobre ti, narciso.
Impresionante, fue lo que Gabe se dijo sí mismo al escuchar todo lo que Cloe había averiguado con un juego y una vaga charla. Claro que él no se imaginaba que su casamentera se había fijado en más que en su gusto de chica, había descubierto que clase de raíces tenía su problema. Él no era un vigorexico cualquiera, pues su ego era incluso más fuerte que sus músculos. Por lo tanto, seria un paciente difícil.
Pero a Cloe Nicols le gustaba lo complicado.
— ¿Me llamaste narciso hace un segundo? — preguntó Gabe, incapaz de procesar ese dato.
— Sí, y mejor vete acostumbrando — Cloe sacó a Jace de su mochila junto con su lapicero.
— ¿Y por qué carajos tengo que aguantar que me llames así? — preguntó el chico.
— Porque el apodo te queda a la perfección, narciso.
Cloe le sonrió con cierta dulzura para luego dejar de mirarlo y comenzar a anotar todo en Jace. Había algo extraño en esa chica, Gabe estaba seguro de ello. No sabía si era el hecho de que lo hubiese "bautizado" con el nombre de una flor, o la extraña historia de su pez dorado, pero estaba seguro de que Cloe Nicols no era normal.
Fue entonces que se dio cuenta de que siempre hubo algo interesante que describir a su lado...claro que él no se molestaría en buscar las palabras para hacerlo.
🌻
...Jace, tenemos un problema.
Y es grande, musculoso y narcisista hasta no decir más.
Descubrí que Gabe Bacher no sabe extrañar ¿Tienes idea de lo que eso significa? ¡No siente el amor que yo siento por mi pez dorado en este momento! ¡No conoce la sensación de querer estar con alguien y eliminar los kilómetros de distancia con solo parpadeo!
Esto es importante, demasiado. Creo que es su personalidad tan asquerosamente soberbia que le impide sentir esa clase de afecto. Si es así, entonces él podría estar teniendo problemas para sentir otros tipos de cariño. Quizá esa es la razón por la que quiere ser tan fuerte, ¿y si busca compensar el amor con los esteroides que Don me dijo que tomaba?
La verdad, no sé. Solo te estoy contando suposiciones. Capaz me he vuelto demasiado exagerada luego de tantos años conviviendo con Margaret. Quizá está solo fue una sesión inútil, pero yo quiero creer que si llegue a una conclusión lógica.
Creo, estoy casi segura, de que entendí a Gabe.
Y, de no ser así, sé que saque algo bueno de esta charla entre una margarita y un narciso; descubrí que estoy cien porciento segura de dos cosas: La primera es que Gabe Bacher necesita mi ayuda...y la segunda es que me alegra poder extrañar a mi pez dorado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro