Capítulo 67
Un narciso y un cuarto comienzo (final)
1 de Octubre
1:30 pm
Hay belleza por doquier.
Belleza en la locura, en las estrellas, en las lágrimas, en las flores, en las cicatrices...hay belleza en ti y en mí, pero todavía hay más belleza en ti.
Te seré sincero, inicié esto porque quería darte una historia hermosa, con personajes hermosos que te enseñaran a amar lo que yo veo y tu no logras ver en el espejo. Te escribí para que dejaras de contar hasta diez, para que detuvieras este juego de escondidas con la hermosura que se esconde en el mundo y así la encontrarías de una vez; porque hay belleza por doquier, pero mientras más la buscas menos la encuentras.
Escribiendo, lo entendí.
Y como no pude darte una historia que te hiciera entender lo hermosa que eres, intenté darte una en la que te convirtieras en alguien fuerte. Te hablé de la fuerza porque, al igual que la belleza, está en todos lados, pero todos la dan por sentado. Hay fuerza en el llanto, en la confianza, en los sueños...Hay fuerza en los sentimientos y en el último retoño que sobrevive antes del invierno. Pero noté que, mientras más escribía sobre fuerza, más débil me ponía.
Es que, que alguien tan débil como yo te hable de fortaleza, es demasiado contradictorio.
Así que, al final, me di cuenta de que nunca se trató de fuerza, o de belleza. Esta historia se trata de algo que es bello y fuerte por igual; algo que tenía ella entre sus manos, en su mirada, en su corazón, y en las lágrimas rebeldes que se refugiaban en sus pupilas.
Algo que tenía él en el mosaico de sus ojos, en el nudo en su garganta, y en el latir acelerado de su pecho.
Algo que quise darte con el narciso que nunca llegó a mis manos...
Cloe cerró el libro tras leer aquella última nota, el final de Jace. No llores por la muerte de la bitácora, no cuando deberás afrontar "adioses" más tristes que este. Jace no volvería a recibir palabras en sus hojas, pero tenía cientos de ellas en otras que contaban su historia.
Y eso pasará con nosotros: Cuando nos vayamos, habrá alguien que cuente nuestras vidas como si fueran una especie de...tragedia.
Para cuando el lomo gastado de Jace se cerró, los ojos azules de Cloe se fijaron en los de Gabe. Se mezclaron, tal y como se mezclan las miradas que sienten demasiado. El azul y el verde se volvieron uno solo, y entonces surgió una sonrisa en los pequeños labios de la chica. Se acercó a él, tan solo un paso. Ahora lo entendía, sabía porque le pidió con tantas fuerzas leer esa última nota. Ahí, reconoció a su narciso, a aquel que aceleraba su corazón. No era el mismo, pero era con el que quería iniciar de nuevo.
—Supongo que ya lo leíste todo —dijo Gabe, concentrado en los hoyuelos provocados por la sonrisa de esa chica.
—Cada palabra —aseguró ella, bajando la mirada momentáneamente hacia la flor seca en su mano. Luego, volvió a subirla —. ¿Desde hace cuanto tienes esta flor?
—¿Recuerdas que habían narcisos en la ventana la última vez que nos vimos?
—¿Lo sacaste de ahí? —cuestionó, a lo que él asintió con la cabeza. Eso la hizo reír —. Así que te tengo loco desde entonces, ¿eh? El que la conservaras no te hace ver para nada obsecionado, por cierto.
Él notó su sarcasmo y soltó una pequeña carcajada. Bajó su mirada hasta la flor y luego la devolvió hasta sus ojos azules. La vió como ella siempre quiso ser mirada.
—Te seré sincero, hubo un tiempo en el que no pensé en ti —dijo Gabe —. Fueron meses en los que no te recordé, ni siquiera por un segundo. Mantuve distancia por prudencia, pero dejaste de ser alguien para mi cuando comencé con mi recuperación.
—También tuve meses así...—admitió ella —. Me mencionaban tu nombre y yo...Solo sentía nostalgia, pero no te necesitaba. Estaba más enfocada en curarme que en extrañarte.
—Porque aprendimos a vivir sin el otro, hicimos lo que nos prometimos la última vez que nos vimos. Ahora bien, estos últimos días...
—¿Se te ha hecho imposible dejar de pensar en mí? —preguntó ella, sonrojandose —. Porque a mí se me ha hecho imposible dejar de pensar en ti, narciso.
Gabe no dijo nada, tan solo llevó una mano hasta uno de los mechones rebeldes que cubrían parte del rostro de Cloe, y lo colocó con lentitud tras su oreja. Su tacto era diferente, más sutil y delicado. Todavía olía al mismo perfume de hombre, pero ya no estaba el hedor a bronceado que a veces contrastaba de mala manera con su aroma natural. Sin pedirle permiso, tomó la flor seca de su mano y se permitió rozar sus dedos por más tiempo del necesario. La miró directo a los ojos, por más que sus hoyuelos lo estaban tentando a mirar a otro lado.
—No pensé en ti, hasta que reencontré esta flor en una de las páginas de Jace —dijo él —. Ahí, recordé algo muy importante.
—¿Qué?
—Fuiste la última mujer a la que le dije "te amo" —él llevó la flor hasta la oreja de la chica, y se la colocó como si esta fuera un accesorio hecho solo para ella. La mujer que quería se veía hermosa con un narciso en su cabeza —. Y eres la única a la que se lo volvería a decir.
Y ella sintió que sus pulmones se quedaban sin aire, que su corazón recordaba lo que era comenzar a enamorarse de nuevo. Lo lindo de las historias de amor es que tienen miles de finales antes de que estos se escriban; son tantas las posibilidades, que enamoran a un escritor y lo incitan a seguir narrando, contando, buscando finales hasta dar con el indicado ¿Cuál sería el de ellos? No te lo contaré a ti.
A ti te contaré su inicio:
—Solo quiero enamorarme de ti, Cloe —continuó Gabe —. Pero, para eso, debemos comenzar de nuevo. Quiero que conozcas a este hombre frente a ti, sin tomar en cuenta su pasado. Ya no soy más un enfermo, estoy curado y dispuesto a amar ¡Porque el mundo se trata de eso! De amar y ser amado, y ahora estoy dispuesto a hacer los dos.
—Y yo quiero que conozcas a la mujer frente a ti sin tomar en cuenta todas las veces que se ha perdido —aseguró Cloe —. Pero ya hemos hecho esto antes, Gabe. Es decir, este es como nuestro...¿cuarto comienzo? —suspiró —. ¿Cuántos inicios tendremos tú y yo?
—A partir de ahora, solo uno. El único que importa.
Desvió su mirada unos segundos hasta la flor en su oreja; los narcisos son flores hermosas, cuyo perfume es dulce y envolvente ¿Escuchas a las flores gritar en el campo? Todas pelean por saber quien es la más bella: las rosas muestran sus espinas con orgullo, los tulipanes se alzan alto para demostrar su belleza, los jazmines liberan su perfume y los narcisos, a ellos los escucharás decir que son las flores más hermosas que jamás han existido...Hasta que la primavera comienza de nuevo, y consiguen una flor de la cual enamorarse.
¿Escuchas al narciso suspirar? Es porque es la flor de los nuevos comienzos, y el amor es eso; por eso siempre quise darte un narciso, pero solo hay margaritas en este hospital.
Gabe extendió su mano hasta Cloe, quien lo observó con confusión. Él estaba aterrado, pero es de fuertes afrontarlo. Sonrió, porque encontró fuerza y belleza en algo que no imaginó conseguir jamás. Y, ahora, empezaría de la manera correcta:
—Hola, mi nombre es Gabe Bacher —le dijo a Cloe —. Me parece que no nos conocemos, así que me tomé el atrevimiento de acercarme. La flor en su cabello es muy hermosa, ¿sabe? Pero no llama tanto la atención como su peinado ¿Si acaso se cepilla, o prefiere ir por el mundo con moños caóticos como este?
Una sonrisa involuntaria apareció en los labios de Cloe. Ambos habían pasado por mucho ese último año; perdieron mucho, no les dió tiempo de despedirse, pero aún así él tuvo el valor de iniciar de nuevo ¿Y ella? ¿Qué había de ella? Tendría el valor de conocer por cuarta vez al mismo chico...
Pero ese Gabe no era el mismo, y esa Cloe tampoco lo era. Esta es una historia de amor distinta; igual de real, pero diferente en otros sentidos.
Así que ella estrechó su mano y le provocó una amplia sonrisa al chico que se hacía apodar narciso.
—El caos es arte, Gabe Bacher —respondió ella, aún con sus manos entrelazadas —. Si traigo caos en mi cabello, es porque hay más caos dentro de mi. Y si hay caos...
—Es porque eres arte —razonó él, no pudo evitar extender su sonrisa —. Suena un poco vanidosa, señorita.
—No, no lo soy —aseguró ella —. Solo repito lo que alguien me dijo alguna vez.
—Pues, ese alguien tuvo razón. Usted se ve como arte, pero aún no conozco su nombre...¿Puedes decírmelo? Me está incomodando esto de hablarle de usted.
Ella sonrió con mucha más dulzura de lo que alguna vez cupo en sus labios y, ahí, la nueva versión de Gabe Bacher supo que tendría dos debilidades toda su vida: ese par de hoyuelos, y el nombre que escuchó después...
—Cloe. Me llamo Cloe Nicols.
Y así inició una historia que ahora sí tiene un género en específico. Él sonrió, ella sonrió y yo sonrió también, pero con nostalgia. Su inicio es nuestro final, Ume ¿Lo ves? Dije que tenías que prepararte para un adiós mucho más fuerte que el de Jace, o el de Linda...
Así que aquí voy:
Quise escribirte sobre belleza y sobre fuerza, pero fallé. En su lugar, comencé a escribir sobre algo que es tanto fuerza, como belleza...Pero también es debilidad ¿Sabes de que hablo, mi vida? Esta historia se trata de amor, únicamente de amor.
Y no lo supe al principio, pero debí suponerlo, porque cuando quieres demasiado a alguien simplemente no puedes esconderlo. Lo nuestro no fue perfecto, pero fue, existió, y fue real; eso te convierte en lo más bonito que me ha pasado en la vida, en lo que me dió más fuerzas dentro de este hospital. Si pudiera quedarme, lo haría, solo que no lo quiero hacer. Te amo, quizá eres a la única mujer a la que amaré con esta intensidad, pero no te amo como lo mereces.
Nos hacemos daño y, aunque no me voy por eso, me alegra saber que te estoy librando de esto. De mi.
Pero te pienso dar una última lección, mi amor, algo que no quiero que olvides jamás: busca la fuerza para amarte a ti misma, y así conseguirás a alguien que te ame con fuerza. Eso sí, nunca indagues en un espejo esperando encontrar tu belleza, menos si este está quebrado; mejor indaga en los ojos de alguien que te quiera, y verás lo que tu ignoras de esa linda alma que cargas. Comienza de nuevo, Ume, nunca es tarde. Ahora, traza tu camino siguiendo el equilibrio que te enseñó esta historia de amor: ama y déjate amar. Eso sí, si te encuentras un narciso en tu sendero, ¿podrías ponértelo tras tu oreja?
Es que siempre quise darte un narciso y, en su lugar, solo te escribí esta historia para decirte adiós...
Con todo el amor que tengo para darte,
Jayden Smith
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