Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 61

El mesero Tim
28 de septiembre

1:30 pm

Linda quería culpar a todos de la decisión que había tomado. Quería odiar al mundo entero, reclamarle a las voces en su cabeza por darle la idea de hacerse tanto daño. Pero lo cierto era que la única responsable en todo eso era ella. Ella fue quien decidió sucumbir ante la tristeza, quien terminó por caer en una telaraña oscura que la estaba destruyendo.

Ella siempre fue el problema.

Lo supo en el momento en el que vió su reflejo en el pedazo de espejo en su mano: no podía odiar al mundo por ser cruel, ella solo guardaba odio para sí misma.

Veía sus ojos miel y solo encontraba fealdad. Sus cicatrices reflejadas en el cristal solo eran un recuerdo de que ella era motivo de naúseas para cualquiera. No se reconocía, no quería reconocerse. Entonces, se dió cuenta de que ella siempre fue una desconocida para sí misma. Como Linda nunca fue linda, no se esforzó en vivir una vida digna.

Quizá lo más cercano a felicidad que alguna vez llegó a sentir fueron los momentos que vivió esos últimos meses. Derek, Lilian, Sanne, Dalia, Don, Silvana, Samara, Adam, Cloe, Gabe...Aviv. Ellos fueron el motivo por el que decidió aguantar tanto, pero ya no podía. Estaba cansada de vivir encerrada en un cuerpo al que odiaba, de escuchar unas voces que la lastimaban. Le dolía el alma, las muñecas...

Y la única forma de acabar con todo ese dolor era arrancandolo de raíz.

Creo que ya debes suponer lo que va a pasar, así que de antemano te quiero pedir perdón. Perdón por regalarte un personaje del que supe que te enamorarías desde el primer instante y luego hacerle esto, pero supongo que quise darte una lección ¿Cuál? Mejor espera y verás. Solo espero que no me odies luego de esto.

No podía prestarle atención al libro que se mantenía abierto frente a ella, ni beber en paz el café que había ordenado. Era incapaz de hacer algo con ese cristal roto en su mano, se había hecho tanto daño con él...Se ordenó soltarlo e intentar concentrarse en su lectura mientras esperaba a su fenómeno favorito en Palms. Sin embargo, no logró su cometido gracias al vibrar continuo de su teléfono celular.

Ella suspiró con fuerza. Tenía tantas notificaciones que había decidido ignorar:

9:00 am.

Sil: ¡Hola, amiga! ¿Quieres salir con Sam y conmigo hoy? Hace tiempo que no te vemos...

9:40 am.

Derek: ¿Por qué recibí una carta de renuncia con tu nombre y una nota de que no volverías a la investigación?

10:00 am.

Derek: ¿Qué pasa, Linda? Este es tu sueño ¡No lo abandones!

10:50 am.

Derek: ¿Volverás a esconderte en el armario?

11:30 am.

Elliot: El profesor Osbone me contó que renunciaste a la pasantia...¿Es verdad?

12:00 pm.

Sanne: Linda, necesitamos un nuevo espejo...¿Podrías comprarlo?

Tragó saliva con dificultad. Saber que les estaba mintiendo le dolía, pero era necesario. Ellos la detendrían porque no entendían lo duro que era vivir bajó una piel horrorosa. Comprendió entonces que se había rodeado de personas que eran pura luz, pero ni siquiera su brillo logró sacarla de todas las sombras que la rodeaban.

Sin duda, lo más doloroso en la pantalla de su móvil no eran todos esos mensajes. Leer que tenía más de diez llamadas perdidas de Aviv le estaba rompiendo el corazón. Terminar con él fue la cosa más dura que alguna vez hizo, pero intentaba suavizarlo al decirse a sí misma que siempre supo que eso ocurriría. Se les agotó el tiempo, ella no podía seguir siendo egoísta y mantener una relación sabiendo el final que le esperaba. Lo amaba demasiado, así que hizo esa cosa estúpida de dejarlo ir cuando todo lo que quería era tenerlo a su lado.

Y digo estúpida porque sé que a ti te lo parese, pero para ella esa era la única solución. Limpió una lágrima y continuó deslizando las notificaciones. Al menos llegó a conocerlo, ¿no?

Sus demonios ya ni siquiera hablaban. Ella era el demonio en sí. Estaba tan triste, tan deprimida, que a duras penas podía mantenerse de pie. No obstante, muy a pesar de lo que ella creía, yo considero que, para ese momento, ella aún no estaba lista para sucumbir ante ese plan tan drástico ¿O por qué otra razón habría llamado a Gabe para charlar con él en Palms?

Estaba desesperada porque alguien la detuviera, pero al mismo tiempo quería acabar con todo de una vez. Era un desastre en sus pensamientos, un caos sin belleza. Esperaba que Gabe notara las señales una vez la viera, y al mismo tiempo rogaba en silencio para que él las ignorara. Necesitaba a su mejor amigo con tanta urgencia que recordó que ella siempre sería una desesperada cuando de amistad se hablaba.

Pero leer la última notificación la devolvió a la realidad:

1:30 pm

Gabe: Linda, no voy a poder llegar. Estoy ocupado.

Ella suspiró y, sin pensarlo, le respondió:

Siempre estás ocupado, fenómeno. Pero tranquilo, solo no desgastes a tu reflejo de tanto verlo《

Luego, apagó el teléfono y lo dejó sobre la mesa. Esa fue la señal que necesitó para entender que no había vuelta atrás. Nadie la detendría ¡Y estaba bien! Todos son un poco egoístas en algún momento, tan egoístas que no notan las señales que indican que todo lo que de lejos se ve bien, de cerca está muy mal. Hay miles de narcisos en el universo que no solo creen ser las flores más hermosa en el prado, sino que también ignoraban a las que se marchitaban.

Y para ella estaba bien. Dolía, pero estaba bien.

—Disculpe, señorita...

Linda tuvo que levantar su mirada para encarar al hombre que la llamaba. Barba y cabello marrón con unas cuantas canas, mejillas delgadas, mentón grueso, ojos sabios y sonrisa amable. El mesero Tim llevaba años trabajando para ese restaurante y siempre pasaba desapercibido. Ella lo reconoció, ya la había atendido antes. Sin embargo, era la primera vez que notaba toda esa amabilidad en su rostro.

Se preguntó cómo nunca llegó a notar ese detalle antes.

—Lamento molestarla —dijo, con total formalidad —, pero la reconozco porque suele venir con un grupo más o menos grande. Siempre se sientan en la misma mesa. Hoy está sola y se sentó en la mesa más alejada a esa...

Linda tardó un par de segundos en reaccionar. Luego, respondió sin esconder su incomodidad.

—Eh, sí —dijo —. Hoy vine sola.

—Mhm, ya veo —soltó él, un tanto pensativo —. Lo mismo ocurrió el otro día con una de las chicas que la suele acompañar. Una castaña de ojos azules, ¿sabe? Se sentó sola, en una de las mesas de afuera. Luego llegó un chico y, aunque parecían estar cómodos, me pareció que ella no estaba tan feliz como solía estarlo las primeras veces que la vi aquí. Lo mismo digo de usted.

—Suena a que le gusta observar a sus clientes. No es nada aterrador, por cierto.

Ante ese sarcásmo, el hombre esbozó una sonrisa en la que mostró su dentadura de un color amarillento. Antiguo fumador, ex-alcoholico, con un expediente críminal del que se arrepentía. Tim salió de sus vicios y se convirtió en un hombre respetable que sabía apreciar la belleza de la alegría. Claro que Linda no sabía eso. Para ella, él solo era un hombre un tanto extraño; el mesero del restaurante al que tantas veces había asistido.

—No pude evitar notarla a usted o a sus amigos desde que comenzaron a frecuentar este lugar. No los observaba a propósito. Por favor, no piense que soy algún demente que con obsesiones extrañas. Los veía sin darme cuenta, pues su alegría era como un imán no solo para mi atención, sino para la de muchos. Ustedes reían y a mi me daban ganas de reír, sonreían y yo lo hacía con ustedes. Así, sin notarlo. Ustedes hacen de la felicidad algo contagioso.

》Son un grupo de amigos que me atrevería a llamar familia y he de admitir que me entristece el que hayan dejado de frecuentar este lugar. Extraño sonreír tanto.

—Oh, pues no había notado que dejamos de venir —admitió Linda, mordiendo su labio inferior con vergüenza —. Pero es cierto, hace semanas que no ocupamos nuestra típica mesa. Creo que todos tenemos tantos problemas que hemos olvidado reunirnos...

—¿No siente que le hace falta?

Pues sí, le hacía falta ¿Pero qué podía hacer al respecto? Esa familia que Tim había descrito tenía grietas nuevas que les impedía sonreír como antes. Así que ella asintió con la cabeza porque extrañaba todas esas charlas en la mesa que ahora observaba, al otro lado del restaurante ¿Y si alguien más la ocupaba? ¿Y si otra familia de amigos se sentaba en los lugares que les correspondían a ellos?

Y pensar que allí se sentó en algún momento, con las personas que llegaron a enseñarle tanto sobre la belleza, la fuerza y, sobre todo, el amor...

—Todo se siente tan diferente...

—Tim —dijo él al ver que ella no conocía aún su nombre —. Me llamo Tim.

—Todo se siente tan diferente, Tim —repitió ella.

—Nada es igual para siempre, señorita...

—Linda.

—Pues, nada es igual para siempre, señorita Linda.

Tim llevó una mano hasta el amplio bolsillo de su delantal y sacó un libro de tapa desgastada. Linda lo reconoció al instante ¿Cómo había llegado eso a las manos de un desconocido que parecía conocerlos tanto?

—Su amiga dejó esto la otra vez —explicó, entregandole el libro a Linda —. Estaba esperando a que alguno de ustedes volviera para devolverlo.

—Jace...—ella sostuvo a la bitácora con impresión. Luego, observó al mesero —. ¿Leíste algo?

—No me atrevería a hacer algo así, señorita Linda.

—Bien. Cloe dice que si alguien lee a Jace sin su consentimiento, él moriría —Tim frunció el entrecejo de inmediato, lo que le recordó a la chica que debía explicar ese comportamiento —. Mi amiga es rara.

—Eso se nota desde lejos.

Linda sonrió, pero su sonrisa se esfumó de inmediato. Recordó que tenía miedo, que estaba triste, y que le dolían las muñecas...Sostuvo a Jace con más fuerza, casi queriendo que este fuera un salvavidas y no un simple libro. Ella se estaba hundiendo y una bitácora no la iba a mantener a flote.

Eso solo le funcionaba a Cloe.

—¿Sabe, señorita Linda? —dijo él, retomando la conversación —. Ya le dije que nada es igual para siempre. La vida es un conjunto de cambios, que suceden siguiendo una línea de coincidencias que llamamos destino por miedo admitir que nada esta planeado. Quizá suene a filosofía barata, pero es la verdad.

》A pesar de eso, usted tiene la opción de elegir si esos cambios la harán sonreír, o la harán llorar. Veo que no está bien, que por algo está sola aquí. Eso me hace entender que nadie le ha dicho lo que yo le digo ahora, así que se lo repetiré: elija sin miedo, que usted es fuerte para aguantar lo que vendrá.

A veces ignoramos lo que un extraño puede ver en nosotros. Somos tan ajenos a las vidas de otros que no notamos que el universo no solo consta de nuestro círculo de conocidos, sino que está hecho de miles de almas que notan lo que otras no. Linda pensó en lo extraño que era el que su vida y la de Tim hubiesen estado tan cerca y tan lejos al mismo tiempo. Pues, de eso se trata nuestra existencia: tus conocidos en algún momento fueron desconocidos, y tus desconocidos en algún momento podrían ser conocidos, solo que no los recordarás a todos.

Es un ciclo que me lleva a pensar que, en algún momento, todos conoceremos a todos y nos desconoceremos por igual. Y perdón si me puse redundante, pero es una excusa para no llegar a lo que vendrá después.

A pesar de lo convencido que sonó Tim al decirlo, ella supo que no era verdad. Ella no era fuerte. La gente fuerte no se rinde, y ella ya estaba completamente rendida. Solo pudo pensar en esas personas con las que se sentó tantas veces en la mesa de Palms ahora vacía. Esas personas cambiaron su perspectiva del amor, de la belleza, de la vida...y aún así ella no fue lo suficientemente fuerte para seguir adelante.

Los decepcionaría, pero ellos no eran el problema. El problema era ella.

No podía elegir un cambio bueno en su vida porque no lo quería. Como no existía amor propio, no creía merecer alegría. Quienes si la merecían eran esas personas cuyas vidas se habían entrelazado a la de ella, esas personas a las que amaba...¿Pero cómo se los haría saber?

Observó a Jace y una idea llegó a su mente.

—Tim, ¿tienes un lápiz contigo?

Él le dijo que sí y le entregó un pequeño lápiz sin demasiada punta. Eso serviría. Y, sin leer las letras en Jace, abrió la bitácora a la mitad y escribió; escribió el adiós más bonito que pudo narrar.

🌼

6:30 pm

Respira, Cloe. Respira.

Eso se repetía la castaña a sí misma en un intento de calmar sus nervios. Ya había descubierto que apaciguar el dolor en su pecho era imposible, así que al menos intentaría mantener la calma ante esos ojos verdes que la observaban con atención mientras caminaba de un lado a otro en la cocina de la casa de playa.

¡Ugh, amaba tanto esos ojos! Le parecían increíbles, sensibles, reales, hermosos...Pero debía ser fuerte. Debía entender que su amor era dañino, que se estaba haciendo daño y quizá le estaba haciendo daño a él también. Gabe necesitaba a alguien capaz de amarlo por completo, y ella solo amaba al Gabe que él podía llegar a ser.  Finalmente lo había comprendido, aunque eso no significaba que doliera menos.

Todo lo contrario, le dolía demasiado.

—Siento que estás intentando ordenar el desorden en tu cabeza —observó él, frunciendo el entrecejo —. Te advierto que podrías tardar siglos en esa tarea, loquita.

—Los desordenes no se ordenan —señaló ella —. Solo se les busca el sentido. En todo caso, buscarías orden en el desórden, pero no intentarías ordenarlo.

—Vaya, que profundo.

—Así es mi desorden —dijo ella, encogiéndose de hombros.

Gabe sonrió al escuchar eso. A pesar de que estaba un poco irritado por el hecho de que ella lo había interrumpido en su décima sesión de pesas del día solo para "charlar de algo importante", estaba feliz de verla. No existían palabras en su vocabulario básico para describir todo lo que Cloe provocaba dentro de él y, ahora que su vida parecía estar de cabeza, ella y su reflejo eran todo lo perfecto que le quedaba.

Se detuvo a observarla ¿Era imaginación suya, o se veía más delgada? Habían cambios físicos importantes en su novia, pero no le importó. Seguía siendo ella, aquella que cambió su forma de ver el amor. Porque sí, ella había hecho eso. Nunca lo admitiría, pero Cloe le enseñó a dejarse amar. Esa loquita lo volvía loco, y ese día se sentía más loco que nunca solo porque Clo se veía más como ella de lo que había visto las últimas semanas.

Así, perdida en el desorden de su mente, era la Cloe que lo tenía locamente enamorado.

¿Recuerdas lo que Sanne dijo una vez? ¿Algo sobre Cloe y Gabe siendo perfectos el uno para el otro, pero tanta perfección les hacía daño? Pues, no existe otra forma de describir lo que estaba ocurriendo. Eran dos almas que morían por amarse, pero sus obsesiones, limitaciones y miedos lo impedían. Eran perfección, se veían excelente juntos, pero se estaban lastimando tanto que esa belleza comenzaba a esfumarse.

Corrijo: esa belleza ya se había esfumado y dejó tras ella una historia tóxica y dañina. Pobre de los protagonistas, ¿no lo crees?

Al encontrar el orden en su desorden, Cloe suspiró y se armó de valor para hablar. Lo haría, claro que lo haría. Era fuerte así que se encargaría de aguantar...Sintió como sus ojos llenarse de lágrimas, a su corazón subir a su garganta, y a sus pulmones quedándose sin aire, pero al pensar en las margaritas se convenció de que debía hablar. Sin embargo, fue interrumpida por la llegada de Linda.

El adefecio se asustó al verlos, siempre se asustaba. Caminó lento hacia ellos, sin ánimos. Ni siquiera fingió una sonrisa al saludarlos.

—Hola —dijo y dejó un libro conocido en la mesa —. Encontré a Jace.

—¿Dónde estaba? —cuestionó Cloe. No podía sentir emoción por su bitácora cuando en todo lo que podía pensar era en su narciso.

—Lo tenía Tim.

—¿Quién es Tim? —preguntó Gabe.

—El mesero.

Pudieron haber preguntado de qué mesero hablaba, o ella pudo decirselos desde un principio. Sin embargo, solo hubo silencio luego de esa oración. Linda se abrazó a sí misma y mordió su labio inferior con fuerza, realzando sus cicatrices. Se preguntó si ellos podrían notar las señales, si lo hacían quizá no tendría que sucumbir a esa drástica decisión.

—Linda...—dijo Cloe, acercándose a ella —. No creas que te estoy echando, pero en verdad necesito hablar a solas con mi narciso.

—Oh...—al parecer, nadie notaría sus señales. No obstante, ella notó las de Cloe. Decidió susurrar para que Gabe no escuchara —. Te dije una vez que no te rindieras con mi amigo...

—Ya no puedo más, Linda. Aguanté demasiado.

—Te entiendo. Supongo que una de las páginas de Jace se llenará de la triste historia de una ruptura, ¿no?

—Me gustaría que no fuera así.

—Al menos lo intentaste, Clo. Eso es más de lo que muchos habrían hecho por él.

Linda le dedicó una sonrisa ladeada antes de decirle que los dejaría solos para que pudiesen hablar. Ambos la observaron retirarse a un paso lento y calmado, con un libro en su mano y su capucha aún puesta. Lo que Cloe no imaginó fue que la historia de su ruptura con Gabe jamás llegaría a Jace. En esa página habría una historia mucho más triste.

Volteó en el instante en el que perdió de vista a Linda y encaró a su amado narciso. Él le sonrió, lo que provocó que las rodillas de ella temblaran. Que horrible era entregar su corazón de esa manera y luego pedirlo de vuelta. Quería huir, como lo hizo luego de su primer beso, pero no tenía esa opción.

No podía seguir haciéndose daño.

—Gabe, tenemos que hablar —dijo ella, abrazandose así misma con fuerza.

—Eso decía tu mensaje, por eso estoy aquí —señaló él —. ¿Qué me quieres decir, loquita?

—Es complicado...

—Pues, simplifícalo. Recuerda que rara vez entiendo tu locura.

¿Y cómo iba a entenderla, si él ni siquiera se molestaba en salir de su propio mundo? Quizá si hubiese intentado verla más a ella que a su propio reflejo, esa situación no estaría ocurriendo. Cloe respiró hondo y dejó escapar unas cuantas lágrimas. Eso, aunque no lo creas, alertó al narciso.

Frunciendo el entrecejo, se levantó de la silla y caminó hacia ella. Colocó una de sua toscas manos en la mejilla de la chica y, con toda la escasa delicadeza que tenía limpió esas lágrimas que bajaban por su rostro. Sintió la necesidad de protegerla, de provocarle una sonrisa para poder ver sus hoyuelos. Verla triste le dolía incluso más que perder una sesión de ejercicio en el gimnasio...

¡Un momento! ¿Acaso Cloe le importaba más que su propia fuerza?

—¿Por qué lloras? —le preguntó y se dió cuenta de que en verdad quería conocer la respuesta.

Quería borrar la tristeza de ese rostro que le atraía tanto, quería abrazarla hasta hacerle entender que no había razón para estar triste. Quería besarla hasta memorizar el sabor de sus labios, y quería protegerla de todo aquel que le hacía daño. Amaba esos ojos con la profundidad del mar, amaba ese desorden imposible de ordenar.

Se dió cuenta de que la amaba por completo justo en el instante en el que ella se apartó de él. El amor puede ser bastante cruel.

—Gabe...—dijo ella con un hilo de voz —. No puedo más, no puedo. Lo siento, pero esto tiene que teminar.

—¿Qué tiene que terminar? —cuestionó él, confundido.

—Esto...Nosotros. Me haces daño y yo...Debo ser lo suficientemente fuerte para alejarme de ti.

—¿Estás teminando conmigo?

—Sí, narciso. Eso estoy haciendo.

¿Lo escuchaste? Justo así suena un corazón fuerte quebrándose. Es como un trueno que atraviesa el cielo, como un estruendoso choque capaz de partir la coraza más resistente. Así sonó su corazón.

Así de cruel es el amor.

¡¡Hasta que al fin pude actualizar!! Me disculpo por la tardanza, estuve muy ocupada. Lástima que volví con un capítulo tan triste, espero que no me odien😅

Narciso se me está haciendo más largo de lo que creí que sería (parece que yo no puedo escribir historias cortas, ¿verdad?), pero amo tanto a estos personajes que no se me dificulta seguir escribiendo sobre ellos. Gracias por seguir leyendo a pesar de todo❤

Con eso me despido. Chaíto, los amo🤩❤

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro