Capítulo 6
Cuento griego
21 de febrero
2:10 pm
La soberbia sienta fatal a la hora del almuerzo, pero las palabras agresivas y tóxicas son capaces de causar una indigestión de grandes magnitudes. Claro que Gabe debía ser inmune a eso.
El hecho de que el novio de Lilian y la chica horrorosa se marcharan indignados luego de sus palabras, no le impidió al chico llamar al camarero y pedir su almuerzo. Mientras, su amiga pelirroja lo fulminó con la mirada.
— Eso fue grosero — Dalia se cruzó de brazos y lo miró con desapruebo.
— ¿Pedir una hamburguesa? — Gabe frunció el ceño —, no me digas que ahora eres vegetariana, Dalia.
— ¡No! ¡Eso no! — le reclamó la pelirroja —, ¡Lo que le dijiste a Linda! La trataste terrible ¡¿Cómo se te ocurre llamarla fenómeno así, sin más?!
— Dal, por favor — Gabe casi soltó una carcajada ante el escándalo de su amiga —, alguien con ese rostro debe estar acostumbrada a que la llamen fenómeno. Además, ¡su nombre es Linda! No es como si no la hubiesen molestado antes por tal ironía.
— Vaya, y yo creí que nadie podía ser más cruel que yo cuando fui anoréxica — habló la chica castaña —, al parecer me equivoqué.
Gabe volteó la vista hacia la chica. Su cabello castaño estaba atado en un moño desordenado, con unos cuantos mechones cayendo sobre su rostro. Sus mejillas estaban rosadas, un rubor natural por el sol de Los Ángeles. Notó como sus ojos azules lo observaban con calma, y como su sonrisa permitía la aparición de dos hoyuelos encantadores.
Pero lo que en verdad le llamó la atención de esa nueva conocida fue el dije de flor en su cuello. Dalia tenía uno igual, Lilian también. Así que supuso que esa pequeña margarita la ataba a ese programa del que había oído tanto.
— Entonces, eres una margarita — le dijo, sin la necesidad de preguntar.
— Pero que observador — soltó Cloe, cruzando sus codos en la mesa —, para ser alguien que ignora a sus únicos dos amigos, te fijas bastante en una extraña.
— Yo no los ignoro — se defendió Gabe.
— ¿En serio? ¿Y cuándo es el cumpleaños de Dalia?
— Cinco de enero.
— Primero de febrero — lo corrigió Dalia, logrando que Cloe sonriera victoriosa.
— ¿Y el cumpleaños de Don? — preguntó la castaña una vez más.
— Fácil: quince de octubre.
— ¡Él cumple el dieciséis de agosto! — le reclamó Dalia —, ¡Por favor! ¡Y a él lo conoces desde que son niños!
Donovan negó con la cabeza, rendido ante la poca atención de su amigo. Si algo no se trataba de si mismo, entonces Gabe no tenía cabeza para recordarlo. Don lo sabia, por lo que esperó aquellas respuestas por parte de su amigo. Aun así, seguían siendo decepcionantes.
— Soy malo en las fechas — Gabe se encogió de hombros —. Además, son solo sus cumpleaños, no es como si tuvieran mucha importancia.
— Ellos saben que tú cumples el cuatro de diciembre — dijo Cloe —, y yo lo sé y ni siquiera te conozco, Gabe Bacher.
Cloe Nicols pasó de ser una adolescente desinteresada a ser una adulta a la que de hecho le importaban las personas a su al rededor. Antes de ese almuerzo, le pidió a Don y a Dalia que le describieran un poco a Gabe. Le gustaba oir características de una persona cuando venian de la boca de otras. Sabía que así no se conocía por completo a alguien, pero siempre lograba escuchar algo lindo de la gente cuando les pedía una descripción a sus amigos más cercanos.
Gracias a Don y Dali, descubrió que Gabe era alguien centrado en las cosas que le gustaban. Que, a pesar de su apariencia, podía ser tierno si se lo proponía. Sus dos amigos lo conocían bastante bien. Por desgracia, él no los conocía demasiado a ellos.
El egocentrismo estaba demasiado apoderado de él como para notar a las personas a su al rededor.
— Te diré porque estoy aquí — dijo Cloe con una sonrisa.
— ¿Para comer, no? — supuso él.
— Además de eso — continuó ella —, tus amigos te quieren ayudar.
— ¿Ayudar? ¿En qué?
— Sé que no lo ves, pero estás llevando esto del ejercicio demasiado lejos, amigo — intervino Donovan —. Sin mencionar que estás alejando a todo el mundo. Estás demasiado cambiado, muy...
— Soberbio, egocéntrico y narcisista — completó Dalia, aún molesta por la manera en la que él le había respondido a Linda —, sin mencionar grosero y terco.
— Pf, no me digan que este es otro de sus sermones — él rodó los ojos —, ¿Y qué tiene que ver ella en esto?
— Mhm, verás — fue el turno de Cloe para hablar —, como tienes la contextura de un tanque de guerra, tus amigos creen que puedes tener vigorexia...
— ¿Qué cosa? — la detuvo Gabe.
— Vigorexia. Es un trastorno, más de comportamiento que alimenticio, en el cual se busca músculo y fuerza de una forma exagerada.
— Pf, yo no tengo eso.
— ¿Te repito lo de contextura de tanque de guerra, o necesitas que busque otro ejemplo? ¿Has visto Los Cuatro Fantásticos? Bueno, eres como la mole pero rubio.
¿Pero qué le pasaba a esa chica? Lo que tenía de bonita, también lo tenía de molesta. Estaba entrometiéndose en algo que no le incumbia. Sin mencionar que él no tenía la tal Vigo...no-sé-qué-cosa.
Llegó a la conclusión de que esa mujer debía estar loca. Solo era una chica molesta que no tenía ni idea de lo que estaba hablando.
— Escucha, hagamos un trato — Cloe le dedicó una sonrisa amplia —: Tengo entendido que estas teniendo problemas para conseguir pareja...
— ¿Esto es en serio, chicos? — Gabe pasó su mirada a Don y a Dalia —, ¿le contaron algo más?
Ninguno de los dos dijo nada.
— Yo puedo ayudarte con ese problema — continuó la chica.
— No eres mi tipo — soltó Gabe, cruzándose de brazos.
— Ni tu el mío. Pero por suerte para ti, soy buena consiguiendo el tipo de otras personas...
— No puedo creer que la vaya a dejar hacer esto...— susurró Dalia para si misma y, tras un suspiro, terminó apoyándose en el hombro de Don.
— Soy casamentera — mintió la castaña.
Si, yo tampoco puedo creer que lo esté haciendo
— Sé que puedo conseguirte una cita que valga la pena — continuó Cloe —, solo debes dejar que te ayude.
Gabe frunció el ceño y, luego de analizar bien lo que le estaban diciendo, soltó una carcajada tan fuerte que incluso llamó la atención de otros clientes en el restaurante.
Debía ser una broma, estaba seguro de que lo era ¿Por qué sus amigos le recomendarían una casamentera? Era estúpido, además de que él no necesitaba ayuda. Si sus citas anteriores habían fallado, no había sido por su culpa. Las culpables siempre eran sus acompañantes. Ellas se marchaban, ellas eran quienes daban escusas baratas para irse mas temprano de alguna cita. Él, por el contrario, nunca hizo nada.
Era ridículo, y hasta chistoso, que le ofrecieran ayuda. Él era el único que siempre estubo en lo correcto, o al menos eso creía. No obstante, por más graciosa que sonaba la idea, solo él se estaba riendo.
— No me digan que esto es en serio — dijo, calmando su risa.
— Es muy en serio — continuó Cloe.
— Solo queremos ayudarte — intervino Dalia, que buscó la mano de su amigo sobre la mesa —, termina de escucharla, ¿si?
Gabe suspiró. Sabía que todo eso era una gran estúpides, pero no tenía el valor de decirle que no al medio puchero que estaba haciendo Dalia. Rodó los ojos y volvió su mirada a Cloe.
— No creo que te vaya a necesitar — soltó el chico.
— Puedes hacer un intento — ella se encogió de hombros —, te ayudaré a buscar pareja si tú me dejas ayudarte con tu vigorexia.
— Y de nuevo con lo mismo — rodó los ojos una vez más —, ¡Qué no tengo eso!
— Entonces, no tienes nada que perder. Piensa que esto es un favor que te están haciendo tus amigos porque a ellos sí les importas. Nada malo puede salir de este trato.
La chica demente cada vez le parecía más extraña. Estaba empeñada en introducirlo en ese trato, como si fuera necesario para ella. Pensó que la única explicación lógica para eso eran los lazos que los unían a los dos con Dalia. Cloe debía estar haciendo eso como un simple favor para su amiga.
Aunque le importaba demasiado.
Gabe se detuvo a pensarlo, ¿qué podía ser lo peor que podría pasar? En caso de que Cloe fallara en su trabajo de conseguirle novia y de demostrar que él sufría un extraño trastorno, le demostraría a sus amigos que estuvieron equivocados. Callaria de una vez por todas los sermones de la pareja y volvería a su vida normal en la que podía hacer pesas sin que nadie le reclamara.
Por otro lado, si ella era capaz de conseguirle una relación estable, se habría solucionado su mayor problema. Cloe tenía razón: no había lado malo en trato. Aunque ella fallara, él saldría ganando algo. Sonrió al encontrar su propio reflejo en la servilletera de metal en medio de la mesa. No era tan mala idea después de todo.
— Está bien — soltó, sin dejar de observar su reflejo —, probaré tu trato.
— ¿Probarás? — preguntó Cloe confundida.
— Así es — él peinó mejor su cabello rubio sin dejar de hablar —, si voy a hacer esto quiero saber si eres buena en tu trabajo, o no.
— ¿No te basta mi palabra? — cuestionó la chica.
— Para ser sincera, a mi tampoco me bastaría — habló Dalia.
— Ni a mi— secundó Donovan.
Cloe miró a sus amigos, quienes se encogieron de hombros al instante. Ninguno de los dos cuestionaba su puesto de especialista en trastornos, ¿pero casamentera? Eso estaba demasiado alejado de su rama.
La nutrición y el amor eran dos mundos que ni siquiera podían considerarse opuestos. Simplemente, no tenían nada que ver el uno con el otro. Aun así, ella estaba tratando de mezclarlos y, tanto Don como Dalia, temían un poco por el resultado de aquella combinación.
— Bien — terminó por decir Cloe —, mañana tendremos una sesión, ahí verás si soy buena, o si solo soy una farsa ¿Te parece?
— Me parece perfecto — dijo Gabe, aún mirándose en el servilletero.
— Entonces, es un trato.
Cloe extendió su mano y solo entonces el dejó de mirarse ¿De verdad haría eso? ¿Se comprometería a un trato con una casamentera un tanto extraña? Pues, pensándolo bien, ¿qué tenía que perder? Tomó la mano de la castaña y, justo frente a sus únicos dos amigos, la estrechó. El trato estaba cerrado.
El proyecto de Cloe daba inicio.
— Y Gabe...— le habló la castaña.
— ¿Sí? — él había vuelto sus ojos al servilletero.
— Mañana procura no llevar espejos — soltó la chica, quitando el servilletero de la mesa y colocándolo en una de las sillas libres, lejos de la vista del hombre —. Se supone que te debes enamorar de alguien más, no de ti mismo.
Cada palabra que le habían dicho Donovan y Dalia sobre Gabe era cierta: era tosco, enorme, descuidado, directo, egocéntrico, y la lista seguía. Si el mundo es un prado y la sociedad les bloquea la luz del sol a las flores, a él no parecía afectarle.
Era como si nada le afectara, como si estuviese tan feliz consigo mismo que solo veía defectos en los demás ¿Por qué iba a ayudarlo a él? No parecía una flor marchita. Pues, Cloe sabía que las apariencias tienden a ser engañosas. Él se veía fuerte por fuera, ¿pero su espíritu lo sería también? ¿Qué escondían todos esos músculos?
¿Qué había detrás de toda esa soberbia y narcisismo?
🌻
4:00 pm
— ¡Ya llegué, nerd! — gritó la chica al entrar al apartamento.
Linda la escuchó y no tardó en bajar su mirada, se enfocó tan solo en los apuntes de astrofísica que estaban en sus manos. No quería ver a Cloe luego de lo ocurrido en el almuerzo ¿Y si ella pensaba lo mismo que ese chico? Es decir, no estaría sorprendida de ser así.
Pero si estaría dolida.
— ¿Qué tal tu plan de soborno con ese idiota? — preguntó Derek, sin quitar la vista de la pizarra llena de ecuaciones.
— Funcionó...o algo parecido— ella llegó a la sala de estar con una sonrisa amplia en su rostro —, lo único que tengo claro es que el proyecto de Cloe Nicols está avanzando.
— Me alegro por ti — dijo Derek, enfocando su mirada en ella —, aunque no siento que ese sujeto merezca tu ayuda.
Linda se removió incómoda en el sillón al recordar todo lo que le habían dicho esa tarde. Ya lo había escuchado antes, pero seguía siendo doloroso. Cerró los ojos con fuerza para evitar llorar. No derramaría lágrimas por alguien nunca más.
— Sobre eso...— Cloe se sentó a su lado, haciendo que ella abriera los ojos una vez más. Le sonrió una vez sus ojos miel viajaron a los de ella —. Lamento cada palabra que salió de los labios de Gabe.
— No te preocupes...— dijo Linda, tratando de quitarle importancia.
— ¡No! ¡Si me preocupo! Nada de lo que él te dijo es cierto y espero que lo sepas. No eres un fenómeno, eres una persona que de hecho es agradable. Él es el que tiene un carácter de pesado insufrible.
— Recién me conoces, ¿cómo estás tan segura de que no soy un fenómeno?
— Tengo el presentimiento de que no lo eres — se encogió de hombros —, y yo confío en mis intuiciones. Además, sé que no eres un fenómeno porque ningún humano lo es; tan solo eres alguien única, alguien rara, y a mí me enseñaron una vez que ser raro en un mundo donde la rareza es limitada es todo un privilegio.
— Nadie pudo haberlo dicho mejor, friki — sonrió Derek, esperando que Linda creyera cada una de las palabras de Cloe.
Pues esas eran totalmente ciertas.
Linda no comprendía como alguien como Cloe, que recién la conocía y que era bella en todo sentido, podía preocupase por alguien tan horrible. Era contradictorio, las separaba un mundo pero Cloe estaba construyendo un puente entre las dos. No lo entendía, ¿para qué ser buena con ella? ¿Para qué juntarse con un monstruo de cara deforme?
Luego, vió el dije en su cuello con forma de margarita. Si ella era igual a Lilian, entonces ya conocía la respuesta a su duda: esas chicas veían al mundo con una sonrisa.
Habían llorado tanto en el pasado que ahora le buscaban un lado bueno al mundo. Sin embargo, en el planeta en el que Linda habitaba, rara vez había un lado bueno. No sabía porque estaba tratando de buscarlo, pero no iba a detenerla.
— Está bien. Gracias, Cloe — le dijo y soltó los apuntes con los que estaba estudiando —, ¿y qué tal fue el resto del almuerzo?
Cloe sonrió. Qué bueno que esa pregunta surgió en medio de la conversación, porque ella tenía unas ganas inmensas de responderla...
— Fue...interesante — dijo, con cierta gracia —. El chico tiene una conducta muy extraña. Nunca creí que conocería a alguien tan enfocado en sí mismo. Se olvida de todo y todos a su al rededor...
— Se le llama narcisismo, Cloe — soltó Derek —. Es un hombre que cree que el resto es basura solo porque en su distorsionada mente él es el mejor.
— Quizá tienes razón. Pasó todo el almuerzo viendo su reflejo en el servilletero, ignoró parte de mi charla, y no le prestó atención ni a Dali, ni a Don. Además, estuvo a la defensiva en todo momento.
— Es un idiota — alegó Derek, volviendo a la pizarra con anotaciones.
— Vaya, te cayó terrible — carcajeó Cloe.
— ¡¿De qué hablas?! ¡Me cayó de maravilla! — soltó él con sarcasmo.
— Si, si — habló Cloe —, te cayó tan bien como una patada en la entrepierna.
— Exacto, friki.
Era extraño ver a su amigo, quien era amable por naturaleza, detestar a alguien con tantas fuerzas. Al mismo tiempo, resultaba gracioso ver a Derek refunfuñar por lo bajo y repetir lo idiota que le parecía ese chico. Cloe estaba disfrutando el espectáculo de un nerd enojado.
Mientras tanto, Linda seguía procesando todo lo que Cloe les había contado.
— ¿Todo el día mirando su reflejo? — Linda pensó en eso y lo vió como algo imposible. Ella le escapaba a los cristales, ¿existía alguien que los adorara? Era su opuesto en todo sentido.
— Todo el jodido almuerzo — asintió Cloe.
Ella se quedó pensando ¿Por qué Cloe querría ayudar a alguien con autoestima alta? Era contradictorio, considerando el pasado que la había impulsado a comenzar su propio proyecto. Luego, el comportamiento del chico le recordó una historia que había leído por casualidad.
Ella se aburría tanto en su soledad que leía. A veces versos, a veces prosa; y a veces historias que le hacían pensar de más.
— Tu candidato para el proyecto me recuerda a una historia griega que leí, Clo — le dijo, a pesar de sentir que su comentario no tenía importancia.
— ¿En serio? — y aún así, Cloe mostró interés —, me gustan las historias ¿De qué va?
— Pues, habla de un hombre de apariencia hermosa. Su nombre era Narciso — comenzó ella. Derek se sentó en el otro sillón y también prestó atención. Era extraño sentirse escuchada pero no detuvo el cuento —, todas las doncellas de aquel entonces se enamoraban de él, pero él nunca pudo corresponderle a ninguno. Era demasiado soberbio como para apreciar a alguna de ellas.
» En una oportunidad, una ninfa[1] quedó perdidamente enamorada de él, pero él rechazó su amor condenandola a consumirse en una cueva. Ahí, solo quedo su voz. Una Diosa, no recuerdo bien cuál, decidió castigar a Narciso por ser tan engreído e hizo que se enamorara de su propio reflejo. Él fue incapaz de alejarse de su imágen, así que, al ver su reflejo en una fuente, terminó arrojándose a las aguas y murió ahogado.
— Linda historia — soltó Cloe —, terrible final.
— No, ese no es el final — la interrumpió Linda —. Justo en el lugar en el que cayó el cuerpo de Narciso, nació una flor en su honor: un narciso, tan redundante como suena. No sé si las has visto, suelen ser amarillas, o blancas y...
— ¡Eso es! — exclamó Cloe, poniéndose de pie.
— ¿Ahora qué? — preguntó Derek ante el entusiasmo de Cloe.
La chica sonrió con gusto ante la historia de Linda. Había compartido muy poco con Gabe, pero ya sabía que no podía calificarlo como margarita. Él no se sentía indefenso ante las rosas, quizá no sabía que existían. No había estereotipo que lo guiara, tampoco sociedad que lo empujara a ser más y más fuerte. Él estaba buscando belleza en sí mismo, en su reflejo.
Él era una flor distinta en el prado al que ella llamaba mundo.
— ¡Ya sé que es Gabe! — sonrió, contenta.
— Un idiota — repitió Derek —, ¿no te lo había dicho ya?
Cloe tomó un cojín del sillón y se lo lanzó a Derek quien se quejó al instante.
— ¡Hey! ¿Y eso por qué? — le preguntó, quitando el cojín de su rostro.
— Es para que pares de decirle idiota, nerd. Todos tenemos nuestros demonios, capaz los de Gabe lo transformaron en alguien insufrible.
Linda se quedó en la parte de "demonios", ¿de verdad todos los tenían? Esa era una información que no conocía.
— Como iba diciendo — Cloe aclaró su garganta —, ya sé a quién estoy ayudando. No es una margarita, tampoco un tulipán...Gabe es un narciso.
— ¿Lo llamarás como flor? — preguntó Linda.
—Si, como una flor llamada narciso.
— Margaret Wallace, sal de ese cuerpo — soltó Derek, ganándose otro cojín en la cara —, ¡Oye!
Cloe rodó los ojos ante la queja de su amigo, pero no pudo mantenerse sería por mucho tiempo. Estaba emocionada porque ayudaría a alguien, por fin.
¿Cómo lo haría? ¡No tenía ni idea!... Pero al menos su entusiasmo no se extinguía con facilidad; ese era un fuego difícil de apagar.
Lo cierto es que Cloe solo estaba enfocada en una cosa: ayudar a ese narciso a encontrar su error. Tenerle terror a tu propio reflejo puede ser un gran problema, pero enamorarte de él también tiene sus desventajas. Clo se lo haría ver aunque tuviese que alejarlo de todos los cristales cercanos.
Ella estaba decidida a cambiar la historia del narciso Gabe Bacher y cuando Cloe se proponía algo no había nada en el mundo que la alejara de su propósito.
Tallos iguales
La flor blanca duda de su belleza;
La amarilla, asegura que ella es la más bella;
La roja, reclama su puesto como reina;
Y el jardinero sus tallos corta
Sin importar el color, el aroma o la belleza.
Todos los tallos son verdes,
Todos se pueden cortar.
No importa cuan diferente sean las flores,
A todas el mismo destino les puede tocar.
[1]Ninfa: según una fuente de internet (wordreference.com) una ninfa es "Cualquiera de las divinidades femeninas menores de la mitología grecolatina que simbolizaban la naturaleza"
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