Capítulo 58 (parte 2)
Los verdaderos amigos (parte 2)
25 de septiembre
7:30 pm
Tengo opiniones muy cuestionables, no lo pienso ocultar. Sin embargo, estoy seguro de que nadie puede, ni podrá, discutir conmigo el hecho de que el olor de un hospital es el aroma más espantoso que existe en el mundo.
Apesta a químicos, cloro, lágrimas y desesperación. El aire ahí pesa una tonelada por todas las esperanzas que se escapan entre suspiros y se destrozan hasta terminar en el suelo perfectamente trapeado. Se puede saborear el palpitar de corazones asustados, y se observan reflejos agotados en cada cristal del lugar. Todo es horrible, pero sin duda el olor es lo peor.
Se mete en tus fosas nasales sin permiso e irrita tu garganta hasta dejarte casi sin habla. Luego, se cuela por tu piel, causando que cada bello cubriendo tus brazos se erice. Es en ese punto en el que piensas: ¿Entre por voluntad propia a este lugar, o el lugar está entrando en mí? Porque todo resulta tan envolvente, tan espantoso, que por un momento crees que todo lo que olerás en tu vida serán esos químicos de porquería que te dañan la nariz.
Y estoy tan seguro de eso como lo estaba Linda. Ella también había desarrollado un desagrado intenso por ese hedor.
Sin embargo, en este momento de la historia, no es importante enfocarnos en aromas ¿No lo crees? Lo mejor es ignorar ese asqueroso olor y enfocarnos en la pelirroja que venía corriendo desde el pasillo contrario hasta la sala de espera en la que estaban Linda, Gabe y Cloe. Si hubieses visto su cara, entonces me creerías cuando te digo que un hospital es el lugar donde hay más desesperación concentrada. Todo en la cara de Dalia parecía gritar lo que sus nervios ni siquiera se esforzaron en esconder, y es que escuchar las palabras sangre, ambulancia y Donovan juntas fue suficiente como para despertar un miedo que se hizo más real gracias a las luces potentes y el hedor del hospital.
Para cuando llegó con sus amigos estaba agotada, su estómago daba vueltas y su cabeza le reclamaba por algo de cordura. Los padres de Don llegaron tras ella poco después, aunque igual de cansados. Los tres no perdieron el tiempo en escupir todas las preguntas que venían reteniendo desde la llamada que recibieron.
—¿Dónde está Donovan? —cuestionó Dalia, buscando la mirada de Cloe —. Por favor, díganme que está bien.
—Se lo llevaron a revisión, Dali —le respondió la castaña, tomando las manos de su amiga para apoyarla —. No sabemos mucho, solo que la herida que sangraba no es grave y se la coserán.
—¿Cómo se cayó? —preguntó Héctor, el padre de Don —. Puede que mi hijo solo tenga una pierna, pero el tiene equilibrio y es fuerte ¡Pudo haber evitado una caída así hasta con los ojos vendados!
—No sabemos cómo se cayó. Para cuando Linda y yo llegamos, él ya estaba como lo describí cuando los llamé.
—¿Estaba solo? —cuestionó su madre, con un nudo en la garganta —. Porque si estaba solo, entonces pudo pasar horas ahí en el suelo y...
—Estoy segura de que no estaba solo, Eli —soltó Dalia. Dejó la mano de Cloe y se cruzó de brazos —. Pero hay ciertas compañías que son peores que la soledad.
Dalia fijó sus ojos esmeralda en Gabe, delatando la furia que ese par de iris resguardaban. Ella conocía lo suficientemente bien a ese narciso como para saber que él nunca salía temprano del gimnasio. No le costó deducir que Don no estuvo solo, pero lo que sí le costó fue reconocer el dolor que sintió al darse cuenta de que no le sorprendió en lo absoluto que la presencia de Gabe no fue de mucha ayuda.
—¿Por qué me miras así? —preguntó el rubio, notando esa mirada llena de furia —. No es como si yo lo hubiese empujado, Dalia.
—¡Pero estabas ahí, joder! —exclamó la pelirroja, fúrica. Se acercó a él de forma amenazante, ni siquiera le importó la diferencia entre sus musculaturas —. Sé que lo estabas, siempre te quedas hasta tarde en el gimnasio ¡Estabas ahí y no hiciste nada, Gabe!
—Cuando llegamos la música estaba muy alta —soltó Cloe, interponiéndose entre ella y el narciso —. Era casi imposible escuchar algo ¿Verdad, Linda?
—Ajá, ajá —concordó la fea, asintiendo con la cabeza rápidamente —. Seguramente fue eso. Gabe no escuchó el golpe, o los gritos y...
—¿Lo escuchaste?
Dalia cortó a sus amigas y volvió a Gabe. En ese momento, todo su mundo se volvió obsoleto y lo único que importó fue esa respuesta. Su corazón dolía por siquiera considerar que él pudiera admitir haber hecho algo como eso, pero estaba más dolida aún por el hombre que amaba que ahora estaba dolido. Necesitaba escuchar la verdad de Gabe, únicamente de él.
Incluso los tanques de guerra tienen puntos que son sensibles a alguna bala. Al sentir las miradas de Dalia y sus tíos sobre él, Gabe sintió que una había atravesado su pecho. Tragó saliva e intentó remover todo sentimiento de culpa de su sistema.
La culpa no combinaba con su fuerza en lo absoluto.
—¿Gabe? —ahora era Elizabeth Cooper quien rogaba por esa respuesta con desesperación —. Sobrino, dime que no escuchaste a Don gritar por ayuda.
—Yo...
—La música era muy alta, les aseguro que no escuchó —Cloe intentó calmar la situación a pesar de que no conocía la versión entera de la historia —. ¿Por qué no mejor nos calmamos todos un poco? Estamos muy alterados y...
—¡Quiero escucharlo de él, no de ti! —le reclamó Dalia, logrando que un par de personas desconocidas voltearan a verla tras su grito.
—Estoy segura de que él no...
—¡Cloe, sí lo escuché!
La detuvo, logrando que cada mirada ahí se posara sobre él. Se fijó en los ojos azules de Cloe, que lo miraron incrédula ante su confesión ¿Pero por qué se sorprendió tanto? Si esa era exactamente la clase de cosas que Gabe solía hacer...
—Lo escuché llamarme y creí que eran cosas suyas, así que no fui a ver qué quería. Estaba haciendo pesas —admitió. Como su voz no conocía el arrepentimiento, no lo hubo en ese momento —. Luego, escuché un golpe. Todo eso unos quince o veinte minutos antes de que Linda y tu llegaran.
—Dios...—Elizabeth se dejó caer en una de las incómodas sillas del hospital. Sentía que le faltaba aire luego de escuchar eso.
—Pudiste ayudarlo —soltó Héctor. No fue un reclamo, o un reproche. El tío de Gabe solo se escuchó triste al decir esas palabras —. Podías ayudarlo.
Aún tenía sus ojos todavía sobre los de Cloe, jamás se había sumergido tanto en esa profundidad hasta ese momento. Buscó comprensión, apoyo, protección...pero ella apartó la mirada. Ella lo amaba, pero jamás comprendería como podía ser tan...mal amigo.
—Todos están exagerando ¡Es un simple golpe!—soltó el narciso. Al perder la mirada de Cloe, buscó a Dalia con desesperación. Ella solo se abrazó a sí misma mientras sus ojos estaban fijos en el suelo —. Vamos, Dal. No te pongas así por un par de puntos...
Intentó tocarla, diría que abrazarla pero él no era de esa clase de tacto. Simplemente, intentó llamar su atención. Claro que no lo logró. La pelirroja se apartó al instante y lo observó con lágrimas contenidas.
—¡No me toques! ¡Ni se te ocurra tocarme!
—Pero Dal...
—¡Dal nada! Siempre supe que eras egoísta, Gabe ¿Pero esto? ¡Esto es otro nivel! —le gritó —. Sabías que Don había tenido problemas con su pierna, ¡¿y aún así decidiste hacer pesas en lugar de ayudarlo?! ¡Es tu mejor amigo!
—Él sabe que yo tengo prioridades.
—Y ahora pienso que Don debió considerar las suyas antes de tenerte como amigo.
Dalia era dulce, todo un terrón de azúcar que sabía imponerse cuando se lo proponía. Sin embargo, esa era una versión de Dalia que Gabe no conocía. Tenía frente a él a una mujer enojada, dolida, asustada...pero sobre todo enojada y lista para destruir a todo aquel que se interponía en su camino.
—¿A qué te refieres, Dalia? —preguntó él.
—Me refiero a que nunca entendí porqué Donovan te tiene como amigo, pero siempre lo justifiqué —dijo con voz neutra —. Al principio creí que se trataba de su naturaleza, él no puede ser malo con alguien. Luego, pensé que era porque sentía que te lo debía. Él cree que eres el único en su familia que lo mira normal, pero resulta que ni siquiera lo ves. Han sido años intentando ponerle excusas a esta relación tóxica que él se ha empeñado en mantener entre ustedes, años en los que yo me convencí de que también debía ser tu amiga, pero finalmente entiendo que nunca hubo razón lógica ¡No la hay cuando se trata de ti!
》Y quizá podría echarle la culpa a tu vigorexia, o a tu trastorno narcisista, pero esto...esto no se trataba de ser egoísta o no, se trataba de ser humano ¡Dejaste solo a quien lo ha dado todo por ti!
—Dalia...—Cloe se preocupó por la forma en la que la voz de su amiga comenzaba a flaquear, y cómo sus mejillas se ponían de un preocupante color rojo.
—¡Han sido años viendo cómo él sacrificó todo por ti! ¡Todo! Te dió su amistad, su apoyo, te sostuvo todas las veces que tus citas te rechazaron, estuvo a tu lado cuando nadie más quiso estarlo ¡Te llama hermano! ¡Eres su familia! ¡¿Tú alguna vez lo has llamado o tratado así?! ¡No! ¡Porque Don no es tu maldito reflejo!
—Yo nunca le pedí que se mantuviera a mi lado —al sentirse atacado, Gabe no lo dudó dos veces antes de ponerse a la defensiva —. ¡Yo no le pedí que creyera que soy su hermano, o su mejor amigo! ¡No se los pedí a ninguno de los dos!
¿Acaso le pidió a Donovan quedarse cuando nadie más lo hizo? ¿O a Dalia intentar ser su amiga? ¿Acaso le había pedido a ambos ser sus delatores? ¡No! ¡Él jamás solicitó ayuda de alguien, menos de ellos! Se dió cuenta de que esos dos entraron en su vida sin preguntarlo y se mantuvieron a su lado sin cuestionar si él lo apreciaba o no...
¿Pero acaso él sabía apreciar algo cómo eso?
A Dalia le cayó la verdad como una especie de balde de agua fría que la despertó de un terrible engaño en el que ella y Don estuvieron por años.
—Tienes razón, nunca lo pediste, lo que nos convierte a mi y a Don en un par de idiotas —aseguró Dalia —. Pero me harte, esto fue demasiado. Puede que mi Donny sea un idiota, pero le debías estar ahí para él aunque sea una vez ¡Una y ya!
》Ahora, al hombre que amo lo ingresaron en un hospital por confiar en el amigo equivocado y solo puedo pensar que él no se lo merece ¡No te merece, Gabe!
—Bah, opina lo que quieras.
Enojado, se sentó de golpe en una de las incómodas sillas azules. Debía convencerse a sí mismo de que lo que había dicho Dalia no le había dolido. A él no podían importarle más opiniones que la suya propia. Se cruzó de brazos al escuchar el suspiro frustrado de la pelirroja. No se perdió cuando esta última desvió su mirada hasta Cloe.
—No sé cómo puedes quererlo —le dijo a la castaña —. Él hace daño...
Cloe mordió su lengua para contener lo que quería decirle a su mejor amiga. Gabe no hacía daño, él era el daño en general. Él era dolor y sufrimiento; era incluso peor que el hedor de ese hospital ¿Cómo lo amaba? Pues, lo hacía con todo su corazón. El problema del amor es que algunos somos lo suficientemente idiotas para caer por lo que nos destruye.
Decidió no responderle a Dalia, solo se mantuvo en silencio por miedo a delatar lo que en verdad opinaba. En eso, vió algo que la aterró. Los ojos esmeralda de la chica que tenía frente a ella resguardaban la misma cantidad de furia acumulada que la chica obesa que alguna vez conoció. Sin duda, tenían el mismo fuego encerrado que Dali alguna vez tuvo al devolverle los insultos que alguna vez le lanzó. Pero también tenía toda esa debilidad que delataba que no era tan fuerte como su carácter decía.
Tenía en frente a la Dalia del pasado, aquella que ocultaba sus inseguridades y miedos para luego engullirlas en forma de comida. A Cloe se le escapó un respiro de su garganta y sintió un escalofrío. Era aterraror enfrentarse al pasado de esa manera.
Ambas llevaron una mano a sus dijes de margaritas y se tomaron de las que estaban libres...
—¿La familia de Donovan Cooper? —un doctor unos pocos años mayor que Cloe apareció en la sala, llamando la atención de todos (menos Gabe) de inmediato.
—Sí, somos nosotros —se apresuró a decir Héctor.
—¿Qué ocurre con Donovan? —preguntó Dalia, tan ansiosa como la antigua gordita que comía ante el estrés —. ¿Está bien? ¿La caída fue grave? Por favor, dígame que está bien.
El doctor parpadeó un par de veces, aturdido ante la prisa de la chica. No obstante, se recuperó con rapidez y le dedicó una sonrisa ladeada a la chica. Intentó calmarla con eso, pero es claro que no lo logró.
—Él ya está consciente, señorita —le aseguró, logrando que Dalia y Elizabeth soltaran un suspiro al mismo tiempo —. Cosimos la herida en su frente, no era tan grave pero si necesitaba sutura. Todo indicaba que iba a estar bien.
—¿Indicaba? ¿Por qué habla en pasado? —preguntó Gabe, notando esa extraña peculiaridad en el discurso del doctor.
—Es que hicimos unos exámenes para asegurar que todo estaba en orden pero...
—¿Pero qué? —preguntó Héctor, impaciente —. ¿Podría decir de una vez qué tiene mi hijo?
—En realidad, deberíamos decírselo a él primero. Los resultados son muy...delicados, el paciente debe ser le primero en saber. Sin embargo, será algo duro de escuchar. Recomiendan apoyo de un familiar para pasar por estos momentos y por eso los busqué. Me temo que por ahora solo podré pasar a uno pero...
—Que vaya Dalia —se apresuró a decir Elizabeth.
Dalia la miró con sorpresa, creyó que Elizabeth querría estar con su hijo en ese momento. La señora Cooper se puso de pie y tomó a Dali por sus hombros. Luego, le dió una sonrisa.
—Se nota que necesitas verlo más que yo —le dijo la mujer —, y estoy segura de que él necesita verte. Lo que sea que vayan a decirle, sé que tú estarás ahí para ayudarlo. Eres su pilar, Dali. Asi que no me mires así, tú eres la única que debe estar con él en ese momento.
—¿Ella es familiar? —cuestionó el doctor.
—Es su prometida —soltó el señor Cooper, colocandose junto a su esposa —. Y concuerdo con Eli, ella es la única que debe estar con mi hijo en este momento.
Sin perder el tiempo, el doctor le pidió que lo acompañara. Entonces, una Dalia ansiosa y angustiada siguió al doctor por los pasillos iluminados por luces blancas cegadoras y decorados con el peor aroma del universo. Para cuando desapareció a la vista del resto, el silencio se volvió el cómun denominador de los presentes.
Linda tenía que lidiar con demonios y con todo el odio que sentía últimamente, pero decidió fijarse en su amigo. Se sentó a su lado y esperó en silencio a que Gabe dijera algo. Bastó con que Cloe se alejara unos pasos hasta los padres de Don para que él decidiera abrir la boca.
—Yo tampoco lo entiendo —soltó, mirando la punta de sus pies.
—¿Qué no entiendes, fenómeno?
—Cómo es que ella me ama...
Él levantó la mirada y se fijó en Cloe. Con solo verla así se le estrujó el corazón. Intentó no fijarse en que su cabello iba suelto y descuidado, en que no traía puesta una camisa de superhéroe, o en que no tenía una sonrisa en sus labios. Tan solo se fijó en su perfil, no había muchos cambios en eso, solo estaba un poco más delgada. Una tristeza arrazadora se apoderó de él, logrando que se sintiera enfermo.
Se dió cuenta de que Cloe merecía más, igual que Donovan. Por primera vez, sintió que él no era suficiente. Fue un golpe bajo para su narcisismo.
—Ella te ama de la forma en la que tu te amas —le dijo Linda —. ¿No era eso lo que querías? Es una relación perfecta.
—No, ella me ama mucho más de lo que yo me amo.
Y, en el fondo, Gabe supo que Dalia tuvo razón al decir que él hacía daño. Solo hacía falta ver lo que le causó a Donovan por eso. Gracias a que él amó a su amigo mucho más de lo que se amaba a sí mismo, terminó oliendo aquel asqueroso aroma a químicos...
🌼
8:00 pm
Era extraño ver a Donovan recostado en una camilla de hospital, o al menos eso pensaron Linda y Cloe al entrar al pequeño cuarto en el que lo habían ingresado. Él era activo, siempre estaba yendo de un lado a otro; estar acostado no era lo suyo. Sin embargo, era comprensible dado a la situación. Además, no era como si fuese imposible reconocer a Don. A pesar de la camilla, él se veía igual de alegre que siempre.
Tenía esa sonrisa amplia que lo caracterizaba, y los mechones de su cabello rubio caían libres hasta llegar a su barbilla. La herida en su frente estaba cubierta por una gaza, pero parecía que el resto estaba perfecto. Quizá habrían creído que todo estaba de maravilla si no hubiesen visto a Dalia también.
Ella estaba a un costado de la camilla con sus brazos envueltos en sí misma. Mordía su labio para evitar que este temblara y sus ojos esmeralda contenían suficientes lágrimas como para innundar esa habitación. A diferencia de Donovan, ella no sabía contener la tristeza en medio de sonrisas que parecían ser sinceras. Dalia era fuerte, pero se derrumbaba con facílidad.
—¡Ay, mi bebé! —Elizabeth no lo pensó dos veces antes de lanzarse sobre su hijo en un abrazo —. Mi Donny, no sabes cuánto nos asustaste ¡No vuelvas a hacer algo así!
—Lo siento, mamá —dijo él, devolviéndole el abrazo a su madre —. Lo que menos queria era alarmarlos.
—Bueno, ya pasamos el susto —habló Héctor, sonriéndole a su hijo —. Me alegra verte bien, campeón.
—¡Pero por supuesto que sí! —exclamó Cloe, feliz de verlo sonriendo —. Que esto te sirva como prueba de que no te llamo Ironman en vano. Eres tan fuerte como el real.
La sonrisa de Donovan disminuyó su tamaño y, de inmediato, él buscó la mirada de Dalia. Cloe recordó lo interesante que le parecía que dos personas pudieran hablar sin realmente hacerlo. En ese momento, Don y Dali parecían tener una conversación bastante triste. El labio de la pelirroja comenzó a temblar de nuevo y él tomó su mano sin perder el tiempo ¿Qué se estaban diciendo?
—¿Se los dirás tú, o les digo yo? —cuestionó Dalia, con la voz entrecortada.
—¿Decirnos qué? —preguntó Gabe, quien se había mantenido callado hasta el momento.
Cloe captó una lágrima escapar del ojo de su amiga y supo que eso era motivo de preocupación. Don seguía sonriendo, quizá no con tanto entusiasmo, pero mantenía aquel gesto como si eso fuese lo único que podía sostenerlo. Sonreía para no derrumbarse, y para que su familia no se derrumbara junto a él.
En última instancia, Don buscó a Gabe con la mirada. A diferencia de su novia, él no sentía que Gabe lo había abandonado. Así que utilizó los ojos oliva, inexpresivos e impenetrables, para tomar el impulso que necesitaba.
—Lo diré yo, amor —aseguró Don, acariciando con su pulgar la mano de Dalia —. Pero tranquilizate, por favor.
—Pides demasiado, Donny —le dijo Dalia, con un nudo en la garganta.
—¿Qué ocurre? —fue el turno de Linda para hablar.
Donovan tomó un largo respiro y, sin pensarlo demasiado, comenzó a hablar.
—Bueno, hicieron unos exámenes —contó él —. Nada del otro mundo la verdad, pero uno de los resultados fue un tanto...¿extraño? Por así decirlo. En fin, eso los llevó a hacer más exámenes.
—Quizá deberías dejar de hablar de los exámenes y empezar a hablar de los resultados, hijo.
—A eso voy papá, solo estoy buscando una manera de hacer esto más fácil —restregó su rostro con su mano libre y suspiró un tanto frustrado —. Lo bueno es que los resultados explican porqué me ha dolido la pierna que me queda, o porqué estoy tan cansado últimamente...
—¿Y lo malo? —cuestionó Cloe.
—Que la razón es que...encontraron un tumor.
Y a ese le siguió el silencio más aterrador que he narrado hasta ahora. Fue un silencio que solo el sónido de las máquinas médicas y corazones asustados se atrevieron a interrumpir; un silencio que los llevó a pensar lo peor...
—¿Un tumor? —Gabe fue el primero en salir del shock, pero sentía algo raro en su pecho.
—Si...
—No puede ser —negó Elizabeth, con lágrimas desbordando sus ojos —. No, no otra vez...
—Mamá, tranquila —le rogó Donovan desde la camilla —. Necesitan hacer más exámenes para saber si es un tumor cancerigeno, ¿si? Puede que sea benigno, quizá no tengo cáncer.
—Mierda, cáncer.
Si los otros presentes no hubiesen estado en shock, no se habrían perdido del impresionante suceso ocurriendo en esa habitación justo frente a sus ojos. Por primera vez, un narciso sintió más preocupación de la que podría llegar a sentir hacia sí mismo, y todo eso por alguien más. Su corazón se aceleró y de su frente comenzaron a emanar unas pequeñas gotas de sudor frío. Entonces así era sentir dolor por otra persona.
Vaya que era mucho más doloroso que limitarse al dolor de estar en desacuerdo con lo que veía en el espejo.
—No, no, no puede ser —negó Elizabeth, reacía a aceptar lo que escuchaba —. No, mi hijo ya pasó por esto una vez ¡No puede pasarle dos veces!
—Eli...—su esposo trató de tranquilizarla, pero solo logró servirle de apoyo al atajarla en el instante en el que comenzó a llorar.
—Por favor, no llores mami —le rogó Don, sintiendo un nudo bloquear su garganta —. Hay que...que mantenernos positivos, ¿si? Todos tenemos que pensar en las posibilidades de que yo esté bien son altas. Intentemos tranquilizarnos y...
—¡Dios, no puedo!
Ese fue el instante en el que Dalia se quebró. Se soltó de la mano de Donovan y comenzó a derramar lágrimas sin control. Sí, existían posibilidades de que el tumor fuera benigno, pero ambos sabían que el cáncer era la más probable. Luego, estaba el hecho de que Don ya había sobrevivido una vez a una enfermedad como esa ¿Lo haría una segunda?
Ella estaba asustada, adolorida, triste...No podía ver el vaso medio lleno que Don veía. Para Dalia, sus esperanzas eran casi nulas en ese momento. Incluso llegó a pensar que podía perderlo y eso logró que un escalofrío la recorriera de pies a cabeza. Sabía vivir sin Donovan, pero no quería hacerlo.
Ahora debía enfrentar el hecho de que toda la idea de un futuro juntos pendía de un delgado hilo.
—Dali...—la sonrisa de Don flaqueó hasta desvanecer. El ver a Dalia con lágrimas en sus mejillas cristalizó su visión. Estaba conteniendo el llanto y luchando contra un nudo en su garganta, así nadie puede sonreír —. Amor, todo va a estar bien.
—¡No puedo! ¡No aguanto tu positivismo ahora, Donovan! —exclamó ella, temblando entre lágrimas —. No me digas que estarás bien, que estaremos bien, cuando no lo sabes. No me des ilusiones porque puede que se rompan con unos simples resultados y entonces yo estaré destrozada ¡¿No te das cuenta de lo mal que está todo esto?! ¡Don, te puedo perder!
—Eso no va a pasar.
—¡No lo sabes! Así que no me mientas, te lo ruego. Dios, yo...siento que me falta aire...¡Esto no debería pasarte a ti! No debería pasarnos a nosotros ¡¿Qué es lo que le ocurre a este mundo?! ¡¿Por qué es una mierda con personas que no se lo merecen?!
En eso, Linda pudo comprender a Dalia. Llevaba años pensando que el mundo era espantoso, pero esos últimos días lo había notado con más claridad. Había recibido más burlas que le hicieron entender que odiaba la vida en ese lugar. No sabía si había otros mundos, o alguna dimensión paralela, pero quería marcharse lo antes posible de ese lugar.
Quizá Don y Dalia necesitaban irse con ella y tomarse un descanso de un mundo tan horrible.
—Dali —Don quería animarla, borrar las lágrimas de sus mejillas que habían ganado más volumen, pero se sentía inútil en esa camilla —. No sé que decirte para animarte, amor.
—No me animes —le pidió ella —. Solo...solo déjame llorar.
Y sin decir algo más, ella salió de la habitación sacando su tristeza entre sollozos y lágrimas de dolor. Don la vió irse y, solo cuando atravesó la puerta, él se permitió soltar cada lágrima que habían acumulado sus ojos. Dejó que las gotas corrieran por sus mejillas y no intentó enmendar la situación con una sonrisa, o una frase positiva. Él solo lloró en silencio, al tiempo en el que Dalia lloraba y gritaba en otro lado.
No supo porqué, pero a Linda le gustó eso. No le agradaba el hecho de que sus amigos fuesen infelices, pero los consideró fuertes por atreverse a llorar. Lo bello de esa historia es que sabía que luego se juntarían para limpiar las lágrimas del otro, así eran ellos. Se estaban innundando en tristeza en ese momento, pero luego saldrían a flote.
Quien si estaba raro era Gabe.
No dijo una palabra, tampoco hizo algún gesto. Claramente, no derramó lágrimas. Él simplemente se retiró de la habitación en el silencio más extraño que causó. Linda y Cloe intercambiaron miradas al notar que algo no andaba bien. Lo siguieron, no tardaron en encontrarlo a la mitad del pasillo con sus manos en los bolsillos de su pantalón y sus músculos completamente tensos.
Quizá eran falsas esperanzas, pero Cloe creyó que esa actitud se debía a que Gabe estaba angustiado por su mejor amigo ¿Sería posible? ¿El narciso estaba dejando caer su escudo por miedo a perder a Donovan? Se acercó a él y entrelazó sus manos. No luchó contra el rubor que nació en sus mejillas cuando sus ojos se encontraron con el par de mosaicos verdes que tanto le gustaban. Intentó buscar debilidad en ellos...
Quiso creer que la encontró.
—Narciso...—comenzó ella, creyendo que todo lo que necesitaba Gabe era a alguien capaz de animarlo —. Sé que lo de Don puede doler, que ahora todos estamos preocupados, pero hay que pensar como él por un momento. Es difícil, pero hay que ser positivos.
Gabe soltó su mano de inmediato y la observó con el ceño fruncido.
—Bah, no necesito que me consueles, Cloe —soltó, molesto —. Es el problema de Donovan, es su dolor y no el mío. No me interesa. Lo único que quiero hacer es volver al gimnasio, Linda y tu me interrumpieron.
Mentiría si te dijera que a Gabe no le afectaba toda esa situación. Sin embargo, él prefería creer que no era así. Quería ignorar el dolor en su pecho, las ganas de llorar, y el miedo que sentía a perder al único que se había mantenido a su lado con los años, así que fue hóstil y maleducado. Ese era el modo de defensa de Gabe Bacher.
Cloe lo observó por instantes y una furia repentina la invadió. Se cruzó de brazos y frunció su entrecejo tanto o más como él.
—Ni siquiera puedes aceptar que lo quieres —ella lo miró con decepción y enojo mezclados—. ¡Es tu mejor amigo y niegas que te preocupa su bienestar! ¡Y ahora no me dejas consolarte porque crees que te hace débil! ¡¿Pero en que clase de idiota te estás convirtiendo?!
—Exageras, como siempre.
—¿Sabes qué? ¡Vete a la mierda! Voy a ir a consolar a mi amiga, quien si me necesita. Tú puedes irte con tu corazón de piedra a hacer pesas si te da la gana. Saludos a tu reflejo, imbécil.
Se dió la vuelta y se alejó de ellos haciendo sonar sus tacones más de lo normal. Para cuando la perdió de vista, Gabe suspiró y dejó caer su máscara. Se apoyó en la pared y inhaló el aire con olor a químicos para intentar calmarse. Cerró los ojos unos segundos y, al abrirlos, encontró los ojos miel de Linda sobre los suyos.
Los ojos de su mejor amiga eran hermosos.
—Hago demasiado daño, ¿verdad? —le preguntó. Con ella si podía decir lo que pensaba.
—Más de lo que imaginas, fenómeno.
Él suspiró y terminó de apoyar su cabeza de la pared. Se dió cuenta de que no solo era un mal amigo, también era un mal novio y una pésima persona. Gabe Bacher comenzaba a notar que ser un narciso no es ser la flor más bella del prado. Más bien, era el responsable de que otras flores se estaban marchitando...
Ayyy😥😥
Tardé tiempo en escribir este cap...Que loco pensar que esta fue una de las primeras escenas que me imaginé del libro. Para el momento, no sabía que me iba a encariñar tanto con Don y con su historia. Supongo que el mundo si es injusto y le hace daño a los que menos lo merecen💔💔
¿Qué opinan de este cap? Háganmelo saber❤
Chaíto, se les quiere😘
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro