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Capítulo 58 (parte 1)

Los verdaderos amigos (parte 1)
25 de septiembre

6:50 pm

Considero que la amistad es lo que mantiene a flote a personas tan vacías como tú, o como yo. Es como esa ancla que te dice que, a pesar de que tu vida está destinada a mareas insesantes y huracánes, siempre habrá algo sosteniéndote. Por eso, los buenos amigos son fundamentales. Son el oxígeno para los corazónes necesitados de las personas que habitan este mundo.

Y esta historia está llena de buenos amigos, pero también de unos muy malos...

—¿Seguro no quieres que nos quedemos? —preguntó Sanne, mirando a Donovan con nerviosismo. La música alta se escuchaba desde la otra habitación del gimnasio, lo que significaba que Gabe estaba presente —. Puedo esperarlos a tí y a Gabe.

—No, no puedes —él le sonrío con amabilidad —. Sanne, tu mejor amigo, casi tu hermano, vino desde Londres para verte, ¿y tú malgastas tiempo con él para esperarme? No lo hagas, aprovecha estos dos días que les quedan juntos. Yo estoy lo suficientemente grande para irme solo hasta mi casa.

—Entonces, me quedo yo —soltó Adam. Con diecisiete recién cumplidos y mucho entusiasmo acumulado, se había transformado en el nuevo ayudante oficial en el gimnasio. Por eso, y mucho más, se negaba a dejar a Don solo con Gabe.

—No. Niño, tu tienes que estar en casa en menos de diez minutos o tu mamá me matará por no llevar a su preciado hijito a tiempo para la cena. Deja que Sanne te acerque hasta tu hogar, no quiero morir extrangulado por la señora Blake.

—Ella entenderá mi tardanza cuando le diga que no quiero dejar a mi amigo con un psicópata descuidado como lo es Gabe.

Donovan soltó un suspiro, como le dolía escuchar insultos tan certeros hacia Gabe. Era su amigo, su hermano, su familia. A pesar de todos los muros que el narciso quería poner entre ellos, Don no se rendía con su amistad. Buscó la mirada gris de Sanne, esperando encontrar en ella las mismas esperanzas que tenía en su amigo. No obstante, sus ánimos se desinflaron cuando lo único que logró hacer la morena fue suspirar.

Al parecer, el número de personas que creían en Gabe era cada vez más resumido.

—Adam, sé que tu y Gabe no se llevan muy bien, pero te agradecería que no insultaras a mi mejor amigo; al menos no frente a mi —dijo Don, con sinceridad —. Él tiene defectos ¡Maldición, tiene demasiasos! Pero sigue siendo el niño con el que crecí. Así que, amigo, intenta reservar todo ese odio que sientes por él porque me duele escuchar esas cosas. Házlo por tu entrenador favorito, ¿puedes?

—Pero...

—Don tiene razón, Adam —intervino Sanne, regalandole una sonrisa al adolescente  —. Excepto en la parte de que él es tu favorito. Lógicamente, yo ocupé el lugar de tu favorita aunque llegué hace poco ¿O me equivoco?

—¡Ah! ¡No me hagan elegir! Eso sería una tortura...

—No finjas, sé que escojerás a la linda chica en lugar de al hombre que llevas conociendo tantos años —Don lo observó con diversión —. Ya ni siquiera lo considero traición, así eres tú.

— Adam Blake, todo un casanova en proceso.

Adam no pudo hacer más que reír ante el comentario de Sanne. No era la primera vez que alguien le decía algo como eso y, para sorpresa suya, no le molestaba en lo absoluto escucharlo. Le gustaba coquetear, incluso si era en broma. Claro que sabía que jamás podría llegar a ser tan suelto y coqueto con alguien que le hiciera sentir más que un flechazo platónico. En el fondo, él sabía que era bastante sensible.

Sin estar del todo consciente de ello, Adam Blake se estaba preparando para afrontar un corazón roto, porque estaba claro de que tarde o temprano lo tendría. Aún no conocía a la indicada, pero sabía que estaba por ahí, dando vueltas por el mundo y creando una historia que le contaría justo antes de destrozae sus ilusiones por completo. Al pensarlo, el muchacho tragó saliva. Sufrió mucho dolor durante años, no estaba dispuesto a sufrir por algo tan fuerte como lo es el amor. He ahí la razón de su escudo de reciente galantería.

Tal y como había dicho Sanne, era todo un casanova en proceso.

—Bien, Adam y yo nos iremos —soltó Sanne, rindiéndose al final —. Pero llama si algo sucede. Oh, y avisa cuando llegues a casa ¡Ay de ti si no lo haces, Donovan Cooper! Mira que sé donde vives y...

—Sanne, me siento como un bebé —soltó Don con diversión —. Ya, váyanse. Gracias por preocuparse por mí pero estoy bien.

—Okey. Nos vemos mañana—Sanne se acercó hasta él y dejó un beso amistoso en su mejilla —. Casanova, sígueme que nos vamos.

—A tí te sigo hasta el infierno de ser necesario.

Sanne soltó una carcajada sincera y sonora ante el coqueteo del niño, ya se había acostumbrado y le resultaba pura comedia a sus oídos. Don los observó marcharse con una sonrisa divertida en sus labios, esos si que eran un par de buenos amigos. Sin embargo, su sonrisa se extinguió en el instante en el que la puerta del gimnasio se cerró tras ellos y lo único que le quedó como compañía fue una música demasiado alta. Ahí, la mente del rubio solo pudo enfocarse en una cosa:

Gabe.

Hacía años que no comprendía a su amigo, incluso se había rendido de tanto intentarlo. Su actitud siempre había sido un misterio y parecía que se mantendría así durante mucho tiempo, pero últimamente él estaba excediendo su límite de rareza.

Había notado que, en ocasiones, su narcisismo desaparecía. En medio de sus conversaciones, él se olvidaba de enfocarse en sí mismo y de verdad se concentraba en lo que sea que le estuviera diciendo Don. Reían, hablaban sobre tonterías, a veces él hablaba sobre Dalia y Gabe sobre Cloe. Por esos instantes en los que el narciso parecía bajar la guardia, ellos parecían la clase de amigos que siempre debieron haber sido.

Pero claro que eso no se mantenía por mucho tiempo.

A Gabe no le tomaba mucho tiempo notar cuando bajaba la guardia y, siempre que lo hacía, se ponía furioso después. Don había notado que las sesiones de pesas de su amigo se alargaban los días en los que tenía bajones en au actitud egoísta. Se exigía más a modo de castigo. Más de una vez, lo encontró pensativo frente al espejo, sin hacer pesas ni admirando sus músculos. Él simplemente parecía estar triste y agotado, pero sobretodo triste.

Eso era lo extraño para Don ¿Por qué Gabe era tan triste si cada vez estaba más músculoso? ¿Tendrían esos bajones en su personalidad trastornada algo que ver con esas miradas pensativas? ¿Estaría su amigo cambiando su perspectiva en cuanto a la fuerza y la perfección?

¿Acaso Gabe podría cambiar?

Él quería creerlo, en serio quería. No estaba dispuesto a rendirse con él como muchos lo habían hecho, sentía la necesidad de tener fe en Gabe. Quizá puedes pensar que tanta insistencia en esto puede deberse a que Donovan lo hacía para recuperar la amistad que perdió con aquel niño con el que creció, pero te equivocas. Si Don estaba dispuesto a poner todas sus esperanzas en alguien tan testarudo como Gabe era porque él aún era su amigo, con todo y narcisismo.

A pesar de que esa amistad parecía ser practicamente unilateral, era importante para Don. Simplemente, no podía dejar a Gabe solo en una lucha tan fuerte como esa porque sería como abandonar un lado de sí mismo que no queria dejar. Para ser sincero, una gran parte de Donovan confiaba en Gabe porque eso le permitía no perderse a sí mismo; prueba de que todos, incluso los buenos amigos como él, pueden ser un poco egoístas.

Decidió despejar su mente, dejar de pensar en Gabe para poder aguantar el tiempo que le quedaba ahí, escuchando esa horrible música. Se levantó del escritorio repasando en su mente el último juego de bascket que había visto en televisión, casi maldijo en voz alta al recordar la jugada que logró que su equipo favorito perdiera. Caminó hasta las máquinas de ejercicio con el fin de garantizar que estuvieran en orden y apagadas. Después de eso, su mente no pudo razonar más, se quedó sin fuerzas para hacerlo.

El tirón que sintió en su pierna buena fue lo único en lo que se pudo concentrar. Su corazón se aceleró al entender lo que estaba ocurriendo, eso se estaba repitiedo otra vez. La sensación de fuego en su pierna se fue exparciendo poco a poco por su pantorrilla hasta llegar a su rodilla. Se sentía peor que la primera vez, tanto que ni siquiera encontró las fuerzas para gritar. Se quedó paralizado ante tanto dolor.

Su visión se nubló y, de pronto, su gimnasio se le hizo difícil de reconocer. El dolor en su pierna se intensificó y la sensación de que querían arrancarsela lo llevó a dejar escapar el primer grito. Comenzó a sentir gotas de sudor frío en su frente y cómo su respiración comenzaba a fallar, pero todo eso era obsoleto comparado con lo que le pasaba a su pierna ¿Qué ocurría? ¿Por qué sentía que estaba a punto de quedarse sin fuerzas?

Sus intentos de caminar para buscar un teléfono para pedir ayuda fueron en vano. Su visión estaba tan borrosa y su pantorrilla tan adolorida que tuvo que apoyarse en las máquinas para poder desplazarse. Claro que no llegó muy lejos, todo comenzó a dar vueltas y su pierna a palpitar. Entonces, recurrió a la ayuda más cercana.

En ese momento, Donovan se dió cuenta de que necesitaba demasiado a su mejor amigo.

—¡G-Gabe! —dijo, entre su dolor y las altas melodías electrónicas —. ¡Gabe!

Comenzaba a desesperarse, queria que alguien lo ayudara a detener ese dolor. Gritó con más fuerza, tanta que casi desgarró su garganta al llamar a su amigo. Se dio cuenta que esa condenada música era mucho más alta que sus gritos de auxilio, así que volvió a intentar caminar. Se apoyó en otra de las máquinas para usarla como impulso, y luego otra como apoyo. Sabía que tenía que llegar al salón de pesas y pedor ayuda, pero estaba tan debil...

—¡Gabe! —volvió a llamar con mucha más desesperación —. ¡Joder, Gabe!

—¡¿Qué quieres?! —el grito de Gabe se escuchó desde la otra habitación, pero ni la música ni sus ejercicios se detuvieron.

—¡Ga...!

Fue un golpe seco, algo tan fuerte que te aseguro que se escuchó sobre la música. El dolor en la pierna fue tan fuerte que lo volvió inestable que Don cayó al suelo, golpeando su cabeza con una de las máquinas. Su vista no solo se nubló, sino que se volvió tan borrosa que empezaba a dudar si su visión volvería a ser igual. Dejó de escuchar la música y todo lo que pudo oír fue un pitido ensordecedor.

No obstante, eso no fue lo más preocupante de todo. Estaba vagamente consciente de si mismo, pero sabía que lo que veía en el suelo junto a él era sangre. Le dolía la cabeza, le dolía demasiado ¿Debía gritar? ¿Buscar ayuda? ¿Pero cómo? Ya no tenía fuerzas...

Sus ojos se hicieron tan pesados hasta que tuvo que cerrarlos. Sus pensamientos se iban volviendo obsoletos, como susurros sin sentido. Lo último que pudo procesar antes de perder la consciencia fueron un par de preguntas: ¿Gabe habría oído el golpe? ¿Vendría a ayudarlo?

En ese momento, Donovan Cooper necesitaba a un buen amigo con urgencia.

🌼

7:00 pm

—¿Entonces, le dirás? —le preguntó Linda a Cloe al tiempo en el que se acercaban al gimnasio.

—No lo sé, Linda —respondió Cloe, haciendo una mueca con sus labios —. No sé como se lo vaya a tomar.

—Evidentemente, no se lo tomará bien, pero tampoco es algo que puedas ocultar. Te estás haciendo daño.

—Pero no quiero hacerle daño a Gabe.

—Gabe es un tanque de guerra, se necesita más que lo que tú le dirás para dañarlo.

Linda no estaba muy alejada de la realidad con respecto a su opinión, Gabe sí que era alguien difícil de lastimar. Sin embargo, Cloe estaba experimentando la clase de sentimiento ilógico en el que temía más por la seguridad del corazón de su narciso que por el suyo propio ¿Y si le hacía daño sin quererlo? ¿Y si tomaba mal lo que decía?

Las cosas entre ellos no estaban nada bien, pero ya no recuerdo la última vez que lo estuvieron. Cloe comenzaba a darse cuenta de todos los sacrificios que hacía por el hombre que amaba y, aunque no podía dejar de hacerlos, comenzaba a preguntarse porque ella no obtenía algo parecido de vuelta. Ella solo quería un simple esfuerzo. 

Lo único que la mantuvo medianamente tranquila por días fue Cameron, quien  había sido de gran ayuda. Su ex resultó ser un gran consejero que se mantuvo a su lado durante el poco tiempo que se quedó en Los Angeles. Incluso prometió que pronto se volverían a ver. Por supuesto, eso elevó la furia de cierto chico, lo que nos da la suma de una margarita dolorosamente enamorada más un narciso horrorosamente celoso. Sin duda, una terrible combinación para el amor. 

Cloe suspiró, que difícil estaba resultando lidiar con esa relación que se sentía tan correcta, pero a la vez tan complicada.

—No sé que hago aquí —admitió Linda, deteniendo a Cloe en su tarea de abrir la puerta.

—Apoyarme, por supuesto —dijo Cloe —. Apoyarme y apoyarlo. Necesitamos a alguien como tú a nuestro lado para no perder la cabeza.

—Podrían conseguir una mejor mediadora que una fea como yo.

—No digas eso, tú eres la mejor. 

Cloe volteó y le regaló una amplia sonrisa a su amiga, justo como la que le dedicó la vez que se conocieron. Linda se sentía horrible, tenía tanto odio para sí misma que tenía la ligera sensación de que debía odiar al resto del mundo. Quería odiar a Cloe ¡Era lo que más quería en ese momento! ¡¿Pero cómo iba a hacerlo?! Ni siquiera podía odiarla por no notar lo que ocurría.

Por miedo a explotar con todo su odio frente a Cloe, decidió distraerse a detallarla. Sí, era la misma sonrisa que recibió hace meses, los mismos labios, la diferencia es que ahora estaban quebrados y sus mejillas...más delgadas, casi hundidas...

Sus pobres hoyuelos tenían muy poco espacio para estar. 

Una pizca de satisfacción la invadió al analizar que incluso Cloe Nicols, siendo tan única como era, tenía demonios. Claro, estos no serían tan crueles como los de Linda. Sabía que Clo nunca haría lo que ella se hizo en las muñecas.

—Está bien —terminó por decir, sacudiendo sus dolorosos pensamientos —. Entremos.

Un largo suspiro se escapó de la garganta de Cloe, aunque se escuchó más como un grito de auxilio que rogaba por encontrar fuerzas. No sabía exactamente qué le diría a su narciso, pero tenía miedo de las consecuencias. Entró en el gimnasio rogándole al universo que lo que fuese a ocurrir esa noche no arruinara su relación con Gabe. Le pidió al cielo por oportunidades, solo quería eso.

No sé si fue el cielo, o el destino, pero uno de los dos torció sus planes.

Lo primero que escucharon las dos chicas al entrar fue una estruendosa música electrónica desde el salón de pesas. Tanto Linda, como Cloe intercambiaron miradas de desaprobación, sabían que esa música era de Gabe. Lo que no esperaron fue que, segundos después, encontraron una escena capaz de robar alientos a sus pies; literalmente a sus pies.

—¡¿Donovan?! 

Aquel llamado pudo haber sido un grito sin problemas, pero las cuerdas vocales de Cloe no encontraron más fortaleza que para soltar un tembloroso susurro. Linda llevó una mano hasta su boca y contuvo la respiración. Se le olvidó que debía odiarse, pensó solo en lo que vió.

Sangre, mucha más sangre de la que le parecía sana.

El color de la piel de Don jamás se vió tan pálido para ellas hasta ese momento. Había un hilo de sangre que nacía en la parte alta de su frente, manchando varias hebras de su cabello dorado. A las expectadoras les costó unos segundos salir del shock pero, al reaccionar, tomaron la desesperada decisión de sacudirlo para intentar despertarlo.

Por desgracia, lo único que consiguieron fue que él se sacudiera un poco sin despertar. Sus respiraciones eran leves, la sangre parecía estar enpegostandose en su cabello.

—¡¿Don?! —cuestinó Linda, desesperada. Asustada, buscó la mirada de Cloe y encontró el mismo miedo —. ¿Pero qué pasó aquí?

—No lo sé —soltó Cloe, con su voz entrecortada —. Pero hay que solucionarlo ya.

—La música está puesta ¿Crees que Gabe esté ahí?

—Espero que sí. Necesitamos ayuda.

Más apurada que nunca, se levantó y corrió hasta el salón de pesas. Su corazón estaba en su garganta, el miedo la tenía tan tensa que había olvidado lo que había ido a hacer en primer lugar. De pronto, Donovan y ayudarlo era lo único que cabía en su mente.

Se encontró con la musculosa espalda de Gabe y luego con su reflejo, concentrado en hacer pesas. Entonces, ¿él estaba ahí, haciendo ejercicio, y su amigo estaba totalmente inconsciente? Sin pensarlo siquiera, pausó el reproductor y la música se detuvo. Con eso, obtuvo una mirada casi asesina por parte de su novio.

—¡¿Qué es lo que te pasa, Cloe?! —preguntó él, furioso de lo que había hecho.

—¡Ven! ¡Ahora!

—Pero...

—¡Ahora Gabe!

Más irritado que preocupado, Gabe hizo las pesas a un lado para seguir la Cloe acelerada y nerviosa fuera del salón. Sus ojos a duras penas pudieron procesar aquella imágen tan ruda ¿Acaso Don había sido responsable del golpe que escuchó pero decidió ignorar? ¿Aquel sonido seco fue su...su mejor amigo?

Don tenía muy buenas amistades, pero solo una descuidada es capaz de causar heridas demasiado graves.

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