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Capítulo 57

Cloe siendo menos Cloe
20 de septiembre

1:00pm

—Te lo digo, Linda, algo está raro —aseguró Gabe, levantando la enorme pesa sin dificultad —. No lo sé, ella no está siendo tan infantil como suele ser ¿Puedes creer que ya no salta los pasos peatonales?

—Creí que odiabas que ella hiciera eso —respondió la chica, indiferente —. Se lo dijiste en la cara y todo...

Gabe recordó el momento exacto en el que le dijo aquello a Cloe. Fue en medio de uno de sus ataques de furia, en los que no podía controlar su instinto por querer mantener todo perfecto. Tenía de esos muy seguido, y a veces se desataban porque se frustraba de más.

Estaba seguro de que quería mantener su cuerpo perfecto y fuerte, y a su relación estable e ideal. Claro que la actitud infantil de Clo no le permitía eso del todo. Justo por eso, explotó aquella vez en que la vió saltar sin razón en la calle. Sus recuerdos estaban nublados, no podía recordar si le había dicho explícitamente que dejara de hacerlo o no. Pero ahora que parecía que ella había dejado ese hábito, sentía que extrañaba ese lado de su novia que poco a poco se alejaba más de él.

Comenzó a cuestionarse si era bipolar ¿Cómo podía cambiar de opinión así como así?

Dejó la pesa en su lugar y, tras secar el sudor en su frente con la toalla que llevó, apretó su pulgar contra sus labios en un intento de pensar. Mientras, Linda notó todas las miradas de asco sobre ella. Ajustó mejor su capucha y se fijó solo en su amigo. No es que intentara ignorar al publico que la hacía sentir cada vez más fea, se había rendido en eso. Simplemente creyó que enfocarse en Gabe mantendría apasiguados a sus demonios.

Porque si algo amaban ellos era que Linda no se diera el tiempo de pensar en sí misma.

—¿Suena loco si te digo que estoy locamente enamorado de la Cloe que debería odiar? —preguntó él, suspirando —. Es decir, estoy contento con que dejara los jueguitos de niña molesta a un lado, pero mentiría si te dijera que no me hace falta ver esa sonrisa juguetona e infantil que a veces tenía en sus labios.

—¿Es algo que consideraste antes, o después de que Cloe admitió que te ama? —cuestionó la chica, logrando que Gabe volteara a verla con un movimiento que se asimiló al del exorsista.

Bueno, al menos esa reacción le provocó una pequeña risa a Linda.

—Ella no dijo que me amaba —señaló el narciso, apuntando a su amiga con el dedo.

—Te dijo, "mi amor" —soltó Linda, apuntándolo con su dedo para imitarlo —. Esa es la forma más cursi de admitir que te apoderaste de su corazón. Cloe Nicols ha caído por tí, y cayó hasta el fondo, fenómeno.

No, él no quería admitirlo. Si ella lo amaba, entonces significaba que querría el mismo cariño de vuelta. Una parte de Gabe sabía que quizá ya lo tenía. Cloe Nicols también lo había hecho caer, y muy profundo. Pero se refería a la Clo con la que rió a carcajadas en un parque de diversiones, la que llamó a un cuaderno como a un ídolo adolescente, la que saltaba las rayas del paso peatonal...

Pero últimamente, solo veía a una Cloe con labial y sonrisa sumisa. Una chica de pocas palabras, de humor cambiado y prendas para nada raras. También le gustaba esa versión de su novia, pero la otra provocaba cosas en él que...¡que alborotaban todo su sistema! ¿El problema? Si quería perfección, fortaleza, y la relación que siempre buscó, no podía permitirse amar a la primera versión que conoció de su novia.

Suspiró. Bajó su dedo antes de ladear su cabeza y observar su reflejo en el espejo a su lado. Si le daba su amor a la Cloe infantil, saldría lastimado ¡Y los hombres fuertes no pueden permitirse tener un corazón roto! Por otro lado, con los cambios que estaba haciendo Clo, sabía que jamás tendría ese problema.

Cloe se estaba volviendo menos Cloe, y así Gabe podía amarse más a sí mismo...pero sentía un enorme vacío por eso.

—"Mi amor" es solo un apodo, Linda —soltó él, intentando convencerse de que así era —. Es como "cariño", o "cielo". Es completamente normal.

—¿Te lo había dicho antes? —preguntó ella, alzando una ceja en su dirección.

—No, pero siempre hay una primera vez para todo.

—Como enamorarse por completo. Odio que evites admitir que es lo que te está pasando.

—Y yo odio que creas cosas que no están sucediendo.

—¿Por qué te da tanto miedo que alguien te ame más de lo que te amas a tí mismo? No lo entiendo.

Gabe volvió a fijarse en su reflejo, en sus ojos verdes demasiado frágiles. Pasó su mano por el pequeño rastro de barba en su mentón, olvidaba afeitarse desde el día anterior. Ahí, fuerte e intimidante como se veía, sabía que tenía un punto débil. En su mirada, se escondía la verdadera respuesta a la incógnita de Linda.

Un corazón es una cosa frágil, y las manos de un ser humano son demasiado toscas como para sostenerlo sin dañarlo aunque sea un poco. Si le entregaba su corazón a alguien, sabía que esa persona podía llegar a estrujarlo y a romperlo. En cambio, si mantenía su corazón en sus manos lo protegería, lo cuidaría, y lo volvería tan fuerte que resultaría indestructible para el resto del mundo.

Su meta era hacerse impenetrable, incapaz de quebrarse. Es decir, quería una roca; no un corazón.

Y como estaba muy ocupado cargando su latiente órgano entre sus gruesas manos, no lo soltaría para tomar el de otra persona. Por eso prefería obviar el hecho de que Cloe quizá si le confesó su amor. Si ella le entregaba su corazón, él no soltaría el suyo propio solo para proteger uno ajeno. Así que sabía que el corazoncito de Clo se terminaría rompiendo...por su culpa.

Es por eso que los narciso son flores egoístas en un prado lleno de belleza. Prefieren amarse por sí solas, admirar su propia belleza antes que la de otras flores por miedo a ser tan dependientes que su tallo termine por volverse débil.

Lo que no entienden es que todo en esta vida tiene un equilibrio, amar sobre todo. Tengo la fe de que lo comprendan algún día, en medio de una primavera...

—Yo no tengo miedo, Linda —aseguró Gabe —. ¿Cómo alguien como yo podría tenerle miedo a algo?

—Uy, sí. Porque ser fuerte y músculoso te hace inmune al miedo.

—Exacto.

—Fue sarcásmo, genio.

—Lo noté, pero preferí ignorarlo.

Linda rodó los ojos, ese fenómeno no tenía remedio. Todavía sentía las miradas sobre ella, los susurros a distancia, la crueldad de sus demonios. Eso le recordó lo mal que se sentía. Su mente era un desastre en el que solo habían insultos dedicados a sí misma. Quería huir, correr, esconderse.

¿Pero cómo escapas de tus propios pensamientos?

Observó a Gabe, su reflejo mejor dicho. No tenía duda alguna de que él era su mejor amigo. Sabía hablarle con sinceridad y eso valía mucho para ella. Por esa razón, la loca idea de contarle todo lo que le sucedía se apoderó de ella en forma de un nudo en la garganta. Sus ojos se cristalizaron al tiempo en el que tocaba sus muñecas con discresión, descubrió que necesitaba hablar con urgencia.

Quería contarle todo lo que estaba pensando, por todo lo que estaba pasando y todo lo que le dolían sus decisiones. Tanto emocional, como físicamente. Quería lanzarse a sus fuertes brazos y abrazarlo para sentirse parte de este mundo, al que cada vez ansiaba dejar con más fuerza. Necesita hablar con alguien que no le dijera que todo iba a estar bien, sino que fuera lo suficientemente sincero como para decirle que todo estaba mal y aún así mantenerse ahí.

Necesitaba a Gabe con urgencia.

—Gabe...—soltó, con la voz quebradiza.

—¿Si? —preguntó él, volviendo a sus sesión de pesas.

—Necesito...

Pero Gabe comenzó a levantar la pesada barra otra vez y, ahí, Linda notó que lo que iba a decir no era importante para él. No era importante para nadie. Sus demonios se rieron de ella ¿De verdad creyó que alguien le haría caso? ¿Que detendrían su dolor? ¡Ja! ¡Gabe ni siquiera la miró a los ojos!

Ahí, fue cuando Linda decidió que no volvería a intentar hablar sobre lo que le ocurría. Prefería dejar que sus pensamientos fluyeran, quería seguir  haciéndose daño, y no involucraría a los que quería porque sabía que a ellos no les importaba.

—¿Qué necesitas, espanto? —preguntó Gabe, devolviendola a ella a la realidad.

—Necesito...—le tomó unos segundos idear una oración completamente distinta a la que había pensado antes —. Necesito hacerte una importante pregunta.

—Adelante.

—¿Llamarías a Cloe "mi amor"?

Gabe sostuvo la pesada barra en el aire más tiempo de lo debido. Calló a su corazón cuando quiso apoderarse de la pregunta, e insultó a su cerebro cuando lo hizo razonar demás. De repente, la pesa comenzó a sentirse más pesada, y él se percibió a sí mismo como menos fuerte.

Claro que se recuperó cuando su lado más narcisista se despertó. Bajó la pesa y tomó el impulso para volverla a subir. Fueron sus instintos los que no le permitieron responder otra cosa más que:

—No. Yo jamás haría algo como eso.

🌼

5:30 pm

Jace estaba perdido y eso, junto a un millón de cosas más, tenía a Cloe de mal humor.

Buscó en todos lados ¡Y nada! Jace estaba desaparecido, solo en algún lugar del mundo. Mordió su labio con fuerza al pensar lo mucho que necesitaba escribir en su bitácora. Estaba tan ida de sí, tan concentrada en su perdida, que a duras penas si habló esa tarde. Sus pensamientos y el chocar de las olas con la orilla de la playa era todo lo que escuchaba.

Cosa que, sorprendentemente, preocupaba a Gabe.

Sabía que a Cloe le gustaban las caminatas en la playa, así que pensó que ella se emocionaría si recorrían juntos la extensa orilla detrás de la casa de Linda. Creyó que ella hablaría hasta por los codos, que bromearía y no pararía de sonreír. Nada de eso estaba ocurriendo.

Él observó sus manos entrelazadas, ella a duras penas si mantenía su agarre con sus dedos. Luego, pasó su mirada verde al rostro de Cloe; no pudo descifrar si ella estaba triste, o molesta. No dejó de caminar, así que ella tampoco lo hizo. Pero se sentía extraño, demasiado extraño.

—¿Por qué estás tan callada? —decidió preguntar, trayendo a Cloe de vuelta a la realidad.

Ella se sobresaltó un poco al notar que había estado perdida en su propio mundo. Se volteó para observarlo y le sonrió de lado. Luego, le dió un ligero y cariñoso apretón en la mano que tenía entrelazada con la suya.

—Por nada en especial —aseguró ella, escondiendo todos los sentimientos que sentía hacia sí misma en ese instante.

Gabe la miró con desconfianza, no le creyó. Por supuesto que estaba mintiendo ¡Cloe Nicols no callaría por nada en especial! Algo le preocupaba, pero él no preguntaría porque eso sería admitir que los sentimientos de Clo le importaban casi tanto como los suyos.

Y su instinto que le pedía ser fuerte no iba a permitir que él se expusiera de esa forma.

—¿Dalia y tú ya están mejor? —preguntó Gabe. Esa pregunta aún incluía los sentimientos de Cloe, pero era menos directa. La castaña prácticamente gruñó al escuchar el nombre de la pelirroja.

Habían sido unos días muy tensos entre ella y Dalia.

—Pues, si con mejor te refieres a que nuestras peleas han subido de nivel, sí, estamos mejor —soltó, rodando los ojos —. Desde que te llevé a esa consulta médica ella está tan irritante. Que si Cloe esto, que si Cloe aquello ¡Ugh! ¡Solo quiero que se calle!

—Yo ya estoy bien con ella—admitió Gabe, encogiendose de hombros —. Y también arreglé las cosas con Donovan, no fue tan difícil.

—Eso es porque Don es un pedacito de cielo, pero Dalia no. Ah no, Dalia solo finge ser dulce pero en realidad es jodidamente controladora. Si las cosas no se dan a su manera, entonces se pone en modo perra y no hay quien la aguante.

—Eso no suena a Dal. Es decir, sé que sabe imponerse, pero no me parece controladora.

—Eso es porque no la conoces como yo, narciso.

Pero lo cierto era que a ella tampoco le sonaba correcto juntar el nombre de su amiga con aquel adjetivo. Tenía furia acumulada en la boca de su estómago, todo lo que hacía últimamente era estar enojada ¿Con quién? Pues, lo más duro era que estaba molesta consigo misma y no conocía la razón. Tal vez la estaba sacando de quicio que sus esfuerzos para ser perfecta para Gabe no estaban funcionando. A él le seguía gustando más su reflejo.

Sabía que Dalia no merecía las miradas que le había dedicado en esos días, o las palabras que iban salían de su boca,  pero con alguien debía drenar su enojo. Así que estaba repitiendo el peor error de su vida:

Convertir a alguien más en el blanco de todas las frustraciones que poseía en ese momento.

—¿Notaste que está más gorda?

—¿Quién? —cuestionó Gabe.

—Dalia ¿Quién más? Tiene como cuatro kilos más, se le notan de solo verla ¿Cómo baila así?

—No está gorda. Quizá Dal no está entre las bailarinas más delgadas del universo, pero eso no la vuelve obesa.

—No, pero si sigue comiendo yogurt como si no hubiera un mañana, lo será. Se está estancando en el pasado, es patético ¡Ni siquiera sé porqué come yogurt si se supone que lo odia!

—Te diré algo que no pueden saber las margaritas, al menos no aún. Pero Don tiene la teoría de que son antojos —él volvió a encojerse de hombros y observó de reojo a Cloe. Ella frunció el entrecejo —. Al parecer, es solo una sospecha, pero eso explicaría esos kilos de más que tú dices notar. Quizá solo está embarazada y no lo sabe.

—No. Dalia solo está más gorda y ya.

Gabe suspiró. No le importaba saber si Dalia estaba más gorda o no ¿Pero desde cuándo eso le importaba a Cloe? Él se sentía desubicado, como si estuviese tomando la mano de una extraña y no la de su novia. La apretó con fuerza, intentando convencerse de que esa era la Clo que debía querer. No era parlanchina, ni ruidosa, ni infantil. Era lo más cercano a una mujer perfecta que existia.

Pero no la conocía.

Se sentía en un dilema, y no era el único. Cloe mordió su labio con fuerza al pensar en su pobre bitácora perdida. Pensaba en lo que necesitaba escribir en Jace, en como quería hablarle de los kilos que había notado en Dalia, o de lo que estaba viviendo últimamente con Gabe. Pensó en todo lo que estaba sintiendo últimamente y sintió la necesidad de anotarlo en algún lado...¡¿Dónde había dejado a su bitácora?!

No estaba en su casa, o en la de Lilian, o en la de Dalia. No estaba en el apartamento de Gabe, ni en el gimnasio ¡Él simplemente no estaba! Incluso llamó a Cameron, quien había prometido mantener contacto con ella, para saber si lo había visto ¡Pero nada! Jace se había esfumado.

Sintió que su mano dolía ante el agarre de Gabe. Quizá era demasiado brusco, incluso escuchó a sus pobres dedos crujir, pero no se alejó. Él jamás le haría daño, ¿o sí?

—Creo que deberías hacer las pases con Dal —le sugirió Gabe, ya se encontraban camino de regreso a la casa de Cloe y sabía que llegarían pronto al patio trasero del viejo lugar.

—¿Eso crees?

—Sí, así es. Don y Dal siempre han sido así conmigo. Esa sobreprotección que tú viste ese día en el consultorio yo llevo aguantándola por años. Supongo que está bien, es su molesta forma de mostrarme su amistad. Me desespera, pero es amistad al fin y a cabo.

—Esta bien. Si tu lo dices, haré las pases con Dalia.

Se suponía que justo eso era lo que hacía de Cloe una novia perfecta. Poco a poco, se volvía más y más sumisa a las peticiones de Gabe. Eso debía alegrarlo, ¿no? Después de todo, eso significaba que él siempre sería el centro de atención en esa relación.

Aún así, se quedó esperando a que ella lo refutara. Estaba acostumbrado a una Cloe decidida, incluso cuando las decisiones que tomaba eran malas ella las defendía a capa y espada. La chica que tenía frente a él, si bien era tan hermosa como la mujer que besó en medio de un baile, no era así. Ella no le discutía sus sugerencias, o lo hacía reflexionar con alguna de sus muchas lecciones.

Tenía a Cloe frente a él, pero seguía viéndose como una desconocida.

Se alejaron de la orilla para caminar hacía la casa. Durante ese mínimo recorrido, Gabe solo pudo pensar en que tenía un dolor en el pecho que no se podía quitar. Estaba locamente enamorado de una Cloe que se estaba desvaneciendo y eso estaba mal. Debía encontrar una forma de querer a la mujer en la que se estaba convirtiendo su novia. Debía quererla, permitir que esa versión fuese la única. Esa era una Clo más acorde al narciso ¡Debía adorarla!

Reprochándose a sí mismo por no sentir mariposas en el estómago ante la actitud de alguien a la que quería demasiado, haló del brazo de Cloe antes de que pudiese entrar a la casa y la sorprendió al atraer sus labios a los de él. Le dió un beso suave, lento, lleno de demasiado cariño como para venir de Gabe. Por instantes, ella no se movió. Pero luego comenzó a seguir el ritmo de aquel juego de bocas.

Y, en ese momento, algo maravilloso ocurrió.

En medio de los movimientos de ambos labios, Gabe estuvo seguro de que había saboreado a la antigua Cloe. Sin duda, a medida en que se adentraba aún más en su boca y el calor aumentaba debido al beso, podía reconocer a la chica vivaz que le hizo perder la cabeza por primera vez. Ella rodeó su cuello y lo acercó aún más. Pronto, él estaba rodeando su cintura con fuerza, como si no quisiera dejarla escapar.

Y no quería. Necesitaba seguir sintiendo a la vieja Cloe cerca de él.

No la dejó tomar aire, a penas una pequeña bocanada, pero la atrajo de nuevo hasta sus labios y la besó con más intensidad. Una especie de chispa causaba electricidad en su pecho, y unos bichos alborotados parecían estar teniendo una fiesta en su estómago. La distancia era nula, los pensamientos también. Ese es el momento en el que un humano se vuelve puro sentimiento.

El instante en el que el alma olvida que está encerrada en un cuerpo y se entrega totalmente a una persona especial.

Para cuando se separaron, Gabe no pudo hacer otra cosa más que envolver a Cloe en sus brazos. La abrazó con fuerza, con brusquedad, como si quisiera mantenerla ahí por siempre. Ahí entendió que sus instintos se estaban quedando cortos ante sus sentimientos. La Cloe que le correspondía, la que quería, nunca sería la Cloe que le convenía.

—Narciso...—lo llamó Cloe, con la respiración entrecortada.

—Te extrañé —le confesó, mostrando solo un poco de debilidad —. Te extrañé muchísimo.

Cloe contuvo la respiración al escuchar eso. Recordó que alguna vez le confesó a Jace que Gabe no podía extrañar porque era un tipo de amor que su narcisismo le impedía sentir. Pero ahí estaba él, diciendo que la había extrañado. Ni siquiera se preguntó a que se refería, ignoró por completo que ella jamás se había ido y no había razón para extrañar. Tan solo sonrió porque eso le había parecido muy sincero.

Incluso decidió no decirle que la estaba asfixiando con su brusco abrazo, ni qur sus fuertes brazos le estaban provocando dolor en la cintura. Se quedó callada, aprovechando el momento que se prolongó unos largos e importantes minutos. Luego, él la soltó y, con sus manos entrelazadas, entraron a la casa de playa por las puertas francesas en el jardín trasero.

Al entrar, encontraron las sonrisas burlonas de Sanne y las hermanas Stewart, quienes fingieron en vano haber estado viendo cualquier otra cosa más que aquel largo e intenso intercambio de besos entre ellos dos.

—Clo, recuérdame comprar cortinas —soltó Sanne, divertida —. Eso, o un par de puertas sin vista a la playa. Como que necesitamos más privacidad, ¿no lo crees?

—Aja —Cloe solo pudo aguantar las ganas de soltar una mueca por su cintura adolorida. Recuperaba aire con jadeos disimulados. Se sentía mareada.

—¿Clo, estás bien? —preguntó Samara, notando algo raro —. Te ves pálida.

Gabe volteó a observarla y, tal y como había dicho Samara, Cloe estaba muy pálida. Sintió algo nuevo en su pecho: preocupación. Y, como una especie de instinto, tomó su rostro con la poca delicadeza que tenía. La cuestionó con la mirada y ella entendió al instante.

—Estoy bien, amor —aseguró alejandose de él con una sonrisa. Ahí estaba de nuevo esa palabra, amor —. Solo...necesito ir al baño.

—Antes de que te espantes, Linda se tropezó hace varias semanas y rompió el espejo —le contó Sanne —. Te lo digo porque no has estado aquí, asi que no te...

Pero ella ni siquiera escuchó el resto de lo que Sanne tenía para decir, solo caminó con rápidez hacía el baño. Le dolía caminar, estaba segura de que cojeaba ¿Qué tan fuerte la había abrazado Gabe?

Soltó un jadeo adolorido cuando logró encerrarse en el baño. Respiraba con dificultad, se sentía mucho más débil de lo usual. Volteó su mirada y se encontró con el espejo completamente quebrado. Ni siquiera le importó ver su reflejo quebrado, no se detuvo a observar que faltaba un cristal justo en el medio. Ella se paró frente a ese cruel y quebrado vidrio y se quitó la blusa.

Otro jadeó escapó de sus labios al ver lo que delató su reflejo roto.

—Joder...

Justo el lugar en el que Gabe la había tomado con fuerza para abrazarla estaba rojo y adolorido. Ella estaba segura de que le saldrían un par de moretones pronto. Él ya la había abrazado fuerte antes, ¿por qué la dañó tanto en ese momento? Entonces, subió la mirada de su cintura a sus costillas.

¿Por qué le había hecho daño un tacto tan brusco? Simple, porque ella estaba más frágil. Sus costillas comenzaban a mostrarse...

—Mierda, Cloe —se dijo a si misma. Sus ojos estaban cristalizados, todavía le faltaba aire —. ¿Qué te estás haciendo?

Se apoyó en el lavabo por miedo a caer por la intensidad del mareo que sentía. Le gustaba Gabe ¡Lo amaba! Pero solo entonces se dió cuenta de que estaba haciendo algo que no había hecho hace tiempo, y lo hacía solo por él. Ella estaba regresando a sus viejas costumbres.

La Cloe en el espejo quebrado era cada vez menos Cloe. Se estaba perdiendo.

Se abrazó a sí misma y un pensamiento llegó a su mente al instante: era un mal momento para haber perdido a Jace, pues su bitácora era al único al que podría contarle que había dejado de comer por un narciso...

5k en la historia...¡Muchísimas gracias!❤ Nunca podré agradecerselos lo suficiente ¡Gracias por darle una oportunidad a mis historias! Quisiera preguntarles, ¿qué les parece la historia? Sé que les hago esa pregunta muy seguido pero quiero mejorar para que les guste más la historia.

Chaíto, los quiero ❤

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