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Capítulo 56

La fuerza en Sanne
16 de agosto

11:50 pm

Me he dado cuenta de que, en todo lo que llevo de este libro que se me está haciendo muy extenso, no me he detenido ni una sola vez a hablar de un término que considero muy importante para la historia. Supongo que me enfoqué tanto en hacer un cuento bello para ti que olvidé lo que en realidad quería enseñarte: La única razón por la que hay belleza por doquier, es porque también existe fealdad en todos lados. 

De lo que te hablaré es, quizá, lo más feo que escucharás en esta historia, pero necesitas escucharlo. No puedo obviarlo, ya no. Así que te pido que prestes atención porque solo pienso decirte una vez lo que significa tener depresión. 

Muchos me han dicho que estar deprimido es lo mismo que estar triste, solo que lo estás todo el tiempo. No lo voy a negar, la tristeza si que se vuelve un fiel compañero, pero eso no significa que alguien deprimido no sonría, no se ría, o no sienta otras emociones a parte de nostalgia. Lo sé porque me ha pasado.

Yo he sonreído, he sentido alegría, enojo, amor...puede que la ira y la tristeza son los sentimientos que últimamente predominan en mí, pero sé que puedo sentir otras cosas. Así que ya sabes que estar deprimido no es estar triste y ya. Es mucho más. 

Tener depresión es tener la sensación de que siempre estás fallando. Es ver el sol y preguntarte, ¿por qué esa molesta estrella brilla sobre mi cuando no merezco su luz? Es sentir que todo a tu al rededor está bien, y tú estás mal. Es horrible, espantoso, y se vuelve aún peor cuando la vida comienza a moverse lento ante tus ojos. Tu existencia se convierte en una película sin trama específica y comienzas a desear que lleguen los créditos al final solo porque no aguantas el peso de ser el protagonista de tan terrible filmación. 

Estar deprimido es perder el control de tus pensamientos.

Veamos si has prestado atención a lo que, con tanto amor, he escrito para ti ¿Cuántas veces he mencionado "demonios" en esta historia? Miles de veces, ¿no es así? Pues, decidí darles ese nombre porque un amigo los llamaba así, pero lo ciertp es que no existe forma de calificar a la voz en tu cabeza que te empieza a reclamar que no eres suficiente y nunca lo serás. Es esa voz, esa tristeza, esos demonios, los que te empujan a hacer cosas peligrosas solo porque estás desesperado de sentir algo a parte de lo que te obligas a sentir día a día. 

A mí, mis demonios me llevaron a dejar de comer, a enamorarme de un cuerpo demasiado delgado.

A Linda, pues...A ella la llevaron a hacer lo mismo que hiciste tú en algún momento; sus demonios la empujaron a romper un espejo.

—¡Llegué! —la voz de Sanne sobresaltó a Linda. Descubrió en su reflejo quebrado que su rostro de sorpresa se veía igual de feo que su expresión natural.

Agitada y ligeramente asustada, tomó el trozo de cristal roto que había desprendido del espejo rojo, lo guardó en el bolsillo de su abrigo y se aseguró de esconder muy bien sus espantosas muñecas con las mangas largas de algodón. Salió del baño con prisa y se apresuró a llegar al recibidor, donde encontró a Sanne recién entrando a la casa. Linda sonrió, demostrando que los deprimidos sabemos fingir sonrisas, y consiguió como respuesta una mirada de sorpresa por parte de la morena.

Sanne pensó que aquel era demasiado entusiasmo para recibirla.

—¡Llegaste! —exclamó Linda, aún inquieta. Sanne soltó una delicada carcajada ante la extraña emoción de su amiga.

—Eso dije —soltó la morena, quien caminó hacía la cocina seguida por la menuda chica fea de abrigo grueso —. ¿Te desperté?

—Pf, ojalá —Sanne alzó una ceja en dirección a Linda por haber dicho eso. De inmediato, el adefesio recibió un reproche por parte de sus demonios, pero se supo recuperar —. Es decir...he dormido muy poco estos últimos días porque he estado eh...Ya sabes, cosas de la investigación.

—No, no sé, pero mejor ni me expliques. La física suena como chino para mí. Mejor nos preparo un té, capaz con eso logres dormir. 

—Suena bien. Gracias.

Sanne le sonrió con amabilidad y comenzó a buscar lo necesario para preparar ese té. Linda soltó un suspiro prácticamente inaudible. No quería confesarle a su amiga que lo que la mantenía despierta en las noches era una decisión que la atormentaba; Sanne no merecía quedar atrapada en los juegos de los demonios de Linda.

—¿Cloe si está dormida? —preguntó Sanne al tiempo en que colocaba la tetera en una de las hornillas de la vieja cocina. 

—No lo sé —ella se encogió de hombros —. Lo único que sé es que se fue con Gabe y supongo que pasará la noche allá. Hoy estuvieron especialmente melosos en la cena, así que dudo que este dormida. 

—Oh, sí, las chicas me contaron sobre esa cena —Sanne volteó y encaró a Linda, quien se había sentado al otro lado de la isla de la cocina. La morena sonrió con diversión antes de seguir hablando —. Así que el ex de Cloe apareció, Gabe tuvo un ataque de celos y, aún así, van a tener una mejor noche de la que tendremos tú y yo. Hay que ver que algunos tienen una suerte absurda en el amor, ¿no lo crees?

—No sé si lo que tienen ellos dos se puede llamar suerte —Linda se encogió de hombros —. He hablado con Gabe últimamente y, no lo sé...

—¿También percibes ese hedor a toxicidad cada vez que los ves juntos? —preguntó Sanne, a lo que Linda sonrió. El suspiro que soltó la morena fue la señal que le confirmó a la fea que ella no era la única que lo pensaba —. Lo sé, es muy extraño lo que está ocurriendo entre ellos. Pero quiero creer que es solo temporal y que su relación irá mejorando. Después de todo, jamás había visto a Clo tan enamorada.

—Ni yo a Gabe tan...entregado a alguien.

—Es lindo ver a un par de corazones tercos como ellos enamorarse. Siento que son perfectos juntos, pero a veces la perfección hace daño. Quizá por eso apestan a relación tóxica.

—Espero y tengas razón porque odiaría que su historia acabase tan rápido. Quiero que sean la clase de cuento que empieza mal y termina muy bien.

—Y yo, pero las cosas no siempre son como queremos. 

El sonido de la tetera indicó que el agua ya había hervido. Sanne se dió la vuelta, tomó dos tazas de la alacena y sirvió aquel té en ellas. Le entregó una a Linda y se quedó con la otra. Solo entonces, consideraron oportuno continuar con la conversación.

—Hiciste mucha falta en la cena —le dijo Linda tras tomar un sorbo de té —, igual que las gemelas ¿Dónde estuvieron?

—Sé que Sam y Sil estaban en una fiesta —soltó Sanne, soplando su té caliente —. Al parecer, uno de sus amigos cumple veinticinco e hizo la fiesta del siglo. En serio, Silvana me envió fotos del lugar y créeme que se veía como la clase de celebraciones que aparecen en televisión al día siguiente de lo impresionantes que son. 

—Supongo que ser invitadas a fiestas como esa está entre las ventajas de ser prácticamente famosas —Sanne asintió ante el comentario de Linda y tomó de su té —. ¿Y dónde estuviste tú?

Con esa sencilla pregunta, Linda logró sacarle un largo suspiro a la morena. Sanne bajó su mirada hasta la taza en sus manos y comenzó a bordear el haza de esta con cierta tristeza. 

A Linda le encantaban las historias, las distraían del mundo real y lograban hacerla llorar por cosas hermosas. Ahora que veía a Sanne así, tan perdida en la taza de té y en lo que sea que pensaba, se dió cuenta de que esa morena resguardaba una de las historias más interesantes dentro de sí misma. Esa chica podía pasar por la protagonista de una novela sin esfuerzo alguno ¡Tenía todo el potencial para hacerlo! Era la clase de mujer que un escritor contemporáneo describiría, ya casi hasta podía imaginarlo:

Ella, de labios finos cuales pétalos de una flor y de ojos tan grises como una tormenta, era la clase de chica cuyo único obstáculo se encontraba encerrado en sus costillas, latiendo al ritmo de un doloroso sentimiento. Observaba su reflejo en la humeante taza de café, consciente de que muchos desearían tener el rostro que ella poseía ¿Pero qué importaba su belleza? Siempre supo que era más que una cara bonita...Claro que la melodía que entonaron sus suspiros dió a entender que, a veces, ser "más" no es suficiente.

Si, más o menos así sería un fragmento de una novela con Sanne Coleman como protagonista. Ella sería la musa perfecta para cualquier escritor, tenía todo lo que un personaje necesita tener: un pasado que la marcó y un presente que le provocaba incesables suspiros; todo eso mezclado con una gran personalidad y un carisma innato. Linda estaba segura de que, si estuviera hecha de letras, la morena ganaría un Best Seller y todos los premios de literatura posibles.

Pero nadie se había animado a escribir la historia que ella estaba a punto de contar...al menos, no hasta ahora.

—No puedes decirles a las margaritas —le dijo antes de comenzar a confesar lo que había ocurrido esa noche —. No es algo grave, pero preferiría que ellas no supieran.

—Tienes mi palabra —le aseguró Linda —. No diré nada.

Sanne asintió lentamente, sabía que podía confiar en Linda. Se preparó mentalmente para decir lo que quería y lo soltó de golpe, esperando no tener que repetir ese nombre más nunca en su vida.

—Christian logró comunicarse conmigo, otra vez —le contó, ganándose una mirada de sorpresa por parte de un par de ojos miel muy sinceros —. Al parecer, la amenaza de Cloe no lo asustó en lo absoluto y decidió intentar contactarme de nuevo, esta vez con una carta que llegó al gimnasio el otro día.

—¿Qué decía? —preguntó Linda, curiosa.

—Algo sobre querer solucionar las cosas y palabras cursis. Jamás leí tantos "te amo" juntos, en serio. En fin, me pidió que nos encontráramos hoy en un restaurante aquí cerca. Por eso no llegué a cenar con ustedes.

—¿Él está en L.A? ¿Lo viste?

—Eso fue lo más patético de todo, Linda. Él no fue, solo mandó a uno de sus empleados a convencerme de que debía regresar a Londres para estar con Chris. Romántico, ¿no crees?

Sanne soltó otro suspiro, pero esta vez dió a entender lo enojada que estaba a partir de ese sonido ¿Enojada con quién? ¿Con Christian por no haber asistido, o con ella misma por haber ido? Linda pensó en preguntar pero su instinto le dijo que era mejor reservarse esa pregunta. Observó a su amiga sacar una pequeña caja del bolsillo de su pantalón para dejarlo sobre el mármol de la isla.

—Iba a ir para dejarle claras las cosas —explicó Sanne —. Quería decirle en la cara que ya no lo amo, que me amo más a mí misma y que mi dignidad vale más que cualquiera de sus falsas palabras ¿Pero qué consigo? ¡A uno de sus "sirvientes" intentando comprar mi perdón con tratos, dinero y...y...cosas como esta!

Linda abrió la caja en el instante en el que Sanne la señaló. Sus ojos miel quedaron impresionados ante el par de aretes brillantes y obviamente costosos resguardados en el fino terciopelo. Eran preciosos, dorados con joyas al extremo de cada uno ¿Acaso eran diamantes?

—Por si te lo preguntas, sí son diamantes —Sanne respondió esa pregunta no formulada sin esconder su indignación —. El empleado de Christian me lo dejó muy claro luego de decir unas cien veces lo costosos que eran. 

—Mierda —fue todo lo que Linda logró decir.

—¡El creé que esto va a comprar mi amor! ¡¿Unos aretes?! ¡Por favor! Podría haberme dado un diamante entero y aún así le habría dicho que no ¡Valgo más que un montón de dinero! ¡Valgo más que un soborno! Yo soy más, joder ¡Soy mucho más!

Tomó la caja con los aretes y la cerró con brusquedad. De sus ojos emanaba una furia notoria, mezclada con una decepción igual de evidente. Poco a poco, aquel fuego que resguardaban sus ojos grises se fue extinguiendo hasta dejar únicamente tristeza. Se fijó en un punto inexistente de la sala y Linda notó como, en silencio, su amiga estaba luchando para encontrarse a sí misma entre tantos sentimientos.

—Yo merezco más —aseguró Sanne, asintiendo lentamente con la cabeza. 

—Por supuesto que sí —le dijo Linda —. Christian es solo un idiota, vendrán chicos mejores para tí.

—Merezco más —repitió Sanne, muy enfocada en eso como para notar lo que decía Linda. Al final, una leve sonrisa se apoderó de esos labios "finos cual pétalos de una flor" —. Yo voy a conseguir más. 

Apretó su puño entre la cajita y rodeó la isla de la cocina a un paso decidido. Tomó a Linda por el brazo y la arrastró hasta la puerta trasera de la casa. Para cuando el adefesio se dió cuenta, estaba corriendo hacia la orilla de la playa en plena noche siendo empujada por Sanne. Se detuvieron justo en donde el agua y la arena se volvían una y ahí, volteó a ver a su amiga sin comprender nada de lo que estaba ocurriendo. 

—¿Qué pasa? —preguntó, confundida —. ¿Por qué estamos en la playa?

—Linda, quiero que seas testigo de una promesa —soltó Sanne, mirándola con una sonrisa leve en sus labios —. Es la primera promesa que me hago a mí misma en mucho tiempo ¿Podrías?

—Ya me arrastraste hasta aquí —Linda rodó sus ojos pero luego sonrió —. Sabes que de igual forma lo haría encantada, Sanne ¿Qué promesa?

Sanne fijó sus ojos grises en el mar y abrió la cajita. Tomó los aretes y los observó sin sentir algo especial al verlos. Descubrió que Christian ya no provocaba lo que alguna vez provocó en su corazón, y que sus detalles solo eran objetos vacíos que le recordaban que ella era más; que sabía seguir adelante.

—Yo, Sanne Coleman, prometo...—tomó un largo suspiro antes de continuar —. Prometo enamorarme de un hombre que me ame tanto como yo me amo a mi misma; y me amo muchísimo. No soy perfecta, he cometido muchos errores, pero me amo. Y sé que el indicado no intentará comprarme con un par de aretes, o con dinero, o lo que sea. Él simplemente me mirará a los ojos y yo sabré...yo sabré que me mira de la forma en la que yo me miré en el espejo por primera vez luego de haberme curado de mi ortorexia.

—¿Con orgullo? —preguntó Linda. Sanne asintió con la cabeza.

—Y con fé, porque esta chica —se señaló a sí misma —, se ha caído mil veces, se caerá unas mil veces más, pero siempre va a seguir adelante. Así que hoy te prometo, Linda, que cuando encuentre al hombre que me mire de esa forma, lo traeré a esta misma playa y le diré que este mar se tragó un par de diamantes que alguien creyó que podrían comprar mi amor. Con suerte, él dirá algo como: "esa persona no estaba ni cerca de saber tu valor" y me besaría; porque sé que yo valgo un buen beso lleno de cariño. 

—Eso es lindo, muy lindo ¿Pero cómo es eso de que el mar se tragó los...?

Sin antes dejarla terminar, Sanne tomó impulso y arrojó el par de costosísimos aretes al océano. Ambos cayeron en el agua salada como un par de estrellas fugaces que caían del cielo y se hundieron en las profundidades de un mar que presenció una de las promesas más importantes jamás pronunciadas. 

Linda volteó a observar a la morena, quien sonreía orgullosa ante lo que había hecho. Ahí, Linda entendió dos cosas: 

Primero, Sanne era demasiado fuerte, pues supo levantarse aún con su corazón hecho trizas y lo remendó ella misma sin poner quejas de por medio; segundo, se dió cuenta de que esa morena no sería la protagonista de ninguna buena novela. Estuvo mal decir que una historia sobre Sanne sería increíble cuando ella era la historia. Era el principio, el fin, la trama, ella era todo lo que su sonrisa quería que fuera; y su sonrisa, más allá de ser un par de labios delicados cual pétalos de flor, era el desenlace de un cuento que se estaba contando por sí solo.

En medio de la noche, con los aretes probablemente hundiéndose en las profundidades del mar o siendo arrastrados por la marea, Linda comprendió que los ojos de Sanne no encerraban ninguna tormenta; ella era la tormenta por sí sola.

Eso la hacía hermosa y fuerte al mismo tiempo.

La morena se sentó en la arena y Linda la imitó. Entonces, Sanne extendió su brazo y su fea amiga entendió la indirecta para unirse a un abrazo. Juntas, continuaron observando el mar, que reflejaba de forma perfecta la luna llena que las iluminaba.

—Ya quiero conocer al chico que te mirará de la forma que mereces, Sanne —dijo Linda con total sinceridad.

—Todavía falta para que llegue a mi vida, lo sé —aseguró Sanne, sin estar decepcionada por eso —. Pero serás la primera en conocerlo, te lo prometo.

La cosa fea de la depresión es que aparece de la nada en historias tan bonitas como esta. 

De repente, en lugar de estar feliz por Sanne, Linda se sintió triste por ella misma. La envolvió una especie de envidia, pues sabía que las personas como Sanne tenían mucha suerte. Mientras que esa chica era una historia por sí sola, ella estaba hecha para ser la protagonista de una historia de trama deprimente y aburrida. Pensó en el espejo roto del baño, en el cristal en su bolsillo, en sus muñecas bien escondidas...ella jamás se miraría con el amor que se miraba Sanne. 

No ahora que ya había comenzado a hacerle caso a sus crueles demonios y había puesto en práctica su idea. 

Esto es lo que pasa con gente como Linda, o como yo. En medio de una noche hermosa, pensamos cosas muy feas.

Tenía unas ganas inmensas de darle un capítulo a Sanne, solo a ella, porque me encanta este personaje. Espero haberle hecho justicia con esto y en serio espero que les gustara ❤❤

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