Capítulo 52 (Parte 2)
Algunas cosas no cambian
9 de septiembre
8:00 pm
Dicen que el amor cambia a las personas, que te vuelves una mejor versión de ti cuando estás enamorado, y quizá es así para algunas personas...pero hay otras que no cambian. Existen almas que se mantienen igual a pesar de estar completamente perdidas por otra.
Donovan soltó un suspiro al escuchar la música proveniente del salón en el que Gabe se encontraba levantando pesas. Sabía que ya no habían clientes en el gimnasio, solo estaban ellos dos, Adam y Sanne, quienes debían de estar ordenando el área de la piscina. Su mejor amigo llevaba horas entrenando, haciendo pesas, y viendose al espejo. Ni siquiera cumplió con su trabajo ese día, solo ignoró que tenía clientes a los cuales atender y se enfocó en su persona favorita: él mismo.
Era parte de su comportamiento usual ser así de narcisista, pero últimamente estaba exagerando. Llevaba exactamente un mes de esa forma, en la que obviaba al resto del mundo solo para enfocarse en sí mismo. Don comenzaba a preguntarse como hacia Cloe para aguantar el comportamiento de su novio, ¡a duras penas si le prestaba atención a la castaña! Pero ella se veía feliz.
O al menos eso decía su sonrisa.
Intentando ignorar el hecho de que su amigo podría no llegar a cambiar, se agachó para recoger unas pesas pequeñas que un cliente había dejado fuera de su lugar. Al instante, su pierna real comenzó a doler como nunca. Soltó un grito, tuvo la extraña sensación de que su pantorrilla estaba en llamas. Su vista se nubló ante el sufrimiento ¿Pero qué estaba ocurriendo? ¿Por qué se sentía así?
Terminó por caer al suelo y gritó con más fuerza. Gabe no estaba lejos, ¿lo habría escuchado? Quizá sí, pero él no fue quien llegó a socorrerlo. A pesar de estar más lejos, Adam y Sanne escucharon el griterío y corrieron hacia el rubio. Lo encontraron sosteniendo su pierna buena, con una expresión en el rostro que les dió a entender que el dolor que sentía no era normal.
—¿Don? —Adam lo observó con preocupación. Notó que el rostro de su amigo y entrenador comenzaba a sonrojarse por tanto aguantar el dolor —. ¿Pero que ocurre?
—Mi pierna...es...¡Ah, no la puedo mover! —Donovan cerró los ojos con fuerza y mordió su labio inferior para ahogar otro grito. Varios mechones de su largo cabello comenzaban a adherirse a su frente gracias al sudor frío que comenzaba apoderarse de sus poros.
Sin duda, algo no estaba bien.
—Adam, ayudame a ponerlo de pie —Sanne actuó con una rapidez increíble y sujetó a su amigo por un costado. Adam no tardó en obedecerla e hizo lo mismo pero por el lado contrario. Juntaron fuerzas y, con esfuerzo, lograron que Don se levantara entre gritos de dolor.
Moverlo hacia la silla del escritorio central habría sido más fácil con la ayuda de alguien más fuerte. Es decir, Sanne tenía cierta fuerza gracias a la natación, y Adam comenzaba a recuperar fortaleza luego de haber vencido el cáncer un mes atrás. No obstante, les costó mover a Don hasta poder sentarlo. Él era mucho más pesado que cualquiera de ellos dos, así que fue un reto soportar tanto músculo y una pierna de metal.
La única persona que habría logrado cargarlo sin esfuerzo se encontraba haciendo pesas en el salón de al lado...
—Sanne, ¿qué hacemos? —preguntó Adam al ver que Don no dejaba de quejarse. En los ojos azules del niño, Sanne notó una preocupación enorme. No lo culpaba, jamás habían visto a Donovan así...Incluso ella estaba angustiada.
—A ver, necesito que me digas que sientes exactamente, Don —dijo Sanne, tratando de mantener la calma en esa situación —. ¿Es un calambre? ¿Una torcedura? ¿Qué tienes?
—Es...es...¡Mierda! ¡Es como si me arrancaran la pierna que me queda!
Al tiempo en el que Don soltó otro grito de dolor, Sanne y Adam intercambiaron miradas. Ninguno de los dos sabía algo sobre primeros auxilios, pero era más que obvio que aquella sensación no debía ser normal. No habían tomado un curso de paramedicos, como lo habían hecho Donovan y Gabe, así que poco podían hacer en ese momento.
De repente, los gritos de Don se detuvieron. El dolor se esfumó de la nada, permitiendo a Donovan respirar con normalidad. Jadeó para buscar aire y se apoyó en el escritorio para no caer de la silla. Estaba agotado, como si hubiese corrido un maratón. Fueron minutos de dolor, pero se sintieron como horas de pura agonía. Movió su pierna con cuidado para comprobar que ya no sentía esas llamas imaginarias que habían intentado consumir su tejido ¿Pero qué había pasado?
—Ya...—dijo él en voz alta —. Ya me siento mejor.
—¿Seguro? —preguntó Sanne, angustiada. Él asintió con la cabeza.
Ella lo vió jadeando y sudando, así que no lo pensó antes de ofreserle un trago de su termo de agua. Lo buscó en el escritorio y se lo dió. Casi con desesperación, Donovan llevó el termo a sus labios y comenzó a beber. Estaba sediento, su garganta se sentía seca y su estómago cansado rogaba por ese líquido helado. Terminó con todo el contenido del termo de una sola vez y dejó caer su peso entero en el respaldar de la silla.
Palpó su pierna con cuidado y cerró los ojos. Le sorprendió encontrarla ahí, en serio sintió que alguien se la estaba arrancando de la forma más brusca posible.
—¿Qué mierdas fue eso? —soltó Adam, logrando que Don abriera sus ojos —. Eso no se trató de un dolor normal ¡Gritabas como si te estuviesen matando!
—Solo me agaché para tomar unas pesas y de repente sentí como fuego en mi pierna —les contó, recuperando el aliento —. Luego, fue como si me la arrancaran. Quizá hice un mal movimiento, o algo así.
—Sí, sí, claro ¡Porque un mal movimiento provoca que sientas que te amputan una pierna sin anestesia!
—Adam...—con la mirada, Sanne le pidió que mantuviera la calma. El adolescente estaba asustado, pero entendió que debía calmarse para no empeorar la situación.
Solo cuando él se calló, los ojos grises de Sanne bajaron hasta la pierna de Donovan. Entrecerró la mirada al notar que algo no era normal.
—Don, tienes un moretón en la pantorrilla —señaló —. ¿Es un moretón? Se ve más como un vulto...¿te golpeaste?
—La semana pasada estaba recogiendo unas pesas y una me cayó en la pantorrilla —le dijo, observando su pierna —. Por eso el moretón. Quizá por eso me dolió tanto.
—No lo creo —habló Adam —. Deberías ir a un hospital, es imposible que un moretón cause tanto dolor.
—Calma, Adam. Ahora que se me pasó, no sirve de nada ir a un hospital —dijo Don, más calmado —. Ya estoy bien. Con suerte, esto no se repetirá.
Los tres se quedaron en silencio, ninguno muy convencido por ese "no se repetirá". Si algo habían comprobado era que Don no podía controlar ese dolor, ¿y si volvía a ocurrir y nadie estaba cerca para socorrerlo? Era una posibilidad que le podía causar escalosfríos a cualquiera. Ese dolor había resultado todo, menos común ¿Él sería capaz de aguantarlo una segunda vez?
Quizá habrían podido concentrarse mejor en el silencio y en sus dudas de no ser por la música que provenía del salón de pesas. Era atormentante la forma en la que el ritmo rápido entraba por sus oídos. Sin duda, la melodía no era para nada acorde con la situación.
—¡Ugh! ¡¿Pero que carajo le pasa al imbécil de Gabe?! —se quejó Adam, cruzandose de brazos —. Él pudo haber llegado antes que nosotros, pudo haberte cargado sin problema, Don ¡Pero él solo se concentra en las pesas y en su reflejo! ¡Jodido idiota!
—Esa música está demasiado alta —soltó Sanne —. Dudo que escuchara algo.
—¿Lo estás defendiendo? —preguntó el niño, molesto.
—Todo lo contrario. Gabe lleva ignorando al resto del mundo durante semanas. Quiero al grandulón, sé que suele ser narcisista, pero se le está llendo de las manos. Solo piensen, ¿qué habría pasado si Adam y yo no hubiesemos estado aquí?
—Don habría agonizado por horas en el suelo y él ni pendiente ¡¿Y dices que él es tu mejor amigo?! ¡Por Dios! ¡Él dejaría a cualquiera contad de verse en el espejo!
Donovan suspiró. Quería defender a Gabe, en serio quería. Sin embargo, mientras más buscaba una manera de demostrar que no era tan egoísta como ellos decían, no la encontraba. Su mejor amigo estaba excediendo los límites del egoísmo. Se estaba transformando en alguien de piedra, sin sentimientos por los demás ¿Y si nunca cambiaba? ¿Y si lograba fortalecer tanto su coraza que no habría forma de salvarlo de sí mismo?
Quizá se equivocó al pedirle a Cloe que lo ayudara. Quizá Gabe era de esas almas que nunca cambiaban.
A pesar de que el gimnasio había cerrado, escucharon la campanilla que indicaba que alguien había entrado. Los tres voltearon y se encontraron con una Cloe sonriente caminando hacia ellos. Era extraño verla tan feliz considerando todos los problemas de pareja que tenía con Gabe. Sin embargo, mientras más peleaban, más presentes estaban los hoyuelos de la castaña. Era extraño, pero ella se negaba a explicar la razón de eso.
Así como sus amigos se negaban a preguntar.
—Hola, hola —dijo entusiasta —. ¿Listos para ir a Palms? ¡Finalmente terminó la remodelación y estoy ansiosa por verla! ¡He extrañado tanto nuestro lugar!
Su sonrisa no era lo único que había aumentado por las peleas con Gabe, también su entusiasmo se había duplicado. Con cada pelea, Cloe se volvía más alegre y menos conflictiva. Usaba más maquillaje y ropa acorde a su edad; nada de superhéroes para la chica que tanto amaba los comics. Parecía que mientras más peleaban, más esfuerzo ponía la castaña en mejorar su aspecto.
Nadie comprendía su actitud, pero eso no era algo nuevo. La actitud de Cloe nunca fue algo sencillo de comprender.
Eh, y no malentiendas mis palabras; a pesar de estos cambios, Cloe seguía siendo la misma. Ella seguía saltando en los pasos peatonales, seguía retando a su nerd en videojuegos, y seguía jugando "veo, veo" siempre que quería. Tan solo estaba un poquito distinta y algunos cambios no son malos, ¿verdad?
Al notar que las miradas de sus amigos expresaban de todo, menos emoción, eliminó su sonrisa. Adam estaba molesto, Sanne preocupada y Don...pues, él suspiró y le dió a entender que ni siquiera él estaba para ese entusiasmo.
—¿Qué? —preguntó ella. Al principio creyó que el sudor en la frente de Don y lo rojo de sus mejillas se debía a ejercicio...pero no tardó en poner esa teoría en duda —. ¿Qué pasa?
—Pasa que tu novio es un imbécil —soltó Adam, con furia —. El mundo podría caerse en pedazos y él ni cuenta se daría.
Cloe suspiró. Eso era algo que ella ya sabía, pero mentiría si te dijera que no le dolió escucharlo.
—¿Qué hizo ahora? —preguntó ella, revelando que su entusiasmo no era tan real como aparentó al principio.
—Don estaba gritando del dolor y Gabe...—Sanne miró a su amiga con cierto dolor. Sabía que ella quería mucho a su narciso, ¿qué tanto dolía escuchar cosas malas del chico por el que sentía tanto cariño? —. Él no hizo nada.
—Quizá no me escuchó — Donovan intentó defender a su amigo —, pero eso no quita el hecho de que está cada vez más perdido en sí y en su reflejo.
Una punzada se apoderó del pecho de Cloe. Sentía que estaba fallando. Al graduarse de nutrición y empezar con su proyecto, creyó que ella lograría cambiar al mundo. Tuvo la fantasía de que podría mejorar las vidas de las personas, pero su narciso no había cambiado ni un poco. Él seguía obsesionado con su reflejo, con la perfección que escondía la fuerza.
Continuaba buscando belleza en músculos, consumiendo esteroides y exagerando con el ejercicio. Él seguía siendo egoísta y narcisista. Continuaba siendo el Gabe que conoció a principios de año; aquel que prefería ignorar una conversación contad de ver su reflejo en un servilletero.
La cruda verdad es que Cloe no había hecho nada por él, o por el mundo. Hay cosas que simplemente no cambian.
Por otro lado, también sentía que estaba fallando como novia de un narciso. Gabe debía estar perdido por ella, ¡no por un espejo! Debía quererla más a ella que a su reflejo, pero no era así. Buscó su dije de margarita con desesperación y lo enredó en sus dedos. Quizá una margarita no era lo suficientemente hermosa para enamorar a un narciso...
Donovan notó la tristeza en la mirada de Cloe y la comprendió. Era imposible fingir felicidad todo el tiempo, resulta demasiado complicado. No sabía porque ella estaba exagerando su euforia, o aumentando el tamaño de su sonrisa, pero entendía el hecho de que estuviera agotada de hacerlo.
Con dificultad, él se puso de pie y caminó hacía Cloe. Se detuvo frente a ella y levantó su mirada con un leve toque en su barbilla. Cuando sus ojos azules se detuvieron sobre los de él, le dedicó una sonrisa amistosa a la castaña.
—Cuando te pedí ayudar a Gabe no contaba con que te enamorarías de él —le dijo con delicadeza —. Lamento si eso te ha traído problemas...
—¿Qué? No, no, para nada —la sonrisa volvió a los labios de Cloe —. Estar enamorada de él es mejor de lo que luce, créeme. Él es dulce, tierno, y muy lindo cuando se lo propone. Solo que a veces...
—¿Es un imbécil? —soltó Adam, logrando que Sanne lo pellizcara en el brazo —. ¡Auch! ¡¿Por qué la agresividad?! ¡Si yo solo digo la verdad!
—Deja de llamar imbécil al novio de mi amiga —le reclamó la morena —. Él solo es...Gabe.
Y Gabe podía causar mucho daño sin darse cuenta.
—Yo lo quiero —aseguró Cloe —. Lo quiero aunque tenga sus defectos porque sé que él puede llegar a ser más que un simple egoísta ¡Yo he sido testigo de eso! Él siente, tiene potencial para amar, y no me pienso rendir para mostrarlo.
—¿Por qué suena a que tratas de convencerte a tí misma de eso, amiga? —preguntó Sanne, haciendo una mueca con sus labios.
Quizá, solo quizá, ella necesitaba convencerse a sí misma de esas palabras...¡Pero se prohibió pensar en eso! Se fijó en los ojos de Donovan, esos ojos castaños muy oscuros que intentaban sostenerla a ella y a sus ánimos que poco a poco se estaban cayendo. Él podía entender lo que significaba querer tanto a alguien como él; lo que no podía comprender del todo era, ¿cómo hacía ella para seguir enamorandose de una versión de Gabe que rara vez aparecía?
—Cloe, yo todavía confío en tí —le dijo el rubio, colocando sus manos en sus hombros —. Confío en tus habilidades como especilista y sé que puedes curar a mi amigo. Él sigue siendo tu narciso, Cloe. No te pido que dejes de quererlo, pero nos harías un enorme favor a todos los que formamos parte de su vida si recuerdas la razón por la que Dalia y yo te lo presentamos en primer lugar.
—Ya, ya...—ella suspiró y le dedicó una sonrisa ladeada a Donovan —. Encontraré la forma de hacer que se mejore. Ya algo se me ocurrirá.
—No lo dudo —Don se alejó de ella sin quitar la sonrisa que tenía —. Si alguien puede cambiar a mi amigo eres tú.
—Eso espero, Ironman. Ahora, ¿por qué no se adelantan y van a Palms? Yo iré a sacar a mi narciso de ahí.
—Está bien —le dijo Sanne, acercándose a ella. Rodeó a su amiga con un brazo y la apretó en un pequeño abrazo —. Llama si necesitas cualquier cosa.
—Lo que necesita ella es un nuevo novio, y hablo en serio —soltó Adam, ganándose un golpe en la cabeza por parte de Don —. ¡Auch! ¡¿Por qué hoy están tan agresivos conmigo?!
—Porque no sabes callarte —le dijo Donovan —. En fin, los esperamos allá, Clo.
—Bien. Nos vemos...
No los vió irse, tan solo se dió la vuelta y siguió la música hasta dar con el salón de pesas. Tomó un gran respiro antes de entrar y encontrarse con su narciso. Soltó todo el aire que había acumulado cuando lo vió de espaldas a ella y frente al espejo. Estaba sin camisa, por lo que sus enormes músculos se mostraban mientras se tensaban al hacer pesas.
Si ella no hubiese estado tan enamorada, tan perdida en su enorme duda en forma de laberinto, quizá habría notado lo deforme y enormes que eran esos músculos. Para ella, se veían completamente normales. Gabe se veía bien pero, en el fondo, sabía que no lo estaba. Tragó saliva al recordar porque lo había conocido en primer lugar. Debía afrontar la realidad: su narciso no era perfecto.
Y le había prometido a Don curarlo, así que debía hacerlo.
Se acercó al reproductor de música y lo apagó, atrayendo la atención de su narciso. Gabe soltó la pesa y se fijó en el reflejo de Cloe tras el de él. Ella le sonrió y lo saludó con la mano.
—No te escuché entrar, loquita —él le sonrió con esa dulzura que solo Cloe conocía.
—Bueno, es que tienes esta condenada música demasiado alta —ella se acercó a él, sonriendo.
—Asi me concentro mejor.
—Mhm, pues siento decir que he venido a desconcentrarte.
Ella adhirió su sonrisa a los labios de Gabe y le regaló uno de esos besos capaces de distraer a cualquiera. Rodeó su cuello con ambas manos, esperando que así él le devolviera las caricias que con su boca le estaba proporcionando. Una pequeña decepción se apoderó de ella cuando lo único que consiguió fue que él la alejara. Al parecer, él no estaba tan ansioso por verla.
—¿Por qué me detuviste? —preguntó él, sin sonreír —. Todavía no he terminado de hacer pesas.
—¿No crees que ya has hecho suficiente? —preguntó ella y lamentó haberlo dicho al instante.
—Nunca es suficiente, loquita.
Y así, él volvió a fijarse en el espejo. Ni siquiera tomó la pesa, solo buscó su toalla y secó su sudor sin dejar de fijarse en su verde mirada. De nuevo, Cloe sintió que estaba fallando. Justo al costado de su reflejo estaba el de ella, luciendo un vestido que había escogido solo para que él se fijara en ella...pero nada.
A Gabe solo le parecía hermoso su propio reflejo.
Lo observó, esperando que él notara lo que ella estaba haciendo solo para ganarle a un espejo. El amor nos hace creer que todos podemos cambiar, como si ese sentimiento fuese una especie de magia capaz de arreglar todo lo que está mal. Pues, siento decirte que no es así. A veces, el amor no basta; hay personas que no cambian.
Pero Cloe se negaba a rendirse con su narciso.
Sonrió, sabía que sus hoyuelos eran una de las debilidades del hombre frente a ella. Caminó hacia él y lo abrazó por la espalda con cariño.
—Sé que crees eso, ¡pero hoy abren Palms de nuevo! —exclamó ella con entusiasmo. Sabía que su reflejo se veía más bonito cuando se entusiasmaba —. Todos vamos a ir y yo quiero que vengas. Ahí nos conocimos, ¿recuerdas?
—¿Cómo olvidarlo? —preguntó él, con una sonrisa ladeada —. Ese día mentiste sobre ser casamentera.
—A parte de eso, fue el inicio de algo muy bonito. Es decir, míralo.
Ella señaló el espejo frente a ella, en donde los dos estaban abrazados. Gabe observó esa imágen con detenimiento y rodeó los brazos de Cloe. Olvidó lo débil que ella lo volvía, se concentró en lo mucho que la quería. Ladeó su rostro para encontrarse con el de Cloe y le dió un beso corto a los labios carnosos de su novia. Entonces, solo entonces, notó algo diferente.
—Oye, te pusiste labial —le dijo. Cloe rara vez usaba maquillaje, no era común sentir ese sabor a cereza en sus besos.
—¡Sí! —ella se emocionó ¡Él lo había notado! —. ¡Sí, me puse labial! ¿Te gusta?
—No está mal —se limitó a decir —. Iré a cambiarme y vamos a Palms. Pero te advierto que luego volveré a terminar mis ejercicios.
—¡Eso está bien para mí!
Él soltó una pequeña carcajada y se soltó de Cloe para hacer exactamente lo que le dijo, así que salió del lugar para cambiarse. La dejó sola frente al espejo y, solo cuando él se marchó, ella se permitió mirar su propio reflejo. Arregló su vestido, corrigió su labial y soltó su cabello para dejarlo caer lacio hasta su espalda. Caminó hasta quedar a un paso de distancia del espejo y entrecerro los ojos hacia el crital.
—Voy a ganar —soltó en dirección al espejo —. No importa que tanto tenga que hacer, yo no me voy a rendir con mi narciso.
Ya ni siquiera le importaba si hablar con un espejo era una demencia ¡¿Qué más daba?! Solo importaba Gabe, y si tenía que ponerse bonita para llamar su atención, entonces lo haría. No iba a dejar que se robaran a su narciso así como así. Sonrió, así su reflejo se veía mejor.
Sí, Gabe tenía muchos defectos y sí, debía enfocarse más en curarlo. Estaba harta de sentir que fallaba, así que buscaría la forma de ganar.
—¡¿Cloe?! —escuchó a Gabe llamarla.
—¡Voy!
Dicen que el amor cambia a las personas, pero hay cosas que no cambian...y otras personas que cambian demasiado.
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