Capítulo 52 (parte 1)
Algunas cosas no cambian (parte 1)
9 de agosto
7:30 pm
Linda observó el conjunto de números y signos en la pizarra. Como parte de su trabajo en el Centro de Investigaciones, ella y Elliot se encargaban de resolver pequeñas ecuaciones mientras que Derek, Nicolas y Margo se centraban en los trabajos más complicados. Un mes siendo parte de esa investigación y había descubierto que amaba formar parte de cada pequeño hallazgo...aunque, a veces, resultaba demasiado agotador.
Elliot frunció el entrecejo en dirección a la pizarra, llevaban toda la tarde intentando descifrar la ecuación frente a ellos pero nada parecía tener sentido. Ambos estaban exhautos, hartos y hambrientos ¿Por qué les estaba costando tanto?
—¡Un momento! —exclamó Linda al encontrarle sentido a todos esos números —. Elliot, cambia los signos.
—¿Qué? —preguntó él, observandola con confusión.
—En vez de sumar, resta —le quitó el marcador de las manos y modificó la ecuación. Restó y restó, hasta que obtuvo un resultado. Brincó de la emoción al ver la ecuación completa y volteó a ver a su compañero —. ¡Ya está!
Elliot llevó una mano hasta su barbilla y examinó con cuidado cada modificación. Pronto, una sonrisa se apoderó de sus labios también y volteó a ver a Linda. Los dos se habían vuelto cercanos gracias a ese trabajo. De hecho, él entraba en la lista de las pocas personas que ese fenómeno podía llamar "amigo" .
—Eres absurdamente brillante —soltó él, chocando su palma con la de la chica —. ¡Terminamos! ¡Al fin, esto está listo!
—Los envidio —soltó Derek desde una de las pizarras al final de la habitación en la que se encontraban. No era tan grande, así que los tres físicos y los dos pasantes podían escuchar con claridad lo que los otros decían —. ¿Quieren terminar esto por mi? Se los suplico.
Derek tuvo que cubrir su boca al soltar el que debía ser su doceavo bostezo en el día. Nicolas dejó de hacer lo que hacía para observar a su colega. Rodó los ojos y soltó un bufido lleno de fastidio. Si algo había descubierto Linda trabajando ahí era que las situaciones tensas entre ambos genios era muy comunes.
—Joder, Osbone. Es como la milesima vez que bostezas —le reclamó —. Cansado no sirves de nada para la investigación. No arruines esto.
—Eh, ¿has intentado dormir junto a una embarazada, Nick? Lilian da vueltas, se para a la mitad de la noche para ir al baño y se queja porque todo le resulta incómodo —habló Derek, sin dejar de anotar cosas en la pizarra —. Duermo como tres horas al día y bebo un litro de café a diario para dar clases y luego venir aquí, a resolver ecuaciones que tú nunca podrías hacer ni con la mitad de la fatiga que yo tengo.
—¿Insinuas que no puedo hacer lo que haces tú? ¡Por favor!
—¡Oh! Yo no insinuo nada, amigo —Derek volteó a sonreírle —. Solo señalo los hechos. Ya terminé.
Derek le lanzó el marcador y él lo atajó con torpeza. Nicolas lo observó con impresión y fijó sus ojos en la pizarra para comprobar la ecuación. Los dos pasantes se acercaron hasta su profesor, quien se cruzó de brazos y alzó la vista, orgulloso ante su logro. Nick terminó de sacar los cálculos en su cabeza y soltó un suspiro que solo podía indicar una cosa:
—Está correcta —soltó, admitiendo la derrota.
—¿Aún crees que arruino la investigación, Bielsk? —preguntó Derek, victorioso.
—La verdad...
—Okey, ya basta —Margo se interpuso entre los dos en el instante en el que percibió que se iniciaría una pelea —. No quiero discusiones hoy, niños ¿Cuándo van a admitir que, muy profundo en sus almas, saben que se aprecian?
— Estamos hablando de mucha profundidad, ¿no es así? —cuestionó Derek, alzando una ceja.
—Oh, ¡vamos! —ella les sonrió a sus amigos y los rodeó a cada uno por un brazo —. Los dos lo niegan, pero saben que admiran el trabajo del otro. No sé por qué se empeñan en fingir que no es así.
—Simple, porque no fingimos —soltó Nicolas —. Al menos yo no lo hago.
Derek le dedicó una mirada llena de molestia que Nicolas le devolvió. Margo solo pudo suspirar ante esas reacciones, logrando que los dos pasantes soltaran una carcajada. Eso pasaba casi a diario en el trabajo, pero ellos no parecían cansarse.
—¿Cómo es que ya han trabajado juntos antes? —preguntó Elliot, divertido —. Publicaron un libro juntos pero parece que solo quieren matarse.
—Oh, cariño, ese libro es producto de muchas tardes de mis regaños —soltó Margo, orgullosa —. Y parece que este proyecto va por el mismo camino ¡Pero estoy segura de que algún día aceptaran que se quieren!
—Ajá...—soltaron los dos físicos al unísono.
Linda sonrió con diversión, pero terminó por soltar un bostezo incluso más grande que el de su profesor. Se sonrojó al instante, y cubrió su boca con vergüenza.
—¡Lo siento! —soltó, apenada. Hacía solo unos pocos días que había dejado de ir al Centro de Investigaciones con su capucha puesta por terror a causar espánto con sus cicatrices ¡Y ahora bostezaba, enfatizando lo fea que era, frente a ellos! ¡Dios! ¡Que vergüenza!
Pero ahí nadie la miró con asco.
—Bueno, me alegra saber que no soy el único con sueño aquí —sonrió Derek, divertido —. Supongo que esa es señal suficiente para dejar esto así por hoy ¿O es que piensas explotarnos como esclavos, dictador Bielsk?
Nicolas soltó una especie de gruñido y se alejó tanto de Margo, como de Derek. Este último lo observó con diversión, sus dos alumnos habían descubierto lo mucho que a el le gustaba molestar a su colega. Por otro lado, la chica entre los dos físicos lo miró con reproche.
—Como te encanta causar alboroto ¿No, Osbone? —preguntó ella, colocando sus manos en sus caderas. Se notó en su rostro que intentaba reprimir una sonrisa —. Eres como un niñito al que le encanta molestar ¡Pobre de tu esposa! Tendrá que cuidar a dos bebés al mismo tiempo...
—Hey, hey, quizá soy un niño —habló él —, pero no puedes negar que soy un niñito encantadoramente agradable.
—¡Eso es muy discutible! —soltó Nicolas.
Fue Margo la que le dijo a los pasantes que podían irse. De lo contrario, se habrían quedado por horas escuchando a los dos físicos discutir. Elliot y Linda tomaron sus cosas y salieron del salón lleno de pizarras aguantando unas carcajadas. Una vez fuera, no pudieron evitar reír. Sabían que Derek molestaba a Nicolas por diversión, verlo irritado era muy gracioso y su profesor se aprovechaba de eso.
—Te juro que no sé que sería de ellos dos sin Margo —habló Elliot.
—Ni yo, ella es como el pegamento que los une.
—Iba a decir que ella es como ese guardia de la prisión que evita que dos convictos se maten entre sí, pero supongo que pegamento también sirve.
Linda soltó una carcajada a la que se le unió Elliot. Le resultaba increíble saber que había hecho a ese amigo por su cuenta. A él no se lo habían presentado, ni estaba con ella por obligación. Él decidió ser su amigo por su propia voluntad. Se sentía orgullosa de eso. Si no lo había espantado a él, quizá no era tan fea.
Pero el "quizá" era un factor determinante en esa frase.
Detuvo su caminar cuando escuchó el repicar de su teléfono desde su bolso. Lo buscó y una sonrisa involuntaria nació en sus labios al leer el nombre de Aviv en la pantalla. El viaje se había alargado por más de lo esperado y lo extrañaba como loca, pero al menos agradecía vivir en un siglo en el que podía escuchar su voz con tan solo una llamada.
—Es mi novio —le dijo a Elliot —. Lo siento, debo contestar.
—Anda, hazlo. Yo debo ir con mi novia antes de que enloquezca porque no la he llamado en todo el día —soltó él, con una sonrisa —. Nos vemos mañana, Linda. Descansa.
—Tu igual, Elliot.
Así el chico siguió el sendero que llevaba a la salida de los jardines del Centro de Investigación y ella se quedó con el corazón latiendo con rapidez por esa llamada que aún no contestaba. Se sentó en uno de los bancos cercanos y tomó un largo respiro antes de contestar.
—Te extraño —fue lo primero que le dijo, ni siquiera lo dejó hablar. No saludó, no le preguntó por su día, solo le dijo la verdad —. Te extraño mucho y espero que esta llamada sea para decirme que estás en un avión camino a L.A y necesitas que te recoja en el aeropuerto.
—Ya quisiera yo, amor —Aviv soltó un suspiro que se escuchó incluso por teléfono —. Todavía no sé cuando regreso.
El trabajo de Aviv se multiplicaba, alejando a Linda de la única prueba que tenía de que ella podía ser amada. Suspiró al pensar en que lo tendría lejos por un tiempo más. Extrañaba sentir que alguien sentía amor por su espantoso ser.
—Bueno...—ella hizo su mayor esfuerzo para que su voz no se escuchara temblorosa en la llamada —. Supongo que habrá que esperar. Espero poder abrazarte pronto, Avi.
—Y yo a ti —soltó él, también la extrañaba —. Te amo, y mucho.
—Yo te amo más —y Linda sabía que sus propias palabras eran ciertas porque ella amaba con la intensidad con la que no podía amarse a sí misma —. Ahora cuéntame, ¿cómo estás?
—Oh, pues...—Linda comenzó a escuchar sobre como el trabajo de Aviv estaba marchando de maravilla en Londres.
La disquera comenzaba a encontrar nuevos talentos y Avi se encargaría de representarlos. Ella solo pudo sonreír al escuchar la alegría en la voz del hombre al que amaba. Sin embargo, ese gesto en sus labios se esfumó cuando notó a un par de figuras en los jardines, señalándola.
Eran dos personas y, aunque comenzaba a oscurecer, notó que reían. Se reían de ella. Un nudo se instaló en su garganta, su corazón comenzó a latir con rápidez. El miedo a las burlas se hizo presente y las voces de sus demonios comenzaron a opacar a la voz de Aviv.
¿En serio creíste que nadie notaría tu feo rostro? ¡Todos lo notan, fenómeno! Intentó ignorar esos gritos en su interior, así que desvió la mirada hacía otro lado. Para desgracia suya, notó a otro par de personas más acercándose por el camino en el que estaba ella.En el instante en el que lograron verla, esas dos chicas que parecían ser de su edad la observaron con cierto miedo y asco. Sin decir una palabra, se dieron la vuelta y tomaron otro sendero alejado de Linda. Entonces, ella notó que nadie en el jardín tomaba el sendero en el que estaba.
Todos la evitaban, le huían, la despreciaban. O quizá fue solo una coincidencia. Después de todo, era un jardín enorme con muchos senderos. Sin embargo, sus demonios no le permitieron razonar de esa forma. Ellos se limitaron a ser crueles.
Eres horrible ¡Horrorosa!
¡Das asco! ¡Eres repugnante!
¿Qué haces aquí todavía? ¡Huye de todas estas miradas!
Y, cómo si ella fuera el títere y sus demonios los titítiteros, se levantó y caminó con rápidez por el sendero.
Aviv seguía hablando, creyendo que lo escuchaba. Sin embargo, en lo único que podía pensar Linda era en encontrar un escondite ¡Necesitaba escapar de ese mundo tan cruel!
El baño, ¡entra al baño!
Eso hizo, se escondió en el sanitario de mujeres y tomó largas respiraciones silenciosas, para no alertar a Aviv. Caminó hasta el lavamanos y casi se asustó a sí misma al verse al espejo ¿Cómo pudo bajar la guardia teniendo un rostro así? Se fijó en las marcas del incendio, en la cicatriz del bar y en todas sus imperfecciones ¡Era espantosa!
¿Por qué le había dejado a Sanne jugar con su cabello? Esa trenza solo hacía que se viera mucho más frentona de lo usual ¿Por qué le creyó a Gabe cuando le dijo que sus ojos eran hermosos? Ese color miel se veía espantoso con su tono de piel bronceado ¿Por qué pensó que Aviv no le mintió cuando le dijo que era bella? ¡Si ella era la viva imagen del horror!
¡Porque eres una ilusa!, respondieron sus demonios. Ellos mintieron, el único que no miente es tu reflejo ¡Y es horroso!
Escuchó a alguien alar la cadena y se paralizó ¡No estaba sola! Una mujer rubia, alta y joven se acercó hasta el lavabo para limpiar sus manos con total normalidad. Por su parte, Linda se quedó en shock, observandola con miedo a que ella ladeara la cabeza y viera la verdad en sus cicatrices. Efectivamente, eso pasó, y los ojos azules de la mujer se fueron llenando de impresión poco a poco.
La clase de impresión que causa ver a un monstruo frente a frente...
Es que eres lo más horroroso de este mundo, sus demonios no se callaban. Eres horripilante y ella lo sabe ¡Todos lo saben! ¡Incluso él lo sabe! Dime, ¿de verdad crees que te ama?
—¿Linda? —ella volvió a escuchar la voz de Aviv al tiempo en el que la mujer dejó de mirarla.
—¿Ah? —preguntó ella, perdida. Observó con recelo a la rubia salir del baño. Sintió rabia.
Ella no tiene ni idea de la suerte que tiene de ser bonita.
—¿Quién? —cuestionó Aviv, confundido.
—¿Quién qué? —preguntó Linda.
—¿Quién no tiene idea de la suerte que tiene de ser bonita? ¿Estás con alguien?
Linda palideció al instante. Idiota, dijiste eso en voz alta.
—¿Me acabas de llamar idiota? —preguntó Avi, confundido.
—¡No! ¡No, eso no era contigo! —soltó ella, con prisa —. ¡Tú no eres el idiota!
—¿Entonces quién?
—Pues...Nadie.
—Linda, estás asustándome ¿Te encuentras bien?
Volteó a ver a su reflejo, a esa cosa espantosa que guardaba el espejo. Sus demonios seguían gritando, jugando, asechando...Habían estado mucho tiempo callados y ahora solo querían causar alboroto. Empezaron ahogando sus ojos miel con tantas lágrimas que su visión se volvió borrosa. Esa solo fue una advertencia de que luego irían por más.
Aunque se sentía asfixiada y dolida, Linda encontró la fuerza para decir algo que no creía.
—Estoy bien. Perfectamente bien.
Hay algunas cosas que nunca cambian. Por ejemplo, existen personas que se mantienen igual a pesar de que todo a su alrededor es diferente. Así como existe gente como esa, también hay mentiras que permanecen iguales, engaños que perduran, y ese que dijo Linda es solo un ejemplo de muchos...
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