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Capítulo 47

La ventaja de ser egoísta...
30 de Junio

3:00 pm

Linda amaba las clases de física teórica con Derek. A medida que el semestre avanzaba, más enamorada quedaba de las teorías cuánticas y de todas esas cosas de las que hablaba su profesor. Cada teorema se escuchaba como música para sus oído. Si todo se oía tan bien desde el interior de ese armario vacío, ¿imaginas cómo se escuchaba desde afuera de ese armario?

Una vez la clase dio por terminada, Linda se asomó por las rendijas del armario para esperar que el resto de los estudiantes se marchara. Conocía a muchas caras de haberlas visto tanto en el campus. La de ese chico, aquel de cabello oscuro y sonrisa relajada, la recordaba bastante bien. Él era uno de los alumnos más brillantes en la clase del profesor Osbone, aunque Derek le había contado que era un tanto distraido y eso le traía problemas. Como sea, eso no quitaba el hecho de que Elliot O'doneall era increíblemente inteligente.

—El, ¿nos vamos? —Linda observó como una de las amigas del chico se acercaba a él.

—Si, claro Linds —él se puso de pie y la tomó de la mano. Le sonrió con dulzura antes de dejar un beso cerca de su labio. Al parecer, no era solo su amiga —. ¿Qué quieres hacer?

—Estudiar...—Ella suspiró —. Sabes lo rudo que estarán los exámenes y, aunque me encantaría hacer algo mejor contigo, no me puedo permitir reparar alguna materia.

—¿Tú? ¿Reparar? ¡Pero si eres la rubia más brillante que conozco! Eso jamás podría pasar.

Lindsay Candau soltó una risa un tanto tímida ante el halago del chico. Esa relación hizo sonreír a Linda, quien aún sentía esa chispa de fascinación al ver como el amor regia la vida de otras personas. Era como tener una historia frente a sus ojos, una que no estaba escrita en letras sino que se daba a partir de casualidades. Resultó algo tan bonito que no pudo evitar suspirar...

Y quizá lo hizo demasiado fuerte, porque Elliot volteó hacia el armario y lo miró con el entrecejo fruncido. La habia escuchado.

—¿Oíste eso? —le preguntó él a la chica.

—¿Qué? —cuestionó ella, un tanto confundida.

—Creo que escuche algo que provino del armario. Dentro del armario.

— No seas paranoíco, El ¿Qué puede haber en esa cosa? ¿Un monstruo?

Si bien Lindsay soltó una risa bromista,  en la cara de Elliot se notó que aún creía que habia algo dentro se lugar. Linda sintió como su corazón se aceleraba al ritmo del miedo. La habían escuchado, la descubrieron ¿Ahora qué debía hacer? Pensó en correr en cuanto vio como Elliot se acercaba hasta ella, ¿pero cómo podía escapar de ese armario sin ser vista? Estaba atrapada, la verían. Verían su feo rostro, sus cicatrices, sus quemaduras, sus ojos avellana llenos de pánico.

Temía por la reacción de esos dos estudiantes ¿Qué dirían al ver tanta fealdad concentrada en una persona? Imaginó las caras de espánto, las burlas, las críticas, y un escalofrío la recorrió de pies a cabeza. No estaba lista para enfrentarse al mundo, a tantas miradas que juzgaban. Continuó observando por la rendija y los veía cada vez más cerca. Si llegaban a abrir las puertas, sin duda encontrarían a un monstruo.

Cerró los ojos, esperando lo peor.

—Hey, chicos —la voz de Derek se escuchó al otro lado del salón. Eso fue lo único necesario para detener la inspección de Elliot, pues volteó para encarar a quien lo habia llamado. Su profesor había salvado a Linda —. Tendré una reunión ahora con un par de colegas y voy a necesitar que se vayan.

La respiración de Linda se habia detenido hasta ese momento. Sus pulmones agradecieron el oxigeno recibido con un suspiro más silencioso que el anterior. Jamás habia estado tan cerca de ser descubierta.

—Claro —soltó Elliot, realizando una última y vaga inspección al armario antes de tomar la mano de su novia y caminar hacia Derek —. Ya nos vamos, profesor Osbone. Lamentamos haberlo hecho esperar.

—No se preocupen —les sonrió Derek con cierta fatiga.

—¿Se encuentra bien, profesor? —Lindsay preguntó aquello con amabilidad y curiosidad mezcladas. La chica tenía la tendencia a ser bastante chismosa.

—Por primera vez en meses, le puedo asegurar que todo esta bien, señorita Candau —Derek le sonrió al tiempo en el que se levantaba de su escritorio para limpiar la pizarra llena de ecuaciones —. Solo estoy agotado. Recordé que soy humano y resulta que dar clases, estudiar para un postgrado, y lidiar con una mujer con siete meses de embarazo agota a cualquiera.

—Cielos, debería tomarse un descanso —soltó la chica, con sorpresa.

—Lo haré, pero no ahora. Tengo cosas pendientes que debo solucionar antes.

Ninguno de sus dos estudiantes lo notó, pero el profesor Osbone desvió sus ojos café a aquel armario "vacio" tras pronunciar eso último. Lindsay y Elliot se despidieron de él poco después de aquello, salieron del salón de clases charlando con total normalidad. Derek se alejó de la pizarra y cerró la puerta para quedar a solas con aquel "monstruo" en el armario. Cuando Linda salió de su escondite, fue el turno de su profesor para suspirar.

—Gracias —le dijo ella, acercándose a él —. Me habrían visto de no ser por ti. Eso estuvo demasiado cerca.

—Sí —asintió Derek —, demasiado.

Él regresó a su escritorio, se apoyó en él, y se permitió mirar a su amiga con una seriedad nada típica en su persona. No le mintió a Lindsay al decir que todo estaba bien en su vida por primera vez en muchos meses. Su luna de miel, por mas corta que fuese, resultó ser una semana inolvidable tanto para él, como para su esposa. Su vida de casado había inició bien y, luego de tantos altibajos con respecto al tema, por fin Lilian y él se sentían dispuestos a recibir a una bebé que no tardaría en llegar.

Lilian tenía un ánimo nuevo. Paso de huir del tema a ilusionarse al comprar ropa de bebés, o a sonreír al ver ultrasonidos de la niña. Puede que ella no lo gritara a los cuatro vientos, Lilian era muy seca en ocasiones, pero si que estaba viendo distinto el papel que tendría que tomar en un par de meses. Derek estaba encantado con eso; ver a su esposa alegre lo alegraba a él también.

Además de toda esa felicidad desbordando en su vida personal, también estaban algunos logros propios que lo tenían muy contento. A pesar de lo ocupado que estaba, le iba bien con su postgrado y empezaría un nuevo trabajo con dos colegas muy cercanos. Le hacía falta más energía para lidiar con todo, pero al menos cada detalle parecía estar bien...Salvo uno.

—Linda, tenemos que hablar.

La chica frunció su ceño de inmediato, pero normalizó su expresión al recordar lo fea que se veía al demostrar su sorpresa con su cara ¿De qué querría hablar Derek? ¿Por qué estaba tan serio, de repente?

—¿Qué ocurre? —preguntó, un tanto angustiada.

—Traje unos cuantos libros —le habló él, señalando una pila de libros gruesos en su escritorio —. Unos libros que planeo poner en ese armario lo más pronto posible.

Linda palideció en el instante en el que entendió la indirecta: Él no la dejaría ver más clases a escondidas.

Buscó la mirada de su profesor con desamparo ¿Por qué le hacía eso? ¿Por qué queria exponer su feo rostro a la luz? Ella solo obtuvo un suspiro como respuesta, lo observó quitarse las gafas y pasar una mano por su cara con frustración. Todo en la vida de Derek iba bien pero, al recordar que alguien tan brillante como Linda prefería esconderse en lugar de mostrar su inteligencia al mundo, parte de su alegría se esfumaba. Le dolía saber que ella se encerraba en ese armario todos los días por temor a ser vista como un adefecio.

Decidió acercarse a Linda y volverse su amigo en primer lugar porque creyó que ella lo necesitaría. Luego, se dió cuenta de que él era quien necesitaba tener a alguien como ella cerca. Ella le recordaba a las margaritas, y su instinto de delator solo queria salvarla de los prejuicios de una injusta sociedad. A ese punto, en el que sus historias ya estaban lo suficientemente entrecruzadas, concluyó que los dos siempre necesitaron esa amistad.

Ella siempre estuvo desesperada por un amigo, y él queria cerrar un ciclo que inició cuando vio a su esposa, que entonces era su mejor amiga, vomitar solo porque no creía ser suficiente...

Intentó ser paciente con Linda, darle espacio para que ella dejara de esconderse tarde o temprano. Sin embargo, él no podía seguir viendo como ella desperdiciaba de ese modo todo el potencial que tenía. El espanto debía abandonar ese armario de una vez por todas.

—¿Qué? —preguntó Linda, con voz temblorosa —. Pe...Pero...¿Por qué? ¿Por qué me haces esto, Derek?

—Porque no solo soy tu profesor, Linda —él se cruzó de brazos y la miró con amabilidad —. Soy tu amigo y me molesta ver como estás sufriendo por ese miedo absurdo a que el mundo te dañe.

—¡No es absurdo! —se defendió ella, con lágrimas saliendo de sus ojos avellana. Tenía tanto miedo —. Es un temor tan real como el temor a las alturas. Mi rostro y mi fealdad son pasajes directos a un mundo lleno de dolor, ¡y tú quieres exponerme a él!

—¿Acaso no te das cuenta de que tú te has expuesto sola estos últimos meses? Ya no usas tu capucha para cubrirte el rostro cuando sales, no temes mostrarte frente a Cloe, Sanne, Dalia, o cualquieta de ellos porque ahora tienes amigos ¿Acaso has visto como tratas a Gabe? ¡No te da miedo ser tú misma cuando está él! ¿Y con Aviv? Dios, Linda, conquistaste a alguien por ser tal cual como eres ¡¿Crees que la chica que conocí hace tiempo habría hecho eso?!

—Yo...

—No, ella no lo habría hecho. Se habría quedado escondida por temor a salir lastimada, pero tú ya no eres ella. Eres alguien mucho más fuerte.

》Tú sola le has ido mostrando partes de ti al mundo, has conseguido enamorar a fracciones del universo por ser como eres, pero te sigues limitando. Guardas todo tu potencial en ese jodido armario que solo debería tener libros y, como tu amigo y profesor, no puedo dejar que esto siga sucediendo. Yo quiero que Linda Riddle termine salir a la luz y veo que necesitas un pequeño empujón.

Justo en medio de su charla, un par de toques provenientes de la puerta lo interrumpieron. Aquel llamado cortó la conversación, pero no el intercambio de miradas. A Linda le relampagueaban los ojos con lágrimas, aunque ya no sabía si eran de agradecimiento o de rabia. Estaba agradecida porque él estaba demostrando que le importaba, pero tenía tanto miedo por terminar de exponerse al mundo que le daba rabia que él la estuviese empujando. Él mantuvo el contacto visual, estaba pensando en como hacerle entender a su alumna lo orgulloso que estaba de ella. Solo quería verla triunfar, eso era todo.

Y, escondida, no podría hacerlo.

—¡Pasen! —gritó Derek, seguro de que las personas que habían llamado a la puerta lo escucharían.

— ¿Qué haces? —preguntó Linda, sintiendo pánico a que extraños la vieran.

—Sé que necesito más que libros pesados para sacarte de ese armario. Así que se me ocurrió una idea...

Ella escuchó el rechinar de la puerta abrirse y cerró sus ojos con temor. De haberlos tenido abiertos, habría visto a un hombre alto, de cabello oscuro y barba, y a una mujer baja, de cabello rojo cual fuego desordenado en rizos, entrar en el salón. Derek les dedicó una mirada a sus dos compañeros de trabajo, la clase de mirada que solía poner cuando debía admitir que había un cálculo muy díficil de resolver en alguna ecuación.

—Hola —dijo la mujer, con cierta delicadeza. Caminó junto al hombre hasta llegar con Derek, justo frente a Linda. Suspiró al ver como ella cubría sus ojos y, tras intercambiar una mirada con el profesor de la chica, decidió tomar cartas en ese asunto —. Cariño, cerrar los ojos no va a hacer que el mundo desaparezca. Créeme, lo intente muchas veces y no funciona.

— ¿Y si la que quiere desaparecer soy yo? —soltó Linda, con voz temblorosa —. Que el mundo se quede, me vale mierda. Yo solo quiero que me trague la tierra.

— Derek ya nos contó a mi amigo y a mi que no te gusta como te ves —habló la chica —. Pero también nos dijo que eres brillante y que valia la pena conocerte ¿Cierto, Nicolas?

—Cierto —ella escuchó una voz másculina que conocía. Sin duda, al hombre lo había visto en la boda de su profesor, cuando ella estaba maquillada y no tan fea y él estaba un poco pasado de copas. Que verguenza reencontrarselo ahora que era un adefecio en su máxima expresión —. Aunque lo de brillante debo ponerlo en duda. No es nada personal, pero Derek es quien te da clases asi que...

Lo siguiente que escuchó Linda fue un golpe seguido de un quejido por parte del hombre. Al parecer, entre Derek y Nicolas existía una relación de esas que no se podía definir como enemistad, pero tampoco como amistad. La chica carraspeó y continuó hablando.

—A ver, haremos esto —le dijo, con amabilidad —: Tú te vas a destapar los ojos y Nicolas y yo cerraremos los nuestros. No puedes desaparecer, pero puedes no aparecer para nosotros. Asi hablaremos, ¿te parece?

—No lo sé...

— Intentalo, Linda —le rogó Derek —. Querrás escuchar lo que vienen a decir.

Linda lo pensó por un momento, unos segundos que parecieron ser eternos, y terminó por asentir con la cabeza como señal de que les daba permiso para intentar ese plan. La chica le avisó una vez Nicolas y ella cerraron sus ojos y, solo en ese momento, la más fea de la habitación descubrió su mirada y abandonó su intento por desaparecer.

Sus ojos avellana se encontraron, en primer lugar, con la sonrisa de su profesor. Él estaba orgulloso de ella por intentarlo. Luego, viajaron al hombre. Ese era el nerd con el que Silvana tanto soñaba y uno de los físicos más relevantes del momento. Nicolas Bielsk tenia una barba de días tan oscura como su cabello color azabache, pero su ceño rígido y su voz aburrida echaban a perder todo ese encanto que Sil se encargaba de mencionar una y otra, y otra vez. Era un tipo tan simple que podía pasar desapercibido en la vida de cualquiera.

A él si lo conocía, pero no tenía ni idea de quien era la chica. Se detuvo a verla en ese momento. A diferencia de Nicolas, ella si que llamaba la atención. Su cabello era una masa interminable de rizos rojos que cubrían una cabeza ovalada sonrojada por el sol. Tenía un par de gafas grandes, demasiado grandes. Estas parecían haber salido de una caricatura puesto que se veían enormes en comparación con el resto de su diminuto ser. Sus labios eran de color melón y sonreía, ella era mucho más amable que su colega.

—Linda, ellos son Nicolas Bielsk y Margo Feice —los presentó Derek, dándole a conocer el nombre de la mujer —. Estoy seguro de que sus nombres te suenan.

—¿Cómo no iban a sonarme los nombres del físico teórico y la física experimental más conocidos del momento? —preguntó ella, con cierto pánico. Tenerlos en frente era irreal para ella —. Lo que no entiendo es...¿Qué hacen ellos aquí?

— Derek, Nicolas y yo volverémos a trabajar en un proyecto, juntos —dijo Margo con entusiasmo —. Será como en los viejos tiempos, como cuando recién salimos de la universidad ¡El trio dinámico volvió a juntarse!

—No nos llames así, te lo ruego —soltó Nicolas, con sus ojos cerrados —. En fin, con algo de suerte, esta investigación marcará un antes y un después en el mundo de la física. Explicará teorías que no estan claras, demostrará errores que no se han encontrado aún...

—Pues, felicidades —dijo Linda —. Solo que aún no entiendo qué tengo que ver yo en todo esto.

—Pensamos incluir a dos pasantes para que nos ayuden —explicó Derek —, y yo los sugerí a Elliot y a ti.

Linda miró a su profesor con sorpresa ¿Confiaba en ella para algo tan importante? ¿Tanta fe tenía en ese espanto? Derek le sonrió, indicandole que sí, el le tenía toda la fe del mundo a aquella inteligencia resguardada en un montón de quemaduras y cicatrices.

—¿A mi? —preguntó, sin poder créerlo —. Joder, esto es demasiado grande.

—¡Es una oportunidad de oro! —exclamó Margo, quien estaba haciendo todo su esfuerzo para no abrir los ojos —. Derek nos mostró muchos de tus trabajos y me muero de ganas por incluirte en todo esto. Eres muy inteligente, pero sobretodo apasionada y me encanta trabajar con gente asi.

—¿Inteligencia y pasión? ¿Entonces por qué llevas trabajando junto a Nicolas por tanto tiempo? —preguntó Derek, al ver la oportunidad perfecta para vengarse.

Nicolas soltó un golpe dirigido a Derek, pero por tener los ojos cerrados, terminó por pegarle a Margo. Ella soltó un quejido y lo llamó imbécil. Vaya trio dinámico, ¿no es así? La sonrisa que Margo esbozó después le dio a entender a Linda que todo ese comportamiento no eran más que bromas inofensivas. Esa chica mantenía unidos a los otros dos genios y así la armonía reinaba la mayoría de las veces.

Y ellos tres le estaban pidiendo ser parte de esa armonía. Que fuerte.

—Volviendo al tema —habló Derek —. Si es una oportunidad única y estará a tu alcance con una condición, Linda.

—Me obligarás a ver clase fuera del armario a cambio de trabajar con ustedes ¿No es así, profesor? —cuestionó ella y él extendió su sonrisa.

— ¿Ven? Les dije que era brillante.

Linda suspiró con fuerza, tenía tanto miedo que a duras penas podía procesar la información. Dejó de ver los ojos café de su profesor, le suplicaban intentarlo y ella no podía con tanta presión. Margo tuvo razón, si que era una oportunidad de oro ¿Pero acaso ella podría enfrentarse al mundo? No creía tener la fuerza para salir de su escondite.

Observó los libros en el escritorio de Derek. No quería que esas cosas ocuparan su lugar, ella necesitaba estar alejada de las miradas críticas para sentirse segura.

Linda siempre supo que el mundo terminaría por destruirla ¿Cuándo? Eso si que no lo sabía. Mientras llegaba el momento, prefería alejarse de aquello que podía lastimarla. Estaba aguantando porque no tenía otra opción, pero sabia que no podría aguantar para siempre.

—Escucha —Derek volvió a llamar su atención y lo hizo con amabilidad en su voz —. ¿Necesitas apoyo moral en esto? Puedo pedirle a Lilian que entre a la siguiente clase como observadora ¿Quieres sentarte al final? No te lo voy a impedir, solo no me pidas que te deje seguir dudando de ti así.

》Considera esta propuesta, Linda. Te lo pido como amigo: deja de limitarte porque puedes llegar a hacer cosas grandes.

Linda volvió a esos ojos café que la habían metido en todo ese embroyo. Obsevó a los otros dos físicos que aún mantenían sus ojos cerrados, trabajar con ellos seria un paso importante en su carrera ¿El problema? No habia forma de callar a sus demonios. Estos le gritaban una y otra vez que fracasaria, que la destruirían, que era tan pero tan fea que...

Que no estaba hecha para el mundo.

—Yo...—su voz temblaba, estaba tan asustada que queria negarse. No obstante, temia descepcionar a Derek —. Lo pensaré.

Después, solo le quedaron fuerzas para salir corriendo del salón, lejos de todo ese escenario que le puso la piel de gallina. Sintió pánico al pensar que la próxima clase tendría que verla sentada junto a un montón de otras personas, personas tan normales como Elliot o Lindsay, que nunca aceptarían a un espanto como ella.

Derek suspiró, solo eso pudo hacer. Ahora dependía de Linda aceptar la oferta o no. En el fondo, él dudaba verla la siguiente clase. Culpó a todos los que la vieron con horror en el pasado. Por ellos, el presente de una chica brillante estaba repleto de miedo, y su futuro estaba quebrado.

—¿Ya podemos abrir los ojos? —preguntó Margo, recordándole a Derek ellos aún seguían sin ver.

—Oh, sí, sí —soltó Derek, regresando a sus dos colegas en ese momento. Margo y Nicolas abrieron sus ojos solo para encontrarse con una mirada dudosa y un tanto triste —. No creo que lo haga. Está tan acostumbrada a tener miedo que siento que terminará por escapar.

—Si estás tan seguro de que ella se negará, ¿por qué le ofreciste esto en primer lugar? —le preguntó Nicolas.

—Supongo que soy de los que ponen su fe en las personas más débiles. Eso lastima, la mayoría de las veces.

Él soltó un suspiro y desvió su mirada hacia la puerta, lugar por el que Linda había escapado. Definitivamente uno de sus mayores defectos era confiar en la fortaleza de personas débiles, pero no podía evitarlo. La razón por la cual Derek Osbone había sido victima de tantas decepciones era que dejaba su fe en manos demasiado frágiles.

Pero sobrevivió a cada desepción, ¿te haces una idea del por qué?

—Oh, ya verás que ella aceptará —Margo se acercó a Derek y entrelazó su brazo con el de él, intentando darle apoyo en toda esa situación —. Se ve que es una chica lista, sabrá ver el valor de esta oportunidad.

—Si —le aseguró Nicolas —. A partir de ahora, la decisión debe venir de ella, no de su profesor.

Así debía ser. Si Linda quería esa oportunidad, entonces debía enfrentar a sus demonios...

🌼

Querido Jace:

Creo que comienzo a apreciar esto de estar "demasiado cerca" de mi narciso...

🌼

4:00 pm

Si hablamos de distancia, ellos estaban empezando a olvidar como se sentía eso. Cada vez habían más besos, más ganas de querer estar juntos, más cariño...O al menos de parte de ella.

—Oh, por amor al cielo, detenganse —rogó Adam, quien entró a la casa de playa junto a las otras margaritas —. Esto me tortura.

Cloe soltó una carcajada en medio del beso "apasionado" que le estaba proporcionando a Gabe, él solo soltó un quejido en dirección al adolescente. Una semana saliendo, viéndose casi a diario, acostumbró a sus amigos más cercanos a ver escenas como esa. Jamás esperaron verlos juntos, no en ese sentido, pero estaban felices por esa relación. Después de todo, eran dos personas que tuvieron muchos problemas para encontrar el amor ¿Podrían ser eso que tanto habían buscado?

Quien no se había acostumbrado a las continuas muestras de afecto entre el narciso y la margarita era Adam. Cada vez que los encontraba "tragandose" entre ellos, soltaba un quejido. Esa no fue la excepción.

—Me rompe el corazón que alguien tan hermosa como Cloe tenga un gusto tan asqueroso —suspiró el chico —. Es decir, ¿qué tiene él que no tengo yo?

—¿Te hago una lista, bestia? —preguntó Gabe, alzando una de sus cejas.

—No es necesario, yo tengo una —el niño sonrió —. Tú tienes estúpidez, egocentrismo y poco carísma. Yo soy adorable, sociable y mucho más atractivo que tú ¿Ves, Cloe? Escogiste al equivocado, aunque aún tienes tiempo de cambiar se opinión.

—Al menos yo tengo licencia de conducir, niño.

—Si, debe sentirse genial tener licencia. Pero dime, ¿cómo se siente saber que tu dignidad lleva perdida unos...veinte años, quizá?

—Bien, basta —soltó Cloe, divertida —. Si se van a pelear por mi, dejen que traiga palomitas para ver esto como se debe.

—No voy a pelear con él, loquita —le aseguró Gabe, rodeandola con un brazo —. Es menor de edad y está enfermo, estoy casi seguro de que golpearlo es ilegal.

—Miente, lo que tiene es miedo —contraatacó Adam —. Todos sabemos que perdería, mi carisma vence a su fuerza.

Si bien las chicas rieron ante los comentarios de Adam, a Gabe no le causó mucha gracia el espectáculo que estaba dando el niño. Cloe notó aquel disgusto en el rostro del narciso y le sonrió con dulzura ¿Cómo podía ver a alguien tan brusco así? Solo ella era capaz de mirarlo de esa forma. Dejó un beso en su mejilla, uno largo capaz de darle a entender que él no tenía competencia. Poco a poco, caía más por él.

Puaj, pero que asco —Adam soltó una mueca ante esa pequeña muestra de cariño —. Vomitaré si siguen así.

—El baño es la tercera puerta a la derecha en el pasillo —le advirtió Sanne. Mientras tanto, Lilian y Dalia se sentaron en los muebles disponibles —. Llevan así una semana, así que mejor haste la idea de que vas a vomitar, Adam.

—Exagerada —Cloe rodó sus ojos azules y decidió cambiar de tema para fijarse en Dalia y Lilian —. ¿Y bien? ¿Qué quería Jacob Everton? ¿Por qué las llamó así, de la nada?

—Oh, nos ofreció un trabajo bastante interesante —le informó Dalia, sorbiendo su nariz. Tenía una gripe de la que no sabía como librarse —. Ugh, no sé que hacer con este malestar ¡He tomado de todo, y nada que me siento mejor!

—Te prepararé un té —se ofreció Sanne, sonriéndole con amabilidad. Luego, se marchó a la cocina.

—Esperen, ¿pero les ofrecio un trabajo a las dos? —preguntó Gabe, confundido —. ¿Qué clase de trabajo puede incluir a una bailarina y a una pintora juntas?

—La clase de trabajo que solo Jacob Everton podría crear —soltó Lilian, con una sonrisa. Parte de su carrera artística se la debía al padre de Aviv, quien la ayudó a comenzar exponiendo algunas de sus obras en galerías. Desde ese momento, ella descubrió que la creatividad de ese hombre no tenía límite. Ahora, su nueva idea las incluiría a ella, a Dalia y a muchos otros artistas más —. Les daría más detalles, pero él nos pidió guardar el secreto.

—¡Vamos, tiene que ser una broma! —exclamó Cloe, quien ya sentía curiosidad —, ¡No me pueden dejar con la duda así!

—Bueno, espera unos dos meses y...¡Achu! —la gripe de Dalia estaba resultando tan cruel que ni siquiera le dejaba hablar. Se recuperó del estruendoso estornudo y frunció el entrecejo, molesta con su enfermedad —. Jodida gripe, ni siquiera sé como me resfríe.

— Hay cosas que nunca sabremos, Dali —soltó Adam, con un aire melancólico fingido —. Como porque te dio gripe, o porque Cloe tiene tan mal gusto...

—¿Vas a seguir? —preguntó Gabe, con fastidio.

—¿Seguir sufriendo? Sí, seguire hasta que entienda porque ella me hizo esto —dramáticamente, dejó caer todo su cuerpo sobre el sillón y llevó una mano hasta su frente.

Adam podía ser todo un espectáculo cuando se lo proponía.

Justo en el instante en el que Sanne volvió con el té para Dalia, la puerta de la casa se abrió, dejando pasar a una Linda más agitada de lo normal. La pobre tenía una mirada llena de miedo y sus respiraciones iban a un ritmo demasiado veloz como para ser sano. Gabe entrecerró los ojos, justo cuando creyó que su mejor amiga no podía ser más fea el destino le muestra esa imágen.

Quizá esa era una señal cósmica para comprobar que la fealdad de Linda no tenía límites.

Los ojos agitados del espanto se fijaron en Gabe. De inmediato, caminó con rapidez hacia él y lo arrastró hasta el pasillo que daba a las habitaciones y al baño. No se molestó en saludar al resto, ni en dar explicaciones. Ella estaba demasiado alterada y necesitaba un consejo de su mejor amigo.

—Dios, ¿pero que te ocurre, Linda? —preguntó Gabe, sin comprender el porque de ese comportamiento.

—¿No ves? ¡Estoy entrando en crisis! —exclamó la chica.

—Espanto, tu vida es una constante crisis.

Tenía razón, ella sabía que la tenía. Siempre estaba nerviosa, siempre tenía miedo, siempre sentía que el mundo la destrozaría...Su vida era un manojo de nervios, una bomba imposible de controlar ¿Cuando iba a explotar? ¡Carajo, ella quería explotar de una vez y acabar con todo ese sufrimiento! Pero no lo hacía, seguía en cuenta regresiva y, por lo tanto, su vida seguiría siendo eso, solo una crisis continua.

Pensó en eso, en que, incluso estando calmada, los nevios la consumían. Amaba a Aviv, pero siempre la invadían un millón de dudas sobre si ella en verdad lo merecía. Disfrutaba pasar tiempo con las margaritas, pero sentía que no era suficiente para tener amigas como ellas. La física la apasionaba, pero no se sentía tan fuerte como para tomar esa clase de riesgos. Ella sabía que su vida estaba arruinada y, mientras más lo pensaba, más triste se sentía.

—¿Linda? —cuestionó Gabe, al ver lágrimas intentando quedarse en sus ojos.

Sentía que estaba leyendo la historia más triste: la suya.

—Dios, espanto, no me hagas esto —Gabe la observó con los ojos bien abiertos —. No llores, Linda.

Si la gente dejara de llorar cuando se lo piden entonces todo sería más fácil, ¿no lo crees? Lástima para Gabe que las cosas no son así y, pronto, su mejor amiga estaba hecha una cascada de frustración.

—Mierda, ¿por qué la gente llora frente a mi? ¡¿Qué tanto les cuesta entender que no sé que hacer en estas sutuaciones?!

Linda no respondió a la pregunta de Gabe, solo continuó llorando. Sus sollozos se hacían cada vez más fuertes asi que, en un intento desesperado por callarla, él la abrazó.

—Te ves tan fea cuando lloras —soltó Gabe —, pero tan fea.

—¡Cállate! —le gritó Linda —. Sé que es así, no tienes que recordarmelo.

—A ver, ¿y que te tiene así? Lo que sea, solucionalo rápido, porque tu cara me da naúseas en este momento.

—Tengo miedo, Gabe. Mucho miedo.

Ella empezó a contarle todo lo que había ocurrido en clase, desde lo cerca que estuvo Elliot de descubrir su escondite, hasta la propuesta que le hizo Derek. A medida que avanzaba con su historia, los demonios de Linda bajaban cada vez más sus ánimos. Su crisis aumentaba, su autoestima descendía...

Y Gabe podía sentir todo eso porque ella estaba temblando en sus fuertes brazos.

—Pues, Derek si que debe confiar en ti —soltó él una vez ella terminó de hablar —. Una oportunidad como esa no la obtiene cualquiera, Linda.

—Lo sé —dijo ella, hipando —. Y quiero aceptarla pero me da miedo.

—¿Qué te da miedo?

—El mundo, fenómeno ¿Acaso no es obvio?

Pues, claro que lo era. Con un rostro como el de Linda, enfrentarse al mundo debía ser una pesadilla. Entendía su miedo, lo que no entendía era porque ella estaba usando su camisa como pañuelo de lágrimas. Los sentimientos del resto le resultaban indiferentes, pero ver a Linda así de fea por tanto llanto lo impulsó a actuar.

No quería que su camisa quedara empapada por el miedo de su mejor amiga.

—¿Sabes que es lo que más amo de ser egoista? —le preguntó, sin soltarla.

—Ni idea —soltó ella, más lágrimas caían de su rostro.

—Pues que, ese mundo al que tú tanto le temes, no existe para mi. Mi mundo soy yo, solo yo.

》Mi mundo es mi reflejo, mis opiniones, mis sentimientos, no los de alguien más. Eso lo amo porque controlar un mundo que no depende de ti es complicado, pero jamás voy a perder el control sobre mi.

—Eres el único hombre que ve el egoísmo como una ventaja.

—¡Es que lo es! Piensalo bien, Linda, tú sufres ahora por opiniones que no son tuyas, insultos que no salieron de tu boca. Si fueras aunque sea un poco egoista, el mundo no te daria miedo porque el mundo serías tú.

Él estaba 100% seguro de lo que estaba diciendo. Para él, el egoísmo era un don, una forma de vivir feliz. No era capaz de ver la verdad a traves de todo eso. Cuando tú eres tu propio mundo, olvidas que tienes más personas a tu al rededor. Cuando solo importan tus sentimientos, los de los demás pierden su valor. El egoismo aisla, aparta, crea mundos paralelos que te alejan del conjunto.

A pesar de sus desventajas, no te voy a negar que Gabe tenía algo de razón. En el caso de Linda, un poco de egoísmo podía sacarla de todas esas crisis. Si empezaba a pensar en ella misma más que en el resto, quizá el miedo se iría ¿El problema? Los demonios de esa chica tan fea se rehusaban a que ella creyera que valia la pena fijarse solo en ella.

El mundo de Linda giraba en torno a los demás, el de Gabe giraba en torno a sí mismo. Decidí escribir sobre este extraño par solo por una razón: siento que a ella le falta un poco de él, y a él le falta un poco de ella ¿Entiendes? Si Linda tuviera un poco de Gabe, y Gabe tuviera un poco de Linda, esta historia seria una bonita y otro escritor debería narrarla.

Pero, como a ella le hacia falta ser egoísta y a él le faltaba un poco de sensibilidad, soy yo quien escribe esta terrible historia.

—Solo intentalo, ¿si? —le pidió Gabe, liberandola del abrazo.

—Eso haré —ella le sonrió de lado —. Aunque no creo que funcione. No soy como tú, fenómeno.

—Eso lo sé, tú y yo somos opuestos. Por eso, no entiendo como es que me caes bien.

—Ni yo.

Feos, horrorosos, así se veían los dos. Tan feos que la amistad que fomaron resultó hermosa. Sin quererlo, terminaron por darse un bonito apoyo. En una historia normal, una relación como esa jamás se habría dado, habían muchas diferencias entre ellos. Pero, como la historia la escribo yo, ellos existen.

—¿Todo bien por aquí? —la voz de Cloe llamó la atención de los dos. La encontraron en la entrada del pasillo, con una sonrisa amistosa.

Solo ese pequeño gesto fue necesario para que Gabe sonriera.

—Todo bien, loquita —le respondió —. Solo que este espanto necesitaba hablar.

—¿Contigo? —preguntó ella, en un tono bromista —, ¿entonces si escuchas?

—Solo a personas que me importan.

¿Te das cuenta de lo que estaba pasando? Porque él sí lo notó. En el instante en el que la sonrisa de Cloe se expandió y su corazón se aceleró, se percató de que algo terrible podía estar pasando. Quizá, solo quizá, el mundo de Gabe Bacher comenzaba a girar en torno a los sentimientos de alguien más ¿Podría ser? ¿Acaso estaba perdiendo su egoísmo?

Ahí, comenzó a sentir el mismo miedo que Linda; incluso más.

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