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Capítulo 46

Un tercer comienzo
21 de Junio

6:30 pm

Gabe tenía todas las razones del mundo para tener nervios en su primera cita con Cloe Nicols. Él mismo lo había dicho, ellos dos eran opuestos ¿Y si algo terminaba por salir mal gracias a sus diferencias? ¿Y si ella salía corriendo tal y como lo había hecho luego de su primer beso? ¿Y si todo era un desastre? ¡Cualquiera se sentiría nervioso en una situación así!

Cualquiera, menos Gabe.

Miró su reflejo en el espejo retrovisor del auto y llegó a la misma conclusión de siempre: se veía estupendo, perfecto para la ocasión. Lejos de estar nervioso, estaba ansioso. Sabía que nada le saldría mal. Es decir, ¡¿qué podría salirle mal a él?! Quizá lo único que le preocupaba era que Cloe tuviera una reacción parecida a la que tuvo luego de su primer beso, pero hizo lo posible por olvidar ese momento. Prefería pensar en que la vería a ella, tendría una cita con una chica que lo volvía completamente loco.

Estacionó frente a la casa de Linda, Sanne y Cloe, con una sonrisa casi tonta en su rostro. Desde la boda de Derek y Lilian, quienes debían estar en ese momento en su corta luna de miel de una semana, su ánimo había estado por las nubes. Se sentía feliz, ilusionado, como cuando terminaba de hacer cien flexiones; se sentía fuerte e invencible. Todo eso por una castaña cuya personalidad no encajaba para con la de él.

Para su sorpresa al llegar, Cloe ya estaba afuera, sentada en las escaleras del pórtico de la casa con Jace en sus rodillas. Ella levantó su mirada cuando sintió el portazo del auto que indicó que él se había bajado del vehículo. Le sonrió desde su lugar y lo saludó levemente con la mano mientras él se acercaba. Su corazón comenzó a latir con rápidez en cuanto vio esos ojos verdes fijarse en ella y, en el instante en el que él le devolvió la sonrisa, cosquillas se apoderaron de su estómago.

¿Acaso no debían ser mariposas lo que sentía? Pues, ella sentía muchas, muchas cosquillas, pero nada de bichos.

Todos esos nervios que Gabe no sentía, Clo los estaba experimentando y el doble de fuertes de lo que había esperado. Para cuando él llegó hasta las escaleras, ella cerró a Jace y levantó la mirada para fijarse solamente en sus ojos. Todavía podía recordar a la perfección el sabor de sus labios, y la forma en la que estos encajaron con exactitud con su boca. Queria repetirlo, estaba ansiosa por volver a tenerlo tan cerca, pero no estaba segura de si eso sería ir muy rápido. Las primeras citas la confundían tanto...

Y ella no quería sentir confusión por su narciso, solo quería demostrarle lo que había descubierto al tenerlo cerca. Él le gustaba.

— Una pregunta —dijo él, mostrando su blanca dentadura con una sonrisa —, ¿qué haces aquí afuera?

— Sanne me echó temporalmente de la casa—le confesó ella, guardando a Jace en su mochila —. Te estaba esperando dentro pero, según ella, estaba siendo muy fastidiosa y paranoíca. Así que me castigó y me ordenó esperarte aquí.

—Ah, ya veo —él soltó una pequeña carcajada ¿Por qué le pareció tierna en ese momento? —. ¿Y por qué estabas paranoíca, si se puede saber?

—Yo...—ella bajó la mirada y suspiró. Estaba tan nerviosa que le costaba mantener sus manos quietas. Jugaba con sus dedos, con la punta de su falda, con los mechones rebeldes libres de su moño...no se podía tranquilizar por más que trataba de hacerlo.

— ¿Cloe?

Él dejó su entusiasmo a un lado para concentrarse en ella. Seguía creyendo extraño, y hasta fastidioso, centrarse en los sentimientos del resto en lugar de los suyos. Asi que, si se tomó el tiempo de preocuparse por lo que le ocurría a la castaña era porque ella se estaba volviendo parte de sus sentimientos. Ver a Cloe angustiada y así de decaída lo ponía triste, pero verla alocada y tan alegre como siempre lo hacía feliz ¿Qué debía hacer para traer a la Clo de todos los días?

Se agachó a su altura y tomó sus manos para evitar que ella las siguiera moviendo sin control, tantos movimientos comenzaban a molestarlo. Le sonrió de lado, provocando un alboroto en el interior de la chica ¿Por qué le gustaba tanto? Aún no encontraba una razón lógica para explicarlo.

—¿Qué te ocurre? —que palabras tan raras de pronunciar. Se sentía tan raro hablar sobre ella cuando lo que quería era hablar sobre si mismo, pero sabía que estaba haciendo lo correcto al preguntar. Quizá así le sacaría una sonrisa...

Y así, él podría sonreír.

—Es que...—ella lo miró con cierta tristeza y luego apartó su mirada, sintiendo verguenza ante lo que iba a confesar —. Las primeras citas me dan pánico.

Siempre había sido así. Cloe sentía una presión absurda cada vez que tenía una primera cita con alguien. Quizá ese temor se remontaba a la experiencia que tuvo con su primer novio. Él le enseñó que las "primeras citas" servían para intentar un conjunto de estándares que ella nunca pudo lograr "No te rías demasiado, no hables tanto, escúchame más", Cloe jamás olvidaría a Cameron por eso: él que el inicio de una relación es un momento lleno de presión, y que si se inicia con una farsa terminará por una mayor.

Aviv le mostró algo distinto, pero aún así tuvo miedo en su primera cita. La recordaba a la perfección solo porque ella terminó arruinandola por completo. Te contaría que ocurrió, pero juró no volver a hablar de eso, así que no debería decirte. Lo siento.

En fin, sus malas experiencias crearon una gran bola de inseguridades que perseguian a Cloe con la finalidad de aplastarla. Su narciso le importaba, y por eso tenía miedo a arruinarlo todo. Temía no alcanzar sus espectativas, o estropear una cita romántica solo porque ella carecía de romantisismo. No queria que esos ojos verdes dejaran de tener ese brillo cada vez que él la veía, pero sus traumas eran tan grandes que no sabía si seria capaz de dar un paso hacia delante con él.

—Quizá esto fue una mala idea —soltó, apenada —. No debí aceptar una cita contigo, me importas demasiado...

— ¿Qué significa esto? ¿Tú también me dejarás plantado? —preguntó él, comenzando a molestarse —. ¿Es en serio, Cloe? ¿La única chica que creí que sería incapaz de hacer algo así, va a dejarme antes de intentarlo?

—No te molestes —ella buscó su mirada, pero él no tardó en apartarla —. Gabe, por favor, entiende...

—No, Cloe. Tú eres la que debe entender ¿Sabes cuántas veces me han lástimado? ¿Tienes idea de cuántas veces me han dejado esperando, y aún así decidí venir por ti?

—¿Y si lo arruino?

—Pues, ya lo estas arruinando y ni siquiera ha pasado algo.

Él soltó sus manos y enderezó de nuevo. Se cruzó de brazos, dando a relucir cada vena hinchada en sus músculos. Estaba molesto con ella, ¿cómo podía dejarse llevar por el miedo así? La creyó un poco más fuerte, lo suficiente para aguantar una primera cita.

Bajó su mirada y se maldijo a sí mismo cuando sintió un dolor en el pecho al ver un puchero en los labios de Cloe. Ella en verdad estaba aterrada, y eso lo estaba matando. Quería dejarla ahí, marcharse para que ella lidiara con su desorden de pensamientos sola, pero eso lo destrozaría. Entonces, recordó eso que Linda le había dicho: Debía luchar por la indicada.

Y luchar, en este caso, implicaba quedarse.

—Lo siento —dijo ella, con voz tembloroza —. No quiero hacerte daño.

—No, no me has hecho daño —suspiró él —. Es decir, mírame. Se necesita mucho más para dañar a un tanque de guerra como yo.

Ella sonrió de lado, pero ese gesto no duró demasiado. Si Gabe iba a luchar por ella, entonces debía entrar en la guerra sin pensarlo. Se sentó a su lado y la rodeó con un brazo. Ella no perdió el tiempo y lo abrazo también. Escondió su rostro en su pecho y olfateó el olor a perfume de hombre y bronceador ¿O era bloqueador solar? Cómo sea, ella quería quedarse ahí, donde se sentía segura.

— Cloe —él la llamó con delicadeza —, ¿yo te gusto? Se sincera.

— Me gustas, narciso —dijo ella sin titubear —. Por eso me duele tanto estar estropeando esto tan pronto. No te lo mereces.

—No, no me lo merezco —concordó él —. ¿Y sabes qué es lo que ninguno de los dos merece?

—¿Qué?

Cloe despegó su rostro del pecho de Gabe para poder mirarlo a los ojos. A esa distancia, los dos estaban con sus corazones tan acelerados que temían que estos se escaparan de sus cajas toráxicas para intentar unirse por su cuenta. Ella se mordió el labio inferior cuando se fijó en la boca de su narciso. Tenía tantas ganas de repetir aquel beso...

—No merecemos quedarnos con las ganas de intentarlo —le dijo Gabe, acercando un poco más su rostro al de ella —. Dame la oportunidad de darte una cita que no vas a olvidar con alguien que, sin duda, vale la pena.

Gabe extendió su mano y Cloe entendió eso como una indirecta para entrelazar sus dedos con los de él ¿Sería capaz de dejar el miedo atrás y darle una oportunidad? En realidad, ella tenía unas ganas inmensas de ir con él. Respiró hondo, y le dio un apretón a la mano de su narciso. Por último, le dedicó una sonrisa nerviosa. Si que queria darle una oportunidad.

—Bien, narciso —dijo ella —. Hay que hacer esto.

—No te vas a arrepentir —aseguró él y, sin previo aviso, dejó un beso corto en los labios de la chica.

Cloe quedó sorprendida ante ese rose de labios y sus mejillas no tardaron demostrarlo al colorearse de un rubor demasiado rojizo. Gabe soltó una carcajada, notó en su mirada que ella quería más que ese simple beso de pico. Sin embargo, él no estaba dispuesto a perder la cordura tan pronto. La noche recién comenzaba, tenía mucho tiempo para robarle besos mejores que ese.

Sin soltar su mano, él se puso de pie y la invitó a hacer lo mismo. Ella tomó sus cosas y se dejó guiar por él hasta el auto. Solo entonces, él se permitió observarla bien.

— ¿Flash? —preguntó él, alzando una ceja en dirección a la blusa de la chica.

—¿Qué? —cuestionó ella, mirando su blusa con estampado del superhéroe. La camisa roja hacia contraste con su falda negra y combinaba con los zapatos altos igual de rojos, pero todo eso quedaba en segundo plano gracias al gran simbolo de rayo en su pecho —. Sabes que es increíble.

— Como digas, loca—dijo él, con una sonrisa amplia.

Todavía no podía creer que le gustaba esa Cloe, la que lucía blusas de superhéroes como si fueran vestidos de gala, la que siempre llevaba un moño desordenado, la que saltaba para no pisar las rayas en el paso peatonal. No podía creer que su corazón latía tanto al tenerla cerca, pero no iba a poner quejas. Verla feliz, lo hacia feliz; y como Gabe se amaba tanto a sí mismo, se propuso un reto ese día:

Darle la mejor cita posible a Cloe, contad de poder ver más seguido su sonrisa.

🌼

7:00 pm

Estoy seguro de que el amor es un tipo de locura, pero estoy más seguro de que Gabe descubriría eso gracias a ella...

—Narciso...—lo llamó ella en el instante en que el auto se detuvo. Ella venia observando las calles desde la ventana, asi que le sorprendió el lugar en el que estacionaron —. ¿Qué hacemos aqui?

—Odio tener que admitirlo, pero le pedi a Dalia que me diera un consejo para hoy —habló él, apagando el auto —. Quería llevarte a un lugar que te encanta y, como no estaba seguro de cuál, Dal me dio un par de sugerencias. Esta fue la que escogí.

—Tienes que estar jugando —ella sonrió, emocionada.

— Cloe, yo no juego y lo sabes —respondió él —. Es por eso que no te lleve a un arcade, que fue lo primero que sugirio Dal. En fin, espero que esto te guste.

—¿Gustarme? ¡Me encanta! —exclamó ella, sonriendo con impresión —. ¡¿Qué esperas?! ¡Bajemos del auto!

Ella se apresuró a salir del coche y quedó frente a frente al parque de diversiones al que Gabe decidió llevarla. Sin pretenderlo realmente, su narciso logró reemplazar los nervios por una emoción casi infantil. Las luces, los colores, el olor a dulce, las montañas rusas que veía de lejos, todo la tenía fascinada. Habían niños riendo, lo que la hizo pensar en que quería reír también, solo que en ese momento no podía debido a la ilusión que tenía por estar en un lugar así.

Mientras ella llevaba una mano hasta su pecho y observaba todo con ilusión, Gabe se bajó del auto, se acercó hasta Cloe, y la miró de reojo para poder admirar todo lo que había provocado un simple parque de atracciones que ni siquiera era demasiado grande. Sus ojos azules brillaban con emoción, y sus labios rellenos formaban una sonrisa tan amplia que a él también se le contagió. Parecía una niña pequeña en Disney, pero solo era una adulta en una feria regular de Los Angeles. Lo cierto era que Cloe se ilusionaba con poca cosa, pero esa ilusión no tenía comparación.

—Debo suponer que tu reacción es un buen inicio —le dijo él, sintiendo una anomalía en su ritmo cardíaco por lo linda que le parecía ella con toda esa emoción como accesorio —. Nunca había visto a alguien tan alegre en una cita...al menos, no en una cita conmigo.

—Eso es porque has salido con puras chicas dementes —aseguró ella, apartando la mirada del paisaje para verlo a él.

—¿Y tú? ¿Acaso no estas demente?

—¡Sí, pero mi demencia es buena! Y hace juego con la tuya.

Él negó con la cabeza mientras reía, Cloe debía admitir que le estaba gustando verlo tan feliz y sonriente. Eso, y el hecho de estar en las puertas de un parque de atracciones, era lo que estaba controlando sus nervios. Verlo a él sonreír le daba fuerzas para combatir su trauma hacia las primeras citas. Quizá, esa sería la primera vez en la que disfrutaría una.

Al terminar de reír, Gabe se acercó hasta ella. Tomó su mano, la sostuvo con firmeza, y la animó a caminar hacia el parque.

—Y bien, ¿qué quieres hacer primero, loquita?

—Uf, quisiera hacer de todo ¿Podemos montarnos en todas las atracciones?

— Tenemos toda la noche para eso.

Ella le sonrió emocionada y lo empujó hacia las atracciones que le parecían interesantes. Así estuvieron por horas, entre juegos de feria, montañas rusas y carruseles. Cloe reía y se divertía con cualquier pequeña cosa a su alrededor. Celebró con aplausos y abrazos cuando Gabe accedió a comprarle un algodón de azúcar, e intentó incluirlo en todos los juegos posibles solo para hacerlo sonreír.

Lo cierto es que ese no era el ambiente de Gabe. No le gustaban las montañas rusas, ni los juegos, ni el tener que estar rodeado de demasiada gente. Disfrutó alguno que otro juego de feria en el que probó su fuerza, pero el resto le pareció insignificante. Aún así, esa estaba resultando la mejor cita de su vida ¿Cita? Perdón, me corrijo. Lo que hice decir es que esa estaba resultando la mejor noche su vida.

No le gustaba el olor a dulces del parque, o la gente disfrazada, o las atracciones. Sin embargo, Cloe estaba tan a gusto y tan contenta que a él se le contagió la alegría. Eso nunca le ocurría. De ser otra persona, él no habría sentido nada por verla divertirse de esa forma. Solo por el hecho de que Clo era ella, de que estaba despertando tantos sentimientos dentro de él, de que le parecía hermosa la forma en la que esos hoyuelos iluminaban su cara, es que él estaba así de contento.

Por primera vez, olvidó que le molestaba que Cloe fuese una niña en el cuerpo de una adulta. La consideró tierna, demasiado hermosa. Y, aunque no era perfecto, quería conservar ese momento junto a ella para siempre.

—Está bonito, ¿no? —preguntó ella, mostrándole el peluche que había ganado en los juegos —. ¿Le quieres poner nombre?

— Buen intento, loca —él le sonrió —, pero no conseguirás que haga algo así.

—Oh...—y cuando soltó uno de sus típicos pucheros, te puedo jurar que a Gabe le falló algo en su sistema. Por suerte para él, ella recobró su sonrisa y él pudo volver a la normalidad —. ¿Y si yo le pongo nombre y te lo regalo a ti?

—Clo, no es...

—Se llama Jeff y es mi regalo de mi para ti ¡Sorpresa!

Ella le entregó el muñeco, que era una especie de oso peludo de tamaño mediano. Gabe no había tomado a un peluche entre sus manos desde los seis años, ese era el primero en mucho tiempo. Los muñecos no eran su estilo, así que frunció el entrecejo al encarar los ojos negros y falsos de "Jeff". Alzó una ceja hacia Cloe, quien lo miraba esperando alguna reacción. Él suspiró, sonrió de lado, y la rodeó por la cadera con uno de sus músculosos brazos. Aún estaba sorprendido por la delicadeza que tenía cuando se trataba de ella.

—Gracias, loquita —dijo él, invitandola a caminar sin soltarla de aquel medio abrazo.

—¿No te gustó? —cuestionó ella al ver que no provocó la reacción que esperaba.

—No soy un chico al que le encanten los peluches —admitió él, haciendo una mueca —. Pero tiene un nombre increíble, así que me lo quedaré.

Cloe le sonrió, agradecida. Desde el inicio de esa cita, ella fue conciente del esfuerzo que él estaba haciendo. Una vez terminó su algodón de azúcar, se dijo a sí misma que era suficiente de juegos de feria, peluches, y montañas rusas. Si bien amaba todo eso, estaba clara de que alguien más no y, tal y como le enseñó alguna vez a su narciso, una cita se trata de dos individuos, no de uno solo. Mordió su labio inferior, ¿y si lo arruinaba todo? ¿Y si esa cita dejaba de ser increíble en ese momento? No pudo pensar en eso, tan solo se concentró en tener más cerca esos dos ojos verde oliva que tanto le gustaban.

—¿Rueda de la fortuna? —preguntó él, una vez ella lo guió hasta esa atracción —. No te cansas, ¿o sí?

— Dijiste que teniamos toda la noche para hacer lo que quisieramos —recordó ella —. Me lo estoy tomando muy en serio.

—Lo he notado —sonrió, estaba muy sonriente esa noche —. En ese caso, vamos.

La fila no era tan larga, asi que en cuestión de minutos ya estaban subiendo a la rueda de la fortuna. La atracción era la más grande de la feria, y tenía "vagones" en los que no había la necesidad de estar sentados. Una vez empezaron a subir, la vista al parque se hizo más y más espectacular. Las luces de colores parecían estar alejandose de ellos, no al revés. A esa distancia, parecían luciernagas de distintas tonalidades alumbrando el suelo bajo sus pies. Más a lo lejos, se veía la ciudad iluminada por miles de focos. Parecía tan pequeña e inalcanzable desde el tope de la rueda...pero a ambos les pareción una hermosa imágen.

¿Es que las cosas se ven más bonitas de lejos, o que?

El parque, la ciudad, las estrellas, esa fue la noche más iluminada que Cloe alguna vez vio. Fue un espectáculo de luces, todas ellas juntas formaban un jardín interminable de focos brillantes. Resultó ser uno de esos paisajes que valia la pena presenciar, pero Gabe no se fijó en las luces por estar concentrado en algo más.

Bueno, en alguien más.

Siguió los movimientos de Cloe cuando ella soltó su cabello del moño que ya estaba más desastrozo de lo usual, y observó cómo las ondas de cabello castaño caían por su espalda con total naturalidad. La vió acercarse hasta el borde del vagón para presenciar mejor el escenario y, sin darse realmente cuenta de ello, la siguió y se colocó a su lado. Ella volteó a verlo, unos mechones de cabello decidieron decorar aún más su rostro. Le decía tanto con su sonrisa...pero él no lo interpretaba del todo por andar perdido en sus hoyuelos.

Estaba perdido por ella, la verdad.

—Bien, dejando de lado las niñerias, los juegos y todo eso, necesito que me respondas algo —le pidió Cloe, dándose cuenta de que el tamaño del vagón les impedía estar lejos.

—¿Qué cosa? —preguntó él.

—Pues, es obvio que tu detestas estos parques —le dijo —. Las atracciones, la música, los peluches...tú no te ves como la clase de hombre que se subiría a una rueda de la fortuna por diversión.

—No, no lo soy. Aunque hoy me divertí, no es algo que suelo hacer seguido.

—Lo sé y por eso quiero saber, ¿por qué lo hiciste? ¿Por qué traerme hasta acá si tu odias todo esto?

Él devió su mirada hasta el cielo lleno de estrellas, en realidad no sabia porque lo había hecho. Frunció su entrecejo en dirección a las luces en el oscuro panorama, eso solo lo hizo ver más rudo de lo que era en realidad. Pensó y pensó. Jamás habría hecho eso por alguien más, pero lo hizo por Cloe ¿Por qué? ¿Cuál era la diferencia en ella?

La rueda se continuó moviendo y había dado media vuelta para cuando Gabe encontró la respuesta. Asintió con la cabeza de forma inconsciente, como si estuviese respondiendose a sí mismo una pregunta importante. Luego, dejó a Jeff, el oso de peluche, en el fondo del vagón y buscó ambas manos de Cloe para entrelazarlas con las suyas. Esos ojos profundos como el mar lo miraron con espectación. Ella en serio quería una respuesta.

—Supongo que lo hice porque eres la primera chica con la que salgo que en realidad conozco —confesó él —. Sé como te comportas cuando estas contenta, y lo mucho que ríes cuando haces cosas como las que hicimos hoy. Puede que a mi todo esto me parezca infantil, pero a ti no. Eso me bastó para traerte hasta aquí.

》Descubrí que me gusta verte cuando estas contenta, y que me encanta reír junto a ti. Odio la música, las atracciones, y los peluches, pero amo la sonrisa que provocas en mi ¿Se entiende lo que quiero decir? Me haces hacer cosas que no tienen sentido para mi.

—Ay, Gabe...—ella sentía el corazón latiendo en su garganta, y más cosquillas en su estómago. Las luces a su alrededor dejaron de importarle cuando las vió reflejadas en los ojos de Gabe, ahí se veían más bonitas.

—Y lo peor de todo es que no entiendo cómo es que me tienes así ¿Tú te lo imaginabas? Porque yo nunca esperé que mi loca casamentera, que juega "veo, veo" y usa blusas de superhéroes, lograría causar tanto en mi.

—Y yo no esperé que el narciso, aquel que no podía dejar de mirar su reflejo en el servilletero el primer día que lo vi, terminaría mirandome de la forma en la que lo haces ahora...

—¿Ya ves? ¡Esto es una locura, Cloe! ¿Y sabes qué es lo peor de todo?

— ¿Qué?

—Que tenías razón: la locura se contagia, y yo me estoy volviendo loco por ti.

Ahí, Cloe deseó que la rueda nunca se detuviera, que las luces nunca se apagaran, y que el vagon fuese más estrecho todavía para poder extinguir todo rastro de distancia entre ellos. Sus ojos brillaron y delataron lo mucho que le había gustado escucharlo hablar de sus sentimientos con tanta sinceridad, y como no quedó tan claro con ese azul, decidió ser más explícita con sus acciones. Sin vértigo alguno, se acercó más a él y se colocó de puntillas para poder alcanzar mejor su rostro. Rodeó su cuello con sus brazos y no puso objesión alguna cuando sintió un par de manos gruesas rodear su cadera. Mató los centímetros entre su pecho y el de él, ahora solo quedaba matar los milímetros entre ambas bocas...

—¡Espera, espera! —lo detuvo ella, a pesar de las ganas que tenía.

—Loquita, sé que te dije que teníamos toda la noche pero tampoco seas tan cruel conmigo. Me estás haciendo esperar demasiado...—le dijo él, tras soltar un suspiro frustrado por no poder besarla. Aún así, no se dio el lujo de soltarla.

—Lo sé, perdón. Solo que no puedo besarte de nuevo sin antes decirte algo importante...

—¿Qué?

Ella respiró hondo y esperó a que él no se enojara demasiado.

—No soy casamentera —cerró los ojos, esperando lo peor —. Solo lo dije para que entraras en mi proyecto ¡Lo siento! Pero, en mi defensa, Derek dio la idea y...

—Cloe, yo ya lo sabía —le dijo él, haciendo que ella abriera los ojos con sorpresa —. Sanne me lo dijo.

Ella lo miró con impresión, lo que hizo que él sonriera de lado.

—Entonces, ¿no te molesta la mentira? —preguntó ella

— Quizá debería, pero lo cierto es que no me importa —él se encogió de hombros —. Después de todo, sí me conseguiste a una cita.

— Pues, sí —ella soltó una risa timida —. Oye, ahora que lo pienso, la farsa no salió tan mal. Después de todo, conseguí a una chica a la que le gustas y tú acabas de darle la mejor primera cita que ella pudo desear.

—¿Ah, si?

—Sí —asintió ella, acercando su rostro de nuevo al de él —, y sé de una forma en la que esta cita podría ser incluso mejor.

Ahora si estoy seguro de que Cloe fue quien rompió la distancia por completo. Cubrió la sonrisa juguetona que nació en la boca de Gabe con sus labios y saboreó la sinceridad de los sentimientos que él le había confesado. No le importó el grosor de los músculos del chico, ni que, a medida en que la pasión fue aumentando, su agarre se hizo un poco más tosco y fuerte. Estaba demasiado concentrada en el latir de su corazón, en el movimiento de su boca, en esa cita tan perfecta que nada, absolutamente nada más le importó.

Los nervios ya no estaban, el miedo tampoco, solo unas ganas inmensas de vivir el momento. Ese fue el fin del trauma de Cloe, se perdió tanto en el beso que olvidó su temor a arruinarlo todo en la primera cita. Gabe le gustaba, le encantaba, y estar así con él le parecía perfecto...

—¿Estás consciente de lo que significa esto, verdad? —preguntó ella, una vez se separó del beso. Él llevó una mano hasta la mejilla de ella; fue un poco tosco, pero ella no se quejó —. Esto es...es como un nuevo inicio entre nosotros, narciso.

— ¿No habías dicho que los narcisos representan nuevos comienzos? —preguntó él, dejando besos cortos en el labio inferior de ella.

—Ya empezamos por segunda vez hace meses, ¿recuerdas? Luego de mi...momento de ebria —él soltó una carcajada al recordarlo y terminó por contagiarle la risa a ella, quien adhirió sus frentes una vez dejaron de reír —. Lo cierto es que tú y yo ya tenemos varios comienzos acumulados...

— Y creo que este es el que más me gusta hasta ahora.

Era perfecta la forma en la que sus bocas se fundían en una, y sus corazónes se sincronizaban en ritmos sin sentido. Perfecta la forma en la que ese ya era su tercer inicio, un comienzo muy distinto a los dos anteriores...pero tú y yo conocemos la verdad sobre la perfección:

Es muy bonita, hasta cierto punto...

Mhmm hasta que por fin puedo escribir romance entre ellos dos 😍😍😍 ¿Qué opinan de esta cita? ¿Les gustan estos dos juntos?

Btw, gracias por todo el apoyo en verdad. Cada día me sorprendo más por las hermosas personas que resultaron ser ustedes, lectores❤❤

Chaíto, los amo💕

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