Capítulo 43
La cita perfecta
12 de junio
2:00 pm
Me he cansado de repetirte lo mismo durante años. Se me ha secado la garganta y he gastado palabras solo por ti. Ignoraste mis esfuerzos, evitaste mi mirada siempre que quisiste, y rompiste mi corazón un millón de veces. Ya estoy harto de justificar toda la saliva que he gastado por el amor que te tengo, asi que no te lo diré más. Me limitaré a dejarlo por escrito:
Entiende, la perfección tiene muchos más significados de los que guardas en tu mente.
Sé que crees que una vida perfecta se limita a vivir sin errores, sin arrepentimientos, sin demonios, sin dolor...Lo que no terminas de comprender, ni siquiera después de todos mis esfuerzos, es que los errores existen para hacer de la perfección más bonita. Las coinsidencias, los intentos fallidos, las lágrimas, todo eso son simples accesorios que adornan la vida. Si tan solo te detuvieras a verte al espejo unos segundos notarías lo que yo veo; todos esos "errores" que tu tanto odias, te hacen ver increíblemente hermosa.
Te lo ruego, deja de arrojar mis palabras a la basura e intenta entender que existen distintos significados de perfección. Entre ellos, está el mío, que se basa en que tú y yo seamos la máxima expresión de nosotros mismos. Si tan solo no fuera tan difícil...
Resulta que ser nosotros mismos es una tarea increíblemente complicada que se nos asigna al nacer solo porque, cuando somos bebés, no notamos la complejidad detrás de aceptarnos como somos. Es cuando crecemos que notamos cuanto duele, cuanto cuesta, y cuanto hiere que la definición de perfección que el mundo acostumbra a usar está atada a un tipo de belleza que nadie puede alcanzar. Créeme que entiendo por lo que pasas, y porque te cuesta tanto admitir lo perfectas que son tus imperfecciones. Todos pasan por las inseguridades que tú estás sintiendo hoy, cariño.
Todos, menos Gabe. Él tenía muy claro su propio concepto de la perfección.
—Te ves sorprendido —esas fueron las palabras de Sanne en el instante en el que él la encontró en el lugar de su supuesta "cita a ciegas" —, ¿Qué? ¿no soy la cita que esperabas?
Los labios de Sanne estaban arqueados hacia arriba, formando una amplia sonrisa en la que su pintalabios color terracota se veía completamente opacado por las perlas de sus dientes. Gabe había notado los esfuerzos de la chica por reemplazar las sonrisas quebradas que le dejó Christian en sonrisas más cálidas y amables; sonrisas reales. El tiempo trabajando juntos en el gimnasio los había vuelto buenos amigos. Justo por eso, no en entendía la presencia de la morena en ese lugar.
—No te ofendas, pero no. No eres la cita que esperaba —admitió él, apoderándose del puesto frente a ella —. No fuiste la chica que vino a mi mente cuando Cloe dijo: "Narciso, finalmente te consegui una cita perfecta".
—¿Y qué chica vino a tu mente, grandulón? —preguntó Sanne, con curiosidad.
—Pues...
Describir a esa chica le daba miedo, pensar en ella mucho más. No sabía quien era exactamente la mujer en la que pensó al pronunciar la palabra "cita", pero si se esforzaba en interpretar sus sentimientos lo sabría. Al parecer, el chico sin una sola imperfección estaba aterrado de sí mismo y lo que ocurría en su corazón.
—Esperaba a cualquiera —respondió Gabe —, menos a ti.
—Cloe creyó que debías prácticar con alguien antes de tener una cita real —le explicó Sanne —. Resulta que soy la candidata ideal para mostrarte lo que es una "cita perfecta".
Ella soltó una pequeña carcajada y rodó los ojos al oírse a sí misma. La palabra "cita" y "perfección" hirieron un poco su golpeado corazón, pero esas carcajadas eran señal de que Sanne Coleman aún tenía espacio para las ironías en su vida. Ser la acompañante de Gabe le pareció una idea terrible desde el inicio ¿Cómo le enseñaría a querer si ella tenía muy mala suerte en ese tema? Cloe insitió con tanta desesperación que terminó por convencerla. Asi que ahí estaba: En un restaurante elegante, siendo parte de la primera cita que tendría luego de que el amor de su vida le rompiera el corazón.
Y toda esa triste historia se escondía detrás de esa dulce risa...
Él soltó una pequeña carcajada junto a ella, pero lo hizo por una ironía distinta. Más relajado, colocó sus codos sobre la mesa y decidió intentar la locura de su casamentera.
—No me parece una mala idea —le dijo —. Después de todo, tú y yo ya rompimos el hielo antes de esta cita. Eso nos ahorra un importante paso.
— ¿Cuándo...? —Sanne lo miró extrañada pero no tardó en comprender. Se sonrojó de inmediato, provocando que la sonrisa de Gabe se extendiera unos pocos milímetros —. ¡Oh, Dios! ¡Ese beso! Fui una tonta en ese momento, en verdad lo siento. Esa Sanne me apena...
—Hey, no te preocupes. No tienes que pedir perdón y mucho menos porque sentirte apenada, ¿está bien?
—¿No? Pero fui terrible. Te robé un beso de la nada.
—¿Y acaso me he quejado de él? —preguntó, alzándo una ceja. Ella sonrió de lado y, aún roja de vergüenza, negó con la cabeza —. Entonces, no tienes porque pedir perdón. Mejor no uses tus "lo siento" de esa forma, no creo que nadie sea tan idiota como para pensar que besarte es horrible. Eres bastante buena.
—¿Es un cúmplido lo que escucho?
—Sí, exactamente eso —aseguró Gabe —. Y además, eres buena distinguiendo un cúmplido de coqueteo. No todas las chicas notan la diferencia.
—Bueno, bueno —Sanne lo miró con diversión —, esto será mucho más interesante de lo que imaginé.
Y quizá lo sería. Sin la presión de una cita real, en la que todo son nervios y temor, ninguno de los dos se sentía comprometido a algo. Él no tenía miedo de que ella no pudiese ver los encantos que el resto de las chicas con las que salió se negó a aceptar. Era una amiga, no tenía que impresionarla. Tan solo debía aprovechar esa loca idea de Cloe para practicar cómo tener una cita perfecta para cuando llegara el momento de salir con alguien que lo pusiera nervioso.
Hablando de Cloe, a él le parecían cada vez más extrañas las movidas de su casamentera. No entendía a qué clase de conclusiones intentaba llegar la castaña y comenzaba a dudar de la profesionalidad de la chica. Sin embargo, eso no le importaba mucho. Por alguna razón, dejó de angustiarse tanto por conseguir novia. A ese punto del proyecto de Cloe, no sabía ni que pensar.
Ambos pidieron algo de tomar y de comer. Por instantes, se quedaron sumidos en un silencio que comenzaba a alargarse demasiado. Justo cuando Gabe iba a perderse en su propio reflejo en el servilletero, recordó uno de los consejos de Cloe: en una cita, no solo debía interesarse por sí mismo.
—Y...
—Y...—lo imitó Sanne, divertida.
—Este...—vaya que era difícil interesarse por los demás. No sabía que decir, o qué preguntar, para que la conversación no se basara en él.
Estaba tan acostumbrado a encerrarse en su egocentrismo que cuando salía de esa jaula, se sentía fuera de lugar. Por suerte, algo vino a su mente.
—¿Qué tal llevas lo de Christian?
—¿Preguntarle a tu cita sobre su ex? Bien, se nota que no eres experto en esto de las citas—acotó Sanne —, pero supongo que lo acepto. Cloe me dijo que intentarías hablar sobre ti, asi que tomaré esto como un esfuerzo de tu parte.
—Lo es, créeme —respondió él —. No tienes que responder si no quieres.
— Puedo responder —ella se encogió de hombros —, no pierdo nada al hacerlo.
Suspiró con fuerza e intentó no temblar ante la mensión de ese nombre. Estaba mejorando, sabía que así era. Cada vez le dolía menos el pecho cuando lo recordaba y se sentía más orgullosa por dejarlo. Sin darse cuenta, ella misma estaba pegando los pedazos de su corazón roto. Se estaba rearmando sin la ayuda se nadie.
Estaba siendo fuerte por sí misma.
—Si te soy sincera, no creo volver a amar en mucho tiempo —confesó —. Christian...él arruinó la idea que tenía sobre el amor.
—No todos son como él, Sanne —Gabe se sorprendió a sí mismo cuando intentó apoyarla —. Él no es la definición del amor.
—Eso lo sé, y es lo que intento decirme a mí misma todos los días. Veo a mis amigas y me digo: él no es amor, ellas lo son, y me lo creo. Te juro que lo hago. Pero luego pienso en esa otra clase de amor, ese que estás buscando tú en esta cita, y no puedo quitarme de la cabeza lo que mi experiencia con Christian me enseñó.
》Amar implica entregarle a alguien tu corazón y darle el permiso de romperlo. El problema es que confiamos en que la otra persona lo armará de nuevo, cuando no siempre es así. Yo confié y aqui estoy: deshecha. Mi corazón está roto y, aunque sé que no es así, siento que el error está en mí. Aprendí que amar es culparte a ti misma por las heridas que el otro te causó, solo porque no quieres creer que él lastimó tu corazón.
—Y te da miedo volver a amar a alguien de la forma en que amaste a Christian —entendió Gabe —, comprendo.
—Sí, me da miedo. Creo que primero debo recuperar la confianza en mí, volverme más fuerte, y luego lo intentaré otra vez —tomó un sorbo de su bebida y, tras tragar, continuó —, o quizá no. No le huiré al amor, pero tampoco lo buscaré.
—Sabia decisión.
—También puede ser muy estúpida, si la analísas bien. Aún así, me funciona y la usaré. Echando eso a un lado, estoy bastante bien. Las chicas me han ayudado mucho y organizar la boda de Lili me distrae bastante. Superaré a Chris, de eso estoy segura.
—Me alegra escuchar eso.
Hay guerreros que pelean día a día sin tener un arma en sus manos, tan solo usan la fuerza que obtienen al aguantar el dolor y la usan como escudo contra la crueldad de la vida. Hay luchadoras como Sanne Coleman que muestran otro tipo de belleza del que te quiero hablar: la belleza de la perseverancia; la fuerza de seguir caminando a pesar de querer parar.
Ella era hermosa, sobretodo por esos ojos grises que parecían estar enfocando la cima de una meta lejana. Le faltaba tanto para alcanzarla, pero lo haría. Llegaría hasta el final. Gabe supo en ese momento que la hermosura de Sanne iba más allá de sus labios terracota que besaban de maravilla, de su piel de chocolate claro suave y bonita, o de sus curvas que quitaban aliento. Ser perseverante la hacia bonita y cualquier hombre seria afortunado de introducir esa belleza en su vida.
Cualquier hombre, menos él. Por Sanne sentía admiración, no atracción.
Una vez Sanne respondió su pregunta, el mesero llegó con sus pedidos y se marchó luego de dejarlos en la mesa. De nuevo, el silencio se apoderó del ambiente y comenzó a molestar al narciso. Él tamborileó sus dedos sobre la mesa, jugó con la comida en su plato y desvió la mirada un par de veces hasta que su acompañante lo observó con diversión.
—Supongo que ahora quieres hablar de ti —le dijo ella, sonriendo.
—¡Si! —exclamó él —. Es tan extraño no escuchar una conversación en la que yo sea el tema principal. No me acostumbro, me hace sentir incómodo.
Sanne rió un poco y dejó a un lado sus cubiertos para mirarlo a la cara en lugar de enfocarse en su comida. Gabe era demasiado intimidante para ser cierto, pero una vez que olvidabas sus crudas expresiones llenas de seriedad, era sencillo hablarle.
—Esta bien, hablemos de ti. Para eso estan las citas: para hablar de los dos—dijo ella, sin poner objeción alguna —. ¿Qué tal todo con el proyecto de Cloe?
—Oh, bastante bien —él no pudo contener la sonrisa —. Es decir, no ha tenido muchos avances. No ha podido demostrar que tengo vigorexia, cosa que no es cierta, y mucho menos "curarme". Tampoco está cerca de conseguirme novia, como has podido notar, pero el proyecto va de maravilla.
—Espera, espera —lo detuvo —, ¿dices que el proyecto no ha funcionado en lo absoluto y aún así va de "maravilla"?
—Pues, si.
—¿Por qué te parece que va tan bien, entonces?
Él se detuvo a pensar en lo que Sanne había dicho y se dió cuenta de que tenía razón: el proyecto de Cloe no había tenido grandes avances. Él seguía igual de soltero e igual de musculoso y, aunque su actitud era menos egoísta que antes, seguía siendo un vanidoso de primera. Entonces, ¿por qué sentía que ese proyecto era tan importante en su vida? Ladeó sus labios mientras pensaba, lo cual duró muchos segundos, y al obtener la respuesta dejó escapar una pequeña sonrisa.
—Porque he ganado mucho gracias a ese proyecto —dijo —. Linda, por ejemplo.
—Cierto, ustedes se han vuelto muy unidos.
—Es mi mejor amiga, Sanne. Esa cosa horrorsa es la única en la faz de la tierra que ha intentado comprenderme sin forzarme a cambiar. Mi vida siempre ha estado llena de "deberías ser así..." y de "no hagas eso...", pero con Linda todo cambia.
》 Con ella es más sencillo porque me aconseja sin pedirme que cambie. Sé que no cree que soy perfecto, en lo que se equivoca, pero puedo vivir con ello. Asi que sí, creo que el proyecto es genial porque me dio una amiga como ella.
—Es asombrosa, de eso no hay duda —sonrió Sanne —. Ella y Cloe son las mejores compañeras de piso que existen.
—Cloe...también le agradezco al proyecto por ella.
Más silencio, pero te puedo jurar que ese tuvo un sabor diferente.
— ¿Y por qué por Cloe? —preguntó Sanne, avivando de nuevo la conversación.
— Me acostumbré a estar con ella —él se encogió de hombros y desvió su mirada hasta algún punto en la mesa. Sonrió al pensar en la castaña y en su típico moño que era un completo caos —. Es raro pasar un día sin aguantar una de sus locuras, o ver sus ojos azules, o escuchar sus risas descontroladas. Creo que le tomé cariño.
—¿A sí?
—Sí. Es decir, me saca de quicio el 99% de las veces...
—¿Y el otro 1%?
—Me vuelve todavía más loco —rió —, pero me gusta vivir con esa locura.
Sanne sonrió de lado, hacía años que no escuchaba a nadie hablar de Cloe con el cariño con el que lo hacía Gabe. A ella le tomó unos segundos adivinar lo extraño que era ese tono en la garganta del narciso, o lo nueva que era ese brillo en los ojos verdes del chico. Quizá él único que no se había sado cuenta de ese cambio era él, pues estoy seguro de que tu ya lo habías notado.
—Te gusta vivir con su locura —repitió Sanne, con lentitud —, eso no suena a algo que diría el Gabe que conocí cuando llegue de Londres.
—¿No?
—No. El Gabe de antes diría: "Ugh, pero que chica mas insoportable ¡Has que se largue de mi vida!", o algo similar.
— ¡Es que ella es insoportable! Es la persona más inmadura que conozco, sin mencionar que a veces es muy irritante. Pero no es solo eso. También es divertida ¿La has escuchado reír?
—¿A mi mejor amiga? Si la he escuchado reír varias veces...
—Pues, los hoyuelos que se forman cuando ríe o sonríe son la mejor forma de olvidar las cosas molestas en ella —aseguró Gabe —. Por eso me encanta cuando cuenta un chiste o una broma porque, por lo general, ella es la primera en reírse y así aparecen esos hoyuelos tan...
—¿Lindos? ¿Te parecen lindos sus hoyuelos?
—Pues, sí. Lo son.
—¿Y Cloe? ¿Cloe te parece linda?
Él sonrió con solo pensar en la pregunta ¿Que si Cloe era linda? Pf, ella no tenía ni idea...
—Linda se le queda corta, Sanne. Cloe es hermosa —habló, mirando ese punto en la mesa que seguia sin existir —. Es de las mujeres más hermosas que he visto en mi vida y creo que no lo sabe. Luce camisas de superhéroes como si fueran vestidos de gala y, ¡joder! ¡No me explico como se puede ver tan bien en ellas!
》 Su cabello nunca está arreglado, pero se ve bien en su desórden, y es como si cada caos en ella se mezclara para convertirla en alguien demasiado hermosa. No lo sabe, pero tiene todo el potencial del mundo para dejar babeando a cualquiera.
—¿Incluso a un narciso?
Gabe levantó la mirada con una rapidéz récord al escuchar lo que Sanne dijo. Se encontró con la sonrisa cómplice de la morena, y esos ojos grises divertidos que parecían decir: "sé lo que tu no quieres admitir". El corazón del chico subió hasta su garganta, utilizando sus palpitaciones aceleradas para escalar ¿Por qué de repente tenía miedo?
—No sé a qué te refieres —le dijo. Y, en verdad, no sabía a qué se refería.
—Gabe, no soy experta en este tema —habló su acompañante —, pero creo que te gusta Cloe.
—¡¿Qué?! —exclamó Gabe, casi espantado.
¿Él enamorado de Cloe? ¡Por favor! ¡Eso era imposible! Ella era demasiado...demasiado...¿demasiado, qué?
Se había quedado sin pretextos para no relacionar a Cloe con los latidos de su corazón.
—No me gusta Cloe —intentó convencer a Sanne y a sí mismo con esa sencilla oración —. Solo creo que es bonita, divertida, única, especial...solo eso.
—Solo eso —Sanne alzó una ceja en su dirección y se cruzó de brazos —. A ver, repite eso una vez más.
—Creo que es bonita, divertida, única, especial... —repitió, intentando escapar de los ojos de Sanne.
—Otra vez.
—Es bonita, divertida, única, especial...
— Otra vez, y ahora mírame a los ojos.
— Ella es...
Le había dicho a su reflejo que Cloe era bonita, divertida, única y especial un millón de veces, pero nunca se lo había dicho a nadie a parte de un cristal. Su lengua se travó en el instante en el que intentó hablar, su estómago comenzó a sentir unas insoportables cosquillas que no sintió frente al espejo. Los ojos de Sanne eran demasiado sinceros y le estaban exigiendo que le contara la verdad
¿Y cuál era esa verdad?
Cloe era bonita, a él siempre le gustó como se veían sus ojos, sus hoyuelos, sus curvas, todo le parecía precioso viniendo de ella. Era divertida, aunque su inmadures lo sacaba de quicio en ocasiones, no podía negar que se reía mucho con ella. Era única, ¿dónde más se podría encontrar a una friki como esa? Y era especial...
Por el simple hecho de ser ella.
El nudo en su garganta se eliminó, sus cosquillas cesaron y su corazón pasó de aferrarse a su garganta a caer en picada hasta su pecho una vez más. Todo eso ocurrió cuando se dió cuenta de que en su espejo nunca pudo ver la verdad que vió en los ojos de Sanne. Su reflejo no le advirtió lo que estaba ocurriendo.
—Cloe es bonita, divertida, única, especial —repitió —; es más que eso ¡Es como mil cosas más! Y...
— ¿Y?
— Y...—tragó saliva con dificultad —. Creo que me gusta.
Los latidos acelerados regresaron, su corazón se volvió a acelerar, el cosquilleo inició una vez más ¡Lo había dicho! ¡Lo admitió! La casamentera de ojos azules le gustaba, ese caos tan hermoso terminó por enamorarlo. Sanne amplió su sonrisa, si tan solo ese gesto hubiese tranquilizado a Gabe.
Pero no fue así.
—Mierda —soltó —, me gusta...
— Sí, te gusta alguien que no es tu reflejo —aplaudió ella, contenta —. Debes sentirte orgulloso.
—Me sudan las manos...
—Si, según Cloe, eso suele pasar cuando admites estar enamorado. Ella tiene toda una lista de eso, yo no me la sé bien. Puedes preguntarle a Derek...
—Sanne, no necesito saber eso. Lo que quiero saber es, ¿qué hago ahora? ¡Me gusta mi casamentera!
—¡Abre los ojos, grandulón! ¡Ella no es casamentera! —le gritó ella de vuelta —. Si esa era tu mayor preocupación, ya te la quité. Ahora puedes reformular esa oración: te gusta una chica increíble, maravillosa, única...
—No sigas describiendola, por favor. Pienso en ella y...esto no es lindo.
Sanne soltó una pequeña carcajada y lo miró con cierta ternura. Colocó sus manos sobre la mesa y las extendió para darle a entender que las tomara. Él lo hizo, sintiéndose derrotado ¿Dónde estaba su fuerza? ¿Dónde estaba su valentía?
—Tranquilo, grandulón. A todos les da miedo eso que estás sintiendo —ella le sonrió en forma de apoyo.
—Yo no debería sentir miedo —habló él —. Se supone que soy fuerte.
—¿Y cómo se supone que usarás esa fortaleza si nunca tienes miedo, genio? El temor está para eso: para volvernos más fuertes. Esto te está dando mucho más que solo músculos.
Lo que decía Sanne tenía sentido, pero no podía creerle del todo; no cuando aún seguia en shock por lo qur había admitido.
—¿Qué hago, Sanne? —le preguntó, confundido.
—Ahora, terminar tu comida. Se va a enfriar y nos salió muy cara como para desperdiciarla —ella soltó sus manos y volvió a tomar los cubiertos —. Respira, tranquilizáte, y luego sabrás qué hacer. Te lo aseguro.
—Esta bien, esta bien —dijo él, intentando seguir sus indicaciones —. ¡Dios! En verdad lamento esto, Sanne. Se suponía que era una cita; en una cita no escuchas al otro hablar de la mujer que le gusta...
—¡¿Estás bromeando?! Gabe, no habia escuchado a nadie hablar de Clo con la dulzura con la que hablaste tú. Te gusta mi mejor amiga y el que lo confesaras hizo de esta una cita perfecta.
》Asi que guarda tus "lo siento", por favor.
De alguna manera, logró calmarse con los consejos de Sanne. Le devolvió la sonrisa que la morena le dedicó y decidió transformar esa situación en un escándalo. Le gustaba Cloe, esa chica que lo sacaba de quicio, esa mujer que parecía una niña inmadura, esa loca que no se parecía en nada a él...estaba cayendo por ella y no veía forma de escapar de eso.
—Oye, Sanne —él llamó la atención de su acompañante —, ¿qué quisiste decir cuando me gritaste que Cloe no es casamentera?
—Justo lo que escuchaste —explicó la morena —, ¿o en serio crees que alguien profesional planearía una cita como esta?
—No estuvo tan mal —él se encogió de hombros.
—Para nada, grandulón. Te lo repito: fue una cita perfecta.
Y te lo volveré a escribir solo porque sé lo difícil que es para ti aceptarlo: la perfección tiene significados diferentes. Para Sanne, perfección era la felicidad de sus amigas. Para Gabe, perfección era él...
Pero Cloe estaba bastante cerca.
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