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Capítulo 42

¡No toques a Jace!
11 de junio

7:00 pm

El cumpleaños número veinte de Linda Riddle fue la primera vez que organizaron una fiesta en su honor. Por más pequeña que resultó ser, ella logró experimentar la alegría de soplar las velas en su torta de chocolate como nunca antes lo habia hecho pues, luego de diecinueve intentos, la horrenda mujer desesperada por encontrar amistad no deseó encontrar un amigo.

Porque ya habia encontrado no solo a uno, sino a varios.

Recibió más regalos de los que pudo esperar: Dos vestidos por parte de las hermanas Stewart y un par de collares que Derek le entregó confesando que él no los había escogido, Lili tenía todo el mérito de ese obsequio; también recibió un bonito cuadro hecho por la artista. Dalia y Don no le dieron nada material, pero se encargaron de preparar cada alimento que ingirieron esa noche, incluido el pastel.

Sanne y Cloe decidieron darle un regalo necesario a su compañera de hogar: un par de fotos con ellas tres juntas; las primeras fotografías que las viejas paredes de esa casa de playa vería con la cara de Linda sin estar cubierta. Por otro lado, su mejor amigo olvidó su cumpleaños...pero cuando se lo recordaron corrió hasta la librería y le compró más de diez libros sin importar qué tanto costaron. Fue suficiente para que ella lo perdonara.

Después de todo, conocía la naturaleza de su amigo. No le importó que lo olvidara, más bien agradeció que intentara enmendarlo.

Pero, sin duda, el mejor regalo que ella recibió fue el de Aviv. Fue algo íntimo, privado, y que solo Linda tendría el derecho de recordar. Jamás había escuchado a Avi cantar hasta que él le dedicó esa canción en la mañana de su cumpleaños; canción que él mismo escribio para ella. Resultó el obsequio perfecto, pues aún repetía la melodía dentro de su horrenda cabeza.

Eran obsequios asombrosos, pero el regalo más significativo para aquella chica asquerosamente fea fue sentirse amada...no sentirse sola.

— ¿La estás pasando bien? —le preguntó Lilian, con una sonrisa amable.

— ¡Mejor que bien! —exclamó la cumpleañera luego de tragar el pastel en su boca —, no saben cuanto les agradezco esto. En...en realidad no tenían que molestarse.

— ¡¿Cómo que no?! —exclamó Silvana —, Linda, ¡es tu día! ¡¿Cómo no ibamos a celebrar el que ya eres toda una adulta?!

— Concuerdo con Sil —agregó Derek, observándolas junto a Lilian —. No había forma en la que no celebraramos.

— Son tan amables...—habló Linda —. No me merezco todo esto.

— Claro que no —Avi le sonrió con cariño tras rodear su cintura con un brazo —, tu mereces algo mejor, pero esto fue todo lo que pudimos hacer.

Ella se sonrojó al instante y, en lugar de cubrirse, besó la mejilla de su novio. Era extraño no sentir verguenza ante el color de sus mejillas, pero ella comenzaba a creer que lo extraño tenía más sentido de lo que alguna vez consideró.

— Oh, son tan lindos —suspiró Sanne, quien desvió su atención de las caricias que le propició a Loto para verlos.

— Vaya, ¿quién diría que Sanne estaría suspirando así por esta parejita? —rió Sam —. No te creí idealista del amor, amiga.

—No lo soy pero es que, ¡joder, son muy tiernos! No me lo pueden negar.

— No diría que son tiernos —Gabe se encogió de hombros —, nada con Linda puede ser tierno.

— Gracias, fenómeno —Linda volteó los ojos para luego reír en dirección a su amigo —. Yo también te quiero, tonto.

Todo parecía estar bien...incluso mejor que bien. Habían risas, sonrisas, y todos esos derivados de la felicidad que esa vieja casa cerca de la costa se había perdido durante años. Ese grupo de amigos en particular se caracterizaba por la cercanía entre ellos. Les gustaba estar juntos, reunirse, pues se sentían parte de algo más grande y más fuerte que la soledad. Se sentían parte de una pequeña familia.

Gabe se sorprendió a sí mismo al darse cuenta de que se sentía igual que ellos. Antes de notarlo, estaba riendo junto con las hermanas Stewart, charlando con Aviv y con Sanne, e incluso bromeó con Derek, ya había olvidado que en algún momento lo odio. Lo más extraño de todo era que todos ahi le agradaban.

¿Desde cuando a Gabe Bacher le agradaba alguien a parte de su reflejo?

No habia notado el cambio que se había apoderado de su vida hasta ese momento, en el que su risa se originó desde lo más profundo de su estómago hasta llenar el aire a su alrededor de esa risa que tanto le gustaba a Cloe. Y hablando de su casamentera, ella no se había alejado de Jace en toda la velada. Levantaba la mirada de vez en cuando, reía ante algunas cosas que escuchaba, pero la verdad era que estaba demasiado sumida en lo que anotaba en su bitácora como para centrarse en el cumpleaños de Linda.

Se enfocó en la forma en la que la castaña arrugaba su frente y sacaba la punta de su lengua mientras pensaba en lo que escribía. Una ligera sonrisa se apoderó de los labios del narciso, casi le parecía encantadora la forma en la que ella soltaba pequeñas expresiones en dirección a Jace. Decidió acercarse hasta el viejo sofá en el que la bitácora y Cloe reposaban. Quizá se sentó demasiado cerca, o quizá solo era la primera vez que lo notaba, pero le sorprendió reconocer que un ligero pero dulce aroma provenía de su casamemtera.

Cloe olía a chocolate y a fresas. Era imposible detestar ese aroma...

—¿Cómo es que, con cada segundo que pasa, tú te ves cada vez más loca? —le preguntó, tras darle un trago a su bebida.

Ella alejó su atención de Jace y volteó a observarlo. Aún le parecía que todo en Gabe resultaba brusco, e incluso un poco intimidante. Cada pequeña expresión, incluso si intentaba mostrar dulzura, era ruda y dura. Sin embargo, sus ojos eran una cosa imposible de clasificar.

No eran tiernos, no eran crueles, solo eran reales; tan reales como las cosas más bellas y más feas del universo...

—La locura es como una enfermedad, con el tiempo se hace más fuerte y más dificil de curar —le dijo, con una sonrisa —. ¿Sabes qué otra cosa ocurre con una enfermedad?

— Mhmm...—él la miró, con cierta diversión —. No lo sé, ¿que hay gérmenes molestos?

—No —ella sonrió —. Como toda buena enfermedad, la locura se contagia.

—Oh. En ese caso, debería alejarme de ti.

—Aqui entre nosotros, creo que ya te contagie. Estas loquito, ¿lo sabias?

Los ojos verdes de Gabe brillaron con un toque de diversión. Sabía que él estaba lejos de ser tan demente como Cloe, ¿pero por qué contradecirla, cuando sus hoyuelos se veian perfectos de la forma en la que estaban en ese momento?

—Y bien —comenzó él, sin querer negar o aceptar su locura —, ¿qué escribes?

—Letras —soltó ella, cerrando a Jace.

—Lo sé, ¿pero qué dicen esas letras?

—Palabras.

—Cloe...

—Bien, bien —ella soltó una pequeña carcajada y dejó a Jace sobre la pequeña mesa para café. Él dejó el vaso con su bebida y se enfocó solo en Cloe—. Son palabras que forman oraciones que dicen cosas que no te incumben. Consideralos secretos entre Jace y yo; secretos que no pienso contarte.

Cloe no parecía pertenecer a esa clase de personas que guardan secretos. Quizá el único que Gabe consideraba real en ella era el que se escondía en la profundidad de sus azules ojos. Era un secreto que ni siquiera ella sabía que existía, asi que nadie sabía que se camuflaba en su mirada vibrante y llamativa. Aún así, sus pupilas guardaban con recelo la razón por la cual su narciso no podía apartar sus ojos de los de ella.

Era como un imán, y cuando la observaba Gabe sentía que sus músculos estaban hechos de metal; es imposible que el metal se recista a la atracción de un imán como.

Asi que sí, la razón de ese magnetismo debía ser el único secreto que alguien como ella podía guardar ¿Un secreto entre ella y su bitácora? Se oía tan falso que Gabe no le pudo creer. No obstante,  la curiosidad logró invadirlo al pensar que lo que estaba ahí escrito hablaba sobre él ¿Cuántas veces estaría escrito su nombre dentro de esa carátula ligeramente desgastaso? ¿Qué pensaba Cloe al escribir esas letras, que juntas formaban la palabra narciso en una hoja? ¿Cuántas oraciones había formado con él en su mente?

Si la locura es una enfermedad, la curiosidad es un virus que se apodera de nuestros cuerpos haciendo que vibremos al compás de las dudas. Gabe podía sentir esa vibración y quería calmarla, así que tomó a Jace sin previo aviso e intentó leer sus páginas.

—¡Hey! —Cloe se alertó al instante y se abalanzó sobre él, intentando recuperar a su bitácora en vano —, ¡No toques a Jace!

A pesar de que puso su mayor esfuerzo al intentar luchar contra la fuerza de Gabe, ella no logró arrebatarle a Jace de las manos. Para sacárcela de encima, el narciso se levantó del sofá, empujándola con una ligeresa que su brusco cuerpo no esperó a tener. Sin perder el tiempo, ella se puso de pie e intentó recuperar su bitácora. Claro que su esfuerzo resultó inutil pues Gabe extendió su brazo para que alcanzarlo le resultara imposible a la chica.

—¡Gabe, devuélvelo! —le exigió ella, dando saltos para intentar recuperar el libro.

—Solo quiero leer unas cuantas páginas —le dijo él —, ¿hay algún problema con eso?

—¡Si! ¡Ni se te ocurra leerlo!

Él soltó una carcajada, aumentando la furia de la castaña cuyo moño se había desatado debido a los saltos. Su cabello seguia siendo el mismo desastre de siempre, solo que ahora estaba suelto. Lo que no esperó nadie, ni siquiera este poco humilde narrador, fue ver a Gabe corriendo de Cloe mientras reía. Él fue el que empezó esa persecusión a pesar de lo inmaduro que podía resultar esa situación, fue él quien llenó el ambiente de carcajadas mientras que ella solo se molestaba más y más por ese comportamiento tan...tan...infantil.

—¿Qué está pasando? —preguntó Don al verlos corretear por la sala de estar. Todos estaban igual de confundidos con la situación, incluso Loto soltó un pequeño ladrido y se acercó más a su amo, dando a entender que incluso el labrador estaba un tanto asustado ante todo eso.

—¡Él no me quiere devolver a Jace! —exclamó Cloe, sin detener su carrera.

—Déjame leerlo y te lo devolveré —Gabe intentó persuadirla, pero solo logró aumentar su furia.

—¡Ni lo pienses!

La persecución continuó y las miradas de sus amigos los siguieron hasta que, entre tanto correr, Gabe salió por la puerta trasera de la casa seguido por Cloe. La desesperación comenzaba a apoderarse de ella. Lo que había en ese libro era algo tan intimo que ella no podía permitir que otros ojos, a parte de los suyos, lo leyeran. Al abrir esa bitácora, el narciso no solo leería las letras, palabras y oraciones dentro se Jace. No. Él leería a Cloe.

Y ella no estaba lista para que los mosaicos dentro de los ojos de Gabe conocieran el lado suyo que Jace conocía.

Del suelo de la casa, pasaron a la arena que se exparcía a lo largo del patio trasero. Cloe estaba cansada, demasiado. Entre jadeos, recordó que la resistencia de Gabe era practicamente absurda y que la suya estaba lejos de acercársele. Se detuvo en un momento y tomó largas respiraciones que parecían no poder saciar su falta de oxígeno.

El narciso notó que ya no lo seguian y se detuvo. Volteó para ver como Cloe retomaba el aire y consideró ese el momento perfecto para calmar su curiosidad. Comenzó a abrir aquella bitácora que teníaa más que simples notas, aunque solo llegó a observar una de las páginas en blanco del final, pues terminó en el suelo arenoso antes de poder notarlo. Le tomó unos segundos darse cuenta de lo que había ocurrido: Cloe se había lanzado sobre sus hombros, y ahora ella estaba sobre él luchando por Jace en la arena blanca de la playa.

—Dime que no leiste nada —soltó ella —, ¡Jurame que no leiste nada!

— ¡¿Cloe, podrías calmarte?! —exclamó él, intentando librarse del poco peso de Cloe sin lastimarla. No lo logró, así como ella no logró recuperar a Jace.

—¡Devuélvemelo! —ella se escuchaba desesperada, en serio necesitaba su bitácora —. Por favor, regrésame a Jace.

Él pudo escuchar todos los insultos que le gritó su propio subconciente cuando el puchero de Cloe provocó un pequeño crujido en su corazón. El labio inferior de la chica comenzó a temblar y él se sintió más débil que nunca. Tragó saliva, intentando tragarse con ella el nudo que se había formado en su garganta. No funcionó, asi que terminó por entregarle a Jace como prueba de que se había rendido.

Era débil por el puchero de Cloe Nicols.

Con el libro en sus manos, Cloe se levantó de Gabe y se sentó en la arena. Gabe se sentó junto a ella y la observó abrazar a Jace contra su pecho. Se le veía afectada, como si hubiese estado a punto de perder una parte de ella y recién la recuperaba ¿Por qué tanto alboroto? ¡Era solo un cuaderno desgastado!

—¿Estás bien? —le preguntó él. Pudo jurar que incluso vió sus ojos azules cristalizarse.

—¡¿Cómo voy a estar bien?! —exclamó ella —, ¡Me quitaste a Jace!

—Es solo un libro...

—Por favor, dime que no leiste nada.

— ¿Y qué si lo hice? ¿Por qué tanto drama por un simple cuaderno?

—Porque...

Ella tragó saliva, ¿qué se suponia que iba a decir cuando ni siquiera estaba cien porciento segura de todo lo que estaba sintiendo en ese momento? Sabía que no queria que él leyera a Jace porque eso implicaría que descubriría todo lo que ella pensaba, en especial sobre él. No le queria dar a Gabe el poder de conocerla de ese modo, le daba miedo ¿Pero cómo le decía esa verdad sin confesarle lo aterrada que estaba? ¿Cómo?

Y, por supuesto, ella encontró una loca manera de hacerlo:

—Porque para mi Jace no es solo un libro —habló —, es una persona. Es mi mayor confidente y lo que escribo en él es su historia, sus pensamientos, su vida. Si lo lees seria como invadir la privacidad de alguien porque sus pensamientos se volverán parte de los tuyos. Lo matarías, sin pensamientos propios él ya no seria alguien.

》Y sin él, yo no sabría que hacer.

—Pero esos no son sus pensamientos —dijo él, observando toda la arena en el cabello de Cloe. Seguro el de él estaba igual, se revolcaron demasiado por la playa —, son los tuyos.

—Jace es una persona y es un pedacito de mi también. Somos uno y al mismo tiempo somos dos. El vive por mi y yo vivo por lo que escribo en él. Lo que le confiezo es algo que ni yo sé hasta que lo anoto en sus hojas. Por eso digo que tiene vida propia, él me obliga a desahogarme.

—Lo que dices son locuras.

—No, no lo son. Todos necesitamos aferrarnos a algo. Tú te aferras a ti mismo y a tu fuerza bruta, yo me aferro a Jace y a la poca humanidad que tiene. No me juzges por creer que las letras dentro de él son las venas que lo vuelven humano porque tu haces algo parecido con tu reflejo: le pones alma a un espejo para no sentirte solo e incomprendido.

Y por un momento, sus palabras dejaron de parecerle una locura. Miró ese libro en las manos de Cloe y le encontró sentido a que ella lo comparara con una persona ¿Qué tan lejos estaba esa bitácora de ser alguien, cuando los humanos tambien somos esas letras que se unen para contar nuestra vida? ¿Qué tan loco era ponerle alma a algo contad de no sentirse solo?

Quizá Cloe acertó: él ya estaba loquito.

—Se sincero —le pidió Cloe —, ¿leíste algo?

—No —respondió él —, solo vi una de las páginas del final. Estaba en blanco

—Eso es peor. Es como si hubieses visto su futuro, y nadie deberia tener el derecho de ver el futuro de alguien antes que esa persona.

—Si te hace sentir mejor, no lo volveré a hacer.

Ella ladeó su cabeza y transformó su puchero en una sonrisa. Resultaba bastante conveniente la forma en la que sus hoyuelos realzaban cada pequeño detalle de su rostro. Eran, sin duda, lo más bonito que tenía Cloe.

—Gracias, Gabe —dijo ella con dulzura, pero él arrugó su frente al instante.

—¿Podrías no llamarme así? —le preguntó él.

—¿Cómo? ¿Gabe? —ella alzó una ceja en su dirección —, pero si asi te llamas.

—Si, pero me acostumbré a que me llames narciso.

—Creí que odiabas que te llamara así.

—Lo detesto, pero se hizo usual escucharlo. A este punto, odio y amo que me llames narciso.

—Eres tan raro, narciso —aseguró ella, sonriendo aun más.

—Creo que eso tambien se contagia —dijo él, encogiéndose de hombros.

El sonido del mar los distrajo de la conversación y dejó en el olvido todos esos secretos que guardaba Jace. Terminaron observando los colores que poco a poco morían en el atardecer. Rojo, naranja, azul, violeta, todo perfectamente mezclado en un matiz que se veía como recuerdo. Fueron cinco los segundos en los que ella volteó a ver el perfil de su narciso, fueron seis los que él utilizó para mirarla a ella. Ambos enfermos de locura fingieron que el encuentro de sus miradas fue algo accidental, pero la parte más humana de Jace, que estaba formada por los pensamientos de Cloe, sabía que ese pequeño encuentro fue un pequeño grito sobre la verdad.

Ese fue el primer atardecer que vieron reflejado en los ojos del otro, y el último en el que Linda Riddle soplaría las velas de su tarta de cumpleaños con una sonrisa tan amplia como las oraciones que esa bitácora guardaba en nombre de Gabe Bacher.

Claro que esto solo lo sabemos tú y yo. La verdad, entre los dos guardamos más secretos que Jace ¿Y te digo algo? Esas palabras que resguardamos en las puntas de nuestras lenguas nos vuelven más humanos.

🌻

12:10 pm

A partir de las 11pm, la desesperación de Cloe paso de ser por defender a Jace, a defenderse a sí misma del insomnio que la atormentaba. Solo podía pensar en uja cosa; mejor dicho, en una persona. Fueron cinco los segundos qur utilizó para ver el atardecer encerrado en los ojos de su narciso, cinco jodidos segundos que se repetían en su subconsciente y no la dejaban dormir. Daba vueltas en la cama, tratando de marear la visión de ese verde envolvente que no le proporcionaba ni un minuto de calma.

En el momento en el que supo que su insomnio tenía nombre y apellido, se asustó. Recordó que él solo quería ser llamado como una flor y borró aquello de su mente, pero se volvió a asustar cuando recordo que esa era la flor de los nuevos comienzos ¿Su insomnio tenia el nombre de un inicio inesperado? Al final, solo pudo llegar a una conclusión:

Necesitaba encontrarle novia a Gabe Bacher.

Si, si, si, y mil veces más si. Era momento de encontrar una chica capaz de lidiar con toda esa montaña de egocentrismo y musculatura. Debía ser alguien linda, madura y capaz de sacarle esa obsesión de la fuerza de la cabeza. El problema era, ¿quién podría ser esa chica? Pensó y pensó, dió
tantas vueltas hasta que se mareó. Al final, terminó por soltar un bufido y se levantó. Tanto pensar le secaba la garganta, mejor iría a tomar un vaso de agua.

Se levantó de la cama pensando en Gabe, caminó hasta la cocina pensando en Gabe, se asustó al ver a las hermanas Stewart y a Sanne sentadas en el comedor y aún pensaba en Gabe ¡¿Cómo se lo quitaría de la cabeza?! Pues, ni yo lo sé.

— ¡Sh, Cloe! —le reclamó Sanne —, despertarás Linda, Loto y a Aviv.

—Claro, a mi casi me da un infarto y lo importante es no despertarlos —soltó ella, observando toda el agua que había caido al suelo por su salto —, recuérdame no llamarte cuando esté a punto de morir y necesite ayuda, Sanne. Podría despertarte y eso seria un problema.

Sanne le lanzó un beso en el aire y las hermanas Stewart rieron al ver como Cloe rodaba los ojos. La castaña terminó por reír y se sentó junto a ellas en la mesa del comedor. Aunque Gabe seguia en su mente, se dedicó a observar a las tres.

—Y bien —habló ella —, ¿qué hacen las tres aquí?

—Planeando los últimos detalles de la boda de nuestra hermanita —respondió Sil con emoción —, ¿puedes creer que solo falta una semana?

—¿Una semana? —Cloe se mostró sorprendida al instante —. Dios, no falta nada.

—No, pero ya esta todo casi listo —aseguró Sam —, los invitados están avisados, las flores encargadas, el pastel decorado, el vestido de Lili le queda de maravilla y gracias a Sanne tenemos lugar.

—¿Recuerdas que la primera cita de Lili y Derek fue en una azotea? —le preguntó Sanne a Cloe.

—¿Cómo olvidarlo? —la castaña rodó sus ojos y luego sonrió con diversión —, cuando Lili nos lo contó corrí a golpear al nerd ¿A quién se le ocurre tener una cita en una azotea en Detroit? ¡Es hipotermia segura!

—Pero una boda en la azotea en un hotel playero en Los Angeles es todo lo contrario, ¿no lo crees? —Sanne le sonrió orgullosa y Cloe la miró con impresión—. Conseguí el lugar gracias a uno de los chicos con los que salí. Sam se encargó de todo lo referente a comidas e invitados y Sil ha hecho todo lo posible para que las damas de honor, el novio y la novia nos veamos increíbles.

—Será la boda del siglo —aseguró Samara —, lo que no puedo creer es que yo planifiqué parte de ella. Soy más la clase de chicas que se vuelven locas en las recepciones, no las que las planean.

—Las tres hacemos un gran equipo —sonrió Sil.

—De eso no hay duda —aseguró Sanne.

La morena no podía negar que la herida que Christian había dejado en su pobre corazón seguia doliendo, pero planear la boda de una de sus mejores amigas resultó mejor distracción que ahogar sus penas en chicos. Siempre se llevo muy bien con las hermanas Stewart, pero gracias a esa experiencia juntas podía decir que las apreciaba aún más. Compartió muchas experiencias con ellas que lograron que el dolor se le olvidara de a ratos.

Ella lo estaba intentando, pero olvidar no era fácil ¿Qué ocurriría luego de que la boda acabara? ¿Con qué se distraería Sanne?

—¿y tú? —preguntó la morena observando a su amiga —, ¿qué haces despierta?

—No podía dormir asi que vine por el vaso de agua que me hiciste derramar —señaló Cloe.

—¿Qué te mantiene despierta? —preguntó Sanne, alzando una ceja —. Te conozco, tienes esa mirada que dice que estás pensando demasiado...en alguien. La duda es, ¿quién está en tu cabeza, Clo?

Cloe sonrió de lado ¿Existían premios para esas amigas que simplemente no podían ser mejores? Porque Sanne merecía no solo uno, sino como tres millones.

—Necesito conseguirle novia a Gabe —soltó Cloe, confesando la razón de su insomnio.

—Has necesitado hacer eso desde que le mentiste sobre ser casamentera —señaló Sam —, no es nuevo.

—Es diferente —confirmo la castaña —, ahora es indispensable conseguirle pareja al narciso.

—¿Por qué? —preguntó Sil.

—Porque necesito que alguien lo aleje de su vigorexia. Necesito que se enamore de alguien que lo ame por ser Gabe y no por ser fuerte. Solo así él entenderá que conseguir músculo no es tan necesario y ¡Bum! No tomará más esteroides, dejará de hacer tantas pesas y yo habré cambiado el mundo.

El plan de Cloe era sencillo, el problema era encontrar a una chica capaz de aguantar a un chico que veía más encanto en su reflejo frente a un servilletero que en una mujer atractiva. Ser casamentera sonaba fácil, pero la protagonista de la historia que te estoy dedicando descubrió que jugar a ser cupido tiene sus dificultades.

—Me parece tan absurdo el que creas que una novia lo curará —Sam rodó sus ojos en dirección a Cloe —. El amor no es medicina, Clo. Al menos no una real.

—Más bien, debería haber una cura para el amor —suspiró Silvana, apoyando su mentón sobre la palma de su mano —. Mejor no dejes que Gabe se enamore porque luego terminará como yo: sola, triste, y llorando por el amor de mi vida que ni siquiera forma parte de mi vida.

—¿Nicolas sigue sin prestarte atención? —preguntó Cloe.

Silvana negó con la cabeza y volvió a suspirar. Con solo ver su cara, Cloe agradeció el nunca haber amado a alguien con la intensidad en la que Sil amaba a Nick. Entregarle tu corazóna a alguien más no se veía lindo, se veía doloroso. Dirigió su mirada a Sanne, ella suspiró también.

Había tanto sufrimiento encerrado en la palabra "amar"...

—Concuerdo con Sam, tener novia no sanará a Gabe —dijo Sanne, jugando con su dije de margarita —. Pero creo que él necesita una experiencia bonita luego de tantos rechazos. Al pobre lo han dejado solo tantas veces...quizá por eso cree que debe amarse a sí mismo, porque ninguna chica se ha dado la oportunidad de amarlo.

—¿Y dónde consigo a una mujer que lo ame? —preguntó Cloe —. Chicas, siento que me quedo sin opciones.

—Gabe es demasiado difícil, conseguirle una cita perfecta será imposible —opinó Sam —. Mejor enseñale primero a comportarse en una cita en lugar de saltar de una a buscar al amor de su vida.

—Ya hice eso —dijo Cloe —, en una sesión.

—¿Y puso en práctica lo que aprendió? —preguntó Sil, a lo que Cloe negó.

—Creo que lo mejor que puedes hacer es conseguir a una chica paciente capaz de manejar una especie de "cita prueba" con él. Regalalé una experiencia bonita, pero no lo condenes a buscar el amor de su vida cuando ni siquiera sabe porque está buscando.

》Él necesita claridad, pero no la obtendrá mientras sus únicas experiencias en citas sean abandonos. Busca a alguien que le enseñe la cara bonita de salir con alguien y quizá así él deje de enfocarse tanto en sí mismo y empiece a enfocarse en los demás.

Para cuando Sanne terminó de hablar, Cloe estaba sonriendo y con una idea fresca en su mente que moria por anotar en Jace. Su amiga se dió cuenta de esa mirada de psicópata y sintió un poco de pánico. Conocía muy bien esa expresión, nada bueno podía salir de eso...

—¿Por qué me miras así? —preguntó.

—¿Tienes algo que hacer mañana por la noche, amiga?

Asi fue como otra de las hojas blancas de Jace se llenó con una de las ideas más descabelladas jamás ideadas. Las palabras volvían a esa bitácora un poco persona ¿Y sabes de qué estaba hecha su alma ficticia? De todas esas oraciones que Cloe escribió pensando en Gabe...

Una de las cosas que he aprendido gracias a este libro es que la locura de los personajes es proporcional a la del escritor (y ya no se si hablo de Jay o de mi) ¿Quién diría que un personaje puede ser un libro y que de hecho me guste tanto hablar sobre él? Quizá estoy loca, y como la locura se contagia y ustedes estan leyendo esto, también están dementes.

Ok admito que esto está resultando demasiado diferente a lo que creí que sería Narciso 🤣

En fin, espero que les esté gustando esta locura porque les dedico mi demencia con todo el amor del mundo. Pasaba para disculparme por la tardanza (me consumen en exámenes). Intentaré publicar más, solo tenganme un poquito de paciencia.

Chaíto, se les quiere❤

Pd: ¿Qué tal sus días? Siento que en estas notas de autora siempre hablo de estúpideses y no sé, esta vez quiero hacer algo útil y preguntarles qué tal va todo en sus vidas jajajajja



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