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Capítulo 41


Esos momentos...existen
2 de Junio

8:30 am

Sé que no me vas a creer cuando te diga lo que quiero decirte. Después de todo, ¿cómo podrías hacerlo luego de todo lo que has sufrido? ¿Cómo es que yo puedo pensar esto a pesar de todo lo que me duele respirar? No sé porque lo hago, quizá porque te tengo a tí.

Y tú me haces pensar que mi teoría de que los momentos en los que olvidas la tristeza, y los demonios de la depresión se callan, es cierta. Esos instantes...si existen.

Te lo juro por cada hueso de mi debilucho esqueleto que esos momentos llegan, y lo hacen como un soplo de aire que refresca un alma adolorida. Te lo juro por cada lágrima que se ha derramado en el mundo, pero sobretodo por las mías. Es posible olvidar lo dolorosa que es la realidad, solo necesitas a un alguien que domine bestias tan feroces como las que habitan en las mentes golpeadas.

Linda estaba justo en en ese momento. Acurrucada en los brazos de Aviv, olvidó que alguna vez vivió por las voces de demonios depresivos y se convenció a sí misma que vivía por la respiración de él. Por más suaves que resultaban las sábanas sobre ella, no eran la razón de su comodidad. El culpable de eso era un chico de cabello caoba que olía a vida y que se veía como felicidad ¿Quién lo diría? Al parecer, un corazón marchito puede encontrar fuerzas para latir por la persona indicada.

Como si la cercanía fuese un delito, ella se acurrucó aún más a su lado. Él no se lo impidió; nunca se lo impediría. Los ojos de Avi estaban cerrados, pero no estaba dormido. Desde que encontró a una chica que encajaba con él de una forma de ensueño, le resultaba difícil dormir. No queria sueños mejores que esa realidad, así que si cerraba sus ojos era para engañar a su subconciente y obligarlo a verla a ella incluso mientras dormia. Sonrío y, como si se tratara de un virus, su sonrisa se le contagió a ella.

— Bonita sonrisa —soltó Linda, trazando patrones de caricias sobre el pecho de Aviv.

No se sorprendió al sentir la mano de Aviv tantear hasta encontrar sus labios, él tenía una forma partícular y única de ver. Sonrió más a propósito, quería que él sintiese toda la felicidad que estaba experimentando con ese simple tacto. No le importaron sus cicatrices porque esos momentos en los que olvidas todo...si existen.

— La tuya no solo es bonita —dijo Avi, sin apartar las manos de los delgados labios de su novia —, es hermosa.

— Solo dices eso porque nunca te has visto sonriendo. Créeme, le ganas a cualquiera.

— ¿Y tú? ¿Te has visto a ti misma sonriendo?

Y no, no lo habia hecho ¿Cómo iba a verse al espejo mientras sonreía? ¿Acaso eso era posible? Nego levemente, lo que hizo que Aviv la apretara más contra su cuerpo.

— Supongo que somos dos ciegos —soltó él, dejando un beso en la cabeza de la chica que lo tenia loco. Olía a flores, aunque no sabia exactamente a cuales.

— No soy tan ciega como me gustaría — suspiró ella —. Hablando de ceguera, Avi...quería hacerte una pregunta.

Ella se enderezó en la cama, por lo que debió cortar la cómoda cercanía en la que se habían sumergido. Aviv abrió los ojos, a pesar de que no había diferencia entre la oscuridad que veía con sus parpados cerrados y la que observaba cuando estos estaban abiertos. Linda peinó con sus dedos el cabello despeinado de su novio, pero las hebras caoba brillante no hicieron caso a los deseos de la chica y terminaron por verse aún más despeinados. Ella aumentó el tamaño de su sonrisa...

Y luego recordó el cosquilleó en su estómago que solo podía significar una cosa: estaba nerviosa.

— Estuve leyendo...

—Qué raro —rió Aviv —, ¿y ahora quien te hizo llorar, mi amor? ¿Poe, o Shakespeare?

— Jamás lloraría por los versos de Shakespeare —Linda arrugó la nariz, con cierto disgusto —, creo que está sobrevalorado.

— ¿Qué cosa en este mundo no lo está?

Touché, Everton.

— Y bien, ¿que leíste?

Linda mordió su labio deforme y lo observó. Tenía miedo de la reacción que obtendría, pero comenzaba a descubrir que lo que sentía por Avi era mucho más fuerte que los nervios que la invadian día a día.

— Un artículo —contestó —, sobre...sobre un método para sanar la ceguera.

Aviv era casi ciego de nacimiento, un pequeño accidente del que no tenía recuerdo alguno, le quitó su vista y le regaló una discapacidad con la que él forjó su carácter. Hizo su mundo a partir de la ceguera, aprendió a amar ser distinto a los demás. No obstante, seria mentira decir que no se frustraba algunas veces por su falta de visión.

Ni siquiera él, que se sentía afortunado de ser quien era, estaba del todo feliz consigo mismo. Supongo que es de humanos odiarnos aunque sea un poco...

Linda estaba segura de que la razón por la cual su relación existía era la ceguera de Aviv. Es decir, él nunca se habría fijado en ella de haber visto sus cicatrices, su rostro, o el dolor en sus ojos. Avi veía de una forma partícular, y esa vista que no incluía a sus ojos era lo que lo enamoraron de una fenómeno que lloraba por poemas, o eso creía ella ¿Y si recuperaba su vista? Quizá todo ese amor crecía con rapidez se esfumaría...

Pero debía decírselo porque lo queria, y justo por ese cariño debía arriesgarse a confesar que había una cura para sus angustias. Aviv se enderezó en la cama y recostó su espalda en la cabecilla de de esta. Frunció un poco su entrecejo, dispuesto a prestarle la atención que ella no creía merecer.

— Se trata de un tratamiento con células madres —explicó Linda, con la mirada baja —, dicen que es raro, y un poco caro, pero estoy segura de que podrías pagarlo. Incluso puedo ayudarte a conseguir el dinero que haga falta. Puedo trabajar, o usar parte de la herencia de mis abuelos para...

— Linda, basta —le pidió tras suspirar —. Aprecio tu preocupación pero yo ya sé de ese tratamiento. No es un tema que me encante, la verdad.

— ¿Por qué no? ¿No quieres intentarlo? Podrías ver...y confirmar que tu sonrisa si que le gana a la mía en cuanto a belleza.

Ella retomó el punto en el que la distancia es nula y colocó una mano en su mejilla. Lo acarició con cariño a pesar del miedo en sus sistema.

Existen momentos en los que los demonios despiertan. Linda conocía tan bien a los suyos que no le costó notar que los de Aviv habían despertado con ese simple comentario. Todos tenemos la misma mirada cuando luchamos con nuestros miedos, el ciego no se quedaba atras en eso...

— No quieres recuperar tu vista, ¿o sí? —el silencio que vino después delató al hombre junto a ella —. No quieres renunciar a tu ceguera.

— Es que no es ceguera como tal, Linda. Esto es mi mundo —confesó él, colocando su mano sobre la de ella —. Mis hermanas encontraron este mismo tratamiento hace un par de años, ¿sabes? Desde el instante en el que escucharon que podían curarme hicieron todo lo posible por lograrlo. Mi madre y mi padre también insistieron, hasta que me convencieron. Por un momento, incluso me emocioné por ver de nuevo...

— ¿Y qué pasó? ¿Por qué se acabó ese momento?

— Pues, porque me puse a pensar demás...Me dí cuenta de que solo conozco el mundo que me hizo ver mi discapacidad. No sé como lucen los rostros de las personas que más quiero, solo los conozco por tacto. Mi imaginación es limitada, así que sé que lo que imagino no es igual a la realidad que mis ojos no ven.

》Esas limitaciones son mi mundo, mi forma de vivir. No sé como se ve el sol, pero se siente como calor. No sé como se ve la noche, pero sé que huele a rocío nocturno y se escucha tranquila ¿Qué pasa si mi vista no le hace justicia a mi mundo de ceguera?

— Temes no encajar en un mundo distinto al tuyo...Te da miedo que ver cambie tu forma de ver las cosas, ¿no?

Avi asintió con la cabeza, lentamente. Linda lo analizó con cuidado y, por un momento, se vió reflejada en los ojos perdidos de Aviv. Él sabía vivir en la oscuridad de sus ojos ciegos, aunque no podría llamársele "oscuridad" cuando él no sabía como se veía la luz y, por lo tanto, no podía describir la ausencia de ella. Se inventó un mundo con una imaginación limitada, donde las imágenes se basaban en tacto, oido, u olfato. Ver lo descolocaría, lo volvería un extraño dentro de una realidad a la que no estaba acostumbrado.

Le daba miedo no encajar en un mundo dónde la vista es clave para vivir, igual que ella.

— Sé que en algún momento querré intentarlo —aseguró él —. No me gustaría morir sin ver los rostros de mis padres, o de mis hermanas. Quiero ponerle caras a las voces de mis amigos, a los ládridos del cachorro que me ha acompañado por años, o a tu voz. Tendré que aceptar el cambio, pero no ahora.

》No estoy listo para dejar de ser ciego.

A Linda le dolió el corazón al verlo tan afectado. Lo entendía, sabía que era estar segura de que nunca encajaría en un mundo en el que debía vivir. Acercó sus rostros y lo besó lento, saboreando la dulzura de un alguien con tanto miedo como ella. Acarició sus labios con el amor que sentía por él, aprovechando ese momento en el que sus demonios brillaban por su ausencia para contarle sin palabras que era posible sobrevivir en un rompecabezas en el que tu pieza a duras penas encaja.

— Te entiendo —le dijo, pegando su frente con la de él —, yo tampoco quiero dejar la poca ceguera que tengo.

Porque se puede sobrevivir en un mundo en el que no perteneces, pero llega un momento en el que te cansas y terminas por aceptar la verdad: no se puede ser ciego toda una vida...

🌻

10:00 am

Así como existen esos momentos en los que los demonios se callan, también hay instantes en los que gritan tanto que sientes que te quedarás sordo.

La preclamsia no era el mayor problema de Lilian Bennet. Tampoco las peleas con su prometido, ambos se las arreglaron para devolver la calma a su relación. Quizá el mayor problema de la margarita era que los demonios de su pasado estaban intentando ensordecerla. La estaban seduciendo e intentaban arrastrarla hasta sentimientos que no había sentido hacía años.

Volvió a fijarse en el espejo y suspiró al darse cuenta de algo: por primera vez desde que la bulimia la abandonó, odiaba el cuerpo que resguardaba su alma. Con el segundo trismestre de embarazo, su abdomen plano pasó de verse tonificado a ser redondo y considerablemente pronunciado. Quizá el mayor problema no era el haber perdido un cuerpo delgado, quizá solo odiaba que la silueta en el cristal era la muestra de que se estaba sometiendo a cambios que aún le costaba aceptar.

Sus demonios le susurraban que no podría manejar todo lo que le lanzaba la vida, e incluso la convencieron de que ese anillo en su dedo era una carga que ella no merecía. Y pensar que había dejado en el pasado eso de estar triste todo el tiempo...

La historia de la ausencia de su sonrisa se repetía, ahora contada en presente.

— ¡Lili! —desde el baño, escuchó el grito de Derek que provenía del piso de abajo —, ¡¿Puedes venir un momento?!

Le costó despegar la vista de la barriga pronunciada que se asomaba por el espejo, pero terminó por acomodar su camisa y bajar en busca de su prometido. Un atisbo de recuerdo llegó a su mente, y viajó sin quererlo al momento en el que ella y Derek se mudaron a Los Angeles. Vivieron en un pequeño apartamento por dos años, uno que a penas tenia espacio para los dos. Luego, se mudaron a ese penthouse de dos pisos al que nunca le faltaron estrellas en el techo. Miró las pegatinas una vez estuvo en el último peldaño de la escalera...

¿Cómo pegatinas para niños podían traer tanta calma?

— ¡¿Derek?! —lo llamó, saliendo de los recuerdos y obviando las voces de sus demonios.

— ¡Aquí! —el grito provino de la habitación de huéspedes, así que ella lo siguió sin tener idea alguna de que planeaba su prometido.

Entró en la habitación de huéspedes, aunque dudó si esa de hecho era la supuesta habitación, pues estaba totalmente diferente. La amplia cama había desaparecido, lo que dió a relucir el tamaño de la habitación. Además, habían sábanas en el suelo, cerca de las paredes. Grandes potes de pintura junto con una gran caja con un contenido imposible de imaginar reposaban en el medio del cuarto. A su lado, un nerd emocionado aguardaba por la reacción de la mujer en la puerta.

— ¿Dónde está la cama? —para decepción del chico, eso fue todo lo que ella se dignó a preguntar.

— Pensé que ya era momento de arreglar un cuarto para la niña — explicó él, acercándose a ella con una sonrisa —. Solo faltan cuatro meses y hay que hacerla sentir en casa, ¿no lo crees?

Las margaritas se habían rendido luego de intentar un centenar de veces que Lili se sintiera más apegada a la bebé. Lo mismo ocurrió con sus hermanas, quienes concluyeron que ella era lo suficientemente fuerte como para afrontar todo ese miedo y que se esfumaría al ver la cara de la bebé. Quien no se había dado por vencido, y no lo haría nunca, era Derek.

Quería verla feliz a toda costa, demostrarle que ella era más que capaz de afrontar los cambios que la estaban atosigando. No dentendría sus intentos hasta sacarle una sonrisa. Cuando la distancia se lo permitió, colocó sus manos en los costados de esa barriga que Lilian miró con asco en el espejo ¿Cómo él podía verla con amor? Le sonrió a la chica que portaba esos ojos pálidos que tanto le gustaban.

Quería que la criaturita dentro de la mujer que amaba heredara ese rasgo.

— Tu puedes pintar algo bonito en las paredes —le sugirió Derek —, y yo armaré la cuna. Luego, podemos poner estrellas en el techo juntos, ¿te parece?

— No creo que sea una buena idea —dijo ella, no muy convencida —, ¿tengo que recordarte que ni siquiera sabes armar legos?

— ¡Esto es diferente! Estoy seguro de que lo voy a lograr. Además, tengo un incentivo que te aseguro que hará que esa cuna quede perfecta.

— ¿Cuál?

— Calvin y Dann sufrieron armando las cunas de mis sobrinas y sobrino —él sonrió con diversión —, si yo armo esto sin problema, podré presumirselo a esos dos.

Y ahí estaba su Osbone, tan bromista como siempre. Él tenía el don de callar los demonios de Lilian, que siempre resultaron ruidosos.

— Vamos, bonita —él insistió —, hagámos esto juntos, como siempre lo hemos hecho.

— Bien — terminó por aceptar solo porque siempre le costó recistirse a los ojos café de Derek —, déjame ir por mis pinceles.

Se acercó hasta su rostro y dejó un beso corto, pero lleno de cariño en sus labios. Luego, la observó salir de la habitación y sonrió triunfante. Él tenía fe en la mujer que amaba, sabía que ella seria capaz de manejar todos los cambios que la rodeaban. Lo único que hacía falta era que ella lo creyera...

Pero para creer en uno mismo es necesario exterminar demonios más fuertes que el infierno en sí.

🌻

10:30 am

¡Listo! —exclamó el físico, satisfecho —, cuna armada. Fue mucho más fácil de lo que pensé.

— Me impresionas —soltó Lili, quien mantenía el pincel sin pintura luego de media hora de haber empezado. No estaba segura de qué dibujar en esas paredes blancas —, ¿seguro la armaste bien? Me sorprende que terminaras tan rápido.

— Que poca fe tienes en mi.

— Osbone, eres un físico, no un albañil de primera. Tengo mis razones para dudar.

— ¡La cuna está bien! Solo mírala —dijo él, señalando su trabajo con una sonrisa —. Ahora, solo falta que termines de pintar y pegaremos las estrellas.

— Querrás decir, que empiece a pintar...

— Tómate tu tiempo. Mientras, iré a llamar a Dann y a Calvin para presumir que soy mejor que ellos...otra vez.

— Tu siempre tan modesto.

— Ya me conoces, soy toda una joya de persona —rió él, y se acercó hasta el lugar en el que Lili estaba arrodillada, justo frente a la pared sin color —. Ya vuelvo.

Él se arrodilló para dejar un beso en la frente de su prometida y se retiró de la habitación. A pesar de era amplia, Lilian comenzaba a sentirse asfixiada por esas cuatro paredes que resguardaban tan solo una cuna. El blanco frente a ella era envolvente y aterrador, pues le reclamaba ser pintado pero ella no sabía como. Miró los envaces con pintura, luego el pincel, y repitió ese acto unas tres veces hasta que llegó a una conclusión:

Estaba tan triste que su inspiración se apagó.

Suspiró y se dejó caer sobre las sábanas que cubrían el suelo. Apoyó su espalda en la pared y soltó el pincel, dándose por vencida. Lamentó que los intentos de Derek nunca funcionaran. Él de verdad se estaba esforzando por hacerla feliz, pero nada funcionaba. La única cura para el miedo es armarse de valor, y él no podía regalarle una pizca de valentía como si se tratara de un obsequio. No. Ella debía conseguirlo por su cuenta.

El ruido de sus pensamientos se calló cuando sintió algo extraño en ese bulto que ahora llamaba estómago. Se paralizó de inmediato, incluso sintió que su corazón dejó de latir por instantes. Volvió a sentir ese pequeño golpe que provenía de su interior. Sí, asi es, de su interior. Fue como una pequeña patada que movió algo más que su barriga.

— Acaso...¿acabas de moverte? —preguntó, a pesar de estar sola. Su mirada estaba fija en el bulto, y por un momento creyó que obtendría la respuesta de la criaturita dentro de ella.

Mordió su labio, pues sus uñas ya estaban destruidas, y llevó una mano temblorosa hasta su propio vientre. Una vez más, sintió una patada proveniente de su interior; ahi estaba la respuesta que había esperado.

— Okay, si te mueves —terminó por decir —, y te mueves mucho.

Derek era quien solía hablarle a la bebé, pero era la primera vez que Lilian le dirigía la palabra a esa cosa dentro de ella. Ver a su prometido hablando con el bulto de su estómago siempre le pareció tonto, dudaba que alguien pudiese escucharlo. No podía creer que en realidad estaba intentando establecer una conversación con alguien que ni siquiera había nacido, pero estaba pasando.

La diferencia era que ella no era como Derek, quien solo tenía palabras cariñosas para la bebé que aún no tenía ni idea de la vida que le esperaba. Lili tomó esa conversación como algo demasiado serio y, tras una cuarta patada, decidió que era momento de admitir algo que siempre la aterró: alguien se estaba formando dentro de ella, y la amaba de una forma dolorosa.

Porque sentir duele en el corazón, pero también es lo que lo hace latir.

— Bien bebé, hagámos un trato —habló, sentía el palpitar de su propio órgano bombeador de sangre en su garganta. Incluso le costaba hablar, ese momento se convirtió en el primer instante madre e hija que tendría —: voy a intentar ser una buena madre. Intentaré ser cariñosa, comprensiva, y haré mi mejor esfuerzo por darte la vida que yo no pude tener. Lo haré, en verdad voy a poner de mi parte...pero tú debes prometerme que no tendrás altas expectativas del mundo al que llegarás.

Era la primera vez que se detenía a acariciar su vientre, la primera vez que admitía sentir cariño por la bebé que venía en camino. Quizá no la escuchaba y si lo hacía, no entendia lo que su madre decía. Eso no detuvo a Lilian, que continuó hablando como si tuviese a la niña frente a frente, justo en sus brazos.

— Seguro estás muy cómoda ahora, pero en menos de cuatro meses vas a enfrentarte a un mundo demasiado...cruel —una lágrima rodó por su mejilla al imaginar a una criaturita tan chiquita lidiar con lo que ella enfrentó por años —. Te vas a encontrar con personas horribles, con una sociedad que te va a querer hundir a toda costa.

》Vas a llorar, y te va a doler tener un corazón blando. Intentarás reforzarlo, ponerle una armadura a lo que te hace más humana, pero eso será un error. Te prometo estar ahí para mostrarte lo que yo aprendí sola: no se trata de proteger tu corazoncito con espinas, sino de amarte hasta que te conviertas en tu propio escudo. Haré lo posible por enseñartelo, pero no siempre estaré ahí. Si quieres que este trato funcione debes saber que no sirve de nada tener altas expectativas sobre mi. No soy una superheroina, fallaré...todos fallamos en algún momento.

Dirigió su mirada hacia el techo vacío, sin estrellas. Ese se convirtió en el momento en el que los demonios de Lilian se callaron y fueron reemplazados por una tranquilidad que no había sentido en meses. Ella sabía que cumpliría su promesa, que intentaría ser la persona que describió solo para hacer feliz a la personita que pateaba en su interior. Cada golpesito hacía que se sintiera mas cerca de la bebé a la que solo había visto por ultrasonidos. Quería hacer del mundo un lugar mejor por esa nenita.

— Pero como todo lo malo, el mundo tiene algo bueno. Yo tardé en descubrirlo, así que me encargaré de facilitarte el trabajo y lo diré de una vez —continuó —: tus tías, por ejemplo. Ellas estarán para tí siempre que yo no pueda estarlo y sé que te amarán; ellas aman con facilidad. Mi niña, tienes tanta familia que debes saber que eres afortunada. Nunca estarás sola.

》Y tu papá...

Lilian se detuvo en ese momento, una sonrisa incapaz de reprimir se formó al llamar a Derek de esa forma. Volvió su vista a su vientre, si que era afortunada la nenita dentro de ese bulto.

— Él es la mejor parte de nuestras vidas —aseguró Lili, sonriendo—. Eso sí, te advierto que es la persona más celosa que conocerás, así que si decides tener algún novio cuando seas adolescente, mantenlo alejado de él...por du seguridad. Te permito heredar todo de tu padre, incluso su miopia. Hereda todo el encanto Osbone que quieras, ¡pero conserva algo de modestia, por favor! Ya bastante tengo con aguantarlo a él.

》Mi niña, no dudo en que amarás a tu papá, y que él te amará a ti. Nunca te faltará cariño con él ¿Sabes cómo lo sé? Porque él bajaría las estrellas del techo por tí sin pensarlo.

— Sin duda, lo haría.

Lilian levantó la mirada para encontrarse con los ojos café que veía cada mañana al despertar. Derek la observaba, con una sonrisa tan amplia que a duras penas cabia en sus labios.

— ¿Cuánto tiempo llevas ahí? — preguntó Lili.

— Bastante —fue su respuesta. Luego, se acercó hasta ella y se sentó a su lado, apoyando su espalda en la pared que no terminaba de recibir color. Dejó las pegatinas de estrellas en el suelo y giró su cabeza para poder mirar cara a cara a Lilian —. No le contaste a la bebé lo increíble que es su mamá.

— No le mientas —lo reprochó —, no soy increíble.

— Si lo eres —la contradijo, y luego puso una mano sobre el vientre de su prometida —. No le hagas caso, bebé. Tu mamá es la mujer más fuerte e increíble que he conocido. El día de tu nacimiento, podrás comprovar lo que te digo con tus propios ojos, que por cierto, espero que sean tan azules como los de ella.

Los ojos de Lilian brillaron por las lágrimas contenidas, le echaba la culpa a las hormonas alborotadas en su sistema por toda el agua que había salido de sus ojos en esos meses. Derek llevó una mano hasta su mejilla y la acarició con delicadeza ¿Quién dijo demonios? La tristeza se había esfumado en el aire, ahora solo quedaban esos ojos café que la miraban con cariño.

— ¿De verdad lo vas a intentar? —le preguntó Derek.

— Merecemos ser felices, ¿no lo crees? —ella sonrió —, y ella merece una mamá que no tenga miedo a amarla. Intentaré ser esa madre que necesita.

— Que afortunada será esta niña —aseguró él, acariciando con su otra mano aquel bulto pronunciado en el que habitaba una bebé a la que querian demasiado —. Las amo, a las dos.

— Y nosotras a ti.

Derek no perdió el tiempo y besó a su prometida con amor y gratitud; amor que no se esfumaba con el tiempo, y gratitud por buscar fuerza cuando solo había debilidad. Ella le siguió el gesto, y probó ese cariño sabiendo que ella también era afortunada. El mundo es horrible, esta mal tener altas expectativas sobre una sociedad que cae cada vez más bajo, pero existe luz dentro de la oscuridad.

Ella tenía una vida iluminada por estrellas fluorescentes.

Justo en medio del beso, un sonido estruendoso los hizo separarse. Al voltear, la cuna que Derek armó sin mucho esfuerzo estaba en el suelo, hecha pedazos.

— Mierda —soltó Derek —, creo que faltaron algunos tornillos.

Lilian estalló en carcajadas al instante. Nada, ni siquiera el amor de su vida, era perfecto. Aún así, encontraba perfección dentro de varias imperfecciónes. Se encargaría de enseñarle eso a su hija, además de advertirle que nunca debía dejar que su papá armase algo. Tenía toda una vida para llenarla de lecciones y, por primera vez en cinco meses, sintió emoción por darselas.

Esas patadas movieron mucho más que una barriga pronunciada.

Asi que, mi amor, ¿ahora me crees cuando te digo que existen momentos en los que los demonios se callan? Sé que tu y yo somos un par de enfermos deprimidos, pero no somos los únicos que son atacados por monstruos que acechan en las mentes. Cloe y Gabe, por ejemplo, no estaban deprimidos en lo absoluto. Pero en ese momento, mientras Linda besaba a Aviv y Lilian se reía de Derek, los demonios del narciso y de la margarita los acechaban de la forma en la que a ti te acecha tu reflejo cada vez que te ves al espejo.

Y los demonios de Gabe tenían el nombre de Cloe; y los de Cloe, el de Gabe.

Lo bueno es que los momentos en los que los demonios se callan si existen ¿Cuándo llegaría ese instante para ellos dos?

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