Capítulo 4
Posible candidato
19 de febrero
7:00 pm
Linda estaba experimentando una sensación nueva. Una cosa era sentirse aceptada estando junto a Lilian y a Derek, pero algo muy distinto era encontrarse a gusto con seis personas ¡Seis! Algo así no había pasado desde...nunca.
Y si había pasado, lo había olvidado.
Escuchaba con atención la conversación entre los presentes. Le parecía impresionante como esos amigos podían cambiar de tema con tanta facilidad, soltar una broma de vez en cuando, y volver a la seriedad sin problema alguno. Jamás había visto una charla con tantos matices, pero le demostró que todas las historias de Lilian con respecto a sus amigas fueron ciertas.
Las tres eran chicas agradables, que se dirigían a Linda con amabilidad y no con asco. Lo mismo podía decir del chico rubio, Donovan. Creyó que el número de hombres caballerosos que conocería en su vida se resumiría a Derek y a su difunto abuelo, pero ahora podía añadir a Don a la lista. Lo cierto era que ese grupo de amigos lograron integrarla con facilidad.
Linda se sentía rodeada de amigos de toda la vida, a pesar de que llevaba solo horas conociendo a esas personas.
Llegó un punto de la noche en la que todos comenzaron a hablar de lo que les esperaba en un futuro próximo. Sabía las respuestas de Lilian y Derek: Él tendría que seguir estudiando para su posgrado en astrofísica y ella se iría a París por dos semanas, luego volvería para abrir su propia galería. Sin embargo, mostró tal interés cuando los escuchó hablar de eso que parecía que recién se estuviese enterando.
Sanne Coleman les contó a sus amigos que también tenía planeado un viaje. Luego de ir a las olimpiadas, la chica se había instalado en Inglaterra como entrenadora de natación. Tenía pensado volver a Londres las mismas semanas que Lilian estaría fuera y luego volvería a L.A. Junto con Donovan, había quedado en comenzar a entrenar a jóvenes en E.E.U.U y comenzaría en el gimnasio del chico.
No sabía que tanto tiempo se quedaría en Los Ángeles pero pensaba sacarle provecho y buscar la mayor cantidad de talentos posibles. Ese era su nuevo propósito.
En cuanto a Donovan y Dalia, los dos hablaron de mudanza. La sonrisa de Linda se llenó de ternura al observar la emoción en los ojos de ambos cada vez que hablaban de vivir juntos. Ahí estaba de nuevo esa clase de cariño: el que se le prohibía a personas como ella, personas sin belleza alguna.
— ¿Y qué hay de tí, Clo? — preguntó Dalia —, ¿Sigue en pie tu proyecto?
La chica castaña soltó una sonrisa aún cuando tenía un vaso de agua entre sus labios. Ingirió el líquido sin detener su gesto y, tras dejar el envase en la mesa para café, miró a todos los presentes con emoción.
— ¡Por supuesto que sigue en pie! — exclamó Cloe —, ¿Cuándo fue la última vez que Cloe Nicols se rindió?
— Mhm, ¿no dijiste que te habías rendido al intentar enseñarle a jugar videojuegos a mi haijada? — preguntó Derek, refiriéndose a la hija de Eve y Calvin Milestone.
— ¡Eso no cuenta! Cristal es un caso tan perdido como su madre en ese aspecto.
— Tiene tres años — señaló Dalia con diversión.
— Nunca es muy temprano para jugar Pacman, amiga mía — dijo la chica, dejando muy claro que su pasión era esa —. Pero jugar con mi sobrina y empezar este proyecto son dos cosas muy distintas. Créanme que no me rendiré con esto.
— ¿De qué proyecto está hablando? — preguntó Linda, sintiendo que había perdido el hilo de la conversación.
— ¿Recuerdas que te hablé del programa M.E.R? ¿Ese en el que estube involucrada cuando fui adolescente? — preguntó Lilian y ella asintió —. Pues, Cloe tiene pensado hacer algo parecido.
— Quiero cambiar el mundo — dijo con orgullo.
— Sigo creyendo que te estás apurando demasiado, friki — le habló Derek.
— Concuerdo con él — habló Dalia —. Te graduaste hace poco y no sé si tengas la suficiente experiencia para aguantar a alguien como...nosotras.
— Margaret casi enloquece a la mitad del programa — recordó Sanne —. Además, Lilian, Dalia y tú casi...em...
— Morimos — soltó Lilian, cruzándose de brazos —. Esta bien, Sanne, puedes decirlo.
La muerte trae silencios incómodos y esa vez no fue la excepción. Con el recuerdo de momentos tan turbios como ese, las alegres chicas que mantuvieron una conversación animada durante toda la velada bajaron la mirada.
Era difícil imaginar a las cuatro en una situación como esa; todas lucían como mujeres fuertes y hermosas, no como débiles margaritas. No obstante, ese silencio le recordó a Linda que hasta la más preciosa flor tiene un pasado muy cercano a la mugre de la tierra; uno que provoca momentos incómodos como ese.
Cloe carraspeó y sacó ese recuerdo de su mente. Siempre que pensaba en eso, traía devuelta a su memoria los buenos recuerdos del programa. Sonrió al ver a sus amigas, ellas eran lo mejor que le habían dado tantos años de anorexia.
— Chicas, nunca es temprano para ayudar — les dijo con delicadeza —. Sé que puedo hacerlo, quiero hacerlo. Además, no estoy buscando hacer un programa tan complejo como el de Margaret. Yo solo quiero ayudar a alguien que lo necesite. Quiero demostrar que soy capaz de cambiar algo en este mundo.
No le bastó con ayudar a las generaciones de margaritas que le siguieron, tampoco con estudiar salud pública y nutrición en la universidad. Ella lo llevó más lejos, ese proyecto le demostraría al mundo y a si misma que Cloe Nicols no era la misma de hacía años.
Solo tenía que lograrlo.
— Está bien, Clo — dijo Dalia con una sonrisa ladeada —. Sabemos que podrás hacerlo.
— Sí, solo no dudes en pedirnos ayuda si sientes que se te sale de las manos — habló Lilian —. Y no digas que pedirme vivir con Derek y conmigo mientras estés aquí es suficiente ayuda. Sabes que tus amigos siempre estarán aquí para apoyarte, no importa la gravedad del asunto.
A pesar de que las palabras no iban dirigida a ella, Linda sonrió. Así que las amistades como esas no eran solo un mito, si existían personas capaces de dar todo por alguien que llamaban "amigo".
— Y bien, ¿ya sabes a quién ayudarás, Clo? — preguntó Don.
— Aún no, Ironman — respondió la chica, utilizando el apodo que le había dado al novio de su amiga —. Jace y yo no hemos encontrado un candidato todavía, pero no me doy por vencida.
— ¿Quién es Jace? — preguntó Derek, arrugando su frente como siempre hacia al tener una duda.
Cloe sonrió y comenzó a buscar algo en el interior de su bolso. Rebuscó y rebuscó, hasta que encontró lo que quería mostrarles a sus amigos: un cuaderno de tapa azul. Se veía nuevo, casi sin utilizar y listo para guardar mil y un palabras o incluso más. La chica lo tomó entre sus manos con delicadeza y lo enseñó al grupo.
— Él es Jace — dijo contenta, señalando el libro.
Los presentes parpadearon un par de veces al escuchar aquello ¿Estaba hablando en serio?
— Eh, ¿Tienes una foto de Jace en el libro? — preguntó Sanne.
— No, tonta — Cloe soltó una risa —, el libro se llama Jace.
— Lo peor de todo es que está locura ya no me sorprende — soltó Derek antes de llevar un vaso hasta su boca.
La verdad, a nadie le sorprendió.
— Me parecía muy aburrido que solo fuera una bitácora — explicó —. Además, quiero un compañero en este proyecto. Así que bauticé a este libro como Jace...Jace Bitácora.
— ¿Esto es normal en ella? — le preguntó Linda a Sanne en susurro.
— Amiga, esto entra entre las cosas más normales que le he visto hacer a Cloe Nicols — carcajeó la chica.
Bien, eso decía bastante de la castaña.
— En fin, como les iba diciendo, Jace y yo no hemos encontrado a alguien,
aún — continuó Cloe —. Sería más fácil si supiéramos que estamos buscando. Sé que quiero ayudar a alguien pero no necesariamente tiene que ser una margarita, solo que aún no tengo candidatos.
Dalia jugó con su vaso propio al escuchar eso. La pelirroja comenzó a divagar en su mente y a recordar un poco lo ocurrido esa tarde. Lamentaba que Gabe no estuviese ahí con ellos y temía por la cantidad de ejercicio que realizaba. Suspiró al encontrar cierta verdad en sus pensamientos. Había querido negarlo por años pero a ese punto ya no podía hacerlo.
— Creo que yo tengo un posible candidato para tí, Clo — soltó la pelirroja.
— ¿En serio? — cierta emoción saltó de los labios de Cloe al escuchar aquello —, ¿quién?
Dalia miró a Donovan con cierta pena. Le dolería escuchar eso, lo sabía. Sin embargo, ella había sido parte de un programa que le cambió la vida y sabía que admitir un trastorno no solo era un paso importante para el paciente, también lo era para sus amigos y familiares.
— Gabe Bacher — soltó, sin apartar la mirada de la de su novio.
— ¡¿Qué?! — soltaron Don y Lilian al unísono.
— Cariño, ¿cómo que Gabe? — preguntó Donovan sin comprender —. Estoy seguro de que mi amigo no tiene ortorexia, bulimia, anorexia u obesidad.
— No, no tiene nada de eso — aseguró Dalia —, pero Cloe nunca específico que trastorno trataría, ¿o sí?
Quizá es momento de destacar que, si bien Cloe era la que se dedicaba a salud y nutrición entre sus amigas, no fue la única que había estudiado esa carrera. Dalia la tomó durante unos años, mientras estudiaba danza en paralelo. Había aprendido lo suficiente como para notar algo que Don no había notado en su amigo.
— Escucha, cariño — tomó sus manos, puesto que sabía que eso no era algo fácil de decir —, desde que me presentaste a Gabe noté que algo no andaba bien con él.
— Sé que no es el chico más agradable de todos y que su físico es...eh... intimidante — habló Don —, pero no creo que tenga un trastorno.
Dalia suspiró y miró a Cloe. Ella si entendería.
— Vigorexia — soltó y la castaña frunció el ceño.
— Ya veo — soltó —, entiendo porque te preocupas, Dali.
— Vigo...¿que cosa? — preguntó Sanne confundida y luego buscó la mirada de Derek en busca de respuesta —, traductor de Google andante, traduce ese idioma para nosotros, ¿si?
— Lo lamento, están hablando en un idioma que de hecho no entiendo — dijo Derek con el entrecejo fruncido.
— Carajo, esto es nuevo — soltó Sanne.
— Dali, ¿de qué estás hablando? — preguntó Don, sin poder comprender porque su mejor amigo estaba incluído en esa conversación.
Cloe decidió tomar el relevo de la conversación. Recordaba haber estudiado ese trastorno y sabía que no era uno sencillo. Ninguno lo es.
— La Vigorexia es como...la anorexia invertida — trató de explicar la chica —. En vez de buscar delgadez, quien la padece busca fuerza y músculo.
— ¿Te suena conocido? — le preguntó Dalia a su novio.
Don no respondió, solo se apoyó en el respaldar del sillón un tanto abrumado. Por supuesto le sonaba familiar esa descripción, pero siempre creyó que eso se debía a que Gabe no conocía como trazar límites. Pensó que era un comportamiento normal y que luego de tantos rompimientos y rechazos amorosos él ejercitaba para drenar el enojo.
El problema con los trastornos es que todos comienzan como un comportamiento normal, hasta que se desvían por completo.
La Vigorexia no es un trastorno del que se hable con frecuencia. Casi parece otro idioma, ¿no es así? La verdad es que se asemeja mucho al comportamiento de un anoréxico, tal y como dijo Cloe. Quienes lo padecen distorsionan su imágen, ven debilidad en sus cuerpos en lugar de fortaleza. Exageran con el ejercicio, se aíslan del mundo y todo eso sin darse cuenta de que su conducta está lejos de estar bien.
La perfección está en la fuerza, ¿pero dónde estaba la fuerza que buscaba Gabe?
— ¿Tu amigo usa esteroides, Don? — preguntó Cloe.
— Son proteínas — respondió Donovan, repitiendo lo que su amigo siempre le decía.
— Son esteroides — Dalia rodó los ojos en dirección a su novio —, es demasiado obvio, Donny.
— Pero son locas proteínas, cariño — Don defendió a su amigo —, no es nada grave, según él.
— Gabe es experto en mentir en cuanto a las cantidades — le recordó la pelirroja —, sé que quieres defender a tu amigo pero ambos sabemos que él se está haciendo daño.
"Hice poco ejercicio" "Levanté solo unas pocas pesas" "No te preocupes, Don. Son pocos esteroides". Hasta el significado de "poco" se había distorsionado en la mente de Gabe.
Don comenzaba a creerle a su novia en cuanto a la Vigorexia de su amigo.
— Lo más extraño de todo es su comportamiento, Clo — le explicó Dalia —. Sé que dicen que las personas con este trastorno tienen el autoestima por el suelo, pero la de Gabe...
— Está más alta que el ego de Derek — informó Lilian.
— Uy, ese hombre si que necesita ayuda — soltó Derek al escuchar esas palabras.
— Cuando tuve anorexia creí que mi autoestima era alta y resultó estar en el subsuelo — recordó Cloe —, quizá sea eso lo que le esté pasando.
— No sé decirte — habló Don —, lo cierto es que Gabe es el hombre más narcisista y soberbio de este planeta.
— Aunque es un buen chico cuando lo conoces bien — aseguró Dalia —, y de verdad me gustaría ayudarlo, Clo.
— Puedo ayudar si así lo quieren — sugirió Cloe —. Él puede ser el candidato en mi proyecto.
Dalia miró a Donovan de inmediato. Lo notó pensativo e inseguro, cosa que era normal. No todos los días te enteras que tu mejor amigo podría tener un trastorno no solo alimenticio, sino mental. Comenzó a mover su pierna real con nerviosismo y a jugar con sus manos. No sabía qué hacer en ese momento.
Él estaba dispuesto a dar lo que fuera por su amigo. Era familia, como su hermano. No obstante, conocía las historias de las margaritas y no sabía si Gabe sería capaz de aguantar algo así. Miró a Cloe, quien le sonrió con amabilidad ¿Estaría ella lista para aguantar a alguien como Gabe? Él no era una frágil flor o un retoño marchito.
Él solo era un hombre fuerte demasiado confundido.
— Está bien, Clo — dijo Don. Su novia sonrió ante su decisión y tomó su mano como forma de apoyo —. Ayuda a Gabe, por favor.
— Lo haré, Don — sonrió la chica.
— Supongo que esto convierte a Dalia y a Donovan en delatores, ¿no es así? — preguntó Sanne.
— Así es — asintió Cloe, poniéndose de pie con Jace en su mano —, y ustedes, Sanne, Derek, Lilian y Linda serán cómplices de la causa.
— ¿Cómplices? Eso es nuevo — señaló Derek.
— Un segundo, ¿yo también? — preguntó Linda, sorprendida.
— ¡Por supuesto! Estuviste aquí en el instante en el que decidí que Gabe Bacher será parte del proyecto — habló Cloe —, eso te hace parte de todo esto.
Linda estaba sorprendida ¿Recién conocía a la chica y ya confiaba en ella para algo como eso? Sin embargo, una sonrisa se instaló en su rostro. Ella nunca era parte de nada, era la primera vez que la incluían en algo.
A pesar de que no estaba muy clara de lo que un "cómplice" hacía.
— Clo, ¿y cómo harás para convencer a Gabe de entrar en tu proyecto? — preguntó Lilian al cabo de unos segundos.
— Cierto, no creo que a él le agrade la idea — dijo Don.
— A ustedes las sobornaron con diez mil dólares — recordó Derek —, ¿tienes una fortuna en tu bolsillo, friki?
— Solo tengo un cupón de yogurt de helado y cinco dólares arrugados — soltó Cloe —, ¿Hay algo con lo que pueda convencer a tu amigo, Don?
— Si le consigues una cita que funcione, haría lo que tú quisieras — bromeó el chico.
— Oye, podrías fingir ser casamentera para convencerlo — Derek continuó la broma.
A diferencia del resto del grupo, Cloe no soltó una carcajada. Su mirada se transformó en una calculadora y su sonrisa se extendió como el gato de Alicia en el País de las maravillas.
— ¡Pero qué buena idea, nerd! — exclamó con entusiasmo.
— ¿Qué? Estaba jugando, Cloe — dijo Derek —, no me digas que de verdad lo vas a hacer.
— ¡Por supuesto! — sonrió la chica.
— Esto terminará mal — Lilian negó con la cabeza, temiendo a lo que su amiga podría lograr mintiendo de esa manera.
— No seas pesimista, descorazonada. Conseguirle una cita no debe ser tan difícil.
— No conoces a Gabe — dijo Don.
— Pues, lo conoceré. Ahora eso es lo más importante, debo conocerlo para saber si de verdad necesita mi ayuda. Por ahora, es un posible candidato que promete bastante.
Cloe sonrío satisfecha. Aún no era seguro que Gabe Bacher podría formar parte de su proyecto. No obstante, estaba un paso más cerca de cumplir su meta. Tomó a Jace y lo apretó contra su pecho antes de dar un pequeño salto de emoción. Si podía cambiarle la vida a ese hombre lograría su cometido.
Mientras tanto, los dos delatores y los cómplices se miraron con preocupación. Confiaban en Cloe, sabían que era buena en ese tema. No obstante, habían cosas que no terminaban por encajar ¿Y si su proyecto no resultaba tan efectivo? ¿Y si era demasiado pronto para ayudar?
Lo mejor que pudieron hacer fue darle el beneficio de la duda a esa chica. Si de algo estaban claros era que de sus locuras podían salir cosas buenas, tan solo había que tratar de entenderlas.
🌻
Querido Jace:
Emocionate, ¡porque ya tenemos posible candidato para nuestro proyecto! Jamás he trabajado con alguien que tenga Vigorexia, ni una de las margaritas de Margaret ha llegado a su programa con ese trastorno. Suerte que me encantan los retos difíciles y Gabe Bacher parece ser uno.
No puedo fallar, Jace. No luego de ver lo mucho que les importa este chico a Dalia y a Don. No importa si tengo que conseguirle una chica o fingir ser casamentera, lo ayudaré. Aún no lo conozco, pero ya sé que quiero ayudarlo.
Lo salvaré de las sombras de la perfección, Jace ¿Confías en mí?
🌻
10:30 pm
La casa de Linda no quedaba muy lejos del apartamento de Derek y Lilian, por lo que decidió ir caminando luego de que la reunión acabara. Había una sonrisa casi tonta en sus deformados labios, fue una noche en la que se sintió libre de sus cicatrices; libre de su fealdad.
Sin pensarlo dos veces, buscó el contacto de su profesor y lo marcó en su celular.
— ¡Hola, Linda! — una voz femenina contestó. Supo de inmediato que era Cloe, la castaña que recién había conocido.
— Oh, hola Cloe — el entusiasmo de la chica era contagioso —, ¿y eso que tienes el celular del profesor Osbone?
— Está recogiendo unas cosas con Lilian en la cocina y su teléfono estaba en la sala. Digo recogiendo en la mayor de las inocencias porque no tengo ni idea de lo que están haciendo — soltó —, y no lo quiero saber.
Linda dejó escapar una carcajada. Esa chica le caía bien, a pesar de que estaba loca.
— Que cómico que llames al nerd profesor Osbone — comentó Cloe.
— Que cómico que llames a Derek nerd — añadió Linda.
— Es un nerd en su máxima expresión, no lo puedes negar — aseguró Clo —. Un nerd elevado a la cuarta potencia.
— Como digas — carcajeó la chica —, ¿te importa pasarme a Lilian y a Derek? De verdad quiero decirles algo.
— Bueno, pero si soy testigo de una escena no deseada te culparé por provocarme pesadillas.
Linda rió una vez más ¿Cómo hacia esa mujer para hablar con tanta confianza y espontaneidad? Esa clase de conducta no existía en el mundo de Linda, era imposible para ella actuar así. Sus demonios la encerraban en una vergüenza continúa, bajaban su autoestima hasta hacerle pensar que cada palabra que pasaba por sus horribles labios valía nada.
Valía menos que nada.
— Hola, Linda — escuchó la voz de Lilian al otro lado del teléfono.
— ¿Esta todo bien? — preguntó Derek, supo que estaban en altavoz.
— Sí, sí, todo perfecto — respondió sin detener su caminata —. Solo quería agradecerles por...por arrastrarme hasta esa reunión. Fue agradable y sus amigos me cayeron bien.
— No hay de que, amiga — le dijo Lilian. Casi podía imaginar como ella sonreía al otro lado del teléfono —. Te dije que les agradarías.
— ¿Les agrade?
— ¡Por supuesto que sí! — escuchó la voz de Cloe a lo lejos y las risas de sus dos amigos más cerca. Sonrió.
— ¿Ves? Te dije que hay personas que ven más allá de la fachada — fue el turno de Derek para hablar.
— Gracias por no rendirse conmigo — se detuvo, justo enfrente de su "hogar".
— Cloe no es la única que se niega a rendirse, Linda — habló Lilian —, nosotros dos también somos bastante testarudos.
Linda sonrió de lado al escuchar eso. Agradecía poder llamar amigos a su profesor y a la novia de este. Hacía menos de un año, ella se había quedado tan sola que consideró hacer cosas terribles. Seguía sintiéndose sola, pero ahora un poquito más acompañada y más a gusto con su mundo.
Alzó la vista a la luna y le pareció hermosa, a pesar de que está estaba llena de cráteres.
Tras despedirse de sus amigos, colgó la llamada y se fijó en su hogar. Esa casa frente a la playa se veía más vieja de lo que era en realidad. Caminó hacia la entrada, no sin antes ver que uno de sus vecinos estaba en el porche de otra casa. Sintió su mirada, la sintió sobre sus cicatrices, sobre su labio deforme y su ceja chueca.
De inmediato, y como si se tratara de una especie de tic, comenzó a temblar. Buscó sus llaves en su bolsillo pero al tomarlas, se le cayeron. Vergüenza, vergüenza y más vergüenza la recorría de pies a cabeza ¿Dónde estaba la alegría que la recorrió hacia a penas minutos? ¿Se esfumó con tanta facilidad?
Aún temblando, se agachó a tomar sus llaves. Al tomarlas, levantó la mirada al cielo nocturno una vez más. Vio los cráteres de la luna...
...ya no le parecía tan bella.
Me pregunto:
Me pregunto si la luna
Le teme a su reflejo en el mar
Eso explicaría esta noche oscura
Ella se esconde, no se quiere mostrar.
Me pregunto si le dan asco sus cráteres
Me pregunto si las estrellas le han dicho algo,
Quizá le dijeron que debía esconder su brillo,
Quizá la convencieron de que no valia tanto.
Me pregunto si la luna se siente como yo,
Si le da tanto miedo su reflejo
que desaparece a penas sale el sol.
Me lo pregunto para no sentirme sola.
Me pregunto si la luna es como yo.
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