Capítulo 39
Ese mosaico...
28 de mayo
8:55 pm
A todos nos han enseñado que mentir está mal pero, aquí entre nosotros, creo que Cloe se saltó esa sesión cuando era una niña. En su defensa, mintió por una buena causa. Defendió a su narciso, lo protegió de las palabras de su padre. Pero, ¿acaso es posible hacer algo tan bueno usando un artílugio tan "malo" como las mentiras?
Solo te diré que este es un mundo lleno de contradicciones, cariño. El mayor de los bienes te puede empujar hacia un camino turbio, y un pequeño rayito de mal es capaz de hacer el bien. Es confuso, pero todo en la vida lo es.
— Cloe, te haré la misma pregunta que le hice a Amaia cuando comenzó a salir con Fred — soltó Héctor —, ¿qué carajo le ves a este?
Cloe sonrío de lado, dándole protagonismo a uno de sus hoyuelos. Ella era terrible mintiendo, tenía la maldición de las Nicols sobre ella en la que no había secreto o mentira que le resultara sencilla de mantener. No obstante, pensó en todos los meses que llevaba fingiendo ser casamentera. "Solo tienes que créertelo, Cloe" se dijo a sí misma "puedes ser buena actriz si te lo propones".
Dirigió su mirada hacia Gabe, quien la observaba con expectación. Cierta curiosidad nació en el narciso por saber cuál seria la respuesta de Cloe ante la pregunta de su tío. No le importaba lo que ella podía opinar de él...¿o sí? El segundo hoyuelo de la castaña se hizo presente cuando ella alargó su sonrisa. Al parecer, ya sabía que responder.
— Pues, sin duda no me atrajo su terquedad — soltó Cloe, viendo a Héctor —, ¡es la persona más testaruda que conozco! Razonar con Gabe es como hablar con una pared, y creo que la pared me haría más caso que él.
— Lo heredó de su padre — acotó Eli, rodando los ojos —, te compadezco, querida.
— Su egocentrismo tampoco es muy atractivo que se diga — continuó Cloe —, ¡Y su sentido del humor es horrible!
— Mhm, eso deja muy claro porque estás conmigo...cariño.
Gabe tuvo que aguantar una mueca al pronunciar la palabra "cariño" en dirección a Cloe. Donovan aguantó con esfuerzo una carcajada al presenciar tal reacción y Dalia solo pudo jugar con su postre, manteniendo la mirada baja con el fin de no delatar la mentira que sus dos amigos decidieron elaborar.
Lo cierto era que él no le veía mucha esperanza a la mentira si la actitud de Cloe seguia como iba hasta ahora. Más que enamorada, parecía que ella lo odiaba ¿Cómo se suponía que eso calmaria el enojo de sus padres? Quedó un tanto descolocado cuando sintió unos dedos delicados entrelazarse con los suyos justo sobre la mesa. Pudo sentir como todos los ojos de sus familiares viajaban a dicho contacto. Supo que Cloe lo sintió también cuando sus mejillas se sonrojaron.
¿Quién lo diría? Esos hoyuelos se veían mucho mejor revestidos de tal rubor.
— Pero nada de eso importa cuando logro sacarle una risa, aunque sea una pequeña — continuó ella, sin apartar la mirada de su narciso —. Soy capaz de olvidar cada uno de sus defectos cuando en sus ojos hay ese brillo divertido que tanto me gusta. Es un Gabe diferente, un Gabe que me encanta conocer.
》Pero lo que me atrajo en primer lugar fue su personalidad, y no hablo de esa en la que intenta refugiarse cada vez que se ve al espejo. No. Yo hablo de esa que veo cuando olvida que debe ser fuerte, porque Gabe es mucho más que músculo. En realidad es agradable, y tierno. Es todo lo que sus ojos intentan esconder. Eso me gusta de mi...de mi novio.
Ella debió apartar la mirada al llamarlo novio, pues sabia que la mentira se echaría a perder si decía eso manteniendo el contacto visual. No obstante, continuó sonriendo cuando desvió sus ojos a los familiares del narciso, quienes la observaban boquiabiertos. Incluso Gabe quedó sorprendido al escuchar esas palabras salir de los labios brillosos dr Cloe.
Hacía años que nadie decía algo tan bonito y sincero sobre él en esa mesa.
No encontró mentira entre las palabras, y eso lo alertó por instantes ¿Ella opinaba eso en serio? ¿Había bajado tanto la guardia a su lado? Cloe se había convertido en su espejo más sincero, aquel que le confesaba todo lo que él se negaba a ver en sí mismo; y aquello no era una farsa, era la verdad mas cierta en la vida del narciso.
— Tan tierno...— soltó Donovan, con una sonrisa divertida —. ¿Sabes, Gabe? Siempre me he preguntado, ¿qué fue lo que le viste a Cloe?
— Oh, yo también me lo pregunto — se sumó Dalia —. ¿Cómo te enamoró mi mejor amiga?
Gabe le dedicó una mirada asesina a sus amigos, quienes se estaban divirtiendo bastante en esa cena. Sabía que debía responder, pues su madre estaba al borde de su silla por la emoción que provocó la mentira y su padre lo observaba esperando algún fallo. Debía elegir bien sus palabras y no sonar como un completo idiota, o arruinaría la farsa.
Desvió sus ojos a los de Cloe, quien le devolvió el contacto visual. Aún no podía explicar la profundidad de esos ojos azules, así que supuso que, al igual que la profundidad del mar, él nunca llegaría a conocer cuán hondo podía llegar esa mirada. Sonrío un poco al encontrar mechones libres de ese moño desordenado decorando su rostro. Sus mejillas seguían rosas, sus hoyuelos seguían presentes...
— Pues, sin duda no me atrajo su capacidad para tener ideas locas — soltó —, ni su comportamiento de niña pequeña...
— Te encanta mi actitud de niña y lo sabes — aseguró ella, entrecerrando los ojos.
— Cree lo que te haga feliz, loca.
Cloe dejó escapar una risa pequeña que le recordó a Gabe lo mucho que lo confundía su constante alegría. La realidad de Cloe estaba lejos de parecerse a la suya, pues ella veía todo con ojos risueños y sonrisas esperanzadoras. Ella era única en su especie, su demencia la transformaba en una mujer original, inolvidable, y, aunque no era perfecta, tenía el toque de ilusión que hacía que todo a su alrededor se sintiera...correcto.
— No te pregunté qué no te gusta de ella — lo interrumpió Donovan —, te pregunté, ¿qué te atrajo de esta loca? Responde, Gabe.
Ese azul profundo seguia sobre él; comenzaba a pensar que ella estaba intentando ahogarlo en la profundidad de su mirada porque le estaba costando respirar. Cloe le caía bien, y ya había admitido que le parecía atractiva. Aún así, la farsa de estar enamorado seguía empapada de tanta mentira que resultaba díficil responder la pregunta sin que sus cuerdas vocales fallaran un poco.
— Sus hoyuelos son bonitos — fue todo lo que pudo admitir.
Cloe apretó un poco sus manos entrelazadas y le sonrió, demostrándole que ese esfuerzo había sido suficiente. La casamentera falsa había notado lo duro que era para él hacer cumplidos, así que eso bastaba para mantener la mentira. No obstante, fue la fuente de una preocupación más:
Y cuando tenga una relación real, ¿le seguirá costando tanto mostrar cariño? Se preguntó
Un noviazgo se basa en amar y ser amado; si él no podía demostrar la primera, dudaba que alguien le proporcionara lo segundo.
— "Sus hoyuelos son bonitos" — repitió Eli, poniéndose de pie para recoger los platos de postre vacios —. Bravo, Gabe. Sin duda, eres el rey del romántisismo.
— Es más de lo que yo decía de Elizabeth cuando comenzamos a salir — rió Héctor —. Así que felicidades, sobrino.
— Yo me alegro mucho por los dos — sonrió Amaia, quien contenía las lágrimas —. Por fin mi niño tiene a alguien que lo ame de la forma en la que yo amo a su padre ¿No te hace feliz, Freddy?
— Pues, yo no creo que ella lo aguante por mucho tiempo — soltó el padre de Gabe antes de ponerse de pie —, y si lo hace, la compadezco.
Fred Bacher se retiró del comedor y se esfumó en la sala de estar, no se movió del sillón frente al televisor en toda la velada. Amaia fue tras él e intentó convencerlo de que debía sentir felicidad, o aunque sea fingirla. Mientras tanto, Eli y Héctor se encargaron de recoger los platos de la mesa y limpiarlos. Intentaron animar a su sobrino con bromas y demás, pero no funcionó. Terminaron por retirarse, lamentando que esas reuniones siempre salían mal.
En la mesa, quedaron solo Dalia, Don, Gabe y Cloe, aunque eso no fue por mucho porque Gabe se levantó de golpe y se alejó de sus amigos. Al parecer, la mentira fue en vano.
— Fue un buen intento, Clo — la animó Don —, pero el disgusto de Fred va más allá de la vida amorosa de Gabe.
— Sí, eso noté — suspiró la castaña —. Si intento animarlo ahora, ¿creen que funcione?
— Oye, nunca he visto a alguien capaz de sacarle una sonrisa a Gabe en estas reuniones — le dijo Dalia —, ¿quién mejor que su novia falsa para sacarle la primera?
Cloe sonrió y tomó aquello como impulso para seguir a su narciso. Tomó el mismo camino que él y atravesó el pequeño pasillo que la llevó hasta la salida de la casa que daba directo al patio trasero. Al salir, no le fue muy díficil encontrarlo. Sentado en un banco a un costado de la casa, el narciso observaba el suelo sin mucho ánimo en su rostro.
Existen muchos acertijos escondidos en la vida. Algunos son más fáciles de encontrar, otros nunca salen a la luz, pero todos tienen cierto grado de dificultad para ser descifrados. Gabe era como un rompecabezas que había escondido sus propias piezas para que nadie, ni siquiera él mismo, pudiese entenderlo. Era un ser incomprendido en todo sentido, pero Cloe se negaba a dejar de intentar de comprenderlo.
Incluso si debía recrear las piezas faltantes con cartón, ella terminaría de armar ese rompecabezas...
— ¿Puedo sentarme? — preguntó ella, logrando que Gabe levantara la mirada.
Se encontró con esa sonrisa, que siempre venia acompañada de dos hoyuelos imposibles de ignorar. No estaba seguro de querer compañia, pero se hizo a un lado para darle un espacio a Cloe justo a su lado. Quedaron hombro a hombro, ambos mirando el suelo en un silencio envolvente.
Un silencio tan fuerte que ni siquiera los grillos se atrevieron a interrumpirlo.
— Creo...— comenzó a decir Cloe —. Creo que ya entiendo.
— ¿Qué entiendes? — preguntó Gabe, dejando de mirar al suelo para fijarse en ella.
— Porque estás desesperado por encontrar novia — habló ella —. Es que tú...estás rodeado de amores demasiado perfectos para ser reales.
Gabe pasó de mirarla con normalidad a prestarle atención como nunca antes. Cloe debió tragar saliva al encontrarse con ese mosaico verde que seguia estando incompleto ¿Cuándo podría observar esa obra de arte en su máximo esplendor?
— Tus padres tienen una historia de amor digna de película — continuó ella —, creciste con un estereotipo del amor que en la vida real es casi inalcanzable. Luego te rodeaste de relaciones aún más perfectas. Don y Dalia, para empezar; es como si los dos fueran hechos el uno para el otro ¿No lo crees?
》Después conociste a Lilian, que tiene de las relaciones más largas que conozco junto a Derek. Incluso Linda y Aviv tienen algo...ideal. Creo que intentas conseguir lo mismo ¿Estás buscando perfección a través del amor, narciso? ¿Por eso quieres novia?
Gabe se quedó inexpresivo por unos instantes, estaba intentando recuperar el aliento luego de ahogarse en el azul profundo de los ojos de Cloe. Parpadeó un par de veces para entrar en razón y luego sonrió; ella pensó que el mundo seria mejor con más sonrisas como las de Gabe: pequeñas, inesperadas, pero sinceras.
— Es una buena hipótesis — admitió él —, pero, si te soy sincero, no había pensado en eso hasta ahora. Tienes razón, estoy rodeado de perfección romántica, pero tú también lo estás ¿No sientes que te pierdes de algo cuándo los ves?
— Pues...— Cloe pensó su respuesta y suspiró al encontrarla —. Sí ¿Sabes eso que dicen de que el amor de tu vida es tu otra mitad? A veces, siento que necesito esa mitad. Luego, me digo a mi misma que capaz no la consiga y que debo conformarme con creer que mi mitad es un todo.
— Quizá lo sea — Gabe se encongió de hombros —, quizá todos somos mitades y funcionamos como un todo.
— Pero para ser perfecto, no puedes ser una mitad ¿O sí?
— Sí, si puedo. No quiero novia para buscar perfección, Cloe. Solo necesito a alguien que me esté conmigo; quiero una mitad que me confirme que soy el Gabe que quiero.
Él suspiró con fuerza ¿De verdad le estaba contando todo eso a ella? ¿No le había demostrado demasiado ya? Cloe presenció algo nuevo en ese mosaico verde, poco a poco cobraba mayor sentido...o quizá, ella se estaba acostumbrando a la abstracción de ese color verde.
— Nunca le he dicho esto a alguien — confesó —, ni a Don, ni a Linda, nadie sabe esto. Es una parte de mi que...demasiado débil como para dejarla al descubierto.
— Gabe...— ella colocó su mano sobre la de su narciso —. Lo que sea, puedes confiar en mí.
Y sabia que podía porque, aunque ella lo hacía sentir débil en todo sentido, se sentía correcto dejar su fortaleza a un lado cuando la tenía cerca.
— Me amo más que nada en este mundo — comenzó —, pero a veces, no es suficiente. En ocasiones, me veo al espejo y no soy lo que quiero; no soy el Gabe fuerte, el Gabe que se supone que me hace orgulloso, no soy...perfección.
》Sé que tener novia no me va a hacer perfecto, pero tener a alguien que me quiera me va a asegurar que sí hay perfección en mi; que quererme no es una pérdida de tiempo. Quiero a alguien que me vea con cariño incluso cuando yo no puedo hacerlo. Necesito a una chica que...que sea fuerte por mí, porque yo no puedo serlo siempre.
Se encogió de hombros y su mirada volvió al suelo. No era fácil admitir que no era tan fuerte como demostraba su físico, o que no estaba tan enamorado de sí mismo como decía estarlo. El narcisimo es así: la inseguridad se esconde en la seguridad de una flor que se ve resistente, pero en realidad es un retoño frágil.
Gabe amaba su reflejo, amaba su fuerza y a su imágen distorcionada. Se amaba a sí mismo, pero el amor propio puede ser insuficiente cuando no hay alguien más que asegure que amar a una mitad incompleta vale la pena. La soledad es una enfermedad a la que los narcisistas están acostumbrados, y a el narciso de esta historia comenzaba a dolerle estar tan enfermo.
Cloe no apartó sus ojos del perfil del chico, las piezas comenzaban a encajar en ese rompecabezas incompleto. Ella había acertado al decir que él era un ser incomprendido, pues ni él mismo se comprendía ¿Se amaba, o se odiaba? Estaba inmerso en una contradicción inmensa y confusa de la que quería escapar, ¿pero como escapa uno de sí mismo?
Ella entrelazó sus dedos con los de Gabe y le dió un apretón lo suficientemente relevante como para traer su mirada de vuelta a la suya. Se acercó más a él, hasta que sus piernas hicieron contacto. Él bajó sus ojos verdes hasta sus manos, parecía no poder apartarlos de ahí.
— Hey...— ella tuvo la osadía de tomar el mentón de Gabe para atraer de nuevo su mirada —. No necesitas novia para que alguien te diga que debes sentirte orgulloso de tí mismo.
— No comprendes, Cloe — él rodó sus ojos —, no lo haces...
— No, si comprendo — ella sonrió de lado; no quitó su mano del mentón de su narciso —, pero no necesitas novia para todo eso porque te lo diré yo.
》Me has confesado cosas que quisieras ignorar, y me has demostrado que eres más que un egoísta. Debes sentirte orgulloso de ti porque...
Su mano pasó de su mentón a su mejilla de forma involuntaria. Ese mosaico cada vez cobraba más sentido, los matices de verde encajaban de a poco.
—...Porque...eres el narciso que ha sobrevivido a muchas tormentas y, por más loco que suene, cada vez que me confesaste alguna de tus debilidades, me demostraste lo fuerte que eres.
》Me haces sentir orgullosa, y yo creo que deberías estar orgulloso de tí; no de tu reflejo, de ti como Gabe Bacher, la persona que es más que músculos...
Se sentía tan natural ser débil por los ojos de Cloe que no se molestó en intentar buscar fuerzas ¿Cómo podía sentirse orgulloso, cuándo dejaba que una mirada fuese su punto de quiebre? ¿Cómo le creería a Clo, cuándo estaba demasiado enfocado en la sinceridad de su mirada azul? Sin pensarlo, apartó un mechón castaño que estorbaba en el rostro de la chica. Rozó la mejilla de la chica y, sin quererlo, dejó su mano ahí, acariciando con su pulgar la piel suave de su cara.
¿Cómo iba a...? Ni siquiera podía pensar bien.
En el caso de Cloe, ella seguia enfocada en ese mosaico que se hacía cada vez más claro. Esa puerta "entreabierta" estaba a punto de abrirse por completo, y ella no se había dado cuenta de lo ansiosa que estaba por conocer esa parte de Gabe hasta que su corazón comenzó a latir con rápidez. Una de sus manos seguia entrelazada a la de él, la otra había dejado su mejilla. Él, por otro lado, seguia con su otra mano en la mejilla de la chica, sin saber la razón por la cuál no la podía alejar.
Y ese mosaico cada vez estaba más cerca de ella...
Más cerca...
Más cerca...
Hasta que la distancia que importó no fue la de sus miradas, sino la de sus labios que siguieron el rumbo de una atracción sin explicación. La cercanía era cada vez más evidente, y la razón de ambos parecía haberse apagado. Ellos jamás se habrían detenido...
— Hey, chicos, Don y yo...
Ellos jamás habrían detenido el rumbo de sus labios si Dalia no hubiese aparecido en ese momento.
La pelirroja notó que la cercanía entre sus dos amigos no era precisamente algo fingido. Se calló de inmediato, aunque sabía que habia arruinado lo que sea que estaba pasando antes de su llegada. Los rostros de Cloe y Gabe se separaron, pero sus manos seguían entrelazadas. Dalia fingió no notar eso último.
— Eh...— habló la pelirroja —. ¿Interrumpí algo?
— No — dijo Gabe, sin dejar de mirar a Cloe —, ¿qué ibas a decir, Dal?
— Que Don y yo ya nos vamos — dijo, no muy convencida del "no" de Gabe —, iba a preguntarles si ustedes querian venir también, pero se ven cómodos aquí...
Cloe bajó la mirada hasta sus manos entrelazadas y decidió cortar el contacto lo más pronto posible. Sintió que sus mejillas comenzaban a ponerse calientes, estaba sonrojada. Volvió a los ojos de Gabe y...
Y le encontró sentido a ese mosaico.
— Vámonos — le dijo, antes de sonreír con diversión —, ¡pero yo conduzco!
Se levantó del banco y corrió cual niña pequeña hasta el auto de Gabe.
— ¡Cloe! — exclamó el narciso, poniéndose de pie al instante —. Joder, no voy a dejar que toque mi auto otra vez.
Él corrió tras ella y todo volvió a su lugar, dejando a Dalia más confundida que nunca. La pelirroja regresó hasta su novio, quien reía al ver a Gabe luchando para que Cloe no tomara las llaves de su bolsillo. Al observar la sorpresa en el rostro de Dali, Don la miró preocupado.
— ¿Todo bien, amor? — preguntó —, parece que viste un fantasma.
— Un fantasma me habría sorprendido menos, creéme — dijo, pero luego sonrió de lado —. Creo que Gabe no odiará las reuniones familiares luego de hoy.
— ¿Estás segura?
— Sí, muy segura.
Cloe no descubrió la raíz del trastorno de Gabe, pero hizo algo mucho más importante. Sonreía mientras conducía el auto del narciso y solo podía pensar en algo...
...le encontró sentido a ese mosaico.
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