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Capítulo 38

La calma antes de una tormenta
28 de mayo

7:00 pm

Cloe aún no sabia con exactitud la razón por la cual se había ofrecido a acompañar a Gabe, Dalia y Don, a la cena de una familia que estaba muy lejos de ser la suya. Fue casi un impulso la forma en la que le pidió a la pareja que la dejaran asistir, así que estaba tratando de pensar en el "porque" de esa acción, y lo hacía mientras esquivaba las grietas en el asfalto del camino.

Durante sus años ayudando al programa M.E.R descubrió que las raíces de los trastornos nacen en época de la infancia muchas veces, por lo que la forma de crianza y la actitud de los padres tienden a inferir en estas enfermedades. La doctora Wallace le advirtió que eso no siempre era así. Si bien existen tendencias, ningún caso es igual, por lo que la única forma de comprobar si eso se cumplía en su narciso era acercarse al lugar que vio crecer a Gabe.

Quizá ahí se escondía el "porque" de su vigorexia.

La otra posibilidad que pudo haber arrastrado a Cloe hasta la casa Bacher era que sus domingos tendían a ser días aburridos, en los que no hacía absolutamente nada. Se quedaba sola en casa, ya que Sanne iba a nadar y Linda desaparecía con Aviv. No podía molestar a su mejor amigo porque el nerd utilizaba ese día para corregir trabajos universitarios, y tampoco molestaba a Lilian porque descubrió por las malas que últimamente tenía un humor terrible.

Ni siquiera se esforzaba en llamar a Dalia, sabía que ella le diría que pasaría el día con Don. Y, aunque las gemelas Stewart pasaban algunos domingos junto a ella, no siempre estaban disponibles para entretener a la falsa casamentera. Así pues, su única compañía fija en esos días tan aburridos era Jace, quien cada vez se llenaba más y más sobre pensamientos dedicados a un narciso musculoso.

Esos días la mataban de aburrimiento, así que supuso que su petición casi involuntaria fue un reflejo de su desesperación. Necesitaba pasar un domingo lejos de su casa y en la reunión familiar de los Bacher/Cooper estaría haciendo algo al menos.

En medio de sus pensamientos, saltó una vez más y se molestó consigo misma al pisar una grieta. Volvió a intentar y esta vez cayó lejos de ella. Sí, definitivamente estaba ahí para evitar aburrirse.

— ¿Podrías dejar de hacer eso? — preguntó Gabe, más irritado de lo normal —, pareces una niña pequeña.

— ¿Quién te asegura que no lo soy? — le pregunto ella, sin dejar de saltar.

— La licencia de conducir que te obligué a mostrarme antes de dejar que conducieras mi auto — contraatacó él —. Es lo único que me lo asegura, porque si me guiara por tu estatura te habría dejado en la guardería más cercana.

Cloe se volteó y le sacó la lengua. Gabe no estaba muy entusiasmado por visitar a sus padres, y la decisión de la castaña de entrometerse en el asunto no mejoró su ánimo. Todos sus músculos estaban tensos, como si ellos pudiesen recordar a la perfección la última vez que cruzaron esa puerta a la que se acercaban poco a poco.

No voy a decirte que los señores Bacher eran violentos porque no es verdad. Jamás le gritaron a su hijo; es más, utilizaban palabras suaves para dirigirse a él.

¿Te cuento un secreto? Las palabras suaves son las que más duelen. Ellas noquean sentimientos, estrangulan pensamientos con lo que se expresa detrás de su suavidad y golpean al corazón sin aviso, dejándolo adolorido por mucho más tiempo del que puedo explicar...Ahora que lo pienso, esto no es secreto para ti. Eres experta en esa clase de vocabulario, ¿no es así?

— Cloe — la llamó él, logrando que ella, Don y Dalia se detuvieran antes de llamar a la puerta.

— ¿Qué ocurre, narciso? — ella le sonrió. No olvidó colocarse de puntillas para evitar alguna burla por su estatura. A pesar de traer plataformas y estar sobre las puntas de estas, Gabe seguía siendo más alto.

— No sé porque estás aquí — le dijo —, pero créeme que te arrepentirás de tu decisión.

El que los ojos de Gabe fueran como una "puerta entreabierta" comenzaba a frustrar a su casamentera. En ese momento en particular, ella presenció un mosaico de sentimientos mezclados con las tonalidades verdes de unos iris que luchaban por mantenerse a la defensiva; pero aquel mosaico no terminaba de cobrar sentido porque él se negaba a mostrar demasiado. Quizá, ni siquiera él estaba seguro de lo que albergaba su propia mirada, pero todo aquello que escondía era un tema que Cloe anotaba en Jace cada noche.

"Lo que he visto de él me gusta" le decía "pero hasta que no termine de abrir la puerta de sus ojos, no podré decir que conozco a Gabe Bacher en realidad"

Él cortó con el contacto visual y la adelantó para alcanzar a sus delatores, quienes ya estaban frente a la puerta de una casa bastante pintoresca. Haciendo a un lado la idea del mosaico en los ojos de su narciso, Cloe sacudió su cabeza y se acercó a sus amigos ¿Se arrepentiría de acompañarlos? No lo sabía, pero ya era muy tarde para arrepentirse; Don ya había golpeado la puerta.

Bueno, al menos estaba viviendo un domingo muy diferente a los aburridos y habituales que acostumbraba.

La puerta reveló unos ojos verdes idénticos a los de Gabe, solo que mucho más amables y entusiastas. No tardó en ver por completo el rostro de la portadora de dicha mirada; una mujer de tez bronceada que debía rondar los cincuenta y tantos, rubia, alta y esbelta, se lanzó a los brazos de Donovan, envolviéndolo en un abrazo maternal.

— ¡Mi Donny! — exclamó la señora, apretujando a Don con cariño. Él le devolvía el gesto con gusto —. Hace tiempo que no te veía, cariño ¡Pero que guapo estás!

— Tú eres quien se pone cada vez más guapa, tía Ama — le dijo él —. Espero que el tío Fred esté claro de lo afortunado que es.

— Oh, más le vale estarlo, cariño.

Ella soltó una delicada risa que, en sus pocos segundos de duración, resultó melodiosa. La mujer irradiaba una calma y calidez familiar contagiosa. Con solo verla, provocaba sonreír. Al soltar a Don de su amoroso abrazo, su mirada se juntó con la de Gabe; aquella con la que compartía tonos de verde. De inmediato, esos ojos que se vieron tan alegres en un principio, dejaron de mostrar tanto entusiasmo.

La mezcla de felicidad, tristeza y miedo en los ojos de Amaia Bacher era evidente gracias a esa grieta en sus labios a la que se esforzó por convertir en una sonrisa auténtica; no lo logró, pero no se rindió al transformar ese gesto.

— Hola, mi niño...— se dirigió a Gabe. Su voz abandonó su garganta estando ya quebrada —. Que bonito es tenerte en casa.

— Hola, mamá — la saludó Gabe, al tiempo en el que él arrastró a Cloe y a su madre al interior de la casa. Don y Dalia entraron por su cuenta y fue él quien se encargó se cerrar la puerta tras ellos —. Tú me invitaste, no debería sorprenderte verme aquí.

— Lo sé, es que...— Amaia mordió su labio. Luego, soltó un suspiro —. Creí que no vendrías.

La tristeza se podía palpar en el aire, pero la pequeña esperanza que adquirió al verlo era algo que también se sentía en el ambiente. Amaia suspiró tras mirar a su hijo de arriba a abajo, ¿cuando había crecido tanto su niñito adorado? Se acercó a él y acarició su mejilla con cariño.

Aunque Cloe no pudo evitar notar que dentro de ese gesto de afecto, había miedo atrapado en el temblar se las manos de la mujer.

— Te abrazaría — le dijo su madre dulcemente —, pero después de la última vez...

— Entiendo, ma — él le sonrió de lado —. No te preocupes.

— Bueno, bueno, ¿y dónde quedó mi saludo, Ama? — la pelirroja colocó sus manos en jarras y observó a la madre de su amigo con diversión.

La señora Bacher eliminó la tristeza en sus ojos y envolvió a Dalia en un abrazo lleno de risas. Cloe, por su lado, no pudo evitar fruncir el ceño ante las palabras de Amaia ¿Qué pudo haber ocurrido para que una madre no quisiera abrazar a su hijo? Don, que estaba a su lado, notó esa duda en su rostro y se acercó hasta su oído para susurrarle la respuesta a tal pregunta.

— Amaia tiene un problema en la columna — le informó el rubio —, la última vez que abrazó a Gabe, él no controló su fuerza y terminó por empeorar el estado de su madre. Evitan los abrazos desde entonces.

— Oh — soltó Cloe en susurro —, debe ser duro para una madre no poder abrazar a su hijo.

— Y duro para un hijo no poder abrazar a su madre — suspiró Don —. Que el aspecto de Gabe no te engañe, existen detalles que ni el hombre más fuerte es capaz de aguantar.

¿A Gabe le afectaba la brecha que se había instalado entre él y sus padres? Pues, él nunca lo admitiría así que Cloe y Don se conformaron con adivinar.

— ¿Dónde están mis bebés y mi hijita adoptada? — la voz de una mujer se escuchó junto con unas pisadas. Pronto, una señora de cabello castaño, más o menos de la edad de Amaia, entró en el recibidor con una sonrisa amplia.

Una sonrisa muy parecida a la de Donovan.

— ¡Tienen veinticinco, Eli! — reclamó una voz ronca de hombre desde la otra habitación —, ¡Ya no son bebés!

— ¡Tú tienes cincuenta y ocho y sigues armando los berrinches de un niño, Héctor! — reclamó Elizabeth Cooper, con una sonrisa divertida en su rostro —, ¡No me digas que mis bebés no son bebés cuando tú sigues siendo uno! Ahora, ¿alguien me puede explicar por qué nadie me ha abrazado aún?

Donovan fue el primero en saludar a su madre, quien lo llenó de besos al instante. La segunda fue Dalia, ella recibió el mismo, o incluso más cariño que su novio. Y, aunque Gabe consideró en abstenerse a saludar a su tía, ella lo envolvió en un abrazo y le reclamó por su estatura.

— Yo no te dí permiso para ser tan alto — lo regañó —, ¿Cómo te atreves a ser más alto que tu tía? Me parece toda una falta de respeto.

— Soy más alto que tú desde los quince años, tía Eli — acotó Gabe.

— Debiste dejar de crecer en ese momento. Me dará dolor de cuello verte a los ojos, bebecito mío.

A diferencia de Amaia, Elizabeth era baja, rellena y bastante pálida como para vivir en Los Ángeles. Donovan le había advertido a Cloe que su madre era toda una explosión de energía y ahora ella podía comprobarlo con sus propios ojos. La señora Cooper hablaba y hablaba, daba abrazos y besos, y luego bromeaba. Clo no pudo resistirse a soltar una carcajada al momento en el que la madre Don comenzó a dar saltos para intentar igualar la altura de Gabe. No había hablado con la señora y ya le caía bien.

Su carcajada fue suficiente como para dirigir la atención de las dos señoras hasta ella. Notaron que no conocían a esa castaña que los acompañaba. Tanto Elizabeth como Amaia dirigieron sus miradas hasta Gabe, con la esperanza de que el narciso las presentara. Él no habló, así que Dalia fue la que se acercó hasta su amiga y dio aquella presentación tan esperada.

— Eli, Ama, ella es Cloe Nicols — dijo la pelirroja, entrelazando su brazo con el de su amiga —. Creo que ya les he hablado de ella, ¿no es así? Es una de mis mejores amigas y...

— ¿No sales con Gabe? — Amaia soltó esa pregunta directamente hacia Cloe, lo que hizo que en los ojos de la castaña y el narciso se instalara una sorpresa casi alarmante.

— ¡No! — exclamaron al mismo tiempo, con una prisa desesperada cuya única intención era dar a entender que algo así nunca podría ocurrir.

— Por Dios, mamá, no puedo creer que sigas con eso — habló Gabe, con cierta molestia —. Ella no sale conmigo, solo es amiga de Dal.

— ¡Hey! También soy tu amiga — le reclamó Cloe.

— Pero más amiga de Dalia.

— Eso no me niega el derecho de ser tu amiga, narciso.

— Bien, si es lo que te hace feliz, diré que eres mi amiga.

— Mucho mejor — Cloe sonrió satisfecha, logrando que Gabe rodara sus ojos.

Elizabeth y Amaia observaron esa pequeña escena un poco confundidas ¿Desde cuándo Gabe admitía algo solo para hacer a alguien "feliz"? Llevaban muchos meses sin verlo, se habían preparado para ver cambios en él, especialmente en sus músculos que estaban mucho más hinchados que la última vez que pisó esa casa. No obstante, no habrían podido imaginar ese cambio en su actitud. Era una sorpresa ver tal amabilidad en un chico tan tosco y egoísta como él.

Ama le lanzó una mirada entusiasta a su mejor amiga, quien entendió de inmediato sus intenciones. Elizabeth conocía a Amaia desde que eran niñas, así que estaba al tanto de las ganas que tenía de ver a su hijo con pareja. Ella solo pudo rodar los ojos y, con el mayor disimulo posible, le susurró a su amiga que debía dejar en paz a su hijo.

Claro que, en el fondo, Elizabeth sabía que Amaia no le haría mucho caso. La señora Bacher creía en el amor de una forma casi infantil, estaba segura de que esa sería la medicina que terminaría por sanar a su hijo.

— Bueno, yo soy Amaia Bacher pero puedes decirme Ama, todos en esta casa lo hacen — terminó por decir —. Soy la madre de Gabe y la tía de Donny.

— Y yo soy Elizabeth, cariño; pero no me llames así porque me sentiré vieja y aún me queda mucha juventud por delante. Dime Eli— la señora Cooper le sonrió con cariño.

— Es un placer conocerlas a las dos — sonrió Cloe.

— El placer es nuestro, cielo. Me alegra que vinieras, hay mucha comida y temía que nuestros esposos acabaran con ella por su cuenta — rió Eli —. Hablando de ellos, ¡debes conocerlos! Ven, te presentaré a esos dos berrinchudos.

— Siéntete como en casa, Cloe — le habló Amaia.

La castaña le sonrío con gratitud a la señora Bacher y se dejó guiar por la señora Cooper hasta la sala de estar. Antes, le dedicó una mirada a Gabe ¿Cómo pudo creer que todo eso saldría mal? Ambas mujeres eran increíblemente amables y no había pasado ningún disgusto, hasta el momento.

Gabe suspiró. A pesar de que el dicho dice que es al revés, te puedo asegurar hay calma antes de una tormenta. Existen personas que disfrutan la tranquilidad antes de la lluvia y otros que se preparan para los rayos y truenos que vienen luego. Cloe pertenecía al primer grupo, disfrutaba del clima seco aunque había nubes de lluvia sobre ella.

Por otro lado, Gabe pertenecía al segundo grupo y su pronóstico era una tormenta de la que ninguno podría escapar en la hora de la cena.

🌻

8:30 pm

Héctor Cooper era un hombre canoso, alto y corpulento. Tenía un aspecto intimidante, pero su ánimo y actitud bromista lograban hacer sentir cómodo a cualquiera. Donovan se parecía mucho a él, había heredado sus ojos oscuros y algunas de sus facciones. Eso sí, la sonrisa era algo que compartía con su madre. Eli rara vez dejaba de sonreír, cosa que también caracterizaba a su hijo.

Por otro lado, Fred Bacher era la seriedad en persona. Un hombre calvo, alto y delgado, cuyo rostro contaba con un par de cejas pobladas que endurecían su ceño incluso cuando sonreía. Era amable, de eso no había duda, pero solo lo descubrirías luego de entablar una larga charla con él, pues su aspecto lo alejaba de lucir como alguien amistoso. A diferencia de Don, Gabe se parecía mucho más a su madre que a su padre. Quizá la severidad en sus miradas era lo único que lo acercaba a Fred.

Aunque su padre se ablandaba por completo cuando hablaba con Amaia, así que ni siquiera en la severidad podría comparársele con su hijo. 

Con el inicio de la cena, Cloe había descubierto varias cosas en esa familia. La amistad entre Eli, Amaia, Fred y Héctor era algo que tenía ya varios años. Entre ellos, reían de cosas que ni siquiera sus hijos comprendían y bromeaban como si lo hubiesen hecho toda una vida. Eran la imagen de una familia que no compartía lazos de sangre, pero que compartía nudos mucho más fuertes.

Además, Cloe descubrió que todos ahí trataban a Donovan con un cariño increíble. Tanto sus padres, como sus tíos, lo bombardeaban de halagos a cada rato. Su madre lo besaba en las mejillas cada vez que podía y su padre revolvía su largo cabello con frecuencia. Notó que lo llamaban "campeón" a menudo y que, la mayoría de las veces, Don reía al escuchar su apodo...pero reía de manera nerviosa.

Rara vez se le veía incómodo, pero Cloe estaba segura de que eso en los ojos de su amigo al escuchar a su familia llamarlo de ese modo era incomodidad. Tardó unos segundos en enlazar ese comportamiento con el pasado del rubio ¿A Donovan le incomodaba que lo trataran como un "campeón" por haber vencido al cáncer? Si era así, ¿por qué no los detenía?

Pero claro, ¿cómo le pides a tus seres queridos que te dejen en paz cuando en algún momento creyeron que nunca más volverían a abrazarte?

Otra peculiaridad presente en la mesa fue el trato hacia Dalia. Cloe se dio cuenta de que no se dirigían a su amiga como a la novia de Don, sino que la trataban como parte de la familia. La pelirroja era una Cooper más, a pesar de no tener ese apellido. En un principio, eso alegró a Clo. Era lindo ver como conversaba con los padres de Donovan y bromeaba sobre estar aguantando aguantándolo en casa. Luego, los señores Bacher se incluyeron en la conversación y la perspectiva de Cloe cambió.

— ¿Y ya han pensado en llevar su relación a otro nivel? — preguntó Amaia, entusiasmada.

— Creí que otro nivel era mudarnos juntos — soltó Don con diversión —, ¿a qué nivel te refieres, tía?

— Pues, boda.

— Es cierto, ya llevan un buen tiempo juntos — acotó Fred Bacher —, ¿por qué no dan ese paso de una vez?

Cloe notó con rápidez la incómodidad en los ojos de su amiga. Ella sabía que si Don llegaba a proponerle matrimonio, Dalia aceptaría sin pensarlo. Lo quería demasiado y ya estaban comenzando una vida juntos ¿Por qué no hacerlo oficial? No obstante, también entendió esa cara incómoda cuando escuchó tal propuesta salir de los labios de la madre de Gabe. Se supone que un paso como ese es una desición que ella y Donovan debían tomar, no los tíos de su novio.

Se veía de lejos que esos comentarios la hacían sentir presionada, lo que le dio a entender que no era la primera vez que la pelirroja quedaba atrapada en una conversación así. Pensó en todo lo que su amiga había dejado en París cuando se mudó a L.A, ¿y si Dali no se había mudado con Don solo por amor? ¿Y si hubo presión de por medio?

— Oh, vamos Amaia, no empieces con lo mismo otra vez — por suerte, Héctor estaba del lado de su hijo y la novia de este —. Son jóvenes, tienen todo el tiempo del mundo para pensar en esas cosas. Déjalos disfrutar, no se tiene la edad que ellos tienen toda una vida.

— A menos de que seas tú — soltó Fred —, tienes veinticinco desde hace treinta años.

— ¿Estás celoso, calvito?

El padre de Gabe soltó una especie de gruñido que hizo reír a los presentes. Aquello fue suficiente como para relajar el ambiente. Dalia aún se veía incómoda pero con un intercambio de miradas, Don le dio a entender a Cloe que él arreglaría eso luego. Sin duda, esa no era la primera vez que algo así ocurría.

Otra cosa singular que Cloe no dejó pasar por alto fue lo cariñosos que eran el señor y la señora Bacher entre ellos. Desde que iniciaron la cena, sus manos nunca se separaron. Eso le pareció tierno a Cloe, hasta que llegó un momento en el que todo ese cariño pasó a ser un tanto excesivo.

— Ay, amor, eso me recuerda a cuando nos conocimos — suspiró Amaia luego de que Cloe contara una anécdota muy alejada del tema del romance —. ¿A ti no, Freddy?

— Claro que sí, cariño — él le sonrió con dulzura.

— No exageren con el azúcar, recuerden que Dalia es diabética — soltó Gabe, queriendo callar a sus padres —. Sean piadosos con ella.

— ¡Oh, Cloe! ¡Te contaré la historia! — exclamó Ama, ignorando a su hijo—, conocer al padre de Gabe fue la experiencia mas dulce y romántica de mi vida...

— ¡No, otra vez no! — exclamó Eli —, ¡Por amor al cielo, ¿no podemos tener una cena sin que repitan una y otra vez esa historia?!

— ¿De qué hablas? — preguntó Fred, frunciendo sus cejas —, nunca hablamos de eso.

Cloe jamás había escuchado un suspiro colectivo tan sonoro. Al parecer todos concordaban con que Fred no estaba en lo correcto.

— Fue una mañana de agosto — le contó Héctor a Cloe, con una cara llena de fastidio —. Si la historia la cuenta Ama, te dirá que era la mañana más hermosa que ha presenciado el cielo de California. Si la historia la cuenta Fred, dirá que hacia un calor del demonio.

— La tía Ama y mi mamá estaban en la playa porque se propusieron agarrar un puesto decente, cerca de la costa y si vas muy tarde solo quedan los puestos alejados del mar — Donovan fue quien continuó —. Mi papá y el tío Fred eran guardavidas de turno, así que las vieron llegar.

— A Fred le gustó Amaia de inmediato — Dalia tomó el relevo del cuento con facilidad —, así que se acercó a ella y arrastró a Héctor con él. Los cuatro hablaron por horas, hasta que Héctor y Eli entendieron las indirectas y pusieron la excusa de que irían a buscar algo de tomar para dejarlos solos.

— Fue un sacrificio bastante grande porque yo odie a Héctor desde el instante en que lo vi — acotó Eli, su esposo rió al recordar aquel inicio. A diferencia de los Bacher, ellos no iniciaron muy bien —, pero lo hice porque amigas como yo, nacen cada dos siglos en este mundo.

》Como sea, Ama y Fred aprovecharon su tiempo solos para caminar por la playa. Esta es la parte de la historia en la que ella diría "supe que lo quería en mi vida cuando vi el reflejo del sol en sus ojos" y todos trataríamos de no vomitar ante tanta cursileria.

— Se besaron — terminó por decir Gabe, quien miró directamente a Cloe en ese instante —. Luego de eso comenzaron a salir y tres años después, nací yo.

— Y vivieron felices para siempre, el fin — culminó Eli.

— Te faltó el suspiro dramático del final que siempre hace Amaia, amor — sonrió Héctor, mirando a su esposa con diversión.

— ¡Oh, cierto, cierto! ¡Lo haré de nuevo! — Eli carraspeó un poco y se preparó para su actuación —: Y vivieron felices para siempre, el fin.

Llevó ambas manos a su pecho y soltó un suspiro tan exagerado que casi la hizo caer de la silla. Héctor estalló en carcajadas y Cloe no pudo evitar reír. Todos se sabían esa historia bastante bien, señal de que era contada sin cansancio en las cenas familiares.

— No pueden negar que es romántico — dijo Cloe, encogiéndose de hombros.

— Quizá lo fue en algún momento, pero van treinta años aguantando la misma historia — carcajeó Héctor —. Siento que moriré y escuchando los suspiros exagerados de Amaia.

— Exagerado — la señora Bacher rodó sus ojos verdes y luego se fijó en Cloe —. Solo cuento la historia porque creo que lo que yo sentí ese día y sigo sintiendo es algo que todos deberían vivir. El amor es algo tan bonito...no sabes cuánto me gustaría que mi niño viviera una experiencia como esa.

— Ja, eso es demasiado pedir, Ama — soltó Fred —. Solo míralo, no pone de su parte consigo mismo, ¿y esperas que así consiga a alguien? Mejor quítate esa ilusión de la mente antes de que sea demasiado tarde, querida. Gabe jodió tanto su vida que no creo que enamore a alguien.

Y ahí estaba: la tormenta después de la calma.

La boca de Cloe se abrió automáticamente ante la sorpresa ¿De verdad había escuchado bien? Ella venía de una familia disfuncional. Sus padres no eran los mejores, incluso le daban miedo, pero jamás dirían algo tan duro como lo que dijo Fred en la cara de su propio hijo.

Ella ladeó la cabeza para mirar a Gabe, sus músculos estaban tensos de nuevo. Notó que él no podía mirar a su padre, y que Fred no lo podía mirar a él. Todos en la mesa estaban callados, pero ella era la única sorprendida ¿No era la primera vez que su padre llegaba a ser tan cruel?

A decir verdad, la relación entre Fred y Gabe Bacher era un completo desastre. No se hablaban directamente y tenían roces como ese cada vez que se veían. Resultaba triste, pues el narciso creció admirando a su padre por ser el hombre íntegro que era. No obstante, su figura de héroe se había visto manchada por esa actitud seria y distante que ahora lo caracterizaba.

— ¿Sabes, papá? Esas cosas podrías guardártelas para cuando estemos solos — soltó su hijo, molesto —. Si es que te atreves a quedarte a solas con tu hijo.

— ¿Cómo podría atreverme a tal cosa? Lejos de ser el hijo que críe, pareces un monstruo — le reclamó.

— ¡Fred! — soltó Amaia, con su voz quebrada.

— ¡Alguien le tiene que abrir los ojos, Ama! Se mira horas en el espejo y no ha notado en lo que se ha convertido.

— Tío Fred, creo que es mejor cortar el tema — dijo Donovan con rapidez.

— Sí, sí — concordó Eli —, ¿todos terminaron su cena? Parece que sí...

— ¡Yo traigo el postre! — exclamó Dalia, poniéndose de pie con prisa para evitar que la pelea continuara.

— No, no, dejen que el siga opinando — habló Gabe, colocándose de pie —. ¿Qué más va a hacer? Ya me echó de la casa una vez, no puede hacerlo una segunda.

— Mhm, acabo de recordar que estas cenas siempre salen mal — soltó Héctor —. Quizá deberíamos dejar de hacerlas, ¿no creen?

— No tienes ni idea de la vergüenza que siento al ver que mi hijo se perdió a sí mismo de una forma tan baja — habló el señor Bacher, indignado —. Te vas a quedar solo Gabe, y será tu culpa.

Y ahí es cuando una palabra suave se vuelve dolorosa; ahí es cuando una oración se transforma en una bala y una persona se transforma en un blanco. Gabe no se movió, no podía ¿Cómo esperas que alguien al que le disparan de esa manera mueva siquiera un músculo? Casi sin notarlo, buscó apoyo en los ojos de su mamá. Recibió otro disparo en el instante en el que ella apartó la mirada y comenzó a llorar.

Los dos creían lo mismo: habían perdido a su hijo por un monstruo de músculos inmensos que, de tanto quererse a sí mismo, perdió el amor de los demás.

Cloe no recibió esa bala hecha de letras, pero sintió una punzada de dolor en su pecho que la llevó a hacer una locura. Se levantó de la silla y rodeó el enorme brazo de Gabe, quien la miró desconcertado. Ella le sonrió de lado y rogó en silencio por que él entendiese lo que planeaba esa vez.

— Cariño, sé que te dije que prefería mantenerlo en secreto frente a tus padres pero creo que puedes decirles — dijo ella, aferrándose aún más a su brazo.

— ¿Cariño? — preguntó él confundido —, ¿a quién le hablas, loca?

— A ti, tonto — ella soltó una risa tonta que ni Dalia le había escuchado soltar antes. Luego, se dirigió a los padres de Gabe —. Señor y señora Bacher, en serio lamento no haberles dicho esto antes, pero soy muy reservada y un tanto...penosa. Cuando Gabe me pidió acompañarlo a esta cena no pude con los nervios y pedí que mantuviera lo nuestro en secreto frente a ustedes. Espero comprendan, cualquiera se pone nerviosa cuando va a conocer a los padres de su novio.

Más de uno la miró con sorpresa en ese instante, pero la confusión de Gabe sin duda fue la más grande. Enarcó una ceja en su dirección y se sorprendió cuando ella guió su musculoso brazo de forma en la que él pudiera rodearla por la cintura. Cloe hacía cosas extrañas a menudo, pero ninguna de sus locuras había llegado al punto de rareza al que llegó esa en particular.

— Ya va, ya va — la detuvo Donovan —, ¡¿dijiste novio?!

— Oh, vamos, ustedes también pueden dejar de fingir — dijo Cloe, tratando de hacerle entender a Dalia y a Don que debían disimular más —. Gracias por mantenerse callados pero tenían razón, debía armarme de valor para esto. En realidad quiero a Gabe, así que no debería tener miedo o intentar esconderlo.

— Repito: iré a buscar el postre — fue lo único que consiguió decir Dalia. Salió del comedor caminando lento, aturdida por lo que acababa de ocurrir.

Mientras tanto, Amaia y Fred se habían quedado sin palabras que pronunciar. A medida en que Cloe hablaba, más convencidos quedaban en que era cierto que su hijo había encontrado a alguien que lo quería a pesar de su monstruoso afecto. Un rubor lleno de vergüenza se instaló en las mejillas de su madre, y su padre no pudo verlo a los ojos, esta vez por una razón muy diferente a la furia anterior.

— Cloe — la llamó él en susurro —, ¿qué haces?

Ella le sonrió y dejó un beso en su mejilla que lo tomó por sorpresa. Cloe aprovechó esa cercanía para acercarse a su oído y poder susurrar:

— Sígueme el juego, idiota.

Para ser una persona que disfruta de la calma antes de la tempestad, Cloe supo como callar a los truenos e ignorar los rayos. Utilizó esa farsa como paraguas para alejar a Gabe de la lluvia y él logró entenderlo cuando vio esa sonrisa cómplice en los labios de su casamentera. Le sonrió de vuelta y la acercó más a él, siguiendo la actuación.

¿Quién lo diría? Cloe sabía encontrar calma incluso en medio de una tormenta.

Miente sobre ser casamentera...
Miente sobre ser la novia del que cree que ella es casamentera...
Sip, Cloe no es muy buen ejemplo a seguir...pero por ser ella todavía la queremos, ¿no es así? ❤

Perdón por estar tan ausente, estaba en medio de un bloqueo creativo pero he vuelto y les traje un regalo bastante simple pero buee ¿Saben la foto en multimedia? Pues, es un dibujo que hice...solo intenten advinar el personaje (está super fácil). Si les gusta, haré más. Sé que no compensa mi ausencia pero hice el intento 😅 Además de dejarles esta locura de capítulo, ¿les gustó?

¡Por cierto! ¿Qué tal sus vacaciones de semana santa? (Si es que tuvieron). Espero que hayan disfrutado muchooo.

Bueno, eso es todo. Chaíto, se les quiere❤

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