Capítulo 37
Náufrago
26 de mayo
3:00 pm
No tengo ni idea de por qué hablo tanto del pasado en esta historia cuando esa no era mi intención al principio. Quería darte algo bonito, algo con lo que pudieses entender lo mucho que yo amo tu belleza, aunque tu dices no tenerla. No obstante, me estoy encontrando con los pasados de los personajes como si estos fueran gritos que se esfuerzan por hacerse escuchar. Como un naufrago a la deriva que pide auxilio y ruega porque alguien lo oiga, así son sus memorias. Tú y yo somos los únicos que los escuchamos. Por lo tanto, esto va a dejar de ser algo bonito, porque no puedo ignorarlos.
— ¿Lo estoy haciendo bien, Donny? — Dalia repitió los pasos que Donovan le había explicado y se paró algo insegura sobre la tabla de surf.
Tal y como se lo había prometido a su novia y a su mejor amigo, Don decidió volver a la playa en la que pasó mayor parte de su infancia para convertirse en instructor temporal de un deporte que ya no podía practicar. Recordaba lo mucho que le solía gustar hundir sus pies en la arena blanca y sentir como esta se escurría entre sus dedos. Resultó amargo llegar a la playa y no poder repetir ese sentimiento por completo, pues esa prótesis que ahora sustituía su pierna le impedía hundirse en la orilla, o sentir los granos de arena dispersarse entre sus dedos.
La profundidad del océano que separa al pasado del presente es tan grande que no se puede medir en metros, o en ningún otro sistema de medición previamente inventado. Sin importar lo mucho que intentemos revivir un recuerdo, este nunca será igual a lo que conserva nuestra memoria. En ese momento, Don estaba en la misma playa en la que pasó su infancia, tenía de frente el mismo mar, las mismas olas, el mismo cielo...pero no era el mismo Donovan.
— ¿Donny? — repitió la pelirroja, al ver que el chico estaba demasiado perdido en sus pensamientos como para escucharla.
El lado bueno de la historia de Don es que su presente resultaba esperanzador y hermoso. Se encontró con esa sonrisa de color durazno que lo llenaba de alegría, y con esas pecas que aún no terminaba de contar. No pudo evitar sonreír, la tenía frente a él y eso era suficiente como para dejar de sentirse perdido en un pasado que no podía recuperar.
— Agradece que estás en arena y no en el agua porque, parada así, ya te habrías ahogado — se acercó a ella, sonriendo—. Debes separar más las piernas y flexionar las rodillas, así.
Colocó sus manos en la cintura de la chica, guiando sus movimientos de la forma adecuada. El cambio al que se habia sometido la Dalia de hace cinco años era abismal. Su cuerpo descuidado y lleno de grasa pasó a ser uno esculpido, firme y de curvas delicadas. Algo que le encantaba a Don del fisico de su novia, por no decir que le gustaba todo se él, era que resultaba contar la historia de una luchadora. Ella tenía cicatrices que acompañaban a su abdomen plano, y estrias que se marcaban en su trasero y brazos. El pasado de Dali estaba escrito en su cuerpo, y aún así era hermosa.
Su bikini de color esmeralda era un buen delator para todas esas marcas que la volvian preciosa, así que Donovan olvidó la lección y se perdió en la forma en la que sus manos, grandes y gruesas, encajaban a la perfección con una cintura tan delicada como la de ella. Dejó un beso en su cuello, lo suficientemente largo como para aspirar el aroma que provenía de ella. Olía a brisa marina y bloqueador solar, nada especial, pero él estaba tan encantado con su presente que esa fragancia le pareció mejor que ninguna.
— Si mi profesor hace cosas como esa en lugar de enseñarme a surfear, estoy muy segura de que terminaré ahogandome al entrar al agua — comentó ella, aunque en su voz no hubo algun rastro de arrepentimiento por dejarse besar. Él soltó una pequeña risa y apoyó su cabeza en su hombro, volviendo a dejar otro beso en el mismo lugar —. Donny, ¿te sientes bien?
— Sí — respondió —, ¿por qué preguntas?
— Porque te conozco y a veces tus besos hablan por ti ¿Me estas dando las gracias por algo?
— Puede ser...— él trazó pequeños patrones en su otro hombro sin apartar su rostro de aquella posición tan intima.
— ¿Y por qué? Si se puede saber.
Él sonrió. Dejó de apoyarse en su hombro pero no eliminó la distancia, más bien la enfatizó al colocar sus manos en la cintura de la chica una vez más. Acercó su boca hasta la oreja de la pelirroja que tanto queria y tras remover unos mechones de cabello que obstaculizaban su camino, le susurró gratitud de la forma en la que una caracola susurra el sonido del océano.
— Gracias por ser mi presente — ella se estremeció al sentir su aliento tan cerca pero no tardó en sonreír —. Gracias por hacer de mi pasado algo más llevadero pero sobretodo, gracias porque sé que en mi futuro estará escrito tu nombre.
— ¿Qué quieres decir con eso?
— Quiero decir que debes pararte como te indico sobre la tabla porque no puedes ahogarte en el agua, no te lo permito. Te amo demasiado, Dalia, y sé que amaría tener una vida de recuerdos contigo. Te quiero querer en todos los tiempos verbales, cariño.
— Yo tambien quiero eso — admitió ella, ladeando un poco su cabeza para encontrarse con los ojos de Donovan —. Tambien eres mi presente, Donny, y amo la idea de ti siendo mi futuro.
Sus labios color durazno se veían bastante bien cuando estaban curvados hacia arriba, pues quedaban adornados por unas perlas llamadas dientes y el rubor en unas mejillas llenas de pecas. Ella se recostó en su pecho y llevó una mano hasta el lugar en el que los dedos de Donovan se fundían con su cintura, la otra la llevó hasta el cabello rubio del chico. Los sentimientos entre ellos eran el bote se rescate que cualquier naúfrago del pasado necesita para sobrevivir.
Esa promesa de quererse en todos los tiempos verbales era el ancla necesaria para no perderse en la nostalgia...aunque también era una sentencia peligrosa, pero a la distancia que estaban ellos era imposible divisar algún peligro.
— Oh, vamos ¿Estás usando esto para manosear a tu novia? — Gabe se acercó hasta ellos con una tabla de surf bajo su brazo —. Esperaba más de ti, Cooper.
Donovan soltó un suspiro frustrado, pues quedó a milimetros de poder probar los labios de la pelirroja. Eso fue suficiente como para que Gabe sonriera con diversión, se divertía al interrumpir a sus amigos de esa forma. Cortaba por completo el aire romanticon y cursi que se instalaba en la burbuja en la que Dalia y Don solían encerrarse, lo cual le causaba cierta gracia. Dali dejó escapar una pequeña carcajada al ver la decepción en el rostro de su novio, besó de forma fugaz sus labios y abandonó su posición para mirar a Gabe correctamente.
— Gab, tengo un problema — le dijo —: mi profesor me distrae en lugar se enseñarme a surfear.
— Tu me distraes a mi — se defendió Donovan —, no me pintes como el único culpable en esto.
— Parecen un par de adolecentes hormonados, me dan asco — bufó el narciso, entrecerrando sus ojos —. Mientras ustedes jugueteaban el uno con el otro, yo les enseñé a Sanne y a Cloe a surfear.
Las mencionadas escucharon sus nombres y se acercaron hasta la pareja y al narciso. Gabe no fue con intensiones de enseñarles ese deporte, él tan solo quería entrar al agua y poder perderse entre las olas con su tabla de surf. No obstante, al notar lo distraido que estaba Don, debió ocuparse de las otras dos margaritas. Sanne era una alumna estupenda, captó todas las instrucciones rápido y ya estaba ansiosa por entrar al mar. Por otro lado, Cloe...
Ella era la pesadilla de un profesor como Gabe.
Le costó demasiado entender las cosas más sencillas, lo que sacó se quicio al narciso de poca paciencia. Se equivocó mil y un veces, por no decir más, y se rió de sí misma en cada una de esas oportunidades. En el fondo, Gabe quería decir que había perdido su tiempo al enseñarle, pero comenzó a notar lo contagiosa que podía ser la risa de Cloe, así que se sintió incapaz de decir tal cosa cuando se había reido junto a ella. Fue débil por unas carcajadas nada delicadas.
Ahora debia equilibrar eso siendo fuerte en su tabla de surf.
— Pues, no sé ustedes pero Cloe y yo estamos listas para entrar al mar — dijo Sanne, quien lucia un traje de baño terracota y una sonrisa que llevaba tiempo sin aparecer en sus labios —. En realidad, Gabe es muy buen profesor.
— Por supuesto que lo soy — soltó él, sin modestia alguna.
— Uf, mira eso — Cloe señaló algo en el cielo, logrando que todos entrecerraran los ojos y guiaran su mirada hasta el azul brillante sobre ellos —, por ahí debe estar tu ego, narciso; volando alto junto con unas gaviotas.
— Debe tener linda vista — él le siguió el juego, se había acostumbrado a hacerlo.
— O un vertigo de mierda.
Gabe dejó escapar una pequeña carcajada ante su respuesta, tan solo una pequeña. Trató de no pensar en lo mucho que le gustaba ver el pequeño pero bonito cuerpo de su casamentera en ese bikini colorido. A veces la odiaba por ser la razón por la que cada vez perdía más fuerza, y otras veces resultaba tan humano que no podía evitar caer en las tentaciones y se olvidaba del odio.
Él sacudió su cabeza, estaba claro que debía alejarse de ella. Le dijo a Don que terminara de enseñarle a Dalia, mientras tanto, él iría hasta la sombrilla en la que se habían instalado Derek, Lilian y Linda. Esa fue su excusa para alejarse de Cloe y le funcionó, puea fue directo hacia ese lugar y dejó atrás a la horrible tentación que representaba su casamentera.
— Hola — les dijo, llamándo su atención. Lilian le sonrió mientras se exparcia bloqueador por sus brazos un tanto enrojecidos, Derek descubrió sus ojos café de los lentes de sol para observarlo y Linda apartó la mirada de su libro para fijarse en él —. ¿Seguros que no quieren venir con nosotros?
— Lo haría con gusto — le dijo Derek, colocándose los lentes de sol una vez más y recostandose en la tumbona —, el problema es que el surf es un deporte y pues, pienso evitarlo a toda costa.
— Derek es un peresoso. No intentes convencerlo, es una pérdida se tiempo — carcajeó su prometida para luego mirarlo —. Vas a tener que levantarte de ahí, cariño. Quiero caminar en la playa, ¿me acompañas?
— ¿Qué? ¡Pero si aquí estamos muy comodos! — se quejó él, pero Lilian parecía estar decidida a ir —. Lili, caminar también es ejercicio físico...
— Eres un vago, Derek Osbone — ella se levantó con un poco de dificultad debido al tamaño de su vientre y le ofreció la mano a su novio —. Te mueves, o te muevo.
— Uy si, que miedo.
No obstante, él se levantó de su comoda posición y accedió a caminar junto a Lilian. En el fondo, sabia que no le convenia nagarse. El físico de Derek era muy distinto a el de Gabe; bueno, el físico de Gabe era muy distinto al de todoa. A pesar de que el nerd era fiel creyente de que dormir siempre es mejor que hacer deporte, su contextura delgada lo hacia ver como alguien que estaba ligeramente en forma. El narciso, por otro lado, tenia unos músculos tan hinchados que resultaban rudos de ver.
Ni siquiera Donovan, que estaba en muy buena forma, tenía unos músculos tan grandes como los de Gabe.
Una vez la pareja se retiró, Linda y Gabe se quedaron solos. Ella intentó volver a su lectura, cubriendo lo mas posible su rostro con el gorro de tamaño exagerado que traía puesto. No obstante, él le impidió continuar la historia de romance ficticio que la tenía tan atrapada.
— ¿Qué hay de ti, Linda? — le preguntó —, ¿vienes a surfear?
— Mejor a la proxima, fenómeno — le sonrió con amabilidad —. Hay muchas personas en la playa y...
— Oh, vamos. Esas personas estan tan enfocadas en sus cosas que no notarán tu fea cara. Anda, inténtalo, yo te puedo enseñar.
Linda cerró su libro y suspiró levemente. Miró hacia el mar, se veía tan refrescante como en los años en los que jugó en esa orilla con sus abuelos. Llevó su mirada hasta los ojos verdes de Gabe, sabía que él debía estar pensando en lo fea que se veía ella al estar sonrojada por el calor pero, sinceramente, ya le daba igual lo que él opinaba sobre ella.
— Gabe, nací y crecí en L.A con un abuelo incluso más deportista que Don o tu — le explicó —, yo ya sé surfear.
— Entonces, ¿qué esperas? Ven y diviertete un poco — dijo él —. ¿O temes que te humille porque soy mejor surfista que tu?
— Oh, por amor a...— soltó entre dientes y, tras dejar su libro a un lado, se levantó —. ¿Tienes una tabla extra?
Gabe sonrió, sabía lo mucho que la sacaba se quicio el hecho de que él se creyera el mejor en todo. Le consiguió una tabla a su amiga horrorosa y juntos caminaron hacia el resto del grupo. Al parecer, Dalia aprovechó el tiempo para aprender a pararse sobre una tabla bien, lo que significaba que ya podían entrar al agua.
Antes de adentrarse en el mar frente a ella, Linda se detuvo junto a Don y le entregó su gorro. En esas fracciones de minutos en las que estuvo a su lado, notó el suspirar nostálgico salir por los labios del chico. Era extraño ver a alguien tan positivo y alegre de esa forma, casi parecia un Donovan distinto. No obstante, él terminó por sonreírle a la chica y la animó para que siguiera al resto. Incluso el Don nostalgico era excesivamente amable.
Ella le devolvió la sonrisa y corrió para alcanzar a las tres margaritas y a Gabe, quienes ya estaban en el agua. Hacia años que no se sumergia en agua salada, asi que cuando lo hizo sintió que volvía a ser esa niña asustada que le temía a las olas altas pero al mismo tiempo siempre anhelo surfear sobre ellas. Contuvo la respiración durante varios segundos, dejando que cada poro de su piel sintiera el refrescante líquido salado. A pesar de que el miedo era parte de su pasado en la playa, recordarlo se sentía bien.
No era la misma Linda, así que veía a las olas de forma distinta. No había miedo, y descubrió que esa era la única parte de su pasado que le daba fuerzas.
Salió a la superficie aferrada a su tabla, su cabello color miel se veía incluso más descuidado estando mojado. Sin embargo, eso no les importaba a las personas con las que estaba.
— Bueno, Linda — Gabe se sentó en su propia tabla y la observó con los brazos cruzados —, demuestra que sabes surfear.
— No solo haré eso, fenómeno — ella sonrió en su dirección —, te demostraré que soy mejor que tú.
— ¿Acaso estoy escuchando a Linda Riddle mostrando confianza? — preguntó Sanne, desde su tabla.
— Esto es nuevo — soltó Dalia, aunque sonrió al notar que Linda había cambiado lo suficiente como para confiar en sí misma de vez en cuando.
— Y retó al narciso — comentó Cloe, quien intentó en vano sentarse en su tabla, así que se sujetó a ella y se quedó en el agua —, yo quiero ver esto.
Linda le dedicó la primera sonrisa retadora a su amigo y se volteó para buscar alguna ola en la que pudiese demostrar todo lo que su abuelo le había enseñado. Hacía años que no sentía tanta adrenalina como la que estaba instalada en su cuerpo en ese momento. Divisó una ola lo suficientemente grande como para surfear sobre ella y sonrió en su dirección. El cosquilleo que se apoderó de ella en ese momento le susurró:
Demuéstrate a ti misma que Linda es capaz de hacer esto.
Y lo hizo. Braseó hasta llegar a la ola, tal y como su abuelo le había enseñado. Al estar en el punto más alto, se puso de pie en la tabla, separó sus piernas y flexionó sus rodillas. Utilizó sus brazos para mantener el equilibrio y se dejó llevar por su tabla y el agua salada. Su sonrisa nunca antes había sido tan amplia, jamás se había visto tan fea, pero era increíble la sensación en la que estaba sumergida. Sus demonios enmudecieron, parecían haberse ahogado en el mar, y dejó de importarle que vieran sus cicatrices.
Le importó más la sensación de poder que sintió al hacer maniobras sobre esa ola que las marcas en sus horripilantes pómulos.
Una vez la ola se rompió, toda esa sensación de libertad se esfumó en la espuma del mar. Se sumergió en el agua y al salir a tomar aire decidió que era momento de volver a la orilla. La realidad la golpeó en ese momento, y la necesidad de cubrir su rostro regresó junto con los gritos de sus demonios. Nadó hasta salir del agua y luego corrió hasta Donovan. Practicamente, le quitó el gorro de las manos y se lo colocó de nuevo. Solo así pudo respirar con normalidad.
— Eso fue increíble, Linda — le dijo el rubio de cabello largo.
Una pequeña sonrisa delató que, aunque los sentimientos se esfumaron con la ola, aún le quedaba el sabor de ellos en su boca. Todavía estaba la emoción y el orgullo hacia sí misma por haber regresado al agua aunque eso la regresara al pasado. Se sintió parte del mundo por esos instantes, pero sabía que nada era eterno. Ni siquiera ella lo era.
— Lo fue, Don — le respondió ella y le regaló una sonrisa amable.
Luego, volteó hacia el lugar en el que Dalia, Sanne y Cloe seguian con sus tablas. Las tres aplaudían y gritaban por el espéctaculo de Linda. Ella las saludó desde la orilla y las animó a seguirla. Dali y Sanne no tardaron en obedecerla. Ninguna de las dos podía considerarse experta, así que terminaron por caerse varias veces. Juntas, se reían de ellas mismas y volvían a intentar. Parecían estar disfrutando, lo que hizo sonreír a los dos espectadores en la orilla.
Cloe estuvo a punto de seguirlas, hasta que notó que Gabe ya no estaba a su lado. Buscó a sus al rededores y lo encontró a unos cuantos metros de distancia, acostado en su tabla, mirando hacia el cielo. Ella ladeó la cabeza al verlo de esa manera, ¿qué estaba haciendo?
— ¿Estás en busca de tu ego? — le preguntó ella, una vez se acercó con ayuda de su tabla.
Gabe abrió los ojos y se fijó en ella, que cruzó sus brazos sobre la tabla y apoyó su cabeza en ella. Sonrió de lado para esconder la verdadera razón por la que estaba ahí. De niño, adquirió la costumbre de acostarse sobre su tabla y mirar al cielo antes de montar una ola. De esa manera, podía buscar...valentía.
— He cambiado demasiado desde la última vez que vine — le confesó —. Y volver es como...como tener a ese Gabe que tanto odio frente a mí.
— ¿Por qué lo odias? — le preguntó ella.
— Porque es un inepto, un miedoso, un debilucho. Él no sabe adaptarse a este mundo, él no aguanta los golpes que le da la sociedad.
— La playa te recuerda al viejo tu, ¿no es así?
— Si — admitió él, sin apartar la mirada del cielo.
— ¿Entonces, por qué quisiste venir?
Casi se cae de la tabla de surf al escuchar esa pregunta ¿Por qué volvió? Pues, odiaba admitirlo, pero a veces extrañaba al inepto que alguna vez fue. El Gabe actual se esforzaba tanto por ser fuerte que, a veces, sentía que necesitaba un respiro. Forzarse a sí mismo para aguantar lo agobiaba. Además, el antiguo él no sintió nunca la presión de querer ser más y más perfecto.
Esa era la única ventaja del otro Gabe.
— Me agradan tus silencios, narciso — admitió Cloe ante la ausencia se sonido.
— Bonita forma de decirme que me prefieres estando callado — soltó él, haciendo que Cloe sonriera.
— No lo decía en ese sentido — aseguró ella —, me refiero a que a que tus silencios parecen...no lo sé, ¿valiosos?
— ¿Cómo así?
— Pues, hay gente que calla porque no tiene nada bueno que decir, pero cuando tú guardas silencio se nota que es porque tienes algo valioso entre tus labios pero ni el mundo, ni tu, se sienten listos para escucharlo; así que te lo guardas.
》Sueles entrecerrar tus ojos cuando lo haces, por eso sé que te quedas pensando. Y sé que no piensas sobre ti, al menos no de la forma narcisista de siempre, porque de ser así lo dirías en voz alta. Tus silencios delatan que lo que piensas es muy distinto a lo que dices, y eso hace que me parezcan hermosos.
Gabe se sentó en la tabla y la miró hacia abajo. Ella levantó la mirada para encontrarse con esa gran figura que la inspeccionaba con cuidado. Gotas de agua caían por sus mejillas, igual en las de él. Algunas de ellas desviaron su camino al encontrarse con la naciente sonrisa del narciso, quien miró a la casamentera falsa con diversión.
— Me acabo se dar cuenta que muchas cosas en mi te parecen bonitas — soltó él —. Te gustan mis silencios, te gusta mi risa, te gustan mis ojos, y aún así nunca me has dicho que soy atractivo.
—¿Y subir más tu ego? No, gracias — sonrió ella —. Además, tú tampoco me has dicho que soy atractiva.
— ¿Por qué habría de hacerlo?
— No soy ciega, Gabe. Te me has quedado viendo en muchos de tus silencios.
La mandíbula de Gabe se tensó al escucharla. Si tan solo sus músculos no fueran tan marcados, no se hubiera notado lo mucho que los forzó en ese instante. Por un momento, sintió que había perdido la habilidad para moverse, o para hablar. Sin embargo, logró recuperarse gracias al azul brillante sobre él.
— Eso no significa nada, Cloe — le advirtió.
— Lo sé — le sonrió de la forma más comprensible posible —, ¿cómo podría significar algo?
¿Por qué decidió encarar su pasado cuando lo odiaba? ¿Para qué buscaba valentia en un cielo tan azul como ese? La única respuesta lógica a eso estaba en unos ojos tan azules como el mar en el que se encontraban. Él necesitaba respiros de su narcisismo porque últimamente lo estaba forzando demasiado, intentando cubrir los pequeños rastros de debilidad que no podía evitar soltar. Además, necesitaba la valentía para poder enfrentar una dura realidad:
No sabía qué rayos tramó Cloe en un inicio con su proyecto, pero sin duda estaba haciendo efecto en él.
— ¿Vamos a surfear? — preguntó ella, entusiasmada.
Él se sentó en su tabla de surf y miró a la castaña desde arriba ¿Por qué esa chica era la fuente de todos sus cambios?
— Claro — él se acomodó mejor en la tabla y buscó con la mirada una ola en la cual perderse —, ¿lista para ver lo asombroso que puedo llegar a ser como surfista?
Y, tal y como el antiguo Gabe hizo por años, el personaje con el pasado que más se queja se adentró en la corriente de una ola, esperando que el agua salada le diese fuerza y que la debilidad desapareciera cual espuma en la arena.
🌻
4:00 pm
¿Cuanta agua salada puede entrar en una margarita?
Pues, no lo sé. Puedes preguntarselo a Cloe que luego de ser revolcada unas diez veces por una ola enorme, intentaba recuperar el aire que le faltó a sus pulmones durante unos importantes segundos. Por suerte, Gabe la sacó del agua antes de que la situación pasara a mayores y la ayudó a recuperarse. Cuando vió que se podía valer por su cuenta, el narciso volvió al mar y la dejó tirada en la arena, tociendo.
— Creo...creo que el surf no es lo mio — soltó ella, antes de volver a tocer.
Linda y Dalia estaban sentadas junto a ella en la arena. Mientras, Don y Sanne estaban se pie justo tras las chicas. Habían observado la escena en la que Gabe Bacher sirvió de guardavidas, cosa que sorprendió a los dos delatores ¿Desde cuándo él hacía cosas como esas?
— ¿Te sientes mejor, Clo? — le preguntó Linda.
— Sí, sí — dejó de recostar su espalda en la arena y se sentó de la misma forma que sus dos amigas —, aunque tragué tanta agua que siento que tengo un océano dentro de mí. Adviértanle a Nemo que acabo de robarme buena parte de su hogar.
Hizo reír a sus acompañantes, aunque ella no se sentía con ganas de soltar carcajadas. Se sentía débil y un poco mareada debido a todas las vueltas que le dió esa dichosa ola. No sabía que había hecho mal, quizá no separó las piernas o no flexionó las rodillas, pero si sabía que ella y el surf no se volverían a encontrar en mucho tiempo.
Dirigió su mirada irritada por el agua salada hacia Gabe, que hacía maniobras sobre las olas en su tabla. Él lo hacía ver fácil pero, sobretodo, lo hacía ver divertido. Sonrió, era la primera vez que veía a su narciso cómodo estando lejos de pesas o del gimnasio. Tenerlo en frente era un verdadero espectáculo.
— Vaya, él si que esta disfrutando esto— soltó Cloe en voz alta, colocando su mentón en sus rodillas.
— Si — Dalia desvió la mirada hacía Gabe y suspiró al encontrarlo de esa forma —, espero que disfrute mucho ahora porque le costará estar así luego de lo que Don y yo debemos decirle.
— ¿Qué cosa? — preguntó Cloe.
— Sus padres y mis padres son muy amigos — le contó Don —, me llamaron hace unas horas para invitarnos a una de las muchas cenas familiares a las que Gabe detesta ir.
— ¿Y por qué ese es un problema? — preguntó Linda —, es solo una reunión familiar y ya.
Dalia volteó para mirar a Don, quien le devolvió la misma mirada triste. Si bien Dali era un miembro relativamente nuevo en la familia Cooper/Bacher, había notado en reuniones anteriores lo mucho que Gabe sufria estando junto a sus padres. Los señores Bacher eran increíblemente amables...pero con su hijo, la cosa cambiaba.
— Los padres de Gabe y él tienen sus diferencias — explicó Don —. Digamos que ellos esperan más de lo que él está dispuesto a darles.
— Todo lo que él hace les parece que está mal. Critican su forma de ser, de comportarse, incluso se meten en su vida amorosa. Es una relación muy complicada.
No había duda de que el narciso de Cloe era un alguien incomprendido. Su pasado comenzó a ser doloroso en el instante en el que sus padres dejaron de entenderlo. Quizá ellos eran la razón por la cual su presente era un naúfrago en un mar de recuerdos con sabor a agua salada, pero digo quizá porque Gabe es demasiado complejo como para entenderlo por completo.
Para su casamentera, él era sencillamente díficil. Su fuerza bruta lo hacia ver simple, sus comentarios narcisistas parecían venir de un hombre que no pensaba antes de hablar, pero luego estaban sus silencios valiosos, sus exigencias que tenían sentido que lo hacían ver como alguien bastante complicado.
— A Gabe le afectan los comentarios de sus padres, aunque no lo admite — suspiró Dalia —. Se molestará al saber que debe verlos una vez más.
— ¿Podría acompañarlos?
Don y Dalia voltearon hacia Cloe practicamente al mismo tiempo. Ella dejó esa pregunta en el aire y alzó la vista hacia el cielo azúl brillante, tratando de entender que trató de encontrar Gabe al verlo.
¿Sabes algo? Ya entiendo por qué estoy hablando tanto del pasado de esta historia. Supongo que yo tambien entiendo a esas memorias naúfragas que gritan por ser escuchadas, sé que es querer volver a los viejos tiempos y no poder lograrlo. Sí, sin duda esa es una razón, pero no es la única.
Supongo que los quiero escuchar hablar de sus recuerdos porque sé que cuando termine de escribir esto, cuando entiendas que eres bella sin la necesidad de que te lo diga, tú dejarás de ser mi presente...
...y te convertirás en mi pasado.
2.05 k de vistos...o sea...AHHHHH!!! MUCHAS GRACIAS!!!!
Para ser un romance tan...peculiar...
en realidad le tengo mucho aprecio esta historia y a aquellos que la leen (o sea, ustedes ❤). Les agradezco mucho por todo el apoyo y por seguir interesandose en la historia de estos personajes.
Cambiando de tema...QUE LINDO ES ESCRIBIRLE UN ROMANCE A DALIA. Este cap me hizo pensar en lo mucho que ella sufrió en el primer libro, así que en realidad merece esta historia con Don, ¿no creen? Tambien me gusta mucho que el libro sea algo tan personal para el narrador. Es como un reto porque es una historia dentro de otra. No sé si les resulta confuso, espero que no.
Bueno, eso es todo por hoy. Chaíto, se les quiere❤
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