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Capítulo 31

Lección #4: la importancia de pedir perdón
1 de mayo

11:00am

Gabe podía hacer muchas cosas, desde levantar cientos de kilos, hasta hacer quinientos abdominales sin sudar. Pero algo que no se le daba en lo absoluto era pedir perdón.

Podría considerarse una debilidad, solo que él no lo veía en ese sentido. Disculparse le parecía un acto inútil, a menos de que la disculpa fuera para él. Él no cometía errores, pero debía admitir que el resto de la gente solía cometerlos muy seguido. Por lo tanto, ellos debían aprender a pedir perdón.

Él solo tenía que recibir las disculpas y divertirse con ellas.

Por otro lado, habían personas que vivían para pedir perdón. Linda, por ejemplo, decía esa palabra incluso cuando no tenía la culpa de algo. Sus demonios hicieron que sus cuerdas vocales se enamoraran de la palabra "lo siento", y que su cerebro la considerara culpable de cualquier cosa, por más diminuta que fuera.

Esa era la razón por la cuál ella vivía con unos nervios constantes y con temor a arruinarlo todo. Incluso se pedía perdón a sí misma por ser el desastre que era; le pedía perdón a su reflejo por ser tan fea.

Cómo un títere que sigue ciegamente las acciones de un titiritero, ella seguía las voces de sus demonios como si ellos tuviesen el control de su espantoso cuerpo.

Ellos dos, Gabe y Linda, eran los extremos dentro de la acción de perdonar. Luego, estaba Cloe, quien se encontraba justo en el medio. Ella podía decir "lo siento" pero debía admitir que le costaba hacerlo. Dejar el orgullo atrás constaba de un largo proceso, el cual no te contaré. Sería tedioso, así que saltemos al momento en el que eso ya había terminado. Ahora solo le faltaba ejecutar su disculpa épica.

— Listo, Clo — Linda caminó hacia ella y le entregó el florero que le pidió —, aquí está el agua que me pediste para tus flores.

— Gracias, Linda — Cloe tomó el jarrón y le sonrió a su amiga, quien le devolvió la sonrisa para luego ir a sentarse junto a Aviv en el viejo sillón de la casa de playa.

Cloe colocó el florero en la mesa para café e introdujo las tres margaritas que había comprado camino a casa. No había intercambiado ni una sola palabra con sus amigas desde su pelea en Palms, pero luego de pensarlo mejor y confesarle a su querida bitácora Jace que se sentía culpable, decidió que debía disculparse.

Y lo haría de la forma en la que sólo Cloe Nicols podría hacerlo.

— Sigo sin entender qué hago yo acá — preguntó Gabe, quien estaba sentado junto a la pareja en el sillón anticuado.

— Esta no solo es mi disculpa, también es una sesión, tontito — le dijo Cloe, con una sonrisa entusiasta —. Hoy te enseñaré algo que te servirá mucho si quieres tener una relación estable en el futuro.

— ¿Qué cosa? — preguntó Gabe.

— Si te lo digo ahora, no será sorpresa.

— ¿Y si no quiero que sea sorpresa?

— Lamento desepcionarte, pero será sorpresa quieras o no.

Gabe soltó un bufido y se cruzó de brazos, aún no podía creer lo molesta que podía resultar esa chica a veces. Aviv escuchó su resoplido y no pudo evitar soltar una carcajada. Le advirtió que debía prepararse para esa clase de cosas viniendo de Cloe. Su ex la conocía bastante bien y le aseguró al narciso que esa solo era una pequeña demostración de la necedad de la chica.

— ¿Y para qué son las flores? — preguntó Linda, apoyando su espalda en el pecho de Aviv. Él la rodeó con un brazo, se veían bastante cómodos estando tan cerca. Cloe les sonrió a ambos —, ¿y por qué margaritas?

— ¿Son margaritas las que trajiste? — preguntó Aviv, quien por razones obvias, no vio que clase de flor había traído —. Ya te pareces a mi madre, ex.

— Jamás podría parecerme a la doctora Wallace. Tu madre es un ser único en este mundo, mi querido ex — aseguró Cloe —. Ya verán para qué son las margaritas. Le darán el toque elegante a mis disculpas.

— ¿Por qué está chica no puede decir "perdón" y ya? — preguntó Gabe, fijándose en Linda y Aviv.

— Porque es Cloe Gabrielle Nicols —  sugirió Aviv —. No puedes esperar nada simple de ella.

Cloe sonrió ante la acertada opinión de Aviv. Esa no podía ser una disculpa cualquiera, pues era hecha por una chica inusual y sería recibida por unas chicas especiales. Clo no pudo conformarse con un simple "perdón", ella quería demostrarles todo lo que sentía con respecto a su equivocación.

Después de todo, lo importante de una disculpa no es la palabra con la que se pide perdón, sino lo que se esconde detrás de ella. Una disculpa de corazón es dulce al paladar y refrescante para el alma, por lo que si el perdón viene de la manera correcta, es mucho mejor que un regalo bien envuelto.

Con el sonido de la cerradura indicando que alguien comenzaba a abrirla, los cuatro presentes en esa casa se callaron. Cloe tragó saliva, debía admitir que se sentía un tanto nerviosa por todo eso. Tomó las flores en su mano, como si esas tres margaritas fuesen un ramo entero, e intentó tomar fuerzas cuando vió a Sanne, Lilian y Dalia entrar.

Sanne cerró la puerta tras ella y dejó escapar un suspiro que incluso Gabe sintió pesado. A nadie le gusta estar molesto, pero hay veces que no se puede hacer nada para evitarlo. La morena tenía una furia acumulada, que por supuesto no era en totalidad debido a Cloe, pero la estaba pagando con ella sin darse cuenta.

— Bien, Cloe — ella se cruzó de brazos y encaró a su amiga. Lilian y Dalia estaban atrás, un poco menos tensas que la morena —, ¿qué era eso tan importante que tenías que decirnos?

Cloe volvió a suspirar. Sosteniendo las flores con firmeza, caminó hacia ellas con una valentía de guerrera. Porque eso son los que piden perdón: guerreros que dejan el orgullo atrás y desnudan su corazón en una disculpa sincera.

Antes de pronunciar alguna palabra, ella apoyó una de sus rodillas en el suelo y flexionó la otra, de modo en que quedó arrodillada frente a sus amigas con un ramo de margaritas en la mano. Dalia y Lilian se miraron con cierta diversión, pero a Sanne no se le veía muy divertida después de todo.

— Dalia, Lilian, Sanne, ustedes tres son las margaritas de mi primavera — dijo, poniendo una mano en su pecho —, son el medio limón de mi corazón y la única razón por la cual dejaría los videojuegos...por un tiempo.

— ¿Qué? — Gabe la observó, confundido —, ¿pero que rayos está pasando?

— Sh, déjala terminar — lo calló Linda, mordiendo su labio para no reír.

Aviv no mintió cuando dijo que no se podía esperar nada sencillo de Cloe Gabrielle Nicols.

— En fin, ustedes tres son la razón por la cual respiro — continuó la castaña —, y en serio, en serio, lamento si las he hecho sentir mal en algún momento. No me había dado cuenta de lo insensible que estaba siendo. Dali, lamentaré toda la vida que primera tu cita con Don fuera un desastre por mi culpa y descorazonada, no debí meterme con tu embarazo. Ya suficiente estrés tienes con una boda, la apertura de una galería, y un futuro hijo como para que yo venga a añadir otra preocupación a la lista. Perdóname.

» Perdónenme todas, por favor. Me preocupé por ustedes, esa es la única razón por la que me puse... así. Sé que estuvo mal y trataré de controlarme a la próxima porque ustedes son mis amigas, no estadísticas en mis libros de estudio.

Les sonrió, esperando que sus palabras fueran suficientes para dejar todo ese drama atrás. Y, en el caso de que eso no funcionara, tenía algo más que ofrecer:

— Ahora, espero que acepten estas margaritas y mis disculpas, porque se me durmió la pierna de estar tanto tiempo arrodillada — soltó —. No tengo ni idea de cómo haré para levantarme.

Dalia fue la primera en soltar una carcajada. Se acercó a ella y le ofreció una mano para ayudarla a levantarse. En el instante en el que Cloe se puso de pie, comenzó a sacudir su pierna en un intento de detener el hormigueo que se expandía por ella. Ese fue el turno de Lilian para reír, y se acercó a ella y tomó las tres flores. Le dió una a Dalia, la otra a Sanne y se quedó con la última.

— ¿No te bastaba con decir un simple "lo siento"? — le preguntó con diversión —, te habríamos perdonado igual.

— ¡Dije lo mismo! — exclamó Gabe.

— Ustedes son mis mejores amigas, merecen más que un simple "lo siento" — aseguró Cloe, dejando de saltar —. Entonces...¿Me perdonan?

En ese instante, se fijó en Sanne. La morena trató de mantener su gesto severo por el mayor tiempo posible, pero se rindió ante la flor y el puchero de su amiga. Si algo caracterizaba a Sanne Coleman era que amaba con locura a las tres chicas con las que compartió un programa de recuperación alimenticio. Terminó por sonreír, y de aspirar el perfume inexistente de la margarita como declaración de paz.

— Acepto tu disculpa exagerada, Clo — le dijo, alegre.

— Y yo — sonrió Dalia, feliz de que esa tensión acabara —. Y debo admitir que eres mucho más romántica que mi novio, él nunca se ha arrodillado por mí.

— Y aún así, lo escogiste a él — bromeó Cloe, entrecerrando sus ojos azules.

Dalia se encogió de hombros y le sonrió con diversión al tiempo en el que se colocaba la flor en el cabello. En eso, Cloe sintió que alguien la abrazaba por su espalda. Era extraño que Lilian fuera la que iniciará un gesto como ese, ella no era de demostrar demasiado afecto con el tacto. No obstante, ya habian aprendido que las hormonas son una cosa loca que cambiaban algunas actitudes en su amiga.

— Yo también lo siento, Clo — le dijo, soltando un puchero —. Sé que te preocupas por mí y con toda la razón del mundo. No debí enojarme contigo, perdón.

— Eh...está bien. Perdonada, Lili — respondió Cloe —. Emm...debo admitir que esto de recibir un abrazo  tuyo sin aviso es extraño. No sé si estás siendo dulce por primera vez en tu vida, o si estás planeando asfixiarme de forma sútil. Ahora sé qué siente el nerd todos los días.

Lilian la soltó y la golpeó en el hombro. Cloe solo pudo reír ante el suave golpe de su amiga y su nuevo ceño fruncido, vaya cambio tan repentino.

— ¡Es broma! Te quiero, descorazonada — le dijo Cloe, atrapando a su amiga en un abrazo —, las quiero a las tres.

— Aw, vengan acá — dijo Dalia mientras ella y Sanne se unieron al abrazo —. Las amo, chicas.

— Yo también las amo — habló Lilian —, pero ya es suficiente de este abrazo. Estoy más sensible de lo usual, y si me hacen llorar usaré ese florero para golpearlas.

— Y...fin del hermoso momento — Sanne se soltó del abrazo al instante, Cloe y Dalia la siguieron —. Gracias por siempre ser tan dulce y tierna, Lilian.

— De nada.

Gabe se levantó al tiempo en el que esa disculpa llegó a su fin. Las margaritas ahora sonreían y se veían felices, a él le parecía estúpido que esa alegría viniera de una simple disculpa ¿Cómo podían permitir que su felicidad se basara en una simple palabra? ¿En un perdón? Eran cosas que Gabe simplemente no entendía.

Pero al menos había terminado.

— Bien, ustedes son muy tiernas, me alegra que estén bien y blah, blah, blah — soltó Gabe —. Así que ahora puedo irme, ¿no?

— ¡Ja! Eres tan tierno, narciso — dijo Cloe, tomando las mejillas de Gabe para pellizcarlas —. Tan, tan, tan, tierno...

— Suéltame, loca — Gabe se echó para atrás para soltarse del agarre de Cloe.

— ¡Y además me dices loca! Aw, Gabe, sin duda eres toda una ternura — él frunció el ceño ante las palabras de su casamentera, quien terminó por reír —. Era broma, tonto. Pero no, no te puedes ir.

— ¿No podías decirlo y ya en lugar de actuar como una abuelita demente pellizca mejillas?

— Amigo, vas a tener que acostumbrarte a que Cloe haga exactamente lo que no quieres que haga — le dijo Aviv.

Gabe rodó los ojos y se cruzó de brazos. Suspiró, sabía que no podía hacer más que aceptar lo que Cloe dijera así que encaró a su casamentera, a esos ojos azules profundos, y se armó de valor para afrontar la siguiente parte de la sesión.

— Escucha, narciso. Para tu cuarta lección del programa quiero que entiendas la importancia de pedir perdón — le dijo Cloe —. Sé que te parece estúpido, pero es la única forma de mantener la confianza viva. Es necesario, y si quieres que alguien te quiera, vas a tener que aceptar que también hay errores por los que deberás disculparte.

— Yo no cometo errores — aseguró Gabe.

— ¡Ja! De nuevo, tierno — ella apoyó una mano en su hombro, pero la miró con sorpresa al sentir el grosor de ellos —, ¡Joder! ¡¿Esos son hombros, o son rocas?! — Gabe no respondió, solo se alejó de su tacto. Cloe sacudió la cabeza y volvió a la sesión —. Ajá, como decía, todos cometen errores. Quizá crees que tú no, pero te puedo asegurar que desde que nos conocemos has hecho cosas de las que te arrepientes y no lo sabes.

» Y por ello, para la sesión de hoy, deberás pedirle perdón a alguien al que le hayas hecho daño.

— ¡Pero si no le he hecho daño a nadie!

— Ay, por favor — Lilian rodó los ojos al escucharlo —, ¿estás en su propia casa y no reconoces de quién está hablando Cloe?

— Nunca le he hecho daño a Sanne.

— A Sanne no, tonto — Dalia rodó sus ojos —, a Linda.

La mencionada volteó al escuchar su nombre, ¿qué tenía ella que ver con todo eso? Su mirada se junto con la de Gabe, quien decidió que no cortaría el contacto visual hasta descubrir si la suposición de las margaritas ¿Le había hecho daño a esa chica tan fea? Todas las veces que la llamo horrorosa, lo mal que la trató al conocerla...¡Pero si solo había sido sincero!

Luego recordó la sinceridad de Cloe estando ebria y la forma en la que eso lo afectó y soltó una pequeña mueca.

— ¿Fenómeno? — preguntó Linda, un tanto sonrojada por la longitud de ese contacto visual —, ¿G...Gabe? ¿Todo está bien?

— ¿Te dolió todo lo que te dije cuando nos conocimos? — le preguntó.

— Yo...eh...solo fuiste sincero — trató de sonreírle —, y tu sinceridad nunca es solicitada pero siempre es necesaria.

— No vengas con eso, Linda. Solo di la verdad: te dolió, o no.

Ella tragó saliva. Le había tomado cariño a Gabe, lo consideraba un gran amigo, y no sabía que significaría admitir la verdad. Bajó la mirada para responder, porque para ser sincera no podía ver la parte más débil de ese narciso: sus ojos verdes.

— Pues...si — respondió —, pero no te...

— Sh, no digas más nada — la calló Gabe.

Él miró a su casamentera, quien le susurró un "te lo dije" que en realidad le afectó. No sintió empatía por Linda, tampoco se arrepentía de haberle dicho todo lo que le dijo, solo se sintió mal porque esos ojos miel eran demasiado buenos como para sufrir. Se trataba de algo lógico: las personas buenas merecen cosas buenas, y Linda era la mejor persona que conocía. Por lo tanto, merecía sentirse bien.

Y para eso, debía pedir perdón.

— Joder, no puedo creer que vaya a hacer esto — él se restregó el rostro, incrédulo ante sus pensamientos.

— Es que no tienes...— le aseguró Linda.

— No, si tengo — se sentó a su lado en el sofá antiguo —. De igual modo, Cloe me obligará a hacerlo y la verdad...— tragó saliva —. La verdad es que ahora se me metió la idea en la cabeza y no podré estar tranquilo hasta pedirte perdón.

— Pero, Gabe...

— No, no, lo haré. Solo necesito que me digan cómo hacerlo bien porque esto no se me da. Cloe, podrías...

— ¡Por supuesto! — se apresuró a decir Cloe, que se apoyó en la mesa para café justo frente a él —, tú solo di lo que quieras decir. Yo te guiaré si te desvias.

Gabe asintió con la cabeza y suspiró antes de empezar con su intento de disculpa:

— A ver — carraspeó para tomar fuerzas y la miró a los ojos —, lamento que tú seas todo lo que dije pero...

— ¿Qué? — Cloe lo miró con la cabeza ladeada —. Bien, así no puedes iniciar. Trata que sea una disculpa personal, habla de tí en lugar de ella.

— Pero...— Linda intentaba hablar entre todo eso.

— Okey... Linda, perdóname por notar lo fea que...

— ¡No! Intenta ser...eh...más sútil.

— Es que...

— Bien, bien, está vez sí que lo haré bien — él tono una bocanada de aire para prepararse para ese importante suceso. Gabe Bacher estaba a punto de pedir perdón —: Linda, yo...

— ¡Detente! — le gritó Linda, cubriendo la boca del chico con ambas manos.

Gabe observó las manos de la chica en su boca y la miró sin comprender ¿Acaso no quería aceptar su disculpa? ¿O era parte del protocolo de perdonar que te cubrieran la boca de esa forma? En medio de su confusión, se encontró con la sonrisa amable de Linda. Ni siquiera se molestó en fijarse en sus cicatrices, que se veían mucho más a ese gesto, solo se fijó en la amabilidad que ella transmitía.

— Gabe, no necesito tu perdón — le dijo ella con dulzura en su voz —, porque tú ya me lo diste y yo te perdoné.

— ¿Qué? ¿Cuándo? — esas palabras a duras penas se escucharon contra las manos de Linda. La chica soltó una carcajada y le descubrió la boca solo para encontrarla abierta, estaba sorprendido —. Estoy confundido, ¿cuándo te pedí perdón? Porque no lo recuerdo.

— Es que no me lo dijiste como tal, hiciste algo mucho más valioso —  le contó —, ¿Recuerdas que en mi primera cita con Avi yo...quería huir? Pues, te llamé esperando que no contestaras ¿Por qué le contestarías a una chica horrorosa como yo, si me odiabas? Pero lo hiciste, y no solo aceptaste mi llamada sino que me diste un consejo.

» Me dijiste que me arriesgara aunque lo veías como un caso perdido, que usará mi inteligencia como belleza y que dejara a un lado el miedo. Hice todo eso y gracias a tí ahora estoy en una relación que, de hecho, va muy bien...

Se lo pensó un segundo y un pequeño rastro de pánico apareció en su rostro. Volteó a ver a Aviv, quien sonreía, y tomó su mano con cierto nerviosismo.

— Digo, ¿va bien, no? — le preguntó, nerviosa. Aviv soltó una pequeña carcajada y buscó la mejilla de Linda con su mano antes de besarla.

— Mejor que bien — le respondió, y solo así Linda pudo respirar de nuevo.

— Ajá, esto es tierno y todo, ¿pero qué tiene que ver con el que te pidiera perdón? — cuestionó Gabe.

— Yo tampoco entiendo — soltó Cloe.

Linda volvió a voltear y se enfocó en los ojos verdes de su amigo. Jamás creyó que podría llamarlo a él así: "amigo". Pero lo era, ese fenómeno en verdad era parte de su vida.

— Cuando me dijiste "suerte" antes de colgar, yo te perdoné por todo lo que me habías dicho antes — le confesó —. Me diste confianza sin ocultarme la verdad, me apoyaste, me empujaste hacía algo que terminó por hacerme bien, y esa es la mejor forma de pedir perdón; al menos lo es para mí.

» Verás, fenómeno, soy amante de las palabras, pero no desconozco el poder de las acciones y admito que a veces una acción vale más que un simple perdón. Lo que hiciste por mí fue suficiente, y lo que has hecho hasta ahora solo le ha sumado más puntos a esa disculpa. No sé si lo ves, pero me has hecho ganar una confianza increíble y te lo agradezco. Así que no me pidas perdón, porque yo ya te perdoné hace tiempo.

La sonrisa de Linda se extendió, sus cicatrices de hicieron más horrorosas y su rostro podía considerarse el resumen de una escena de crimen bastante explícita, pero él seguía sin fijarse en eso. Solo podía pensar: "Me perdonó y me importa...¿Por qué?". Y la respuesta fue bastante sencilla:

Porque ese adefesio se convirtió en su mejor amiga.

— Entonces...— continuó Linda —. Espero que de esta lección te quede algo grabado en esa cabezota tuya tan terca, y es que no todos las disculpas se deben dar en palabras. Aprovecha las acciones, fenómeno, porque son tu punto fuerte. Y cuando consigas a una chica preciosa que te quiera como te lo mereces, porque sé que la encontrarás, no pierdas la oportunidad de admitir tus errores. Cloe tenía razón: disculparse aumenta la confianza, y de la confianza nace una relación. Aprenderás a admitir tus equivocaciones tarde o temprano.

Gabe le sonrió e hizo algo que nadie en ese lugar esperó. La atrajo a sus brazos y la estrujó contra su pecho, sin poder explicar qué fue lo que lo empujó a abrazarla en primer lugar. Sin embargo, ella le devolvió el gesto y lo rodeó con sus brazos delgados y llenos de marcas. Insisto en que no existe mejor disculpa que la que no tiene palabras incluidas, solo acciones que valen mucho más de lo que imaginas.

Claro que las peculiares disculpas de Cloe también eran increíbles, no le quitaré el crédito a su originalidad.

— Gracias, Linda — susurró contra su oído —. Gracias por perdonarme.

— No hay de qué — le respondió ella —. Pero tus abrazos sí que se pueden comparar con asfixias así que...¿me dejas respirar, por favor?

— Oh, si. Lo siento, lo siento.

— Ese es un buen inicio — sonrió ella, una vez estuvo libre de los músculos de su amigo.

Ninguno de los dos dejó de sonreír, pero alguien tenía una sonrisa más amplia que las de ellos dos juntos en esa sala, y todo debido a una alegría que no podía explicar pero que existía. Era tan real su sentimiento que no pudo evitar saltar de la emoción.

— ¡Estoy tan, tan, tan orgullosa! — exclamó Cloe —. Es decir, ¡mírense! ¡Se están queriendo!

— Y yo grabé esto. Sin duda, a Don le encantará ver que su mejor amigo ya sabe pedir perdón — soltó Dalia, bajando su teléfono. Había grabado toda la escena —. Yo también estoy orgullosa.

— Ahora solo te falta un poco de práctica y tus disculpas serán tan extravagantes como las mías — le dijo Cloe.

— Bien, tampoco para tanto.

Cloe soltó una carcajada ante su rostro de espanto. Y así fue como se juntaron los extremos de las disculpas por una tarde, y como un narciso desnudó su corazón por primera vez ante un perdón.

🌻

7:00 pm

A

pesar de todo el estrés, Lilian aún tenía momentos en los que bloqueaba toda preocupación de su cabeza para dejar fluir un pincel lleno de pintura sobre un lienzo. Llamaba a esos instantes, "minutos de libertad" porque el contenido en su cabeza desaparecía y solo quedaban colores con los que podía crear.

Le dió un retoque al pétalo de la flor que estaba pintando y sonrió cuando vió que su trabajo estaba tomando el rumbo exacto que ella quería. Detalló mejor las características de la mujer que sostenía ese ramo y, en última instancia, decidió reemplazar su mirada con una pincelada que combinaba con los colores de las flores. Retrocedió para observarla mejor, aún no estaba lista pero ya se veía bastante bien.

Confirmó que una de las mejores formas de perderse era hacerlo entre pintura y colores; así que continuó en su labor de extraviarse.

Sintió un toque en su hombro que la hizo saltar del susto, lejos del cuadro. Volteó solo para encontrar a su prometido, quien sonreía con diversión por la reacción que había causado.

— ¡Derek! — le reclamó, tras golpear su hombro —, ¡Me asustaste! No te escuché entrar.

— Lo siento, bonita. No fue mi intención — tomó la barbilla de Lilian y dejó un beso en sus labios. Uno tierno, lo suficientemente largo como para que Lili recordara que también le gustaba perderse entre besos y caricias. Le sonrió una vez sus labios se separaron y desvío sus ojos café hasta la pintura —. Eso está hermoso. Cada vez me sorprendes más con tu talento.

Lilian sonrió y volteó a ver el cuadro. Incluso ella estaba sorprendida por la forma en la que había mejorado después de tantos años pintando. No podía creer que la misma chica que vendía cuadros sencillos por internet abriría su propia galería, pues ahora tenía una técnica mucho más fina y un estilo más definido que cuando era joven. Estaba muy orgullosa de sí misma.

— Gracias, pero aún le faltan unos retoques para que quede perfecta. En realidad me gusta, me agrada que la mujer exprese emoción a pesar de que su mirada esté cubierta — le confesó al tiempo en el que sentía como los brazos de Derek la rodeaban por la cintura. Él dejó un beso en su cuello antes de apoyar su cabeza en su hombro, y ella terminó por rodear sus brazos también.

— Eso es porque la artista sabe muy bien lo que hace — le dijo —, es capaz de transmitir todo lo que quiere de la forma menos convencional, y es hermoso. Ella es hermosa.

— Linda forma de coquetearme a través de mis pinturas — soltó ella con diversión —. ¿Qué sigue? ¿Vas a seducirme por la forma en la que hago el desayuno?

Derek dejó escapar unas cuantas carcajadas sin alejar a Lilian de su abrazo. Ella sonrió ante el sonido de su risa; años escuchándola y aún le encantaba. Trazó pequeños patrones en sus brazos, que aún la rodeaban por la cintura, y reemplazó los colores en su mente por algo mucho más real y menos abstracto.

— ¿Y qué tal tu día, cariño? — le preguntó, sin dejar de acariciar sus brazos.

— Aburrido — confesó él. Ella podía sentir su aliento en su cuello y eso le erizaba la piel, pero no lo alejó —. Me reuní con Nicolas, y sabes lo serio que puede ser.

— ¿Y Margo? — preguntó Lilian, refiriéndose a la otra colega de su novio. Una chica que estaba demente, incluso más que Cloe, y que junto a Derek, sabía cómo sacar a Nicolas de su estado de amargado.

— Está enferma, nada grave pero no pudo ir — volvió a besar el cuello de Lilian antes de seguir —. ¿Y tú? ¿Qué tal tu día?

— Bien. Recibí una de las extravagantes disculpas de Cloe y casi lloro — bufó —, esto de estar sensible me está matando.

Él volvió a reír y la apretó aún más hacia su pecho. La persona que estaba disfrutando cada uno de esos cambios de ánimo de Lilian era, sin duda,  Derek. A veces, él llegaba a la casa y ella comenzaba a gritarle que era un idiota sin razón aparente. Otras veces, la encontraba llorando por cosas diminutas. Y en el caso de que nada de eso ocurriera, la encontraba cariñosa, como en ese momento.

Ella no dejaba de trazar patrones en sus brazos, aunque se tensó cuando él abrió sus palmas y acunó la parte baja de su estómago. Tuvo que respirar con fuerza porque sabía exactamente qué le preguntaría.

— ¿Y cómo está nuestra bebé? — preguntó él, con todo el cariño del mundo.

— No sabes si es niña — ella evitó la pregunta de una forma eficaz. Era experta en ello —, podría ser niño.

— Será niña, lo presiento — él la soltó para voltearla y poder mirarla a la cara. La sostuvo por su cintura y la atrajo más a él, notando la forma en la que ella mordía su labio con nerviosismo —. ¿Estás bien?

— Si, si, solo estoy cansada — ella se soltó de él tras darle una sonrisa un tanto débil —. Mejor me voy a dormir, fue un día largo.

— Bien — él la observó mientras caminaba hacia las escaleras, pero la detuvo cuando llegó al segundo peldaño —. Pero antes dime, ¿qué tal te fue en la cita con el doctor?

Ella se paralizó, era exactamente eso lo que quería olvidar. Tragó saliva, esperando que ese movimiento le indicara a su cuerpo que seguía con vida y que su corazón debía volver a palpitar, porque se quedó estático al recordar todo lo que le dijo el obstetra. Observó a Derek, que sonreía de una forma que le pareció tierna e irresistible. Él estaba tan ilusionado...

— Todo está bien — mintió —. Un fríjol sano de ocho semanas.

— ¿Si? — él extendió su sonrisa, eso la estaba matando —. Lamento no haber estado ahí, bonita.

Ella lo agradecía.

— Tranquilo, solo me dijeron cosas obvias. Entre ellas, que aún es muy pronto para saber si es niña, así que deja esos presentimientos a un lado. Esas cosas solo sirven en películas y en libros de romance terriblemente malos.

— ¿Quién sabe? Tú y yo somos buenos atrayendo excepciones.

— Solo no te ilusiones de más — le pidió y de nuevo, le dedicó una sonrisa quebrada —. En fin, me voy a dormir. Buenas noches.

— Buenas noches, bonita. Yo subo en un rato.

Ella subió las escaleras más rápido de lo normal y dejó escapar un suspiro triste una vez se encerró en su habitación. Empezó a pensar en la forma correcta de pedirle perdón a Derek por tantas mentiras. Sabía que la verdad pronto saldría a la luz y que le dolería de la forma en la que le estaba doliendo a ella...

Pero no quería que salieran a la luz todavía, aguantaría el sufrimiento sola por un tiempo. Debía ser fuerte, a pesar de que a ese punto, ya era imposible controlar las lágrimas.

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