Capítulo 30
El arte del caos
30 de abril
7:00 pm
— Oye, Gabe — Sanne llamó su atención sin levantar la mirada de su teléfono. Estaban sentados junto con Cloe y Linda en su típica mesa en Palms y una pregunta necesaria surgió en la mente de la morena —, ¿puedo preguntarte algo?
— Ya lo hiciste — soltó Gabe, haciendo que Sanne levantara la mirada de su móvil para fruncir el entrecejo. Él sonrió —. ¿Qué necesitas, Sanne?
— Pues, eres un chico — apuntó Sanne —, y seguro has salido con alguien antes...
— Y tú tienes dos ojos que han estado bastante observadores, ¿no? — soltó Cloe con diversión.
Gabe sonrió, tan solo un poco. Ya estaba acostumbrado al sentido del humor de Cloe, pero este solo le causaba gracia en pocas ocasiones. Esa vez, fue una de ellas. Clo notó ese gesto una vez más y lo admiró por fracciones de segundos. Si tan solo esa curvatura en sus labios fuese más frecuente y duradera...
Su trabajo sería mucho más sencillo de esa forma.
— A ver, ¿y a qué viene esa observación tan acertada? — preguntó el chico.
— Pues, este chico con el que salí hace unos días no para de escribirme. En realidad cree tenemos algo serio, que hubo una "chispa" entre nosotros la noche que nos vimos y toda esa cursilería de niña adolescente que no estoy soportando — ella rodó los ojos con fastidio —. Solo fue una cita, pero piensa que soy su media naranja.
— ¿Qué chico? — preguntó Gabe —, ¿Dominique?
— No, con él salí hace unas semanas. Este es otro chico.
— ¿Otro? ¡Joder, van diez este mes! ¿Sabes qué? A partir de hoy comenzaré a cobrarte un dólar por cada chico con el que ligues — soltó Cloe —, a ver si así me vuelvo millonaria.
— Ja, ja, pero qué graciosa — su amiga rodó los ojos de nuevo y luego se enfocó en Gabe —. Solo necesito que me digas qué hacer para que deje de escribirme, porque la verdad es que soy nueva en esto de botar a alguien ¿Tú tienes experiencia?
En verdad, Gabe tenía mucha experiencia...en ser botado. Tantos años siendo dejado le enseñaron que el rechazo podía verse de la misma forma en la que se ve el arte, solo que el dolor es mucho mayor. Ambos tienen patrones, solo que en las pinturas son los colores lo que se repiten y en los rompimientos son las excusas.
El arte se interpreta dependiendo de la sutileza de las pinceladas sobre un lienzo, mientras que el rechazo se interpreta dependiendo de la sutileza de las palabras que le ponen fin a todo. Pero si en algo se parecen el arte y el ser botado es que ambos tienen la habilidad de alborotar tus sentimientos hasta convertirte en una obra abstracta de emociones.
Así que sí, Gabe era experto en ese tema.
— Ah, es sencillo. Puedes aplicar las típicas excusas que dan las chicas cuando quieren terminar una relación — él se inclinó hacia la mesa, apoyó sus codos en ella y se concentró en dar esa lección —. "No tengo tiempo para una relación seria ahora" se utiliza muchísimo, aunque es un poco incómoda; la usaron conmigo un par de veces, no te la recomiendo. La más convincente es: "Siento que esto no va a ningún lado y es una lástima porque quería conocerte mejor". Es fácil de decir y la mejor forma de terminar una relación ¡Ah! Eso sí, que ni se te ocurra usar "No eres tú, soy yo". Esa está muy rayada y ambos saben que el problema está en él, no en tí.
» La clave está en romper su corazón evitando que te odie. Es como...como estrecharle la mano a alguien mientras pisas su pie. Esa persona creerá que estás siendo educada y tierna, que solo pisas su pie por un descuido. Pero en realidad estás tratando de joder los huesos de sus dedos, en especial el chiquito porque es el que más duele.
Sanne parpadeó un par de veces, pensando que debió tomar apuntes de aquella clase maestra en el arte del rechazo. Las otras dos chicas también lo observaron, atónitas. Claro que Gabe no se fijó en sus miradas de impactadas, solo desvió la mirada a su reflejo en el servilletero y tomó un sorbo de su bebida.
— Oh, y dícelo por llamada — continuó —. Es menos frío que un texto pero no corres el riesgo de que se ponga intenso e intente seguirte luego. Llora si es necesario y luego elimina su número.
— Joder — habló Linda —, en realidad eres experto en esto.
— Muchas chicas no han podido aguantar la perfección que Gabe Bacher les ofrece — él se encogió de hombros —, así que Gabe Bacher tiene experiencia en este asunto.
— ¿Por qué hablas en tercera persona? Suena raro — Cloe hizo una mueca con los labios y luego decidió probar esa nueva técnica aplicada por Gabe —: Cloe Nicols tiene hambre, así que Cloe Nicols va a tragarse la mesa entera si el resto no llega en menos de diez minutos...Oye, ¡Suena divertido! Ya entendí porque hablaste así, narciso.
Él negó con la cabeza para luego alzar sus ojos al techo por fracciones de segundos, ¿cómo cabían tantas ocurrencias en una cabecita tan pequeña como la de Cloe? Ella sonrió al darse cuenta que estaba reprimiendo mostrarse alegre por sus acciones extrañas; consideró eso como una pequeña victoria personal que anotaría luego en el pequeño marcador de puntos que había iniciado en una de las páginas de Gabe.
Ahora, estaban empatados.
Mientras tanto, Sanne analizaba cómo sería el instante en el que cortaría cualquier lazo que la unía a ese chico. Ni siquiera podía acordarse bien de su nombre, solo lo buscó para tener algo que hacer una noche en la que estaba triste y aburrida. Ese era su nuevo método de escape, y aunque se sentía como un pez fuera del agua buscando consuelo en hombres que a penas conocía, cada vez se acostumbraba más a su nuevo estilo de vida.
Y se decía a sí misma que eso era exactamente lo que debía pasar.
— Gracias, Gabe — terminó por decir —. Haré exactamente eso, solo espero no ser muy cruel...
— ¿Tú? ¿Cruel? ¿Desde cuándo Sanne Coleman y la palabra cruel se encuentran en una misma oración? — la voz de una pelirroja se acercó hasta ellos. Dalia, entrelazada al brazo de Don y seguida por Lilian, terminó por acercarse a la mesa.
Los tres recién llegaban al restaurante, pero los otros estaban tan enfrascados en la lección de Gabe que no los notaron hasta que estuvieron lo suficientemente cerca como para escuchar la conversación. Las gemelas Stewart no irían a esa cena, las dos tenían una fiesta de promoción de un producto a la que no podían faltar. Aviv, por otro lado, estaba trabajando. Así que esa noche serían pocos los que disfrutarían de las delicias que preparaba el restaurante con vista al mar.
— ¡Al fin, llegaron! — Cloe alzó sus brazos al cielo al tiempo en el que el resto tomaba asiento —, esto de esperarlos para comer es una tortura para mi pobre estómago.
— Lo sentimos, Clo — Don le sonrió de lado —, es que nos detuvimos a buscar a Lilian.
— Lili, ¿dónde está el profesor? — preguntó Linda, aunque no fue la única en notar la ausencia del chico.
— Oh, se quedó en casa estudiando — dijo Lilian —, tiene exámen mañana sobre...algo que no pude comprender. En fin, les mandó saludos.
— Es extraño oír que mi profesor tendrá un exámen — Linda hizo una mueca, recordando que Derek estaba estudiando astrofísica en su postgrado.
— Puedes verlo de esta forma: hay alguien que lo hace sufrir tanto como él te hace sufrir a tí con sus exámenes. La diferencia entre tú y él es que tú estudias y eres dedicada, Derek solo dice que va a estudiar y termina durmiendo en el sofá.
— Y aún así es un físico reconocido — soltó Cloe, tras un bufido —. No me explico cómo es que ese nerd lo logra.
Lilian se encogió de hombros, ella tampoco lo entendía. Derek tenía una habilidad nata para captar información y entenderla que podía sorprender incluso a sus más allegados. Era un genio, o al menos eso pensaba Linda. Lo admiraba por muchas cosas, pero el hecho de que a él lo moviera la pasión por la física y no el solo estudiar, era una de las principales razones por la cual su profesor le parecía un excelente ejemplo a seguir.
— ¿Y por qué estaban llamando a Sanne cruel? — Dalia volvió al punto anterior de la conversación luego de que el mesero Tim tomara sus órdenes de bebidas.
— Porque va a botar al décimo chico este mes — soltó Cloe —, deberíamos darle un premio al hombre y todo.
— Medalla al intento número diez — bromeó Gabe —. Uf, suena peor que un premio por participación.
— ¿Y qué pasó con ese chico? — preguntó Lilian, luego de reír al comentario de los otros dos.
— Quería algo serio — Sanne se encogió de hombros —, y yo no quiero algo formal ahora.
— Amiga, comienzo a preguntarme qué es lo que quieres tú.
— Solo...solo quiero distracciones, Lili.
— ¿Distracciones de qué? — preguntó Don alzando una ceja —, ¿tan aburridos te parecemos?
— No, no es eso — ella le dedicó una sonrisa —. Es solo que tengo muchas cosas en la cabeza últimamente.
— ¿Y planeas sacarlas de tu mente durmiendo con extraños? — preguntó Linda —. Lo siento, Sanne, pero no le encuentro la lógica.
— No todo tiene que tener lógica, Linda. No todas las soluciones tienen sentido, pero de alguna manera funcionan.
— ¿Y te está funcionando? — le preguntó Gabe.
Sanne no respondió. Simplemente evitó el contacto visual posando sus ojos sobre su bebida. Tomó un sorbo de esta y fingió que la pregunta no le afectó. La mente de Sanne Coleman era un desastre en ese momento, casi tan desastrosa como la vida amorosa de Gabe Bacher, pero ella no iba a decirle a sus amigos que estaba intentando olvidar.
No porque no quisiera hacerlo, sino porque repetirlo implicaría admitir que todo aquello había sido real.
El nombre de Christian volvió a la mente de Cloe. A pesar de que no estaba segura, creía que ese desconocido era la razón de la actitud tan extraña de Sanne. Su móvil llamó su atención con una notificación, no le sorprendió encontrar el nombre de su amiga pelirroja en la pantalla:
» Dalia: Cada vez entiendo menos que le está ocurriendo, pero nuestra Sanne está más ida de sí de lo que creí.
Sin llamar demasiado la atención, Cloe respondió aquel mensaje.
¿Deberíamos preguntarle sobre Christian? :Cloe «
»Dalia: Creo que eso lo empeorará...
¿Entonces, qué hacemos? :Cloe «
Ella levantó su mirada en ese instante y encontró a Dalia encogiéndose de hombros, esa era la única respuesta que podía darle en ese instante. Cloe suspiró, últimamente esa era la única respuesta que obtenía cuando se refería a Sanne. El mesero llegó con sus órdenes, lo que hizo que la desordenada mente de la chica se distrajera hasta olvidar casi por completo el comportamiento de su amiga.
Gabe tuvo razón, la mente de Cloe Nicols era muy compleja como para poder entenderla por completo.
— Oh, por cierto, chicos — Lilian llamó la atención de Gabe y Don cuando todos en la mesa comenzaban a comer —. Mañana les pagaré la cuota de este mes cuando vaya al gimnasio. En serio siento no haberlo hecho antes, pero la inauguración de la galería me tiene muy distraída.
— La palabra correcta es estresada — señaló Gabe —. Hasta yo lo he notado y no sé si lo sabes, pero me vale mierda como se encuentran los demás.
— ¿En serio? Oh, pero si te veías muy interesado en como se encontraba tu reflejo hace unos minutos — soltó Linda con sarcasmo —, jamás habría adivinado que eres un vanidoso sin remedio, fenómeno.
— Lo dices como si fuera una ofensa, pero yo amo ser así — señaló Gabe, logrando que Don, Cloe y Linda rodarán los ojos —. En fin, Lili, no te preocupes por el pago.
— Si, eso es lo de menos — concordó Don —, tú paganos cuando tengas el tiempo y la mente para ello.
— Por eso son mis entrenadores favoritos — sonrió ella.
— Y los únicos que tienes — le recordó Gabe.
La mente de Cloe era tan desordenada que podía saltar de una preocupación a otra en cuestión de segundos. Observó el plato de Lilian, no era la gran cosa. Pidió una sopa diminuta y a duras penas si la tocaba. Sacó cálculos, Lilian debía tener trece semanas de embarazo...pero a penas si había aumentado de peso. Frunció el ceño, concentró todos sus pensamientos en una especie de núcleo mental, y sacó unas conclusiones que no le gustaron en lo absoluto.
— Oh, no...tienes esa mirada — dijo Lilian, al encontrar sus ojos sobre ella —. Suéltalo, Clo ¿En qué estás pensando?
— ¿Estás haciendo ejercicio aún en tu estado? — preguntó Cloe —. Es decir, si les estás pagando a estos dos es porque vas al gimnasio.
— Pues, sí — ella se encogió de hombros —. Estoy embarazada, no es como si fuera de cristal.
— Y Donovan y yo no somos estúpidos, Cloe. Sabemos que no podemos hacer que Lilian ejercite de la misma forma en la que lo hacía hace meses — contó Gabe —. Su entrenamiento cambió a uno más sútil.
— No sé si lo sabes, pero ser entrenador requiere preparación — le informó Donovan —. Tanto Gabe, como yo, sabemos cómo tratar a cada persona de la forma correcta y sabemos qué clase de entrenamientos sugerir y cuáles descartar.
— Somos expertos.
— Aunque a veces no lo parezca.
Cloe asintió con la cabeza lentamente. Confiaba en las habilidades de esos dos, lo que le preocupaba era otra cosa.
— No me preocupa que ustedes la entrenen — aseguró ella —, me preocupa que quiera hacer ejercicio y que coma tan poco. No es buena combinación.
— ¿Otra vez con lo mismo? — Lilian rodó los ojos —. Basta, Cloe. Te he dicho un centenar de veces que estoy bien.
— Pues, los estudios dicen que no podrías estarlo.
— ¿Qué estudios? — preguntó Linda, perdida en esa parte de la conversación.
— Todo lo que estudié, todo lo que sé sobre alimentación y salud, dice que podrías estar mal, Lili. Es normal que casos como los de nosotras tengan secuelas y lo sabes...
— No me jodas — bufó Lilian —, ¿me has visto metiendo mi mano en mi garganta para vomitar los últimos meses?
— No...
— ¿Me has visto tomar laxantes?
— No...
— Entonces ahí está tu respuesta: no tengo bulimia ¿Puedes dejar morir ese recuerdo?
¿Cómo puedes dejar morir un pasado como ese?
— No estoy diciendo que tienes bulimia — aclaró Cloe —. Hay casos en los que personas que sufrieron un trastorno alimenticio en el pasado desarrollan otro, tiempo después.
— ¿Estás sugiriendo que estoy enferma? — Lilian se cruzó de brazos. En el fondo, agradecía que Derek no estuviera presente en esa conversación.
— Hay algo llamado pregonexia. Es un trastorno parecido a la anorexia solo que en mujeres embarazadas. Las estadísticas dicen que alguien que sufrió de depresión en algún momento de su vida puede desarrollar este trastorno debido al cambio hormonal. Así que...
Lilian bufó, interrumpiéndola. Se le veía molesta porque sacara ese tema con tanta frialdad. A veces, Cloe olvidaba que todo lo que sus amigas sintieron en hueso y carne debido a sus trastornos...y eso la hacía hablar de sus enfermedades con una frialdad casi dolorosa.
— Lo estás haciendo de nuevo — ahora era Sanne quien se veía molesta.
— ¿Hacer qué?
— Hablar de nuestros pasados como si fuéramos sujetos de estudio — soltó Lilian, irritada —, ¿Te diste cuenta de cómo sonaste? ¿Según las estadísticas? Joder, Cloe, somos tus amigas no unos números.
— Solo les digo lo que sé.
— ¡Pero lo haces como si fuéramos parte de los libros de texto que leíste en la universidad! — le reclamó Sanne —. Siempre haces esto, intentas meterte con nuestros pasados como si...si no supieras todo el dolor que nos causó. Hablas de ellos como si todo lo que vivimos fue algo normal, algo que mostraron las "estadísticas" ¡No, Cloe! ¡No tienes derecho a meterte, mucho menos si lo haces así!
— Solo quiero ayudar. Lilian está muy delgada para las semanas que tiene ese bebé.
— ¿No crees que ya lo sé? — preguntó Lilian, con cierto tono quebradizo en su voz —, ¿No crees que ya lo he notado? ¡¿No crees que ya intenté solucionarlo?! ¡Decir que estoy enferma no ayuda, Cloe!
Lilian apartó la mirada, en realidad estaba molesta. Sanne también, todo eso había despertado una molestia que llevaba acumulada desde hacía años. Cloe siempre se metía con sus trastornos, no dejaba morir el pasado. Las comparaba con estadísticas, con cosas que había aprendido, y terminaba por hacerlas sentir un número más dentro de las millones de personas que sufrieron de enfermedades como las suyas. Estaban hartas de que su amiga las arrastraran de nuevo a un ayer que intentaban superar día a día.
Cloe no veía que recordarles que podían estar en constante peligro de repetir sus errores, solo las hacía sufrir mucho más.
— Oh, vamos — habló Cloe —. No se pueden molestar conmigo por esto ¡Las estoy apoyando!
— No, no, apoyo sería que me ayudarás a olvidar todo lo que pasé en ese momento, o al menos a ignorarlo — dijo Lilian —, pero que me sueltes esto solo me hace sentir culpable de un pasado que se puede repetir. Esto no es ayuda, Cloe.
— Nos comparas con casos que ya existen, ¿acaso no aprendiste en esos libritos tuyos que no hay casos que se repiten? — Sanne se cruzó de brazos —, ¿Acaso no recuerdas todos esos años en los que dijiste que tú no eras igual a otras chicas con anorexia?
— Y no lo fui, solo sigo lo que dicen estudios reales — se defendió —. Dalia, apóyame en esto, ¿si?
La pelirroja bajó la mirada en el instante en el que todos los ojos en la mesa fueron directo hacia ella.
— Lo siento, Clo — dijo con tristeza —, pero yo estoy con ellas.
Cloe la miró sorprendida. Dalia tenía la tendencia a mantenerse neutral en las pocas peleas que tenían entre amigas. Sin embargo, se vio demasiado segura al momento de apoyar a Lilian y a Sanne en sus argumentos. Suspiró y se dignó a mirar los ojos azules frente a ella.
— ¿Recuerdas que cuándo comencé a salir con Don me dijiste que era normal ponerme nerviosa porque mi cuerpo aún seguía causándome las mismas inseguridades que cuando estaba obesa? — preguntó, Cloe asintió le lentamente —. Pues, no estuve nerviosa...hasta ese momento. Empecé a pensar que tenías razón, que si chicas con sobrepeso se ponían ansiosas con cambios como ese yo también podía hacerlo. Lloré tanto, Cloe...
— No pretendía hacerte sentir mal — aseguró la castaña.
— Lo sé, lo hacías con una buena intención, igual que haces esto ahora porque tus amigas te importan, pero no somos casos de estudio con los que puedes poner a prueba todo lo que sabes cómo nutricionista. Los recuerdos que tengo de mi primera cita con Don son terribles, y todo fue gracias a las inseguridades que...que despertaste.
Cloe tragó saliva, ¿en verdad había sido responsable de todo eso? Creyó que la había ayudado, que estaba ayudando a Lilian, que estaba cambiando el mundo de sus amigas...pero solo lo arruinaba de a poco.
— Aún creo que puedes tener pregonexia, descorazonada — confesó.
— Cree lo que te de la gana — soltó Lilian, sacando su bolso para dejar unos billetes sobre la mesa —. Yo me voy.
Se levantó de la mesa y luego Sanne la imitó. Por último, Dalia pagó su comida y tomó la mano de Don. Los dos se marcharon, dejando a Cloe, Linda y Gabe solos en una mesa demasiado grande para tres personas.
— Em...— Linda no sabía muy bien que hacer. El ambiente era demasiado incómodo —. ¿qué acaba de pasar?
— Pasó que Cloe se dió cuenta de que no solo los vanidosos evitamos encontrar nuestros errores — comunicó Gabe, tras tomar un trago de su bebida.
— Ellas no quieren admitirlos porque les recuerda a un pasado terrible — se lamentó Cloe.
— No hablo solo de ellas — le informó el chico —, también hablo de tí. Tus tres mejores amigas te acaban de decir que has sido un dolor de trasero todos estos años y tú estás aquí, sentada en una mesa cuando pudiste haberlas perseguido y pedirles perdón.
» Está movida es la clase de cosas que haría un narciso como yo, no una chica como tú.
Cloe estaba tan sumida en su desorden mental que no consideró que esa fue la primera vez en la que Gabe se refería a si mismo como "narciso". Ella solo tenía mente para pensar en la cara molesta de Lilian, o en la tristeza en los ojos de Dalia. Estaba tan enfrascada en cambiar el mundo que no se daba cuenta de que el mundo de Gabe no era el único al que estaba cambiando.
Afectaba la órbita de sus amigas, pero lo hacía de la manera errónea.
— Soy un desastre — se dijo a sí misma.
— Mhm, sí — aseguró Gabe —. Diría que, más que un desastre, tú eres un caos.
— Gabe, no ayudas — le reclamó Linda.
— No, déjalo, Linda — Cloe la detuvo —. Si bien su cruel honestidad nunca es solicitada, siempre es necesaria.
Suspiró, al tiempo en el que Linda la consolaba con palabras dulces y la apoyaba con una mano sobre su hombro. Mientras tanto, Gabe tomaba unas cuantas papas fritas del plato intacto de Don, al menos alguien aprovecharía toda esa comida luego de tanta tensión. Cloe desvió su mirada hacia él, intentó sonreírle.
— Soy un caos...— repitió ella y luego mordió su labio con dolor —. Y he arrastrado a mis amigas hasta el ojo de mi tormenta.
Él tragó la papa frita de un solo bocado. Quizá lo único grande en Cloe eran sus ojos. Azules, profundos, envolventes...perfectos para una chica hecha para atrapar la atención de otros. Resultaban enormes comparados con el resto de su rostro, pero encajaban así. Era el sello de Cloe Nicols, y resultaban tan distractorios que al verlos, Gabe a veces olvidaba todas las imperfecciones que tenía la mujer frente a él.
Ignoraba que su nariz era demasiado respingona, o que no tenía un busto demasiado llamativo. Se olvidaba de su actitud entrometida, o de su caos inminente, y solo se quedaba con esos ojos...
Y ahora que ella lo observaba de una forma tan triste y desesperada, él no pudo hacer más que bajar su propia mirada. Era débil, pero no por Cloe; solo era débil por el color de sus ojos.
— Cuando conocí a Lilian me dijo algo — por alguna razón, esa debilidad le indicó a Gabe que debía volver alegre esos ojos tan peculiares...Y por alguna razón, él la escuchó —. Me dijo algo así como: hago arte porque el arte es caos, y el caos es hermoso si lo sabes ver de la manera correcta.
» Olvido muchas cosas, pero nunca he podido olvidar esa conversación. Me hizo pensar que, en ese caso, todo es caos. Incluso la perfección lo es, por eso es tan...inentendible. Es un caos porque le puede hacer daño a la gente, pero las personas siempre la buscarán porque el caos es arte, y es hermoso.
Levantó la mirada y se fijó en Cloe. Odiaba ser débil, pero habían veces que resultaba imposible evitarlo.
— Y a todos nos gusta lo hermoso, Cloe — le dijo por último.
Ella tuvo que tragar saliva. Los ojos de Gabe no eran tan profundos como los de ella. Es más, eran bastante normales a simple vista. No obstante, si te acercabas a verlos con detenimiento, encontrarías rastros de marrón en ellos y una pizca de amarillo muy cerca de su pupila. Ella encontró la mezcla de las tres tonalidades que cohabitaban en el iris de su narciso, y lo hizo sin realmente quererlo.
Pero lo que en verdad le provocó ese nudo en su garganta fue el hecho de que él considerase al caos como una forma de belleza ¿Por eso su obsesión a ser fuerte resultaba tan desastrosa? ¿Era esa la razón por la que se destruía sin darse cuenta? Porque él era un caos a los ojos de ella.
Y el caos es arte.
Y el arte es bello.
Tarde años en escribir este capítulo, lo sientoooooo
La cosa es que esta semana ha sido horrible, más en el ámbito sentimental que por el colegio, así que cada vez que intentaba escribir lo arruinaba por estar pensando en otras cosas. Pero ya está, y debo admitir que se siente bien volver a esta historia porque la amo. Espero que les gustara el capítulo ❣❣
Se les quiere ❤
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