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Capítulo 26

Insomnio de una noche
15 de abril

3:00 am

Todos hemos sido víctimas de un insomnio repentino, uno que llega sin aviso y sin razón. Puede durar una sola noche, en la que te sumerges por completo en la oscuridad en lugar de buscar los sueños que tu subconsciente tenía planeado para ti.

Cuando me pasa, suelo pensar en la ausencia de luz como un todo. Me conoces, sabes que hago más preguntas que la gente normal, así que mis noches sin dormir las gasto jugando con mis ideas, camuflando mis pensamientos en la inmensidad del negro que parece absorber todo lo que en la mañana estaba frente a mi. Aprovecho el insomnio para cambiar mi perspectiva del mundo.

¿Y tú? ¿Qué haces cuando te ataca el insomnio? ¿Pasas tu noche pensando en mi?

Sé muy bien que no soy el único ser humano en el planeta, aunque a veces me gustaría creer que lo soy. Por lo tanto, también sé que cada quien usa sus horas sin dormir para cosas distintas. Esa madrugada, Cloe continuaba tan despierta como cuando se acostó en primer lugar. No podía dormir, no había una razón particular para ello. Simplemente, no tenía sueño.

Acomodó mejor las sábanas sobre ella, con cuidado de no despertar a Sanne, quien sí había caído en el mundo de los sueños hacía varias horas. La respiración calmada de su amiga era la única compañía que tenía a esas horas de la madrugada, además del brillo de su móvil que seguro debía estar dañando sus córneas. Por supuesto, no le dio importancia a eso último...

En lugar de camuflar sus pensamientos en la oscuridad, ella aprovechó sus horas de insomnio para examinar las fotos que su prima, Eve, le había enviado en la semana. Sonrió al ver a su sobrina en una de ellas. De hecho, Cristal era la protagonista de muchas de las fotografías. A la niña le encantaba posar para las cámaras de sus padres, así que sonreía y mostraba sus hoyuelos heredados por la parte Nicols de la familia a todo momento. Su cabello rubio rojizo crecía en pequeños rizos, y sus ojitos azules brillaban con intensidad.

Cloe recordó lo mucho que la extrañaba en ese instante, cuando la oscuridad de la habitación y la respiración de Sanne eran lo único que existía en su mundo. También extrañaba a su prima, a Calvin, a la doctora Wallace, y al resto de sus conocidos en Detroit. Incluso echaba de menos a sus padres, cosa que le resultaba increíble pues rara vez los veía. Un ataque de melancolía la invadió, pero lo controló al pensar lo bien que la estaba pasando en L.A.

Cada vez se acostumbraba más a la humedad y al calor. Amaba pasar tiempo con sus mejores amigas, con Derek y con Aviv, quien se instaló de maravilla en la ciudad. Reía por horas con Silvana y Samara, quienes se tomaron tan en serio la tarea de planear la boda de su hermana menor que decidieron rechazar cada oferta de trabajo lejos de L.A hasta terminar su cometido. Su amistad con Linda crecía a una velocidad constante, lo cual le encantaba. Descubrió en ella una confidente fiel y amable.

Luego, estaba Gabe. No podía definir si el programa había o no había avanzado, pero si podía decir que se estaba acostumbrando a su forma de actuar. En lugar de criticarlo, como al principio de su relación, intentaba buscarle explicación a sus acciones. Disfrutaba ese ejercicio, la hacia sentir más empática de lo usual. Movía cada fibra sensible en su cuerpo y le contaba a Jace los posibles "por qués" del egoísmo del narciso.

Todo eso hacía que la distancia entre ella y Detroit valiera la pena.

Sintió la respiración de Sanne agitarse, y luego escuchó un pequeño sollozar. Apagó su móvil para fijarse en su amiga y la encontró llorando con sus ojos aún cerrados. Estaba soñando, y su sueño le estaba jugando una mala pasada. Por instantes, pensó en despertarla, pero luego la escuchó hablar dormida y se detuvo. Había oido que si despertabas a alguien que habla dormido, este se ahogaría con la palabra que decía en su sueño y perdería la voz, lo que hizo que entrara en pánico y no la despertara.

Quizá solo era un mito de esos que colgaban muchas cuentas en Instagram, pero prefirió no arriesgarse.

— Lo prometiste — repitió Sanne entre sollozos. Sus ojos seguían cerrados, ella estaba sumida en un sueño que no sonaba nada lindo —, ¿por qué me hiciste esto?

Cloe no tenía ni idea de que hacer. La había oido hablar dormida antes, pero nunca llorar. Estaba paralizada, con el corazón en la garganta. No le gustaba ver a su amiga llorar de esa forma, o escucharla hablar tan adolorida.

— Lo siento, ¡lo siento! — se estremeció en su sueño —, no fue mi intención.

— Seguro que no lo fue — le dijo Cloe con delicadeza —. Calma, no llores más.

— Es mi culpa, mi culpa — era escalofriante conversar con alguien que estaba dormida a las tres de la mañana, y Cloe lo sabía. Se le erizó la piel con solo pensar en ello, pero el escuchar a su amiga tan destrozada la empujó a olvidar esa sensación para intentar convertir su pesadilla en un lindo sueño.

— Te aseguro que no es tu culpa — intentó acunarla entre sus brazos, a pesar de que le resultaba incómodo a ella. Al menos así detuvo su llanto...

Pero no la calló.

— Christian...Christian.

— ¿Quien coño es Christian? — preguntó Cloe.

Justo en ese momento, Sanne decidió dejar de hablar. Se calmó. Aunque la expresión de su rostro indicó que su sueño no se había convertido en un mundo de arcoíris, al menos ya no derramaba lágrimas o gritaba con desesperación. Se dio la vuelta, arrebatándole todas las sábanas a Cloe, y continuó durmiendo.

Mientras tanto, la única despierta entre las dos se quedó preguntándose quien era ese tal Christian y por qué Sanne sonó tan destrozada al mencionarlo. Ella buscó entre sus recuerdos a algún hombre llamado así, pero ni siquiera conocía a un Chris, mucho menos a un Christian. Entonces, ¿quien era? ¿Por qué Sanne soñaba con él? ¿Por qué parecía estar pidiendo perdón por algo?

Pero más importante de todo, ¿por qué la dejaba sin sábanas? Pero que abuso.

Sintiendo curiosidad por Christian, y sed por una razón inexplicable, decidió dejar que Sanne se apoderara de las sábanas para levantarse y caminar fuera de la habitación. Utilizó el brillo de su móvil para moverse sin chocar contra algo y llegó hasta la puerta de manera exitosa. Pensó en ese nombre y en el temor de su amiga hasta llegar a la cocina, dónde se sorprendió al encontrar la luz encendida y a sus dos amigos despiertos.

Al parecer, no era la única con insomnio esa noche.

— ¿Y ustedes dos que hacen despiertos? — preguntó, haciendo que tanto Lilian, como Derek, voltearan a verla —, son las tres de la mañana, ¿lo sabían?

— Derek tenía hambre — señaló Lilian. Algo curioso de la pareja era que en ese último mes Derek había adquirido todos los antojos del embarazo, mientras que a Lilian todos los alimentos le generaban un asco inmenso y nauseas. Era tan extraño que causaba gracia —, y yo quería entretenerme, así que aquí estamos...

— Preparando tocino a las tres de la madrugada — completó Derek —, ¿quieres?

Cloe aceptó un trozo de tocino en el instante en el que Derek se lo ofreció. Debía admitir que ese nerd cocinaba bastante bien, mucho mejor que ella. Se sentó junto a Lilian en la isla de la cocina para observar mejor como él hacia una especie de desayuno adelantado. Tardó en darse cuenta de que no traía camisa puesta, su dorso estaba completamente desnudo. Pensó en preguntar, pero la noche estaba tan calurosa que no sintió que la respuesta requiriese de demasiada lógica.

Además, no le molestaba ver a Derek sin camisa. Nunca le diría que era guapo porque eso solo subiría su ego, y este ya estaba bastante elevado. Sin embargo, no podía negar que ese nerd tenía cierto atractivo.

Gracias al cielo, sus hormonas eran inmunes al físico de su mejor amigo.

— ¿y tú? — le preguntó Lilian —, ¿qué haces despierta?

— El universo me quiere despierta hoy — ella se encogió de hombros —. No he podido dormir desde que me acosté en la cama, así que me levanté porque uno, tengo sed, y dos...Sanne estaba llorando dormida y la cosa se puso extraña.

— ¿Lloraba? — preguntó Lili. Arrugó la nariz con asco al ver como su prometido comía otro trozo de tocino, pero inmediatamente volvió su atención hacia Cloe.

— Y hablaba. Fue escalofriante...Luego, llamó a un tal Christian ¿Les suena?

— Mhm, no — habló Derek.

— Pues, al principio dijo que le había prometido algo. Luego, comenzó a pedir perdón y creo que todo eso se lo decía a Christian. En su sueño, claro.

— Dicen que solemos soñar recuerdos, especialmente cuando tenemos pesadillas — informó Lili.

— Eso quiere decir que Christian puede ser alguien real — acotó Cloe —, ¿habrá hecho llorar a Sanne fuera de sus pesadillas?

No había manera de saberlo. Lo cierto era que Sanne estaba cada vez más distante. Sus cambios de ánimo eran como acertijos indescifrables, pues era imposible adivinar cuando y por qué ocurrían.

A veces, la vieja Sanne, esa que era centrada y animada, aparecía por largos instantes. Pero luego, sin aviso, la reemplazaba una chica dispersa, irritable y evasiva. En el mes y unas cuantas semanas que llevaba en L.A, había tenido encuentros nada agradables con sus amigas. Se peleó con todas, pero más con Cloe por su increíble don de ser curiosa hasta la médula. Siempre se arreglaban, pero igual resultaba molesto caerse a gritos sin una razón lógica.

Lo más impactante de todo era que la correcta Sanne, esa que siempre velaba porque todos a su al rededor no cometieran alguna locura, pasara más tiempo en las camas de chicos desconocidos que en la que sus amigos le habían ofrecido durante su estadía en L.A. Era la segunda vez en la semana que ella estaba ahí en la noche. El resto de los días, regresaba en la mañana con el ánimo por los suelos.

Claro que ni Cloe, ni Lilian, ni Dalia podían preguntarle algo sobre sus noches de desaparecida, porque de inmediato ella se ponía a la defensiva y les reclamaba que se metieran en sus asuntos. Llegó un punto en el que las tres se cansaron de pelear, así que dejaron de indagar. Tarde o temprano, ella debía decirles que le ocurría; y ya comenzaban a creer que seria tarde.

— ¿Deberíamos preguntarle quién es Christian? — preguntó Cloe al tiempo en el que se levantaba y se servia un vaso de agua.

— No nos lo dirá — dijo Lilian, tras soltar un suspiro —. Además, no me quiero meter en los asuntos de Sanne. Si en algo tiene razón, es que las cuatro somos expertas en confundir amistad con invadir la privacidad.

— Solo hacemos eso cuando nos preocupamos.

— Igual, lo hacemos y no deberíamos. Sea quien sea Christian, seguro que su recuerdo no le trae tranquilidad a nuestra amiga, así que lo mejor es no preguntar. Ella nos dirá qué le ocurre cuando necesite apoyo.

— ¿Tú crees?

— Sanne está muy cambiada, pero te puedo asegurar que no ha olvidado que tiene a tres amigas con hombros fuertes para llorar sobre ellos cuando lo necesite — aseguró Lilian, al tiempo en el que Cloe se sentaba de nuevo —. No hay forma en la que olvide eso.

Cloe asintió con la cabeza lentamente, como si intentara convencerse a sí misma de que eso era cierto. Sabía que lo era, pero cada pequeña parte de ella quería indagar en la actitud de su amiga para poder solucionarla. Odiaba ver a Sanne perderse a si misma, quería ayudarla a encontrarse. No obstante, sabía que Lilian estaba diciendo algo muy lógico. "Ella hablará cuando más lo necesite" pensó "y es nuestro deber estar ahí para escuchar".

No dejó que su mente diera más vueltas sobre el asunto, así que tomó un sorbo de su vaso de agua y luego se enfocó en sus dos amigos. Solo en ese momento se dio cuenta de algo que sus neuronas trasnochadas no habían notado antes por estar distraída hablando de Sanne. Se fijó en Lilian, que en lugar de tener sus típicas pijamas cortas traía puesta una camisa de hombre que le llegaba hasta más abajo de sus glúteos. La cuestión era que solo tenía esa camisa, además de su ropa interior.

Entonces, Cloe comenzó a sumar posibilidades y, de tanto pensar, se dio cuenta de que la noche no estaba tan calurosa como para andar sin camisa a las tres de la madrugada. Maldijo a sus adentros, había interrumpido más que un desayuno adelantado.

— ¿Eh...Ustedes no estaban durmiendo antes de venir aquí, o si? — preguntó, aunque no quería saber la respuesta.

El silencio de ambos y la sonrisa divertida de Derek mientras comía otro trozo de tocino los delato. De inmediato, Cloe soltó una mueca de asco ¿Por qué no se fue al obtener su vaso de agua? Así no habría pensado de más y no tendría la imagen mental que ahora buscaba deshacer a toda costa.

— Que asco...— dijo, aún con la mueca de repugnancia presente en su rostro.

— ¿Asco? — Derek alzó una ceja en su dirección —. Por favor, friki, ¿cómo crees que ese bebé llegó a Lili? ¿Llamada a la cigüeña?

— Me había prohibido pensar en eso, pero acabas de arruinarlo — ahora estaba aún más asqueada —. Ugh, y yo que creí que los sonidos que había escuchado desde mi habitación venían de una película. Acaban de arruinar mi inocencia.

Lilian estalló en un ataque de carcajadas, y Derek la siguió con risas aún más fuertes. Mientras tanto, Cloe estaba tratando de borrar esa imagen mental que su cerebro se rehusaba a olvidar. Siempre estuvo clara de que cosas como esas ocurrían, no era tonta ni inocente. Ella misma había experimentado eso así que no, no era ingenua. La cosa era que imaginar una situación así con sus dos mejores amigos era simplemente...asqueroso.

— Ahora no sé como carajo haré para olvidar esos sonidos — se lamentó. Luego, los observó a ambos luego de que terminaran de reír y se dio cuenta de algo —: Sanne y yo tenemos que mudarnos.

— Oh, vamos Clo, no exageres — la detuvo Lili —. No tienen que irse por esto.

— No es por esto, Lili. Ustedes dos necesitan privacidad y es obvio que con dos chicas en la alcoba de huéspedes no tienen toda la que quisieran — ella se levantó de la silla, tomó su vaso de agua y empezó su rumbo hasta su habitación —. Buscaré un lugar en el cual podamos vivir mientras tanto, pero ahora intentaré dormir y no tener pesadillas sobre esto. Les diría buenas noches, pero ustedes ya tuvieron todo lo bueno que una noche como esta puede tener.

— Buenas noches, friki — soltó Derek, y Lilian lo imitó poco después.

Con esa despedida, Cloe volvió a su habitación, donde Sanne dormía tranquila y sin llanto en sus ojos. Se acostó junto a ella, sin sábanas puesto que la morena se había apoderado de todas.

Sabía que no debía pensar en Christian, o en la actitud tan extraña de su amiga, pero era eso o pensar en los sonidos que había escuchado y ahora cobraban sentido. Así que empezó a hacerse preguntas sobre aquel nombre, sobre la forma de actuar de Sanne, y su llanto mientras dormía.

Y así, la noche fue testigo de como se durmió pensando en un hombre que no conocía.

🌻

8:00 am

— ¿Y por qué quieren dejar el apartamento de Lili tan de repente? — preguntó Aviv, cuando todos se reunieron en Palms para desayunar esa mañana.

— No lo sé — admitió Sanne —. Solo sé que cuando me desperté, Cloe me gritó en el oido: "¡Hay que darles espacio, no preguntes por qué!". Y eso hice, no pregunté.

— Yo si quiero preguntar — dijo Gabe con diversión. Luego, miró a Cloe —, ¿por qué?

Se estaba volviendo costumbre para todos ir aunque sea una vez al día a Palms, y esa vez habían escogido la mañana como hora de encuentro. La única razón por la cual Gabe no escapaba de esa especie de nueva tradición era porque la comida de ese restaurante no solo era económica, sino que era deliciosa. No importaba si eligían desayuno, almuerzo, o cena para encontrarse, siempre quedaban satisfechos en cuanto a alimento.

— Porque nos escuchó a Derek y a mí...ya saben...— respondió Lilian, un tanto sonrojada.

— No, no sé — dijo Dalia, ladeando la cabeza sin comprender. Luego, sacó la misma matemática mental que Cloe en la madrugada y, al obtener respuesta, miró a la castaña con una mueca —. Ugh, ya sé...Pobre de ti, Clo. Las tres llevamos años fingiendo que eso no ocurría.

— Eso quiere decir que Sanne, Cloe y tú necesitan clases de biología básica urgentemente, porque esto — y Derek señaló el vientre para nada hinchado de Lilian —, no puede ocurrir sin eso.

— Lo sabemos, pero es mejor obviarlo — dijo Sanne, mimando a Loto bajo la mesa —. Es como cuando te lo dicen por primera vez y quieres obviar el hecho de que tus padres lo hacen, eventualmente.

— Solo que esta vez no hablamos de mis padres, sino algo peor: mis dos mejores amigos.

— Joder, no sabes lo mucho que me habría gustado ver tu cara en ese momento — le dijo Gabe a Cloe, entre carcajadas.

— Mejor no te hagas ideas, narciso.

Las únicas que faltaban en esa escena eran las hermanas Stewart. El resto estaba ahí, escuchando las razones por las cuales habían decidido darles "espacio" a Lilian y a Derek.

— Igual, no me quiero ir de su apartamento por eso — acotó la castaña —, solo creo que Sanne y yo servimos de intrusas en una relación de comprometidos. Es necesario darles privacidad.

— No las consideramos intrusas — aclaró Lilian.

— No, aún — habló Sanne —. En eso concuerdo con Cloe, ustedes necesitan espacio. Además, nuestra habitación le pertenecerá a alguien más en unos cuantos meses. Lo mejor es que consigamos algún otro lugar para quedarnos, aunque las dos estamos muy agradecidas porque nos aceptaran en su casa tanto tiempo.

— Cuando quieran — dijo Derek con amabilidad.

Ni él, ni Lilian, estaban del todo de acuerdo con esa repentina mudanza, pero prefirieron no interferir en los planes de las chicas.

— Podrían mudarse con nosotros — sugirió Dalia —, hay mucho espacio en casa ¿Cierto, Donny?

— Sí, hay unas habitaciones que podrían usar — concordó el chico —, son bienvenidas si gustan.

— ¿Y qué la historia se repita? Gracias, pero no — habló Cloe —. Aprecio su hospitalidad, pero mudarnos a su casa seria cambiar un mal, por un mal menor. No es mi estilo.

— Te ofrecería mi apartamento, ex, pero a penas si hay espacio para mi — habló Aviv. A pesar de que la relación entre ambos había caducado desde hacía cinco años, seguían llamándose "ex" entre ellos como forma de afecto.

Debían ser las únicas personas que utilizaban esa palabra para demostrar cariño.

En cuanto a Gabe, él se dedicó a quedarse callado. No quería que Cloe o Sanne invadieran su espacio, así que no opinó durante toda esa conversación. Por otro lado, Linda empezó a pensar en las dos habitaciones libres que se hallaban en su anticuada casa de playa. Se mordió la parte inferior de su mejilla cuando la idea llegó a su mente, pues se puso nerviosa al pensar en ofrecérselas.

Estaba acostumbrada a vivir sola, la única compañía que había tenido fue la de sus abuelos, pero desde entonces la soledad era su confidente más cercana. No sabía que implicaba aceptar a sus dos amigas en su hogar ¿Podrían considerarla un bicho raro luego de verla llorar por un simple poema? ¿Y si odiaban el interior de su casa, que era igual de feo que el exterior de la chica?

Encontró mil razones para estar nerviosa en solo una idea.

Casi sin pensarlo, tomó la mano de Aviv en busca de consuelo. Luego de un mes saliendo, viéndose casi a diario, se podía decir que la relación comenzaba a ser algo realmente serio. Todavía había mucho que conocer el uno del otro, pero cada vez estaban más a gusto con lo que encontraban.

Él estrujó su mano con delicadeza y soltó una sonrisa de apoyo. A pesar de que sus ojos, nublados y sin visión, no podían enfocarla, hicieron un esfuerzo por localizar su ubicación. Era algo que Linda había notado antes, él intentaba ubicarse aunque siempre fallaba. Sonrió de lado, le gustaba ver que, a pesar de que fallaba, él seguía esforzándose en eso.

No podía decir si estaba enamorada, pero estaba muy segura de que Aviv le gustaba; y le gustaba mucho. Además, le traía una calma increíble. Cómo no debía preocuparse por verse fea junto a él, sus demonios se apaciguaban y se sentía como alguien...normal. Entonces, viendo sus ojos completamente perdidos, las voces internas de Linda se callaron y la dejaron pensar. Solo así, sus ideas cobraron sentido y dejaron de darle miedo. Sus nervios se calmaron.

— Pueden quedarse en mi casa — habló, finalmente —, hay dos habitaciones libres y mucho espacio que de seguro les servirá.

— ¿En serio? — preguntó Sanne, sorprendida por el hecho de que ella se ofreciera. Linda era demasiado tímida como para hacer esa clase de cosas —. Linda, si te incomoda, podemos buscar algún otro lugar.

— Sí, tu tranquila — concordó Cloe —, seguro debe haber algún apartamento económico que Sanne y yo podamos pagar.

— ¿En Los Angeles? Lo dudo — soltó Gabe, quien no sabia apagar su sinceridad.

— No es molestia, creanme — habló Linda, con una sonrisa de medio lado —. Vivo sola desde la muerte de mis abuelos y a mi casa le sobra espacio.

— Más bien, le harían un favor si se mudan con ella — intervino Gabe —, su casa apesta a soledad. Es deprimente.

— Gracias de nuevo por tu honestidad no solicitada, fenómeno.

— Podrá no ser solicitada, pero siempre es necesaria. Y no hay de qué, Linda.

La amistad entre ellos dos también había crecido, lo cual resultaba sorprendente para ambas partes. La cruda honestidad y la sinceridad dolorosa eran las bases de esa relación para nada esperada, y se estaba construyendo una fuerte estructura a partir de esas dos cosas. Gabe le guiño un ojo a su amiga cuando esta rodó sus ojos miel por el comentario previamente hecho. Sin embargo, Linda no pudo reprimir la sonrisa que se le escapó después. A pesar de que era molesto, su honestidad si que era necesaria.

— En fin, si me harían un favor si se mudaran — admitió la chica, aún sin soltar la mano de Avi —. Considérenlo.

Cloe y Sanne intercambiaron miradas. La primera se encogió de hombros y le sonrió a la segunda, quien entendió con ese gesto que la idea en realidad no era mala.

— Esta bien, Linda — dijo Sanne, volteando a verla con amabilidad —. Nos mudaremos contigo pero tienes que dejar que te paguemos una renta, ¿está bien? No vamos a vivir ahí gratis.

— Cómo gusten.

— Definitivamente, tú eres mi salvadora — le dijo Cloe, levantándose para abrazarla —. No sé cuantas veces te he dicho gracias desde que nos conocemos, pero estoy muy segura de que esta está cerca de ser la número cien: ¡Gracias!

Linda soltó una carcajada al escuchar a Cloe decir eso y le respondió con un sencillo: "no hay de qué". Seguía siendo de pocas palabras, eso nunca iba a cambiar. Sin embargo, ella había dejado de usar la capucha de su suéter cuando se juntaba con ellos, lo que era un gran avance. Todavía odiaba su apariencia, pero comenzaba a aceptar que esas personas sentadas junto a ella no lo hacían. Gabe era la excepción, pero al menos la toleraba. No había razón para sentir vergüenza en esa mesa, así que guardaba su pena para el resto del mundo.

El mesero Tim apareció con sus órdenes y se retiró justo cuando un par de gemelas rubias se integraron en la escena. Luego de las semanas que llevaban conociéndolas, Gabe y Linda habían llegado a la conclusión de que esas dos eran mas opuestas que iguales en cuanto a personalidades.

Samara, quien no tenía miedo a utilizar atuendos cortos y provocadores, era intrépida, atrevida, y muy fiel a su estilo. Por otro lado, Silvana era mucho más sumisa y apegada a los estándares de lo "correcto". Se vestía con colores pasteles, y usaba prendas reveladoras solo cuando lo consideraba apropiado. Se dejaba guiar por lo que decía el resto, y parecía vivir con miedo a encontrar una personalidad propia.

Samara era una modelo, pero Silvana parecía un simple maniquí.

— Sentimos la demora — se excusó Sam al tiempo en el que se sentaba junto a Aviv. Su hermana tomó asiento junto a Lilian —, pero Silvana entró en crisis y tuve que sacarla de ella.

— ¿Todo bien? — le preguntó Lilian a su hermana. Ella soltó un puchero y se apoyó en su hombro, destrozada.

— Me encontré con el amor de mi vida — le dijo Sil, con un tono triste —, y sigue sin prestarme ni una pizca de atención.

Lilian buscó la mirada de Samara, quien rodó los ojos como respuesta. Las dos comenzaron a tener una conversación entre susurros, mientras que el resto en la mesa estaban completamente perdidos con respecto a la trama de esa historia. Por otro lado, en la cabeza de Linda, una gran duda comenzaba a crecer como una habalancha de pensamientos.

— Todo esto es culpa de tu novio — soltó Samara, hablando normal finalmente. Derek levantó la mirada de su plato en ese instante y miró a su futura cuñada —. Oh, no me mires así ¡Sabes que es tu culpa! Tu le presentaste a Nicolas...

— Perdónenme por presentar a su hermana con el amor de su vida — dijo Derek con cierto cinismo —, sé que fue un crimen atroz porque obviamente sospeché que ella se iba a enamorar de mi compañero de trabajo, pero les suplico que acepten mis sinceras disculpas.

— Cuando te pones así de sarcástico, haces que me pregunte cómo te aguanto — le dijo Lilian, rodando sus ojos pálidos —. A pesar de eso, lo defenderé en esto, Sam. No fue culpa de Derek que Silvana se enamorara.

— Em...¿Alguien quiere decirnos que está pasando? — preguntó Dalia, perdida en el asunto

— Me siento como una viejita que se perdió un capítulo de su telenovela preferida y ahora está tratando de adivinar que ocurrió viendo el capítulo siguiente — comentó Cloe.

— Sé que te digo esto muy seguido, pero estas loca, Cloe — soltó Gabe.

Samara suspiró y encaró a Cloe. Su melena rubia se deslizó ligeramente por sus hombros desnudos gracias a ese leve movimiento. Traía una blusa sin mangas del color de sus ojos, con un escote profundo pero no vulgar. No importa cuanto buscara, Linda no podía encontrar alguna imperfección en ella. Era la demostración de que la perfección existía, y que era dolorosa en vistas ajenas.

— Hace un año, aproximadamente, Lili, Sil y yo estábamos charlando en el viejo apartamento de mi hermanita cuando Derek llegó con un colega suyo — les contó Samara —. Su nombre es Nicolas, y tiene ese aire de superioridad intelectual que, por alguna razón, le resulta encantador a algunas chicas.

— Y por algunas chicas, se refiere a Silvana — aclaró Lilian —. Nicolas es un gran tipo, un tanto serio, reservado...

— Y guapo — añadió Sil —, no olvides guapo.

— Ajá, como digas — continuó Lili, sin querer comentar en la opinión de su hermana—. Pues, como ven, sus encantos terminaron por cautivar a Silvana y ahora cree que es amor.

— ¿Este gusto por los nerds es algo de familia? — preguntó Cloe con diversión.

— Espero que no — soltó Samara —, no me malentiendas, Derek. Yo te amo y amo como tratas a mi hermana, pero estoy harta de los cerebritos después de tanto escuchar a mi hermana hablar de Nicolas.

— Aja, ¿y qué pasó con el amor de Sil? — preguntó Sanne —, no nos dejen con la historia a medio contar.

— ¡Lo que pasa es que él no me quiere! — soltó Silvana, levantando la cabeza para demostrar todo su dolor —, para él solo soy una modelo vacía a la que saluda por educación ¡Mi amor no es correspondido y mi corazón se está desinflando!

Volvió a caer en el hombro de su hermana menor, quien soltó una mueca de gravedad al presenciar el estado de su hermana. Linda comenzaba a sentirse incómoda pues, mientras más miraba a Silvana, más perfecta le parecía. Era igual de bella que su hermana ¿Cómo podía tener problemas en el amor? ¿Cómo alguien hermosa podía ser rechazada? No tenía sentido, incluso parecía una historia falsa.

— ¿Qué tiene de malo que te vea cómo una modelo? — preguntó, con timidez —. Debería ser una suerte que te vean así.

Silvana y Samara intercambiaron miradas, odiaban que ese fuera un pensamiento general en la sociedad. Sam suspiró con pesadez y cierta molestia. Solo así podía reaccionar a eso.

— Otra más que se comió todas las mentiras de la industria — bufó por lo bajo.

— Linda, cariño, me temo que estás tan equivocada como el resto de esta sociedad de mierda — le dijo Silvana con tristeza —. Estoy orgullosa de ser modelo, pero sé que la gente relaciona mi profesión con otras cosas...

— ¿Con belleza? — preguntó Linda, sin comprender.

— No solo con eso — soltó Samara —, cuando la belleza alcanza los estándares de la industria, se piensa automáticamente que una modelo es estúpida, cabeza hueca, tonta, y torpe. Eso es lo que piensa Nicolas de mi hermana.

— Eso es lo que todos piensan de nosotras...

Linda no lo comprendía. Ella era fea, y por eso todos la criticaban. Ellas eran hermosas, ¿por eso las criticaban también? Estaba tan confundida que las palabras que salían de las bocas de las modelos le parecían un mito sin sentido. Bajó la cabeza y, un tanto apenada, se permitió soltar:

— No entiendo.

— Deja que te lo expliquemos, cariño — habló Samara.

Porque si de algo podían hablar esas dos bellezas era de ese tema en particular.  

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