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Capítulo 25

Entre susurros 
16 de marzo

5:00 pm

Querido Jace:

Gabe ha hecho que el concepto de belleza vuelva a tener cierta importancia para mí. Lo había olvidado hace años, desde que me consideré libre de anorexia. Y es que, cuando mis huesos dejaron de mostrarse, dejé de enfocarme en lo que era bello y lo que no para ser simplemente yo.

Dejé de pensar en ser hermosa para mostrarme en mi máxima expresión.

Pero ahora que tengo que lidiar con este vigoréxico con complejos narcisistas, el termino al que tanto distorsioné siendo adolescente vuelve a rondar por mi mente. Está vez, me estoy permitiendo saborearlo, analizarlo, encontrar distintas perspectivas sobre la palabra "belleza", en lugar de intentar estereotiparlo. Ya no soy la Cloe débil de antes, no volveré a usar ese simple vocablo como una forma para dañar mi vida.

Ahora solo me da curiosidad.

Analizando, me dí cuenta de que existen demasiadas formas de mostrar belleza; más allá de lo físico, o lo emocional. Entre tanto pensar y pensar, descubrí que una de las formas de hermosura que más valoro es la valentía. Me parece tan bella.

Es hermoso encontrar el poder de sobreponerte a tus miedos, por más grandes que sean. El brillo que eso deja en tus ojos resulta mejor que cualquier maquillaje. Resulta que también es una forma de amar...de amarse a sí mismo. Combates lo que te aterra para defenderte.

Y el amor es eso: Protección.

El amor es muchas cosas, en realidad...la belleza también. Son dos termines tan amplios que confunden. De hecho, lo único que sé es que la valentía es una forma de belleza que se está alejando poco a poco de mi sistema. 

🌻

Suspiró, escribir en Jace se estaba convirtiendo en una especie de terapia para ella. No podía ser tan sincera con las personas de carne y hueso. Ni siquiera con sus amigas porque sabía que las arrastraría a sus torbellinos de pensamientos, y no eran un lugar muy bonito que se diga. Ella era una persona rara, desde sus pensamientos hasta la punta de sus pies. Sabía que no debía subestimar el poder de su mente para reflexionar, pues está tenía la capacidad de pensar en colores.

Así es, us pensamientos podían resumirse a explosiones de colores que podían no tener sentido para muchos, pero ella le encontraba cierta lógica a su desorden mental.

Ese día, la belleza en la valentía era su preocupación principal. No sabia que explosión la había llevado a pensar en eso, pero sabía de que color había pintado las paredes de su cráneo:

Era un color amarillo intenso, la clase de color que relacionaba con la palabra "bello".

Despegó la mirada de Jace y la levantó hacia el techo, dónde todas esas estrellas fluorescentes se encontraron con sus ojos azules. Soltó una carcajada, vaya que tenia un par de amigos muy peculiares. Solo ellos eran capaces de llenar todo el techo de su apartamento con pegatinas de ese estilo.

Al escuchar el retumbar del timbre, se levantó de un salto del sofá. Recordó que su mejor amiga estaba arriba, durmiendo luego de dejar su alma en vomito y mareos. Pensando en ella, y en lo importante que era dejarla dormir, corrió hacia la puerta. Después de todo, sabía exactamente quien estaba tras ella.

— ¡Sh! — le gritó a Gabe una vez que la puerta no se interpuso entre los dos.

— ¿Y ahora qué hice? — preguntó Gabe, confundido.

— ¡Sh! — volvió a gritar Cloe.

— Pero...

— ¡Sh!

— Es que...

— ¡Sh, sh, sh!

— Cloe...

Y antes de que lo callaran por quinta vez consecutiva, puso su mano en la boca de Cloe e interrumpió su grito. Ella llevó sus iris directo a la gruesa mano del chico, que ahora estaba sobre sus labios, y luego dirigió su mirada hacia Gabe.

— ¿Te das cuenta que haces más ruido con ese sonido del que harías pidiéndome que haga silencio? — le preguntó el chico. Quitó la mano de la boca de la chica y luego bajo su tono de voz —. Bien, no haré mucho ruido. Ahora, ¿cuál es la necesidad de callarme?

— Lilian está durmiendo — le explicó, jalándolo por la camisa para entrar en el apartamento —. No quiero despertarla.

— Pero creí que tendríamos una sesión aquí — dijo él.

— La tendremos — Cloe cerró la puerta tras ella. Se volteó hacia su narciso y sonrió —, será una sesión susurrada.

A Gabe no podía importarle menos el tono de voz que debían usar en la sesión. Susurrando o gritando, sabía que seria igual de molesto. Siguió a la castaña hacia la sala de estar, un recorrido que utilizó para detallar aún más a su casamentera. Llevaba varias semanas, casi un mes, conociéndola, pero era la primera vez que la veía sin tacones en los pies. Estaba descalza, lo que le permitía ver su altura real. Debía ser como una cabeza y media mas baja que él. Era como una niñita con las curvas de una mujer adulta. Todo en ella resultaba pequeño, incluso tierno.

Ambos parecían venir de planetas opuestos.

Ella se sentó en el sillón; corrección: se lanzó al sillón hasta caer sentada con las piernas cruzadas. Luego, sonrió con el entusiasmo de una niña y palmeó el lugar disponible junto a ella como señal de que quería que él se sentara también. Gabe rodó los ojos y se cruzó de brazos, indicando que el entusiasmo no era algo que se le contagiaba con facilidad. Aún así, se sentó sin poner alguna objeción...al menos no verbal.

La observó doblar unos papeles vacíos en la mesa para café frente a ellos. A Gabe no le costó adivinar que eran para la sesión. Así estuvieron un tiempo, sumergidos en la envolvente melodía del silencio, hasta que él decidió romperlo.

— ¿Y cómo está Lilian? — preguntó, eliminando la sonrisa del rostro de Cloe —, las chicas mencionaron que no se sentía del todo bien.

Cloe suspiró. Dejó los papeles a un lado y miró a su narciso con toda la tristeza que cabía en el azul profundo de sus ojos. Gabe odiaba muchas cosas, pero sentimientos como el que Cloe expresaba en su mirada quebrada estaban en los primeros puestos de su lista negra. Eran como gritos que pedían auxilio, apoyo, consuelo, o palabras de aliento. Eran suplicas que rogaban ser comprendidas, a pesar de estar escritas en un idioma sin alfabeto. Muchos sabían que hacer al encontrarse con ellos, pero él no.

Como los sentimientos ajenos no le importaban, no podía comportarse como un salvavidas capaz de rescatar almas lastimadas.

— Podría decirte la verdad...— dijo Cloe, bajando la mirada —. Pero prefiero practicar contigo la mentira que le diré a Derek para no preocuparlo ¿Te importa si lo hago?

— Me da igual — soltó Gabe, extrañado por el hecho de que no se necesitó ningún consuelo.

Cloe tomó aire, levantó la mirada, y curvó sus labios, mostrándole a Gabe la sonrisa más falsa que alguna vez había visto. Ella abrió sus ojos mucho más de lo normal, tratando de callar esos sentimientos que seguían gritando en busca de apoyo. Toda la felicidad en su cara se veía como algo extremadamente fingido.

— Está bien, son solo nauseas y mareos — dijo, sin quitarle unos cuantos centímetros a su escalofriante sonrisa —. Es normal en su estado, así que no te preocupes. Ella está bien.

— No eres buena mintiendo...

— No, no lo soy — suspiró.

— Si esa era una mentira, ¿cuál es la verdad?

Ella comenzó a jugar con sus manos, como si necesitara distraerse con algo. Se quedó callada por largos segundos, pensando en si debía decirle a Gabe lo que rondaba por su mente, o si debía mantenerlo como algo privado; algo que solo ella y sus nervios sabrían.

Al final, se rindió. Ella nunca fue muy buena para quedarse callada.

— La verdad es que no sé si esta bien — confesó —. Quizá lo esté en salud. Después de todo, tiene síntomas completamente normales...lo que me preocupan son sus ojos.

— ¿Sus ojos? — preguntó Gabe, ella asintió con la cabeza y se encontró con su mirada verde.

— Sus ojos muestran la misma cantidad de miedo que la Lilian de hace cinco años, esa que era insegura y que no creía merecer ni el oxígeno que respiraba — suspiró —, y el ver ese miedo hace que todo el temor de la yo de esa época también vuelva. Es como regresar en el tiempo a un momento de mi vida donde Cloe no era Cloe. Yo era una extraña para mi misma...

— ¿No te sientes Cloe?

— No es eso, solo siento que puedo perderla en cualquier momento.

— ¿Cómo te pierdes a ti misma?

— De la misma forma en la que pierdes un simple objeto: lo descuidas.

Ella no era tonta, sabía que Gabe no la consolaría a pesar de toda la tristeza que estaba mostrando. Tampoco quería ser consolada, le bastaba con ser escuchada, así que apreció el hecho de que él guardara silencio y respetara su momento de debilidad. Entre tanto jugar con sus manos, ella entendió que debía calmarse. Le sonrió de lado a Gabe, solo para darle a entender que aún no se había perdido. La Cloe que se amaba a si misma seguía intacta.

Quizá sus miedos eran tan solo ridiculeces, pero ella caía en ellos con frecuencia.

— No te imagino — dijo Gabe, entrecerrando los ojos al mirar a Cloe.

— ¿Ah? — Ella ladeó la cabeza, confundida ante su comentario. Seguían susurrando, a pesar de que Lilian no los escucharía desde la segunda planta del apartamento.

— Cuando comencé a entrenar a Lilian como un favor para la doctora amiga de Donovan, ella era tan delgada como un palillo. Cuando Don me presentó a Dal, ella tenía más kilos de los que tiene ahora encima — habló él —, puedo imaginarlas pasando por momentos duros, pero a ti no. No te imagino con anorexia, y mucho menos tan perdida que ni tu misma podías encontrarte.

Cloe era autentica como solo ella podía serlo. Estaba segura de cada una de sus locuras, por más extrañas que fueran. Se sentía a gusto consigo misma, con sus gustos frikis y con su cuerpo pequeño, pero hermoso a su manera. Por esa razón, Gabe no podía imaginarla en medio de una enfermedad como la anorexia, pues esta suele venir acompañada de un sin fin de inseguridades. No podía pensar en una Clo de ojos cansados, de ánimo apagado, o de sonrisas ausentes. Su cerebro no podía crear una oración en la cual las palabras "Cloe" y "baja autoestima" fueran de la mano.

Pero sobre todo, se le hacía imposible imaginarla con un cuerpo mucho más pequeño del que tenía en ese momento.

Eso es lo que ocurre cuándo nos hacemos una imagen mental tan clara de una persona: se vuelve tan fuerte que somos incapaces de imaginarla de otro modo. Nos acostumbramos a una idea, no a una personalidad, y no nos cuestionamos como esa imagen fue cambiando a través del tiempo. Lo que le pasaba a Gabe con su casamentera, le ocurría a Cloe con su narciso. No podía imaginar a ese hombre sin su típico egoísmo, su narcisismo nato y su egocentrismo molesto.

Pero te aseguro que él no siempre fue así.

Cloe descruzó sus piernas y se levantó del sillón en busca de un objeto entre los muebles de su amiga. Los ojos verdes de su acompañante la siguieron sin comprender que estaba buscando, hasta que ella encontró algo que parecía ser un álbum de fotografías y regresó a su lugar.

—¿Qué es eso? — preguntó Gabe.

— ¡Sh! Baja la voz — le reclamó Cloe en el instante en el que él olvidó que esa era una sesión susurrada. Ella abrió el álbum y se acercó a Gabe hasta que sus hombros chocaron. Tal y como pensó, este estaba repleto de fotografías —. Mi mejor amiga le tiene cierto apego a los recuerdos — dijo, pasando las páginas —, lo cual es irónico considerando que pasó toda su adolescencia huyendo de su pasado.

— ¿Lilian hizo esto? — preguntó Gabe y Cloe asintió.

— A veces es demasiado anticuada. Debe ser la única millenial que hace álbumes de fotos en lugar de guardar las fotografías en un álbum virtual, pero ella dice que no se siente igual ver recuerdos en una pantalla que poder tocarlos.

— En teoría, no estas tocando los recuerdos.

— Lo sé, pero no se lo digas. Te golpeará.

Ella siguió buscando entre las fotografías hasta que dio con la que quería mostrarle a su narciso. Sonrió de lado al ver las sonrisas de cuatro chicas que, en el momento de aquella toma fotográfica, estaban quebradas. Le entregó el álbum a Gabe y le permitió empaparse de un recuerdo tan importante como ese.

— Esas somos Sanne, Dalia, Lilian y yo hace cinco años — señaló entre susurros —. Fue durante los primeros meses del programa de recuperación en el que estuvimos y eso que ves en mi rostro fue la primera sonrisa autentica que esboce junto con las que ahora son mis mejores amigas.

Gabe detalló la fotografía con una concentración que él mismo desconocía hasta el momento. Conocía a todas las integrantes de ese recuerdo, pero ninguna se veía como las margaritas a las que estaba acostumbrado. Reconoció a Sanne por su rostro, ese que se asomaba entre una gran melena rizada. Ella tenía la sonrisa más amplia de las cuatro, y lucia un atuendo deportivo ajustado que le hizo entender al narciso que su cuerpo no había cambiado mucho esos últimos años. Para ella, el físico nunca fue problema.

Luego, vio a Dalia, quien debía tener como tres tallas más en esa fotografía de las que tenía en la actualidad. El vestido que traía puesto no era ajustado, pero eso no impidió que varios de sus "royos" se hicieran presentes en la foto. Eso sí, a pesar de las diferencias entre la Dali obesa y la sana, la infinidad de sus pecas y la sinceridad de su sonrisa eran una constante que seguía presente en la chica. Gabe sonrió de lado, no iba a admitirlo, pero le alegraba saber que su amiga no hubiese perdido esas características a pesar de los años que los separaban de ese momento.

Lilian fue la siguiente que llamó la atención de sus ojos. Verla así, tan delgada, pálida y con el cabello corto hasta más arriba de sus hombros, le traía recuerdos de cuando se conocieron. Había cambiado mucho desde entonces, pues ahora sonreía con mucha más alegría de la que mostraba en la foto.

Por último, se fijó en un esqueleto rubio en la esquina del retrato. Ella, de piernas finas, brazos delicados, y costillas salientes, sonreía mostrando cierto cansancio en su mirada. Se podía notar que no fue intención de la chica mostrarse exhausta, quizá sintió un millar de cosas más a parte de cansancio en ese momento, pero aquel sentimiento era tan fuerte que le fue imposible a la cámara no captarlo. Verla le dio hambre, pues su diminuto abdomen parecía estar gritando por algo de comida y esa delgadez enfermiza le transmitió la sensación de hambre al narciso que la observaba.

Su cabello parecía falso, incluso en la foto se notaba que era tinte claro sobre cabello oscuro. Estaba todo quebradizo y dañado, y su color hacia que la palidez de la chica se duplicara. Le estaba costando ver a mujer de cuerpo diminuto y ánimos microscópicos, resultaba deprimente. Aún así, fue incapaz de apartar su mirada de ella. No podía reconocerla. Por minutos, consideró que era una margarita con la que jamás se había relacionado. Hasta que vio la profundidad en los ojos azules de ese esqueleto viviente...

— Eres tú — le dijo a Cloe, señalando a la chica.

— Seh — soltó ella, mirando a su antigua versión de "yo" —. Créelo o no, ese fue uno de los días más felices de mi vida. Hace cinco años, estaba perdida. Pero esa tarde, me sentí Cloe por unos instantes que parecieron eternos...Fue una sensación que jamás olvidaré.

— Eras rubia — soltó él, sorprendido.

— Lo era. Tenía una extraña obsesión con serlo, ¿sabes?

— Ahora entiendo porque dices que no te reconocías — susurró Gabe, mirándola a los ojos —, esta no es Cloe.

— No, no lo es.

Cloe continuó pasando las páginas por Gabe, mostrándole todos los recuerdos que Lilian guardaba de aquellos años de enfermedad. Le contó sobre la vez que conoció a Dalia: "la llamé cerda" le dijo, "y todo porque me daban asco las personas con algo de grasa en sus cuerpos". La chica que él conocía jamás haría eso, pues la Clo a la que su cerebro estaba acostumbrado no se guiaba por las apariencias. Más cuentos como ese fueron saliendo a la luz. También juzgó a Lilian, a Sanne, e incluso a Derek, cuando su anorexia la manejó. Era como escuchar la vida de una desconocida.

Solo que no era una desconocida, era la Cloe que conocía en su mayor momento de debilidad.

— Me dejé guiar por estereotipos — ella suspiró, trazando su delgada silueta en una de las fotografías —. Mis pensamientos no pertenecían, yo les pertenecía a ellos...

Esa frase despertó un recuerdo que Gabe había sepultado en la arena de su memoria hacía años. Sin quererlo, Cloe lo había encontrado como un pirata que encuentra un tesoro a diez metros de donde debería estar. Fue cuestión de suerte, no sé si buena o mala, pero fue fortuna lo que la llevó a ese hallazgo.

— ¿Qué tienes? — le preguntó a Gabe en el instante en él dejó caer su espalda en el respaldar del sillón, como si se estuviera dando por vencido.

— Eso que dijiste — soltó —, yo solía decirle algo parecido a Donovan cuando éramos niños.

— ¿Ah si? — cuestionó la chica —, ¿y por qué se lo decías? ¿También estabas perdido?

Gabe apartó la mirada del álbum, lo cerró con brusquedad. Comenzó a respirar con fuerza, dándole a entender a Cloe que no quería hablar. Ella, quien se había alejado un poco por el brusco movimiento, volvió a acercase a él. Esta vez, incluso más. Mordió su labio, sabiendo que lo que pensaba no era una buena idea del todo. Aún así, llevó su mano hasta su hombro y le habló con delicadeza al hombre más tosco que conocía.

— Gabe — ella seguía susurrando, lo cual estaba jugando con los nervios del narciso. Ella se oía muy bien así —, ¿sabes cuál fue la lección más valiosa que aprendió la chica rubia de las fotografías que viste?

— ¿Cuál? — preguntó él, sabiendo que ella hablaba de sí misma en tercera persona del singular.

— A no juzgar — respondió cerca de su oido por temor a que sus susurros fueran difíciles de interpretar —. Si lo que estas pensando te tortura, la mejor manera de dejarlo ir es expulsarlo de tu mente. Puedes soltarlo aquí, entre susurros. Prometo que no te voy a juzgar.

— No es por eso, Cloe. No quiero recordar lo débil que solía ser cuando niño...

— Ser débil te da miedo, ¿no es así?

Él vaciló antes de asentir con la cabeza, pero terminó por confesarle a Cloe la verdad: le daba mucho miedo. Involuntariamente, como si sus pensamientos no fueran del todo suyos, Gabe buscó su móvil en el bolsillo de su pantalón deportivo. Lo encendió y rebuscó en la galería de fotos una fotografía que se enlazaba directamente con ese recuerdo. Al encontrarla, se la entregó a su casamentera sin realmente quererlo. No estaba siendo débil, solo le estaba mostrando el pasado de un hombre fuerte.

Ella se encontró con una fotografía tan alegre que no pudo evitar sonreír. Eran dos niños en una playa que supuso debía ser de Los Angeles. Los dos eran tan rubios que sus cabellos se asimilaban a la arena dorada, y sus bronceados delataban que habían jugado durante horas bajo el sol. Determinar las edades le resultó complicado. Ambos se veían igual de jóvenes, solo que uno era delgado y alto, y el otro bajo y un poco más relleno, así que era imposible adivinar cuantos años tenían. Las sonrisas con los dientes de leche faltantes eran la cosa más tierna que la chica había visto en su vida, y el observar a los pequeños con dos tablas de surf en la mano la invitó a imaginar que la diversión continuó después de que tomaran la foto.

— Él es Donovan a los nueve años — Gabe señaló al rubio más pequeño, de ojos oscuros y sonrisa orgullosa —, mucho antes de que sus preocupaciones empezaran, por su puesto. Ese niño nunca imaginó que se mudaría lejos de su ciudad natal durante años, o que le daría cáncer, o que nunca volvería a surfear porque se quedaría sin pierna...

— Y aún así, tiene la misma sonrisa — notó Cloe.

— Es Donovan, ni las mas grandes olas pueden arrastrar su animo hasta el suelo.

Cloe sonrió, era la primera vez que escuchaba a Gabe hablar así sobre su mejor amigo. Luego, Gabe señaló al otro chico. Ella miró al niño con mayor atención. Era demasiado alto para la edad que delataban sus ojitos verdes, llenos de inocencia. Además, era bastante delgado. No había ni una sola pizca de grasa en él. Claro que eso se debía al crecimiento acelerado del pequeño, no a las razones de delgadez de la chica rubia a la que habían dejado atrás.

— Y ese espagueti debilucho, soy yo.

— Eras tierno.

— Ugh, no digas eso. Odio que digan eso.

— Bien, no eras tierno, pero eras lindo. Eras la clase de niño que la Cloe de nueve años habría perseguido hasta el cansancio en primaria

— Pues, ahora agradezco haber nacido lejos de Detroit.

Cloe le dio un golpe amistoso, sabiendo que era imposible lastimarlo. Él sonrió de lado y continuó observando la fotografía. Por un momento, Cloe creyó que él no hablaría más, hasta que la historia comenzó a tomar una trama que iba más allá de la presentación de dos niños de nueve años.

— Donovan era algo así como mi defensor — le explicó —. Nuestras familias eran unidas, así que nacimos sabiendo que seriamos mejores amigos. Era el único que me toleraba, el resto de los niños en la escuela se burlaban de mi. Don siempre me protegió en momentos críticos.

— ¿Por qué se burlaban de ti?

— Era mucho más alto que los chicos de mi edad, pero eso no me hacía mas fuerte. Era demasiado débil, podían hacerme llorar con un simple empujón.

— Pero solo tenías nueve años, no se supone que un niño de esa edad sea fuerte.

— No se supone, pero debí serlo.

Cloe tragó saliva. No se sintió mal por Gabe, se sintió mal por el niño en la fotografía. Pensó en como debía sentirse aquel pequeño cuando no sonreía, incluso consideró que ese gesto debía sentirse extraño en sus labios acostumbrados a soltar pucheros.

— El día que nos tomaron esa foto yo le dije a Don, luego de que me molestaran en clase, que no podía controlar mi llanto — contó —, que era tan débil que incluso mis pensamientos me controlaban...

— Eso no es ser débil...

— Pero se siente como debilidad, Cloe. Ese día, Don me dijo que le hallaría la cura, encontraría una forma de despejar mi mente y hacer que el llanto y los pensamientos desaparecieran. Entonces, le pidió a nuestros padres que nos enseñaran a surfear.

Cloe notó como una pequeña sonrisa se levantaba en los labios de Gabe en ese instante. "Al niño aún le cuesta sonreír" pensó Cloe, "pero me sigue agradando su sonrisa".

— ¿Funcionó? — preguntó Cloe.

— Si — él la miró a los ojos, sonriendo con nostalgia —, aunque Donovan y yo nos caímos un centenar de veces. Entre los dos, tragamos tanta agua salada que pudimos haber creado un octavo mar sin problema. Lo bueno es que al final de la tarde no tenía lágrimas que derramar, o pensamientos a los cuales temer. Además, aprendí a dominar una que otra ola.

— Un niño que domina olas no me suena como un niño débil — le dijo Cloe —, y un adulto que dice en voz alta su mayor miedo tampoco me parece un hombre débil. Eres más valiente de lo que muestran tus músculos, Gabe.

— No sé si decir gracias o...

— No digas nada, solo recuerda eso cuando sientas que eres débil ¿Está bien?

— Lo intentaré ¿Tú recuerdas a tu versión rubia cuando tienes miedo de perderte?

— Si — admitió ella —, le tengo un poco de miedo...

— Te ves mejor castaña. Eres como diez veces más hermosa con el cabello marrón que de color amarillo — le confesó el narciso, apagando su móvil para introducirlo de nuevo en su bolsillo —. Tú recuerda eso cuando te sientas perdida.

Ella imitó su sonrisa, un tanto sorprendida por los susurros del hombre frente a ella. Nuestra mente suele hacer imágenes incompletas de las personas, que se van deshaciendo a medida en la que armamos imágenes más certeras en nuestros corazones. Ahora, Cloe sabía que la búsqueda de fortaleza de Gabe iba más allá de la obsesión; era miedo lo que lo movía a consumir esteroides y a exagerar con el ejercicio. Él prefería ser un tanque de guerra antes que volver a ser un espagueti debilucho.

Por otro lado, Gabe ahora respetaba un poco más la excentricidad de Cloe. Mientras más auténtica fuera, mientras más locuras dijera, más lejos estaba de perderse a si misma. Ahora no tenía barreras que la encerraran en estereotipos, era libre de ser quien quisiera ser. A él aún le parecía molesta su demencia, pero la prefería antes que a aquella chica de ojos cansados. Pensó por instantes que le había revelado una verdad muy importante a su casamentera y sintió pánico, pero luego recordó a un fenómeno diciendo que a veces era necesario que alguien fuese ese lado del espejo que él quería ignorar.

Y él siempre ignoró el recuerdo de ese niño débil. Quizá era hora de que Cloe lo guardara, sin juzgar al hombre en el que se había convertido ese pequeño debilucho.

Ambos escucharon la cerradura de la puerta moviéndose, para luego oír como la puerta de la entrada se abría. Ninguno de los dos se molestó en observar a Derek entrar, prefirieron bajar la mirada e ignorar que un contacto visual tan íntimo como el que habían tenido había sido real.

— Hola.

— ¡Sh! — tanto Cloe como Gabe callaron a Derek al instante. Todo lo que no era un susurro, sonaba demasiado alto para ellos.

— ¿Qué? ¿Qué ocurre? — preguntó el físico, preocupado por tal reacción.

— Tu novia está durmiendo — le reclamó Cloe —, no la despiertes.

— Lo que dices en la sala de estar no se escucha en la segunda planta — señaló Derek, hablando con normalidad.

—¡Sh! — Cloe lo calló de nuevo.

— Cállame una vez más y te haré dormir en el sillón, friki.

Entonces, Cloe cerró su boca y miró a su mejor amigo con inocencia. Ella y Sanne estaban muy cómodas en la habitación de huéspedes, a pesar de que debían compartir cama. Prefería tener un pequeño espacio en una colchón Queen size y aguantar a su amiga (que, por cierto, hablaba dormida) antes que dormir en ese sillón que era cómodo para sentarse, pero una tortura para los huesos de quien intentaba dormir en él.

Así que nadie calló a Derek otra vez.

— Bien, así está mejor — dijo él, al ver que no le gritaría de nuevo —, ¿cómo está Lilian?

— Ya te dije que esta dormida — señaló Cloe.

— Me refiero a cómo se siente ¿Está muy mal?

Cloe pensó en su mentira pre-diseñada y entró en pánico. Sabía que era mala mentirosa, pero no quería preocupar a su amigo con una verdad que podía ser una versión de su miedo a perderse a si misma, o a la gente que amaba. Comenzó a titubear, pues las palabras de su excusa comenzaron a mezclarse con otras que no tenían sentido. Creyó que nada la sacaría de ese apuro, mucho menos un narcisista egoísta como el chico a su lado.

Pero, sorprendentemente, él lo hizo. Fue el salvavidas.

— Está bien, Derek — le dijo Gabe, esbozando una sonrisa creíble —. Solo tiene los síntomas comunes de una embarazada, nada del otro mundo.

— ¿Seguro? — él no pudo soltarse de la preocupación tan fácil.

— Sí, sí, muy seguro — continuó el narciso —. Solo se fue a dormir porque estaba agotada, pero seguro despertará y se sentirá como nueva. Dicen que el embarazo pone a las personas así, con cambios de humor inentendibles. Tendrás que aguantarla otros ocho meses más así, no te envidio en lo absoluto.

— Entiendo — Gabe logró convencer a Derek, lo cual hizo que Cloe sintiera una inmensa gratitud hacia su narciso —, subiré con ella. Gracias por hacerse cargo.

— No hay de qué.

Derek les dedicó una sonrisa amistosa a ambos y luego subió hasta la segunda planta del apartamento, donde se encontraba la alcoba principal. Cloe notó en ese instante que estaba aguantando la respiración, así que comenzó a aspirar aire con normalidad una vez perdió a su amigo de vista. Miró a Gabe, quien se cruzó de brazos al tiempo en el que ella recuperaba las palpitaciones regulares de su corazón ¿Por qué había hecho eso por ella?

— Eres la peor mentirosa que conozco, Cloe — le dijo.

Ella sonrió de lado. "Si tan solo supieras que te estoy mintiendo sobre ser casamentera no pensarías lo mismo, narciso" pensó, pero no lo dijo en voz alta. Tan solo se limitó a mirarlo con gratitud.

— Gra...

— No, no me des las gracias — la calló —. No te hice un favor.

— ¿Entonces que hiciste?

— Evité que un padre se preocupara por una razón casi absurda; soy egoísta, pero no una mala persona — aunque a veces, le parecía la misma cosa. En algún momento, eliminaría toda la debilidad en si mismo pero mientras tanto no podía luchar en su contra —. ¿Comenzamos con la sesión, o qué?

Cloe no sabía que parte de la oración le causó mas alegría: si la parte en la que había admitido ser una buena persona, o la parte en la que él no pudo llamar a su miedo absurdo por completo. Por esa razón, concluyó que toda la oración la hizo feliz...tan feliz como ese niño en la playa, que saboreaba la felicidad de haber dominado una ola luego de caerse centenares de veces.

— Si — asintió ella —, empecemos, narciso. 

Bien, sé que ya publiqué esto por mi tablero de mensajes pero quería decirlo aquí: Para los que no saben, soy Venezolana y mi país está pasando por una crisis que va más allá de lo político, sino que está afectando muchísimo a la población. El que se fuera la electricidad por tantos días no solo nos dejó "a oscuras", sino que nos inconunicó por completo...las clínicas no tienen planta, y mucho menos los hospitales. Gente a muerto, han saqueado comercios y seguro muchas otras cosas más que no sé por el hecho de que todo ha sido muy confuso al no tener medios de comunicación.

Yo estoy bien, gracias al cielo, pero escribo esto para que sepan que mi país NO está bien. La gente que dice que todo esto es normal, que la población está feliz y blah, blah, blah...pues, es mentira. Resulta triste porque las personas que más están sufriendo esto no se lo merece.

Me han dicho que cosas como este apagón pueden pasar otra vez, así que en el caso que no pueda actualizar o comunicarse ya saben porqué. En fin, los quiero, espero que les guste este capítulo ❤❤❤

PD: es largo para compensar mi ausencia 🙈🙈

PD2: pilar_herrera pediste que por el 1K de de vistos hiciera un cap en el que describiera a Gabe antes de su vigorexia. Espero que esto sea suficiente 😉😉💓

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