Capítulo 23 (parte 1)
Nervios (parte 1)
15 de marzo
1:00 pm
Existen muchas fobias, todas tan distintas como los miedos que causan. Fobia a las arañas, a las alturas, a los espacios cerrados, a él fracaso...con tantos terrores existiendo, es triste que la fobia de alguien sea su propia imágen.
Fobia a su propia fealdad.
Si bien sus amigas se habían encargado de maquillarla y vestirla, las imperfecciones de Linda no habían desaparecido. Sus cicatrices eran más fuertes que el polvo o el colorete y su pequeño cuerpo no delataba ningún atractivo a pesar de la belleza del vestido rojo sobre él. No existía nada que la hiciera sentir segura de si misma.
Encontró su reflejo en un espejo colocado en la entrada de Palms ¿Por qué pondrían un espejo ahí? No lo sabía, pero lo echó la culpa a sus ojos por detenerse a mirarlo en primer lugar. Un nudo se formó en su garganta y un vacío se apoderó de su estómago, haciéndole saber que ahora estaba a merced de sus nervios. Cuando esas sensaciones aparecían, su cerebro parecía apagarse y le daba lugar a esos demonios que la insultaban.
"Mira, mira que horrible tu rostro" .
"Mira, mira otra cicatriz en la que no te habías fijado antes".
"Mira, mira como te miran con desprecio".
"Mira, mira como no vales nada".
Su reflejo cada vez se veía más horroroso, como si se distorsionara con los segundos que pasaban. Ella comenzaba a creer que su cuerpo se encogía mientras su cicatrices crecían. Se veía y sentía que estaba más deforme que nunca. No había ni una sola pizca de belleza en ese reflejo de ojos quebrados, y eso la aterraba.
¿Cómo haría para tener una cita sin espantar al hombre que la vería?
Él solo pensar en un sujeto corriendo para alejarse de ella y su asqueroso físico, logró una hiperventilación en su forma de respirar y el comienzo de un sudar frío que empezaba a bajar por su sien. Lágrimas estaban al borde de caer por sus pómulos hundidos, decorados por cicatrices. Sus demonios se estaban divirtiendo con cada pequeño pensamiento que pasaba por su cabeza. Lo distorsionaban, lo empeoraban, solo para bajar los ánimos de la chica aún más.
Sufría, sufría por su jodido reflejo.
Por suerte, fue lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que había entrado en un estado crítico. Corrió hacia el baño del restaurante, sin siquiera mirar si la mesa en la que Cloe le había indicado que sería su cita tenía a alguien en ella. Se apresuró al abrir la puerta, y evitó su reflejo en el espejo gigante que había en el elegante sanitario. Tan solo pudo encerrarse en el cubículo, con su respiración tan irregular como la superficie de su rostro.
Y sus demonios aún dispuestos a jugar.
Casi sin pensar, buscó su móvil con manos temblorosas. Lo tomó con nerviosismo y, mordiendo la parte interior de su mejilla, marcó el único número que sabría que la calmaría. Se sentía estúpida por tomar una decisión tan desesperada, pero si no lo hacía comenzaría a llorar...
Y si no habían versos de por medio, no valía la pena.
— ¿Hola? — escuchar la voz de un fenómeno al otro lado del altavoz la tranquilizó...solo un poco.
— ¿Gabe? — su voz sonaba quebrada, como la de una niña perdida que buscaba con desesperación a sus padres; solo que ella estaba buscando una calma que no parecía estar en algún lado.
Esa era la voz de su conciencia gritándole al mundo todo lo que sentía.
— ¿Linda? — en el gimnasio, Gabe frunció el ceño, extrañado por recibir la llamada de esa chica. Dejó a un lado la pesa que cargaba y se concentró en la voz al otro lado de su móvil —, ¿Qué ocurre?
— Escucha, sé que no te importa — soltó Linda —, pero...estoy entrando en una crisis nerviosa ahora y...y...no sé si pueda hacer esto.
Linda había dado en el clavo: a Gabe no le importaba ¿Por qué habría de interesarle asuntos que no eran los suyos propios? No obstante, su lado humano impidió acabar con la llamada. Podía escuchar la respiración agitada de Linda en el altavoz y eso movió una fibra sensible dentro de aquel tanque reforzado.
Maldijo a aquella fibra; debía deshacerse de esa debilidad tarde o temprano.
— ¿Estás en Palms? — preguntó Gabe.
— Sí — ella asintió con la cabeza, a pesar de que él no podía verla —, solo que me escondí en el baño. No sé si él ha llegado...no sé si quiero verlo, la verdad.
— ¿Por qué me llamaste a mi? — cuestionó él chico —, ¿Por qué no llamaste a Cloe, o a Derek?
— Porque si los llamo, ellos me dirán que debo calmarme y que todo saldrá bien. Es lindo que intenten animarme, pero sé que esas son mentiras para alentarme y no necesito eso.
» Lo que quiero es sinceridad. Necesito que alguien me diga que tan jodida está está situación, y tú eres la persona más sincera que conozco...
Gabe pudo comprender al fenómeno asustado con la que intercambiaba esa conversación. Lo mismo le ocurría al hablar con Don, o con Dalia, pues ellos siempre sacaban oportunidades en lugar de posibilidades lógicas en situaciones parecidas. Siempre decían "todo saldrá bien" o cosas por el estilo, cuando lo que él sabía que no era así. Le molestaba que las personas confundieran amabilidad con mentir.
Él era muy sincero, por eso nadie lo consideraba agradable. No obstante, prefería decir verdades que desgarraran el alma a componer a una persona con mentiras.
— Dime, ¿Qué hago? — preguntó Linda, desesperada —, ¿Qué tan jodida crees que está está situación? ¿Esto...esto puede salir mal?
Gabe no sintió lástima por ella, no era capaz de sentir tal sentimiento por alguien así. Por lo tanto, solo se dedicó a cumplir su deber: ser completamente sincero.
— La verdad, tu situación está bastante jodida, Linda — le dijo, sin tapujos —. No creo que tu cita salga bien.
Ella respiró con cierto alivio. Seguía nerviosa, su corazón seguía latiendo tan fuerte que le dolía el pecho, pero al menos había dejado de sentir la presión de creer que algo podría resultar de forma correcta. Ahora, alguien creía lo mismo que ella, lo que le quitaba un peso de encima.
— Es que con un rostro como el mío... — dijo, más para si misma que para Gabe.
— En el lugar de tu cita, correría al verte — se sinceró Gabe.
— Ya ha pasado — ella rodó los ojos —, está no es la primera cita a ciegas que tengo y te aseguro que ninguna de ellas salió bien. No quiero que se repita el mismo patrón de siempre...
— Ya veo...
— ¿Debería irme, no es así? Puedo...puedo correr de aquí, aún tengo oportunidad. Aunque quizá eso arruine mi amistad con Cloe. Perdería la confianza en mí.
— Y a tí las amistades te importan demasiado.
— Exacto.
Linda jugó con su trenza, sin detener el nerviosismo en sus dedos temblorosos. No sabía que hacer, se sentía atrapada en un dilema tan grande como sus demonios internos. Quería escapar, necesitaba correr, pero habían cadenas que la devolvían siempre al mismo lugar. Su vida entera se trataba de correr en círculos en un circuito interminable.
Uno con espejos en cada esquina que la invitaban a correr más y más fuerte hacia la nada.
— Te diré algo — soltó Gabe —, creo que tu cita será un fracaso, pero creí lo mismo de nuestro encuentro en el restaurante y no resultó tan malo.
— ¿Dices que esto podría no salir mal? — preguntó ella.
— Digo que existe la posibilidad de que no jodas está situación — le contó —. A mí me atrapaste, (no en el sentido romántico, claro) con tus historias y todas esas cosas inteligentes que me contaste después. Quizá sí desvias la atención de tu físico a todo lo que sabes, esto podría resultar.
— Suena arriesgado...
— Lo sé, pero creo que es lo único que puedes hacer, Linda.
Ella consideró la idea de Gabe al tiempo en el que observaba todas las inscripciones en la puerta del cubículo en el que se había encerrado. Escritas en marcador, había un montón de declaraciones, tanto amorosas como de odio, decorando la plataforma frente a ella. Era como tener miles de historias sin trama alguna al alcance de sus dedos.
Casi se pudo ver reflejada en ellas, pues ella era una historia sin trama definida. No sabía si el destino organizaba la vida de las personas, pero de ser así, él se había olvidado por completo de Linda. Vivía sin que su vida tuviese un clímax, un desarrollo, o algo interesante. Ahora, tenía la oportunidad de agregarle sabor a su historia desabrida.
Y tenía miedo del desenlace de su historia.
— Está...está bien, Gabe — dijo ella, temblando —, lo intentaré.
— Buena suerte — le dijo el chico —, la necesitarás.
— Ya lo creo — concordó con él al tiempo en el que rebuscaba algo en su bolso —, gracias por contestar y por tu sinceridad.
— No hay de qué.
Finalizó la llamada luego de eso y encontró poco después lo que buscaba en su bolso. Sacó el marcador que siempre cargaba en caso de emergencia y le quitó la tapa un poco más decidida que antes. Se acercó a la puerta y escribió su historia sin trama en una caligrafía casi perfecta: "Tengo miedo" .
Y lo que le daba más miedo era que estaba a punto de agregarle sentido a una historia de dos letras tan solo.
Salió del cubículo con piernas temblorosas, pero cuando se retiró del baño se obligó a si misma a controlarse. Sus demonios se habían calmado temporalmente. Ella los conocía, esos momentos de silencio eran solo instantes en los que se preparaban para atacar con más fuerza todavía. Debía actuar rápido, antes de que ellos volvieran a hablar y antes de que ella se acobardara por completo. Caminó hacia la mesa acordada con el corazón en la garganta.
Era ahora o nunca.
Ignoró las miradas que la siguieron, se fijó solamente en la mesa indicada. Ya había alguien ahí, podía ver su cabello caoba de lejos. Cuando solo faltaban tres pasos para alcanzarlo, ella se detuvo. Dudó por instantes, pero al recordar la sinceridad de Gabe y todas esas historias sin sentido, apretó sus puños y recobró las ganas de acercarse. Ya no había vuelta atrás.
— H...Hola — dijo Linda con una voz delicadamente nerviosa —, lamento la tardanza, es que...
Antes de que pudiese continuar, un perro de tamaño considerable apareció bajo la mesa y corrió hacia ella agitando su cola con rapidez. Linda quedó sorprendida al instante, pero no tardó en mimar al labrador negro. Recordó que ella siempre quiso tener un perro de pequeña, y sonrió al ver como ese se deleitaba con sus mimos. No tenía ni idea de que hacía ahí, pero agradecía que hubiese llegado a salvarla. Fue la medicina alivió su nerviosismo por pequeños minutos en los que él agitó su cola con emoción.
— Loto, déjala en paz — dijo el hombre cuando escuchó ladrar a su perro —. No seas molesto.
En ese momento, el chico volteó, revelándole una increíble verdad a Linda. Cloe había acertado, el chico era guapo. Su sonrisa ladeada le sentaba a la perfección a ese rostro de mentón delineado, al igual que la barba que comenzaba a nacer. Su cabello caoba lucia perfecto con esa longitud más abajo de sus orejas, y las dos oraciones que pronunció fueron suficientes como para estremecer el interior de Linda; su voz ronca y profunda fue capaz de causar ese efecto.
Pero lo que sorprendió a Linda no fue su atractivo. Algo que no mencionó Cloe fue que lo vería con lentes de sol estando en un lugar techado, o que traería un perro como compañía. Entonces, la chica usó su inteligencia para sumar coincidencias: estaba frente a alguien que no podía ver.
Y lo confirmó cuando él no localizó el lugar correcto para dirigirle la palabra.
— Lo siento, Loto suele emocionarse cuando conoce gente nueva — dijo el chico con una sonrisa —. Soy Aviv Everton, tu debes ser Linda, ¿no es así?
— Eres ciego — soltó la chica, sin notar lo directo que había sido eso hasta que salió de sus labios. Al darse cuenta de ello, se cubrió la boca y se sintió terrible. Observó cómo la sonrisa del hombre se extendía con su comentario.
— Y tú eres muy observadora — le dijo, sin mostrar molestia —, es algo que Cloe no mencionó de tí.
— Pues, Cloe no mencionó casi nada de tí — confesó ella, dejando de acariciar al labrador para sentarse en la silla libre. Notó como él se concentraba en el sonido de su voz para enfocar su vista en ese punto —. Por ejemplo, tú sabías mi nombre pero yo acabo de conocer el tuyo.
— Tenía curiosidad por saber algo de la chica con la que me encontraría hoy, así que se lo saqué a Cloe con un poco de esfuerzo — le contó —. Linda es un nombre hermoso, por cierto.
— G...gracias.
Ella sonrió con cierta timidez, era la primera vez que un chico elogiaba su nombre sin notar la ironía escondida en su significado. Cómo si pudiese sentirla, Aviv aumentó su sonrisa también. Linda se sorprendió ante la ausencia tan larga de sus demonios, y al notar que sus manos ya no temblaban como antes. Estaba tan concentrada en una sonrisa que le parecía muy atractiva como para sentir todo el miedo que había sentido antes. Se preguntó si la trama de la historia podía ser eso: una curva en dos labios y una conversación que empezó de maravilla. No sabía si alguien escribiría algo como eso, pero ella sin duda leería un libro así.
Ahora entendía porque Cloe le había dicho que él no se fijaba en el físico. No había forma en la que él viese sus cicatrices, o su fealdad. Solo por eso, Linda se sentía en un lugar seguro frente a él...como si se encontrara en el punto ciego de un espejo.
Cómo si no hubiese nada que temer a partir de ese momento.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro