Capítulo 20
Los feos saben escuchar
11 de marzo
10:00am
Gabe estaba experimentando algo que no había sentido desde la secundaria. No conocía el nombre del sentimiento en sí, pero podía definir la sensación sin problema alguno. Su estómago se sentía vacío, como si este fuese un hoyo negro dispuesto a succionarlo por completo. Sus manos sudaban, su cabeza pesaba...y todo por las palabras de una chica ebria.
Al levantarse esa mañana, Gabe lamentó poder recordar todo lo ocurrido la noche anterior, incluyendo esa jodida oración que lo dejó más débil de lo normal. En realidad, esa madrugada se había comportado como todo un debilucho ¿Qué le había ocurrido? Estaba decepcionado de si mismo.
Para intentar olvidarlo, comenzó a hacer ejercicio desde el instante en el que abrió los ojos. Mejor dicho, intentó castigarse por perder fuerzas, así que se estaba exigiendo más de lo normal con esa sesión de ejercicio. Intentó ir al gimnasio, hacer pesas, pero su mente no se alejaba de los recuerdos. Por ello, decidió probar suerte trotando en las playas de Los Ángeles. Tampoco funcionó.
Ni el cansancio, ni la brisa húmeda lograban quitarle la voz de Cloe de la cabeza.
Entonces, se le ocurrió una idea. No entendió porque se le había metido esa alocada iniciativa en la cabeza, pero decidió seguir su corazonada. Odiaba la sensación de estar perdido que le provocaban las palabras de Cloe retumbando en las paredes de su cráneo, así que tenía que sacar todo lo que sentía, por más loco que sonara.
Por eso, solo por eso, se había detenido frente a una casa playera antigua que recordaba de una vez que acompañó a una chica muy fea hasta su hogar.
¿Por qué decidió ir con Linda? Pudo haber ido con Donovan, o con Dalia, pero él decidió ir con esa horrorosa extraña. La verdad era que si iba con sus dos mejores amigos, ellos le rogarían desahogarse. Él no quería eso, le parecía de débiles. Gabe tan solo quería entender que le estaba ocurriendo ¿Por qué le afectaba? ¿Por que volvía esa sensación? ¿Por qué había ocurrido todo aquello la noche anterior? Necesitaba respuestas directas.
Y Linda era la persona más inteligente que conocía, así que confiaba en que ella se las daría.
— ¿Fenómeno? — Linda lo miró extrañada al abrir la puerta y encontrarlo en su porche —, ¿qué haces aquí?
— Hola, Linda — la saludó Gabe. Tenía ambas manos en su sudadera, para esconder el juego nervioso que hacían sus dedos. Sin duda, estaba demasiado débil...y eso lo estaba frustrando —. Espero no haberte despertado.
— No, llevo horas despierta — ella restregó sus ojos y limpió un rastro de lo que parecía ser una lágrima. Gabe frunció el ceño al notar aquello.
— ¿Estabas llorando?
— No...
Por supuesto, él no pudo creerle ¿Quién podría hacerlo? Ella era muy mala diciendo mentiras.
— Está bien, estaba llorando...¡Pero por una buena razón! Estoy leyendo una novela que es simplemente...no tengo palabras para describirla.
— Pero al parecer, si tienes lágrimas para hacerlo, ¿no es así?
— Fenómeno, llorar por libros es mil veces mejor que llorar por seres humanos, así que mejor suprime ese ligero sarcasmo en tu tono de voz. La lágrima que viste salió de mi ojo por una buena razón.
Gabe soltó una pequeña carcajada que hizo sonreír a Linda. Ella no estaba del todo segura de porqué se sentía cómoda estando con Gabe, pero creía que se debía al hecho de que había demostrado poder defenderse frente a él. En verías oportunidades, le había devuelto sus insultos. Se mantuvo con la cabeza firme cuando él se rió de ella, y ahora él comenzaba a respetarla. En cierto modo, se sentía poderosa cuando lo tenía cerca.
Se sentía capaz de llamar fenómenos a aquellos cuyo rostro no estaba hecho para parecerse al de un monstruo.
— Y bien...— habló Linda —. ¿a qué debo esta visita?
— Si te soy sincero, no lo sé — admitió Gabe —, pero mis manos sudan.
— Todo tú sudas ¿Vienes de trotar, o algo así?
— Sí, pero no es por eso — aseguró el chico —, ¿tienes un tiempo? Me gustaría...hablar contigo.
— Oh, está bien —soltó ella, sorprendida —, pasa, prepararé café y charlaremos.
Gabe entró en la casa en el instante en el que ella le indicó con un gesto que podía pasar. Lo primero que notó el chico fue lo anticuado que lucía el lugar. La madera crujía con cada paso que ellos daban, los muebles parecían antigüos y las decoraciones ambientadas en el mar estaban un tanto desgastadas. Siguió caminando, hasta llegar a la sala de estar. En ese lugar se aspiraba tanta soledad como polvo, era deprimente. Parecía que la chica solo tenía de compañía las largas repisas repletas de libros y las fotografías en las paredes que la rodeaban.
Fotografías que llamaron la atención del recién llegado.
Se acercó a una de ellas al notar que no todo era normal en ese retrato. Permitió que sus ojos verdes analizaran el cuadro, encontrándose con la imagen de dos señores mayores en la playa, y una chica que no debía pasar de los diez años jugando en la arena justo a su lado. Lo inusual de esa foto era que el rostro de la niña no se veía, pues este estaba cubierto por una bolsa de papel. Continuó mirando las otras fotos y se dió cuenta de que todas tenían esa peculiaridad.
Observó cómo la niña crecía en los retratos, cual película antigua, pero nunca vio su rostro gracias a esa bolsa de papel. Incluso el último cuadro, en el que la chica parecía una adulta con un diploma en sus manos, la barrera entre la cámara y su cara seguía existiendo. Era como si ella se estuviera ocultando.
— Siempre odie las fotografías — dijo Linda, acercándose hasta él —, pero a mis abuelos les encantaban...
Gabe volteó a verla y notó como ella sonreía al observar las fotografías tras él. Quiso decirle lo horrorosas que se veían sus cicatrices cuando ella levantaba los labios de esa manera, pero calló. Estaba interesado en lo que decía. Después de todo, ella era el rostro que se había escondido tras una bolsa de papel en todas esas fotografías. Sentía que estaba frente a un misterio que acababa de ser descubierto; ahora sabía de qué color eran los ojos de la niña que jugaba en la arena.
— Mi abuela siempre soñó con ser fotógrafa, así que tenía una cámara moderna, de esas que son para profesionales — recordó Linda, con cierta nostalgia —. Siempre que me pedía sonreír para una foto, yo lloraba. Sabía que arruinaría sus fotografías si aparecía, pero ella siempre insistió que quería retratos míos; consideraba que yo era algo así como...como una obra de arte.
Linda soltó una carcajada áspera, como si no pudiese creer las palabras que acababa de decir ¿Una obra de arte? Pero si ella era horrorosa. Si su abuela estuviese viva le habría dicho que el arte no siempre es bello a simple vista, lo que lo vuelve hermoso es las sensaciones que transmite...y los ojos de Linda transmitían más belleza de la que te puedes imaginar.
— Como ella era tan insistente, decidí comenzar a usar bolsas de papel en cada fotografía suya — continuó su cuento —, así no arruinaba el talento de mi abuela al ser parte de él. Ella jamás llegó a entender porque odiaba las fotos, así que nunca estuvo del todo de acuerdo con mi método para desaparecer, pero terminó por aceptarlo y ahí está el resultado.
— Con tu rostro, no es difícil adivinar porque odias las fotografías — soltó Gabe, sin anestesia previa. Linda sonrió.
— Tu si entiendes, fenómeno — le dijo ella —. En fin, ¿de qué me querias hablar?
Gabe se dió cuenta de que tenía que comenzar su historia, y entonces no supo por dónde empezar. Pasó su mano por su cabello rubio, sudado por el ejercicio, y arrugó su nariz como si intentara pensar. Linda lo notó, así que lo guío hasta la cocina mientras el buscaba el inicio de algo que no terminaba por entender. Se sentó frente a la pequeña mesa circular mientras Linda preparaba café. La falta de práctica en charlas le estaba jugando una mala pasada a Gabe...estaba perdido en cuanto a introducir una conversación.
Dado a que tardaba demasiado en preparar sus palabras, decidió soltarlo todo de la manera en la que conocía: bruscamente. Inicio con el inicio de la velada, le contó sobre Sanne y su extraña actitud e hizo énfasis en que le agradaba, pero podía ser tan molesta como Cloe o Dalia. Luego, se quejó de que lo dejaron solo con su casamentera, quien se había puesto tan ebria que decía cosas sin sentido. Linda escuchaba como si su historia fuese la más interesante del mundo. Gabe solía considerarse el centro del mundo, pero la forma en la que Linda le prestaba atención hizo que se sintiera el centro del universo.
Así que siguió contando.
Llegó a la parte en la que todo se había puesto extraño, en el apartado de Lilian y Derek. En ese momento, soltó un suspiro y llevó sus manos hasta su sien. Justo ahí era que perdía las palabras, pues no sabía cómo explicar la sensación que se apoderó de él al escuchar a Cloe hablar. Fue furia, fue vergüenza, fue tristeza...fue debilidad.
— No lo sé, Linda — le dijo, bajando la mirada —, no es la primera vez que me dicen algo así, pero jamás me había afectado de esa manera.
— ¿Podrías especificar que te afectó? — preguntó Linda, tomando aciento frente a él y ofreciéndole una taza de café —, ¿Sus insultos? ¿O fue el hecho de que dijo que podría besarte?
— ¿De verdad crees que me afectó lo segundo? — preguntó Gabe, arrugando su nariz —, por favor, a eso ni le presté atención.
— Como dijiste que Cloe te parecía bonita, yo creí que...
— No, no, nada de eso. Qué Cloe sea bella no significa que quiera besarla. Es más, la quiero lejos de mi. La detesto con toda mi alma.
— Si tú lo dices...— dijo Linda, tomando un sorbo de su café —. Entonces te afectó que te llamara vanidoso, egoísta, odioso e imbécil.
— Yo...yo creo que sí.
Gabe observó su café como si este lo fuera a sacar del estado en el que se encontraba. Pensó en que podría perderse en lo oscuro de ese líquido y no volver a sentir la vergüenza que sentía en ese momento. Se sentía tan débil que estaba asqueado consigo mismo. Era como regresar en el tiempo y volver a ser aquel chico sin músculo al que golpeaban cada vez que querían...
— Ya te lo dije: no es la primera vez que me insultan — observó a Linda, quien continuaba prestándole atención —, pero la forma en la que lo dijo...fue tan sincera que...
— Que te golpeó cuando estabas desprevenido — completó Linda. Él asintió con la cabeza.
— No me afecta ser vanidoso, egoísta, u odioso. Estoy bien siendo como soy, así que no sé porque me dolió.
— Mhm, ¿puedo decirte lo que creo que ocurrió?
— Adelante.
— Pues, es obvio que no te molesta ser todo eso, pero sí te molesta que el resto lo crea; o al menos que Cloe lo crea. Debes estar muy acostumbrado a ver tu reflejo y no encontrar errores, pero cuando una persona se convierte en esa parte cruel del espejo que señala todas tus imperfecciones, no puedes evitar ser...débil.
— Odio ser débil — dijo Gabe, con la voz casi quebrada.
— Lo he notado. El proyecto de Cloe debió haber despertado algo entre ella y tú. No estoy hablando de afecto, o gusto. Digo que, entre tanto querer que sanes, ella debió convertirse en tu espejo sin darse cuenta. Ahora ella conoce tus imperfecciones de la forma en la que lo hace tu reflejo, pero tú te niegas a aceptar. Te las dijo estando ebria porque los borrachos no mienten, pero me atrevería a decir que ella conoce más de lo que tu imaginas.
— Le permití conocer demasiado...
Linda asintió y Gabe suspiró. La chica horrorosa tenía razón. Él había subestimado el poder de Cloe para analizar a las personas. La casamentera era buena conociendo, y ahora ella sabía mucho sobre él y sus imperfecciones. Cloe sabía despertar su lado débil.
— Pero no pongas esa cara, creo que es bueno que ella sea tu espejo — le dijo Linda, con delicadeza.
— ¿Cómo podría ser bueno? Me hace sentir débil — dijo Gabe.
— Todos necesitamos saber nuestros puntos débiles para ser fuertes, Gabe. Tú no los conoces muy bien, o al menos eso creo. Si dejas que ella te siga conociendo y ayudando con su proyecto, quizá logres una fortaleza incluso mayor de la que tienes ahora.
— ¿Tu crees?
— Estoy muy segura. Todos necesitan un espejo cruel, y el tuyo debe ser una persona en lugar de un cristal.
— Pero odio que señale mis imperfecciones — se cruzó de brazos y suspiró —, podría robarte la idea y colocarme una bolsa de papel cada vez que vea a Cloe.
— Entonces, te pasaría lo mismo que a mí — dijo Linda tras tomar un sorbo de café —: cuando mi abuela enfermó de Alzheimer, ella olvidó mi rostro y nunca pude convencerla de que era yo porque en cada fotografía en la que aparecía su nieta, había una bolsa de papel en lugar de mi rostro.
» A pesar de que odio esta cruel realidad, tus imperfecciones te hacen ser quién eres, Gabe. A mí me hacen un fenómeno, a ti te hacen ser un egoísta vanidoso, pero eso somos...Si las escondes, todos olvidarán quién eres y ahí no importará si eres fuerte, o débil.
Otra forma de belleza que no todos conocen es la hermosura que tienen las palabras cuando vienen frescas de una garganta casi rota... Es un tipo de belleza compleja, pues no todos tienen el don de hablar bello. Linda lo tenía, sabía hablar de una forma que hipnotizaba a quién la escuchase. Inconscientemente, creaba oraciones capaces de conmover. Sabía comunicar toda la belleza que le faltaba a su rostro.
Gabe la observó y trató de procesar sus palabras. No quería que el resto lo viera de la forma en la que Cloe lo veía, pero si Linda tenía razón, entonces debía aceptar sus imperfecciones o de lo contrario, nadie lo reconocería...y eso le daba mucho más miedo que ser débil. Tomó un sorbo de café y analizó cada uno de los insultos que su casamentera le había lanzado esa madrugada. La sensación sin nombre fue desapareciendo a medida en la que él se convencía de una cosa:
"Incluso mis imperfecciones son perfectas"
Una sonrisa apareció en sus labios, pues había descubierto la forma de evadir ese insulto sin ser débil. Si veía a sus imperfecciones como perfecciones, él seguiría siendo perfecto y fuerte. Linda tenía razón, no debía cubrirse con una bolsa de papel. Después de todo, su rostro era demasiado hermoso como para privar al mundo de tal privilegio.
— Espero que esa sonrisa signifique que la charla sirvió de algo — dijo Linda, tomando otro sorbo de café.
— Si, en realidad si sirvió — aseguró en chico —. Gracias, Linda. En realidad, no sé muy bien porque vine contigo en primer lugar, pero me alegra haberlo hecho.
— Oh, yo sí sé porque viniste.
— ¿En serio? ¿Por qué?
— Los feos somos buenos escuchando; es algo que incluso la gente bella sabe: mientras más horroroso sea el rostro, más dispuesto está a escuchar...y yo tengo un rostro bastante feo, a decir verdad.
Quizá se deba a que nadie los escucha, o a que deben desarrollar habilidades que van más allá de mostrar sus fealdades en público, pero ese don que tenían los feos resultaba crucial para aquellos de rostro bonito. Linda lo consideraba su mejor talento, por lo que una sensación agradable se apoderó de ella al saber que había ayudado a Gabe. Su talento había servido de algo, y ahora que era útil, decidió tomar el libro en la mesa y ver a su invitado.
— Ahora que esto parece estar solucionado, ¿te importa si sigo leyendo? — preguntó ella —, aún me quedan muchas lágrimas por derramar.
— Tu continúa — le dijo Gabe —. Es más, lee en voz alta.
— Me verás llorar...
— Dijiste que llorar por libros vale la pena. Demuéstralo, fenómeno.
Linda sonrió. Abrió la contratapa de la novela en sus manos y solo entonces Gabe pudo leer el título de la historia que le había robado lágrimas a ese adefesio: "La hora de la estrella" [1]. Comenzó a escuchar a la fenómeno llena de cicatrices hablar en un tono de voz dulce y embriagador. No pasó mucho tiempo, él se interesó en la historia de inmediato.
Y Linda comenzó a llorar poco después.
Quizá escuchar sea un don que tienen los feos, pero es algo que le pueden enseñar a aquellos que no ven imperfecciones en sí mismos. Es un talento que merece ser compartido.
🌻
Querido Jace:
¡Odio el alcohol!
Lo odio,
Lo odio,
Lo odioooooo.
Y es todo lo que pienso escribir hoy.
🌻
10:15 AM
Con un dolor de cabeza al que no le encontraba metáfora para describir, Cloe Nicols soltó el bolígrafo en su mano y dejó caer su rostro en las páginas abiertas de Jace, quien reposaba en la isla de la cocina del apartamento de Lilian y Derek. Ella cerró los ojos en medio de quejidos, jamás se había sentido tan mal en toda su vida.
Todo por unas jodidas botellas de cerveza.
Escuchó el estruendoso sonido de unos pasos bajar por las escaleras y se cubrió los oídos. El más mínimo ruido era como un terremoto en su cráneo, así que las risas que escuchó luego sacudieron hasta la más mínima neurona que seguía intacta en su cerebro.
— Buenos días — dijo Lilian. Tanto ella como Derek reprimieron el resto de sus risas para colocarse del otro lado de la isla, justo frente a ella.
— ¿Buenos? Habla por tí — ella levantó la mirada. El maquillaje de la noche anterior se había chorreado en todo su rostro, su cabello parecía haber sobrevivido a un huracán, y su ropa no podía estar más desarreglada —, odio el alcohol.
— Si, es un síntoma de la resaca, amiga — rió Lilian.
Notó que tanto ella, como él, ya estaban arreglados. Lilian lucia una falda de lápiz corta, con una blusa azul que le quedaba de maravilla. Por otro lado, Derek llevaba puesto un traje sencillo y se había afeitado. De haber estado un poco más animada, Cloe habría bromeado y le habría dicho que lucía como el Derek de hacía cinco años, no como el profesor que era en la actualidad. No obstante, ella estaba más concentrada en el terremoto en su cabeza.
— ¿Dónde esta Sanne? — preguntó Cloe —, ¿Está tan mal como yo y no ha salido de la habitación?
— Sanne no ha llegado desde anoche — le informó Lilian —, ayer nos dijiste que ella estaba con un chico.
— Corrección: comenzaste a llorar porque dijiste que Sanne prefería dormir con un desconocido que estar contigo — señaló Derek —, luego vomitaste por segunda vez y te desmayaste en el piso del baño.
— No puede ser — Cloe se sostuvo la cabeza, avergonzada por sus acciones —, no recuerdo nada de lo que dije o hice anoche.
— Yo tengo algo que te puede refrescar la memoria, friki — soltó Derek y Lilian negó con la cabeza, divertida.
A continuación, el nerd sacó su móvil de su bolsillo y me mostró a Cloe el vídeo que había grabado en su mejor momento de embriaguez. A pesar de que el sonido le estaba resultando molesto a Cloe, ella no pudo evitar reír cuando se escuchó a si misma llamar inmaduro a su mejor amigo. Luego, se vió a si misma hablar con Gabe y no pudo evitar sonrojarse por la vergüenza. Se cubrió la boca al escuchar la forma en la que lo insultó y coqueteó al mismo tiempo. Se sintió fatal, incluso peor que con la resaca.
— Mierda — dijo y miró a sus dos amigos —, le dije a Gabe que era un vanidoso, egoísta e imbécil...
— Y que podrías besarlo — soltó Derek con diversión —, tu forma de coquetear es tan peculiar como tú actitud, friki.
Cloe sostuvo su cabeza adolorida y comenzó a lamentarse de todo lo que había hecho y dicho esa madrugada, a pesar de no poder recordar nada. Su corazón comenzó a latir en un ritmo doloroso, y su cabeza a palpitar de forma repetida. Estaba tan avergonzada por lo que le había dicho a su narciso que dudaba poder verlo otra vez...pero debía disculparse por ser una ebria descontrolada.
¿Cómo lo haría después de haber actuado como una imbécil frente a él?
Entonces, la puerta del apartamento se abrió. Ninguno de los tres tuvo que pensar demasiado para saber que se trataba de Sanne, ella era la única a parte de ellos que tenía llave del lugar. Tal y como supusieron, ella entró al lugar con tacones en mano y su cabello lacio completamente despeinado. Al notar que todos estaban despiertos y observándola, decidió fingir una sonrisa; le salió bastante mal, cabe destacar.
— Buenos días — dijo, acercándose a ellos.
— ¿Por que todos dicen eso? — se quejó Cloe y luego señaló a Sanne —. Eres una terrible persona, me dejaste sola estando ebria ¡No te reconozco, Sanne Coleman!
— No te deje sola, Gabe estaba contigo — se defendió tras sentarse en una de las sillas libres de la isla.
— Oh, lo sé. Resulta que lo insulte y luego me le incinúe — le contó —, así que gracias, amiga. Te agradezco el lindo gesto de dejarme sola con Gabe.
— ¡¿Tu hiciste qué?! — exclamó Sanne.
Entonces, Cloe le quitó a Derek su móvil y le mostró el vídeo. Si bien en un inicio Sanne soltó una carcajada, no pudo evitar dejar escapar una mueca al escuchar el final. Miró a su amiga sintiéndose culpable una vez la grabación terminó. Quizá debió haber pensado mejor antes de pedirle a Gabe el favor de llevarla a casa.
— Al menos dime qué el chico con el que te fuiste estaba bueno — soltó Cloe, volviendo a agarrar su cabeza con dolor —, haz que este sufrimiento valga la pena.
— Yo...no lo sé — dijo ella, encogiéndose de hombros —. Es decir, si lo sé. Era guapo, mucho pero...no fue lo que esperaba.
— ¿Y qué esperabas? — preguntó Lilian, al tiempo en el que le ofrecía una bolsa con hielo a Cloe para que la colocará en su adolorida cabeza.
— Anestesia...supongo.
Sanne bajó la mirada y prefirió no decir nada al respecto. Lilian no pudo evitar fruncir el ceño al ver a su amiga de esa forma. Juntó su mirada con la de Derek, quien se encogió de hombros al encontrar una pregunta en los ojos de su prometida: ¿Para qué necesita anestesia? Pues, eso era algo que el brillante físico no sabía responder.
— Tendré que llamar a Gabe para pedirle perdón — dijo Cloe, sin mucho entusiasmo —. Aprovecharé hoy, le diré que tenemos una sesión sorpresa y ahí intentaré no morir de la vergüenza. Mejor llevó a Linda también, necesito apoyo moral...
— No tienes que sentirte culpable, friki — le dijo Derek —, la gente dice cosas locas cuando bebe demasiado.
— Él lo sabe de antemano, así que creéle, Clo — soltó Lilian.
— Igual, no puedo evitar estar avergonzada — dijo cabizbaja —. Por cierto, gracias a los dos por cuidarme ayer. Lamento haber vomitado en su piso...dos veces.
— En esta casa estamos acostumbrados a eso — Lilian rodó los ojos —, más ahora que tanto a Derek como a mí nos da náuseas lo que sea. Así que no te preocupes, no fue problema cuidarte.
— Para eso están los amigos — le dijo Derek —, y para grabar vídeos que te avergonzarán por el resto de tu vida.
Cloe soltó una carcajada de la que se arrepintió al instante. Se quejó del dolor de cabeza una vez mas, así que Lilian se retiró para buscarles a ella y a Sanne pastillas para la jaqueca pues la morena no se salvó del todo a la resaca. Mientras tanto, Derek se encargó de prepararles desayuno a las dos. Intentó animarlas, sacarles sonrisas y carcajadas, pero el ánimo no era el mejor ese día.
— Bueno, ya nos vamos — dijo Derek, una vez el desayuno terminó. Lilian tomó su bolso y se colocó a su lado.
— ¿Tienen que trabajar? — preguntó Sanne.
— En realidad, ninguno de los dos tiene trabajo hasta la tarde — señaló Lili —. Derek me llevará a la galería, tengo unas cosas que arreglar antes de empezar el trabajo y supongo que luego él irá a la universidad. Hoy da clases.
— Sí, pero antes de eso, tenemos cita con el obstetra — señaló Derek —, ¿Lo habías olvidado, bonita?
— Oh, cierto...cierto — recordó la chica. Entonces, se mordió el labio por los nervios —. Lo siento, tienes razón, se me había olvidado.
— ¡Hoy veremos al bebé por primera vez! — celebró Cloe, e inmediatamente después, se quejó del dolor de cabeza —, lo repito: odio el alcohol.
A pesar de estar con esa resaca asquerosa, Cloe notó el brillo en los ojos café de Derek luego de que dijera que verían al bebé por primera vez. Su sonrisa lo delató, estaba emocionado ¿Y cómo no iba a estarlo? Estaba a punto de ver a su futuro hijo, o hija. Incluso ella y Sanne sentían emoción por eso. La presencia de su sobrino o sobrina se haría mucho más real después de ese día.
Por otro lado, la sonrisa de Lilian se veía muy diferente. Estaba quebrada y sus ojos se veían un tanto...asustados. Las reacciones de los futuros padres eran tan diferentes que parecía que ambos estuviesen hablando de eventos distintos. Incluso cuando se marcharon del apartamento, Cloe no pudo dejar de pensar en esas reacciones.
— El nerd parece estar en las nubes con esto del bebé — dijo cuando ella y Sanne se quedaron solas.
— ¿Y cómo no iba a estarlo? — Sanne soltó una leve sonrisa —, conoces a Derek, las dos sabemos que siempre ha sido un hombre de familia y que ama a los niños casi tanto como ama a Lilian.
— Lo cual es mucho decir. Está loco por ella — Sanne asintió a las palabras de Cloe —, ¿Notaste que Lilian no está tan emocionada, cierto? Es decir, ella parece estar...
— ¿Asustada? — preguntó, a lo que Cloe asintió —, es normal, Clo. Lilian y Derek se aman con locura, pero son dos polos opuestos. Ella no es tan familiar como él, sin mencionar que no tiene muy buena referencia sobre lo que debería ser una figura materna.
— ¿Crees que no quiera al bebé?
Sanne suspiró con cierta molestia ¿Qué iba a saber ella de eso? Las cuatro eran muy unidas, pero últimamente le estaba molestando que forzaran tanto esa unión. Esperaban saber todo la una de la otra pero, ¿y si Lilian no quería contar lo que le ocurría? ¿Y si ella no quería revelar su secreto? Eran cuatro chicas por separado, merecían tener un poco de vida privada.
— ¿Podemos dejar de meternos en los asuntos de la otra por una vez en nuestras vidas? — dijo, irritada —, eso es problema de Lilian y Derek, no nuestro. Tu vida y la mía ya están lo suficientemente jodidas en este momento como para andar metiéndonos en las de nuestros amigos.
— Está bien, está bien — Cloe alzó las manos, rendida ante el enojo de Sanne —, solo era una acotación, ¿por qué tan molesta? ¿Así de malo fue el chico de anoche?
— No tiene nada que ver — Sanne se levantó de la isla, luciendo su repentina molestia —, iré a ducharme.
— Procura lavar esa amargura, te sienta fatal.
Sanne rodó los ojos y se retiró a la habitación de huéspedes sin decir nada más. Lo único que pudo hacer Cloe al respecto fue encogerse de hombros. Desconocía la razón por la que su amiga estaba actuando tan extraño, pero no pensaba preguntarle ese día, menos con la jaqueca que no se iba a pesar de la pastilla.
Además, tenía otras cosas que debía resolver antes.
Tomó su teléfono con toda la vergüenza que una chica con resaca puede tener y buscó el contacto de su narciso. Se mordió el labio mientras intentaba pensar que le diría. Estaba tan apenada que dudaba poder dirigirle la palabra, pero debía hacerlo...aunque fuera un simple perdón.
Así que escribió:
» Narciso, sé que debes odiarme ahora, pero necesito hablar contigo...
» ¿Aceptarías una sesión a la 1pm en el parque frente al edificio de Lili?
Ya estaba, solo le quedaba esperar la respuesta. Temió lo peor al ver los tres puntos suspensivos que indicaban que estaba a punto de responder. Cerró los ojos al sentir la vibración de la notificación, pero no tuvo más opción que abrirlos para leer el mensaje recién enviado:
No tengo opción, sabes que debo ir quiera o no«
Por cierto, no te odio por lo que pasó ayer «
» ¿Ah, no?
No. Te odio por llamarme narciso«
Lo próximo que supo Cloe fue que él se desconectó por completo. Ella suspiró con pesadez, sabía que había arruinado muchas cosas gracias a esa noche llena de botellas de cerveza. Ahora, tendría que remediarlo... incluso con esa resaca que no la dejaba pensar bien.
[1] La hora de la estrella por Clarice Lispector es una novela que personalmente, me encanta. Habla de una muchacha fea (horrorosa, el narrador se pasa de cruel al describirla. Comparado con él, Jay es un amor describiendo a Linda) y cada palabra es una obra de arte. Se las mega recomiendo, a mí me hizo llorar.
Por cierto, ¿qué opinan de la historia hasta ahora? ¿Les gusta? ¿Quieren que añada o cambie algo? Háganmelo saber ❤
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