Capítulo 11
Lección #2: cuando solo te quieres conocer a ti mismo...
3 de marzo
6:20 pm
— Cloe, esto es molesto — le dijo Gabe.
— Para tí, todo lo que tenga que ver conmigo es molesto — respondió ella, mordiendo la manzana en su mano.
— No, tú eres molesta.
— Es algo que tenemos en común, mi querido narciso.
Gabe rodó los ojos e intentó concentrarse en recoger todos los artilugios del gimnasio. Había terminado con sus clientes ese día, lo que significaba que tenía el resto de la tarde para trabajar en su rutina de ejercicios. O eso creyó hasta que Cloe llegó al lugar vestida en ropa deportiva y exigió tomar una sesión de ejercicio con él. Por supuesto, el narciso se negó, ¿pero crees que eso le importó a Cloe?
Ella mordió su manzana una vez más y sonrió cuando él la miró con molestia. No le importaba incomodarlo o arruinar sus planes. Es más, incluso comenzaba a disfrutar ver esa reacción en sus ojos.
— ¿Y si le pides a Donovan que te entrene él? — sugirió Gabe.
— Hoy es su aniversario — le recordó la chica —, irá a cenar con Dalia y yo no seré quién arruine los planes románticos de mi mejor amiga.
Ella le dió otro mordisco a la manzana.
— No entiendo este capricho repentino por hacer ejercicio — dijo Gabe, arreglando algunas máquinas mal colocadas —. Te creí más sedentaria...
— Pues, estás equivocado. No soy como Lilian que viene todos los días al gimnasio, tampoco soy como Dalia que entrena desde que se levanta, o como Sanne que literalmente fue a las olimpiadas, pero hago ejercicio.
— ¿Y no pudiste venir más temprano? Se supone que este es mi tiempo libre.
Ella sonrió, ¿acaso no se daba cuenta de lo que estaba intentando hacer? Cloe se levantó de la silla en la que había estado sentada y arrojó la manzana al bote de basura más cercano. Fue un tiro perfecto. Luego, acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja como vago intento de arreglar su cabello desastroso.
El mechón volvió a su lugar original en menos de dos instantes.
Gabe no terminaba de entender la razón del desorden en los niños de la chica. Siempre tenía mechones sueltos que caían cual cascadas en su rostro. Más de una vez él creyó que se debía a que Cloe era demasiado perezosa para peinarse, pero luego de días conviviendo con esa molesta mujer, dedujo que no era así. Ella era demasiado animada, rara vez estaba quieta. Quizá el desorden en su moño era el resultado de su enérgica forma de ser.
— Vamos, Gabe — le dijo —, trata de usar ese cerebro para algo que no sean cumplidos a ti mismo. Piensa bien en mi razón de estar aquí.
— Molestarme — respondió y ella rodó sus ojos azules brillantes esa vez.
— No, aunque al parecer es lo que estoy haciendo — ella se encogió de hombros y se acercó aún más a su narciso —. Anda, piensa porque razón querría venir a un gimnasio a las seis de la tarde un viernes cuándo podría estar viendo un Maratón de Marvel con palomitas y gaseosas incluidas.
— Deberías estar buscándome una cita en lugar de hacer todo eso — le dijo —, es lo que hacen las casamenteras, ¿sabías?
— No me digas cómo hacer mi trabajo — bufó la chica —. Y, aunque no lo creas, estoy aquí para ayudarte en ese aspecto. Es la única razón por la que dejaría a Marvel de lado.
— Entonces esto es...
Él abrió sus ojos a un punto en el que estos parecían querer salirse de sus órbitas. Entonces, Cloe sonrió. Al parecer ese cerebro si servía de algo.
— Entonces esto es una jodida sesión — soltó él, rendido.
— ¡Bingo! ¡Tenemos un ganador! — ella aplaudió con gracia y volvió a la silla en la que antes había estado apoyada —. Lástima que no traje pegatinas, te habría dado una por todo el esfuerzo que requirió que lo entendieras.
— ¿Y qué carajo quieres hacer esta vez? — preguntó el chico, cruzando sus enormes y musculosos brazos —, ¿por que tendríamos una sesión en el gimnasio?
— Porque tú y yo practicaremos la forma adecuada de mantener una conversación en una cita — explicó Cloe, sacando a Jace de su mochila para poder anotar todo —, y para eso quería que estuvieras en un lugar en el que te sintieras cómodo.
— ¿Practicaremos una cita en un gimnasio? — preguntó él, cada vez más confundido con la forma de trabajo de su casamentera.
— Y mientras haces ejercicio — completó la chica.
— Pero que...
— Escucha, existe un estudio que demuestra que la sinceridad en una persona aumenta cuando está haciendo su actividad favorita. Quiero ver qué tan sincero puedes llegar a ser.
Lo que Gabe no sabía era que esa excusa era una mentira por parte de Cloe. Luego de investigar aun más sobre la Vigorexia, descubrió que los que la padecen tienden a hacer sus propios programas de ejercicios y que estos solían ser exagerados. Pensó en preguntarle directamente a su narciso que tantas pesas hacia al día, pero le preguntó antes a Don si eso sería lo indicado y el delator le advirtió que su mejor amigo nunca compartía esa información.
Y que nunca le contó a alguien en qué consistía su programa de entrenamiento personal.
Luego de tiempo pensándolo y de idear una mentira tan demente que sonara creíble en su boca, ella decidió convertir esa sesión en una "práctica para una futura cita". En verdad, lo que haría sería analizar si la cantidad de ejercicio que hacía Gabe era exagerada, o no.
Era una mentirilla piadosa con el fin de descubrir si Gabe era en verdad vigorexico, o no.
— ¿Y bien, qué esperas? — le preguntó ella —, empieza a hacer ejercicio, yo iré guiando la conversación.
Gabe frunció el entrecejo, cada vez le extrañaba más la forma de ser de Cloe. Sin embargo, las locuras comenzaban a hacerse parte de las sesiones así que no sospechó la intensión de la chica. Se encogió de hombros y comenzó a ejercitarse, logrando que su casamentera soltará un grito de victoria en su mente.
Gabe inició con unas lagartijas...
— Imagina que estamos saliendo — le dijo ella y luego bajó la mirada hacia Jace para anotar la respuesta —, ¿qué sería lo primero que me dirías?
— ¿Por qué carajo estamos teniendo una cita en un gimnasio? — respondió.
Cloe levantó la mirada y lo observó con sus ojos entrecerrados. Entonces, encontró algo que nunca vería en Gabe: una sonrisa. Y de hecho, fue una sonrisa bromista, una de esas que se les regala a una persona cuando quieres que sonrían contigo. Ella le devolvió el gesto y anotó ese importante acontecimiento en su querido Jace.
— Bien, mejor comenzaré yo — soltó ella —: Hola, Gabe. El lugar que escogiste para cenar es increíble. De verdad espero que esta velada sirva para conocernos un poco más.
— eh...yo también lo espero, supongo — dijo él, sin detener su ejercicio ¿Cómo hacia para no estar cansado?
— No, no, no supones. Si estás saliendo con alguien que te gusta debes estar seguro. Tienes que decir algo como: me emociona saber que te conoceré un poco más esta noche.
— Eso es muy cursi y tiene un doble sentido que no se puede ignorar.
Ella entrecerró los ojos, pero retomó su mirada usual al darse cuenta de que Gabe de hecho tenía razón.
— Como sea, entendiste el punto — continuó ella —: debes ser seguro.
— Entendido.
Entonces, Gabe dejó de hacer lagartijas y Cloe se apuró a anotar las que había contado. Fueron en total, 120 lagartijas...
Y continuó con abdominales.
— Entonces, Gabe — habló Cloe —, cuéntame sobre tí.
— ¿Qué quieres saber? — cuestionó él.
Gabe hacia abdominales con una rapidez impresionante. Estaba resultando un reto para Cloe contarlos con precisión. Ante ese dilema, dejó a Jace en la silla y se recostó junto a Gabe en el colchón en el que ejercitaba. Comenzó a hacer abdominales...
Y se dió cuenta de que debió haber hecho más ejercicio antes.
— L...Lo que sea — respondió, sintiendo como su abdomen ardía luego de los primeros abdominales —, ¿Qué te gusta hacer? ¿A...a qué te dedicas? ¿A q...quien admiras?
— ¿A quien admiro? No debes conocer a quienes admiro...
— ¿Por qué no? — contó veinte abdominales y continuaba.
— Porque la mayoría son fisicoculturistas.
— ¿S...sí? — Cloe contó otros veinte abdominales más en ese periodo de tiempo. Ella iba mucho más lento que él y se cansaba con facilidad.
No obstante, estaba lo suficientemente atenta como para escuchar la respuesta de Gabe.
— No te espantes — y notó cierto temor en la voz del narciso —, el fisicoculturismo es un deporte. Admirar a alguien que lo práctica es como admirar a cualquier medallista olímpico.
— Ajá — ella se rindió en tratar de seguirlo y dejó caer su agotado cuerpo en el colchón —. Ay carajo, siento que mi abdomen quema.
Él soltó una carcajada y continuó haciendo ejercicios. Iban setenta abdominales y la suma aumentaba.
— ¿Y...y tú eres fisicoculturista? — le preguntó Cloe, dando una perfecta demostración de cómo se debe continuar una conversación en una cita.
— No, aunque podría.
Desde el suelo, ella aún jadeaba por el ejercicio. Tan solo había hecho cincuenta seguidos, y el seguía como si nada. La conversación se calló por largos instantes, en los que solo se escuchó el jadear de la muy cansada Cloe Nicols. Para el momento en el que Gabe decidió que era suficiente ejercicio de abdomen, ella había contado 150 abdominales seguidos.
Y decidió continuar con la parte más importante de su programa de ejercicios: las pesas.
— ¿No me vas a preguntar qué me interesa a mí? — preguntó Cloe, aún tirada en el colchón.
— ¿Por qué haría eso? — preguntó Gabe, preparando los pesos a cada lado de la bara. 100kg a cada lado, para empezar ligero.
— Porque, en una cita, se habla de las dos personas — Cloe se sentó en el colchón —. Se supone que, en esta situación hipotética, te gusto; y si te gusto, debes querer saber de mí.
Él se sentó en el lugar donde levantaría las pesas y se preparó para sostener todo ese peso.
— ¿Jamás le preguntas a tus citas sobre ellas? — preguntó Cloe —, Nunca les dices cosas como: ¿Y que te apasiona?, ¿qué música escuchas?, ¿Qué te suele gustar?
— No, porque se supone que yo soy lo que les guste.
— Da gracias al cielo que esta cita no es real, porque te habría dejado solo luego de ese comentario.
Ella se levantó del colchón e hizo que Gabe detuviera sus pesas al colocarse cerca de él. Se agachó a su altura y apoyó sus manos en sus rodillas para evitar que siguiera con el ejercicio. Ella no era entrenadora personal, pero había contado unos diez levantamientos de aquel peso en menos de medio minuto. Entonces supo que estaba en lo correcto: Gabe estaba exagerando con su forma de ejercitarse.
A eso había que añadirle ese comportamiento egocéntrico. Quizá no era típico de un vigorexico sentirse el centro del universo, pero era típico de Gabe. Eso era algo que debía arreglar porque en una cita real ese comportamiento le traería problemas.
El que sintiera amor hacia sí mismo estaba bien. De hecho, era algo que debía enorgullecerlo. No obstante, el que se amara tanto a si mismo que olvidara que debía amar a los demás era preocupante. Quizá era el defecto más grande en ese narciso...
Y ese defecto en particular no se reflejaba en un espejo.
— Creo que es momento para tu segunda lección del proyecto — le dijo Cloe, mirando hacia arriba para encontrarse con sus ojos.
— ¿Se supone que deba sentirme emocionado por eso? Porque no me siento así.
Ella rodó los ojos y se hizo espacio en el lugar en el que él estaba sentado. A pesar de que él era un tanque de guerra, logró hacerse lugar y ambos quedaron lado a lado, y frente a un espejo que ocupaba toda la pared.
— Mira el espejo — le pidió Cloe, aunque fue innecesario, él ya lo estaba haciendo —. Ahora quiero que dejes de mirar tu reflejo y que mires el mío por un tiempo.
Eso hizo él, se fijó en el reflejo de la chica a su lado. Intentó detallarla, trató de buscar algo que lo imprecionara...pero se distrajo con su reflejo propio.
Notó que sus músculos seguían igual de grandes que la semana pasada, y eso estaba mal. Debieron haber aumentado de tamaño, debió ganar más fuerza pero no fue así. Seguía siendo débil, seguía sin ser del todo perfecto y eso lo frustraba. Necesitaba seguir entrenando y sintiendo el ardor de las fibras de los músculos en su interior.
Pero Cloe estaba ahí y no podía hacer tantas pesas como quería.
— ¿Gabe? — preguntó ella al notar que estaba perdido en su reflejo. Entonces, él volvió a la realidad y no a ese mundo en su cabeza en donde solo era un débil, alguien vulnerable —...no pudiste mantenerme la mirada ni siquiera por un minuto.
— Es porque no me pareces interesante — soltó él.
— ¿Cómo lo sabes? Ni siquiera te tomaste el tiempo de verme bien — dijo ella —, ni de conocerme.
— Ya te conozco: sé que eres una molestia, una chica demente que no sirve ni de nutricionista, ni de casamentera.
Cloe lo miró inexpresiva. Luego, se levantó y caminó hacia la silla que tenía a Jace. Sostuvo su bitácora como si está fuera algo digno de abrazar y se dirigió al espejo; justo al reflejo de Gabe.
— No me conoces — le aseguró —, y si te hubieras tomado un minuto para fijarte en mi reflejo te habrías dado cuenta de que tengo una sonrisa amable y sincera. Quizá habrías visto que no me pienso rendir contigo.
» Si no te hubieras fijado en ti mismo, habrías notado que estoy dispuesta a ayudarte a pesar de que tú me dices que no sirvo para nada.
Ella tomó su mochila sin apartar la mirada de los ojos del reflejo de Gabe.
— Está es tu segunda lección, Gabe — le dijo —: mientras solo quieras conocerte a ti mismo, no podrás conocer al resto...y el resto no querrá conocerte a ti.
Te voy a contar un secreto...
Pero guárdalo, ¿si? No quiero que esto se riegue por todos lados.
¿Estás lista? ¿Te lo digo?
Bien, el secreto es que...a Cloe le afectaron las palabras de Gabe; y le afectaron demasiado.
Salió del lugar sabiendo que él no la seguiría. Apretó a Jace contra su pecho y sintió un nudo en la garganta que amenazaba con convertirse en lágrimas. Entonces, supo que tenía que salir corriendo del gimnasio.
¿Qué le había pasado? Ella estaba demasiado afectada como para analizarlo en ese momento. Tan solo estaba clara de dos cosas: esa cita falsa había sido un completo desastre y que el egocentrismo de Gabe era capaz de romper personas.
Personas que creían haberse curado...
La culpa:
"La culpa es del espejo"
Te oigo gritar
Y luego, con horror,
Escucho un terrible sollozar
"La culpa es del reflejo"
Me escuchas gritar,
Es su culpa odiar el espejo,
Tu culpa por no poderte aceptar.
~Rina
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