Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 10

Preocupaciones
29 de febrero

5:00 pm

Luego de años aguantando quimioterapia, exámenes y cansancio, Don había decidido tomarse las cosas a la ligera. Quería disfrutar de la vida, dar cada paso con firmeza a pesar de que una de sus huellas fuese metálica. Estaba decidido a alejar cada preocupación de su vida, a solucionar cada problema con la mejor actitud posible y a reír con ganas, porque esas le sobraban.

Después de todo, la vida es demasiado corta como para vivirla con tristeza.

Su única preocupación en ese momento era el comportamiento de su amigo, pero ni siquiera eso era capaz de bajar su ánimo. Ya había aceptado el hecho de que algo no andaba bien en él y que quizá un trastorno era la razón de su soberbia. Quería ayudarlo, siempre estaría dispuesto a hacerlo. Por esa razón, había dejado a un lado la inseguridad en cuanto al proyecto de Cloe una semana atrás.

Ahora, estaba sonriente y confiado sobre la recuperación de su amigo...A pesar de que él lo había llamado la noche anterior diciendo que no aguantaba a Cloe y a sus sesiones.

Quién tenía más preocupaciones sobre ella era Dalia. Era muy diferente a su novio, pues tenía la tendencia a preocuparse por pequeñas cosas. De adolescente, calmó su ansiedad comiendo toneladas de comida chatarra. Buscó un escape para poder sanar, para poder ser libre de unos kilos que la sofocaron durante años.

Y ese escape se llamaba baile...baile con melodías clásicas.

Para drenar sus preocupaciones, daba vueltas sobre sus puntillas, saltos elegantes y piruetas que requerían de una elasticidad que había adquirido gracias a la práctica. Aquella tarde, ella seguía la melodía de Beethoven dando giros. Esperaba poder quitarse ese peso de encima que no la había dejado dormir en toda la noche con sus pasos de bailes. Quería dejar su angustia en el suelo de madera, terminar con aquello que llevaba días encerrado en su cabeza.

Lo bueno era que, al concentrarse en la música y en sus giros, su mente se quedaba en blanco. Era libre por instantes...

Hasta que terminaba de dar el giro.

Escuchó unos aplausos tras ella en el instante en el que la música y su baile terminaron en sincronía. No necesitó voltear, encontró una mirada marrón en el espejo de la habitación. Había decidido quedarse hasta tarde en la academia de ballet en la que daba clases para bailar un poco más. Le había dicho a Donovan que regresaría un poco más tarde a casa, que no se preocupara...

Y él no se preocupó, tan solo entendió que algo no andaba del todo bien.

— Eres increíble — le dijo, una vez terminó de aplaudir —, te lo he dicho, ¿no?

— Sí, más veces de las que puedo contar — Dalia le sonrió una vez volteó para verlo cara a cara.

Cuando se conocieron, Dalia seguía luchando contra un cuerpo que detestaba. Había adelgazado, su autoestima había aumentado, pero había piel sobrando en su abdomen y brazos que hacía imposible el que ella pudiera mirarse a un espejo sin pensar en que nunca sería atractiva. Durante esos años, su imágen fue su peor enemiga.

Por casualidad, o quizá fue el destino, Derek y Lilian le presentaron a Donovan en una de sus muchas visitas a Los Ángeles. Ella creía en el amor a primera vista pero su historia con Don no incluyó aquel suceso. Se agradaron al instante, creyeron que serían buenos amigos. No obstante, luego de verse tantas veces, terminaron por encontrar cosas hermosas en el otro.

Él se enamoró del alma de Dalia pues era luchadora, tierna y hermosa. A pesar de que su cuerpo no fue perfecto, y seguía sin serlo, la atracción que sentía hacia su novia iba más allá de lo físico. Para Donovan, ella era increíble y nunca se cansaría de decirlo pues él aprendió a amarla durante su transformación a una Dali más segura y más alegre...

Aprendió a amarla con su peor imágen de vestido y la seguía amando vestida de gala.

— No me malentiendas, amo tenerte aquí — sonrió la chica mientras se acercaba a él —, pero, ¿a que se debe esta visita?

— Pensé en traerte algo de comer — respondió, mostrando una bolsa con comida china en su mano.

— Ya almorcé — le informó Dalia y luego alzó una ceja en su dirección —. Solo quieres hablar, ¿no es así?

De los labios de Donovan apareció una sonrisa ladeada. Tomó la mano de la chica y la guío hacia uno de los bancos del salón vacío. Se sentaron juntos, lado a lado y con el espejo frente a ellos. La academia ya había cerrado, por lo que solo estaban ellos ahí; ellos y sus reflejos.

Él se fijó en los ojos verdes del reflejo junto al suyo, siempre le pareció que combinaban a la perfección con ese cabello pelirrojo y esas pecas infinitas en su rostro. Continuó observando el espejo, en donde dos imágenes entrelazaban sus manos y se miraban a través de ese cristal.

— ¿Qué es lo que te preocupa, Dali? — le preguntó él, muy cerca de su oído.

Ella soltó aire con un gran suspiro y pensó que su vida sería mucho más fácil si soltar preocupaciones tuviese la complejidad que tiene suspirar. Se fijó en el reflejo al lado del suyo y aumentó su agarre a la mano de Donovan. Aquella imágen frente a ella era la de un hombre de ojos marrones amables y sinceros, cabello rubio recogido en un pequeño moño estilo surfista y sonrisa optimista.

La sonrisa era, sin duda, la mejor parte de ese reflejo frente a ella.

— Me siento una amiga terrible... — ella apoyó su rostro en el hombro de su novio.

—  Estoy seguro de que las margaritas piensan todo lo contrario  — le dijo —, ¿qué es lo que te hace pensar eso?

— No tiene nada que ver con las chicas — le explicó —, tiene que ver con Gabe...

Cerró los ojos, como si le cansara hacer tanta fuerza para cargar esa preocupación. Sus respiraciones lentas y constantes le permitieron empaparse con el aroma de Donovan: él olía a playa, olía a escape. Don acarició los nudillos de la pelirroja a su lado y esperó con paciencia a que terminara de hablar. Eso sí, nunca despegó los ojos del reflejo junto al suyo.

— Sabes que amo a Cloe — continuó Dalia —, es mi mejor amiga, la seguiría con los ojos vendados sin ningún problema...

— Ajá...— él la animó a seguir. Estaba soltando su preocupación por pedazos.

— El problema es que le dí una venda a Gabe y lo empujé a seguirla así, sin más. Siento que lo metí en un problema porque, por más de que amo a Cloe, no termino de confiar del todo en su proyecto.

Abrió los ojos con delicadeza, como si quisiera despertar de un sueño. La verdad era que Dalia dudaba de lo que su amiga era capaz de hacerle a Gabe. No tenía idea de cómo funcionaba el plan de Cloe, no sabía si iba a ser útil o solo sería un fracaso. Estaba asustada por su amigo, se sentía culpable por lanzarlo a los brazos de su mejor amiga.

— No sé si él será capaz de aguantar, Donny — susurró Dalia con la voz entrecortada —. Sé lo duro que puede ser que alguien te diga que hay algo malo en ti y que debes mejorarlo...Sé que eso destruye hasta a los mas fuertes. Logró derribar a Cloe, a Lilian y a Sanne en su momento. Las conoces, son las chicas mas fuertes de este mundo, y aún así sufrieron de la peor manera.

» A mí también me destruyó en su momento. El programa M.E.R fue mi salvación pero también me causó memorias terribles; memorias que aún provocan lágrimas en mis ojos a pesar de que ya han pasado años desde que las viví...

Ella suspiró. Superar el pasado va más allá de pasar la página e intentar construir un presente desde cero. Esa es solo una fantasía que se lee en historias y se ve en películas, porque la verdad está muy alejada de eso.

La mayoría de las veces, la tinta del pasado se traspasa a las páginas siguiente, mezclando memorias del ayer con los recuerdos de hoy. Eso era lo que le estaba pasando a Dalia: su baja autoestima y la obesidad ya eran detalles distantes en su vida, pero su recuerdo jamás se esfumaria.

Y eso es bueno.

El pasado nos moldea, nos convierte en las personas del hoy y del mañana. Si lo abandonamos, nos perdemos; y si nos perdemos pues, no hay nada que nos regrese al inicio. Es importante recordar que aquello que fuimos nos acompañará siempre como una lección.

Y eso que somos en el presente es solo el producto de ese viejo reflejo que sobrevivió a un espejo roto.

— Sé que Gabe es fuerte — Dalia se levantó del hombro de Don, se sentó derecha y lo miró a los ojos —, o quiero creer que lo es. Sé que tiene músculo, ¿pero esa fortaleza es suficiente para aguantar algo como esto? Cloe es muy buena agotando la paciencia de las personas. Además, es impulsiva y podría hacer algo que lamente...

— ¿Cómo qué? — preguntó Don, sin soltar la mano de su novia.

— No sé, pero me temo que mi amiga es buena consiguiendo el punto de quiebre de las personas. No quiero que le haga daño a Gabe sin darse cuenta, pero al mismo tiempo quiero verlo mejorar y sé que ella es la única que puede ayudar.

— Estás en un dilema contigo misma, cariño.

— Lo estoy y necesito saber que hice lo correcto, Donny — le dijo en susurro, con sus ojos relampagueando por lágrimas —. Necesito saber que no le estoy haciendo daño a nadie, que esto va a valer la pena y que va a funcionar.

Donovan le dedicó una sonrisa que, tal y como el sol en California, alumbró el ambiente de una forma cálida y contagiosa. Sostuvo el mentón de su novia con delicadeza y la miró directo a esos ojos verdes que parecían ser dos esmeraldas de eterno brillo.

— No sé si todo estará bien — le dijo con delicadeza —, pero quiero creer que así será.

— ¿Y si con querer y con creer no basta? — preguntó ella, desamparada.

— Con esa clase de preguntas, solo conseguirás que las preocupaciones aumenten. Hazte preguntas distintas, que te distraigan.

— ¿Cómo cuáles?

— Como...¿Qué tan azul está el cielo el día de hoy? O, ¿cuantas personas están riendo en este mismo instante? Pregúntate: ¿Por qué la primavera se llama primavera y no otoño?

— ¿Por qué me llamo Dalia y no... girasol? — sonrió la chica, pensando en esa duda. Siempre se preguntó por qué sus padres escogieron, de todos los nombres, el de una flor para bautizarla.

Y de entre todas las flores, escogieron la Dalia. Pudieron haber sido tantas pero fue esa ¿Por qué?

— ¿Cómo, de los millones de personas en la tierra, conoces a aquellos que lograste conocer? — continuó Don.

— ¿O, cómo es que te fijaste en mí a pesar de todos mis defectos? — preguntó ella.

— O, simplemente podrías preguntarte cuantas pecas hay en tu rostro —  siguió el chico, encogiéndose de hombros—. Es lo que yo hago y siempre termino sonriendo.

Esas preguntas no siempre tenían una respuesta clara, pero Donovan las usaba como herramienta para sobrevivir al caos del mundo. Con ellas buscaba el lado más claro del vida, aquel en el que quería respirar. Eran dudas que le dejaban sonrisas, y esas sonrisas lo salvaban de las preocupaciones.

Y le estaba dando ese truco a su novia.

— Escucha, Dali — él tomó sus dos manos y las acarició con cuidado —, no sé si creer y querer será suficiente para que Gabe aguante el proyecto de Cloe. Quizá no lo sea porque reconozco que este mundo no es perfecto y a veces, esos gestos mínimos no bastan. Pero, te pido que creas que será posible. Se un poco positiva y empieza a pensar más en lo que podría salir bien en lugar de lo que podría salir mal.

» Quítate todas esas preocupaciones de tus hombros, amor. Te ves mucho más hermosa cuando sonríes por preguntas que cuando lloras por ellas.

Dalia pecaba de exceso de preguntas. Preguntarse es algo precioso, la razón por la cual vivimos. Sin embargo, cuando los interrogantes se transforman en dolorosas cuchillas, comienzan a llamarse preocupaciones.

Y Don no quería ver a una flor tan dulce como esa hundirse en lágrimas tan saladas.

Ella se abalanzó hacia sus brazos y él la sostuvo sin problema. Dalia y Donovan estaban hechos el uno para el otro. Claro que no digo esto de la forma cursi y literaria de las novelas rosas de hoy en día. No. Yo lo digo de una forma muy literal.

Encajaban a la perfección, como un rompecabezas cuyas piezas estaban listas para unirse. Los brazos de él siempre supieron como sostener el cuerpo de ella, y sus labios siempre encontraron la forma de unirse como si fuesen uno solo por eternos segundos. No sé decir si sus personalidades encajaban perfectamente, pero al menos sus cuerpos lo hacían.

— Bien, tengo que dejar que las cosas fluyan con el proyecto de Cloe — dijo Dalia, sobre el hombro de su novio —. Tengo que dejar a un lado está culpa, aún no ha pasado nada grave.

— Y lo más probable es que nada malo pase — dijo el siempre positivo, Donovan Cooper.

— Cierto, es lo más probable — o eso eligió creer. Se separó del abrazo solo para poder mirarlo a los ojos con una sonrisa —. ¿Cómo haces para eliminar todas mis preocupaciones así, como si fuera algo tan fácil?

Él iba a responder pero ella lo calló de inmediato. Colocó su mano sobre su boca y le sonrió.

— No, no respondas. Era una de esas preguntas que se hacen para sonreír en lugar de llorar — y en definitiva, ella estaba sonriendo —, yo ya conozco la respuesta.

— Me alegra que así sea porque es demasiado obvia — dijo él, quitando la mano de su novia de su boca para poder regalarle un beso corto en sus labios.

Sonrisa y sonrisa encajaron a la perfección, como un rompecabezas hecho para sobrevivir a la cruel realidad.

— Te tengo una pregunta — dijo ella, una vez que sus labios se separaron —, y está si puedes responderla.

— A ver, ¿y qué pregunta es esa? — preguntó él, adhiriendo su frente a la de ella.

— ¿Alguna vez has terminado de contar mis pecas?

Él sonrió aún más al escuchar esa pregunta. El hecho de que se hiciera esa interrogatoria casi a diario no significaba que alguna vez terminara de contarlas. Nunca enumeraba todas las pecas en el rostro de su novia, siempre dejaba el conteo para otro día. De esa forma, esos puntos terminaban por parecerle eternos.

Y para alguien que conocía de cerca lo corta que puede ser la vida, tener algo eterno era como tener un tesoro.

— No, aún no he terminado...pero tengo mucho tiempo para hacerlo.

🌻

6:00 pm

¿Sabes que es irritante en verdad? El clickear continuo de un bolígrafo.

Detesto . ese . sonido.

¿Sabes de lo que hablo no? ¿Ese insufrible sonidito que mucha gente suele hacer cuando está muy concentrada, o cuando no tiene ni idea de lo que está a punto de escribir? ¡Ese jodido 'click' es algo que me saca de quicio!

Y comenzaba a sacar de quicio a Derek Osbone, sobretodo en el estado en el que se encontraba.

— Friki, juro que arrancaré ese bolígrafo de tus manos y lo arrojaré en el triturador de basura si sigues así — amenazó —. Me siento como la mierda y ese sonidito no ayuda ni un poco.

— Lo siento, lo siento — ella soltó el bolígrafo al instante y lo miró con preocupación —, ¿todavía siguen las náuseas?

— Las náuseas, el mareo y el dolor de estómago — dijo, apoyando su rostro adolorido sobre la mesa en la que se encontraban hablando —. Es la última vez que te dejo preparar la cena.

Ella jamás había visto a su mejor amigo tan pálido. Parecía que estaba ido de sí, incluso comenzaba asustarse por la forma en la que él cerraba los ojos y no los abría por un buen rato. Cloe nunca fue buena cuidando enfermos, lo cual era irónico para la clase de profesión que había escogido.

— Ya llamé a la artillería pesada y estarán aquí en unos minutos — dijo ella, refiriéndose a Dalia y a Linda —, no sé qué más hacer, nerd.

— No volver a cocinar en tu vida — contestó él, y luego se retorció al sentir las náuseas aumentar en su garganta.

— ¡Oye! ¡Ni siquiera sabes si fue por mi comida! Es imposible que estés muriendo por unas tostadas.

Él se volvió a retorcer. Llevaba así todo el día. Todo empezó con un mareo. Luego, las tostadas de Cloe le trajeron náuseas y a ese punto de la tarde ya no podía soportar el malestar. Jamás se había sentido así de mal.

— Te ves como la mierda — soltó Cloe con total sinceridad y volvió a fijarse en la laptop y en aquello que había estado escribiendo antes.

— Bueno, gracias. Eso ayuda mucho, ya me siento mejor — le dijo él, con sarcasmo. Luego, suspiró —. Extraño a mi novia, ella sabría que hacer y no me dejaría muriendo por una tostada.

— Y vas a seguir: ¡No fue la tostada! Además, no te estoy dejando morir. Te di una pastilla.

— ¡Era una menta, Cloe!

— ¡Bueno, no es mi culpa que ninguno de los dos sepa cuidarse por su cuenta, De..!

Pero antes de que ella pudiese terminar, él abandonó su silla con rapidez y corrió hacia el baño en esa planta del apartamento. Desde fuera, Cloe escuchó las arcadas producidas por su amigo; una peor que la otra.

¿Pero qué carajo le había puesto a las tostadas?

Ella se levantó de su lugar y fue hacia él. Lo encontró arrodillado frente al báter, pero llegó justo cuando él no tenía más fuerzas para vomitar. Derek se sentó de golpe en el suelo y se apoyó a la pared del baño. Estaba agotado y adolorido. En verdad, su aspecto era preocupante.

— No sé cómo Lilian hacia esto a diario — dijo, refiriéndose a vomitar —, creo que dejé parte de mi alma ahí adentro.

— Ya lo creo — sin querer mirar, ella haló la cadena y se deshizo del desastre de Derek. Luego, le ofreció un pañuelo para limpiarse la boca y se sentó junto a él —, ahora sí que seria útil esa menta, ¿no lo crees?

Derek no respondió, seguía sintiendose terrible. Se quitó los lentes y trató de respirar con normalidad a pesar del mareo. Al verlo de esa forma, Cloe solo pudo pensar en una manera de hacerlo sentir mejor: distraerlo.

— Te diré que estaba haciendo — le dijo ella —, con el bolígrafo y la laptop, digo.

— ¿Qué? — preguntó él al notar el intento de su amiga por ayudar.

— Buscaba detalles sobre la Vigorexia — le confesó —, quiero investigar más porque la verdad es que no sé mucho de ese trastorno...

— Tu sabes mucho de todos los trastornos alimenticios, Cloe. Eres increíble en tu trabajo y lo sabes.

— Ese es el problema, nerd. La Vigorexia es más un trastorno de comportamiento que alimenticio, se escapa de mis manos.

Cloe era una experta en trastornos alimenticios. Sabía cómo afrontar una mala nutrición, pero la obsesión de Gabe por ser más y más fuerte se relacionaba con una mente distorsionada más que con la forma en la que comía. No malentiendas la situación, ella si conocía la Vigorexia. La había estudiado en la universidad pero debía reconocer que ese trastorno en particular no era su fuerte.

Y menos de la forma en la que se presentaba en Gabe.

Lo que sabía de esta enfermedad en particular era que la fuerza era sinónimo de perfección para aquellos que la padecían. El ejercicio se volvía su fiel compañero, al igual que una dieta capaz de permitir el aumento de los músculos del cuerpo. En la mayoría de los casos, hormonas y esteroides se incluían a la ecuación, añadiéndole el peligro de una adicción a una obsesión ya peligrosa.

Porque la Vigorexia no era un trastorno común, estaba asociado al trastorno obsesivo compulsivo en la mayoría de los casos.

Lo que no entendía Cloe de su paciente era su forma de comportarse. Recordaba haber leído en la universidad que aquellos que sufrían de vigorexia, tenían a criticarse de más. Se comparaban con fisicoculturistas y siempre, siempre, encontraban defectos en sus reflejos. No obstante, Gabe solo veía perfección en sí mismo. Era el extremo de su propio trastorno.

Un caso que no aparecía en libros.

— Si se te escapa de las manos, ¿por qué decidiste ayudarlo a él? — preguntó Derek, aún sufriendo por las náuseas.

— Porque me recuerda a mi — confesó la chica.

— Bueno, considerando el hecho de que él es una idiota y tú me intoxicaste con una tostada, puedo comprender el parecido.

Ella le dió un golpe a su amigo en el hombro y, al recordar lo débil que estaba, se lamentó al instante. Le pidió disculpas a su nerd preferido y continuó hablando.

— Estoy siendo seria, Derek — lo cual era muy extraño en ella —. Cuando lo ví criticando a Linda fue como volver en el pasado y ver a la cara a esa Cloe que se burló de Dalia al principio del programa M.E.R.

» Fue como volver a Sweets y verme juzgándote sin razón alguna, fue volver a la escuela, cuando fui manipulada para reírme de todo y de todos cuando yo siempre fui la que estuve mal.

— Has cambiado mucho desde entonces — le dijo su amigo.

— Lo sé, y por eso quiero ayudar a Gabe. No sé qué carajo pasa por su mente, no sé si de verdad cree ser tan perfecto como dice o solo está tan confundido como yo lo estuve en algún momento, pero quiero mejorar su vida porque...porque así yo mejoraré la mía.

— Estás intentando cerrar un ciclo, ¿no es así?

— El ciclo de la hija de perra de Cloe Nicols — asintió ella —, porque tú me perdonaste, Dalia también lo hizo, pero yo no me he podido perdonar.

» Lo que le hice a mi cuerpo, lo que le hice a la gente en ese momento, es algo que no termina de abandonar mi cabeza. Creí que lo había superado pero luego lo ví a él y me di cuenta que nunca fue así. Lo guardé tan bien que ni cuenta me dí de que aún tenía esa preocupación, pero ahora que sé que la cargo en mis hombros, haré lo posible por deshacerme de su peso.

Si Derek no hubiese estado en su peor momento, le hubiera dedicado una mejor sonrisa que la que intentó esbozar. Cloe sonrió de lado ante el intento de su amigo y se apoyó en su hombro, al menos trató de animarla y eso era todo lo que le importaba.

— Si ayudo a Gabe, cambiaré el mundo — le dijo en susurro —, y si cambio el mundo, me perdonaré.

— Gabe y tú son dos personas distintas — le recordó el chico —, no cometas el error de verte en él. Ayúdalo y apóyalo, pero hazlo porque la Cloe Nicols de ahora es mil veces mejor que la del pasado. No lo hagas porque sientes que con él derrotarás a la perra que fuiste de adolescente. Esa chica ya no existe, solo existe una que me enorgullece en todo sentido.

Pero, tal y como dije antes, el pasado no es algo que se puede ignorar y ya. Todos somos un poco egoístas, y el egoísmo de Cloe estaba presente en cada una de las anotaciones que había hecho en su bitácora llamada Jace:

"Ese chico tiene tanto de mí que no puedo ignorarlo"

"Si puedo ayudarlo, me ayudaría a mi misma"

"Solo hay algo que no entiendo: su narcisismo. Yo también era así pero él exagera, ¿por qué?"

La mayor preocupación de Cloe era el narcisismo de su narciso. Comenzaba a creer que había algo más que la Vigorexia involucrada en él. De ser así, lo descubriría y lo ayudaría aunque el tema se saliera de sus manos.

— Sé que sabrás llevar esto, friki — le dijo su amigo —, pero ten cuidado.

— ¿De quién? ¿De Gabe? — preguntó ella —, ese hombre es mucho músculo y pocas agallas. No me tocaría ni con el pétalo de una rosa.

— No, de Gabe no — negó Derek —. Ten cuidado de ti misma.

Ella habría respondido de no ser porque las náuseas le ganaron a su amigo y terminó vomitando en el báter una vez más. Todo por unas jodidas tostadas.

Mientras intentaba ayudarlo en lo que podía, Cloe comenzó a darse cuenta de el riesgo que estaba tomando. Quizá enfrentarse a su pasado se le quedaría muy grande, quizá volver a afrontarse a los estereotipos de perfección la destruirían y la dejarían hecha pedazos. Eso le trajo un sin fin de preocupaciones a la chica.

Sin embargo, al recordar los ojos normales de Gabe, esos que aún no habían sufrido por su búsqueda de perfección, retomó las fuerzas para seguir con su proyecto. Esto iba más allá de ella, de él, y de todos. Todo su proyecto se basaba en mejorar algo, ¿pero qué? ¿A Gabe? ¿Al mundo? ¿A sí misma? A ese punto, no lo sabía.

Pero ella era curiosa, incluso más que tú. Por lo tanto, no se rendiría hasta descubrir cómo mejorar. Dejó sus preocupaciones a un lado y, una vez que Derek dejó de vomitar, continuó golpeando el bolígrafo y haciendo ese sonidito que no paro de odiar.

La nueva Cloe no era como la antigua. Ella no se detenía, seguía adelante sin importar que un acantilado se encontrara a pocos metros de su camino...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro