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Capítulo 1

Amar los espejos
16 de febrero

6:00pm

Hay belleza por doquier.

Belleza en la pureza, en la inocencia, en el atrevimiento, en la rareza, en las flores, en el agua, en el aire...en tí y en mi. Pero sobretodo en tí.

Existe una hermosura que nos rodea y juega a las escondidas. Ella cuenta hasta diez, esperando que la encontremos. Es error nuestro buscarla en los espejos porque no, no está ahí.

Conociéndote, la buscarías en un espejo roto. Tú crees que en los cristales quebrados se forma una imagen más cercana a la realidad. Jamás la he buscado entre esos pedazos, pero dudo que lo esté. Solo la he encontrado en un lugar...en unos ojos.

Lo cierto es que existe esa hermosura, y se divide en varios tipos de belleza. Es incomprendida y extraña, pero existe. Créeme que existe, lo verás en esta historia, que terminará tan solo cuando logres ver todos los tipos de belleza, incluyendo la tuya.

Te estoy haciendo un favor, cariño. Quiero que te ames, que ames tu belleza. Solo así podrás amar al resto y solo así yo podré amarte como quiero...

Hay personas que tienen distintas perspectivas sobre ellos mismos. Existe la gente que ama a los espejos, y existen los que los odian. Cada quien aprecia lo bello a su modo, como si pudiesen escoger entre un millón de flores a su preferida y reclamarla la más bonita de todo el prado. Unos escogerán rosas, otros margaritas, otros claveles...

¿Pero quién tiene la razón?

La hermosura existe, eso es cierto ¿Pero cuál es el tipo de belleza que es válido en verdad? ¿Quién está en lo correcto? ¿Qué flor es la más bella?

¿Escuchas al narciso gritar "yo" al fondo del prado? ¿Lo escuchas? Quizá solo yo lo puedo oír.

Donovan Cooper tampoco lo pudo escuchar, lo cual fue decepcionante para mí. Él es una de las personas más observadoras de este mundo. Si él no lo escuchó, ¿qué puedo esperar de tí? En fin, no lo culparé solo porque estaba demasiado ocupado terminando de recoger las pequeñas pesas en el gimnasio. Había sido un duro día de trabajo, aunque eso no se notaba en su rostro.

No importaba la situación, o el momento, Don siempre tenía una sonrisa que ofrecer. Rara vez se le veía triste, era de la clase de personas que veían el vaso medio lleno incluso cuando estaba vacío. El positivismo era su mejor compañero, lo cual era impresionante en alguien con una historia como la que lo acompañaba.

No cualquier sobreviviente de cáncer con una prótesis en lugar de pierna le sonreía a la vida como lo hacía él. Muchos se encierran en el sufrimiento, en los recuerdos deprimentes que puede traer una enfermedad como esa. Pero él, él vivía en el presente. Su filosofía dictaba que luego de pasar tanto tiempo triste, debía equilibrar el universo siendo feliz durante la mayor cantidad posible de minutos que le quedaran en el mundo.

Feliz, feliz, feliz.

Y así estaba. Había logrado muchas cosas, como dirigir el gimnasio más concurrido de Los Ángeles. Tenía una novia la cual amaba y un mejor amigo que...bueno, de su mejor amigo hablaré después.

— ¿Necesitas ayuda? — una voz tras él lo hizo voltear.

Le sonrió a una de sus muchas clientas, una chica a la que él y su mejor amigo solían entrenar con frecuencia. Aunque, siendo claro, él la veía más como una amiga luego de cinco años conociéndola.

— No hace falta, Lili — sonrió tras colocar las últimas dos pesas de dos kilos en sus soportes. El gimnasio ya se encontraba vacío y estaba seguro de que Lilian Bennet era la última clienta en el lugar —, gracias de todos modos.

Lilian le sonrió de vuelta. Hacía cinco años que la chica se había mudado a Los Ángeles, aunque había cambiado desde entonces. Don podía recordar bien su llegada. Se convirtió en su entrenador personal como un favor para una amiga, una doctora que conoció en sus años de enfermo. La Lili esquelética y débil de aquel entonces no se parecía en nada a la mujer de cuerpo sano y actitud segura en la que se había convertido.

A Don nunca le costó hacer amigos y con Lili solo fue cuestión de tiempo para que los lazos se forjaran. Además, al chico le encantaba rodearse de personas amables y perseverantes. Con solo ver el cabello castaño mojado recién duchado de Lilian, sus mejillas rojas por tanto trabajo y su sonrisa auténtica, podrías saber fácilmente que ella entraba en ese grupo de gente.

— Y bien...— ella lo siguió hasta el escritorio principal, en la entrada del gimnasio —. ¿Emocionado por la llegada de Dalia a L.A? Estará aquí en tres días.

— Bastante — admitió el rubio —, ¿Y tú?

— Vamos, sabes que me emociona que mi mejor amiga decida vivir en la misma ciudad que yo. Esa es historia antigua — ella se apoyó en el escritorio al tiempo en el que él se sentaba y se quitaba la prótesis en su pierna izquierda, a veces era demasiado molesta para tenerla por mucho tiempo —. Lo que yo quiero saber es, ¿que tan feliz está su novio por este gran evento?

— Sabes que mucho, eso también es historia antigua.

— Una que no me canso de escuchar — aseguró ella —, ¿sabes que les deseo lo mejor de lo mejor, no es así?

— Lo sé, Lili. Gracias. Diría que te deseó lo mismo con Derek pero no sé qué es lo mejor para ustedes...

Lilian soltó una carcajada ante su comentario. Si Don había aprendido algo en esos años conociéndola era que la relación de su amiga no podía considerarse como usual. Ella y su novio se amaban, Donovan era testigo de eso puesto que también conocía al chico. Eran buenos amigos. No obstante, tenían su forma peculiar de expresar cariño. El entrenador desconocía el significado de "lo mejor" para esos dos, aunque presentía que ya lo habían conseguido.

— Bueno, debo irme — ella se acercó hasta él para dejarle un beso en la mejilla como despedida —. Despídete de Gabe por mí. Él sigue haciendo pesas, no dejes que se quede demasiado tiempo ahí.

— Claro. Saluda a Derek de mi parte.

— Lo haré. Nos vemos mañana, Don.

Él la observó irse por las puertas del gimnasio. Solo entonces, gracias al vacío de todas las salas de entrenamiento, logró escuchar el sonido de una música al fondo del lugar. Si bien hacia su mejor esfuerzo por siempre sonreír, habían ocasiones en los que suspiros se le escapaban.

Es imposible estar feliz siempre, eso lo sabe todo el mundo.

Se colocó su protesis una vez más y siguió la música hasta dar con el salón especializado para levantamiento de pesas y fuerza en brazos. Con solo abrir la puerta, encontró la razón de esos pocos suspiros preocupados en una vida tan alegre como la suya.

— ¡Gabe! — llamó a su amigo y compañero, esperando que así se detuviera de una vez por todas.

Pero la música estaba demasiado alta.

— ¡Bacher! — gritó su apellido en un segundo intento.

Pero nada, estaba sumido en su mundo.

¿Y cómo esperaba que Gabe le prestara atención si estaba demasiado enfocado en su propio reflejo? Sus ojos estaban fijos en aquel verde envolvente que parecía pertenecer más a la imágen en el cristal del espejo que a él mismo. Sus músculos enormes, su cuerpo exageradamente grande, se reflejaba con total sinceridad en el fino vidrio. No obstante, aquella honestidad se distorsionaba en los ojos del chico.

Ojos verdes, ojos envolventes; lo único que no era intimidante en su figura.

¿Recuerdas que te dije que hay gente que odia a los espejos y otros que los aman? Pues, Gabe pertenece al segundo grupo de personas. Ni siquiera se fijó en el reflejo de su amigo, estaba demasiado ocupado viéndose a si mismo como para notar que había alguien más en la habitación.

Subía y bajaba las pesas sin despegar la mirada del largo espejo del gimnasio. Incluso había olvidado que había música y que sus músculos dolían. No sabía qué hora era y no había notado que Lilian, su última clienta del día, se había marchado. Solo le importaba la imágen frente a él, solo estaba consciente de que eso existía y de que ese reflejo era perfecto.

Él era perfecto.

Un tanto harto de que eso siempre ocurriera, Don caminó hasta el reproductor de música y lo apagó, permitiendo que Gabe saliera del trance que implicaba verse a sí mismo. Dejó de hacer pesas, desconcertado. Aunque supo exactamente quién fue el responsable de interrumpir su sesión de ejercicios.

— ¿Qué pasa, Don? — preguntó —, ¿Ocurre algo?

— Ocurre que llevas aquí demasiado tiempo — le reclamó su amigo —, ¿No crees que ya hiciste suficiente ejercicio?

— Nunca es suficiente, amigo.

Retomó su posición inicial y continuó haciendo pesas. No importaba que le doliera, no importaba que sus músculos estuviesen saturados, él quería ser más fuerte. Quería más de la perfección que veía, quería ser más de lo que era en ese instante. Necesitaba encontrar a un Gabe mejorado.

Uno que no solo fuese fuerte por fuera, también por dentro.

— Creí que esta noche tendrías una cita — habló Don, apoyándose en una de las máquinas de ejercicios.

— La chica canceló — aclaró Gabe tras tomar fuerzas para subir la pesa una vez más —, típico. Dijo que no quería volver a verme y tuve que a comerme eso de: no eres tú, soy yo, de nuevo. Resulta que todas son iguales.

Subió la pesa una vez más.

Gabe no podía comprender cómo no lo querían. No importaba cuanto tratara, al rubio de grandes músculos siempre lo abandonaban. Había pasado por todo tipo de rechazos, desde los piadosos hasta los que le dejaron mejillas rojas, pero el final siempre era el mismo: él, quedándose solo con su reflejo.

Y, para ser sincero consigo mismo, no le parecía una mala compañía.

— Como sea, ella se lo pierde — dejó la pesa a un lado para tomar aire y mirar a su amigo —. Todas se lo pierden, no saben a quién dejaron ir.

Donovan solo pudo pellizcar el puente de su nariz al escuchar aquello. A diferencia de su amigo, él si conocía la razón por la cual las chicas lo dejaban; o, mejor dicho, le huían. Si bien Gabe veía perfección en su imagen, la verdad que delataba el espejo era una completamente distinta. Los ojos marrones de Don no veían perfección, sino un cuerpo deformado por tanto ejercicio. Eso era lo que veían todos, menos Gabe.

Los esfuerzos exagerados del hombre por conseguir una fortaleza casi inhumana lo habían llevado a hacer más ejercicio de lo usual. A pesar de ser un excelente entrenador personal, Gabe olvidaba por completo su conocimiento a la hora de entrenarse a si mismo y se exigía demasiado. Quería embellecer más y más su imagen, aunque solo había conseguido destruirla.

Claro que él estaba tan enamorado de si mismo que no encontraba errores en su figura. Solo veía belleza que necesitaba fuerza para ser aún más perfecto.

— Amigo, ¿no has pensado que la chica pudo cancelar porque te tiene...ehh...miedo? — preguntó con el mayor tacto posible.

— ¿Miedo de qué? ¿De que ella no me parezca suficiente? — preguntó Gabe —, iba a ser nuestra segunda cita, Don. No la habría invitado una segunda vez si no me hubiese gustado. La chica era linda y la creí simpática hasta hoy.

— No, no miedo en ese sentido. Me refiero a...miedo de tí — le explicó —. No te ofendas, pero tú físico no te hace ver cómo alguien muy amable que se diga.

—Soy amable.

— Sé que lo eres. Solo digo que Hulk podría decirme que es amable y no le creería. Lo mismo podría pasarle a esas chicas con las que has salido.

—¿Dices que ser fuerte es la razón por la que me botan? Eso es ridículo.

— No digo eso, solo creo que ya llevaste esto muy lejos. Solo mírate, Gabe.

— Yo me veo bien.

Donovan se detuvo a observar a su amigo. La historia de Gabe y Don no tuvo un inicio claro puesto que ninguno de los dos lo recordaba. Sus madres fueron amigas inseparables por mucho tiempo, por lo que durante los primeros cinco años de sus vidas se llamaron primos y crecieron juntos hasta que la familia Cooper decidió mudarse a Ohio. Así, la amistad que forjaron los dos niños se olvidó con los años.

Cada quien hizo su propia vida: Don sobrevivió al cáncer, Gabe al acoso escolar y, a los veintiun años, la vida los juntó de nuevo. Se encontraron en Los Ángeles, y para Donovan fue como si el tiempo nunca hubiese pasado. Retomó su amistad al instante y juntos abrieron el gimnasio que dirigían en ese momento. No obstante, muchas cosas habían cambiado desde su infancia.

No tenía idea del porque, pero Gabe había dejado de ser el chico tímido que conoció para transformarse en alguien rudo y demasiado narcisista. Mientras que Don había conseguido seguir adelante —encontró un empleo, pasión en los deportes y una novia a la cual querer— Gabe se quedó estancado en pesas y espejos. Con veinticinco años ya, aún no hacia el cristal a un lado para enfrentarse a la vida real.

Por ser como era, Don temía que Gabe se enfrascara en la idea de conseguir una belleza demasiado dañina. Temía que su imagen terminará por absorberlo tanto que su personalidad, esa que su mejor amigo conocía bien, desapareciera por completo.

Por más de que la hermosura esté en todos lados, mientras más nos obsesionemos en buscarla, más lejana nos parecerá. Gabe no solo estaba jugando una partida interminable de "las escondidas", también la estaba perdiendo.

A pesar de que sentía estar cerca de ganar el premio mayor.

— Como tú digas, amigo — Don se levantó del lugar tras observar como Gabe tomaba las pesas una vez más —. Escucha, ya me voy. Supongo que te quedarás más tiempo, ¿no es así?

No obtuvo respuesta, Gabe estaba sumido en sus propios ojos verdes otra vez. Don negó con la cabeza y se marchó. Ya no tenía idea de que hacer con respecto a su mejor amigo. Le había dicho mil y un veces que debía darse cuenta lo que hacia, pero el no quería abrir los ojos. O quizá no necesitaba abrir los ojos, tan solo debía apartar su mirada del espejo. Ese cristal no tiene la culpa de nada, pero no ayudaba mucho en la situación en la que estaba envuelto.

Es tan irónico que la belleza esté en todos lados, pero logramos ver solo la distorsionada. Entonces dime, ¿qué es belleza? ¿Cuál es la hermosura que se debe buscar? ¿Que flor es la más bella?

¿Oyes al narciso gritar? Yo tampoco, está vez estaba demasiado distraído con su reflejo como para contestar.

Cómo buen amigo que era, Don quería lo mejor para Gabe. Quería alejarlo de ese cristal, de las pesas y poder abrirle los ojos. Quería que dejara de causarle miedo a las mujeres con las que salía y que pudiese encontrar el amor que él mismo encontró junto a Dalia.

Pero seamos sinceros, Gabe no amaba a nadie; solo se amaba a si mismo. Entonces, ¿qué podría hacer Don por él?

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