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Niño de ojos azules

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El sol brillaba en lo alto, golpeando y resaltando un par de ojos rojos que miraban el cielo con distracción. Yumi estaba recostada en el espacio verde de uno de los pequeños y tranquilos parques de Konohagakure, con sus brazos y piernas separadas permitiéndose una relajación que en pocos momentos sentía.

¿Quién eres, hombre de ojos rojos? —Pensó alzando una de sus manos para tapar el sol, viendo el brillo trazar los lados de sus dedos y palma.

Todo se volvió oscuro por un momento, su corazón aceleró sus palpitaciones sabiendo lo que se aproximaba, y su visión volvió para mostrarle su mano en lo alto como hace segundos. Pero no era la misma imagen, esta vez el cielo estaba oscuro y de su mano gruesas gotas de sangre caían sobre su rostro.

—No tengas miedo, pequeña. Nos volveremos a encontrar —Habló una voz distorsionada antes de que todo volviese a oscurecerse—. Lo prometo.

Yumi se incorporó con rapidez soltando el aire que no sabía que estaba conteniendo, sus manos pasaron a sostener su torso y la sensación del césped la ayudó a relajarse al igual que los cálidos rayos del sol que acariciaban su piel a la vez que volvía a ser consciente de su entorno actual.

Solo fue un recuerdo, estoy bien, estoy a salvo —Se repetía en su mente, sus manos dando pequeños golpes a sus mejillas para ayudarse a despabilarse por completo.

Pero todos sus movimientos quedaron estáticos cuando un grito agudo se escuchó en los alrededores y sus ojos comenzaron a mirar a todos lados tratando de averiguar si el sonido fue real o algo de sus recuerdos que decidió atormentarla cuando ella creía estar mejor. Tras unos segundos de silencio el grito volvió a oírse y no dudó ni un solo momento en ponerse de pie y buscar el origen de ellos a pesar de sus piernas temblorosas por su reciente recuerdo.

Sus pasos siguieron el ruido, de lo que ahora sabía que era alguna pelea, y al acercarse a una arboleda a poca distancia de su posición anterior pudo distinguir un grupo de niños que rondaban su edad. Su cabeza cayó a un lado sin entender por qué estarían peleando hasta que vio a la única niña caer hacia atrás al tratar de ayudar a un rubio que estaba siendo golpeado por otros tres que parecían un poco más mayores. Su ceño se frunció y sus cabellos rojos comenzaron a elevarse en el aire, como cada vez que el enojo empezaba a formarse en su interior, antes de iniciar a dar fuertes pisotones acercándose a la pelea con aún una leve sensación de debilidad en sus rodillas.

No sabía si era algo nuevo o algo que llevaba consigo desde antes de la pérdida de sus recuerdos, pero era incapaz de tolerar la violencia de ese tipo. La enfurecía muchísimo el hecho de que los tres bravucones abusaban de su fuerza superior, no era para nada un combate igualado.

—Naruto-kun —Susurró con miedo la niña que seguía en el suelo sin saber como poder ayudar al rubio.

Yumi la oyó al pasar por su lado y le dirigió una leve sonrisa tranquilizadora, o al menos lo intentó, antes de seguir su paso brusco que no se detuvo hasta empujar de una patada a uno de los bravucones. La pelea se detuvo en ese instante mientras los cuatro niños la miraban sin entender que estaba ocurriendo.

Fuera de aquí —Pensó mientras hacía señas con sus manos a los tres mayores de que se alejaran.

—¿Y ésta quien es? —Preguntó uno de los bravucones viendo a sus dos amigos negar con la cabeza, hasta que un rumor llegó a su mente y rió con incredulidad—. ¿No es esta la chica que encontraron abandonada fuera de la aldea? Esa de la que todos hablan, la mudita.

La expresión de Yumi se oscureció ante ese apodo que ella consideraba horrible y mal intencionado. Ella era mucho más que algo de lo que no tuvo oportunidad de elegir. Sin importar lo mucho que le dolieron esas palabras puso la frente en alto, porque no necesitaba que alguien más la atacase más de lo que ella misma lo hacía.

Pero es que las personas se olvidaban de algo: Ella podía no tener voz, pero sus puños estaban siempre dispuestos a enfrentar a quien sea.

Y eso quedó en claro cuando sus nudillos se estrellaron con una fuerza anormal para su edad y físico contra la nariz de uno de los idiotas logrando que un hilo de sangre cayese por uno de los orificios.

—¡¿Qué haces?! —Chilló el que recibió el golpe sujetando su nariz con una de sus manos. En su cara se veía perfectamente su sorpresa por el ataque inesperado—. ¡¿Acaso estás loca?!

La pelirroja ayudó al niño rubio a levantarse para ponerlo detrás de su cuerpo antes de levantar los puños, uno de ellos enrojecido por el choque reciente, con una mirada desafiante.

No les tengo miedo —Transmitió Yumi con su postura, preparada para pelear aunque sabía que llevaba las de perder.

—Parece que tendremos que darle una lección a la mudita inútil —Vociferó el que parecía ser el bravucón de mayor edad. Sus palabras llenas de desprecio mientras crujía las articulaciones de sus manos—. Que aprenda que no debe meterse con nosotros cuando solo es una forastera a la que acogieron por lástima.

—¡Oigan! —Gritó Naruto mirando a los mayores con sus grandes ojos azules mostrando su desacuerdo—. ¡No le digan eso!

—¿Cómo no ibas a defenderla tú, otro huérfano al que nadie en la aldea quiere?

Yumi abrió la boca molesta y sorprendida por las duras palabras que salieron de la boca de uno de los idiotas. ¿Cómo podían unas palabras tan horribles salir de la boca de alguien que parecía pocos años mayor que ella? Sus cabellos terminaron por elevarse aún más y fue ella quien dio inicio a la pelea tirándose para dar numerosos puñetazos al bravucón que había dicho esas últimas palabras.

No solo la habían rebajado e insultado a ella, sino también al único niño que hasta ahora no la miró con asco por su maldito problema vocal.

Todo se volvió un desastre de puñetazos, patadas, rasguñones, tirones de pelo y hasta mordidas. Una pelirroja y un rubio contra los tres abusones. La pelea era observada por una pequeña azabache que no sabía que hacer para detener el enfrentamiento que comenzaba a dejar algunos manchones de sangre en la tierra y varios mechones de cabello esparcidos en el suelo por los jalones violentos.

—Alto, deténganse —Pidió la pequeña, con su siempre bajo tono de voz, alzando las manos buscando llamar la atención pero fracasando enormemente—. Por favor.

—¡Hinata-sama!

Un adulto apareció corriendo en busca de la niña azabache, sus ojos clavados con desprecio en el grupo de niños que no dejó de pelear hasta que él se entrometió separándolos con facilidad.

—Si van jugar de esa manera que sea lejos de la señorita Hinata, no son más que una mala influencia para ella —Acusó el adulto mirando a los menores con una molestia enorme.

—¡No estábamos jugando, esos niños estaban molestándola y nosotros la ayudamos-ttebayo! —Se defendió el rubio señalando a los tres bravucones que comenzaban a correr lejos para no ser atrapados por el adulto.

—¡Vuelvan, malditos miedosos! —Gritaba en su interior Yumi sentada en el suelo de tierra con sus ojos fijos en los niños que se alejaban rápidamente, sus puños aún en alto con ganas de continuar el combate.

—Como si fuese a creerle eso a alguien como tú —Contestó el adulto consiguiendo que un par de ojos rojos viajasen velozmente a verlo con advertencia.

—¡No estoy mintiendo! —Reclamó el de ojos azules golpeando con uno de sus pies el suelo y provocando que una minúscula nube de tierra se levantara.

—No vuelvas a hablar a Hinata-sama —Demandó con severidad el adulto ayudando a la azabache a ponerse de pie pero escondiéndola tras su cuerpo de la vista de los dos menores—. ¡Ni siquiera tienes permitido poner tus ojos en ella otra vez! 

—Pero-

—¡Obedece a tus mayores! —Calló el mayor las palabras del niño, y cuando una de sus manos se dirigía a sujetar uno de sus brazos una mano pequeña le tomó de la muñeca para detener el movimiento.

Yumi apretó con fuerza la muñeca del adulto chocando su mirada de un rojo amenazante con la clara del adulto, las hebras rojizas volviendo a elevarse como una advertencia de su estado de animo.

—¿Quién eres tú? ¿Otra busca problemas? —Se quejó el adulto liberándose del agarre para tomar con brusquedad uno de los brazos de la pelirroja—. Me encargaré de que el Tercero se entere de lo mal educada que eres.

Yumi frunció el ceño sacudiéndose del agarre que comenzaba a doler por la fuerte presión innecesaria y cuando sus pies comenzaron a arrastrarse en el suelo tratando de detener el paso del adulto, con el intento de ayuda de Naruto que tironeaba de su otro brazo tratando de liberarla, una voz tranquila pero demandante se hizo presente.

—Suéltala, esa no es forma de tratar a unos niños.

El adulto y los tres menores giraron la cabeza al lado de donde provenía la voz y todo movimiento se detuvo.

Nara Shikaku, Yamanaka Inoichi y Akimichi Chōza miraban la escena a pocos metros de distancia, las expresiones serias de los tres logrando que el adulto libere el agarre agresivo en la menor, con tres niños tras ellos mirando con curiosidad lo que sus padres venían a solucionar.

—Señores, tengo la situación bajo control, lamento si el alboroto les molestó —Habló el adulto idiota con sus palabras atropellándose entre sí—. Me encargaré de que el Hokage les asigne el castigo correspondiente a estos niños por su mal comportamiento.

—Oh ¿Enserio? —Sonrió con ironía el adulto de cabello rubio antes de mirar a la pelirroja con amabilidad—. ¿Es cierto eso que dice, Yumi? ¿Estuviste causando problemas?

La recién nombrada negó efusivamente y trató de defenderse, con señas que no lograban entenderse del todo, hasta que chocó sus ojos rojos con los azules a su lado y le pidió con un gesto de manos al rubio que explicase lo que había sucedido. El niño asintió entendiendo con mucho esfuerzo lo que pedía la pelirroja y contó con detalle todo lo que había sucedido bajo la atenta mirada de todos los presentes.

—Así que así fueron las cosas —Asintió Chōza con los brazos cruzados sobre su pecho, algo irritado por el desprecio que los niños habían sufrido.

—No van a creerles a ellos ¿No? —Rió con nerviosismo el adulto que acababa de ser acusado de maltrato—. Son unos niños busca problemas, lo mejor que podemos hacer es castigarlos hasta que aprendan a comportarse como se debe.

—Nosotros nos encargaremos de ellos desde ahora —Decidió Shikaku con seriedad—. Y la próxima vez hable conmigo o Inoichi en primer lugar, después de todo Yumi está bajo nuestra responsabilidad.

El adulto idiota abrió y cerró un par de veces la boca sin saber qué decir, pero terminó por asentir y despedirse con una reverencia de disculpa antes de irse de allí con Hinata sujetando una de sus manos. La azabache volteó a ver a los dos niños que la ayudaron una última vez y sonrió antes de desaparecer entre los arboles.

Yumi devolvió el gesto antes de sonreír a los adultos con agradecimiento junto a sus pulgares en alto en muestra de aprobación.

—¿Están bien? —Preguntó el jefe del clan Yamanaka acercándose a acariciar el cabello tan llamativo de Yumi mientras ésta asentía, sus ojos al igual que el de los demás fijos en las heridas superficiales y moretones sobre la piel al descubierto de los menores.

—Veo que hiciste un amigo —Comentó Shikaku viendo como los dos niños lastimados se sonreían—. Ahora tienes a alguien con quien compartir tu escondite secreto.

Yumi brincó como si recién hubiese recordado ese dato y con cero vergüenza tomó la mano del rubio para comenzar a correr, pero a pocos metros se detuvo haciendo una seña a Naruto de que esperase allí antes de retroceder en sus pasos para dar un abrazo a los tres adultos y sonreírles una última vez, como si uno de sus ojos no estuviese comenzando a tomar color y no hubiesen raspones en el resto de su rostro, antes de volver a correr con su nuevo amigo lejos de allí.

—Esos niños van a causarle dolor de cabeza a muchos en la aldea —Comentó con gracia Chōza volviendo a comer el bocadillo que había dejado a un lado al acercarse al alboroto.

—Ni que lo digas —Concordó el cabecilla del clan Nara sobando la parte trasera de su cuello con una ligera sonrisa.

—¿Quién era ella?

Los tres adultos dirigieron sus miradas a la única niña presente y notaron como sus hijos miraban con intensa curiosidad la silueta de los otros dos que comenzaba a desvanecerse en la distancia.

—Ella, Ino, es una niña muy fuerte —Respondió su padre sonriendo—. Y, si todo sale bien, probablemente una muy buena amiga para ustedes.

—¿"Si todo sale bien"? —Repitió con sospecha el hijo de Shikaku mirando a su padre en busca de respuestas—. ¿Que significa eso?

—Cuando llegue el momento lo sabrás —Se limitó a contestar su padre al tratarse de un tema extremadamente serio.

Si todo salía bien Yumi podría quedarse en Konoha de forma permanente, si todo salía bien su mente no sería destruida al momento que la barrera en sus recuerdos caiga. Porque si su mente se derrumbaba no había nadie en todo el mundo ninja que pueda ayudarla.

—A mi me pareció agradable —Opinó entre el mascar de sus papas el hijo de Chōza recibiendo una sonrisa de su padre.

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