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[STARVED OF TOUCH]

Tate no Yuusha.

Para todos, era común que Naofumi fuera distante a su manera.

No se permitía interacciones más largas de cinco minutos, con excepciones de que fuera por algún tratado o relaciones políticas.

Y lo más importante, no era alguien que le gustara el contacto físico.

A lo máximo sólo le permitía a Filo ese capricho porque era su hija. Pero cualquier otra persona, sólo recibiría su cara de disgusto.

Cualquiera respetaría esos límites y no arriesgaría su suerte de recibir palabras de asco por parte del Héroe del Escudo.

Pero Motoyasu Kitamura no era cualquiera. Y cuando vió pasar a Naofumi entrar a los aposentos de su cabaña, vió una oportunidad.

Él lo había sacado de la miseria junto con Filo. Él estuvo ahí para darle un golpe de realidad y jamás llegó a darle un gracias porque siempre se andaba moviendo de un lado a otro.

Si no recompensaba a Naofumi por su arduo trabajo ese día, se auto definiría como un inútil cazador del amor.

— Lárgate. – La mirada que le daba Naofumi a su compañero Héroe era cómo si estuviera viendo basura.

— Pero ni siquiera dije nada. – Motoyasu se defendió.

— No creo que necesite escucharte si eres capaz de entrar a mi cuarto sin permiso. – Naofumi se cruzó de brazos, dando a entender que no cambiaría de opinión.

— ¡Yo digo que tengo mis razones para entrar! No hay otro lugar perfecto para que puedas relajarte y recibir un merecido masaje.

— Lo siento, pero pensaba seguir trabajando. – Naofumi contestó cortante. — Además, lo último que quiero es que me andes manoseando.

— ¿Seguirás trabajando? Pero ya es de noche. No es bueno para tu salud. – La voz de Motoyasu sonó preocupada.

— Terminaré más rápido si sales de aquí.

Naofumi trató de jalar a Motoyasu fuera de su cuarto, pero el Héroe de la Lanza se quedó recto y se plantó con ambas piernas juntas en el suelo.

— Respeto tu tiempo, pero no pienso moverme de aquí hasta que me permitas darte ese masaje o me prometas que irás directo a dormir.

— Hablo en serio, Motoyasu. – Naofumi se quejó, tratando de empujar a Motoyasu por la espalda, pero sin resultados. — Carajo, ¿Desde cuándo te volviste un tanque?

— Puedo quedarme aquí todo lo necesario.

— ¡Eres un...! – Naofumi golpeó la espalda de Motoyasu con su débil puño, tratando de calmarse.

El Héroe del Escudo suspiró derrotado.

Podía llamar a Raphtalia o a cualquiera para que sacaran a Motoyasu, pero ya era muy tarde cómo para molestarlas por una tonta pelea entre los dos.

— Eres el peor.

— No te preocupes, si tanto insistes, puedes seguir trabajando apenas termine. Pero realmente debes tomar un descanso. – Motoyasu no se vió afectado por las palabras de Naofumi, sonando bastante alegre.

Un gruñido de frustración salió de Naofumi.

— Mientras no me pidas desnudarme frente a tí, lo haré.

— Me bastará con que dejes la armadura y te quedes con tu ropa interior. – Motoyasu sacó de sus prendas una pequeña botella. — Voy a usar este aceite natural y no quiero que ensucies tu ropa.

— ¿Podemos hacerlo sin el aceite? Suena desagradable.

— Es parte del masaje. – Motoyasu se mostró firme en sus palabras.

El Héroe del Escudo sintió cómo un tic creciente molestaba en su ojo.

— Realmente eres el peor.


La cama había sido cambiada al centro del cuarto para que Motoyasu pudiera moverse con libertad.

La luz de la lámpara de aceite era la única iluminación del cuarto.

El cuerpo de Naofumi yacía rígido en la cama, con los brazos cruzados, debajo de su cabeza.

Semi desnudo cómo le había prometido a su terco compañero.

El primer toque de Motoyasu, ya con las manos cubiertas en una porción de aceite, se dirigieron a los omóplatos de Naofumi.

El Héroe del Escudo dió un quejido por el toque húmedo, arrepentido de sus decisiones de vida.

El toque rápidamente tomó fuerza cuando ambas manos bajaron por su espalda hasta llegar cerca de sus glúteos, deteniéndose sólo por unos centímetros.

— Estás muy tenso. – Motoyasu habló con una voz suave. — Deja de contener el aire.

Naofumi suspiró, obedeciendo con molestia. No era su culpa que las manos de Motoyasu le fueran incomodas y pegajosas.

Los movimientos siguieron, los pulgares de Motoyasu se movían en círculos en la espalda baja.

Naofumi respondía con pequeños quejidos, apretando sus labios sin querer soltar algún sonido extraño.

Las manos de Motoyasu se detuvieron, mientras hacían presión cerca de sus caderas.

— Tienes pequeñas cicatrices aquí... – No pudo evitar comentar.

— Deben ser de mis primeros días aquí. – Naofumi confesó. — Cómo Raphtalia y yo no sabíamos magia sanadora todavía y nadie quería atendernos, me limitaba a vendar mis heridas más urgentes.

El tono de Naofumi sonó agrio, pero no pareciera que le estuviera reprochando directamente a Motoyasu.

— Debió ser horrible. – Con un par de dedos, Motoyasu acarició las cicatrices de Naofumi, recibiendo un gemido de sorpresa. — Desearía volver en el tiempo y quitar esas feas cicatrices de este bello cuerpo.

Retrocediendo unos pasos, las manos de Motoyasu fueron lentamente bajando hasta los muslos desnudos.

Apretando levemente, Motoyasu sintió cómo Naofumi se tensaba de nuevo, esta vez queriendose dar vuelta.

— Cuidado donde tocas. – Naofumi se quejó, teniendo el rostro rojo.

— No te muevas mucho. – Motoyasu empujó con suavidad el cuerpo de Naofumi de vuelta al colchón. — Vas a torcerte el cuello así.

Naofumi no contestó. Le costaba mucho relajarse cuando sentía extraños cosquilleos por todos los lugares que Motoyasu tocaba.

Para calmar al Héroe del Escudo, Motoyasu decidió pasar sus manos a los hombros ajenos, haciendo presión en los huecos del cuello.

Esta vez Naofumi soltó un suspiro de alivio, temblando placentero por los nudos que estaban siendo aplanados en sus estresados tendones.

— ¿Te gusta aquí? – Motoyasu presionó con más fuerza.

— No está... Mal. – Naofumi titubeó.

— Deberías aprender a ser más honesto. – Nuevamente bajando sus manos, Motoyasu apretó en el espacio de los omóplatos, recibiendo un jadeo gustoso por parte de Naofumi. — ¿Recuerdas la última vez que tomaste un descanso?

— Yo... – Naofumi trató de no distraerse con el masaje para hacer memoria. — Fuí a un sauna... Una vez.

— ¿Cuándo fue esa visita al sauna? – Motoyasu bajó sus manos, ahora dirigiéndose nuevamente a los muslos tensos.

— Mi primer... No. ¿Segundo mes aquí? – La cabeza de Naofumi estaba hecha un desastre.

No lo ayudaba que Motoyasu le estuviera masajeando los muslos, aplastando con suavidad bajo sus pulgares sus partes más sensibles.

— ¿Fuiste acompañado o por tu cuenta?

La presión en el hueco detrás de las rodillas hizo que Naofumi saltara en su lugar.

— Fuí con mi equipo. – Respondió apresurado.

— Ya veo. – Motoyasu sonó comprensivo, alzando sus movimientos desde los muslos hasta tocar cerca de los glúteos que estaban cubiertos por unos boxers cortos. — ¿Cuándo fue la última vez que te relajaste estando sólo?

— Ah... – Naofumi soltó un jadeo, tratando de hacerlo pasar cómo si estuviera pensando.

Aunque en el fondo, realmente trataba de acordarse si en algún momento se llegó a tomar tiempo a solas desde que fue transportado a Melromarc.

— ¿Y bien? – Motoyasu apretó la zona debajo de los glúteos, amasando la piel carnosa y dando circulos con sus pulgares.

— No te importa... Hah...

Naofumi apretó su cara contra la almohada para evitar sus gemidos. No sabía que le estaba pasando, pero sus caderas querían moverse hacia adelante para sentir más las manos que lo masajeaban.

— Esa es una forma muy peculiar de decir que nunca te has relajado cómo se debe. – Motoyasu no pudo evitar molestar a Naofumi, siendo más fuerte con sus presiones en la piel que comenzaba a marcarse por sus manos. — Te has esforzado mucho desde que llegaste a este mundo.

El cuerpo de Naofumi se sentía caliente. Por alguna razón, las palabras de Motoyasu se clavaban más en su cabeza mientras más toques recibía.

Pero apenas sintió las manos grandes separarse, Naofumi se quedó desconectado de sus sentidos por un segundo.

— ¿Qué...?

— Perdón, necesitaré usar más aceite. – Motoyasu usó una frazada cercana para secarse las manos y tomar la pequeña botella que estaba a la mitad. — ¿Cómo te sientes?

— Bien... Puedes seguir.

Motoyasu sonrió, tocando los glúteos vestidos de Naofumi con la punta de su dedo.

— Puedo hacerlo mejor si te quitas esto.

Naofumi jadeó repentinamente, todavía atontado por las sensaciones en su cuerpo.

— Haz lo que quieras... – Naofumi se vió sin ganas de pelear. Quería que el masaje continuara antes de que su cuerpo se enfriara por el aceite.

Motoyasu deslizó los boxers hasta dejarlo a la altura de los tobillos.

Vió con algo de gracia cómo parte del resorte se había marcado en la piel, dejando unas lineas rojizas que contrastaban con sus palmas.

— Si sientes frío, solo exhala. – Motoyasu dejó caer parte del aceite entre los glúteos de Naofumi, haciendo que el Héroe del Escudo apretara la almohada con sus manos.

— ¡Espera...! – Naofumi sintió el líquido recorrer hasta su entrepierna.

Un bochorno enorme de vergüenza le cayó de golpe, cómo si apenas estuviera recuperando consciencia tras un trance.

— Exhala. – Recordó Motoyasu a su compañero, llevando sus palmas a los glúteos de Naofumi para separarlos y tocar con la punta de sus pulgares la cavidad que comenzaba a humedecerse por el aceite que se colaba.

Con movimientos pausados, Motoyasu amasaba los glúteos al son de sus pulgares que acariciaban y separaban la entrada de Naofumi.

El Héroe del Escudo cedía a los tratos de Motoyasu. Se removía ansioso y su miembro comenzaba a despertar por los estímulos.

Sólo podía exhalar con voz temblorosa. Por más que pensara que estaba dándole mucha libertad a Motoyasu, su cabeza y su cuerpo ya estaban muy desconectados.

— Voy a ser un poco rudo aquí, pero es parte del masaje. – Las manos de Motoyasu dejaron el cuerpo de Naofumi en paz.

El Héroe de la Lanza estaba colocando una porción amigable de aceite entre sus dedos, antes de volver al cuerpo de Naofumi que comenzaba a contraerse en busca de atención.

Separando con la mano uno de los glúteos, Motoyasu metió uno de sus dedos lubricados en la cavidad de Naofumi.

— ¡Hah...! – La voz de Naofumi se alzó, pero de inmediato se cubrió la boca al recordar que no eran los únicos en la cabaña.

En las otras habitaciones se hallaba su equipo, durmiendo sin darse cuenta de lo que ocurría.

Un sentimiento revolvió el estómago de Naofumi al recordar que no estaban solos.

Las paredes no eran delgadas, eran macizas, pero el mero pensamiento de hacer el suficiente ruido cómo para delatarlos mareaba su cabeza.

— ¿Sigues tenso? Me estás tomando con mucha fuerza. – Motoyasu movió su dedo, sacando y metiendo con lentitud. — No. Yo digo que es más excitación.

— ¡Sácalo...! – Naofumi trató de no gritar, pero era imposible con lo mucho que sus paredes internas se apretaban en el dedo de Motoyasu.

— No, tus músculos internos también deben ser masajeados. – Motoyasu empezó a mover con más rapidez su dedo, tratando de encajarse lo más fondo que podía. — Mira lo rápido que te estás dejando de tensar.

— Motoyasu...

Naofumi jadeó, mordiendo su lengua por lo sugestivo que sonó. Su miembro ya erecto comenzaba a frotarse con la fricción de la cama. Quería levantarse y atender su problema, pero Motoyasu no paraba de presionar contra él y sólo podía empujarse entre las sabanas, con su cuerpo húmedo por los restos de aceite.

— Yo digo que necesitaré poner uno más, no puedo alcanzarlo... – El dedo de Motoyasu se separó para luego introducir dos, haciendo que Naofumi lagrimeara por la expansión.

— Idiota... ¡Más cuidado...!

Los dedos de Motoyasu no tenían piedad. Se juntaban y separaban de un lado a otro, profundizando hasta tocar de milagro la próstata de Naofumi, quien se paralizó por el golpe repentino en su interior.

— Un orgasmo en seco. – Motoyasu comentó, viendo de reojo cómo el miembro de Naofumi temblaba con presemen en la punta. — Parece que ya puedo darte un masaje más intensivo aquí adentro.

Naofumi estaba viendo a la nada, todavía procesando lo bien que se sentía y quejándose cuando Motoyasu quitó sus dedos justo cuando había tocado un lugar placentero.

Escuchó cómo la ropa de Motoyasu caía al suelo, pero no se molestó en voltear, estaba agotado para siquiera importarle.

Pero volvió a sus sentidos cuando Motoyasu se colocó encima suyo y algo grueso se pegaba entre sus glúteos.

— No jodas... Eso no... – Naofumi volteó, viendo cómo la polla ansiosa de su compañero estaba siendo cubierta por lo que quedaba de aceite en la botella. — No va a caber.

— Yo digo que lo hará. – Motoyasu colocó la punta y se aferró a los glúteos de Naofumi. — Sólo debes tomarlo despacio.

Los ojos de Naofumi se abrieron cuando parte del miembro de Motoyasu se introducía, arrasando en sus paredes internas y recibiendo al mismo tiempo masajes que moldeaban sus glúteos y extendían su cavidad.

— Mucho... Moto... – Naofumi trataba de quejarse, pero se había vuelto un desastre de palabras que no llegaban a nada.

— Lo haces bien... Respira... – Motoyasu trató de confortar al Héroe del Escudo, agachando su cuerpo hasta llegar a su oído. — Ya estás a la mitad, puedes hacerlo.

— ¿Esa es la mitad...? – Las palabras se trabaron en la lengua de Naofumi. Nunca pensó que la molesta voz de Motoyasu podía traerle tanta calma.

— Quiero que lo memorices bien. – Motoyasu se empujó más, haciendo que Naofumi tiritara. — Cuando estés estresado, y sientas un pequeño vacío en tu interior. Recuerda cómo mis manos te están tocando, cómo tu corazón esta latiendo tan fuerte que hasta yo lo puedo escuchar sin necesidad de estar cerca de tu pecho. Recuerda lo bien que te sientes con el calor aquí adentro.

Una de las manos de Motoyasu alzó por la cadera el cuerpo de Naofumi para que la otra palma sujetara el abdomen bajo.

Naofumi sentía que sus piernas no iban a aguantar por los escalofríos en su cuerpo caliente.

— Recuerda lo bien que te sientes con este masaje. – Finalmente, Motoyasu se adentró hasta la base de su miembro haciendo que Naofumi gruñera de dolor.

— ¿Ya es todo...? – Naofumi preguntó suplicante, con su voz agitada.

— Sí, ahora puedo masajear bien aquí. – Motoyasu apretó el abdomen bajo de Naofumi y empezó a embestir despacio el cuerpo cubierto en aceite.

Las paredes carnosas se apegaban a la polla de Motoyasu, frotándose con gusto y haciendo que Naofumi perdiera la cabeza.

La respiración de Naofumi se volvió superficial, abría la boca sin poder decir nada porque la excitación le ganaba antes de que pudiera formular cualquier palabra.

Aquel aceite hacía que el miembro de Motoyasu fuera menos doloroso de abarcar, y lograba que su interior se humedeciera lo suficiente para tomarlo conforme los embistes se volvían más rudos. Sin contar que un ardor placentero lo llenaba cada vez que Motoyasu estiraba más su interior.

— Casi olvido esta parte. – Motoyasu habló, llevando la mano al miembro de Naofumi para frotarlo de arriba a abajo. — ¿Qué te gusta más? ¿El masaje externo o el interno?

— No... No sé...

Naofumi balbuceó, sintiendo cómo su miembro era apretado con malicia. Dió un grito reprimido por esa crueldad. Las caderas de Motoyasu también parecieron chocar con más fuerza hasta pegar contra su próstata.

— ¿Cuál te gusta más? – Volvió a repetir, sintiendo que el interior de Naofumi no paraba de succionar su polla.

— Adentro... Me gusta... – Naofumi se forzó a contestar, empujándo su cuerpo desesperado.

— Es bueno saberlo. – Motoyasu sonrió, siendo más brusco en sus embistes. — Entonces te gustará mi crema antiestrés.

— ¿Eh...?

Naofumi sintió que nuevamente las manos de Motoyasu se dirigían a sus glúteos rojizos, haciendo que pegara su cara en la almohada.
Los empujes eran brutos, Motoyasu se dejó ir con fuerza en su cavidad, asegurando que su interior se moldeara a su polla y forzando un orgasmo que ensució las sabanas.

Ya Naofumi no se molestaba el ocultar sus gemidos. En esa posición podía sentir cómo Motoyasu lo estiraba hasta tocar su abdomen.

Era cómo un masaje a la inversa que lo volvía loco.

— Naofumi. – Motoyasu jadeó y clavó su polla entre los glúteos húmedos. — Esparciré bien mi crema.

Aplastandose con la piel contraria, Motoyasu bombardeó la cavidad con una carga caliente de semen.

Naofumi dió un jadeo largo, sintiendo cómo su vista se nublaba en blanco y el calor en su interior se sentía más pesado.

Cómo Motoyasu prometió, empezó a removerse y embestirlo con fuerza, haciendo que el semen y parte del aceite se combinaran en sus adentros y se calentaran con más fuerza los liquidos.

Naofumi sólo podía pegar la mejilla en la almohada mientras dejaba el trabajo a Motoyasu. Estaba más que satisfecho con el masaje tan húmedo que se daba en su interior.

Tanto que cuando Motoyasu acabó de llenarlo con su mezcla especial, se desplomó en la cama mientras retenía todo en su interior, disfrutando el calor que empezaba desde su abdomen bajo hasta recorrer el resto de su cuerpo, en un hormigueo agradable.

— ¿Te gustó el masaje? – Motoyasu preguntó, dando leves besos y toqueteos al cuerpo que temblaba bajo él.

Naofumi no contestó, pero dió un sonido de aceptación y se dejó libre al toque, abrazando la mano que acariciaba su cabeza.

Para Motoyasu ese era un sí más que suficiente.


Cuando el día siguiente llegó, Naofumi estaba hecho una furia.

No sólo perdió su dignidad (y virginidad), sus horas de trabajo y despertó con un horrendo dolor en el culo. Sinó que también Motoyasu no se despertó a su lado y parecía que la tierra se lo había tragado.

El Héroe del Escudo se sintió utilizado. Peor aún, se culpaba así mismo por dejar caer su guardia.

Por nada en el mundo quería que alguien lo volviera a tocar el resto de su vida.

Aun si contradecía su cuerpo que le pedía a gritos cualquier tacto.

Motoyasu lo había dejado mal.

Luego de esa noche, su piel se volvió más sensible. A veces tenía momentos donde se perdía por completo ya que las constantes imágenes de Motoyasu hablándole cerca de su oído mientras recibía sus masajes lo atormentaban.

Y nada se volvió más amable con Naofumi desde ahí.

Los días pasaban y cada día se sentía de un humor peor. Incluso Raphtalia se preocupaba preguntando si algo malo le había pasado.

Pero no había forma que le dijera a su querida hija la aventura que tuvo con Motoyasu.

Ella no tenía la culpa de que su tonto cuerpo no fuera capaz de olvidar al Héroe de la Lanza, quien todavía no aparecía. Y eso sólo lo frustraba más en un ciclo de resentimiento.

En las noches intentaba replicar lo que le hizo Motoyasu. A ese punto había llegado.

Incluso estuvo desvelado, buscando entre sus libros qué diantres era el aceite que Motoyasu utilizó en base al olor dulce que recordaba.

Tenía su ingenio para poder replicarlo, pero aún cuando llegó a teorizar posibles opciones, se detenía en seco y se retractaba diciéndose así mismo que ya se había vuelto loco.

Y así estuvo por una semana. Una condenada semana.

Hasta que, cómo si fuese sacado de una mala broma del universo, Motoyasu volvió a aparecer en el marco de la puerta que daba al cuarto de Naofumi.

— Hola. – Motoyasu saludó reposando su espalda en el marco.

— Motoyasu. – Naofumi sonó sorprendido, pero su actitud cambió a una más defensiva. — ¿Qué haces aquí?

— Quería verte. Estuve fuera por una misión de la reina, y finalmente estoy libre.

— Espera, ¿Te fuiste por una misión? ¿Porqué no dijiste nada? – Naofumi se sintió con sentimientos encontrados.

— Fue repentino. Apenas desperté, ya tenía una de las sombras de la reina pidiendo que me encargara de una bestia que devoraba a otros aventureros. – Motoyasu se cruzó de brazos. — Lo peor es que fue una perdida de tiempo, esa dichosa bestia se desintegró en cenizas apenas la ataqué.

Naofumi se quedó sin palabras. De repente el odio que sintió se sentía poco justificado, pero aún así la frustración hervía en un punto molesto que todavía lo hacía querer dar un puñetazo a Motoyasu.

— ¿Estás molesto? – Motoyasu preguntó, llamando la atención de Naofumi.

— ¿Soy muy obvio? – Naofumi quizo desaparecer. — No tienes que preocuparte, es una tontería.

Los pasos de Naofumi se dirigieron a su cuarto, pero un simple toque en su hombro lo hizo saltar.

— Te sientes tenso de nuevo. – Motoyasu apretó con suavidad.

— Estaré bien. Me iré a dormir, con eso bastará ¿No?

Naofumi jadeó cuando la mano de Motoyasu se coló bajo su camisa y tomó el costado de su abdomen.

— Estas muy rígido aquí. – La mano se  movió con delicadeza hasta llevar su palma a la espalda. — Y aquí.

Naofumi trató de mantener firmes sus piernas que comenzaban a flaquear. Le estaba ocurriendo de nuevo.

— Creo que esto requiere un...

— No. – Naofumi trató de sonar molesto, pero sólo acabó con un temblor entre sus labios.

— ¿Porqué no? – Motoyasu se acercó más al cuerpo de Naofumi, siendo bien recibido por su calor.

— Desde la última vez, no he parado de sentirme raro... – Naofumi confesó avergonzado, siendo todavía tocado por la palma de Motoyasu. — Es cómo si mi cuerpo estuviese suplicando contacto, pero al final acabo con esta frustración y...

Las palabras de Naofumi se cortaron al sentir que Motoyasu lo abrazaba tras la espalda.

— Perdón. Ahora entiendo porqué estabas tan molesto. – Motoyasu se acercó al oído de Naofumi. — ¿Fue muy doloroso?, Prometo que me haré responsable y cuidare de darte masajes menos intensivos.

— No es eso lo que me... – Naofumi se obligó a callarse. Se estaba volviendo horriblemente honesto con los caprichos de su cuerpo.

Pero todo en él era tan difícil de calmar cuando Motoyasu estaba así de cerca.

— Entiendo. – Motoyasu sonrió, soplando levemente en el oído de Naofumi. — Yo digo que me haré responsable cumpliendo tus masajes cada vez que los requieras.

— No lo hagas, ¿Y si te vuelves a ir...? – Naofumi tembló ante los toques insinuantes de Motoyasu.

— Te llevaré conmigo.

Un pequeño beso en el cuello fue suficiente para que Naofumi terminara de sucumbir.

Se había vuelto adicto a Motoyasu.


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