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[REGRETS OF A TIME TRAVELER]

Yari no yuusha.


La idea de dormir en una posada con cantina no estaba en los planes del equipo de Motoyasu.

Pero luego de tres semanas extenuantes viajando sin parar entre Siltvelt y Melromarc, todos estaban agotados. En especial, los niños.

Por fortuna, los filolial decidieron quedarse a dormir en los establos apenas lo vieron. Ni siquiera hicieron su común petición de dormir entre los brazos de Naofumi o Motoyasu. Aunque si pidieron que apenas saliera el sol, les trajeran toda la comida que pudiesen.

Por otro lado, la pareja del escudo y de la lanza veían el caótico panorama de la cantina que juntaba personas demi-humanas y comunes, varios siendo aventureros y otros mercenarios o gente de paso. Muchos gritaban entre los tarros de alcohol y contaban sus anécdotas más extrañas en sus viajes.

Y otros, hacían competencias entre ellos.

— ¡Hey tú, el de la lanza! – Habló un hombre robusto y con barba en una mesa llena de gente.

Motoyasu volteó sin interés al llamado. Le desagradaba ese ambiente y solo quería irse a dormir junto a su querido Padre.

— ¡Veo que eres alguien fuerte! ¿Te gustaría entrar a nuestro humilde torneo de vencidas? – Habló otro hombre colocando su brazo derecho en la mesa, esperando una positiva.

— No. No me interesa.

— ¿Ah, sí? Es una pena, la recompensa es una bolsa cargada en oro. – El hombre robusto volvió a hablar, tanteando la bolsa mencionada y haciendo escuchar el sonido del metal pesado chocando entre sí. — ¿Qué tal tú, niño del escudo?

— ¿Eh? Bueno, podría... – Naofumi fue agarrado desprevenido, pero Motoyasu se puso frente al hombre que lo había retado en primer lugar.

— ¡Lo haré en nombre de Padre!

— Pero hace un segundo dijiste que te daba igual. – El pelinegro miró sin entender.

— No puedo dejar que las sagradas manos de Padre sean contaminadas por la gente vulgar y común. – Motoyasu acarició una de las manos de Naofumi antes de besar el dorso. — ¡Además, con el dinero puedo comprar más ángeles filolial!

— Veo que eres un hombre devoto. – El hombre robusto interrumpió la plática. — Veamos si eso te ayuda a ganarme.

Sin decir nada, Motoyasu se sentó al otro extremo de la mesa y apoyó su codo. Juntó su mano con la del contrincante mientras el "árbitro" (aquel otro hombre viejo que acompañaba al retador) hacía un ademán para que el público se hiciera hacia atrás.

Con el panorama más amplio para los curiosos que apostaban entre sí, se dió inicio a la contienda.

Y para sorpresa de muchos, el de lanza se quedó quieto esperando a que su rival intentara derribarlo. El otro hombre trataba con todas sus fuerzas mover un centímetro del brazo ajeno, pero no era efectivo.

Aburrido de esperar, Motoyasu dió con una simple movida el golpe ganador y derribó a su contrincante.

Todos quedaron expectantes ante la aplastadora victoria y gritaron emocionados por el nuevo forastero. Motoyasu se levantó del asiento de madera y pidió con un ademán de su mano ganadora la recompensa.

— ¡Eres sorprendente! ¡Pero recuerda que es un torneo, primero debes ganarle al resto! – El mismo hombre que lo incitó a combatir movió burlonamente la bolsa con oro.

— Motoyasu, ¿Seguro que quieres seguir? – Naofumi habló a espaldas del rubio.

El de lanza no pudo evitar notar la preocupación en sus ojos.

Fue suficiente motivo para continuar.

— ¡Todo sea para traerte la victoria y más huevos Filolial, Padre!

Con un historial de victorias consecutivas, Motoyasu reía ante las caras de sus oponentes que lloraban por sus huesos rotos y brazos dislocados.

En un punto se olvidó que estaba compitiendo y disfrutaba de solo ganar a sus ingenuos rivales.

Naofumi veía todo en la barra del bar-tender mientras comía unos frutos rojos que estaban por ahí. Tenía sueño, pero le interesó la pelea y quería ver la inevitable gloria de su compañero.

Finalmente, después de catorce contrincantes, el hombre que comenzó el torneo se posicionó en frente de Motoyasu. Dejó caer su enorme peso en la silla y posicionó su brazo para la última batalla.

— ¡Dale con todo! – El viejo hombre grito confiado en que ganaría. Nadie podría vencerlo después de agotarse físicamente con tantas rondas anteriores.

Lo que no esperó, fue que Motoyasu tomara sus palabras en serio.

Dando una mirada asesina, el rubio no se contuvo y se levantó del asiento. Con mera fuerza bruta, Motoyasu azotó el brazo del hombre contra la mesa haciendo que, en el proceso, se redujera a astillas.

Motoyasu dió una carcajada ante el sabor de la victoria tan fácil. Todos a su alrededor comenzaron a rodearlo para felicitarlo mientras algunos ayudaban a levantar al que organizó la competencia.

— Creo que te dejaste llevar. – Naofumi habló viendo la mesa destruida. Definitivamente se la iban a cobrar.

"Al menos tendremos con qué pagar"

Motoyasu se hizo paso entre la gente y fue directo a Naofumi, esperando que lo felicitara. Pero la voz del hombre robusto volvió a sonar entre la multitud.

— ¡Alto ahí! – El hombre fue a sentarse, sosteniendo su brazo herido, a otra mesa cercana mientras hablaba a las camareras. — Todavía queda una última prueba para declararte ganador.

— Vete con algo de dignidad, viejo. Solo dame mi recompensa. – Motoyasu habló harto.

No fue hasta que vió a un par de cerdos traer dos tarros grandes con un líquido rojo adentro que tragó en seco.

— Veamos quién soporta hasta la última gota. Normalmente esto se bebería en shots ya que es alcohol puro, pero podrás soportarlo, ¿Cierto?

"Oh, no"

Motoyasu respiró profundo y se sentó viéndose confidente ante los ojos de los espectadores. Ya había llegado demasiado lejos y no planeaba perder contra una basura como lo era aquel viejo que sonreía con sorna.

Teniendo los tarros en la mesa, la gente empezó a contar en forma regresiva para dar inicio a la última prueba.

Mientras los dos contrincantes bebían como podían, las personas que perdieron contra Motoyasu colgaban sus últimas esperanzas en el viejo hombre que no parecía inmutarse contra los primeros tragos de alcohol.

En cambio, el rubio trataba de mantenerse firme mientras sentía como su garganta ardía en llamas por la rapidez con la que bebía.

Solo pudo llegar hasta la mitad del tarro antes chocar su cabeza contra la mesa y quedar inconsciente.

— ¡Ja! ¿Qué pasó, chico? ¿No que ibas a ganar en nombre de tu amigo? – El viejo hombre empezó a burlarse con la cara roja.

— Yo tomaré su lugar.

Naofumi se levantó de la barra ante la vista de todos mientras acercaba una silla y se sentaba a lado de Motoyasu. No falta decir que todos comenzaron a reír.

— Niño, respeto tu valentía. Pero si vas a cubrir a tu compañero, no te molestará tomar un tarro completo y no el que está a medias frente a ti, ¿Cierto?

— Está bien. – Naofumi sonrió con aparente inocencia.

Con otro ademán por parte del hombre viejo, un tarro nuevo fue puesto en la mesa.

— Sin rencores, niño.

Nuevamente la competencia se realizó. Aquel viejo sentía como la sangre se le subía al cerebro conforme seguía bebiendo. De mientras, Naofumi ignoraba los gritos en su contra y bebía con toda la calma del mundo.

Dejando a todos boquiabiertos, pasando los minutos, Naofumi terminó con su bebida y sin efecto alguno.

Todos veían sin creer la resistencia del de escudo. Por otra parte, el viejo hombre estuvo a nada de ganarle, pero acabo corriendo a la salida del local para vomitar.

Para cuando regresó, Naofumi estaba sosteniendo la bolsa con monedas de oro para inspeccionarla.

— Al menos no terminaste siendo un estafador. De otra forma, te estaría cobrando de manera distinta. – Aún si la voz de Naofumi no sonaba amenazadora, sus ojos se encargaron de encoger de miedo al hombre viejo y a sus acompañantes.

Cerrando la bolsa, Naofumi tomó por debajo de los hombros a Motoyasu y se lo llevó escaleras arriba a las habitaciones.

— Por cierto, le dije a las camareras que todos los gastos iban a tu cuenta, ¡Gracias por la competencia!

— ¡Maldita alimaña! – El hombre necio fue hacia las escaleras, pero antes de que pudiera acercarse a Naofumi, una patada lo regresó rodando al primer piso.

Motoyasu había despertado y ahora estaba sosteniendo su lanza fuertemente con la mano mientras trataba de equilibrarse.

— Toca a mi Naofumi con tus asquerosas manos y te arranco el brazo. – La voz sombría del viajero del tiempo fue suficiente amenaza para todos en el local.

Tomando la delantera, Motoyasu siguió subiendo las escaleras, pero ahora tomando de la mano al de escudo.

Estando alejados del bullicio creado, el rubio dejó su lanza de lado para abrir la puerta de su dormitorio.

— Motoyasu, recuerda que yo tengo mi propio... – Naofumi no terminó de hablar ya que fue jalado adentro de la habitación de su compañero.

El de escudo pudo apreciar como, de manera veloz, Motoyasu cerraba la puerta y lo estampaba con ella para luego abrazarlo de manera posesiva.

— Naofumi. – La cabeza del rubio cayó en el pecho de Naofumi. — Perdón por todo...

El de escudo se sorprendió al escuchar su nombre de los labios de Motoyasu. Era la primera vez que lo hacía. Pero le inquietaba que lo dijera con un tono tan depresivo.

— Ya no importa. Al menos conseguimos una buena recompensa. – Naofumi palmeó con cierta incomodidad la espalda de Motoyasu.

No es que le molestaran los abrazos espontáneos de su compañero, pero lo estaba asfixiando con sus brazos que se aferraban a su cintura, como si se fuera a desvanecer.

— Si tan sólo tuviese la resistencia de Raphtalia, hubiera ganado.

El de escudo quedó callado.

— ¿A quién te refieres?

— ¿No lo recuerdas? – Arrastró sus palabras el rubio. — Ella tiene un buen soporte al alcohol y juega a las vencidas casi tan bien como yo. Lo demostró esa vez en la isla Cal Mira.

La cara de Motoyasu se deformó en disgusto.

— Ah, cierto... Estabas distraído con ese idiota...

— ¿Eh?

— ¿Cómo se llamaba esa basura? – Comenzó a balbucear. — ¿Bart?, ¿Ca... Carl?, ¿L'arc?... Pff, ni siquiera vale que recuerde su nombre.

"¿Será que esté hablando sobre personas de su línea original?

¿Me estará confundiendo con el Naofumi de su tiempo?"

— Motoyasu, ¿Podrías explicarte mejor? – El pelinegro tomó con la palma de su mano una de las mejillas sonrojadas del rubio. — ¿Porqué no me lo cuentas en la cama?

Los ojos casi vacíos del de lanza se abrieron con sorpresa.

Sin decir nada, Motoyasu separó el abrazo sofocante para tomar la mano de Naofumi y dirigirlo a la única cama de la pieza. Con poca energía, el viajero del tiempo se sentó en el colchón e hizo que su compañero se acomodara en sus piernas.

Nuevamente, Naofumi fue envuelto en los brazos del rubio.

— Naofumi. – La voz ronca de Motoyasu sonó a lo bajo. — ¿Me dejarás seguir a tu lado si confieso algo? Se que el solo hablar conmigo puede ser desagradable para ti, pero... No sé cuando vuelva a tener una oportunidad de decírtelo.

El pelinegro sintió el cuerpo contrario temblar.

— ¿Significa mucho para ti?

Motoyasu asintió.

— Te he estado mintiendo en dos cosas. Una de ellas, es que yo... Siempre he sentido envidia.

— ¿Conmigo?

El rubio negó con lentitud mientras tomaba con sumo cuidado las manos de Naofumi.

— Tu equipo. Los otros héroes. Tus esclavos. La reina y su hija... Todos ellos se permiten hablarte con confianza mientras que yo debo pretender odio y rivalidad cuando ya no siento eso. – Motoyasu encaró al de escudo. — ¿Tienes idea de cómo me sentí cuando regresaste de aquella otra dimensión hablando tan cariñosamente de L'arc?, ¿Aún después de lo que te hizo el puede tener una segunda oportunidad mientras que yo no?

Motoyasu empezó a reflexionar sus quejas ante la mirada confundida de Naofumi.

— Sí, tiene sentido... Obviamente preferirías a alguien menos idiota. Aún si odio admitirlo, ese héroe fue mucho más útil que yo y los demás héroes de aquí. – Dió una risa débil. —  ¿Cómo puedo competir contra alguien así?

— Motoyasu, ¿Acaso tú...? – Las manos del pelinegro pasaron al pecho de Motoyasu para darse espacio. La información dispersa que estaba recibiendo era nueva.

— Esa es la segunda cosa que te oculté. Mis ojos jamás estuvieron por completo en Filo. — Motoyasu agachó la mirada. — Sinó en ti.

— ¿De-Desde cuando?

— No lo sé. – Murmuró apenado. — Pero aún puedo recordar que desde la primera vez que te ví, deseé con anhelo que estuvieses en mi equipo. Incluso cuando creí que debía odiarte de por vida, jamás dejé de querer acercarme. — La voz ronca seguía bajando. — Aún quiero acercarme. Incluso si sé que me odias por todo... Soy tan hipócrita y egoísta, ¿No? Pude tenderte la mano cuando todos estaban en tu contra, pero mi mente ingenua y estúpida no pudo darte el beneficio de la duda. Me dejé llevar fácilmente por los demás y por orgullo no te quise reconocer incluso cuando todo apuntaba a que eras inocente.

Las manos de Motoyasu se apretaron con timidez contra las de Naofumi, temiendo ser muy rudo con su fuerza o de asustarlo. Comenzó a desvariar en su monólogo.

— Sufriste mucho. Sigues sufriendo con solo tenerme cerca. Incluso cuando estamos a nada de concluir con las olas no dejo de ser una piedra en tu zapato. Se que me odias y sé que estarías mejor sin volver a saber de mí, pero soy débil, Naofumi, ¡Siento que mientras más tiempo pasa, menos quiero dejarte ir en brazos de alguien más!

El Héroe del Escudo no sabía que hacer o decir. Su compañero quedó atrapado en un trance donde no podía dejar de hablar y mientras más seguía, más lágrimas empezaban a salir de sus ojos.

Sabía que Motoyasu se arrepentía de muchas cosas. Prácticamente después de que lo conoció y le contó la información básica de lo que había hecho él y el reino en el futuro, se limitaba a ya no hablar de su línea original (a menos de que fuera para alabarlo).

Le dolía ver a Motoyasu actuar de esa forma.

— No tienes que corresponder. De antemano se que es imposible tener una oportunidad contigo. Todo porque lo eché a perder, yo...

El rubio finalmente guardó silencio cuando Naofumi se levantó de sus piernas para empujarlo en la cama.

El pelinegro tenía sus manos firmes en los hombros de su ebrio compañero para que no intentara escapar.

Lentamente se fue subiendo también a la cama para quedar encima de él y mirar su cara hecha un desastre. Su corazón no hizo más que estrujarse.

— Motoyasu. No importa cuántas veces viajes en el pasado, no servirá de nada querer cambiar si no te perdonas a ti mismo. – Naofumi pasó uno de sus pulgares en las mejillas húmedas del rubio. — Me has demostrado lo mucho que te arrepientes, que harías lo que fuera por mí y los que amas. Así que no digas idioteces como decir que te odio cuando es todo lo contrario.

— No lo dices por pena, ¿Verdad?

Naofumi dió un leve golpe en la cabeza de Motoyasu. El contrario solo soltó un quejido mientras se cubría la zona adolorida.

— Lo digo en serio. – Naofumi se acercó a la frente de Motoyasu y le dió un pequeño beso. — Puede que haya veces donde me desesperes por ponerme en un pedestal o por lo impulsivo que eres, pero no te cambiaría por nada.

— Naofumi... – Motoyasu sentía las lágrimas acumularse en sus ojos nuevamente. — Si empiezo a pedir permiso para abrazarte, ¿Te molestaría menos?

— Bu-Bueno, puede que a veces sea incómodo, pero no creo que sea para tanto.

— Entonces, ¿Me dejarías abrazarte?

Naofumi asintió débilmente antes de ser apresado en el pecho de Motoyasu. Podía escuchar su corazón latiendo con rapidez y sentir los espasmos en el cuerpo por tratar de calmar su llanto. Era dolorosamente cálido.

Tan cálido que sentía que podía dormirse encima de Motoyasu el resto de la noche.

Pero el aliento caliente con olor a licor hizo que Naofumi reaccionara y, cuando menos lo esperó, Motoyasu le robó un beso en los labios.

No supo en qué momento el rubio se había sentado en la cama para tener una mejor posición.

No supo en qué momento las manos frías del cazador del amor se posaron en su rostro como lo había hecho el antes.

No supo en qué momento comenzó a corresponder a la lengua contraria.

Y no supo en qué momento comenzó a disfrutarlo.

Sólo sabe que en la mañana, ambos despertaron con resaca y muchas marcas pasionales en sus cuerpos.

Por cierto, encontré esto en Twitter.

Les juro que mi bloqueo de escritura se fue con solo ver esto, Konosuba GOD--

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