
[LUROLONA ORPHANAGE]
Tate no yuusha/ Yari no yuusha
"Lo que importa es que a lado de esa persona te sientas feliz"
"Pero... ¿Y si me casan por compromiso? Cómo tú y mamá..."
Motoyasu recordó que esa inocente pregunta dicha a sus 10 años le causó una tristeza enorme a su padre.
Y más porque, en el momento, su madre había aparecido para apagar sus pequeñas esperanzas y anunciarle que ya estaban viendo candidatas Alfas para que se casara cuando fuera mayor.
— ¡Kitamura Motoyasu!, ¿Cómo osas dejar plantada a la hija de los Melromarc?, ¿Tienes idea de la clase de poder que tienen? – Gritó la madre del rubio mientras bajaba las escaleras de caracol de su ostentosa mansión.
Motoyasu rodó los ojos. No podía extrañar más en esos momentos a su difunto padre.
— ¡Le dije que pospusiera nuestra cita para otra ocasión, pero no me hizo caso!, No es mi culpa de que sea tan... Terca. – Motoyasu se ahorró un insulto.
— ¡No me importa cómo haya sido! ¡Debes tratar mejor a tu futura esposa!, ¡Más vale te reúnas con ella hoy mismo y te disculpes!
— ¿Y si no lo siento? – El rubio murmuró molesto. Para su desgracia, el oído de águila de su madre lo escuchó.
— Haré que lo sientas cuando te desherede. Podría hacerlo ahora, ya tienes 23 años y todavía no has cumplido tu deber en el testamento de casarte con una Alfa.
— Tú y yo sabemos que eso no estaba escrito antes, madre.
Su progenitora sonrió.
— Lo sé. Ahora sé un buen hijo y ve a disculparte.
Motoyasu apretó los puños de la rabia pero no dijo nada. Sólo tomó las llaves de su casa y se largó al parque donde había dejado plantada a Malty.
"No les basta con decidir mi carrera, también se deben meter en mi vida amorosa... ¡Tampoco pido que mi destinado caiga del cielo, lo único que anhelo es estar solo hasta que decida quedarme con alguien!"
El Alfa rubio sentía que el mundo era injusto.
Intentó tomar en el pasado la oferta de su madre de salir con otras Alfas para ver si, de pura casualidad, se sentía a gusto con alguien. Y, siendo optimista, conseguía encontrar a su destinada.
Pero todo terminaba en lo mismo. Todas eran muy arrogantes, hipócritas, codiciosas o las tres cosas. Y para su mala fortuna, Malty terminó siendo eso último.
Y debido a que es hija de un político, ni en sueños podía quitársela de encima.
Se sentía encadenado.
Y más porque, apenas llegó al parque, Malty la obligó a comprarle cosas con su bolsillo para compensar su retraso. Obviamente nada fue barato.
Fueron las 3 horas más largas de su vida.
— Motoyasu, fue una cita espléndida. – La pelirroja se estaba despidiendo a su manera, frotando su voluptuoso busto en el pecho del otro Alfa. — Espero poder repetir más en el futuro.
"Yo no"
— Igualmente lo espero... Cuídate, Malty. – Motoyasu la tomó de los hombros con afán de alejarla.
— Aw, Motoyasu. ¿No te olvidas de algo? – Malty sonrió acercando sus labios maquillados hacia los del rubio.
Por fortuna, el sonido de un claxon detuvo a la pareja.
— ¡Mira, tu chófer llegó! – Motoyasu empujó suavemente a Malty hacia la salida del parque. — Yo me voy caminando, no te preocupes por mí, ¡Adiós!
La pelirroja soltó un bufido molesta y caminó dando fuertes pisotones hacia su coche.
Motoyasu suspiró aliviado y comenzó a recorrer el parque.
Con todo lo que Malty le hizo comprar, no tuvo tiempo de aprovechar la belleza natural de los árboles, de los pájaros cantores y de los niños llorando.
"¿Escuché mal?"
Motoyasu, con pasos tímidos, fue acercándose a una zona de frondosos arbustos con flores amarillas.
Al otro lado de las plantas, se hallaba una niña rubia de pelo largo con un vestido blanco y azul lleno de tierra, cubriéndose con sus manitas para secar las lágrimas.
— O-Oye pequeña, ¿Estás bien? – Motoyasu pasó los arbustos para estar frente a la pequeña.
No obstante, solo hizo que llorara más fuerte y se hiciera una bolita.
— ¡No te acerques extraño! – Dijo entre hipidos. — ¡Filo quiere a mamá! ¡Quiero ir a casa!
— ¡Esta bien, está bien, tranquila! Te llevaré con tu mamá, solo dime donde la viste por última vez y la hallaremos. – Motoyasu por instinto empezó a esparcir sus feromonas para tranquilizar a la niña.
La rubia sollozó bajito.
"Gracias, es una Omega, esto la calmará por un rato".
Motoyasu pasó una mano por su mentón, pensando en cómo bajar la tensión.
— Oye... Qué tal si, mientras buscamos, te invito un helado.
La niña alzó la cabeza de inmediato.
— ¿En serio, señor?
— No me digas señor, me siento anciano. – El Alfa rió incómodo.
— Entonces, ¿Cómo te llamas? Filo se llama Filo.
— Soy Motoyasu, ¿Qué te parece si nos vamos?
La rubia agachó la cabeza con vergüenza.
— Filo se lastimó la rodilla y duele... Creo que me la rompí para siempre.
— Ya veo... – Motoyasu dió una mirada al leve raspón en la rodilla izquierda de la pequeña. — Entonces, ¿Quieres que te cargue en mi espalda?
A Filo se le iluminó la mirada por la idea de sentirse alta.
— ¡Sí! ¡Gracias, señor Motoyasu!
"Bastante cerca"
El Alfa sonrió poniéndose de cuclillas para que la niña se abrazara por detrás de su cuello.
Al final, le terminó comprando un helado de chocolate que ensució parte de su camisa. Pero lo había valido con tal de que sonriera.
Pasando una media hora caminando por el parque, el rubio se preocupó cuando vió que el parque estaba oscureciendo.
Y más porque la niña no parecía encontrar a su mamá entre la poca gente que rondaba la zona.
— Filo, ¿Sabes dónde queda tu casa?
— ¡Sí, Filo sabe guiarse muy bien!
— Perfecto, porque...
— ¡Filo! – Una tercera voz apareció de lejos.
Motoyasu volteó tras de él y se encontró con un sentimiento extraño en su interior.
Aquel hombre que le había gritado era un chico pelinegro, con ojos esmeralda, de sudadera verde con blanco y que le llegaba hasta los hombros en estatura.
Era simple y corriente como cualquier otra persona. Pero aún así, sentía que era la persona más bella que había visto en su vida.
Aún si tenía un aura amenazante.
— ¡Es mi mamá! – Filo alzó sus brazos, dando señas de que la bajaran.
Motoyasu bajó con cuidado a la niña de su espalda y vió como, entre pasos torpes por su raspón en la rodilla, corría a abrazar al pelinegro.
— Ya, ya, aquí estoy Filo... ¿Qué te pasó en la pierna? – El chico de sudadera cargó a la rubia entre sus brazos con una mirada preocupada.
— Filo tropezó mientras te buscaba, ¡Pero el señor Motoyasu me encontró y me dió un helado para sentirme mejor! – La niña señaló con inocencia al Alfa que seguía parado sin decir nada.
— Ah, ya veo. Muchas gracias por ayudarla, lamento haberle causado problemas. – El pelinegro sonrió cansado.
— No se preocupe, señor.
— Oh, me llamo Naofumi.
— Soy Motoyasu. – El rubio extendió su mano pero de inmediato la retiró al recordar que Filo estaba entre los brazos del chico. — Y no se preocupe, no fue una molestia ayudar.
— ¡Filo jamás sería una molestia! – La niña agregó. — Mamá, ¿Puede el señor Motoyasu acompañarnos?
— No hay que molestarlo, Filo.
— ¡No es ninguna molestia! Preferiría acompañarlos para asegurarme de que lleguen bien a su casa.
La mirada de Filo rogando con sus ojos fue suficiente para que Naofumi accediera.
Los dos hombres y la niña salieron del parque y comenzaron su camino en la larga banqueta. El cielo se tornó naranja y el sol empezó a ocultarse, todavía la oscuridad de la noche no los alcanzaba pero las luces de los faroles se prendieron para iluminar las calles.
El sonido de los autos y la gente pasando alrededor hacían suficiente ruido para que el silencio incómodo entre los chicos no fuera tan molesto.
Filo, cómo era de esperarse, se quedó dormida entre los brazos de Naofumi, sus manitas colgaban del cuello ajeno con fuerza cómo si tuviera miedo de separarse de él nuevamente.
Motoyasu se quedó mirando a Filo unos segundos y luego al hombre que la cargaba. A sus ojos, el pelinegro se veía como alguien dulce e inocente pero, al mismo tiempo, sus instintos le decían que había algo más en él. El aura que sintió la primera vez que lo vio no se borraba de su mente.
— ¿Tengo algo en la cara? – Naofumi habló suave, viendo fijamente a Motoyasu.
— N-No, lo siento. Solo estoy...
— Se lo que piensas, me veo muy joven, ¿Verdad? – Naofumi sonrió. — Para tu información, tengo veintidós años.
— ¿Veintidós? – Motoyasu preguntó al aire sin creer. — ¡No lo pareces!
— ¿Y tú qué edad tienes?
— Veintitrés.
— Oh... También te ves más joven de lo que aparentas.
— Gracias...
Motoyasu se quedó callado unos momentos, más incómodo ahora sabiendo que el joven Omega tenía solo un año menos que él y ya tenía que cuidar de una hija.
Los dos se detuvieron ante el semáforo. La banqueta interminable se había acabado y ahora tenían que esperar a cruzar.
Motoyasu suspiró. Podía ver en la siguiente calle un callejón de mala muerte donde los basureros destacaban. Ese callejón solo le traía recuerdos frustrantes.
— ¿Siempre eres así de callado? – La voz de Naofumi resonó en la cabeza del rubio.
— No siempre. – Trató de sonreír. — Sólo me acordé de algo.
— ¿Quieres contarlo?, ¿O es algo muy delicado?
Motoyasu se llevó una mano al cuello.
— Sí y no. Es algo complicado. Pero... – Motoyasu se iba a negar, pero los ojos intensos del chico le fueron difícil de ignorar. — ¿Ves aquel callejón con un montón de basureros?
— Sí.
— Bueno, un día caminando con mi prometida escuchamos cómo alguien estaba hurgando entre los botes de basura. Ella se asustó y dijo que nos fuéramos pero yo tuve curiosidad y me acerqué. Apenas la persona alzó la cabeza, me di cuenta de que era una niña. Se veía de la misma edad que Filo.
— Oh... – Naofumi sujetó más el agarre de Filo.
— La niña se disculpó por asustarnos y dijo que buscaba algo para comer. Se veía desnutrida, así que la llevé a un restaurante cercano y le invité de comer. Recuerdo cómo mi prometida se estuvo quejando por todo el camino diciendo que no debía entrometerme y al final se marchó, pero eso es algo aparte. El punto es que al salir del restaurante la niña me agradeció y salió corriendo. Ni siquiera me dejó preguntarle si tenía un lugar donde pasar la noche.
— Espero se encuentre bien...
— Sobre eso... – Motoyasu continuó hablando ahora más desanimado. — Al día siguiente traté de buscarla, aún con todo y las quejas de mi prometida y mi madre, pero cuando llegué al callejón unos policías estaban cubriendo el área. Pregunté que pasó y... Resulta que encontraron a la niña muerta.
El semáforo en frente de los chicos se puso en verde, pero ninguno le hizo caso y se quedaron todavía viendo el callejón.
— Que horror...
— Lo sé. Según me contaron, la niña había comido algo envenenado.
— ¿Eso cuánto tiempo paso?
— Hace un par de años... Pero me sigo sintiendo culpable.
— No deberías... ¿Le contaste a tu prometida?
— Sí, pero aún si dijo que era una lástima, en el fondo siento que solo estaba fingiendo.
— Por lo que me cuentas no le tienes mucha estima a tu prometida.
— ¿Se nota mucho? – Motoyasu suspiró caminando hacia el otro lado de la calle. — Aquí entre nos, estoy comprometido con ella a fuerza. No importa cuanto me desagrade, si no me caso con ella, mi madre me deshereda.
— ¿Y en serio no tienes otra opción? – Naofumi preguntó mientras alcanzaba el paso rápido de Motoyasu.
— Podría intentar huir de casa y empezar de cero, pero sería complicado considerando que mi familia y la de ella tienen influencias, me encontrarían en un instante. – Trató de bromear.
— Estás sonando como un prisionero.
— Lo sé... Lo último que quería era que la idea del matrimonio sonara así para mí. – Motoyasu sonrió tratando de ocultar su frustración.
— Espero que el matrimonio no sea así de horrible para mí también.
— Espera. – Motoyasu se detuvo. — ¿No estás casado?
Naofumi solo río a lo bajo.
— Claro que no. Ni siquiera estoy saliendo con alguien.
— ¿Qué? – Motoyasu miró más confundido al pelinegro. — Entonces, ¿Eres padre soltero?
Naofumi sonrió con ternura ante la preocupación creciente de Motoyasu.
— Mira, ya llegamos.
Motoyasu miró a la siguiente calle y se encontró con una enorme residencia. Tan grande que abarcaba fácilmente dos o tres cuadras si incluía el vasto jardín lleno de pasto, árboles y bellos arbustos con flores y frutos. Dentro del lugar, había un montón de niños jugando y corriendo entre risas.
Era un orfanato.
— Me siento tan idiota ahora.
Naofumi no pudo reprimir más su risa y despertó sin querer a Filo. La niña frotó sus ojos viendo confundida la cara roja llena de vergüenza de Motoyasu.
— ¿Ya llegamos, mamá?
— Sí. Solo un poco más y llegamos. – Naofumi acunó la cabeza de Filo en su hombro para que siguiera durmiendo.
— Entonces, solo trabajas ahí.
— Exacto.
— Y Filo te dice mamá por cariño.
— Así es. – Naofumi caminó hacia las puertas del orfanato, siendo recibido por una avalancha de niños.
El sonido de todos los niños gritando felices por la llegada del pelinegro hicieron que una chica de pelo castaño saliera de la puerta del orfanato.
— ¡Filo!, ¿Dónde estaba?, ¿Qué le pasó en la pierna?
— Está bien Raphtalia, este joven la encontró en el parque y me ayudó a traerla aquí. – Naofumi sonrió a su compañera.
— ¡Muchas gracias, señor! – Raphtalia agradeció tomando a Filo entre sus brazos, la niña por el ruido trató de acurrucarse, ahora ocultando su cabeza en el hombro de la castaña.
— No hay problema. – Motoyasu se sintió feliz por haber ayudado, pero las miradas curiosas de los niños no paraban de ponerlo nervioso. — Supongo que aquí me despido.
— No tengo palabras para seguir agradeciéndote. Ojalá nos volvamos a ver pronto.
— De hecho... Quizás pueda. – Motoyasu titubeó. — ¿El orfanato recibe donaciones?
— Si, siempre. – Naofumi habló animado. — Es más, dentro de unos días se hará un evento de caridad por si te interesa venir.
— ¡Suena bien! Te veré ahí. – Se corrigió de inmediato. — Y a Filo, obviamente.
— Ansío verte también, Motoyasu. – Naofumi entró de vuelta al orfanato, con la manada de niños tras de él, dándole una cálida sonrisa al rubio.
Esa sonrisa fue suficiente para que el Alfa saliera a paso torpe del lugar. Quizás se estaba haciendo falsas esperanzas rápidamente, pero ese sentimiento revoloteando en su pecho podía significar una cosa.
Había encontrado a su destinado.
Motoyasu cayó en cuenta al día siguiente de haber conocido al chico Omega que jamás pidió los detalles de la fiesta de caridad. Tampoco pidió su número o algo para que se mantuvieran en contacto.
Lo único que tenía cómo punto de partida era el orfanato. Al principio no lo notó, pero aquel edificio enorme hacía lo posible para estar lejos de las zonas más transitadas del distrito. Para ser un sitio de ayuda pública, estaba mejor resguardada que un condominio privado. Igual eso explicó porque sintió el camino a casa tan largo aún si pagó por un taxi.
Luego de un viaje enorme por media ciudad, Motoyasu miró el impotente edificio preguntándose cómo podía entrar sin parecer un idiota.
— Oh, usted es el señor de ayer.
Motoyasu dió un brinco del susto y volteó a ver al que le habló. Era Raphtalia cargando con una bolsa de mercado.
— ¡Oh, hola! – El Alfa gritó sin querer, tosiendo después para calmar su sorpresa. — Estaba pasando cerca y recordé que Naofumi me habló sobre una fiesta de caridad que tendrían pronto, pero olvidé preguntar cuando sería y...
Raphtalia trató de ocultó su risa con una mano.
— Tenemos volantes sobre el evento adentro de la casa, ¿Me acompañas? Así de paso saludas a Naofumi.
— ¡Gracias! – Motoyasu apresuró su paso acompañando a la chica.
La vista del enorme patio fue reemplazado por los interiores del majestuoso orfanato. Un candelabro clásico colgando en el techo. Pisos de madera pulida. Paredes de roble oscuro decorados con los dibujos de los niños y sus retratos respectivos. Una alfombra roja y robusta que te guía a las escaleras del segundo piso. Y dos pasillos.
En el pasillo izquierdo salían y entraban los niños jugando a las atrapadas con sus risas siendo estruendosas. Motoyasu observó por unos segundos el pasillo y miró un comedor enorme que también tenía un pasillo más al fondo. Supuso que esa era la cocina.
Volteando, miró que en el pasillo derecho había una sala con varios muebles coloridos, un televisor grande y varios juguetes regados por la alfombra verde pastel.
— Estos niños... – Raphtalia suspiró ajustando el agarre de su bolsa. — Les dije que recogieran cuando me fui.
Como si los hubieran invocado, los dos adultos escucharon un ruido tras sus espaldas, como si alguien se hubiese resbalado. Tras de ellos, se hallaban una niña de cabellos plateados y largos, un niño rubio y una niña pelinegra con trencitas, los tres estaban viendo a Motoyasu y Raphtalia detrás del marco del pasillo.
— Te dije que no hicieras ruido.
— Pe-Perdon...
— Silencio, nos pueden oír.
— Exacto, puedo oírlos. – Habló Raphtalia dejando callados a los niños. — Solo les pedí una cosa...
— ¡Perdón, Raphtalia! – Se disculpó primero la niña peliplateada.
— Igual íbamos a usarlos después... – Se excusó el niño cruzando los brazos.
— Hermana, ¿Quién es ese? – Trató de excusarse la pequeña pelinegra señalando a Motoyasu.
— Oh, yo... – El Alfa quedó sin palabras. No pensaba presentarse a los niños del orfanato.
— Es el señor Motoyasu, nos ayudó a encontrar a Filo cuando se perdió en el parque.
— ¿Tu salvaste a nuestra hermana? – Habló más animada la de pelos plateados. — ¡Gracias señor!
— De nada, ah...
— ¡Ci-Cierto! ¡Soy Yukki! – Gritó apenada la chica apretando con sus puños su vestido.
— ¡Soy Kou, mucho gusto señor! – El chico extendió su mano en forma de saludo. Motoyasu aceptó el saludo aún si en el fondo sentía un conflicto por las varias veces que le dijeron señor.
— ¡Me llamo Kuro! – Alzó su mano la niña de trencitas. — ¡Si quieres podemos mostrarte el orfanato como agradecimiento!
— No, lo siento, de hecho solo venía a saludar a alguien... – Motoyasu volteó apenado por las miradas insistentes de los niños. — ¿Conocen a Naofumi?
— ¡Si! ¡Está en la cocina, te llevaremos con él! – Insistió el niño tomando del brazo a Motoyasu con intenciones de irse.
Pero antes de que diera un paso, Raphtalia tosió falsamente.
— Gracias Kou, pero si mal no recuerdo, tienen algo de hacer primero.
El niño solo infló las mejillas mientras soltaba a Motoyasu y se cruzaba nuevamente de brazos.
— ¡No es justo! ¡Filo y Sakura se salvaron solo por estar con Naofumi!
— No te preocupes, yo hablaré con ellas. – La castaña dió un ademán para ser seguida por el Alfa y dejar la sala.
Motoyasu solo pudo despedirse incómodo de los niños que, a regañadientes, se pusieron a recoger los juguetes.
Pasando por el gran mesón, y los niños correteando, llegaron a la cocina. En ella, Naofumi y otros empleados estaban terminando de preparar la comida, pero el Omega estaba siendo retenido por dos niñas que no paraban de aferrarse a su mandil. Motoyasu se quedó viendo al chico con ternura.
— Filo, Sakura, dejen a Naofumi en paz. – Raphtalia irrumpió la escena dejando su bolsa en una de las mesas cercanas.
— ¡Pero no estamos molestando a mamá!, ¿Verdad, Filo?
— ¡Lo que dijo mi hermana Sakura!, ¡Estamos ayudando! – Las niñas solo aferraron más su agarre a Naofumi mientras el chico sonreía y les acariciaba las cabezas.
— Pueden ayudarme diciéndole a sus demás hermanos que la comida está lista.
— Pero... – Las niñas titubearon.
— Ya lo escucharon. Si van, les daré el postre primero a ustedes. – Chantajeó una chica pelicafe con pequeñas coletas que también estaba ayudando.
Solo fue cuestión de segundos para que las dos niñas salieran corriendo del lugar.
— No sé si debiste haber hecho eso, Kizuna. – Raphtalia cuestionó a su compañera.
— Al menos dejaron la cocina. – La chica sonrió triunfal. — ¿Y bien?, ¿Vas a presentarte? – Kizuna caminó un par de pasos hasta quedar cara a cara con el rubio.
— Yo solo vengo para saber sobre su evento de caridad... – Motoyasu miró hacia Naofumi pidiendo ayuda en silencio.
— Mmm... Al menos no eres un anciano, eso es nuevo. – La ojiazul murmuró para si misma.
— Pensaba dejarle un volante con la información, pero recordé que están en la oficina del director. – Raphtalia agregó apenada.
— Si quieres, puedo encargarme de eso. – Naofumi habló llamando la atención de todos. — De todas formas, yo fui el que olvidó darle el volante.
Raphtalia asintió sin quejarse y dejó que ambos hombres dejaran la habitación.
Naofumi fue a paso tranquilo, siendo seguido por Motoyasu, hasta el segundo piso. Más habitaciones se hacían presentes para el ojo del rubio, todas de tonalidades café que daban un aire cálido y hogareño.
Otros escalones se hicieron presentes para el tercer piso y, a comparación con los primeros dos, el pasillo era silencioso. Pareciendo incluso un edificio diferente por lo sombrío del ambiente. Había puertas con la madera desgastada, pero sin llegar a verse podrida. La puerta que más destacaba era la que daba al final del pasillo. Grande, bien cuidada y con decorados de escudos tallados en ella. Era la puerta del director.
— Da miedo, ¿Verdad? – Naofumi habló luego de un largo silencio y sacando una llave de su bolsillo. — El director es un Alfa temido y distinguido.
— ¿No está aquí?
— No. Prefiere mantenerse en el mayor anonimato posible. – Naofumi giró la llave y un crujido se escuchó al abrir la puerta. — Según sus palabras, si quiere ayudar a los niños, no es necesario que él sea el enfoque.
— Graciosamente, siento que eso llama más a atención por su aura misteriosa. – Motoyasu entró a la habitación tratando de no tropezar, las cortinas que cubrían las ventanas eran tan gruesas que oscurecían a la perfección el lugar.
— Sí, también lo pienso. – Naofumi encendió las luces y fue hacia el escritorio organizado. — Pero creelo o no, hace un buen trabajo administrando el orfanato. Y no lo digo solo por ser su mano derecha.
— ¿Eres cercano a él? – Motoyasu no pudo evitar preguntar.
— Algo así. – El chico suspiró. — En este punto soy más su representante público ya que no le gusta aparecer en los eventos que él mismo organiza, ¿No es algo tonto?
— Supongo que sí... Pero, ¿Disfrutas los eventos?
— Al final son para ayudar a los niños, así que no puedo quejarme.
El tono de voz en Naofumi decayó ante lo último que dijo. Eso dejó un mal sabor de boca a Motoyasu.
— ¿Tu te dedicas totalmente a esto?
Naofumi asintió agachando la mirada.
— Haría lo imposible por estos niños. Y más porque la mayoría de aquí son abandonados por nacer Omegas o betas.
— Oh... Oye, ¿Acaso tu también...? – Motoyasu trató de no sonar invasivo con su pregunta.
— ¿Si soy huérfano? – Naofumi sonrió comprensivo. — Podría decirse. Digamos que a mediados de mi carrera me dejaron a la suerte.
— ¿Pero lograste terminarla?
— No. – Naofumi contestó suave, pero siendo cortante al mismo tiempo. Fue suficiente señal para que Motoyasu dejara el tema de lado.
El Omega volvió a su sonrisa habitual, encontrando entre los cajones del escritorio el volante que buscaba. Agarró un lapicero que reposaba cerca y anotó algo antes de entregárselo al Alfa.
— Si tienes alguna duda o te llegas a perder, puedes llamarme.
Motoyasu sintió su rostro arder por un segundo mientras tomaba el papel y miraba la invitación.
— Gracias... ¡Es cierto! – Motoyasu se recompuso mientras tomaba el mismo lapicero. — Extiende tu mano.
Naofumi obedeció viendo con sorpresa como el rubio anotaba un número de teléfono en su palma.
— Si necesitas algo, también puedes llamarme. Incluso si no es algo urgente y solo buscas alguien para hablar. Lo que sea está bien. – Motoyasu habló con rapidez jugando con el lapicero.
Ahora el sonrojado era Naofumi.
— Lo tomaré en cuenta. Yo...
Antes de que Naofumi dijera otra cosa, la puerta de la habitación fue abierta.
— ¿Na-Naofumi? – Una chica peliverde con largas trenzas asomó su cabeza en el cuarto. — ¡Ahí estás! Nos preguntábamos porqué tardabas tanto, bueno, los niños preguntaban por ti, aunque yo también me estaba preocupando y...
— Ya vuelvo abajo, Rishia. – Naofumi tranquilizó a su compañera caminando a la salida. — ¿Vamos?
— Cierto, no me di cuenta de que era tan tarde. – Motoyasu apretó el papel entre sus dedos mientras bajaba con los trabajadores. — Debería irme.
Al final sus palabras quedaron al aire ya que apenas bajó, los niños lo invitaron a comer, ¿Y quién era Motoyasu como para negarse?
Su mayor recompensa fue tener más tiempo con Naofumi, aún si tuvo que compartirlo con una ola caótica de niños.
El mundo colorido de Motoyasu se volvió grisáceo cuando regresó a la mansión y su madre se enteró de la visita al orfanato.
Fue una pelea estruendosa que solo aumentó cuando el joven Alfa mencionó que iría a la fiesta de caridad para donar dinero.
La pelea solo cesó cuando la mujer de avanzada edad comenzó a toser incontrolablemente a tal punto que Motoyasu necesitó ayudarla a regresar a su habitación.
— No creas que está discusión terminó... – La madre de Motoyasu se quejaba mientras caía en el sueño por el agotamiento.
Motoyasu, por su parte, negó con la cabeza mientras contactaba al médico personal de su madre. Cuidarla se estaba volviendo más complicado cada día, pero no tenía opción.
Luego de un par de horas donde el médico llegó y checó a la Alfa, comentó con buen ánimo de que pronto tendrían un donante de órganos en su lista para iniciar la operación de la señora.
Motoyasu se sentía aliviado y al mismo tiempo perturbado por esa noticia, ya que su madre necesitaba un nuevo corazón.
Pero aún con tantas cosas sucediendo en su vida personal, puso su mejor cara para asistir al evento de caridad. Lo malo fue que, la condición que le impuso su madre para asistir y donar, era avisarle a Malty para que fuera como su acompañante, ya que a fin de cuentas era un evento social.
El Alfa no tenía que ser un genio para saber que eso terminaría mal. Pero sus ganas de volver a ver al Omega del orfanato le hacían tragarse todas esas frustraciones.
Por ello, asistió al evento aún con el inconveniente de traer a Malty.
La fiesta de donación se realizó en la casa noble de un político del cual no se acordaba su nombre. La apertura comenzó con el anfitrión dando la bienvenida a todos cuando dieron las ocho de la noche.
Después, el mismo anfitrión pidió que el representante del orfanato diera unas palabras, y fue ahí cuando Motoyasu tragó en seco. Naofumi se presentó en las escaleras de mármol a lado del presentador, usando un traje de gala blanco con corbata verde y su usual cabello despeinado.
El Omega dió unas palabras de agradecimiento por las donaciones y mencionó algo sobre el uso del dinero para la educación de los niños. Por muy escoria que sonara, Motoyasu no estaba prestando del todo atención ya que seguía embobado por cómo la cintura de Naofumi era perfectamente acentuada por su chaleco. Estaba hipnotizado por su belleza tan pura.
Solo regresó a la realidad cuando el discurso terminó y todos estaban aplaudiendo. Por instinto, también aplaudió para que su prometida no lo notara tan distraído.
Igualmente fue fácil de simular, ya que la Alfa estaba ocupada mirando con cierta burla al Omega, como si lo conociera de algún lado.
Las copas alargadas con champagne para celebrar el momento empezaron a servirse entre los invitados. Mientras algunos iban y daban sus respectivos donativos en forma de cheques en la mesa de donaciones, Naofumi aprovechaba para saludar a los invitados.
Motoyasu decidió usar de excusa el cheque con su donativo para alejarse un momento de Malty y perderla entre la multitud. Viendo detenidamente, notó que la mayoría en el salón eran Alfas cómo él, con la diferencia de que todos se veían de la tercera edad. Incluso supuso que de todos, era el más joven de la fiesta sin contar a Malty y Naofumi.
Al dar su donación, Motoyasu se volteó y, por arte de magia, el Omega se encontró frente a él.
— Me alegra que hayas cumplido tu promesa. – Naofumi sonrió inclinándose al rubio.
— ¡Obviamente!, ¡Lo prometí a los niños y a ti! – Motoyasu alardeó mostrándose confiado. — Espero sea de ayuda.
— Te soy honesto, con el simple hecho de que hayas llegado, me hiciste feliz. – Naofumi rascó su mejilla avergonzado. — Aún así, agradezco tu apoyo.
— Espero esas palabras no sean un copia y pega de lo que has dicho a los demás invitados. – Motoyasu bromeó.
— Para nada. – Naofumi rió extendiendo su brazo. — Si fuera así, solo estaría tomando tu mano y diciendo "gracias por su cooperación, señor".
Los dos chicos rieron a lo bajo mientras hacían ese saludo formal.
No obstante, el ambiente fue interrumpido por la voz de Malty.
— Señor representante, tiempo sin vernos. – La pelirroja sonrió serena, pero con ojos llenos de superioridad.
El apretón de manos entre los hombres se tensó por parte de Naofumi al escuchar a la Alfa. Motoyasu se preocupó al instante.
— Malty...
— Veo que ya conociste a mi prometido, ¿No es un buen tipo? – La chica tomó el brazo con el que Motoyasu estaba tomando la mano de Naofumi para separarlos.
— ¿Ella es...? – El Omega murmuró apretando su mano en un puño.
— ¡Oh, lo sabes! – Malty se apretó más a Motoyasu. — Entonces, no debo preocuparme en advertirte que no te acerques más de lo debido a él, Omega.
Motoyasu no sabía que decir, el ambiente era pesado y se sentía perdido, ¿En qué momento Malty y Naofumi se conocieron?
— No te preocupes por eso. – Naofumi sonrió levemente, manteniendo la compostura. — Disfruten la noche.
Antes de que Motoyasu quisiera seguirlo, Malty chasqueó la lengua con su boca y se acercó al oído del rubio.
— Si fuera tú, no me acercaría. Conozco a ese Omega, era de mi facultad. – La pelirroja sonrió al tener la atención de su prometido. — Lo expulsaron por andar de vendido con varios Alfas. Aún si tiene apariencia de niño bueno, es una zorra total.
Motoyasu se quedó congelado en su lugar sin creerlo. Conocía a Malty, probablemente estaba mintiendo en algo. Pero por otro, no podía evitar recordar la conversación que tuvo con el pelinegro en la oficina. Era mucha coincidencia.
Cuando uno de los sirvientes se acercó a ofrecer champagne, Motoyasu tomó de un trago su copa y se encaminó a la salida ignorando a Malty.
Al llegar al patio de la residencia, el Alfa se detuvo pensando que debía volver, siquiera para disculparse con Naofumi por el comportamiento de su prometida.
Regresó esperando buscar entre los invitados al Omega, pero solo encontró a Malty saludando a otros donadores clamando que ella estaba ahí porque le interesaban los niños.
Motoyasu trató de ignorarla y siguió su búsqueda, pero el chico se había esfumado. Planeando rendirse, regresó al patio pars irse, pero una silueta caminando a la parte trasera de la casa llamó su atención.
Siguiendo a la persona misteriosa, vió que era Naofumi, estaba hablando por teléfono y su conversación era inentendible. Trató de llamar su atención, pero se ocultó debido a que una persona estaba saliendo de la puerta trasera de la casa.
Motoyasu trató de acercarse, sabía que era mala educación ver conversaciones ajenas, pero algo en su interior le decía que no era algo bueno.
Y como si su instinto lo predijera, mientras los dos hombres hablaban, el señor que había salido de la casa estaba acercando de manera insinuante a Naofumi sosteniéndolo de la cadera. El Omega no hizo nada para detenerlo, extrañamente. Pero fue suficiente para que Motoyasu interviniera.
— ¡Oh, lo estaba buscando! – Gritó con fingida sorpresa el rubio. — Disculpe señor, pero necesito terminar de hablar con el representante un segundo.
— ¿Y usted quien es? – Habló de mala gana el hombre anciano quitando su agarre del Omega.
— Soy de la familia Kitamura. Estoy ayudando en el orfanato Lurolona desde hace unos días. – Motoyasu tenía una cara seria, riendo en el fondo por como los colores se le iban al hombre mayor.
— Entiendo. Si me disculpan, me retiro. – Aquel señor regresó de vuelta a la casa azotando la puerta.
Motoyasu suspiró y dió una mirada preocupada a Naofumi.
— ¿Quién era ese?
— Un inversionista recurrente del orfanato. – Naofumi volteó para no mirar al rubio. — Por cierto, ¿Desde cuando trabajas conmigo?
— Desde ahora. – Motoyasu posó una mano en el hombro del pelinegro. — Se que no llevamos mucho tiempo conociéndonos, pero recuerda lo que te dije en la oficina.
Naofumi volteó hacia al Alfa teniendo una expresión cansada.
— Tienes razón, no llevamos mucho tiempo conociéndonos... Por eso es mejor que estés al margen.
Motoyasu lo miró confundido. Naofumi se alejó de su agarre y caminó a la puerta trasera de la casa.
— Si te sientes molesto por como te trató Malty hace un rato, lo lamento, ¡Yo no quise traerla en primer lugar!
— No estoy molesto. – Naofumi dió una pausa. — Fue agradable ver que todavía sigue por aquí.
— Entonces, ¿Porque...?
— Buenas noches, Motoyasu.
La puerta se abrió y cerró en un santiamén ante los ojos del Alfa. Todo fue muy rápido.
¿Acaso Naofumi lo quería lejos?
¿Había sido todo culpa de Malty?, ¿Había sido culpa suya?
¿La noche hubiera ido diferente sin la presencia de su prometida?
¿Fue que Naofumi quería una excusa para dejar de hablarle?
Está y más dudas no paraban de llegar a la cabeza del pobre Alfa que no paraba de torturarse a él mismo desde aquella desastrosa noche.
Llevaba días queriendo comunicarse con Naofumi, pero como si fuese un grano más en el cumulo de sus desgracias, Motoyasu tuvo que quedarse en casa, ya que la salud de su madre no hacía más que empeorar. Y tratar de llamar al Omega también fue un rotundo fracaso.
De lo poco "positivo" que podía sacarle a su situación era que, desde aquel evento de caridad, Malty no le ha dirigido la palabra. Hasta parecía que se había aburrido de él.
"Cuatro días sin señal de Malty. Eso ya es un récord"
Pensó con amarga gracia. Motoyasu decidió aclarar su mente saliendo después de estar en casi completo aislamiento dentro de su casa por días. Pero él mismo sabía que era una excusa. Si solo estaba saliendo en ese momento, fue porque el doctor le había hablado esa misma tarde para avisarle que pronto tendrían el corazón que su madre tanto requería para seguir respirando, pero antes de la operación, necesitaba ciertos medicamentos.
Si tenía suerte, mañana la operarían y él podría quedarse al margen al haber hecho su trabajo de cuidarla.
Luego de eso, podría ser libre por un tiempo e ir al orfanato para tratar de salvar las cosas con Naofumi.
"Ahora que lo pienso, ¿Dónde estoy?"
Motoyasu miró las calles luego de perderse en la nada de su cerebro por quién sabe cuántas horas. Cayó en cuenta de que llegó a una zona peligrosa, el distrito Zeltoble.
Cuando vió los faroles encenderse en la mayoría de la calle donde caminaba, supo que debía retirarse. Igualmente ya tenía las medicinas.
Dando la vuelta para cruzar la calle, Motoyasu miró una figura con capucha caminando en la otra acera. Solo podía ver parte de un cabello castaño resaltando. Pero el olor, aún si estaba bastante lejos de la persona y era leve, podía reconocerlo con facilidad.
Era el olor de Naofumi.
Cruzando a la otra banqueta, Motoyasu trató de seguir con todo el sigilo del mundo al extraño, quién se dirigió a un almacén con un cartel de "se renta" en la puerta y con las ventanas empañadas en mugre.
"¿Voy a ir tan lejos?"
Motoyasu sabía que estaba actuando como un acosador, pero algo en su pecho le decía que debía seguir. Al mismo tiempo, otra sensación igual de fuerte se contradecía y rogaba por huir.
Tragó en seco antes de acercarse al almacén y mirar por la puerta mal cerrada. No había una sola alma dentro, por lo que se forzó a entrar para ver el lugar.
Había sábanas en los mostradores y muebles de la entrada principal, todo estaba polvoriento y el fuerte olor a cloro empezaba a golpear su sensible nariz.
Mirando si había otras puertas, Motoyasu notó un corredor en el lado izquierdo del cuarto. Ese corredor tan pequeño guiaba a una única puerta que se hallaba abierta, pero había algo en el suelo que llamo la atención a Motoyasu. Había sangre seca.
Un sentimiento frío calo en la nuca de Motoyasu al darse cuenta de que se estaba metiendo en algo mortal, pero al mismo tiempo quería seguir para saciar su desagradable curiosidad.
Reuniendo todo el valor que le quedaba, Motoyasu dió una ojeada adentro de la habitación, tapando su boca al instante para evitar gritar o vomitar por lo que estaba viendo.
La persona encapuchada era Raphtalia, pero eso era lo de menos.
En la habitación, se hallaba Malty en una camilla con indicios de estar muerta.
Y a lado de ella, Rishia y un hombre pelinegro con una máscara de gas estaban hablando.
Motoyasu no debía ser un genio al darse cuenta de que aquel hombre era Naofumi.
— Traigo la mitad del pago del doctor. – Comenzó a hablar Raphtalia quitando su capucha y sacando del bolso de su suéter un pequeño sobre amarillo.
Naofumi, sin decir nada, tomó el sobre y lo abrió con rapidez para ver un fajo grande de billetes. Lo cerró y se lo dió a Rishia, quién asintiendo en silencio, comenzó a tomar unas cosas dispuesta a irse.
Motoyasu, ahora más asustado por la idea de que lo descubriesen, estaba listo para huir, pero seguían hablando.
— ¿Cuánto apuestas a que el corazón está podrido? – Naofumi habló, sin ese tono tan dulce que Motoyasu recordaba. Ahora era más frío y burlesco.
— Esperemos no sea así, o sino todo lo que hicimos habrá sido en vano. – Raphtalia suspiró antes de colocarse un cubrebocas.
— Lo único que lamentaría sería no haberle dado una muerte más dolorosa. – Naofumi contestó mientras se colocaba unos guantes de latex y se acomodaba un mandil largo. — Y si lo del corazón falla, aún le quedan varios otros órganos.
Motoyasu negaba sin querer creer lo que escuchaba, el mareo se hacía más fuerte en su cabeza a tal punto de que tuvo que apoyarse en la pared.
Los pasos de Rishia empezaron a resonar en la habitación y fue señal suficiente para que Motoyasu corriera sin importar que las suelas de sus zapatos rechinaran por el impulso.
Salió del almacén apretando sus puños, respirando por la boca, exigiendo a sus pulmones y corazón que se calmaran. Pero sabía que eso era un trabajo imposible.
Siguió corriendo aún si ya estaba varias cuadras lejos del lugar. Siguió corriendo aún si sus piernas lo estaban matando. Siguió corriendo aún si terminó, de manera tan desafortunada, en el mismo parque donde conoció a Filo y, por consecuente, a Naofumi. Cuando cayó en cuenta de dónde estaba, se derrumbó en el césped.
¿Que debía hacer?
¿Debía llamar a la policía?
¿Qué pasaría con el orfanato si decía lo que vió?
"¡Mierda! ¿Porque no me di media vuelta?"
El corazón de Motoyasu se sentía traicionado. Puede que las pocas interacciones con Naofumi desde que lo conoció para ojos de otros no hayan sido tan significantes, pero para él, era lo más precioso que tenía.
Él era un contraste a su vida usualmente gris y controlada. Con Naofumi sentía un espacio seguro que ninguna otra persona le había dado antes. Cómo si el mundo dejara de arrojarle problemas y le diera un momento cálido y soleado.
Lastima que el sol se opacó por esa enorme nube gris de realidad.
Pero aún con esa nube cubriendo su realidad, Motoyasu se halló asqueado de si mismo. Ya que, aún con todo sus sentimientos hechos un desastre y sabiendo que Malty era su prometida, no quería decir nada. Muy en el fondo, todavía quería proteger a Naofumi.
"Soy lo peor"
Llegó a esa conclusión, derrotado y agotado. Estaba tan cansado que su cuerpo se acostumbró al escozor del césped bajo él, siendo ahora bastante cómodo como para quedarse desmayado.
Y así fue. Aún si eso significó que no quisiera despertarse al sentir que algo lo estaba jalando.
Motoyasu se sintió desorientado por el olor que lo rodeaba. Tardó unos segundos en recordar que, el último lugar donde estuvo consciente, fue el parque. Pero, por alguna razón, despertó en una habitación desconocida. Con un fuerte olor a Omega en celo.
Pero no solo de cualquier Omega. Y eso fue lo que terminó de hacer despabilar al rubio.
— Ah... Estás despierto. – El sonido de la puerta cerrando con un chillido familiar, hizo que Motoyasu volteara con pánico al Omega. — Me preocupó saber que estabas inconsciente en el parque y te traje aquí, ¿Estás bien?
Motoyasu no respondió. Ni siquiera quería parpadear. Naofumi se acercaba a la cama con pasos cautelosos y silenciosos, como si temiera asustarlo. Aunque ya era muy tarde para eso.
— Si no fuera porque Rishia pasaba por el parque, quién sabe que te hubiera pasado, ¿Al final si decidiste huir de tu casa? – Naofumi se sentó en la cama, tomando cierta distancia, pero jamás dejando de ver a Motoyasu. — ¿O algo más sucedió?
"Lo sabe"
Motoyasu tensó más su mandíbula. El olor creciente de la habitación, tampoco le ayudaba a tener la cabeza fría para reaccionar. Tenía un nudo en la garganta que lo sofocaba.
Lo único que reconocía era que, incluso en esa situación, Naofumi se veia hermoso. Pero apenas cerraba los ojos, la imagen del Omega con una máscara de gas lo asaltaba y lo hacía recordar el horror que vió en aquel almacén.
— Si no quieres hablar, lo entiendo... ¿Que tal si te cuento un secreto? – Naofumi acercó su mano a la de Motoyasu. — Es algo que muy pocos saben, y... También es la razón por la que había tanta tensión entre Malty y yo esa noche.
Apenas el nombre salió de los labios del Omega, Motoyasu alejó su mano. Sus feromonas salieron de golpe y la habitación se volvió un desastre más grande.
El estrés era palpable en el rostro del rubio cuando notó que Naofumi comenzó a toser y cubrir su cara enrojecida. Había algo extraño. Y eso eran las feromonas contrarias que expulsaban excitación.
Una sonrisa nerviosa y temblorosa salió del Omega, quién calmó su tos luego de unos segundos y se destapó su rostro. Inhaló el aire como si no fuera nada y terminó de acercarse al rubio confundido. Naofumi decidió tomar de los hombros a Motoyasu y frotarse en él.
— Ah... Eres cruel. He estado tratando de contenerme desde el primer momento que te ví y decides atacarme con tus feromonas, ¿Acaso también lo sentiste?, ¿La calidez en tu pecho?, ¿La sensación de estar destinado a alguien a primera vista?
Motoyasu jadeó sudando frío. Separó su cuerpo tembloroso para verlo fijamente. Naofumi estaba rojo, con una sonrisa y ojos que derramaban una lujuria contagiosa, y un corazón que palpitaba casi tan fuerte como el suyo.
— ¿Quién eres? – Finalmente habló.
— Iwatani Naofumi. – El pelinegro, con algo de fuerza, acostó su cabeza en el pecho ajeno. — También conocido por ser un pseudo Alfa que maneja cierto orfanato... Y un humilde negocio de tráfico de órganos.
Las palabras eran dichas con tanta sinceridad y calma que daban miedo. Mientras más hablaba Naofumi, más nublado se encontraba Motoyasu por sus sentidos.
Cómo una forma de defensa, el Alfa cambió sus posiciones y forzó a Naofumi para que quedara acostado en la cama, debajo de él. Motoyasu lo sujetaba de las muñecas, pero el contrario parecía bien al respecto.
— ¿Quieres matarme? – Naofumi ladeó su cabeza. — ¿Es por lo de tu prometida?
— Eres un monstruo... – Motoyasu murmuró, casi para sí mismo.
— ¿Y que harás al respecto? – La sonrisa del Omega se amplió. — ¿Me devoraras por ser un monstruo?, ¿Por ser tu destinado?, ¿O por el instinto que causan nuestras feromonas?, ¿Qué sientes por mí aho...?
Naofumi sintió un dolor punzante en el hueco entre su cuello y hombro. Estaba siendo marcado con tanta fuerza, como si quisieran arrancarle un pedazo de piel.
Al separarse, Motoyasu tenía una respiración agitada, sus dientes y la parte inferior de sus labios tenían sangre, y sus ojos estaban dilatados, tratando de procesar todavía lo que había hecho.
Poco a poco fue disminuyendo el agarre en las muñecas contrarias, lo cual aprovechó Naofumi para tomar entre sus entumecidas manos la cara del Alfa. Sus dedos delinearon los labios del rubio, aún si eso hizo que la sangre solo se extendiera más. Fue acercándose hasta que sus frentes chocaron suavemente.
Las feromonas de Omega inundaron nuevamente las fosas nasales de Motoyasu, dejándolo débil y a merced del que hace un momento había llamado "monstruo".
— No te sientas mal. Somos destinados. – Naofumi paseó uno de sus dedos ensuciados en sangre hacia el cuello de Motoyasu, dando círculos en un punto específico. — Estamos condenados a terminar juntos.
El Omega marcó al Alfa.
Medio ooc, pero no lo odio.
Muchas gracias a todos los que aguantaron este libro con todas las pausas que estuve dando estos 3 años (Si, ese tiempo me tomó terminar y no sé cómo sentirme al respecto).
Mi único arrepentimiento es que el One-shot de "A desired failure as ocurred" no terminó saliendo como lo tenía planeado.
Si pudiera reemplazarlo con algo, le daría una segunda parte a "Sexo en el Oxxo en exceso" porque es de lo que más me divertí escribiendo. Pero por el bien de que este libro ya no se extienda más, tendré que retenerme.
Y para los que tengan la duda, si. Voy a hacer un fanfic de este shipp, pero no prometo publicarlo en estos meses porque quiero escribir sobre otros shipps que no tengan que ver con Tate no yuusha.
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