
[A KISS TO SAVE THE WORLD]
Tate no yuusha.
Los pasos del Rey Demonio hacían eco en los pasillos de su propio calabozo. Iwatani Naofumi dominaba en su presencia frente a los subordinados que pasaban cerca de él.
Tenía a un invitado al final de las celdas. Un Héroe para ser exactos.
Kitamura Motoyasu. También conocido en ese lugar cómo el Héroe de la Lanza.
Pero Naofumi prefería llamarlo la raíz de todos sus problemas.
No era su estilo secuestrar a los héroes antes de la batalla final. Le era más complaciente verlos fallar y morir en el intento en sus insípidas misiones o con algun monstruo de su propiedad.
Por desgracia, Kitamura parecía un caso especial.
— Amo Naofumi, el Héroe despertó. – Raphtalia, su mano derecha, le comentó. — ¿No quiere mi asistencia por si el Héroe intenta escapar?
— No, pero gracias. – Naofumi acarició con su palma la cabeza de su subordinada. — Vuelve a tu trabajo y vigila mientras yo me encargo.
— Si, amo. – Raphtalia inclinó su cuerpo en forma de despedida y caminó en linea recta fuera de las mazmorras, dejando al Rey sólo.
Naofumi entró abriendo la pesada puerta de metal, viendo a su rival destinado, atado de muñecas con unas cadenas y sentado en el suelo.
— Héroe de la Lanza. Al fin podemos conocernos.
— Tu debes ser el Rey Demonio. – Motoyasu no se inmutó a la presencia dominante de Naofumi. Regresando su mirada con odio.
— En efecto, lo soy.
— Te imaginé más alto. – Motoyasu se burló. — Estoy algo decepcionado.
— Yo también estoy decepcionado. – Replicó el Rey. — Esperaba que el siguiente Héroe fuera más noble y no un desagradable pajero con tendencias de buscarse un harem.
Motoyasu alzó las cejas, confundido por cómo el Rey Demonio conocía el significado de esos términos.
— Para ser un NPC eres sorprendente. Te doy eso.
— ¿Quién dice que soy un NPC? – Naofumi se acercó al Héroe y lo sujetó del cuello. — Mira bien mi brazo.
Motoyasu entreabrió sus ojos por la asfixia, viendo cómo la supuesta muñequera en el antebrazo del Rey se volvía un escudo resplandeciente con una gema preciosa incrustada en el centro.
Una gema similar a la que tenía su lanza.
— No es cierto... – Motoyasu fué arrojado de vuelta al suelo, haciendo que tosiera y dirigiera sus manos directo al cuello. — Tú eres...
— Era. – Naofumi corrigió, mostrando la consola virtual del Escudo. — Pero descubrí que este mundo está lleno de gente que no merece ser salvada. Todos se pusieron contra mí cuando vieron que obtuve este escudo.
— ¿También eres un invocado?
— Creo que eso es bastante obvio. – Naofumi siguió viendo su consola. — Tengo acceso a las mismas misiones de los héroes aún cuando cambié de rol. Supongo que es algo default. Y por eso te necesito.
— ¿De qué hablas? ¡No creas que voy a unirme contigo! – Motoyasu se levantó cómo pudo para confrontar al Rey.
— Eso es lo último que quiero. – Naofumi miró con asco al Héroe. — Pero es algo que por desgracia no puedo hacer por mi cuenta.
— Mejor para mí.
— Y te involucra a tí, idiota.
Motoyasu se vió molesto, caminando cerca de Naofumi para ver la pantalla virtual de su escudo.
— ¿Esas son Side-quest? – La curiosidad entró a Motoyasu.
— ¿Nunca has abierto las notificaciones?
— No sabía que las tenía en primer lugar. – Motoyasu se alzó de hombros desinteresado.
— Eres un Héroe terrible.
— ¿Me trajiste para consultarme o para insultarme?
Naofumi rodó los ojos mientras bajaba las side-quest ignoradas.
— Como sabrás, en este mundo hay distintos finales y rutas dependiendo de lo que hagas. Y dependiendo si haces las side-quest, tu destino también cambia. Pero en mi posición, sólo puedo verlas, más no puedo eliminarlas, ya que es una opción que sólo el Héroe en turno tiene.
— ¿Hay una side-quest tan mala que nos perjudica a ambos? – Motoyasu empezó a leer de arriba a abajo hasta encontrar una side-quest muy peculiar que lo hizo ponerse rojo.
— Parece que ya la encontraste.
La misión decía "besar al Rey Demonio".
— Esta es una clara broma de los desarrolladores. – Motoyasu miró escéptico. Alcanzando cómo podía con sus brazos atados su Lanza legendaria y abriendo la consola virtual.
— Te estaré esperando. Realmente no estoy bromeando. – Naofumi se cruzó de brazos, viendo cómo el Héroe buscaba la misión.
Motoyasu abrió los detalles de la side-quest, leyendo con rapidez si al menos la recompensa era algo bueno o sólo una misión de relleno.
Fue ahí cuando algo interesante hizo que abriera los ojos.
— Oye, dices que no la puedes eliminar hasta que la quite de mi tablero. Pero, ¿Qué no podías simplemente ignorarla?
— ¿Tienes idea de lo molesto que es abrir mi consola y que todo el tiempo esté saliendo esa y más side-quest? Se vuelve fastidioso después de las primeras veces.
— Entiendo. – Motoyasu quitó su consola y se acercó al Rey.
— ¿Puedes eliminarla?
— Lo haría. Pero hay un detalle que me interesó en esa misión.
— ¿En serio te interesa la side-quest? – Naofumi retrocedió al ver cómo Motoyasu se acercaba insinuante.
— Descubrí que si cumplo la misión, tengo la oportunidad de desbloquear una nueva lanza que no está en la ruta original.
Los brazos de Motoyasu se separaron, forzando las cadenas hasta romperse.
Naofumi chocó contra la pared y fue acorralado por el cuerpo del Héroe.
— ¡¿Pero qué...?!
— ¿Creíste que me dejé atrapar así de fácil? Sólo lo hice porque en todo mi viaje jamás he visto al temible Rey Demonio en persona. – Motoyasu se acercó al rostro de Naofumi hasta juntar respiraciones. — Pero no eres tan temible como esperaba.
— ¡Idiota, somos hombres...! – Naofumi trató de usar su escudo, pero Motoyasu reaccionó rápido y lo sujetó de las muñecas con una mano, alzándolas encima de la cabeza.
— No le veo problema si eso significa poder conseguir una lanza nueva.
— Espe...
Naofumi recibió un beso intenso de Motoyasu.
Aún si trató de cerrar los labios, el Héroe forzó el agarre en sus muñecas para que abriera su boca y metiera su lengua.
El Rey Demonio estaba siendo dominado, sintiendo la mano libre del Héroe recorrer su cintura y cadera hasta apretar uno de sus glúteos.
Los ojos de Naofumi empezaron a lagrimear, el cosquilleo en su lengua se extendía por el resto de su cuerpo, haciendo que perdiera el equilibrio.
Cuando Motoyasu decidió que era suficiente, separó sus labios, mostrando un leve hilo de saliva que conectaba sus labios.
Pero el Héroe sólo estaba recuperando el aire, ya que volvió a besar al Rey Demonio unos segundos después, tomando con nueva sorpresa a Naofumi.
— No sé si sea una trampa tuya. – Motoyasu se separó nuevamente de los labios rojizos del Rey Demonio, pasando su pulgar por los belfos. — Pero tienes unos labios muy suaves.
— Suéltame... – Naofumi jadeó en voz baja, recuperando aire y desviando su rostro en caso de que Motoyasu lo quisiera volver a besar. — Ya acabaste la misión.
En el fondo, el Rey Demonio se preguntaba porqué no se defendía cómo lo haría normalmente. Su cuerpo estaba pesado, las piernas le estaban temblando.
Lo peor es que el beso no había sido tan malo.
Motoyasu no soltó las muñecas de Naofumi, pero alcanzó su arma legendaria para revisar la side-quest. La misión había sido completada y su bandeja de notificaciones le indicaban dos mensajes nuevos.
— Has desbloqueado la Lanza de la Lujuria. – Motoyasu leyó en voz alta. — Eso suena más a una lanza decorativa.
— ¿Me asaltaste sólo por esa lanza? – Naofumi comentó molesto queriendo ver las notificaciones. — ¿Eso era todo?
— No. Al parecer desbloqueé una nueva ruta.
— Eso es imposible. Sólo hay tres rutas.
— Pues gracias a nosotros ahora existe la Ruta del Hilo Rojo. – Motoyasu leyó en la consola, haciendo enrojecer al Rey. — A diferencia de las otras rutas donde uno de nosotros debe morir, si seguimos esta ruta podemos salvarnos.
— No me gusta a donde te diriges. – Naofumi trató de safarse del agarre de Motoyasu.
— No seas llorón, solo fue un beso.
— ¡Eso fue más de un beso! – Naofumi se defendió, finalmente pateando una de las rodillas de Motoyasu para librarse. — ¡Más te vale no le menciones a nadie de esto o dejaré tu cadaver irreconocible!
Motoyasu sólo logró reincorporarse y destruir la puerta de la celda.
— ¡Igual no puedes cambiar la ruta si no me matas primero!
Naofumi trató de bloquear la salida con un escudo, pero no esperó que Motoyasu apuntara a la pared para salir y escapar de su mazmorra.
— ¡Desafiare el destino y seré el último en pie! – El Rey Demonio gritó furioso acercándose al enorme agujero en la pared mientras veía a Motoyasu teletransportarse con su lanza en una caida libre.
Juraba que en esos segundos de caída, Motoyasu le había guiñado el ojo.
— Maldito mujeriego.
El tiempo pasó.
Las misiones principales fueron cumplidas, pero Motoyasu todavía no se acercaba al castillo del Rey Demonio.
Naofumi sólo asumió lo inevitable y creyó que alguna de sus bestias terminó con el héroe.
Una pena, considerando que en el fondo esperaba con ansias esa batalla final.
Pero un día llegó la noticia por parte de Raphtalia de que el Héroe había cambiado su rumbo a un pueblo cercano a su reino.
Naofumi tuvo que contenerse y no ir a ver lo que planeaba Motoyasu. Le bastaba con saber que seguía con vida.
Pero le parecía muy poco profesional saber que el dichoso Héroe se tomaba su tiempo para llegar a su ansiosa batalla.
Si Naofumi ganaba, sería libre y con posibilidad de volver a su mundo. El siguiente invocado al mundo quizás tome su lugar.
Si Motoyasu ganaba, tendría el derecho de volver a su mundo. Y Naofumi moriría de manera permanente.
Y si ambos morían, sería el fin. El mundo seguiría girando, con nuevos invocados. Repitiéndo la maldición de ese mundo.
Naofumi dejó de importarle desde hace tiempo su mundo. Encontró un propósito siendo el domador de las olas del caos, el general de los demi-humanos y bestias. El villano principal del mundo.
Y no iba a dejar que un patético héroe pajero le arrebatara sus esfuerzos.
Sin importar lo fuerte que pareciera, o lo guapo que se viera, o por lo buen besador que fuera.
La cabeza de Naofumi comenzó a dar vueltas mientras se hallaba sentado en su trono.
El beso lo había descolocado y todavía lo atormentaba por lo incompleto que se sintió.
Debía tener la mente en el juego, prepararse y no subestimar a Motoyasu si pudo enfrentarlo y escapar de la forma que lo hizo.
Debía estar listo para afrontar que el héroe moriría bajo sus manos.
El viento árido soplaba con fuerza en el rostro del Héroe de la Lanza, mientras veía al horizonte el castillo impenetrable del Rey Demonio.
Se hallaba encima de un acantilado, viendo cómo el aura oscura rodeaba toda la zona en una peroetua noche.
Era un alivio que no tuviera que caminar todo ese trayecto y podía teletransportarse hasta la mazmorra ya que guardó las coordenadas.
— Teleport!
Motoyasu gritó, y en un rayo que resonó en la tierra del Rey Demonio, se infiltró en el castillo.
Motoyasu utilizó sus habilidades de la manera más bruta que pudo para salir de la mazmorra. Atacó las celdas con paredes de piedra pura, dejando hoyos enormes para pasar y acabar al final del pasillo que conectaba a unas escaleras que dirigían a su salida.
El ruido llamó la atención de los guardias, pero Motoyasu se abrió entre ellos electrocutando a todos con su Lanza trueno y dejándolos pasmados en el suelo.
Subiendo los escalones, Motoyasu pasó en frente de los refuerzos que venían a detenerlos y los dejó noqueados en fila con su Lanza trueno. No se detuvo sin importar las amenazas de los subordinados que trataban de arrastrarse hacia él.
Motoyasu no quería perder el tiempo.
Al subir el último escalón, se encontró de cara con el Rey Demonio. En una armadura nueva y oscura, con su capa verde, su mirada fría y el Escudo deslumbrando desde la gema.
— Finalmente llegas. Creí que te habías acobardado. – El tono molesto de Naofumi llamó la atención de Motoyasu.
— ¿Estás enojado porque llegué tarde a nuestra cita? – Motoyasu se burló.
— No te culpo por querer deambular un poco para ver tu último amanecer. – Naofumi recompuso su postura, invocando un escudo negro con detallado en rojo. — Porque no saldrás con vida después de matar a mis...
— No están muertos. Sólo paralizados por electricidad. – Motoyasu se hizo a un lado, para mostrar a los subordinados de Naofumi que temblaban en los escalones.
— ¿Qué...?
— Créeme, me contuve. A algunos los reconocía y quería matarlos, pero eso arruinaría mi esfuerzo de seguir la Ruta.
— ¿De qué ruta hablas? – Naofumi bajó la guardia, retrocediendo unos pasos para que Motoyasu saliera del pasillo.
— Una que beneficia a tus subordinados de no morir por mí o por las manos de los otros reinos si llegas a morir. – La Lanza de Motoyasu se transformó a los ojos del Rey Demonio. Era la Lanza de la lujuria.
— Esa es... – Naofumi se puso a la defensiva con su escudo.
— Nuestra única salida si queremos salir con vida de nuestra supuesta batalla final.
Los subordinados de Naofumi rodearon la sala principal, viendo espectantes a cualquier orden del Rey para empezar a atacar al héroe.
— Sólo piénsalo. No tiene sentido que uno de los dos muera y que se repita esta historia en donde ambos grupos pierden.
— ¿Desde cuándo decidiste volverte tan sabio? – Naofumi dió unos pasos adelante, todavía con su escudo en posición.
— Desde que me puse a planear la nueva ruta que seguiría. – Motoyasu confesó, caminando hasta quedar a unos pasos del Rey para poder hablar en voz baja. — Y desde nuestro incidente en las mazmorras.
Naofumi apretó los dientes, tratando de controlar el rojo que salía de sus mejillas.
— Te dije que no lo volvieras a mencionar.
— Tengo que hacerlo. – Motoyasu se inclinó hacia el rostro de Naofumi que estaba siendo cubierto por su escudo. — A menos de que quieras repetirlo en frente de tus soldados.
— ¿Porqué querrías...?
— Es lo único que tengo que hacer para completar la ruta. Es un precio bastante bajo, ¿No?
— Amo Naofumi, ¡Solo dé la orden de ataque! – La voz de Raphtalia resonó en el circulo de demi-humanos y bestias que veían preocupados al Rey Demonio.
Naofumi desvío su vista a su compañera. Pensó por un segundo si en ese momento tendría lo necesario para acabar con Motoyasu, quitando todo orgullo o ira de lado.
Luego se dió cuenta de que Motoyasu había bajado su escudo con las yemas de sus dedos, ignorando la sangre que salía por tocar los filos puntiaguidos que rodeaban su arma legendaria.
Eso fue suficiente para darle escalofríos.
— ¿Quieres hacer el espectáculo de nuestra batalla final aquí con tus subordinados viendo? ¿O prefieres una batalla más privada? – Las palabras insinuantes de Motoyasu enfurecieron a Naofumi.
Sabía que no podía ganarle.
— Eres el héroe más infernal con el que he peleado.
— Dejaré que me guíes a nuestro lugar de batalla. – Motoyasu dejó algo de espacio para que Naofumi deshaciera su escudo.
Los subordinados vieron preocupados a su Rey.
— Por un código de honor, enfrentaré en privado al Héroe de la Lanza. Será rápido. – Naofumi agachó la cabeza. — Así que por el momento, todos reunanse en la sala de trono para que dé mi anuncio cuando terminemos.
— ¡Seguro es una trampa, déjeme acompañarlo! – Raphtalia replicó entre el grito de indignación de sus demás compañeros.
— ¡Ya lo decidí! – Naofumi gritó, tomando del brazo al Héroe de la Lanza. — ¡Ahora vayan! ¡Prometo reunirme con ustedes tan pronto termine con este héroe de pacotilla!
En un estruendo, Naofumi usó teletransportación.
Acabaron en los aposentos del Rey Demonio.
Motoyasu veía con curiosidad el cuarto sombrío antes de ser empujado a la cama por el Rey Demonio.
— Terminemos con esto de una vez. – Naofumi acorraló a Motoyasu con sus brazos. — Solo tienes que besarme y ambos seremos libres, ¿No?
— Sí. Aunque olvidé mencionar un pequeño detalle. – Motoyasu aferró su mano a la Lanza de la lujuria.
— ¿Qué sería ese pequeño detalle? – Naofumi se acercó amenazante al rostro de Motoyasu.
Con rapidez, Motoyasu tocó con la punta de su lanza el cuerpo del Rey Demonio, haciendo que Naofumi quedara en shock por un electrizante rayo purpura que rodeo su cuerpo.
Naofumi jadeó y tembló por el toque de la lanza, aferrándose a las sabanas por el calor que lo rodeaba.
— ¿Qué...? ¿Qué hiciste...?
— Yo no hice las reglas. – Motoyasu abrazó al Rey Demonio con su brazo libre para acomodarlo y sentarlo encima de su regazo. — La ruta especifica de que debo besarte mientras te toco con mi lanza.
Nuevamente, Motoyasu dió un roce a la armadura con la punta de la lanza, haciendo que Naofumi gritara por el choque eléctrico.
— ¡Dejá de joder! ¡Sólo hazlo!
— Mmm... – Motoyasu tomó el mentón de Naofumi y lo acarició con su pulgar. — Lo haré cuando te disculpes por matar a todo mi equipo mientras venía de camino aquí.
Naofumi vió furioso al héroe, sin energías para poder salirse de su regazo.
— Esas perras se lo merecían, no eran tan heroicas cómo tu pensabas. – La voz temblorosa de Naofumi derramana rencor. — Ellas también fueron mis compañeras antes de volverme lo que soy ahora.
Un nuevo toque de la Lanza hizo que Naofumi se aferrara a los hombros de Motoyasu, quien no se inmutaba a su historia.
— Suponiendo que tus palabras sean ciertas. ¿Era necesario el castigo excesivo que les pusiste al hacer que tus hombres las dejaran en una cueva de bestias cerdos?
— Era apenas justo... – Naofumi se rió, todavía sintiendo los estragos de la electricidad en su cuerpo. — ¡Ellas no merecían la misericordia de una muerte rápida! ¡No después de traicionarme y dejarme a mi suerte porque era un débil ante sus ojos...!
Un nuevo toque de la lanza dejó a Naofumi gritando por la intensidad. Alzó la cara, incapaz de cerrar la boca y salivando por el dolor.
Cuando Motoyasu decidió que era suficiente, dejó que el cuerpo flácido de Naofumi recostara su cabeza tras su hombro.
Empezó a escuchar pequeños jadeos y un leve llanto por parte del Rey Demonio.
— ¿Porqué no me advertiste ese día que me secuestraste?
— Creí... Creí que no me escucharías... Cómo todos los demás... – Naofumi explicó, lagrimeando encima de la capa de Motoyasu. — Sólo tengo mi palabra...
— ¿Qué tan dispuesto estás de confirmar tus palabras? – Motoyasu acarició la cabeza de Naofumi.
— Y-Yo... Me ofrezco a que pongan una marca de esclavo temporal... Sólo para que me crean... – Los ojos de Naofumi no se cerraban todavía por el shock, las caricias del héroe hacían que todavía no se desmayara.
— Eso suena excesivo. – Motoyasu soltó la lanza para abrazar el cuerpo del Rey Demonio. — Pero de las pocas veces que hemos hablado, jamás me has mentido. En cambio mi equipo... Admito que había veces donde me dejaban por mi cuenta o se ponían de acuerdo para mentirme cuando querían algo... Pero no decía nada para contentarlas.
Los llantos de Naofumi se volvieron más fuertes. Era lo mismo que le ocurrió a él cuando todavía era un Héroe.
Motoyasu dejó el abrazo para tomar del rostro al Rey Demonio. Lo había roto por completo. El rostro dominante, ahora estaba llorando, con labios temblorosos y mejillas rojas, dando una mirada suplicante para que terminaran con todo.
— Creo que jamás hice esta pregunta antes, pero ¿Cómo te llamabas antes de volverte el Rey Demonio?
— Naofumi... Iwatani Naofumi. – El Rey contestó bajo la mirada intensa del Héroe.
— Me gusta cómo suena. – Motoyasu limpió las lágrimas de Naofumi con sus pulgares. — Soy Kitamura Motoyasu. Nunca nos hemos presentado de manera formal.
— ¿Porqué haces esto...? – Naofumi gimió cuando vió a Motoyasu tomar de nuevo su lanza.
— Me parece justo que conozcamos nuestros nombres si vamos a estar juntos.
Motoyasu besó sin aviso al Rey Demonio mientras lo tocaba nuevamente con la Lanza de la lujuria.
Esta vez Naofumi no gritó de dolor o peleó. La electricidad se sentía muy ténue después de las otras veces. Ahora era una calor reconfortante que lo hacía inclinarse más al beso.
Una suave luz iluminó el cuarto gracias a las armas legendarias, desapareciendo por un centello.
Al terminar el cálido beso, Naofumi jadeaba por aire, tiritando por la adrenalina y viendo deseoso al Héroe de la Lanza.
— Motoyasu... ¿Verdad? – Naofumi gimió, dudando de sus palabras.
— Sí... – El héroe tampoco estaba en mejores condiciones.
De todos los besos que había dado en su vida con otras chicas, por primera vez sintió una chispa que lo dejaba pidiendo más.
Por primera vez sintió que estaba dando un beso genuino.
— ¿Podemos repetirlo? Está vez sin el arma.
Motoyasu sintió que su corazón latía cómo loco. ¿Acaso era el mismo Rey Demonio con el que estaba tratando de pelear desde que llegó al mundo?
— No puedo decirle no a esa cara... – El Héroe soltó su lanza nuevamente, besando a Naofumi y saboreando sus labios.
Los dos terminaron cayendo de vuelta en la cama. Sin separar sus labios y quitándose las pesadas armaduras en el proceso.
Su batalla tomó una buena media hora antes de que recordaran que tenían a todos los subordinados del Rey Demonio esperando en la sala del trono.
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