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P A R A I S O

Vivir significa estar en constante estado de catarsis, si comparamos con la insignificancia de una vieja cinta de película, podemos concordar que ambas tienen una duración inevitablemente efímera.

26 de noviembre, 1943

La batalla de Torawa contra los Estados Unidos, había resultado en una inminente victoria. Decenas de camiones se arrastraban cargando los cadáveres de aquellos soldados cuyo infausto final emanaba un nauseabundo olor por las calles del país que defendieron, aquel que orgullosamente alzaba el emblema del sol naciente; el grande Japón imperial.

Prestando atención, era posible escuchar el rugido del viento murmurando en sintonía con el crujir de las rocas bajo las pesadas llantas, aunque, si se prestaba especial esmero, también era posible admirar la taciturna plegaria que se cernía al alma como un escalofrío o como un susurro emergente de la fatalidad. Un fúnebre trayecto hacia el palacio de Tokio donde esperaban por su llegada.

En el otro lado, al interior de dicho palacio, se encuentra un hombre consumido por el estrés y las pocas horas de sueño; retira la pipa apresada entre sus labios resecos y exhala el humo por la nariz deseando que su frustración también se disipe en el aire. Tiene la vista centrada en la hoja que él mismo ha redactado incontables veces en la máquina de escribir, no puede permitirse ningún error. La cabeza le punza y sus párpados se sienten pesados, así que, inevitablemente maldice irritado cuando tocan tres veces la puerta de su despacho. Exhausto da otra calada y exhala esta vez por la boca.

— ¿Señor? — Enseguida otra serie de golpes resuenan en un eco que amenaza con reventar sus tímpanos.

— Adelante. — Anuncia en voz alta. Un joven teniente entra sigiloso hasta posicionarse erguido frente al escritorio.

—Señor, le presento el reporte de las bajas que hubo durante la batalla de Torawa. — Deja las hojas sobre el escritorio sin atreverse a mirarlo, inquieto espera la respuesta del contrario.

—Lo revisaré. Comunícale a Jo Seonggeun que convoque una reunión en el cuartel general para esta misma noche. —Ordena sin quitarle la vista al hombre frente suyo.

—Sí, señor. Con permiso. —Sale apresurado cerrando la puerta cuidadosamente. Transcurren solo un par de minutos, pero el cuerpo del mariscal se ha tensado lo suficiente como para considerar la idea de revisar ese reporte para más tarde. "No, maldita sea, no deberías. Tienes que preparar los argumentos para la bendita reunión."

Sin hallar buenas razones, desliza las hojas hacia él sin querer leer realmente el contenido.

4, 690 muertos.

17 japoneses y 149 coreanos capturados por estadounidenses.

1, 220 heridos.

14 tanques destruidos.

Detiene sus movimientos mientras lee las cifras, siente su estómago revolverse con la revelación de la cantidad ridículamente grande para lo que supone una batalla tan pequeña. Ha sido una victoria, sí, pero las grandes pérdidas resultan demasiado contraproducentes para el imperio. Las punzadas en su sien se intensifican ¿Realmente había una forma factible de solucionarlo?

Cuando la noche llega y todos los oficiales de alto rango se encuentran reunidos, no siente ningún tipo de sorpresa cuando el escándalo se debe al estado de ebriedad con el que festejan la victoria; mujeres, costosas botellas de vino y un banquete que el mismo emperador ha ordenado. Las estrategias, información que lograron recopilar de algunos soldados estadounidenses capturados, los probables ataques, entre otras situaciones de carácter bélico; todo eso estaban por la mierda.

Afuera apestaba a muerte y la gente viva se refugiaba en las promesas endulzadas de aquellos que en ese momento se ahogaban en gozo y privilegios, de todos esos que se creían triunfantes aun cuando la soga en el cuello estaba cada vez más apretada. ¿Cómo podían celebrar cuando la guerra estaba llegando a su punto culminante y Estados Unidos era el adversario directo? Quizá no lo ignoraban, quizá todos ahí estaban conscientes de la forma en la que terminaría todo.

¿Qué podía hacer él? Si el emperador, aunque con la misma expresión apacible de siempre, incentivaba a festejar una victoria que más temprano que tarde tendría consecuencias.

—Bebe más, el vino está exquisito — ofrece el teniente general que a propósito interrumpe la tribulación del mariscal. El contrario niega con la cabeza, escrutando el desvergonzado rostro enrojecido de su compatriota —. Vamos Taehyung, únete a nosotros. Sé que esto te molesta, pero sabes que no se hará nada hasta que el emperador ordene una reunión formal. —Baja la voz para que solo ambos estén enterados de la conversación, el pelinegro le dedica una mirada cansada acentuada por las ojeras bajo sus ojos, y el teniente sonríe sardónico mientras bebe de su copa.


Al transmitirse la cinta nunca se detiene, se mantiene continua e imperturbable incluso cuando la historia llega al punto donde los acontecimientos, que para entonces parecían ser relevantes e indiscutibles, terminan por quebrantarse ante la puesta en escena del acto principal; el desconocido desvío que puede resultar dañino o bellamente satisfactorio.


—¿Qué tipo de supervisión? —Interroga a Paik Sun-yup, el general que además de ser políticamente su persona de mayor confianza, también era su amigo.

—Es sobre la administración de militares que resguardarán la fábrica, la que está apenas saliendo de Chiyoda. —Explica sin querer profundizar tanto en el tema. —Disciplinas a varios grupos del ejército, nos será de gran ayuda que nos des tu opinión al respecto, ya sabes, si hay algo que podamos mejorar.

—Sun, sabes que estoy ocupado ¿No? —Detiene el paso seguido de sus escoltas japoneses, quienes se mantienen ajenos a la conversación de ambos superiores.

—Lo sé, no nos tomará mucho tiempo, de verdad solo será una diminuta supervisión. —Lo toma por el brazo tirando de él para continuar la caminata. El pelinegro, aunque no pone real resistencia, tampoco está convencido; si acepta tendría que abandonar sus deberes del día y eso significaba la acumulación del trabajo y estrés. Por otro lado, si lo rechazaba, estaba tan seguro que Sun-yup lo hostigaría hasta hacerlo ceder bajo presión y eso era aún peor. Se dejó arrastrar, de todas formas ¿Había otra opción?, No, claro que no la había.

Desganado continuaron y media hora después ingresaron a la gran fábrica que los esperaba con un pequeño grupo de soldados que tenían la tarea de escoltarlos. Al adentrarse más allá del vestíbulo, lo primero que llamó su atención fue un grupo de soldados riéndose y apresurando el paso hacia algún punto donde aparentemente había más de ellos. Taehyung ralentiza sus movimientos tratando de averiguar superficialmente la razón del escándalo, de nuevo su atención se centra en un par de soldados que pasan corriendo hacia donde se ha ido el primer grupo. Siente la enorme necesidad de saber lo que pasa, entonces haciendo una seña a su acompañante, ambos hombres de alto rango terminan desviando su camino hacia el pasillo que conduce a la intemperie.

—¿Qué está pasando aquí? —Pregunta a su compañero. Sun-yup extrañado por la conducta de sus hombres, estira el cuello intentando ver más allá de la gente uniformada, él tampoco conoce la razón de dicho alboroto.

—Guarden silencio —levanta la voz con irritación. El alboroto comienza a cesar en cuanto los soldados se dan cuenta del par, apresurados se organizan en una formación lineal.

—Señor, llegaron dos nuevos cargamentos de mujeres, como usted sabe, esta fábrica la han adaptado para una nueva estación de confort. — El teniente encargado informa tras obtener un silencio absoluto. — La causa de tal alboroto se debe... a un vergonzoso error que no volverá a suceder —desprecio en su tono de voz y los labios curveados en disgusto. La atención del gran mariscal cae cuidadosamente en dicho hombre; decide abrirse camino al lugar donde las jóvenes mujeres se encontraban formadas mientras el personal médico les tomaba datos y les realizan un corto chequeo físico. Parecen tan asustadas — , vienen de nuestra Corea, de Busan para ser exactos. — Y esta vez, Taehyung las mira con mayor detenimiento tratado de encontrar el problema. Cuando un japonés mencionaba a Corea era en realidad una forma sarcástica de denigrar a su gente, por lo tanto indicaba que algo realmente malo había sucedido.

—Exponga cuál es la anomalía de la que habla. —Ordena tras no haber hallado algo sobresaliente. El teniente, que hasta entonces no le había quitado la vista de encima, sonríe autosuficiente y señala con la cabeza hacia el lado contrario de donde se encontraban las mujeres. Ahí, muy alejada del resto, una de ellas se mantenía hincada en el terroso suelo donde apenas se distinguía el azul de su vestido y una parte del rostro escondido tras el enmarañado cabello castaño.

—¿Lo ve, Señor? —Pregunta expectante y ansioso, Taehyung levanta las cejas fastidiado. No, no ve cuál es el problema. —Permítame —trota hacia ella, al llegar se coloca en cuclillas y alzando la vista para verificar que todos ahí le estén prestando atención, se permite sonreír sardónico. Sí, no hay nadie que no tenga la vista sobre él. Sorpresivo toma en un puño el cabello de la joven y tira hacia atrás sin cuidado, mostrando a todos el rostro contraído en dolor y haciéndolos testigos de un alarido agudo; se siente orgulloso cuando los murmuros se levantan entre la muchedumbre.

Taehyung y Sun-Yup avanzan apresurados hacia el par, el primero cada vez más irritado con el escándalo del jodido hombre que no pudo ser conciso y decidió armar un escándalo. Estando frente a ellos, se permite observar el rostro de la mujer inmovilizada por ese hombre; encuentra una pequeña herida justo en el pómulo izquierdo, la nariz sangrante, raspones en la barbilla y algunos moretones en los brazos. Revisando una vez más su cuerpo nota que su puño se aferra a la parte superior del vestido que intenta cerrar mientras que sus otras extremidades eran sometidas a la inmovilidad ¿Era eso? ¿El problema estaba en su pecho?, busca su mirada, no hay un motivo específico, pero cree que ahí encontraría lo suficiente para armar deducciones. Solo fue un segundo, un pestañeo duró el choque de sus miradas; ojos grandes, aterrorizados y brillantes en lágrimas lo vieron a él con miedo, a Taehyung que estaba tan confundido al no haber sido capaz de encontrar el error.

—Ella no está mal —señala hosco después de un momento. Como si el hombre estuviera esperando esa respuesta, ensancha una sonrisa excitada.

—¿Está seguro, Señor? —No espera una afirmativa, en su lugar forcejea con la mujer hasta empujarla al piso, sometiéndola bocabajo con su grande mano presionando fuertemente en su nuca mientras que con la otra toma el borde de la falda y la levanta hasta la cadera, la blanca carne y las bragas que se ciernen al esbelto cuerpo quedan expuestas. Todos pueden escuchar las súplicas de una voz ahogada en llanto que hacen de aquella cruel humillación, una escena morbosa. El hombre se siente tan embriagado en expectación que violentamente baja la ropa interior, y cuando le da la vuelta al cuerpo que sigue luchando por quitarse al hombre de encima, es cuando el mariscal de campo puede comprender el motivo de tal alboroto.

—¿Lo ve ahora? —Taehyung mantiene su semblante inexpresivo. —Parece una puta bonita, pero no es más que un asqueroso maricón. —Las risas que no pretenden ser discretas, vuelven a llenar el patio principal, las mujeres se ven unas a las otras confundidas, manteniéndose juntas sin entender nada de lo que los soldados japoneses vociferan. Sería mentira decir que deseaban apartar la vista del lamentable chico que intenta bajar su falda con intentos desesperados, la verdad es que resultaba demasiado escandaloso para no ser juzgado.

Taehyung lo ve tirado en el suelo, con las rodillas dobladas a la altura de su pecho y ambas manos cubriendo su cabeza; un bulto pequeño e insignificante. Siente tanta... lástima por él. Porque solo era lástima ¿Cierto?

—No harán nada en contra de ese hombre. —Advierte. La gente desorientada levanta una nueva oleada de protestas ante tal disparate.

—¿Por qué no? Esta aberración debió estar enlistado en el ejército, al igual que los demás, pero como está claro que de hombre solo tiene el pene, lo mejor sería ejecutarlo. —Las palabras de apoyo por parte de los soldados eran tan irritantes.

—¿Escucharon?, Dije que no harán nada en contra de este hombre, es una orden. Seré el único con el poder de decidir sobre esta persona; él permanecerá en esta fábrica junto a las mujeres que vinieron con él ¿Entendido o hay alguien que desea cuestionar mi autoridad?

—No, señor. Entendido. —El teniente baja la cabeza en señal de respeto, reprimiendo la cólera que burbujeaba en su sangre, ¿cómo era posible que se permitiera tal falta? Pero claro, el mariscal era procedente de la corrompida Corea, no podía acreditar que alguien tan denigrante estuviera ocupando una de las máximas autoridades japonesas, Taehyung era un profanador ¿Qué podía hacer él?, buscaría la forma de desquitarse con alguien, ¿y quién mejor que el motivo de su reprimenda?


Existe el máximo motivo que romantiza a la vida, el concepto más abstracto del que muchos conocen y tan solo unos cuantos presumen de su fracaso disfrazado de éxito.


Han pasado dos semanas en las que el castaño reside en la fábrica, y a pesar de ser un tiempo relativamente corto, han sucedido tantas cosas que remarcan el suicido como la entrada al paraíso y la salida más efectiva del infierno, él mismo ha sido testigo de los charcos de sangre bajo la planta de sus pies luego de que alguna de sus compañeras hallara la forma de morir, de conseguir el milagro.

Todas y cada una de ellas habían sido engañadas; llegaron con la creencia de ser las nuevas trabajadoras de costura, así es como los soldados las habían reclutado. Les dijeron que hacía falta personal para acelerar el procedimiento de uniformes militares tras el apogeo de la guerra y la integración de más soldados, aunque bueno, en realidad esa era una de las tantas mentiras. Eran muchas mujeres jóvenes y él se sintió afortunado al no tener problema con mezclarse entre ellas, creyó tener la dicha de esconderse tan bien como para no ser descubierto y obligado a enlistarse. Su grupo llegó en un ferry, transbordaron un barco que las llevó a Tokio, fueron escoltadas por oficiales japoneses de alto rango quienes las llevaron al patio de la fábrica donde el personal médico del ejército revisaban sus cuerpos y condiciones de salud.

Nadie sabía. Mujeres de consuelo les llamaron, las prostitutas "pagadas" por el gobierno, un gran y merecido premio para los soldados que combatían por el país, pero todas y cada una de ellas no eran más que víctimas, el objeto para saciar el morbo de hombres estresados. Francamente, el chico castaño se sentía egoísta, porque a pesar de ser usado como un saco para liberar estrés mediante golpes y humillaciones, lo cierto era que él no tenía que soportar las violaciones, así que se abstenía de admitir su sufrimiento, se obligaba a no compadecerse de sí mismo.

Cada semana llegaban cargamentos no solo coreanas y japonesas, también provenientes de Filipinas, Malasia y Tailandia. Eran golpeadas si se resistían, a veces castigadas con nada de comida cuando intentaban escapar, en el peor o mejor de los casos, ejecutadas.

Para evitar la sífilis les daban potentes fármacos que deterioraban su salud y las dejaban estériles, pero si tenían la mala fortuna de embarazarse, les extirpaban el útero para que regresaran a trabajar. A veces, cuando el día terminaba, los médicos iban a curar las partes de cuerpo que lo requerían, y eso era un privilegio porque en muchas estaciones de confort el trato era peor, se debía a que la fábrica estaba en la capital y el emperador quería lo mejor para los soldados que compartían dicho territorio.

Sucio y denigrante. Mientras todas ellas eran violadas sin ningún ápice de compasión, los grandes funcionarios tenían el descaro de hacer informes clasificándolas como enfermeras, costureras y secretarias bajo su cuidado.


Un concepto universal que resulta distinto para muchos, pero ciertamente nacía en la fragilidad de una débil chispa.


El chico aprendió a obedecer bajo cualquier concepto, a no llorar demasiado fuerte cuando lo golpeaban, aceptó que hasta una respiración demasiado fuerte podría llevarlo a los golpes más dolorosos, por eso se sintió desorientado cuando aquel hombre lo veía detenidamente como si tratara encontrar hasta la menor de sus características físicas, y aún más desconcertante cuando en silencio se lo llevó a rastras hasta que sus pies descalzos se llenaron del húmedo lodo tras la salida de la fábrica. ¿Había conseguido que le cedieran el milagro?, estaba ansioso, si era lo que pensaba, entonces estaría tan cerca la liberación por la que rezaba fervientemente. Se resignó a la muerte.

Caminaban demasiado ¿Por qué el camino tenía que ser tan largo?, sus pies heridos le dolían, ese hombre no se detenía y tampoco dejaba de sujetar fuerte su muñeca, no habló hasta que llegaron al portón de una casa de aspecto tradicional.

—Aguarde —demandó cuando soltó por fin su mano, no le quitó la vista aun cuando tiró de un cordón sobresaliente y el sonido de una campana resonó al otro lado de la puerta, inmediatamente volvió a tomar su muñeca como si el castaño tuviera la fuerza e intensión de salir corriendo. Confundido, el chico desconfió cuando le hizo entrar después de que una señora abriera el portón. Había un patio amplio con un frondoso jardín a los costados, al centro, una casa tradicional simple y de dos pisos.

Cuando el portón fue cerrado a sus espaldas, el hombre detrás suyo por fin lo soltó e indicó que lo siguiera, dubitativo caminó a su lado hasta el interior de la casa. Fue inevitable sorprenderse con el tipo de lujos, sobre todo por los electrodomésticos, que si bien sabía, podían considerarse una traición al país por el hecho de ser extranjeros.

El hombre volvió a tomarlo por el brazo dirigiéndolo esta vez a un pasillo que condujo a una habitación cuya puerta entreabierta mostraba tan solo el piso de mosaico. Un baño.

—Pedí que llenaran la tina con agua caliente. Hay jabón en aquel mueble y las toallas las puse sobre la tapa del escusado —señala con la cabeza —. Cuando termines de ducharte, me llamas. —Con calma sale del baño cerrando la puerta con seguro. El castaño no entiende qué sucede, no encuentra razones por las que él se encuentre en tal situación, y a decir verdad, tiene miedo ¿Qué si no se ducha? Era probable que lo golpearan si no lo hacía, así que sin pensarlo más, busca el jabón y entra al agua que ya se ha entibiado.

Taehyung esperó fuera del baño en espera del desconocido, tan solo habían transcurrido unos cuantos minutos cuando escuchó el ruido estridente del agua siendo golpeada y un grito ahogado que lo alarmó; apresurado entró al baño, fue espectador de un cuerpo desnudo que luchaba con salir fuera del agua, y él, sintiendo que los nervios le entumecían los músculos, corrió a la tina; el cuerpo resbaloso y los movimientos aterrados complicaban absolutamente todo, desesperado enterró sus uñas en la carne hasta que logró sacar el torso, y con fuerza, lo trajo fuera de la bañera donde ambos terminaron cayendo al suelo.

El chico tosió impetuoso, respirando el aire tan fuerte que resultaba doloroso; no lo logró, la oportunidad de encontrar su salvación fue interrumpida. Rompió en llanto, uno frustrado y devastador. Taehyung lo miró en silencio aún con el corazón agitado y el cuerpo tenso, se levantó con dificultad para tomar las toallas, y dudando de sus acciones, terminó por envolver en ellas al casi esquelético cuerpo contrario. El castaño no hizo nada, dejó que el mariscal lo levantara en sus brazos como un muñeco de trapo mientras seguía lamentando su fracaso.

Lo llevó a su habitación, dejándolo sentado en el futón extendido sobre el suelo, esperó a que se tranquilizara un poco, y cuando sucedió, le puso una toalla en la cabeza para comenzar a cercarle el cabello en silencio bajo la mirada atenta de esos grandes y acuosos ojos, podía notar como el contrario se encogía con miedo bajo su tacto.

—Por favor, póngase esto —dejando la toalla de lado, alcanzó la ropa interior junto con la base de un kimono que era parecida a una túnica. Taehyung se volteó dándole privacidad, pero el chico no se movió de su lugar ni tampoco tuvo intensión de obedecer.

—¿Qué pretende con esto? —Por fin hablaba mostrando repudio en su voz enronquecida. La posibilidad de ser abusado lo hacía sentirse asqueado y completamente aterrado.

—No lo sé. —Relame sus labios. —No pretendo hacerle daño.

Silencio.

La amenidad de los días pasó, las cosas eran extrañas, pero también... pacíficas. Después de ese día, el castaño se quiso convencer de que ese hombre de expresiones duras no parecía suponer algún peligro para él, Taehyung lo evitaba cuando estaba en casa, que era prácticamente en las noches cuando llegaba a dormir — aunque había sido puesto al cuidado de la señora que esa vez abrió el portón, que ahora sabía, también cocinaba —.

Su estadía era inquietante, a la vez monótona; le parecía la calma antes de la tormenta, ¿o podía ser posible que fuera la calma después de la tormenta?, No estaba seguro. Seguía encerrado como en la fábrica, pero nadie lo agredía, comía bien y le era permitido ir a cualquier parte de la casa a excepción del despacho. Como fuera, de igual manera se sentía perdido.


El resplandor que con la fina briza del viento, se va encendiendo.


Para entonces, los meses habían pasado y la monotonía transfiguró a la expectación de anhelos susurrados al aire, la latente curiosidad por quién era el otro.

Sentado en el banquito junto a Taehyung, quedó embelesado con los largos dedos que tocaban fluidamente las cuerdas del gayageum; el melódico sonido que lo encriptaba en los recuerdos de su infancia donde, aún en Busan, su madre tocaba la tradicional gagaku mientras él comía un tazón de arroz.

—¿Conoce a Mozart? —El castaño asintió. —Quiero que escuche algo, es una adaptación de Turkish March. — Cuando la melodía sonó, hubo algo más que la danza de las notas y la vibración del sonido, era más liviano que el aire y mucho más pesado que el plomo. Un sutil destello precedente de la costumbre.

—¿Cómo puedo llamarte? —Se aventuró a preguntar aún centrado en el instrumento. Taehyung había esperado todo ese tiempo a que el castaño lo mencionara por sí mismo, pero dado a que tal cosa no ocurrió, necesitaba probar su suerte; no se creía capaz de llamarlo por otro nombre que no sea el suyo.

—Jeon Jungkook, señor. —Lo miró bajo el largo flequillo que cubría parte de sus ojos. A Taehyung le pareció que su nombre le quedaba perfecto, ¿así se llamaba el enigma embelesador?

—¿Jungkook? —Repitió en voz baja llamando la atención del contrario —quizá sea absurdo decirlo, pero me llamo Taehyung —Dios, ¿por qué se sentía tan abochornado? El mariscal desvió la mirada con una sonrisa nerviosa y el castaño lo observo con curiosidad.

—Sí, lo sé —soltó una risa que lejos estaba de ser disimulada, a Taehyung le fue inevitable desviar la vista hacia los labios curveados que descubrían unos bonitos incisivos sobresalientes; fue cálido, como un sol abrazador tocando la nieve.


Encendiendo tanto que las llamas se alzan peligrosas, ardientes, dolorosas y sobre todo, preciosas.


De vez en cuando cruzaban palabras, un par de miradas y preguntas sutiles que pretendían indagar sobre los gustos del otro, el tiempo era complicado y sus encuentros bastante fugaces. Aunque bueno, quizá resultaba más que complicado, pero aún en tal situación ambos buscaban ese pequeño respiro; Taehyung llegaba más temprano a casa y Jungkook dormía más tarde. Resulta complejo explicar cuándo fue que todo cambió, ni siquiera pudo ser perceptible lo suficientemente temprano como para detenerlo, y si en dado caso hubieran podido frenar ¿Lo habrían hecho?

A vísperas de invierno, durante la sencilla cena que había culminado con una tarta de cerezas hecha por el más joven —y que de su sorpresa no salía el haber encontrado dicho fruto en esas épocas del año—, fue inevitable sentir que el clima dentro de casa se volvía bochornoso aún con la tormenta de nieve cayendo persistentemente sobre Japón. Con el codo reposando en la mesa y la mejilla apoyada en la palma de su mano, Taehyung admiro bajo las largas y sedosas pestañas, unos ojos negros almendrados que resplandecían como los de un ángel de pureza naciente; rememoraba que cuando el clima favorecía y el sol besaba su rostro, resultaban tan dorados como la miel, y cuando la luna hacía brillar su piel bajo el cielo nocturno, negros obsidiana.

Jungkook estaba inquieto, mirándolo de vuelta, a veces desviando su vista efímeramente hacia la boca del mariscal; repentino como el primer copo de nieve que descendía del cielo, la cercanía de ambos cuerpos menguó, de las miradas prolongadas que destilaban temores, sentimientos y deseos, el esperado contacto de sus labios aconteció como el choque de una briza y los rayos del sol. Taehyung tomó el valor de tomar con recelo el par de caramelos que Jungkook tenía por labios, trazó el belfo inferior con su lengua antes de continuar besándolo con lentitud, sintiendo en sus bocas el sangriento dulzor de las cerezas y el tibio contacto de sus labios y lenguas empapadas de saliva.

Se sintió como si hubieran ingerido una estrella fugaz; en sus estómagos la explosión centellante de lo desconocido, una presencia que tatuaba en sus memorias la imagen más trascendental de sus recuerdos. Haberse besado era el efecto colateral del deseo. Quizá más que deseo.

¿Era ese el acto principal de su historia? No estaban seguros, tampoco les importaba si no lo era, en ese momento no hubo nada más liberador que arrancarse la máscara que llevaban puesta desde su nacimiento, se mostraron la parte de sí mismos, que con recelo, mantenían oculta en una fúnebre caja con el interior lleno de piedras preciosas y el exterior esculpido en plomo.

Entonces inició la escritura de sus páginas en blanco, se llenaron de besos, caricias, poesías y postres deliciosos, paseos discretos por las calles de Japón, música y largas noches donde se entregaron al otro; promesas susurradas al aire.

—Pretendamos que no hemos nacido —determinó con los ojos cerrados y los labios del mariscal besando sus párpados —, esta vida es- no. Esta no puede ser nuestra vida. Quizá... en otra oportunidad y en otra época. —Taehyung entonces sonrió al sentir esa punzada en el pecho, pero asintió despacio. Él no creía en tales cosas como la existencia de la reencarnación, pero en ese momento realmente deseó que fuera real —Para entonces, Hyung, seré una bonita chica y nadie podrá señalarnos, lo prometo —Taehyung lo imaginó; ellos dos saliendo a la calle tomados de las manos, la gente pasando a sus costados sin prestarles atención, pero en la imagen de su cabeza estaba él y Jungkook, él y el chico.

—¿Para entonces quieres ser mujer? —Le preguntó apretando sus brazos alrededor de la blanca cintura desnuda. Jungkook guardó silencio, abrió los ojos y fijó la vista al techo por un rato. ¿Él quería? Había muchas cosas que las mujeres podían tener y que él deseaba, pero si era de esa forma ¿Por qué lo pensaba tanto?, Quería ser él mismo, ¿pero para serlo, tenía que tener otro género?

—Sería más fácil para nosotros ¿Verdad? —Giró el rostro hacia la izquierda, sus rostros quedaron juntos, tan cerca que sentían el roce de sus narices y la respiración sobre sus bocas —Me gustan mucho los vestidos, el cabello largo, hasta el maquillaje, pero- —El mayor detuvo sus palabras con un beso suave sobre sus labios.

—Es tu decisión, cariño —afirma sonriente mientras la palma de su mano asciende por su torso hasta llegar a la pálida mejilla —, estoy tan seguro que de cualquier manera caeré.

Promesas susurradas al aire, un pacto de almas.


Amor, el falso némesis de innumerables interpretaciones, para esta ocasión, amar a alguien era darse cuenta de la putrefacción de su alma, y aun así, encontrarla hermosa.

Despertando en la realidad donde los rollos para películas terminan por consumirse en un final incompleto y la infelicidad es fundamental en el sentido de la vida, veamos esta historia como la trágica burla al anhelo; falso némesis.


Meses después, cuando la nieve se derritió y la primavera floreció junto con las guerras y las muertes, la fatalidad y la catástrofe, un delgado cuerpo envolvía entre sus brazos a otro más fornido, más grande y también más vacío.

Jungkook se desarmaba en llanto, sus gritos grabándose en la mente de aquel que tendido en el suelo luchaba para no ahogarse con su propia sangre, el castaño juntaba sus pechos como si el latido de su errático corazón le regresara la vida a ese hombre que pronto se iría, y Taehyung, el desafortunado aún tuvo suficiente lucidez para observar cómo aquel soldado arrancaba de su lado a la bonita flor que se aferraba a su cuerpo, antes de que el último exhalo escapara de sus labios, escuchó, como un eco distorsionado, su nombre siendo gritado con el más desolado grito; su nombre escuchándose más lejano que todas las estrellas, y más doliente que las flores marchitas.

Segunda guerra mundial, ¿No era demasiado soñador pensar que resultaría mejor?


Amar era así, un rayo de luna besando el corazón o una flecha atravesando el alma, probablemente ambas.


Mientras el cuerpo putrefacto del mariscal se perdía entre los cientos de cadáveres como consecuencia del fiero e inesperado ataque hacia Japón, su amado hombre se hallaba resguardado bajo llave en Corea, el país que lo vio nacer. Estaba vivo, protegido por el peón más fiel de su amado Taehyung, el amigo que aún sintiendo repugnancia por el castaño, cumplía firmemente con su promesa. ¡No hacía falta! Muerto ya estaba, no había salvación ni milagro, aún si moría estaría tan roto y perdido. Antes de sumergirse en el agua de la bañera, recordó...

Breve, catastrófico y fatídico: es este el primer encuentro que condenó su historia a repetirse, sus almas a reencontrarse en otra época, otros cuerpos, otras circunstancias; el punto de partida. 


Nankurunaisa: Con el tiempo todo se arregla.
Mi historia especial; bastante fragmentada y corta, pero con llena de tatuajes importantes de mi vida.

Historia dedicada a @mcridhe , mi gran oasis. 

Categoría: Cleo de Nile

Género: Romance

Shipp: Taekook

Extensión total: 3, 317

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Dravi SY 🍁

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