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XXXVII

Sesshomaru y Kagome se sentaron frente a ambos adultos, les dijeron el por qué no habían llegado, del pequeño que iban a adoptar, a Toga y Naomi casi se les cae la mandíbula, Sota por su parte, celebró que tendría un sobrino.

–¡Que bien hermana!– dijo feliz mirándola– ¿puedo ir contigo a buscarlo?

–Por supuesto– comió una galleta de las que su madre había hecho– no pensé que fueras a estar tan feliz

–¿Bromeas?– miró a todos los presentes– pensé que te quedarías criando gatos

Sesshomaru casi escupe el té ante tal ocurrencia, miró la vena que comenzaba a asomarse en la frente de Kagome, por suerte, Naomi consulto algo sobre el pequeño, donde lo conocieron y por que quería adoptarlo, Kagome respondió, deseaba que Shippo fuera feliz, que tuviera un futuro en donde recordara su infancia con una sonrisa.

–Entonces Sesshomaru te ayudará a adoptar– afirmó Toga– ¿irán a ver la casa?

–De hecho...– hacia sonar sus uñas en la taza humeante, miró a Sesshomaru mordiendo su labio– di esta dirección, vendrán aquí

–¿Y que haremos?– masajeo el puente de la nariz– ¿Como haré para estar aquí cuando vengan? Ellos no avisan antes de venir

–Podrías quedarte aquí– ahora ambos escupieron su té, miraron a Naomi por tal idea– ¿Que? Es la mejor opción que tienen.

Kagome meditó muchos minutos, la idea de tener a Sesshomaru un par de días o semanas bajo su mismo techo le provocaba calor, y no uno decente.

Al final, decidieron que se quedaría solo hasta que Shippo estuviera en casa, la adopción duraba como mínimo un mes, por los exámenes, las visitas, rellenar papeles y aún debían decorar, así que pediría ayuda a Sesshomaru.

El resto del día se la pasaron charlando de ellos, Sesshomaru sentía calidez en su corazón, hacia mucho tiempo no veía a su padre sonreír tanto, se notaba que Naomi le daba felicidad, miró a Kagome, notando como sus mejillas se sonrojaban por reír, sus ojos brillaban al ver la sonrisa de su madre, al parecer, algo tenían en común, deseaban ver felices a sus padres después de años de soledad.
•••

Sesshomaru fue a buscar ropa, también aprovechó de llevar a su padre y a Naomi, quienes se quedarían juntos en su casa, Sota decidió estar con Kagome, ya que dentro de unos días debía hacer un trabajo y el lugar de encuentro era su casa, Kagome por su parte había ido a ordenar su cuarto, para despejar la mente.

El resto del día la pasó escuchando música y limpiando la casa, tal parecía que nadie había estado allí, lavó ropa, aprovechando el sol, aún que se veía como si fuese a seguir lloviendo, incluso había cocinado, ya que Sota le había dicho que tenia hambre.

–¿Hermana?– Sota apareció en la puerta de la cocina, sin entrar del todo– ¿puedo hablar contigo?

–Claro– se limpió las manos, le bajo la llama a la cocina y fueron hasta la sala estar– ¿Que sucede?

–Me gusta una chica– su sonrojó hizo a Kagome querer gritar de felicidad, pero si lo hacía, podría asustarlo, así que prefirió sonreír y escuchar atentamente– Quiero invitarla...a salir, ¡pero solo por un helado!

–Pues...– Kagome puso una mano sobre su mejilla, la verdad no sabía que consejo darle, pues era ella quien recibió la invitación, y al principio fue sin tintes románticos– ¿se han hablado antes?

–No mucho, es con ella que debo hacer el trabajo pasado mañana–.

–Entonces, cuando terminen de hacer el trabajo, le invitas un helado, ya sabes, para estirar las piernas y eso– le respondió acariciando su cabello– y mientras van, ni se te ocurra quedarte callado, debes preguntar cosas sobre ella, que le gusta y eso, pero tampoco seas muy insinuador o se asustara

–Gracias– le dio un beso en la mejilla y se fue.

Kagome continuó con la comida, cuando estuvo lista, fue al patio delantero a barrer y limpiar el barro, estaba muy contenta por su hermano, así que decidió les haría un pastel y batidos, también pensó en toda la comida que haría cuando Shippo estuviera con ella, debía ir a comprar ropa, juguetes y algunos muebles para adornar la habitación, por suerte tenían una pieza extra, solo debía limpiarla, revisaría la cama para ver si es segura y ver que su pequeño no fuera a caerse.
•••

Sesshomaru aún no bajaba de su auto, hace mucho no compartía casa con una mujer, incluso Kaede llegaba a darle algo de incomodidad, vio a Kagome salir, vestía chaqueta y caminaba hacia él, decidió bajar, botó el aire que contenía y se ajusto la bufanda.

–¿Donde vas?– quiso saber apenas estuvo frente a ella– hace frío para salir y pronto lloverá

–Voy a comprar algunas cosas para decorar la pieza que será de Shippo– respondió abrazándose para calmar un poco el frío– debo limpiar desde ya el cuarto

–Vamos, te acompaño para que sea más rápido– fue a abrirle la puerta de copiloto, Kagome dudo unos segundos pero al final subió.

Durante el camino hablaron sobre a que tiendas irían, que cosas específicas necesitaba y Sesshomaru, solo esperaba no fueran muchas cosas o el vehículo se les haría pequeño. No supo cuando, pero la conversación cambió de rumbo y ahora hablaban de sus gustos y que cosas habían hecho en su niñez y adolescencia.

–¡¿Jamás tuviste una cita?!– preguntó exaltada Kagome, Sesshomaru negó– ¿y se puede saber por qué?

–Esas cosas son trilladas– rodó los ojos y la miró– siempre es lo mismo, van al cine, se toman de la mano y terminan besándose

–¿Algo divertido que hayas hecho?– lo miró burlándose– no creo que siempre hayas seguido las reglas– se acomodó en el asiento de manera que sus piernas quedaron sobre el asiento– ¿te escaparte de la escuela?

–Recuerdo que me escape con Miroku, ya que una chica deseaba golpearlo– respondió prendiendo la intermitente para entrar al estacionamiento– y un día, tuvimos la brillante idea de bañar en pintura a todos los profesores para que nos dieran el día libre y así irnos a beber

–Valla, quien diría que el recatado Sesshomaru Taisho haría eso– él solo sonrió recordando esos días– yo y mi amiga nos saltamos una clase y nos colamos en una excursión– Sesshomaru escuchaba atento, realmente esto era nuevo para él y de cierta manera, le gustaba– cuando llegamos a la escuela, estaban nuestros padre y la policía, pensando que nos habíamos extraviado

–Mujer, eres un caso perdido– dijo aparcando y bajando– yo hubiera sido tu madre, te encierro en tu cuarto

–Prácticamente eso hizo– sonrió avergonzada– no pude salir durante un año y me hice cargo de la pastelería.

Entraron al centro comercial, compraron té verde y comenzaron su recorrido para comprar todo.

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