XXXIII
Miroku estaba en la fila, esperándolo, él lo saludó con la mano, Sesshomaru caminó tranquilo, y en cuanto estuvo cerca, le dio un puñetazo en el estómago.
–También te extrañe– dijo apenas pudo hablar– no se que te molesta
–El hecho que me mandes fotos de ella– se cruzó de brazos y pudo ver la sonrisa en Miroku– ¿de que te ríes?
–¿Por que no admites que la quieres?– volteó la mirada, no admitiría nada– y otra cosa, solo acompañe a Inuyasha por el cumpleaños de Kikyo, y después nos fuimos a comprar su regalo
–Entremos– gruñó molesto, no era un buen día para sacarlo de sus cabales– y no quiero oír nada más del tema.
Miroku asintió, no diría nada por él bien de su vida, entraron y subieron al balcón, pidieron Vodka, la botella completa, se quedaron callados unos minutos, Miroku por respeto, y Sesshomaru pensando sobre sus sentimientos.
•••
Un mes había pasado, donde Sesshomaru cada día se ponía más malhumorado por estar pensando en Kagome, Miroku le seguía insistiendo que hablara con ella y admitiera de una vez que la quería, Inuyasha también le había platicado, admitiendo que le molestaba que él estuviera tras su amiga, pero también, desde que ambos se habían encontrado, cambiaron.
Había intentado acercarse a ella, fue a la pastelería, pero simplemente iba a buscar a su madre o a Sota alegando había dejado un pastel en el horno.
El día del cumpleaños de Kikyo había llegado, le hicieron una linda fiesta en el apartamento de ellos, después, Inuyasha la llevó a las afueras de la ciudad, donde había decorado un observador con champagne, rosas, un poco de comida y lo más importante, el anillo con que le pediría unir sus vidas.
Kagome se había llevado a Rin a su casa, pasaría la noche con ella, le había llevado una muda de ropa, su cachorro, el cual fue aceptado muy bien por Kikyo, quien ayudaba a cuidarlo, bañarlo y alimentarlo, solo esperaba que Buyo no le pegara, o que el cachorro no lo mordiera, era muy juguetón y de seguro iría tras el minino.
Cuando llegaron, Kagome la llevó al baño, le daría una ducha, le podría el pijama y secaria su cabello mientras miraban dibujos animados, también debía darle de cenar, pero eso sería en una hora más ya que hace poco nada más había comido pastel y algunas golosinas.
–Señorita Kagome– habló despacio mientras miraba el suelo– ¿cree que si papá y mamá tienen un hijo, dejaran se amarme?
–¿Pero que dices?– levantó la carita de la pequeña y le sonrió– si ambos te aman, jamás te dejarían de querer, eres muy especial para Inuyasha– dijo acariciando sus mejillas– y Kikyo, te ama, desde que te conoció, no pienses cosas malas
–Eso espero– abrazó sus rodillas y se hundió un poco más en el agua– yo si los quiero, y mucho
Kagome se derritió de ternura, la termino de bañar, llevándola bien envuelta hasta su habitación para que no pescara un resfriado por el frío, la puso el pijama de ositos y comenzó a secar su cabello, Yako se subió a la cama pidiendo cariño a su dueña.
Cuando terminó de alistarla, Rin pidió colorear un rato, Kagome se levantó y sacó uno de los tanto libros que tenía, los había comprado para cuando cuidaba de ella, sacó uno de princesas, la pequeña comenzó a colorear y ella, bajo a preparar la cena.
Naomi le ayudó, terminaron más rápido, mandó a Sota a buscarla, mientras ponían la mesa, un mensaje entrante le hizo detenerse, era Inuyasha, quien le mandaba una imagen de los dos sonriendo y presumiendo sus anillos, se les veía felices y por un momento, Kagome quiso esa felicidad.
•••
Pasó un día, Kagome fue a dejar a Rin, se quedó a compartir unos momentos mientras charlaba con Kikyo, quien susurrando le agradeció el ayudarle a su novio, ella sonrió apenada, su plan era que no supiera que había pedido ayuda, pero igual y le dio el crédito crédito Inuyasha, ya que el plan principal de él era llevarla al mirador, ella solo le sugirió la comida.
Su plan no había salido como quería, pues solo estaría unos momentos, pero ya era de noche y había comenzado a llover, se ofrecieron a llevarla, pero dijo que iría a esperar un taxi, se despidió y bajó, se puso la chaqueta y salió disfrutando la lluvia, amaba estos climas.
Miraba tratando de ver algo, pero llovía tan intensamente, que temía no poder llegar a su hogar hoy y tener que pedir alojamiento a Inuyasha, si vista se posó en un callejón, donde una pequeña silueta llamó su atención, se decía a sí misma que debía irse, pero la curiosidad fue mayor y corriendo cruzó la calle.
Un niño, un pequeño de tan solo 5 años estaba llorando y tratando de protegerse mientras pronunciaba la palabra "ayuda" llorando, al verla se encogió, Kagome quería llorar, era la imagen más triste, había sido abandonado, se quitó la chaqueta, importandole muy poco si se mojaba y enfermaba, se agachó y la puso sobre el niño, él simplemente lloró más y la abrazó.
Mientras, Sesshomaru manejaba lentamente, pasaba por el edificio donde vivía su hermano y vio a Kagome, mojada hasta los pies y protegiendo algo, detuvo el auto, bajó con un paraguas y lo puso sobre ella, quien levantó la mirada triste, agradeciendo su ayuda, en medio de sus brazos, pudo ver al pequeño niño mirandolo con miedo.
–Sube al auto– dijo ayudándola a ponerse en pie– te llevaré
–No hace falta, esperare un taxi– no se movió y corrió la mirada– gracias
–El niño está mojado, con una chaqueta empapada, una mujer que se quedó bajo el agua, igualmente mojada o incluso más– debatió haciéndola sonrojar– si no subes, pueden tener ambos una neumonia, y no pienso tener esa carga sobre mi cabeza.
Kagome chasqueo la lengua y subió en la parte trasera, Sesshomaru sonrió orgulloso por convencerla, subió y emprendió el viaje. Pero el camino se le dificultaba ya que no podía ver nada, así que se estacionó en el primer Hotel que vio, Kagome bajó no muy convencida, pidieron una habitación, el servicio de lavandería y comida caliente, les dieron batas y toallas para que pudieran llevarse su ropa, la mente de Kagome era un caos, estar con Sesshomaru, solo en batas, compartiendo un espacio cerrado.
Prefirió quitar su ropa y entregarla a la mujer que los esperaba, Sesshomaru estaba recibiendo la comida, que consistía en caldo, pedido por él, para hacer entrar en calor al pequeño y a ella, le dio poco a poco la comida al pequeño, haciendo que fuera la imagen más tierna en su mente.
–Que tierno padre– el comentario la hizo sonrojar– a de estar orgullosa de su esposo.
No alcanzo a negar nada, ya que la mujer se había ido, sentía la mirada de él sobre ella, así que no volteó, en su lugar, dijo iría a darse un baño de agua caliente.
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