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Uno×Jyugo II

Últimamente solos les estoy dando caca de one-shots, y me disculpo.
Pero ya es hora de algo BELLO

Antes de empezar, un dato sobre esto: Este iba a ser el primer one-shot, pero decidí aplasarlo por la falta de ideas y lo... """lindo""" que sería. Asi que poco a poco he ido escribiendo esto

Finalmente un one-shot para complacerme a mi!(?)

Ahora sí, preparad los pañuelos, el cloro y la soga, pues esta sádica se descontrolo c:

si sois sensibles, salid pues se presentan fuertes escenas

●~~~●~~~●

"Pena de muerte"

Era un día oscuro y frío por aquella región. Aquella prisión ubicada en medio del mar emitía un aura gris, depresivo por así decirlo. Y bueno... ¿Cómo no estarlo? Aquel día se ejecutaría una pena de muerte, una de pocas
Desgraciadamente no era la ejecución de algún criminal en verdad malo, que en verdad mereciera la muerte, era algo mucho peor

Las celdas, en su mayoría, estaban vacías pues a los reclusos les habían llevado a aquel estadio donde ocurrieron los juegos de año nuevo para que viesen la monstruosa ejecución de aquel "vil ser"
El único en su celda había sido el recluso 1311, quien tenía la mirada perdida y los ojos, aparte de rojos, vidriosos y con gruesas gotas deslizarse por su mejilla

Lloraba. En silencio, pero lo hacía

Nunca lograría sacar todo ese dolor por medio de esas gotas, ya sean saladas o de un tono carmesí

-to-odo... es mi cul-lpa... -susurró mientras más lágrimas brotaban de lo que alguna vez fueron sus orbes azulados llenos de vida

No saben como me gustaría decir que no, que aquello no era verdad que la culpa la tenía alguien más... tanto me gustaría...

Por él, su amado estaba con los minutos contados. Había sido su culpa todo aquello. Tuvo presente la culpa, pero no al amor de su vida
Sería mucho llamar "amor de su vida" tratando a un mujeriego, pero este sabía perfectamente que aquel sentimiento era único, que no lo llegó a sentir por nadie más
No entendía como aquel muchacho, con tan pocas palabras, había logrado robar el corazón de quien roba corazones

Recordaba, aun con lágrimas, aquel fatídico día en que aquella condena se asomaba por la esquina
No se podía decir que todo estuviese bien. Ese día, el rubio recordaba como su amado llegó a la celda siendo escoltado por el guardia más fuerte de allí. Esta vez estaba muy furioso, más de lo normal
De sus labios salieron palabras, no, gritos con la intención de dañar al menor frente a sus amigos, cosa que hizo por completo el efecto que quería
Una a una las lagrimas salían de los bellos ojos de los que se llegó a enamorar alguna vez y pedía a gritos que se callase, mas aquel guardia hizo caso omiso. Los minutos parecían eternos y muy dolorosos para el menor, no, para los cuatro reclusos general
Finalmente, aquel hombre calló y salió de aquella celda sin dirigir unas palabras de disculpas para el menor, quien lloraba sin cesar en los brazos de loa reclusos 25 y 69, mientras el 11 miraba molesto, no, enfurecido aquella escena

No dejaría que tratasen así al amor de su vida, no dejaría que aquel hombre lo siguiese dañando

Aquella noche, cuando la mayoría de reclusos estaban dormidos, el rubio aprovechó para poder escapar solo, con el fin de ver a aquel guardia. Antes de salir de su celda, volvió a ver al azabache, quien seguía profundamente dormido y con sus parpados hinchados, su nariz y mejillas rojas por el llanto. Sabía que la posibilidad de volver con vida era muy baja, por ello apreció una última vez el rostro sereno de Jyugo

-no eres un inútil -susurró con una sonrisa para después cerrar la puerta tras de sí y salir corriendo a la oficina de aquella ala, dispuesto a aquella confrontación que para muchos sería suicidio, pero en verdad, sería un homicidio

El ruido de unas campanas lo llegó a sacar de su mente. Alzó la mirada por la ventana y vio que el espectáculo iba a comenzar
Por una de las grandes puertas laterales entró aquel chico hererocromatico siendo escoltado por el guardia del ala 5, ahora el hombre más fuerte de la prisión y el único que logró controlar al menor
Las campanas dejaron de sonar y el estadio se llenó de un silencio sepulcral. Todas las miradas seguían atentos a aquel joven recluso que a muchos les agrado el convivir con él

Uno seguía observando desde la ventana mientras más lágrimas se le escapaban de sus orbes y recorrian sus húmedas mejillas

No recordaba muy bien aquella noche, pues todo fue muy rápido, pero sí recordaba el momento en que sería golpeado brutalmente por su guardia, quien estaba muy furioso
Estaban en la oficina del mayor y la discusión pasó a mayores, llegando al punto de los golpes y los objetos, cualquier objeto que hiera estaba bien para ambos. En un momento, Uno cayó de espaldas y todas sus armas las perdió, mientras Hajime tenía su pistola en mano, apuntándole. Poco le importaba si era un recluso o no, solo quería deshacerse de ese mocoso
El rubio tenía consciente que aquellos eran sus últimos segundos vivo, así que cerró lo ojos y al aire, con la esperanza de que llegara a su amado, susurró:

-Te amo, Jyugo

Esperó aquel trozo de plomo impactar con su cráneo, mas nunca llegó, solo llegó a escuchar un grotesco sonido frente a él

Decidió abrir los ojos y, al ver aquella escena frente a sus ojos, quiso volver cerrarlos
El cuerpo de Hajime estaba siendo atravesado por dos grandes cuchillas por la espalda. La sangre comenzaba a brotar de esas heridas y corría por las prendas del mayor. Hajime dejó caer la pistola al suelo mientra sentía como la vida comenzaba a salir de él. Cuando las cuchillas salieron de aquel torso, el cuerpo del mayor cayó arrodillado mientras la sangre caía no solo de esas dos enormes heridas, sino que también la escupía. Cayó al suelo luego de haber dado su último aliento de vida frente al rubio, lo que dio lugar a que este viera al responsable de aquello

-Jyugo... -susurró en shock

Nuevamente, gracias al sonido del megáfono fue que Uno salió de sus pensamientos. Su atención se centró en medio del estadio, donde yacían su amado y, en una plataforma a varios metros arriba del menor, estaba la alcaidesa, a quien se le notaban los ojos hinchados y rojos por cada lágrima que derramó por aquel guardia al que nunca le hizo saber su amor

-recluso 1315 -habló con micrófono en mano- ahora has sido acusado por asesinato de tercer grado a Sugoroku Hajime -le tembló la voz al decir aquel nombre- y el jurado te encontró culpable de tal crimen. Es por ello que, ahora frente a toda la prisión, serás ejecutado con la pena máxima, la pena de muerte...

Todos dejaron escapar un gemido ahogado mientras observaban al menor con lágrimas queriendo salir

Por una de las grandes puertas entró Mitsuru junto a Kenshiro y Kiji, empujando una enorme caja de cristal con sus esquinas de metal y una silla dentro y se debe mencionar los tubos que conectaban la cabina de cristal con un tanque tras la cabina.

-Damas y caballeros, la cámara de gas -anuncio la mujer de largos cabellos azules

Todos miraban atónitas a la enorme caja para luego mirar al recluso 15, quien tenia una enorme serenidad, su rostro no mostraba señal de miedo, en cambio eran sus amigos (toda la prisión) quienes mostraban aquel miedo, aquella ansiedad, el pánico y el estrés de aquella situación

Uno seguía mirando por la ventana y las lágrimas volvían a salir con intensidad. Aquello era su culpa, se suponía que debía cuidarlo pero... en verdad fue él quien lo condenó a aquella horrorosa muerte

y... ¿allí se iba a quedar a verlo? OBVIAMENTE NO

Se levantó de golpe, abrió la puerta y saliendo corriendo de allí e dirección a aquel sitio. Caía de vez en cuando, se golpeaba en algunas paredes, tambaleaba y veía borroso por las lagrimas, pero siempre se levantaba y retomaba su camino y corría con más intensidad mientras escuchaba a lo lejos la voz de la alcaidesa dando un discurso de despedida al recluso, y el hecho de que fuese largo lo agradecía el rubio. Habían pasado varios minutos cuando llego a una de las entradas al estadio, que daba directo a la arena, al lugar de la ejecución. De una patada la abrió y entro corriendo, viendo como su amado entraba a aquella cabina, siendo empujado por Samon

-¡¡Jyugo!! -gritó 

El mencionado se giro a verlo y le dedico una sonrisa. No triste, no plástica, no vacía; era una llena de calidez, con aquella esencia especial que Jyugo posee. Uno sabia lo que aquello quería decir

El azabache entró a la cámara y se sentó en aquella silla para luego ser amarrado a esta por los guardias del ala 5 y 4. Estos le dedicaron una mueca de desprecio antes de salir de la cabina y cerrar tras ellos. La alcaidesa miraba con pena al recluso dentro de la cámara, pues no merecía aquel destino, pero por Hajime, lo hacia, lo hizo. Antes de tocar aquel botón rojo frente a ella, que activaría aquello aparato, el recluso 1315 gritó a todo pulmón:

-¡¡TE AMO, UNO!! - fueron las ultimas palabras que llegaron a escuchar todos los presentes antes de que el vapor toxico comenzaran a rodear su cuello

-¡¡TE AMO, JYUGO!! -fueron las ultimas palabras que llego a escuchar el japones antes de que sus oídos comenzaran a sangrar

Sentía como la toxica combinación de cianuro, cristales de sodio y ácido sulfúrico ingresaban a su cuerpo por sus fosas nasales, las cuales también comenzaron a sangrar. Su corazón aceleraba a gran velocidad, causándole un fuerte dolor en el pecho

Los presentes veían  horrorizados aquella escena, lloraban escandalosamente y trataban de no gritarle a aquella mujer lo inhumana que era, intentaban no salir corriendo a la arena para detener aquella ejecución. Los minutos pasaban y la gran mayoría ya había apartado la mirada, pues para ver aquello, se debía ser muy sádico y tener un estomago de acero. Los pocos que seguían mirando, entre ellos Uno, vieron la penúltima fase de aquella ejecución , el como de su boca salia espuma y seguidamente veían como comenzaba a dar las señales de la asfixia. El aire ya no llegaba a sus pulmones, sentía como la espuma se quedaba atorada en su garganta, impidiendo la llegada de aire a sus órganos vitales. Sus ojos estaban abiertos de par en par, mostrando finalmente su sufrimiento. Aquello no lo logro soportar más su cuerpo y dio su ultimo aliento antes de dejar de forcejear y dejar caer todo su peso hacia adelante

-¡¡NOOO!! -gritó Uno en nombre de todos mientras corría a la cabina y se arrodillaba frente a esta

-Oye, ya dejal- -comenzó a hablar cuando bruscamente se levantó el rubio, se acercaba a él y, del cinturón ajeno, arrebató el arma de fuego corta para luego colocarla apuntando a su cabeza

-¡recluso 1311! ¡ni se le ocur-! -no logro acabar de hablar por el rubio quien le gritó:

-¡¡merezco esta bala que me he de disparar!! ¡¡lo he merecido todo este tiempo!! -puso su dedo en el gatillo, listo para halarlo

-¡¡Uno!! -grito el peliverde antes de escuchar el sonido del gatillo halarse y la porción de plomo ingresar en la cabellera rubia de quien fue su amigo

-FIN-


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