Capítulo 21: Moksha
“En el fondo, yo sabía que no lo había vivido todo… me faltaba vivirte a ti…”
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Amaba Italia, actualmente era su hogar, pero una parte primitiva y olvidada de su fracturada mente, deseó estar rodeado de vegetación, adoptar su forma animal y correr hasta perderse como una sombra en la espesura del bosque. Al mismo tiempo, su fantasía se empaño con el sombrío recuerdo de su infancia, del terror que amenazaba con volverlos locos.
Aquel llanto rogando por ser rescatados, junto a la soledad cruda y desgarradora que los envolvió cuando se dieron cuenta que eran ellos contra el mundo. Viéndose obligados a esperar mientras sus aun infantiles pensamientos, dictaban que habían sido abandonados sin miramientos, entonces ocurrió. Se fragmentaron.
Naruto y él habían sido solo unos cachorros cuando quedarón marcados a un nivel más allá de lo físico. Ahora odiaba la naturaleza de forma visceral. Es intolerable, pensó cuando la pantera le arañó desde dentro, gruñendo mientras deseaba salir para olvidarse del terror absurdo que comenzaba a hacer estragos en su psique. Pero si lo hacía, si cedía aunque sea un poco, el felino que moraba en su interior tomaría el control porque parecía que su parte humana era incapaz de llevar las riendas de su vida.
Lo sabía, estaba a un paso de la demencia, pero se obligó a creer que era normal, que su falta de control era solo pasajero y no un signo de que pronto, su humanidad sería relegada y sería sustituido por su alfa. Gruñó en desacuerdo, todos experimentaban el miedo a lo largo de su patética vida; y al igual que él, evadían la realidad cada que había una oportunidad.
La diferencia es que él era letal. Y cada vez había menos humanidad en su mirada colmada de astucia felina, llenándose de planes complejos para evadir sus decisiones autodestructivas, porque iba a acabar fracasando una y otra vez, era un hecho. De un momento a otro, creyó haber escuchado la voz de su alfa. Un gruñido potente y salvaje que vociferaba en su contra.
Itachi suspiró, sabiendo que estaba acorralado a causa de un miedo inexplicable y latente. Tan solo seguía arruinándolo y arruinándolo por más que se esforzaba en hacer las cosas de forma “coherente”. Era un completo idiota, incluso la palabra cobarde le quedaba bien en esos momentos, donde detuvo su auto frente a un edificio de ocho pisos.
Pensando en que no debió prometer ir a buscarlo… al menos no tan pronto. Incluso esperar una semana más se le hacía jodidamente tentador. Volvería a poner el auto en marcha, daría media vuelta y se largaria de ahí. Listo, nadie sabría que era un cobarde de mierda y podría seguir con su maldita vida, atormentandose por un omega ajeno que aparecía hasta en sus sueños.
Todo era una mierda, no solo su cabeza. Gaara era su omega, suyo para protegerlo, marcarlo y amarlo con un devoción nacida de algo primitivo e incomprensible. El problema es que su pasado le repetía una y otra vez que merecía morir solo y su alfa no paraba de joderlo porque se estaba matando de manera estúpida, al negar el vínculo con aquel chico que anhelaba apretujar entre sus brazos y no soltar, porque lo consideraba su bendito complemento.
Pero nada en esta vida era fácil. Estar con Gaara comenzaba a sonar absurdo porque no podía aparecer de un momento a otro en la puerta de su casa y saludarlo como si fuera un simple amigo cuando deseaba estrecharlo, sentir su calor y saborearlo de forma lenta, consciente de la situación y del otro alfa de nombre Shukaku. Un bastardo que de una forma u otra había robado lo que por derecho le pertenecía y estaba a punto de recuperar.
No puedes… susurró su lógica.
Maldijo una vez más, se frotó el rostro con ambas manos y rodó los ojos en cuanto su celular vibro anunciando un nuevo mensaje que vio sin muchas ganas, sonriendo irónico ante las palabras de su hermano que le dieron el impulso que tanto le hacía falta. Y es que ese simple: ¿qué esperas? fue suficiente para terminar con la incertidumbre que venía atormentándolo desde hace días con la sombra de un pasado que anhelaba eliminar de su memoria.
No todo era fácil, él no era el indicado, fuera Gaara o alguien más, pero al mismo tiempo era su omega e iría por él, tal vez no en un sentido tan literal, pero debía asegurarse de que nada malo le ocurría, que era feliz sin él y así terminar de tajo con aquel malestar que solo se acrecentaba en su interior, volviendo a su alfa una bestia ansiosa e impaciente por proteger bajo su pesado cuerpo a un chico que desde el principio, jamás le perteneció.
El destino se lo ponía enfrente como una dulce tortura que debía llevar a cuestas, haciendo hincapié en lo que pudo tener y dejo ir por sus malas decisiones y miedos estúpidos. De un momento a otro ya no solo era el recuerdo de Gaara invadiendo su mente, sino que el de TenTen se presentaba con tanta fuerza que comenzaba a resultar doloroso. Aquella sensación de pérdida, de vacío y miedo que no era suyo pero sentía tan real comenzaba a hacer estragos aun cuando creyó que la había superado.
Tal vez el destino no era la jodida perra sin sentimientos que creía y le estaba dando una segunda oportunidad, pero los recuerdos eran devastadores, tan lacerantes que le resultaba difícil respirar, obligándose a recargar la frente sobre el volante, intentando oxigenar sus pulmones con profundas bocanadas de aire que parecían cortar su garganta y enterrarse en su pecho.
Maldijo y se odio sin razón aparente, ignorante de aquel sentimiento tormentoso que se expandía por su cuerpo, mientras ponía atención al desesperado gruñido de su alfa quien amenazaba con perder el control en cualquier momento, siendo incapaz de comprender lo que anhelaba comunicarle con esa desesperación abrumadora, que le taladraba la cabeza.
Aún no lo entendía del todo, y años atrás creyó odiarlo por ser el causante de sus desgracias. Itachi no podía aceptar su lado alfa con la misma facilidad de Naruto, porque la parte racional siempre fue un susurro lleno de cizaña que no paraba de repetirle que cada cosa mala que sucedía, estaba ligada a ese lado animal que, durante años deseó controlar sin éxito.
Estaba por cumplir los veintinueve años, pero seguía siendo como un cachorro torpe que sucumbe a sus instintos pese a su inteligencia. Él era un caso perdido, concluyó y a tientas, sacó de la guantera un encendedor y la cajetilla de cigarros, tomando uno entre sus labios mientras lo encendía con dedos expertos y la mirada perdida en un punto fijo, bajándose del auto cual autómata, yendo directo a la entrada de aquel edificio departamental que si bien era de lujo, no se comparaba al lugar donde él o su tonto hermano vivían, gruñendo cuando un insignificante beta le cerró el paso y lo miró intimidante.
Frunció el ceño, recordó que justo esa mañana tomó un par de bloqueadores de olor para evitar un accidente como el día en que percibió el delicioso aroma de Gaara, tan cálido y sensual. Sin mencionar que esas malditas pastillas tenían la capacidad de adormecer sus sentidos, logrando que pareciera un beta molesto por todo lo que le rodeaba en lugar de un poderoso e imponente alfa.
—Señor, su identificación —repitió por cuarta vez el hombre alto, cabello ligeramente cano y cuerpo fuerte, quien medía casi lo mismo que él—. Y necesito saber a quién viene a ver o llamaré a la policía —pese a su voz firme y postura rígida, se mantuvo alerta ante un Itachi que parecía querer abrirlo en canal.
—Gaara —gruñó una respuesta, mientras apretaba los puños en un vano intento de no golpear a ese idiota que solo hacía su trabajo.
—El joven Gaara no recibe ninguna visita —regresó tras el mostrador de granito que el alfa había pasado por alto, tomó una carpeta y la abrió comenzando a pasar las hojas de forma lenta—. Nombre.
Soltó un suspiro mientras el guardia se detenía en una hoja con la fecha de ese día, en donde tres nombres resaltaron con marcador fluorescente, mientras la frase del encabezado: “Visitantes 3H” le hizo fruncir el ceño. Se hizo una idea de a qué se refería con eso, agradeció que su vista fuera mejor que la de un beta y consultó la hora en el reloj de la pared. Estaba diez minutos antes de la siguiente y última visita, cuyo nombre aún no era subrayado.
—Kimimaro Kaguya —respondió hastiado.
El guardia hizo un asentimiento brusco y rápido antes de dirigir su mirada al hombre frente a él, notando que también los anteriores nombres de su lista resultaron ser varones o alfas cuya presencia resultaba intimidante, sin embargo, la persona frente a él lograba una sensación perpetua de temor, quedando en un estado de alerta constante, como si esperara ser atacado en cualquier momento.
—Piso siete —tragó saliva y fingió calma—. Departamento tres.
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Gaara gimoteo incapaz de hacer algo más para defenderse. Estaba cansado y su cuerpo magullado le impedía moverse lejos de aquel hombre cuyas manos se detuvieron en su cadera desnuda. Entonces sintió su caliente liberación tras la risa macabra de aquel que era su alfa.
—Eres toda una putita.
Shukaku soltó el humo del cigarro mientras lo apagaba en el cenicero, mofándose del aspecto degradante de su omega, acomodándose mejor en el sofá que había estado ocupando desde que inició el castigo de Gaara. Sonriendo al ver aquel delicado cuerpo cubierto de sangre y moratones, junto a su mirada apagada y rostro lloroso.
—Tienes una joyita, Shukaku.
—Una puta mas —miró al hombre que salía del interior de su omega—. Disfruta que su alfa lo vea follar con otros —su sonrisa se ensanchó—. A mi solo me importa tu firma en el contrato.
—La tendrás —sonrió—. Después de todo tu esposo fue clave para cerrar el trato —su mano se enroscó en el largo cabello de Gaara.
—Tenía que servir de algo —se encogió de hombros—. Él obtiene placer y yo tratos millonarios.
Aquel hombre rió mientras se vestía. Cuando conoció a la pareja, fue demasiado obvio su interés por aquel exótico omega, lo más sorprendente es que una semana después obtuvo una cita en el departamento de ambos, con pase libre para hacer lo que quisiera con Gaara, al principio lo dudo. Los machos alfa tendían a ser en extremo sobreprotectores con sus amantes, pero aquel hombre había disfrutado ver como se follaba a su omega, y no solo él, por la mezcla de olores era claro que no fue el primero de aquel día, aunque tampoco le importaba.
—Tengo socios —miró al omega tembloroso—. Les agradara cerrar tratos tan satisfactorios contigo, Shukaku —volteó al alfa—. Tienes mi palabra.
—Lo sé —se puso de pie, entregándole una carpeta que no dudo en tomar y firmar—. Fue un placer cerrar negocios con alguien como tú.
💋🍡💋
En cuanto Itachi entró al elevador y presionó el botón del piso siete, todos sus sentidos se pusieron en alerta. La espera pareció durar horas, y cuando las puertas finalmente se abrieron, la ira reptó por su piel como un incendio que lo envolvió hasta consumirlo.
Tal vez era parte de la demencia, del vínculo que se aferraba por sobrevivir pese a que antes deseo eliminarlo, o tan solo era su instinto protector reaccionando a la desesperada llamada de su compañero, cuyo terror era perceptible por todo el lugar, junto al inconfundible aroma de la sangre y la excitación.
Su alfa tomó el mando, dejándose ver en su mirada que clamaba venganza, llevándolo hasta la puerta indicada que no dudo en derribar, alimentando su ira como una hoguera que se extendía junto a su odio. Y es que el lugar olía a la sangre de él, de Gaara, mezclada con el nauseabundo aroma de alfas y betas excitados. Entonces supo que no iba a contenerse.
No podía hacerlo. Sus pasos lo habían llevado a una enorme habitación, en donde dos alfas sonreían, ambos con el aroma de Gaara impreso en su piel. Su pantera rugió furiosa, pero perdió la razón al ver a su destinado tendido en la amplia cama tras ellos, sollozando hecho un ovillo, mientras sus delicados brazos rodeaban su maltratado cuerpo. Roto… lo habían roto.
Nada más importó, ni siquiera los insultos o las miradas furiosas colmadas de sorpresa, porque cuando sacó las garras y se abalanzó contra un alfa de cabello castaño y ojos ámbar, impregnó el ambiente con el intenso aroma ferroso de la sangre. Pero no era suficiente, matarlos no bastaría, tenían que sufrir.
La pantera que moraba en su interior emergió en medio de una lluvia de colores vibrantes, mostrandose magnífica e imponente mientras acorralaba al otro hombre, un alfa que retrocedió pero a quien más haría sufrir, porque él olía a su sangre. Sus fauces poderosas se abrieron y atraparon la mano de aquel bastardo, arrancandola en medio de un mordisco, gozando con el ácido aroma del miedo que impregnó todo el lugar.
Quince agonizantes minutos después, Shukaku apenas y respiraba bajo su fuerte pata que lo mantenía inmóvil en el suelo, cuando algo pequeño, cálido y por alguna razón reconfortante le rodeó, apaciguando su ira lo suficiente como para prestarle atención. La pantera giró su cabeza lento, observando a Gaara, su hermoso rostro se había manchado de sangre inmunda.
Lloraba y temblaba aferrado a él, pero no le temía y eso hizo que le amara aún más. Aquella mirada pareció colmarse de ternura mientras sentía la tibieza de su cuerpo desnudo contra él.
—Basta… por favor —pidió en un susurro apenas audible—. Yo no merezco esto…
Su estómago se contrajo y buscó con desesperación la mirada ajena, pero Gaara se forzaba en apretarse contra él, impidiendo que vea su rostro. ¿Acababa de rechazarlo? ¿Le había aterrado con ĺa violencia que mostró? ¡Idiota! Vociferó su parte humana y tanto hombre como felino observaron por fin la habitación.
Era una carnicería… había tanta sangre que deseó vomitar, en vez de eso, sus patas fallarón y tuvo que sentarse. Lo había hecho de nuevo. Lo había lastimado, le había mostrado aquella parte de sí que tanto odiaba y deseaba desaparecer. Gaara lo odiaría, él se odiaba.
—Perdoname… —quiso decir pero solo salio un pequeño gruñido animal, uno lleno de dolor que hizo reaccionar al omega.
—Lo mataste por mi culpa —sollozó—. No valgo tu libertad, no valgo lo que hoy has hecho por mi.
Su alfa entendió de pronto, jamás lo había rechazado. Solo se preocupaba por él, por alguien inestable, por un asesino que volvería a bañarse en sangre con tal de protegerlo. Y es que finalmente lo aceptó. Gaara era suyo.
—¡Itachi! —su nombre resonó con fuerza, por lo que se movió cubriendo el cuerpo desnudo de su omega con el suyo, enseñándole los colmillos al intruso que se mantenía frente a la puerta—. Soy yo —habló con más calma, sin un ápice de miedo. Otro gruñido de alerta—. No seas idiota ttebayo, te sentí a través del vínculo. Transformate.
Tras varios minutos que parecieron eternos, su postura se relajo, siendo rodeado por un sin fin de pequeñas luces de colores, las cuales danzaban a su alrededor, tomando la forma de un hombre imponente, pero no menos letal que la pantera que moraba en su interior.
—Naruto.
—Sentí tu ira y la falta de control, llegue lo más rápido que pude —se pasó una mano por el pelo—. Yo no habría dejado a ninguno con vida, eres demasiado compasivo —gruñó con molestia, sabiendo perfectamente porque Itachi había hecho todo aquello.
Ignorando sus pensamientos homicidas, bajo la mirada, afortunadamente había tomado la bolsa antes de bajar del auto a toda prisa, la misma que le arrojó a Itachi, quien la atrapó y abrió de inmediato. No hacía falta preguntar que era, él llevaba una igual en el suyo porque nunca sabían si iban a despertar en casa o en un hotel cualquiera con alguien que olvidarán enseguida.
—Gracias —dijo calmado, tomando un pantalón negro de vestir y zapatos.
Todo era de Naruto, aun así le quedaba perfecto, por lo que una vez listo, caminó hasta el cuarto de baño que había estado con la puerta abierta, dispuesto a lavarse la sangre de las manos y el rostro, ignorando a Naruto que entró tras él y salió segundos después.
Aun se sentía abrumado con lo que hizo y lo que comenzaba a sentir, por lo que permaneció con la cabeza bajo el frío chorro de agua, despejando sus pensamientos, sabiendo que con Naruto ahí, Gaara estaba más seguro que con el. Era absurdo y debería sentirse celoso y posesivo de su omega ante la sola idea de que otro alfa se acercara, pero su hermano era como una extensión de sí mismo, y Naruto lo sentía a él igual.
Claro que había límites con la cercanía que le iba a permitir a su mellizo. Entonces su alfa pareció recordar que su omega seguía desnudo y expuesto por lo que salió a trompicones del baño, colocandose la camisa que le había dado Naruto, sin necesidad de detenerse a abrocharla, alterandose al no ver más que un cadáver y a Shukaku gimiento algo que no le importaba. Tal vez hubiera sido mejor cortarle la garganta con una de sus zarpas, se dijo.
—En la sala —escuchó la voz de Naruto, relajándose en el acto y caminando como una bestia al acecho hacía el lugar de donde provenía la voz, encontrándose con Gaara quien ya vestía un pantalón de franela azul y un suéter del mismo color, el cual era claramente un pijama, mientras su hermano curaba la herida de su labio—. Debería golpearte por creer que lo iba a dejar en esa habitación y sin nada de ropa puesta, ni que fuera un enfermo.
—Naruto…
—No es necesario que me expliques ttebayo —miró al omega y sonrió acariciando su mejilla con el dorso de su mano—. Me alegra que hayas dejado de llorar, Itachi podría ser un salvaje pero jamás te haría daño, y yo no se lo voy a permitir, tu eres de la familia.
—Lamento que hayas tenido que ver eso —se acercó al omega y sin esfuerzo lo sentó en su regazo, ignorando su estremecimiento y el ligero temor de su mirada. Era tan pequeño, tan frágil que temió lastimarlo si lo abrazaba con fuerza—. Tengo mucho por lo que disculparme contigo —susurró apoyando su frente en el hombro de Gaara, quien pese al temor que le infundía Itachi, fue incapaz de apartarse o rechazarlo.
—Me salvaste —dijo de pronto y sus dedos rozaron los de Itachi que descansaban sobre su muslo—. No te conocía y aun así te llame una y otra vez, quería que vinieras por mi aunque fuera egoísta —su voz se quebró e Itachi sintió su dolor como propio—. No pude evitarlo —lloró con amargura y su voz fue un susurro—, ellos me… me…
—No importa —besó su cuello—, no fue tu culpa.
—Los mataste por mi.
—Y lo volvería a hacer —imprimió en su voz la determinación de su alfa—. Desearía prometerte que nadie volverá a lastimarte —lo acercó un poco más hacia el calor de su cuerpo—. Pero no soy bueno, ya te he hecho daño, por mi indecisión paso esto.
—No valgo la pena…
—Me harás enojar si vuelves a decir eso —gruñó tomándolo de la barbilla para verlo a los ojos—. Eres más que perfecto, Gaara…
—Estoy…
—Ni se te ocurra —advirtió con suavidad, rosando sus labios sobre la mejilla del omega.
—Vendrán a limpiar —interrumpió Naruto, viendo su reloj de pulsera—, estarán aquí en quince minutos.
—Y la policía —chilló Gaara, consiguiendo una risita cómplice de aquel otro alfa que extrañamente le infundía una paz y protección similar a la de Itachi.
—Supongo que se llevarán a Shukaku y los restos del otro sujeto —se encogió de hombros—. Tal vez no lo sepas pero tenían negocios ilícitos, los buscan vivos o muertos en más de tres estados. Y tu al ser destinado de Itachi, ante la ley, él tiene derechos sobre ti —su mirada se oscureció—. Atentaron contra tu vida e integridad, él solo te protegió, y al ser un alfa clase S es natural que perdiera el control de aquella forma, a muchos otros les a pasado, la diferencia es que él sí es letal en comparación a otras clases.
Una paz infinita llenó su mirada tras aquellas palabras duras. Estaba entre dos depredadores capaz de destrozarlo sin esfuerzo, pero jamás en su vida, se había sentido tan seguro como en aquel momento.
🍅🍥🍅
Naruto frunció el ceño, se frotó las manos y gruñó frustrado, mirando con odio el reloj de la pared, como si con ello consiguiera que las manecillas avanzarán más rápido. Por fin era martes, iría a su cita con Sasuke, verían una película, lo llevaría a comer algo rico e intentaría convencerlo para volver a salir y conocer más de él. Solo había un problema y es que el reloj parecía avanzar más lento que de costumbre, logrando enfurecer a su alfa.
—Harás un hoyo en el piso si sigues así —Itachi rió y esquivó el cojín que su hermano le lanzó.
—No estoy de humor para tus tonterías —frunció el ceño, antes de volver a ver el reloj—. ¿Y Gaara?
—Con sus hermanos, vendrá mañana.
—¿Qué has decidido?
—No soy yo quien debe decidir —apretó los puños—. Temari me dijo que no ha podido dormir, tiene pesadillas y mi alfa lo siente y necesita consolarlo, pero después de lo que pasó no voy a obligarlo a estar conmigo.
—No es una opción.
Tomó sus llaves, cartera y celular, saliendo del departamento para ir directo con Sasuke, importando poco que faltara una hora para su supuesta cita. Frunciendo el ceño en cuanto detuvo el auto frente al edificio de su omega, contemplando con asombro el mensaje que este le envió, mientras su alfa se removía inquieto en su interior.
Pero tras comprobar que se encontraba más que bien y refrenar aquellas ansias por tomarlo entre sus brazos para besarlo de forma lenta y tan dulce como el propio Sasuke, su alfa se puso alerta ante el inexplicable miedo que reflejaban aquellos ojos de obsidiana.
—Luces pálido.
—Tsk, te he dicho que estoy bien.
Pasó por su lado para salir de casa y caminar directo hacia el elevador siendo seguido por él, dándose cuenta de que era incapaz de verlo a los ojos, gracias a un simple trago amargo del pasado. Si, Naruto era abrumador de muchas formas diferente, también peligroso pero aun así se sentía con la suficiente fuerza y seguridad para tratar cada una de sus insinuaciones llenas de coqueteo.
Pero en esos momentos, se asemejaba a una presa absurda que camina directo a la boca del lobo, pese a ser consciente del peligro. Era absurdo, por lo que apretó los puños tan fuerte que sintió sus uñas clavarse en la palma de su mano, provocándole un ligero escozor que le trajo un instante de paz al cual aferrarse con fuerza. Finalmente logró inhalar y exhalar un par de veces, observando de soslayo el rostro tranquilo de Naruto.
—Gracias… —murmuró de la nada y tan bajo, que apenas y fue capaz de escucharlo.
—¿Por qué?
—Por aceptar mi invitación.
¡Mil veces maldito! Gritó en su fuero interno porque era incapaz de decir algo coherente, de hecho, estaba casi seguro que en esos momentos parecía pez fuera del agua, boqueando sin saber qué decir mientras aquellos labios que lo besaban tan rico dibujan una fina sonrisa que calentó su rostro, logrando que él ría con fuerza y su vergüenza aumente sin saber porqué.
—Solo fue por lastima, no te confundas —espetó saliendo del ascensor, directo al estacionamiento.
—Aun así, gracias.
Intentó ignorarlo pero era imposible, aquel alfa lo eclipsaba, tal vez por ser su destinado o porque una parte de él lo aborrecía y tenía que mantenerse alerta, al final era igual, ya había decidido, por lo que simplemente se limitó a seguirlo en silencio hasta su auto, dejando que le abra la puerta con una sonrisa de dientes blanquísimos que se reflejaba en su mirada.
Afortunadamente para Sasuke, durante el trayecto al cine, Naruto no intentó entablar una conversación, tan solo puso algo de música suave, y preguntó si le gustaba, obteniendo un ligero asentimiento para mantener las distancias, dedicandose a ver por la ventana, extrañamente cómodo con el ameno ambiente.
—Estupido alfa —gruñó con una sonrisa.
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Al llegar al cine, su olfato fue invadido por el delicioso y abrumador aroma de las palomitas de maíz. Tenía mucho tiempo que no iba así que no evitó mostrarse feliz, incluso dejó que Naruto tomara su mano como si fueran una pareja, mientras caminaban al área de dulces, en donde el alfa le compró más de lo que podría comer. Y una vez estuvieron en la sala indicada, se acomodaron entre comentarios sobre las críticas que había recibido la película y lo bueno que es el director.
Pero en cuanto comenzó, ambos se quedaron en silencio, y Sasuke fue incapaz de apartar la mirada de la pantalla mientras sus manos se movían mecánicamente, abriendo cuidadosamente cada pequeño empaque de dulces. Sorprendido de que Naruto no haya hecho ni un intento por querer tocarlo o abrazarlo, algo que agradeció internamente porque no era tan fuerte. Consciente de la necesidad de su omega por él.
Aunque intranquilo, comenzó a cuestionarse si ese dobe se mantenía quieto porque creía que Deidara era su novio y podía darle una paliza, o porque no le apetecía estar con él de una forma sexual. Finalmente, su lado omega que deseaba arrojarse a los brazos de ese alfa y besarlo como si no hubiese un mañana, concluyó que Naruto solo era un caballero y respetaba sus falsos deseos de ser amigos. Para su sorpresa, el mayor acercamiento que hizo en esas dos horas fue robarle una bolsita de chocolates, regalándole una fugaz sonrisa antes de volver a centrar toda su atención en la pantalla.
Ahora que lo pensaba de forma racional, era la primera vez que disfrutaba tanto ver una película en el cine. Ir con Deidara implicaba escuchar críticas sobre vestuario y un informe detallado sobre el origen del guión, también debía soportar comentarios sobre el desempeño de los actores y cientos de cosas aburridas, todo mientras lo abrazaba hasta sofocarlo, en un intento de robar sus dulces que se comía con descaro, pidiéndole su opinión cada cinco minutos sobre las escenas. Y Sasori, él tampoco era una opción, si iba con él era de ley ver algo que tuviera cultura y no basura de los medios de entretenimiento.
—Realmente me encantó —dijo en cuanto salieron de la sala, mirando a Naruto con una ceja arqueada—. Por un momento creí que no podría ver tranquilo la película porque tendría que lidiar con tus torpes manos y terminaría por irme sin saber el final.
Feliz, suelta una risa desenfadada, cálida y líquida como el chocolate fundido que parece reptar por su piel caliente hasta hacerlo vibrar sin mucho esfuerzo. No sabía si era ignorante de lo que provocaba en él, o tal vez aún no se daba cuenta de cuánto lo afectaba su presencia, sus miradas y palabras suaves bañadas de dulce caramelo. Perdido sonríe ladino, comenzando a caminar por la plaza hasta un restaurante de comida rápida.
—Existen mejores lugares para tocarte que un cine tteba —murmura con el dedo índice sobre sus labios, antes de verlo a los ojos—. Y no me gustaría que alguien más vea tu rostro extasiado o escuche tus jadeos.
¡Bastardo! Desea gritar y su omega le araña desde dentro, furioso por no tomarlo del rostro y reclamar esos labios de tentación. La sola idea de sentirlo tan cerca hace que su piel se erize ante su descaro, sintiendo su rostro arder a la par de su corazón desbocado, mientras una sensación extraña se forma en su vientre, similar a un enjambre de abejas haciendo estragos en su interior, recordando vagamente aquella noche en su departamento.
—Idiota…
—Por ejemplo…
—Quiero una hamburguesa —lo interrumpe de forma infantil, yendo a sentarse en la primera mesa libre que ve.
—A tus ordenes —ronronea con diversión, regresando unos minutos después con una charola en mano—. Jamás he comido aquí —murmuró pensativo mientras observa la comida, entregándole su porción a Sasuke—, espero que te guste.
—La comida es buena —tomó el vaso de refresco dándole un sorbo—. Hace un tiempo trabajé aquí.
—¿Enserio?
—Sí, y antes de que lo preguntes, renuncie porque mi jefe era un tipo de lo más repulsivo que intentó llevarme a su cama… oh… pero la comida si es buena. Lo que más me gustaba era el paquete que incluye un helado.
Repentinamente empezó a toser, pero no le tomó importancia ya que se recompuso rápidamente. Lo más seguro es que tomara sus palabras como una clara indirecta y pensara que le mintió sobre trabajar allí, pero era cierto. Danzõ, su asqueroso ex jefe realmente era alguien nauseabundo que lo follaba con la mirada, logrando que su sola presencia le provocara asco.
—Creo que…
—Oh, ya no importa —sonrió con malicia, eso le confirmaba sus sospechas, aunque para su desgracia todo fue cierto—. Deidara le dio una paliza al tipo cuando le conté que me arrincono en el baño —soltó sin saber porque, encogiéndose de hombros para restarle importancia, dándole otra mordida a la hamburguesa, sin embargo, no se espero ver aquella mirada letal en esos extraordinarios ojos azules.
—Yo lo hubiera matado —gruñó furioso, obligándose a calmar a su alfa—. Mejor hay que hablar de otra cosa —intentó sonreír, aunque parecía un poco incomodo, lo sabía porque empezó a quitarle el ajonjolí al pan—. Ya sé, ¿de dónde eres?
Esta vez fue Sasuke el sorprendido. Su cuerpo se tensó, dejo de comer y bajó la mirada tomando entre sus manos el vaso frío de refresco.
—Nací aquí, en Italia —le dio un sorbo a la bebida esperando que dejara el tema.
—Lo que me gustaría saber es en donde creciste —sonrió sin malicia, incluso con inocencia mientras centraba la atención en él—. Es que tienes un ligero acento ruso.
—No lo había notado —espetó con molestia, intentando irse por la tangente sin mucho éxito.
—Es casi imperceptible —se encogió de hombros, incapaz de notar su expresión tensa que gritaba que dejara el tema de una vez—. Y hace unos meses estuve en Rusia, por eso fue que me di cuenta.
—Casi son las cinco.
De un momento a otro el buen ambiente que había entre ellos se esfumó, aún así no hizo ningún intento por retenerlo, se limitó a asentir con una expresión de tristeza que el omega interpretó como falsa, como si realmente le importara cuando no era así. Tal vez fue el hecho de que finalmente se dio cuenta que no mentía sobre sus condiciones para esa salida, o que no estaba dispuesto a aceptar algo más que su amistad, claro que dudaba que llegaran a ser algo más que simples conocidos.
El regreso a casa fue incómodo, Sasuke no estaba dispuesto a hablar, ya no. Había muchas cosas que jamás le contaría a un completo extraño, eran cosas que no le diría ni al propio Deidara, a quien comenzaba a considerar su familia. En la vida siempre había momentos dolorosos y felices, aquellas vivencias que las personas se fuerzan por mantener en un lugar especial de su corazón, por su parte, él anhelaba enterrar esos recuerdos, y de ser posible, destruirlos para que jamás vuelvan.
—Sasuke… yo…
—Gracias por la película, dobe —comentó distraído en cuanto estuvieron frente a la puerta de su departamento.
—Fue un placer —de forma suave, acarició su cabello, deslizando la mano hasta su mejilla en un gesto inocente, incluso diría que tierno—. Espero que me permitas volver a invitarte.
Se inclinó lo suficiente para que sus labios rozaran su mejilla en un beso cálido y tímido que lo alteró de mil formas diferentes, borrando todo rastro de hostilidad que había mantenido en su semblante de forma inconsciente. Sentía sus mejillas arder mientras lo veía a los ojos con molestia. En verdad lo odiaba, odiaba todo lo que le provocaba, por lo que dio media vuelta adentrándose a casa y cerrándole la puerta en la cara.
Sentía su corazón latiendo a mil por hora a la par que sus pensamientos rebotaban dentro de su cabeza en mil direcciones distintas, impidiéndole formar una idea coherente. Apenas y logró escuchar sus pasos alejarse, quedándose sin fuerza, teniendo que recargarse en la pared para no caer. No tenía ni idea de cuánto tiempo permaneció en esa posición, pero cuando logró calmar todo el caos de su cabeza se dio cuenta que había anochecido.
Frotó su rostro con ambas manos y encendió la luz, caminando hasta la mesa de centro, contemplando aquel bonito ramo de rosas con una ligera sonrisa. Finalmente se permitió tomarlo entre sus brazos, llevándolo hasta su rostro para inhalar su aroma, cerrando los ojos con fuerza mientras un solo nombre comenzaba a gobernar sus pensamientos. Era un tonto, pensó mientras abría los ojos y deslizaba cuidadosamente las yemas de los dedos sobre los finos pétalos.
No podía deshacerse de las rosas, de sus sentimientos caóticos y mucho menos de Naruto y su molesta compañía que lo llenaba de una extraña paz, junto a una sensación de familiaridad y protección que hace años no sentía. Al final, acomodo las rosas con mucho cuidado en un bonito florero y las llevó a su cuarto, colocándolas en la mesita de noche para poder contemplarlas.
—No me hagas arrepentirme —susurró en un hilo de voz—. Por favor...
Tal vez fue una coincidencia, pero como si algo los uniera a un nivel que era incapaz de explicar, su celular sonó un par de veces. Al tomarlo se dio cuenta que era un mensaje de Naruto, frunció el ceño dejándose caer en la cama, dudando si debía abrirlo o tan solo ignorarlo como había querido hacer con todo él, al final la respuesta fue más que obvia.
No sé qué hice para molestarte pero lo lamento. Espero que podamos salir nuevamente. Descansa.
Bs Naruto
Sonrió hermoso, mientras era invadido por una nueva emoción, una que le obligó a enterrar el rostro en la almohada, ahogando un estúpido gritó que no tenía lugar de ser… y mientras la calidez gobernaba su pecho y una sonrisa boba dominaba su rostro, tomó el teléfono enviando un mensaje con dedos tembloroso.
Me encantaría… tú también descansa.
Y antes de que se diera cuenta, a ese mensaje le siguieron muchos otros…
~ * o0O0o H.E o0O0o * ~
Continuará...
Mil perdones por la demora, solo espero que el capítulo haya sido de su agrado, si es así no se olviden de comentar y votar 😊😎
Haruka Eastwood
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