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Masa de fresa (5/5)

    Sus dedos se hundieron en el brazo de Clark. Antes, se habría puesto a comparar la dura silicona con la carne humana, pero ahora, estaba seguro que la composición de Kal-El no era ni lo uno ni lo otro. No importa qué era, lo único que sabía era que podía acariciar con sus dedos su piel y era una sensación satisfactoria. 

    —¿Te gusta? —Sus ojos se conectaron por un momento. No dijo nada, pero Bruce volvió a echar la cabeza hacia atrás en respuesta y apretar de nuevo su brazo. Clark tomó eso como un sí. 

    Lo vio retorcerse cuando pasó suavemente su nariz desde su cuello dibujando una línea por su pecho y lentamente llegar hasta su ombligo. La mano había dejado de apretar su brazo para ahora martirizar a las sábanas desordenadas debajo suyo. Un suspiro. Los engranajes de Clark sonaron a un ritmo de felicidad e imitó perfectamente el sonido de puro gusto de Bruce. 

    Alzó su rostro. Bruce tenía, para entonces, los ojos cerrados. Sus piernas seguían abiertas alrededor de su cadera, semi encorvadas, como temiendo moverse y arruinarlo todo. Clark se detuvo un momento para deleitarse en su obra de arte: Tres montes de crema batida, uno en cada pezón, rematado con una fresa como que si de un pastel se tratara y otro, allí en ese lugar donde sabía que antes había puesto pero que Bruce pidió que le recordara. 

    Oh, era una buena reconstrucción de los hechos. 

    Volviendo al caso. Había de nuevo inclinando su cabeza cuando Bruce abrió los ojos al darse cuenta que no se estaba moviendo. Pudo vislumbrar un leve sonrojo cuando atrapó con su boca una de las fresas y la mordió dejando caer un trozo. 

    —¿No vas a seguir? —Bruce habló, sabía que era más por un nerviosismo molesto que por otra cosa. Clark le respondió de nuevo con aquellos sonidos incomprensibles para el resto de mortales y Bruce solo pudo sonreír ante eso. 

    Pronto la crema había desaparecido en la boca de Clark y la sensación de su lengua junto con la pegajosidad de la crema de montar le hizo dar un escalofrío a Bruce. Sus manos se movieron para acariciar el pelo de Kal-El, su cuerpo se movió en una copia de su anterior reacción y luego, lo guió hacia su otro pezón. 

    ¿Cómo es que podía hacerlo tan bien? Era surrealista, que Clark, en realidad, fuera un ser con poco tiempo sobre aquellas tierras pero tuviera tal experiencia. A veces la tecnología y los acontecimientos estaban fuera de su alcance y no lograba comprender la magnitud de los mismos. 

    Un gemido ahogado se le escapó de los labios, cuando sintió la lengua, no ya en sus pezones, sino cerca de su pierna, como un aviso de lo que estaba por venir. Lo vio lamer suavemente la crema de los alrededores. En lugar de fresa, por en medio del monte de crema, se asomaba orgulloso su miembro erecto como que si fuera la fruta prohibida y pasional que debía comer. 

    Kal-El no dudo en pegar sus labios a la misma y mancharse con el dulce blanco mientras succionaba la cabeza de su falo como que si de verdad fuera una de las fresas de antes. 

    Estaba ahora seguro de que las fresas eran su fruta favorita. 

    Clark se hundió más, llevando más a fondo el miembro en su boca y haciendo un desastre con su rostro. A Bruce los gemidos no paraban de escapársele. Cuando se trataba de Clark no había nada que pudiera contenerlo. Sus manos se seguían apretando duramente en su cabello y moviendolo, obligándolo a seguir el ritmo que su propio cuerpo deseaba. 

    Las manos se Clark estaban bajo sus muslos, agarrándolos, dejando a veces sus dedos marcados y abriéndolo aún más para él. Sintió como su cavidad cálida abandonaba su miembro e iba bajando lentamente hacia abajo dejando un rastro de saliva. Tragó saliva cuando sintió que la lengua del otro pasó por aquel sitió y humedeció con lujuria. Muchos más suspiros se le escapaban de los labios cuando sentía aquello y esta vez, se le salió un grito cuando la misma lengua se introdujo, dándole suaves penetraciones.  

    —Clark —Su nombre salió suspirado de sus labios. El susodicho no hizo otra cosa más que seguir con sus movimientos y apretarlo más. 

    No tenia la menor duda que estaba a punto de alcanzar el orgasmo, casi podía rozarlo con sus dedos cuando Kal-El se detuvo. Lo miró con el semblante frustrado, mientras el muy buen hombre se relamía los labios que aún tenían algo de crema. 

    —¡Oye! ¡No te detengas! —Le dijo con la respiración algo agitada y molesta.

    —Oblígame 

    Clark se había vuelto algo impertinente, necio, desobediente y orgulloso. No podía culparlo, tenía un montón de cosas geniales por dentro y la carga de la información biológica de toda una reza extinta. Seguía pensando que era un arma muy probablemente mortal, aunque, siendo sinceros, lo había visto acariciar un gatito y eso no parecía ni de lejos peligroso. 

    —¡Hazlo! ¡Quiero venirme! —Se quejó impropio de sí mismo. Nunca había pedido algo como eso y definitivamente nunca se lo pedirá a nadie. Sin embargo, Clark tenía esa habilidad para nublarle el juicio de tal manera que terminaba por no ser él. 

    —Ahora te lo prohíbo —Un bufido de molestia se le escapó, casi como un reproche de niño pequeño ante sus palabras. 

    Era como estar delante de un dictador, una mala persona con el poder suficiente para romper cada parte de su ser, que se dedicaba a torturarlo lentamente y en sus tiempos libres acariciaba gatitos y salvaba insectos de los golpes del periódico de Bruce. 

    —¡Cl! ¡Clark! ¡Dios! —Había sido un poco bruto al meter dos de sus dedos de esa manera, pero en cuando estuvieron dentro, Kal-El supo hacia dónde moverlos y encontrar ese punto dentro suyo que hacía que perdiera toda la cordura ¿Cómo lo encontraba siempre y tan certeramente? No estaba seguro, tal vez fueron todos esos poderes que tenía por dentro los causantes de tales hazañas. 

    —¿Feliz? —Su voz era casi burlesca, pero con un deje de deseo y excitación. A Bruce no se le pasó desapercibido el miembro erecto de Kal-El. También se relamió los labios ante el deseo —Me parece que sí. 

    Los dedos de Kal-El lo abrieron y lo follaron una y otra vez de una manera tan descuidada y placentera que para entonces, no podía contestar a ninguna de las frases irónicas que el otro pronunciaba. 

    En algún momento se detuvo, justo cuando Bruce pensó que podría alcanzar su orgasmo solo con eso. Sin embargo, vio la sonrisa perversa de Clark en sus labios mientras se acomodaba entre sus piernas. 

    —Dime, Bruce, ¿Estás ansioso? —Bruce lo miró con el ceño fruncido, ¿Por qué le gustaba torturarlo así? Por supuesto que sí lo quería. Oh, dioses, lo deseaba tanto, pero simplemente no podía responder a eso sin perder su orgullo —¿No me vas a contestar? 

    Sintió las manos apretar su cintura y a este acomodarse mientras se encajaba perfectamente entre sus piernas. Suspiró. El miembro de Clark empujaba entre sus nalgas y amenazaba con entrar dentro suyo. Lo quería. 

    —No puedo estar seguro de que lo quieres si no lo dices — Apretó su mandíbula, las manos de Kal-El ahora acariciaban sus piernas mientras rozaban, de una manera maliciosa, su sensible miembro —Tienes que decirlo para que siga —Su mano agarró su miembro, lo sacudió un poco y pensó que iba a peder toda cordura. 

    —¡Maldita sea, Clar! ¡Sí! ¡Métemela ya! —Se hundió más en el colchón, bastante cargado de excitación, mientras que escuchaba los sonidos típicos de Clark y, después, una estocada fuerte que terminó con todo el miembro de Clark dentro suyo —¡Muévete! —Le dijo con voz autoritaria, antes de que al otro se le ocurriera preguntar si quería moverse o no. 

    Kal-El parecía divertido, pero fiel a sus órdenes, comenzó a moverse en un vaivén de aquí para allá que solo lograba sacarle gemidos desesperados al pobre Bruce que estaba bajo su cuerpo. Pronto, estos mismos fueron acallados por los labios ajenos, que aún sabían un poco a crema de montar con fresa. 

    La respiración de Clark se unió a los gemidos ahogados de Bruce. Entre el sonido de fricción de sus cuerpos, el chapoteo y ese sonidito que tenía Kal-El, que era muy diferente a los demás, y Bruce solo lo había escuchado cuando estaban excitados, se prendió una orquesta en la habitación donde el director era el placer. 

    El propio cuerpo de Clark se encargó de rozar el miembro de Bruce. No pasó mucho tiempo hasta que, en medio de un beso desesperado, con los ojos cerrados y sus manos arañando la espalda ajena ambos lograron rozar la cúspide de las mercedes de Eros. 

    Cuando Clark cayó sobre su cuerpo, sudoroso y agitado a su manera. Bruce le acarició con cariño la espalda y luego los cabellos desordenados. 

    —¿Estás bien? —Lo escuchó preguntar con una voz suave, totalmente diferente a lo anterior y casi con un deje de culpa. 

    —¿Por qué no lo estaría? —Le encantaba eso de Clark, esa dimensión suya que le hacía aterrorizar y sentir en peligro, pero en el fondo, saber que estaba tratando con un ser tan adorable y frágil, que antes habría que protegerle para que nada ni nadie le hiciera daño. 

    Sus caricias terminaron rodeando sus mejillas, alzo el rostro de Clark más o menos y este se desfiguró en las manos de Bruce con una sonrisa tonta que lo hizo reír a él también. 

    —Me gusta follarte duro —Bruce rodó los ojos, soltando el rostro de Clark y dejando que volviera a caer sobre su pecho mientras que su cabeza se hundía en la almohada que tenía debajo. 

    —A mi me gusta que me folles duro —Le respondió unos segundos después. Lo sintió moverse, en una leve carcajada y luego, sus brazos lo rodearon en un abrazo. 

    —Te quiero, Bruce.

    —Yo también te quiero, Clark. 

    Así se había conformado su vida en los últimos cinco años, en un ir y venir salvando al mundo, en la empresa, comiendo pasteles de fresa con Clark de distintas y lucrativas maneras y armando una vida diferente que nunca había soñado con tener. Hasta habían creado una identidad secreta para Clark a la que poco a poco se fue moldeando. 

    Fue divertido ver cómo Kal-El se integró rápidamente al equipo. Todos en la Atalaya parecían quererlo y divertirse en su compañía. El cambio también fue bueno para Bruce, porque, a fin de cuentas, él también terminó involucrado en aquel círculo amistoso que terminó por convertirse en familia. 

    En aquella tarde de febrero el sol traspasaba la ventana de su oficina de una manera horrible, se supone que era invierno, ¿Por qué la tortura? No sabía cómo era que aquella bola de fuego incandescente molesta ponía de buenas a Clark y no al revés. Ahora pensaba que no era buena idea eso de tener un ventanal lujoso como pared en lugar de los seguros e intraspasables ladrillos. 

    Se giró en su silla, dio una, dos vueltas, Dick le había dicho que hiciera eso cuando estaba cansado y, aunque en un principio no pensaba hacerle caso a las soluciones infantiles de su hijo, la verdad era que tenía razón. Su pequeño y creativo Dick, una de esas sorpresas que Clark tenía bajo la manga. 

Kal-El tenía muchos secretos, en realidad, no eran secretos que él mismo quisiera ocultar, sino más bien  habilidades escondidas que no sabía que tenía. A largo de esos últimos años aprendió que estar al lado de Clark era toda una aventura, que nunca estaba preparado para lo que pudiera traerle y aunque, siempre fue su obsesión tener cada paso planeado hasta el último detalle, ese factor sopresa que Clark agregó a su vida la había encantado de sobremanera. 

Aún lo recordaba, aquella mañana hace tres años cuando un grito de Clark lo despertó. Habían hecho el amor tan pasionalmente la noche anterior que no estaba seguro de por qué no seguía en la cama. El hecho es que había bajado corriendo por las escaleras y llegando a la cocina donde su Clark miraba una masa de esas de pastel de fresa que al final se habían convertido en su hobby favorito. 

—¿Qué te pasa? ¿Qué? —Le había preguntado asustado mientras se acercaba lentamente por detrás. Kal-El parecía ensimismado mirando la mesa. Cuando estuvo cerca, fue cuando se dignó a mirarlo. 

—Se ha movido —Dijo como que si no se creyera sus propias palabras —La masa se movió —Miró a Bruce con algo de susto. El otro se asomó para ver la mezcla dentro del bol y frunció el ceño al no ver nada. 

—Clark, eso no… —Y saltó. Ambos hombres hicieron el mismo gesto y se quedaron viendo el bol como que si estuvieran alucinando. 

—Juro que… No sé que ha pasado —La mano reconfortante de Bruce le dio un par de palmaditas y luego, con sumo cuidado, se habían llevado el bol para estudiarlo. 

Masita de fresa, como le había puesto Clark, había empezado a cobrar autonomía propia. Bruce hizo algunos estudios y descubrieron que, en realidad, sí había algo de vida en ello. Cyborg lo confirmó y Diana había reído contándoles la historia de cómo nacían las amazonas. 

Resulta que Clark tenía más poderes de los que podía imaginar. Resultaba extraño y divertido explicarlo; algo así como que de tanto amor que logró tener en sus manos pudo soplar o infundar vida en algo, en este caso, a una masa que amaba hacer para la persona que más amaba. 

Fue extraño, masita pronto fue tomando una forma ovalada, con un color extraño. Bruce lo puso en una cápsula espacial con calorcito para, en su perspectiva, no dañarla, según cuenta Clark fue para terminar de hornearlo. Pronto masita ya no pudo seguir siendo masita, en cambio Clark pilló un día a Bruce llamarlo ‘Dickie’ y desde entonces lo bautizaron así. 

Dick salió de un huevo, uno de masa. Quizá era surrealista y nadie se lo creería, pero, eh, estamos en una historia ficticia, ¿Qué es lo que nos limita a pensar que no sucedió así? 

La experiencia e historia más rara en la historia de la llegada al mundo de la vida. 

Bruce se recostó en su silla, esa era la habilidad que más le había encantado descubrir de Kal-El. Sonrió ante el recuerdo, era su más preciado tesoro. Y hablando de tesoros, la puerta se abrió. 

—¡Papi! —Miró hacia la puerta. Un pequeño de unos cuatro años corría como si la vida le fuera en ello. Dick olía un poco a fresas y su cabello a veces parecía destellar hilos rojizos. 

—¿Te fue bien en el cole? —Levantó al pequeño en sus brazos, mientras que avanzó a Clark que cerraba la puerta tras de él. 

—¡Sí! —Gritó con emoción para girar a ver a Clark que venía tras ellos. 

Kal-El, quien levantó su mano para ponerla sobre su rostro y mirarlo tras la abertura que habían dejado sus dedos; Bruce quien hizo lo mismo y el pequeño Dick quien no tardó en copiar el gesto de sus padres. 

—Bruce —Se deleitó en escuchar esos sonidos robóticos que había en Clark, Dick intentó imitarlos a su manera y este lo abrazó contra su pecho. 

—Clark —Respondió. Avanzó y lo abrazó. 

Si algún día le hubieran preguntado si quería adquirir un robot para el mantenimiento del hogar, se habría negado. Ahora, solo podía agradecer que llegó un buen día, sin su permiso a su puerta. 

Gracias a los dioses por la curiosidad que lo llevó a encenderlo, a hablarle, a reirse de su movimientos automáticos. 

Gracias a los dioses por un regalo caído del cielo. 

Gracias a los dioses por los pasteles de fresa. 

FIN 

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¿Qué les ha parecido este loco final? Yo espero que hayan disfrutado tanto como yo escribirlo.

¡Nos leemos en otra ocasión!

Que el universo siempre vibre a tu favor ~

   

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