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ii. you've got fans


˚ ₊ ♡ ❰ BIG TIME FANS ❱ ⋆ ✰ ₊˚.༄

Haciendo su camino por el vestíbulo con, prácticamente, nada en su mente, Gabriela tenía su cara enterrada en el guión de un programa que en realidad no le gustaba mucho.

Caminó hacia la salida con la intención de buscar un sitio más tranquilo en el parque, pero antes de que pudiera salir del hotel fue detenida al recibir un fuerte golpe en la cara, más específicamente en la nariz.

Jenny, una chica rubia y bajita, se volvió y miró a la chica, que ahora se tapaba la nariz y soltaba pequeños quejidos.

—Perdón.

Jenny apenas se detuvo a ver el estado de Gabriela y se dirigió hacia el escritorio de Bitters.

—Siento como si mi nariz estuviera sentada en mi cara —murmuró Gabriela, quejándose del dolor.

Kendall se acercó a ella con cautela y apartó las manos de su cara

—Oh.

—¿Es grave?

—¿No?

Kendall se hizo a un lado para dejar que los chicos vieran, su nariz casi parece rota.

Pronto escuchó un montón de "no" y "nunca ha estado mejor".

—¿Estamos mintiendo o lo están diciendo de verdad? —preguntó Carlos a los chicos.

—La veo menos patosa que antes —comentó Logan, refiriéndose a Jenny.

—Parece bastante magullada —le dijo Kendall a Gabriela—. ¿Si la toco te duele? —con suma suavidad puso su dedo sobre su nariz y ella se estremeció un poco.

—Sí, pero recordad, queremos a Jenny —dijo Carlos, poniéndose en frente de los cuatro.

—Lo siento —se disculpó el rubio, apartando su mano.

—Ya, en segundo me rompí un brazo jugando a las canicas con ella —les recordó James, señalando su brazo—. Y en quinto me cortó con un folio y tuvieron que darme puntos. Y luego —se llevó las manos a la cabeza—. En octavo en el laboratorio...

—Tardó un año en crecerte el pelo —Logan asintió.

—¡Yo paso! —gritó el castaño antes de salir pitando de allí.

Jenny firmó los papeles para poder quedarse en Palm Woods y cuando terminó apuñaló a Bitters en la mano con el bolígrafo. El pobre hombre pegó un gran grito de dolor.

Cambiando su tono de voz, Bitters dejó escapar un suspiro.

—Tus llaves —le tendió dos tarjetas con la mano buena—. Sé bienvenida.

—¡Hala! ¡Qué chula es la grapadora! —Jenny sonrió mientras agitaba la grapadora. Carlos y Logan corrieron hacia ella para detenerla.

—Creo que deberías ir a ver al doctor Hollywood.

—Ya, sería lo más inteligente.

Cubriéndose la nariz una vez más, se dirigió hacia la salida para ir al médico.

Kendall la vio irse y se volvió hacia los chicos, que luchaban por sacar a Jenny del vestíbulo.

Una vez que se reunió con el doctor Hollywood y le contó lo que le pasó, le dijo que estaba sorprendido de que su nariz no estuviera rota por sus heridas y que era libre de marcharse... siempre y cuando llevara un yeso en la nariz por si llega a pasarle algo más y empeorar.

Más tarde, entró en el apartamento de los chicos y se sentó con Kendall, Carlos y Logan mientras ellos trataban de ayudar, una vez más, a Jenny.

—Bien, el sueño de Jenny es ser solista de un grupo —empezó Logan.

Kendall dejó caer un montón de revistas sobre la mesa.

—Y aquí hay montones de grupos que buscan cantantes —indicó Carlos, tocando con un dedo la portada de una de las revistas.

—Ya, pero hay un problema. ¡No sabe cantar! —gritó Kendall—. ¿La recordáis en el coro?

Gabriela apoyó los codos en la mesa.

—La gente cambia. Tal vez ahora canta mejor que antes.

—Es verdad —concordó Logan, sonriendo—. Así que hay que encontrar un grupo que busque una cantante enviada por el demonio para destruir la Tierra.

De pronto, la conversación fue interrumpida cuando Jenny atravesó la pared, dejando un gran agujero en ella y el suelo lleno de polvo blanco.

—¡Vaya! Siempre me pasa cuando hago tostadas —dijo ella.

Gabriela miró a Kendall con las cejas fruncidas.

—¿Tostadas? —repitió ella, extrañada.

—¡¿Queréis una?! —les preguntó Jenny.

—¡No! ¡No! ¡No! Estamos bien.

—¡Cómo mola estar en Los Ángeles y ser vecinos! ¡Nuestras habitaciones se comunican, ah! —exclamó con una gran sonrisa antes de pasar por el agujero de la pared y regresar a su habitación.

—¡Va a matarnos! —soltó Carlos, aterrado.

—No si la matamos a ella primero —declara Logan, levantando un dedo.

—Nadie va a matar a nadie —dijo Kendall—. Podemos hacerlo, jamás rompemos una promesa —se enfrentó a Carlos y le "susurró" al oído—. ¡Así que deja de prometer cosas!

La puerta se abrió de golpe y los cuatro adolescentes se giraron, encontrándose con Bitters.

—Deshaceos de ella —exclamó, rechinando los dientes—. Vuestra amiga lleva aquí solo dos horas, y ha conseguido destrozar el ascensor, romper una tubería, clavarme un bolígrafo, e iniciar dos incendios.

Las alarmas de incendio se volvieron a disparar al instante. Dos bomberos pasaron por el pasillo cargando con una manguera.

—Mejor dicho, tres incendios —rectificó, levantando tres dedos con la mano buena.

Después de unas horas y un par de incendios más, los cuatro adolescentes hicieron que Jenny se sentara en frente de ellos en el sillón.

Por supuesto, los chicos se aseguraron de estar protegidos, y cada uno se puso su equipo de hockey de casa, dejando que Gabriela tomara prestado el de James.

—Bueno, ¿queréis hablar conmigo de mis sueños? —Jenny sonrió.

Un móvil empezó a sonar.

—Oh, ¡sí! Gustavo me necesita. Debo irme. ¡Chao, Jenny! —se despidió Logan de ella con una sonrisa—. Buena suerte —le susurró a los demás mientras le daba a Kendall un extintor.

Logan hizo una salida rápida dejando a los tres solos con Jenny. La rubia sonrió y levantó el pulgar antes de agitar la mano en forma de saludo.

Kendall le pasó el extintor a los demás, y lo pusieron en el suelo.

—Jenny, a veces los sueños cambian —empezó Kendall, tomando la iniciativa—. Nosotros queríamos ser jugadores de hockey, y ahora somos cantantes.

—Tú quieres ser cantante, pero tal vez deberías ser una de esos que tiran edificios para construir otros —agregó Carlos, haciendo gestos con los guantes.

—Pero, chicos, ahora soy mejor cantante. He tomado clases. ¿Queréis oírme?

Gabriela sonrió.

—Claro, danos un segundo.

Hicieron una pequeña barricada con las sillas y cuando se escondieron detrás de ellas, le levantaron un pulgar, haciéndole saber que ya podía comenzar.

Y cuando empezó, era fantástica, probablemente más que fantástica. 

—¡Eres increíble! —Kendall sonrió, de pie junto a Gabriela y Carlos.

—¡Te dije que te haríamos una estrella!

Los dos chicos fueron hacia ella para un abrazo y comenzaron a saltar arriba y abajo mientras daban vueltas.

Gabriela se quitó el casco de hockey y cuando miró al grupo, habían desaparecido.

Extrañada, se dirigió a donde los tres se estaban abrazando y vio un enorme agujero en el suelo.

Después de estar un rato acostados en el suelo, se levantaron y miraron hacia el agujero en el techo.

Gabriela todavía miraba hacia abajo a los chicos con una pequeña sonrisa, bueno, una que se desvaneció al instante cuando Bitters apareció a la vista.

—¡Lo arreglaremos! —prometieron Kendall y Carlos antes de salir corriendo, dejando a Jenny parada allí mirando a Bitters, y a Gabriela, que todavía les miraba desde arriba.

Kendall reapareció, agarrando a Jenny por detrás. Miró hacia arriba a Gabriela.

—Baja.

Bajando hacia el vestíbulo, mantuvo el casco debajo de su brazo para mantenerlo seguro. Ya tenía un yeso en la nariz... no podía permitirse seguir siendo herida por una sola persona.

Una vez que llegó allí, le informaron que fueron al tablón de anuncios del Palm Woods y le consiguieron trabajo a Jenny.

Se reunieron con el Tío de la Guitarra fuera del hotel, y lo encontraron junto a su furgoneta.

—He estado ahorrando durante tres años para comprar esta furgoneta, ¡y por fin puedo irme de gira! —sonrió y se dirigió al asiento del conductor.

—¿Iréis a algún concierto? —les preguntó Jenny, emocionada.

Carlos sonrió.

—Lo prometemos —respondió él casi al instante, recibiendo un golpe y una mirada severa por parte de Kendall.

—Lo intentarán —se apresuró a corregir Gabriela.

Jenny cerró la puerta de los asientos traseros de la furgoneta, y se subió al asiento del copiloto.

—¡Soy cantante! —gritó.

—¡Canada, allá vamos!

Una vez que están lo suficientemente lejos, los chicos lo celebraron, pero se sobresaltaron al escuchar un accidente de coche, y vieron un neumático rodando hacia ellos.

—¡Por poco!

Gabriela solo pudo suspirar, deseando haberse quedado en su apartamento en lugar de intentar ir al parque.

El grupo decidió separarse por un tiempo sólo para tratar de calmarse antes de volver a ayudar a la rubia problemática.

El descanso no fue largo ya que Kendall le había pedido a Gabriela que se reuniera con ellos en el vestíbulo.

Y una vez allí, se encontró cara a cara con los chicos.

—Bitters nos va a poner de patitas en la calle si seguimos ayudando a Jenny —le hizo saber Carlos.

—Pero él no se está refiriendo a mí —señaló Gabriela—. Por mucho que esté tratando de ayudar, no me echarán por culpa de Jenny.

Carlos suspiró.

—Gabriela.

—Siento decir esto, pero no creo que puedan hacer realidad el sueño de Jenny ahora mismo. Es mejor que se lo digan ahora antes de que os echen del Palm Woods.

La puerta del ascensor sonó y Jenny salió con una gran sonrisa en la cara, dos bomberos se encontraban detrás de ella apagando algo dentro del ascensor.

—Bien, chicos, ¿y ahora? —preguntó.

—Ah, Jenny. Emm, verás... Ah, ¿Kendall?

—Ah, Jenny... No podemos hacer más para ayudarte —Kendall suspiró.

—Lo... Lo sentimos mucho.

—Oh —soltó Jenny, negando con la cabeza—. Lo entiendo. Os habéis portado muy bien ayudando a una amiga. Voy a volverme a Minnesota.

Volvió al ascensor con la mirada en el suelo. Los dos bomberos que justamente estaban saliendo de él, se miraron y pusieron a cada lado de la rubia. La chica levantó la mirada y se despidió con la manos mientras se cerraban las puertas.

—¿Por qué me siento como si me hubiera dado contra la pared diecinueve veces? —preguntó Carlos, deprimido.

—A veces —comenzó Gabriela, parada detrás del moreno. Apoyó sus manos en sus hombros, acercándolo— cuando rompes una promesa, también rompes un corazón. Pero al menos lo intentaron y eso es lo que importa.

—Oooh, presiento mucha tristeza por aquí —comentó Camille cuando llegó y se puso junto a Gabriela—. Contadme.

—Le prometí a una amiga que la ayudaría a triunfar, lo que no volveré a hacer —aseguró mientras le lanzaba una mirada a Kendall.

—Y es un poco gafe, casi nos mata, y casi le rompe la nariz a Gabriela, pero queríamos conseguirle un trabajo de cantante.

—A ser posible en otro continente —agregó Carlos.

—¿No habéis probado a llamar a algún agente internacional? —preguntó Camille.

—¿Internacional?

—Sí, hay una gran demanda de talentos norteamericanos por el mundo.

Camille caminó hacia el tablón de anuncios y quitó el cartel del Tío de la Guitarra, revelando tarjetas de visita.

—Somos gente muy divertida.

—¿Estás segura de que es una buena idea? —le preguntó Gabriela.

Su pregunta pareció ser ignorada.

—Consigue las tarjetas. Buscaré a Jenny —le dijo Kendall a Carlos.

—¡Volando!

Poniendo los ojos en blanco, empezó a seguir a Camille.

—¿Ella te hizo eso en la nariz?

—No está rota, pero duele muchísimo.

—Vaya —exclamó Camille, abriendo aún más los ojos.

Y tal vez debieron haber escuchado a Gabriela, porque una vez que ella recibió la llamada, se quedó parada fuera del Palm Woods con Kendall, Carlos y Jenny, debido a que todos habían sido expulsados oficialmente del hotel.

—Adiós a mis sueños, ahora dormiré en la calle.

—Bienvenida a Hollywood —le respondió Kendall a la rubia.

James apareció ante ellos.

—Nadie dormirá esta noche en la calle. Ve a Rocque Records.

—Pero con mucho cuidado —le dijo Kendall, levantando los brazos.

—¿Son galletas de perro? —le preguntó el moreno, extrañado, a James.

—Son deliciosas.

—¿De Bacon y queso? —preguntó Carlos después de oler un poco.

James sonrió y le tendió la bolsa de comida para perros.

—Y si alguna vez te cansas de... eso, puedes quedarte en mi casa —ofreció Gabriela.

Jenny sonrió y fue hacia ella para abrazarla.

—Desde una distancia.

Después de llegar a Rocque Records, Jenny se cayó al instante por el agujero que había hecho en el suelo.

Gabriela siguió a los chicos para buscar a Jenny; era su primera vez dentro del edificio, así que no sabía a dónde estaba yendo. Después de caminar un poco y bajar una planta o dos, la encontraron junto a Logan, Kelly Wainwright, Gustavo Rocque, y otros dos hombres, aparentemente, roqueros.

—Jenny, ¿estás bien?

—¿Que si está bien? —preguntó el hombre de pelo rubio—. ¡Es estupenda!

—¡Rápido, canta!

Cuando empezó a cantarles a los hombres, que Gabriela supuso que eran una banda, sonrieron emocionados.

—¿Sabes? Podría ayudarnos a captar al público joven que queremos —le dijo el otro integrante a su compañero.

—¡Bienvenida a Choque Mortal!

Cuando comenzaron a celebrarlo, se pusieron a saltar. Todos tuvieron que pedirle a Jenny que parara de saltar.

—Vamos, Jenny, le pediremos permiso a tu mamá.

Jenny se despidió de todos con una gran sonrisa mientras agitaba su mano, por fin había logrado que su sueño se hiciera realidad.

—Bueno, esta historia ha tenido un final muy feliz —comentó Kendall.

—Y nunca más volveré a prometer nada. Lo prometo —prometió Carlos.

De pronto, alguien se acercó tocando el Sousafón.

—¡¿Buddy Simmons?!

—¡Hola, chicos! Carlos me prometió que me ayudaría a conseguir cumplir mi sueño de ser un famoso intérprete de tuba.

—¡Me dijo que era nuestro mayor fan!

Después del fiasco con Jenny y Buddy Simmons, Gabriela se encontró sentada en el tranquilo vestíbulo por primera vez en mucho tiempo.

—Hey.

Levantó la mirada y sonrió.

—Hola, Carlos.

—¿Qué estás haciendo?

—Nada... ¿qué pasa?

—Eh, ya que fuiste tan amable de ayudarnos hoy... ¿me preguntaba si te podría invitar a almorzar?

Ella le sonrió agradecida.

—Claro, gracias, Carlos.

—De nada —contestó con una sonrisa—. ¿Vamos?

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