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7. Maestro

Noah era tan solo una puberta cuando conoció a Kai.

Tenía un aura magnética, eso podía recordarlo. Siempre fue muy elocuente, muy vivaracho y sociable. El chico se llevaba más con Julieta, la mejor amiga en común de ambos: en secundaria, lo conoció más bien poco, pero poco más de un año después, entró a Bach 1, y él la tomó bajo su cuidado.

Entonces, Kai ya se veía como un superviviente postapocalíptico, con las greñas un par de dedos más largas de lo habitual, la expresión de un gato callejero, en alerta permanente, y usualmente, un par de rasguños en la cara. Él seguía siendo muy elocuente, pero no parecía notar que daba miedo cuando no hablaba. Kai era muy afable, claro, pero cuando se concentraba, a Noah se le ponían los pelos de punta.

A Noah le gustaban muchos chicos cuando entró a preparatoria, pero lo de Kai fue especial: creyó haberlo superado, segura de que jamás podría hacerle caso a alguien como ella, y decidió pasar tiempo con Caín, su compañero de asiento. No funcionó, principalmente porque seguía teniendo a Kai en sus pensamientos todo el tiempo. Seguía sintiéndose fuertemente atraída a él. Pero ella era solo la frágil chica a la que él debía cuidar.

Rompió con Caín en navidad, y se le declaró a Kai un día después. Empezaron a salir en enero, el día en el que Noah se inscribió a segundo semestre. No duraron ni tres meses después de que Noah se desilusionara de él. Quizá pasó tanto tiempo idealizándolo que al estar realmente con él, ya no se sentía igual. Rompieron, pero siguieron siendo muy cercanos, y entonces fue cuando Noah supo más de Kai que antes.

Noah conoció Alba Dorada, o lo que era Alba Dorada en ese entonces: la organización no era más que un grupito de chicos de preparatoria y uno que otro fugitivo. Sin embargo, le tocó ver cómo se metían en problemas para resolver problemas aún más grandes. Le tocó verlos peleándose con malasangres de la Zona 2, y con los Quincunces de Zeta. Vio a Kai volverse cada día más dura, y mentiría si no empezó a sentirse más confiada, más segura con él y su gente rodeándola en todo momento. Tal vez se le subieron los humos solo un poco. Se sentía impune.

Cuando Val y Caín empezaron a llevarse, Noah se puso celosa, y finalmente, terminó volviendo con Caín: Kai no lo vio con buenos ojos, y lentamente, Noah sintió cómo sus amigos le retiraban lentamente su apoyo. Algunos, como Amelia Hardeen, se pusieron directamente del lado de Val, pero poco importaba.

Al final, cuando echaron a Kai del colegio, y estalló el asedio a La Ciudad, Noah vio cómo Val colaboraba con Alba Dorada, mientras que a ella no le pidieron que hiciera nada. No la veían como alguien confiable, o siquiera necesaria.

Después del asedio, no tardó en enterarse del suicidio de Caín: las cosas se pusieron tensas en Alba Dorada, y después, cuando Kai decidió que se marchaba de La Ciudad, Noah no se lo tomó muy bien: Niambi, de su grupo de amigas, las convenció a ella y a Patricia, que había estado saliendo con Kai esos últimos días, de que Kai pensaba dejar a todos tirados y huir con el dinero que Alba Dorada había confiscado al Quincunce.

Honestamente, Noah se preguntaba por qué no se la iba a llevar con él, y después, cuando se percató de que tampoco iría con Patricia, se llenó de dudas, y decidió escuchar a Niambi. Si hubiese sabido que aquella estaba confabulada con quién sabe quienes, otra historia habría contado. Sin embargo, la noche en la que Kai se fue, no solo acabaron golpeadas las tres, sino que les quitaron sus placas de Alba Dorada.

Noah discutió con su hermana, Val, pues ella seguiría trabajando en Alba Dorada. Noah no podía creer que su hermana no estuviera de su lado. A veces peleaban, pero Val siempre se ponía de su lado cuando era necesario. Noah lo mantuvo en secreto hasta que su vieja amiga de secundaria, con quien perdió contacto durante años, volvió a escribirle.

Julieta decía que necesitaba urgentemente encontrar a Kai, y Noah le dijo cómo entrar a la Base 1 de La Ciudad. Le facilitó la entrada al archivo usando los permisos de seguridad de Val: le dio la tarjeta de acceso de su hermana, y Julieta entró y salió de Base 1 como si nada. A los dos días, el hermano menor de Candy, su amiga y más ferviente defensora, había sido envenenado por Julieta, bajo el alias de Caleidoscopio.

Noah fingió demencia hasta que la propia Candy, con lo que quedaba de su viejo grupo de amigos, ahora convertido en una delegación de Alba Dorada: Copa Escarlata llegó, la interrogó, la expuso frente a sus padres y, cuando terminó aquél asunto, su padre acabó preso, Val se mudó a quién sabe donde, y Noah terminó reubicada.

Semanas antes de que Arze invadiera La Ciudad, mandaron a Niambi a buscarla. Niambi dijo que había conseguido el patrocinio de "aliados poderosos", y le ofreció un lugar en su nueva alineación, junto a Patricia, que solía usar su alias como "Tenebra". Las tres protagonizaron el primer ataque en Xalapa, e intentaron atrapar ahí a Kai, pero fracasaron. Cuando Arze llegó a arrasar con los dorados en Xalapa, ellas se limitaron a esconderse entre las sombras y Noah tuvo que esconderse.

Pero, cuando ocurrió la desgracia de Caleidoscopio, o más bien, de Julieta, Noah recordaba perfectamente que hubo otro implicado, uno que alguna vez le robó su teléfono en una pelea callejera con Kai: Ulises, que vivía cerca de donde ella, quien le robó el teléfono una vez, y que participó en vender a Kai y al hermano de Candy con Caleidoscopio.

El mismo Ulises que tenía enfrente hoy.

Amarrado a una silla de madera, empapado con agua fría, y con alambres enroscados en las piernas, uno de los chicos que alguna vez le llamaron la atención jadeaba frente a ella, despeinado, con pequeñas quemaduras sobre la piel, y un ojo morado por haberse resistido.

— Una vez más. ¿Quién patrocinó a Niambi Shefet? -preguntó Noah, viéndolo fijamente-.

— Noah, Noah, yo... ¡somos amigos! ¿recuerdas? Recuerdas que somos amigos, ¿verdad?

Noah miró al carmesí que tenía en sus manos el mando, y le hizo una seña para que aumentara el voltaje de aquél aparato al que habían enganchado los alambres que se aferraban a las extremidades de Ulises.

Ulises chilló un poco, pero no cayó inconsciente. Faltaba bastante para que se desmayara, pero su cuerpo se había acostumbrado bastante bien al voltaje. Su ropa estaba fría y húmeda por el cubetazo de agua fría que le echaron encima al empezar, pero también podían apreciarse en su frente múltiples perlas de sudor.

— ¿Quién patrocinaba a Niambi? Tú debes de saber.

Ulises jadeó de nuevo. Esta vez, Noah subió ella misma el voltaje, haciendo girar la rosca del aparatito, viendo cómo se le ponían rojas las pantorrillas al chico.

— ¡Contesta! ¡Me arruinaste, Ulises! ¡Contesta, cabrón! -alzó la voz Noah-.

Bajó el voltaje para permitirle hablar en lugar de chillar como un cerdo. Ulises estaba llorando del dolor, y en cuanto se permitió tomar aliento para responderle, alzó la mirada y abrió la boca:

— Tú te arruinaste sola, Mura.

Nadie le decía "Mura" desde hacía una eternidad. Así le decía Ulises antes de Kai, antes de hacerse mejor amiga de Julieta, cuando iban en primaria. Habían vivido en el mismo barrio desde que nacieron, y coincidieron en cada escuela a la que entraron. Curiosa coincidencia.

— Tiene su gracia. Parece que no hay más gente en el mundo que nosotros. ¿Cómo explicas, sino, que siempre nos veamos las caras a donde sea que vamos? No es posible conocer gente nueva: siempre es alguien que se revolcó con Alba Dorada, con el Quincunce, o con tu madre. Por eso no creo que no sepas: ¿quién financió a Niambi?

Noah volvió a subir el voltaje casi al doble por unos segundos. Los vellos en las piernas de Ulises empezaron a oler a quemado, y ella bajó el voltaje nuevamente.

Detrás de ella, se abrió una puerta: Noah no volteó, pero era evidente que Arze había entrado a la sala de tortura de la base. Afuera, decenas de hombres en trabajos forzados empujaban molinos de madera para cargar las baterías con las que estaban torturando a Ulises ahí dentro.

— Tú te arruinaste... Mura -balbuceó Ulises-.

— ¿Sigues creyendo que podrás sacarle algo? Cualquiera pensaría que solo querías a alguien con quien desquitarte, ¿no?

Noah jugueteó con la perilla nuevamente, arrancándole algunos quejidos de dolor a Ulises, quien ya ni siquiera gritaba enérgicamente como antes, limitándose a jadear como un animal herido.

— Mátalo, y te recompensaré -dijo Arze-. No te costará mucho, ¿o sí?

— Mátame... Noah -jadeó Ulises-.

— Solo si me dices quiénes financiaron a Niambi Shefet.

Noah subió un poco más la perilla, pero no la bajó enseguida. Era hora de que su ex amigo se adaptara a un nuevo umbral de dolor.

Ulises seguía sudando frío, y las gotas saladas le empeoraban aún más la situación. Su morena piel se veía ya color rosa, casi violácea, en donde los alambres se aferraban a ella. Era una tonalidad bonita en cualquier contexto, excepto quizá en la piel humana, como ahora. Cuando Noah pensó que no iba a confesar, lo escuchó musitar alguna inaudible palabra.

— Jonsu...

Le ordenó al carmesí a su lado que bajara a cero el voltaje. Pudo ver el alivio reflejado en el rostro de Ulises.

— ¿Quién? -alzó la voz Noah-. Contesta, o te irá peor que antes.

— ¡Jonsu! ¡Las Lunas de Jonsu nos pagaban! ¡Solo teníamos que...!

— Dispárale -ordenó Arze-. Topo.

— Sapo -masculló el carmesí con los controles-.

— Dispárale, Noah. Dispárale, o los mataré a ambos.

Noah no dudó ni un instante: desenfundó el arma que Arze le había dado, y tan pronto como le quitó el seguro, abrió fuego, apuntando a la frente de Ulises. Le dio en el pecho. No murió al instante, pero ni siquiera le dio tiempo para disparar una segunda vez. A los pocos segundos, ya se había dejado de mover.

Arze permaneció al lado suyo, inmutable, durante algunos segundos más. Luego, suspiró.

— Llama a alguien para que limpie este mierdero -dijo, dirigiéndose al carmesí que acompañaba a Noah ahí dentro desde antes de su llegada-. Y Noah, sígueme. Quiero contarte un par de cosas.

Ambos abandonaron la cámara de tortura y salieron al aire libre, dejándose acariciar por la luz vespertina. Mientras caían los últimos rayos de sol y ambos paseaban por la calle principal de la base, Arze decidió abrir la conversación.

— Hay una recompensa. Por Ulises. Vivo o muerto. 

— ¿Los dorados...? -alcanzó a formular Noah, pero Arze negó con la cabeza-.

— ¿Crees que esos puritanos ofrecerían públicamente dinero a cambio de la ejecución de varios objetivos? No, ellos lo querían vivo para interrogarlo como nosotros. ¿Las lunas? No, tampoco -argumentó Arze-. Hace años, el principal error de nuestro amigo Kai fue cerrarse a la idea de que este juego de poder se juega uno contra uno. La realidad es que somos todos contra todos, los dorados contra nosotros, nosotros contra Las lunas, Las lunas contra ellos, yo contra Rose Valdez, tú contra mí...

Noah se sobresaltó. Intentó negarlo, mirándolo a los ojos, pero Arze se echó a reír.

— ¿Crees que no sé que te cuesta aparentar que eres una mierda de persona? ¿En serio crees que no me doy cuenta de cómo se te retuercen las tripas cuando ves a un delincuente quemado vivo, y a otro empalado como un pollo rostizado al aire libre? No soy ciego, Noah Nakamura, y deberías dejar de tratarme como si fuera idiota. Sé que una parte de ti no quiere estar aquí, y que escaparías si pudieras. Por eso no tienes total autonomía: el resto de mis seguidores quiere estar aquí. Por eso no tengo gente cuidando que escapen. Ellos creen en mí. ¿Tú no?

Ella balbuceó, intentando hallar una respuesta satisfactoria, pero no lo conseguía. Arze había logrado ponerla nerviosa. No sabía lo que quería de ella. ¿Y si esa misma noche la enviaba al paredón para que la fusilaran?

— Yo... ¿quién ofreció una recompensa por la muerte de Ulises?

— Yo. Era un traidor. Si sabía que Las lunas de Jonsu pagaron por sembrar el caos en Alba Dorada, es porque estaba al menos un poco implicado. Sabes que odio a los traidores, ¿no? Exhibiremos su cuerpo en la plaza de la base, como hizo Rose Valdez con El Muerto. Creo que transmitirá un mensaje... pero eso no es de lo que quería hablar contigo.

— ¿No? -respondió Noah, asombrada. Ambos habían llegado ya a la oficina de Arze, y los dos guardias que vigilaban la entrada se hicieron a un lado para dejarlos entrar.

— No. Como dije, voy a recompensarte por tu lealtad, aunque haya sido motivada por el miedo. No te dejaré ir, pero...

Noah esperó, expectante, mientras Arze se acomodaba en su escritorio.

— ¿Quisieras ir a ver a tu hermana?

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