11. Sepulcro
Con un agudo pitido en los oídos, Noah abrió los ojos, desorientada. Afuera de la camioneta, que ahora tenía las puertas traseras abiertas, una de ellas colgando, se escuchaban gritos y disparos. Noah recordó que el vehículo se había volcado y trató de incorporarse, pero de inmediato, la presión alrededor de sus muñecas le recordó que seguía esposada. A su lado, permanecían noqueadas Tenebra y Niambi, y Violet, la dorada que la había estado custodiando, también estaba inconsciente.
A como pudo, Niambi zarandeó el cuerpo de Tenebra, tratando de despertarla. Si la convencía de ayudarla a quitarle la llave a Violet, podrían liberarse. Tras varios segundos que hicieron a Noah cuestionarse la viabilidad del plan, Tenebra reaccionó.
— ¿Uh? -balbuceó, tan desorientada como lo estuvo Noah al despertar.
— ¡Patricia, reacciona! -susurró Noah-. Creo que les tendieron una emboscada. Es nuestra oportunidad para irnos.
Tenebra parpadeó un par de veces en lo que procesaba la información. Tan pronto como entendió lo que su ex compañera le había dicho, se incorporó a toda prisa, tan rápido como se lo permitieron las esposas: "¿qué hago?", preguntó, y una vez Noah le hubo explicado el plan, la chica asintió, arrastrándose por la pared, ahora hecha suelo, para aproximarse a donde había caído Violet.
Ya ahí, le costó varios intentos desenganchar las llaves del cinturón de la agente dorada, y todavía un rato más manipular el manojo de llaves hasta tener en sus manos la que, probablemente, serviría para liberar a Noah.
La primera no encajó. La segunda tampoco. Al exterior, vieron cómo una persona enmascarada rociaba gas transparente y después, se veían luces multicolores. Noah pensó por un momento en lo familiar que se le hizo aquella visión, pero no pudo identificar por qué. Era muy noche, y desde ahí no se alcanzaba a ver gran cosa.
Después de casi diez intentos, Tenebra por fin dio con la llave correcta y Noah sintió cómo se aflojaban los grilletes en torno a sus muñecas. Sin miramientos, le arrebató el manojo a su compañera y repitió el proceso con las esposas que rodeaban sus escuálidas piernas. Tenebra observó, expectante, convencida de que Noah la liberaría una vez terminase con ella misma.
Sin embargo, ni bien fue libre Noah, se le quedó viendo a su otrora aliada, y suspiró.
— Tú sabías, ¿no?
— ¡Apúrate! -la apremió Patricia-. ¿De qué hablas? Suéltame y hablaremos todo lo que quieras... en cuanto los perdamos de vista.
Noah cogió los grilletes que la detenían hasta apenas unos segundos, y colocó uno alrededor de la mano de Violet. Después, cerró el otro alrededor de la pata de los asientos de aquél camión de prisioneros. Así se aseguraría de no ser seguida.
— Sabías que a Niambi le pagaron para traicionar a Alba Dorada, ¿no? Y para que nos animara a hacer lo mismo.
— No. Me enteré igual que tú.
— No te creo -la detuvo Noah-. Son uña y mugre, siempre lo han sido. ¿Como por qué no sabrías?
— ¿Crees que yo sabía que Niambi está con Sak y los tratantes de personas? ¿En serio consideras que yo caería tan bajo?
Noah negó con la cabeza.
— Te hice una pregunta, y no creo que estés diciéndome la verdad. Lo sabías, ¿verdad, Patricia?
Se hizo un corto silencio.
— Sabes que no me gusta que me digan Patricia -le recordó ella-.
Viendo que no iban a llegar a ninguna parte, Noah se incorporó, y empezó a caminar hacia la puerta, agachándose para no golpear su cabeza contra el techo. Afuera, pudo ver por fin a quienes estaban enfrentándose entre sí. Por un lado, estaba Alyssa, con su uniforme de Alba Dorada con tonalidades verdes, relieves y ornamentos con motivos de reptil, y por el otro, alguien más a quien alguna vez Noah llamó amiga.
Julieta, vestida con su traje de Caleidoscopio, se lanzó encima de Alyssa en ese preciso momento, golpeándola hasta que Alyssa, a puño cerrado, golpeó el casco de Caleidoscopio, y lo quebró, dejando ver el interior del mismo. Por un breve instante, Noah pudo reconocer la mirada de Julieta a través del traje, con la pupila dilatada, tensa. Asustada. Y estaba dándolo todo en esa pelea.
Caleidoscopio intentó disparar una aguja bañada en LSD hacia Alyssa, pero el disparador de su muñequera aparentemente se había trabado. Alyssa tiró de algún gancho oculto de la propia, y una cuchilla salió del interior de su muñequera, apenas más larga que el puño de la chica.
Sin embargo, Julieta no estaba acabada todavía. Encendió una vez más las luces de su traje, cegando por un instante a Alyssa, quien tuvo que cubrirse los ojos durante algunos segundos, mismos que aprovechó Julieta para volver a saltarle encima, aunque esta vez, prescindió del forcejeo, limitándose a derribarla y saltar lejos de ella. Las luces volvieron a apagarse, y Alyssa intentó levantarse, pero Caleidoscopio aprovechó para dispararle varias agujas impregnadas con su marca característica.
— ¿Noah? -preguntó finalmente Julieta, tan pronto como se dio cuenta de que Alyssa no iba a levantarse-. Sabía que podrías escaparte sola.
— ¿Viniste por mí? -preguntó ella, extrañada-.
— Me manda Arze. Estuvo moviendo cielo y tierra con tal de encontrarte. ¿Estás bien? ¿Confesaste algo?
Noah se lo pensó por un instante. ¿Por qué quería Alyssa saber si había confesado algo? Sospechó de inmediato: podría ser que Julieta hubiera sido enviada, no para rescatarla, sino para eliminarla.
— No pudieron -respondió, intentando no reflejar la preocupación en su semblante-. Por eso me enviaban a Prisión Vertical. Dijeron que tal vez así se me refrescaría la memoria.
Julieta se quitó el casco y lo dejó caer al suelo. Acto seguido, se acercó a Noah para abrazarla. Desde que la fue a ver a su casa, hacía ya unos pocos años, no le había visto la cara a quien en algún momento fue su mejor amiga. Noah sabía que no debería confiar en ella: Julieta fue la razón por la que los dorados la tuvieron en observación: de no haber sido por la estupidez de Kai, Noah habría acabado presa por cooperar con Caleidoscopio. Por culpa suya, el hermano menor de Candy estuvo a punto de morir.
Pero se sentía tan bien volver a ver a alguien familiar, alguien que no fuera hostil... al menos una persona dispuesta a ayudarla.
El sonido de un proyectil cortando el aire la sacó de su ensoñación. Julieta alzó el brazo segundos antes de caer al suelo, inconsciente: reveló un dardo sedante clavado en su extremidad, y cayó de cara contra el suelo. Noah quiso correr, pero en menos de un segundo, tenía ella otro dardo clavado, este en su pecho. Logró dar un par de pasos, pero fue inútil. Cayó encima de Julieta.
Despertó antes de que la metieran a su celda. Ezra en persona la escoltaba, junto a Violet y otros dos agentes de Alba Dorada, vestidos con el uniforme de guardias de penitenciaría: no hacía falta preguntar dónde estaban. Era evidente. Habían llegado a la Prisión Vertical.
Frente a ella, caminaba Julieta, vestida con un mono gris y las manos esposadas a la espalda. Las habían atrapado a ambas.
Iban atravesando el puente que conectaba la estación de vigilancia en medio de la cárcel con la salida, al exterior. A Noah le bastó una mirada para saber que jamás saldría sola de ahí. La Prisión Vertical, como su nombre indicaba, era un centro de detención que había sido construido de arriba hacia abajo, hundiéndose en las profundidades de la tierra. Mientras cruzaba el puente, Noah pudo ver cada celda iluminada con tenue luz azulada, en cubículos de poco menos de 3x4 metros. La gran mayoría estaban ocupadas.
Un ascensor de apenas un metro de diámetro subió hacia la estación que había justo frente a ellos, como parte de la torre de vigilancia que había en medio. Estaba vacío.
— Despídanse, porque es la última vez que se verán en mucho tiempo -les dijo Violet, sin despegar los ojos de Noah-.
Los dos guardias que los acompañaban cogieron a Julieta de un brazo cada uno, y la condujeron al interior de aquella plataforma que servía como elevador. Tras cerrarse la puerta de cristal, el ascensor cayó en picada, desacelerando conforme se acercaban al nivel en el que la encerrarían.
— En algún momento, vendrá un abogado a hablar contigo. Esperarás tu juicio aquí encerrada, Noah -le explicó Ezra-. Desgraciadamente para ti, has cometido ya tantas infracciones que dejarte libre sería considerado traición. Lo lamento.
— No lo lamentas -corrigió ella-. Es tu trabajo.
Otro ascensor se marcó como disponible. Ezra en persona pensaba escoltar a Noah hasta su nueva celda, por lo visto. Un par de dorados lo saludaron llevándose la palma abierta a la frente, como si fueran soldados. Uno de ellos se ofreció a acompañarlos, pero Ezra declinó su oferta.
— Violet, defiende el puente en lo que regreso, ¿de acuerdo?
La agente asintió, dándose la vuelta después de dedicarle una última mirada de odio a Noah. Ella y Ezra entraron en el ascensor, y éste descendió a toda velocidad, casi hasta llegar al fondo de la prisión. Se detuvo a una altura a la que Noah incluso podía ver claramente el fondo, pero que aún así sería letal si ella saltaba.
— ¿Te gusta? -preguntó Ezra-. Mide casi dos kilómetros de profundidad. La única entrada y salida es a través del puente. Aún si te arrojaran una cuerda desde arriba y nadie de los presos te delatara para ganar puntos con los guardias, serían dos kilómetros de ascenso, desde el fondo hasta arriba. Agárrate bien, o podrías caer. Además, hay bordes filosos separando cada piso de la prisión, y hay mil niveles exactos de punta a punta. ¿Te imaginas qué pasaría si ya vas a la mitad y te sueltas? No, no, qué horror.
Las puertas del ascensor se abrieron, y ambos salieron a otra estación de vigilancia. Un agente saludó a Ezra, quien le pidió que abrieran las puertas para alguno de los pasillos de por ahí.
El pasillo medía poco más de medio metro de ancho, y se prolongaba hasta una estación móvil que podía conectarse con solo una celda a la vez. Estaba puesto directamente en una celda vacía, así que Ezra no tuvo que mover los controles antes de conducir a Noah hacia el final del pasillo, donde aguardaba su nuevo dormitorio.
Le echó un vistazo antes de que se abriera la puerta: efectivamente, medía a lo mucho tres por cuatro metros, y contaba con una pequeña cama individual, un lavamanos, una mesa de plástico, un retrete, y una repisa vacía, tallada en piedra. No había silla. No había utensilios, tan solo una bandeja vacía.
— Yo que tú cuidaría esa bandeja -sugirió Ezra-. En ella te darán de comer cada mañana, así que procura no romperla si no quieres recoger tu alimento con las manos.
Noah guardó silencio. Analizó con atención aquél espacio. Ni siquiera había dónde esconderse de la vista de posibles observadores: la base sobre la que estaba el colchón era de piedra, y se elevaba tan sólo veinte centímetros por encima del suelo.
— Algunas celdas ni siquiera tienen colchón. Aprécialo, Noah.
— ¡Espera! -dijo ella una vez entró, viendo a Ezra a través del cristal-. ¿Cuándo será mi juicio?
— Honestamente, no lo sé -reconoció él-. No es de mi incumbencia.
— No quiero estar sola.
— Lo sé. Desgraciadamente para ti, no se trata de lo que tú quieras. Es eso lo que jamás has comprendido, ¿no te parece?
— Ezra.
El chico estaba ya a punto de irse, pero le concedió esa última interacción.
— ¿Sabe Kai que me tienen aquí?
— No -le hizo saber él-. Y créeme, no le diremos. Lo último que necesita es seguir preocupándose por ti.
Ezra le dio la espalda y, cuando volvió al pasillo que lo conectaba con el puente, pulsó un par de teclas en el ordenador, y retrajo la parte del pasillo que los conectaba con las celdas. Alrededor de Noah, todas estaban vacías, ya fuera a los lados, arriba o abajo. Lo habían hecho a propósito.
Noah contempló al chico, ahora tuerto, caminar hasta perderse al interior de la torre de vigilancia. El ascensor volvió de regreso a la superficie. Las luces se apagaron.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro