PARTE ÚNICA
Estancado, en pausa.
Nada estaba sucediendo. El mundo era el mismo lugar caótico que siempre había sido. Ni siquiera la aparición y posterior desaparición de Kira había cambiado eso. Pero aún así, L no podía aplacar la persistente sensación que le indicaba todo lo contrario. Algo grande debía estar pasando justo debajo de sus narices, justo a un lado de su cama, encadenado a su muñeca, pero no podía verlo. No todavía.
Light Yagami dormía debajo de sábanas blancas, su respiración tenía un ritmo pausado que L estaba controlando sin ningún motivo. Era su deber mantener vigilado a Light, pero no había punto en observarlo dormir. La posibilidad de cometer un asesinato como Kira estando inconsciente había sido descartada tiempo atrás. Simplemente estaba descansando, en calma, indefenso ante sus ojos escrutadores, y L pensó en los nombres que Misa solía decirle cuando hacía cosas como estas.
Se movió en su silla, encarando directamente el rostro de Light, reposando el mentón cómodamente sobre sus manos apretando sus rodillas. La cadena que los unía apenas se movió.
¿Por cuánto tiempo podía mantener esa calma?
L conocía la resistencia de Light, la había puesto a prueba. Habían pasado juntos el tiempo suficiente como para ser consciente de ella. Debía ser la práctica, pensaba. Toda una vida fingiendo ser algo que no eres debe brindarte cierta agilidad. Debe resultarle tan fácil como respirar, ajustar su personalidad de tantas y diferentes maneras, un camaleón que nunca muestra su verdadera forma.
Sin embargo, L había visto a través de él. ¿Lo sabía Light? ¿Significaba algo para él, ser visto?
L bufó con fastidio. El hilo de sus pensamientos se había vuelto superfluo. No podía sacar nada significante si se movía en esa dirección.
Estancado, en pausa. Nada estaba pasando.
El mejor detective del mundo estaba encadenado. Esta noche se sentía un poco más deprimido de lo que había estado las últimas semanas, y por alguna razón no quería pedir un bocado dulce para subirle el ánimo.
Estiró las piernas y sus pies tocaron el suelo alfombrado. Sus extremidades cosquilleaban, una sensación de comezón se retorcía bajo su piel.
Argh, ¿qué es esto? ¿Qué es esto?
Inconscientemente, tiró de un mechón de su cabello, y...
Ah. Estaba enojado.
Estaba furioso.
¿Con Light?
Lo miró como si pudiera encontrar la respuesta en su rostro. Algo de la hostilidad que existía entre ambos había sido liberada hace unos días, y aunque L se había contenido considerablemente durante su repentina contienda, las ligeras marcas que alcanzó a dejar en el impecable rostro de Light habían mejorado el humor que tenía ese día. Por otra parte, el adolescente estuvo lidiando con las circunstancias en las que L los puso a ambos de manera digna, a veces refunfuñando más de lo que el detective estaba dispuesto a soportar, pero sin dejar de trabajar en el caso, como si toda la vida hubiera seguido los pasos del hombre al que estaba encadenado.
Ah, adaptarse. L estaba siendo redundante.
Pero Light parecía tan genuino que dejaba a L en conflicto por horas. Era irreconocible. El Light al que estratégicamente había llamado único amigo jamás le habría puesto un dedo encima, y eso se debía principalmente a lo contundente que era su actuación, lo aferrado que estaba al personaje que estaba interpretando. Desde que fue liberado, las habilidades deductivas de Light seguían siendo fascinantes, pero él actuaba como si fuera... normal. Si L halagaba sus acciones, se encogería de hombros y apartaría la mirada. Si L lo molestaba mucho, golpearía su rostro sin piedad.
No había una sombra siniestra persiguiendo su figura, un escalofrío imperceptible de maldad escudriñando el repugnante mundo que lo rodeaba. Era el Light Yagami más honesto, pero no el que L había conocido.
Siempre era su instinto el que le advertía de esas cosas, últimamente era a todo lo que se aferraba y no se permitía avergonzarse de ello. Era ridícula la idea, pero incluso L era incapaz de imaginar el cambio radical que tuvieron los ojos de Light aquel día. Fue como un incendio apaciguado por un solo soplo, y la monstruosidad en su mirada almendrada desapareció para no volver.
¿A dónde fue? ¿Seguía ahí?
¿Qué hizo Light con Kira?
Algo debió haber hecho. Algo sucedió frente a sus ojos, algo monumental.
L volvió a bufar.
Estancado, en pausa.
Estiró los brazos sobre su cabeza y su espalda tronó sobre el sonido de las ligeras exhalaciones de Light. Un quejido escapó de la boca del detective.
Ah, hoy era una de esas noches.
L dormiría esa noche.
Devolvió la atención al rostro impasible de Light, sintiéndose impaciente. ¿Cuándo volvería a ver a Kira? ¿Volvería a mostrarse? ¿Cuántas personas podrían ver a la bestia y vivir para contarlo?
Light prometió que estaría aquí a su lado el día que eso sucediera. Prometió que atraparían a Kira juntos. L aún se estremecía de ira de sólo recordar la sinceridad con la que lo hizo.
Seguía estancado. Seguía en pausa.
Light no lo miraba, pero de alguna manera L siempre estaba siendo observado, perseguido. Algo putrefacto respiraba sobre su nuca y controlaba sus pasos. Respiraba, vivía, pero un peso mayor recaía sobre sus hombros, el peso de una amenaza. No descubría una manera de defenderse de algo que podría estar imaginando, algo que por ahora sólo existía en su mente en forma de recuerdo.
L decidió recostarse en la cama, cerca de Light. Esta vez, con sus movimientos, la cadena que los unía hizo un sonido metálico que perturbó por un segundo el plácido sueño de Light, sin embargo no lo despertó.
Estará muy cansado, pensó L.
No dejó de mirarlo. Buscó a Kira persistentemente en el único rostro donde quería encontrarlo, pero sólo Light estaba del otro lado. Nada más que el perfecto Light Yagami.
Ah, qué decepción.
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